3. El faro abandonado.
Hermione se comenzó a inquietar al ver que comenzaban a alejarse bastante de la madriguera, cuando aceptó salir a caminar con Fred, pensó que llegarían hasta el límite de la colina o algo por el estilo, ahí se daba cuenta de que en realidad habían muchos aspectos del pelirrojo que no conocía, donde él se mostraba realmente impredecible.
Se volteó a ver cómo se alejaban de la casa y el mago pudo notar aquella inquietud por parte de su acompañante. Ladeó la cabeza y sonrió con suspicacia.
—Te noto preocupada, sólo iremos a dar un paseo ¿Confías en mí?
Ella se sintió algo avergonzada, nunca había tenido tanta cercanía con Fred, por lo que no tenía idea la manera en la que él se desenvolvía. No era una mala persona, sólo quizás algo impredecible.
—Creo que jamás había tenido que preguntarme eso— respondió con tono algo irónico.
—No soy ningún asesino de mujeres y si lo fuera creo que no serías mi primera víctima.
—¿Quién lo sería?—preguntó luego de guardar unos segundos de silencio.
Fred levantó una ceja y sonrió negando con la cabeza.
—Eres sórdida, sin duda alguna eres quién le ha abierto los ojos al par de idiotas de Harry y Ron.
—¡No soy sórdida!—rió, defendiéndose ante los ataques de Fred—, solamente me uno a tu humor negro.
Avanzaron un poco más hasta que se fueron acercando cada vez más a la playa, el mar resonaba en las rocas y el viento se sentía de forma agradable, ya no se sentía el calor asfixiante que había después de almuerzo. Pronto Hermione divisó una estructura que le pareció curiosa, lo más seguro era que el pelirrojo se dirigiera hacia allá, puesto que sus pasos se dirigían hacia el sitio en cuestión.
—¿Qué es eso de allá?—indicó la castaña con el dedo índice.
—Es hacia allá a donde nos dirigimos, creo que te gustará.
En cosa de minutos acortaron la distancia que los separaba entre su ubicación y la estructura, Hermione no lo había visto nunca, al parecer jamás había vagabundeado por esas zonas rurales, se dió cuenta de que era un faro que probablemente llevaba muchos años allí y que evidentemente estaba abandonado pues no se veían atisbos de que alguien residiera en ese lugar. La construcción era imponente, de ladrillos grises y con algunas ventanas que tenían los cristales dañados, la puerta estaba algo roída por el óxido y la sal; a su alrededor habían algunos arbustos y plantas típicas de la zona costera.
Fred usó su varita para abrir la puerta y observó a Hermione expectante.
—¿Quieres entrar a echar un vistazo?
—Pues vamos, Lumos—conjuró la aludida.
Se pudo percibir un aroma a humedad al ingresar, sin embargo había algo en ese sitio que se sentía como familiar, a un costado habían unas largas escaleras de caracol que se dirigían hacia la planta alta. Ambos magos avanzaron con cautela, evitando las telas de arañas y tropezar debido a la falta de luz; al llegar, Fred lanzó luz hacia el viejo candelabro, creando una atmósfera cautivadora.
—¿Qué es este lugar, Fred?
—Este faro lleva años aquí, creo que antes alguien lo habitaba y cuidaba de él, pero murió hace años y al parecer no tenía familiares— comentó encogiéndose de hombros—, por lo que desde entonces está abandonado. Mi casa es el sitio más cercano, por lo que solemos venir y pasar tiempo acá en la playa, la verdad es que creo que yo soy el más encantado por la paz de este lugar, vengo aquí cuando quiero estar solo o descansar del ruido de la casa.
Hermione se paró frente a una ventana que daba lugar a un pequeño balcón, allí había una banca de madera y se sentó a observar el mar. Fred se quedó de pie unos momentos contemplando el horizonte y sintiendo la brisa.
—Sin duda tiene una vista excepcional, además la tranquilidad que se siente es impagable— susurró la bruja dedicándole una sonrisa—No sé porqué lo has compartido conmigo, pero gracias, Fred ¿Te molesta si en algún momento comienzo a venir? Finalmente es como tu lugar secreto.
—No te preocupes, por algo lo he compartido contigo, no me molestaría que vinieras aquí a solas, en ocasiones es necesario disminuir el ruido de nuestros pensamientos y siento que debes ser una persona a la que debe costarle poner su mente en blanco.
—Creo que es una de las cosas que más me cuesta, soy un estrés viviente.
—Eso te lo concedo, coincido contigo, completamente. Pero si le ves el lado bueno, eso te hace interesante.
—¿Tú crees? ¿O nada más buscas hacerme sentir mejor?
—Claro que intento hacerte sentir mejor—replicó—, de lo contrario no te habría traído aquí.
Por unos instantes se quedaron mirando a los ojos, pero ella desvío la conexión debido a que la manera de mirar del pelirroja era demasiado intensa, podía de pronto comprender la fascinación por él de varias de sus compañeras de casa en Hogwarts.
El silencio del momento fue roto por Hermione, quien suspiró.
—Hace un rato me preguntaste sobre lo que me sucedía.
Él asintió y se sentó junto a ella en silencio, esperando a que fuese quien diera el paso de iniciar la conversación.
—Dumbledore estuvo en mi casa antes de venir aquí, a tu casa me refiero.
—Sí que debes de ser importante para él.
—Pues eso aún no lo sé—respondió—. Mis padres no querían que volviera después de lo sucedido en el departamento de misterios, los entiendo sabes. Ellos nunca van a poder comprender completamente lo que pasa en el mundo mágico, aunque yo les entregue detalles—señaló—Sin embargo, siento que cualquier padre preocupado estaría alerta al saber que su hija estuvo a punto de morir en manos de un mago que detesta a los nacidos de muggles.
Hermione había sido atacada por Antonine Dollohov durante esa batalla, teniendo algunas heridas físicas que ya habían sido curadas, no obstante, continuaba su inquietud espiritual, seguía temerosa a pesar de lo fuerta que era, de lo poderosa a nivel de magia en que se convertía.
—¿Te gusta estar aquí, Hermione?—preguntó él con algo de inquietud—. Me refiero a estar en el mundo mágico, tal vez en tu interior tampoco querías volver. Quizás por eso Dumbledore te fue a ver, quizás en realidad el conocía tu deseo real y tal vez era quedarte con tus padres.
—¡No! Yo soy parte de este lugar, creo que jamás podría adaptarme al mundo muggle, ya no lo veo de la misma forma. Pero tengo miedo, tengo miedo de no ser tan poderosa cuando llegue la hora de enfrentar al señor tenebroso.
—Hermione, creo que eres una de las brujas más prometedoras e interesantes que he conocido en mis años, siento que debes tener más confianza en ti misma porque estoy seguro de que eres capaz de enfrentarte a lo que sea, eres valiente, eres leal y una de las personas más inteligentes que pisan esta tierra. No debes dudar de ti ni tus capacidades, creo que muchos quisieramos tener los dones de magia que tienes, eres virtuosa.
Ella no supo que contestar, no estaba acostumbrada a recibir ese tipo de cumplidos tan genuinos por parte de los hombres con los que se relacionaba, tragó saliva y le sonrió algo abrumada.
—¿Qué?—preguntó Fred —¿Acaso dije algo que te incomodó?
—No, sólo que no acostumbro a escuchar ese tipo de halagos ¿Asumo que era un halago no es así?
—Pues claro, ¿porqué habría de ofenderte?
—Creo que estoy acostumbrada a tratar con tu hermano Ron—dijo con algo de desdén en la voz—A veces es difícil tratar con él y no querer matarlo—tragó saliva, denotando en su rostro una muestra de dolor evidente.
Fred pudo darse cuenta de que Hermione tenía sentimientos por Ron, de lo contrario no le afectarían los comentarios que le hacía, el pelirrojo conocía a su hermano, sabía lo idiota e hiriente que podía llegar a ser y por lo que estaba descubriendo, la bruja podía mostrarse fuerte, pero en realidad era sensible ante las acciones de los demás. Frunció los labios con frustración, no se sentía preparado como para molestarla debido a sus sentimientos por Ronald, pues no quería que ella se cerrara y no quisiera expresarse con él.
Fred disfrutaba de conversar con ella.
Quizás más que con cualquier persona.
Incluso empezaba a rivalizar con George.
—Pues en eso tienes razón ¿No creerás las estupideces que mi hermano suele soltar de su boca? Sabes que probablemente su nivel cognitivo está mermado.
—Pues no esperarías que un amigo dijera tales cosas sobre ti...
Ella se quedó en silencio por unos segundos, pues estaba segura de que lloraría al ser una conversación demasiado personal, pues no supo en qué instante hablar con Fred Weasley se había vuelto tan fácil.
—¿Él te gusta, Hermione?—se repimió severamente por haber hablado. No quería que Hermione se sintiera vulnerable, se mordió el labio y la miró con apremio—, lo lamento, no quise ser entrometido, esta conversación quizás te resulte incómoda y no era mi intención...
—Eres bastante directo ¿no crees?
—Mi don y mi maldición—dijo entre risas.
—Siempre pensé que mis sentimientos eran correspondidos—anunció sin poder mantenerse en silencio, hablar con él era una forma muy extraña de purgar lo que había en su interior y sentirse más liviana—No obstante él siempre, en cada ocasión que puede, hace mella y burla sobre cualquier cosa que tenga relación conmigo, lo que hace evidente que mis sentimientos son estúpidos y van desapareciendo, puedo ser sensible, pero no estúpida. Me pongo en primer lugar, sea como sea, uniendo mis pedazos y remendándome, aunque me duela, siempre termino haciéndolo.
—Me alegra mucho escuchar eso, es una de las cosas que me gusta de ti.
—¿Ah sí?
—Sí—afirmó—, eres tenaz. Pareciera no importarte ser tú misma y eso es muy atractivo.
—¿Atractivo?—replicó ella, frunciendo el ceño.
—Sí—dijo sin más.
—Ya hemos hablado demasiado sobre mí, cuéntame ¿Cómo va todo con la tienda? ¿Estás nervioso?
Frunció los labios y rodó los ojos. Pensar en eso lo colocaba en efecto ansioso.
—Si soy completamente ansioso, temo ser una completa decepción. Sortilegios Weasey es una idea que se está materializando poco a poco, está llegando a la cúspide y quiero que sea perfecto, pero siento que muchas de las personas a mi alrededor no está conforme con lo que he decidido será mi camino—musitó—. No digo que me dedicaré a esto para toda la vida ¿quién sabe eso? Soy demasiado jóven todavía como para pensar siquiera en lo que pasará en unos años más, es sólo que hubiese deseado tener más apoyo de mi familia, sobretodo de mi madre.
—Fred...
—No todos esperamos lo mismo para la vida, no me imagino teniendo un trabajo monótono, aburrido, gris, no me veo siendo un jodido trabajador del ministerio, ni menos un diplomático adinerado o un banquero—murmuró—, bueno adinerado espero que sí—bromeó—, pero no quiero que mi esencia cambie por tener que dedicarme a un trabajo gris.
—¿Puedo decir algo sin que me molestes por el resto de mi vida?—preguntó Hermione.
Él asintió.
—Creo que eres genial, Fred Weasley. Y puedes cumplir todo lo que te propongas, porque tienes el carisma y la determinación para lograrlo, tu tienda será un éxito, lo decreto aquí y ahora.
Él parecía dubitativo.
—Lástima que prometí no molestarte con lo que me acabas de decir, podría decirle a Ron que estás enamorada de mí y con eso se bajarían sus humos de la cabeza ¿qué te parece?
—Lo prometiste, no me molestarías.
—Maldición, recuérdame no volver a prometer eso nunca más.
Ambos miraron hacia el mar y volvieron a mirarse el uno al otro.
—Creo que deberíamos volver a casa, ya es tarde y no podría permitirme que durmieras fuera de la cama ¿qué dirían tus padres si se enteraran?
—No digas tonterías, Fred—advirtió la chica.
Ambos volvieron a encender las varitas para avanzar por el faro y bajar las escaleras sin complicaciones. Una vez afuera sintieron la brisa pegar fuerte en ellos, Hermione tembló debido al viento sobre su piel; el pelirrojo al darse cuenta se quitó la camisa manga larga que vestía y la colocó sobre los hombros de la chica.
—No es necesario—susurró.
—Pues estás temblando.
—Tendrás frío.
—No, estoy bien. Vamos.
Caminaron hacia la Madriguera, ella pudo sentir el aroma de su camiseta y le pareció tremendamente varonil, pero no dijo nada porque no quería parecer una chiquilla estúpida.
—Esta noche fue interesante—resolvió él—, hace mucho tiempo que no tenía una conversación tan—hizo una pausa—tan peculiar.
—Lo mismo digo—respondió.
Llegaron en silencio y antes de que cada uno se fuera a dormir, ella hizo amago de quitarse la camiseta para devolvérsela.
—Gracias por esto.
—No es necesario, consérvala, quizás algún día quieras ir al faro sin mi compañía y olvides tu suéter.
Intercambiaron una mirada sentida, sin poder apartar los ojos del contrario, pero en esta ocasión fue él quien tuvo que apartar la mirada.
—Buenas noches, Hermione.
—Buenas noches, Fred, que descanses—se despidió depositando un beso en su mejilla—, gracias por la plática, en verdad la necesitaba.
El pelirrojo asintió y se quedó observando hasta que la bruja entró en la habitación de su hermana.
—Yo también lo necesitaba—susurró para sí mismo.
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