2. La estupidez humana abunda por montón.
Hermione junto a Luna y Ginny habían decidido arrancarse al mundo muggle en busca de algunos atuendos de verano; Hermione y Luna -quien vivía nada más a una colina de los Weasley- no eran particularmente pretenciosas, no obstante Ginny desde hace un tiempo había comenzado a obsesionarse con su imagen personal, antes de terminar el año había iniciado a dar asesorías extra en clases de vuelo, por lo que había conseguido un dinero extra.
—Lo mejor que pudimos hacer fue salir—manifestó Ginny—, mis hermanos hablarían con mi madre sobre el asunto del negocio, estoy segura—comentó con voz altiva—. Te aseguro de que mi madre se pondrá de todos colores y después gritará en todos los tonos de decibeles prosibles, los regañará y disparará miradas asesinas por delante de cualquiera que se le atraviese.
—¿Cuál es el problema?—preguntó Luna sin comprender, a pesar de ser vecina de los Weasley, no pasaba tanto tiempo con ellos como se habría esperado.
—Bueno Fred y George tienen la estúpida idea de colocar una tienda de bromas en medio del callejón Diagon—terció con tono de menosprecio—. Mi madre que es una controladora, quiere que ellos terminen sus estudios o que tengan un trabajo más convencional, prácticamente ya había hablado con Percy para que pudiera considerar usar algunas de sus influcencias. Papá fue determinante y tajante en que no permitiría que Percy se involucrara y mi madre se enfadó mucho.
En ese momento Hermione se unió a la conversación mientras sorbeteaba un cono de helado.
—No entiendo cuál es el motivo de la discusión, tus hermanos ya han cumplido la mayoría de edad, tienen el ingenio para que cualquier negocio salga a flote y el tema de las bromas se les dio my bien en el colegio ¿Por qué no funcionaría fuera de este?—preguntó curiosa, algo asombrada por el prejuicio en la voz de su amiga.
—No dudo de mis hermanos, sólo creo que mi madre quisiera algo más seguro para su futuro, sabes que los gemelos jamás han demostrado mucha constancia, en la escuela no estaban realmente interesados y las materias les aburrían—acotó—Mamá recibió muchos voiferadores por parte de McGonagall como para pensar que una tienda de bromas surtirá efecto real y no será una más de sus tonterías—hizo una pausa para beber de su refresco—Me sorprendes, Hermione.
—¿Por qué?
—Jamás pensé que te pondrías del lado de mis hermanos en algún momento, ya sabes, ustedes no tienen muchas ideas en común.
—No, pero sé darme cuenta cuando las personas tienen la determinación y la perseverancia para lograr sus objetivos. Creo que ambos pueden lograr algo bueno de su idea, además tú misma dices que son completamente tenaces cuando algo se pone en sus cabezas; creo que tu madre debería confiar más en ellos—enarcó las cejas sonriendo—. Tampoco es que tenga muchas más opciones.
El tema quedó en el aire pues Ginny se distrajo al entrar a una tienda de ropa deportiva, Luna y Hermione se quedaron afuera esperando que la pelirroja pudiera ver lo que necesitaba, pues no querían manchar las prendas por accidente en caso de que el helado se derramara. Luego de unos minutos, ambas brujas entraron al notar de que su amiga estaba tardando bastante.
—¡Ginny!
—Aquí en el probador—respondió ella por lo alto.
—¿Estás bien?
—Si, nada más no me decido por cuál escoger. Este año necesito asegurar mi puesto en el equipo y necesito ropa cómoda para entrenar ahora en lo que resta de vacaciones.
—Eres hermosa—murmuró Luna—, cualquier prenda te queda bien, además se supone que es para hacer actividad física.
—Lo que pasa Luna—acotó Hermione con algo de ironía—, es que Ginny necesita saber si esa ropa será o no tendencia en la escuela durante el próximo año.
—Tengo una imagen que cuidar—pronunció dándole la razón a su amiga—. Además están todos muy hermosos, no perderé más tiempo y los compraré todos, no puedo decidirme.
—Espero que con esto sea suficiente y no vayamos a recorrer otro centro comercial, me abruman tantas personas desesperadas por comprar —señaló Hermione frunciendo el ceño—. Tengo muchas ganas de hacer galletas, quiero comer por montón, creo que cuando lleguemos le pediré la cocina a tu madre para poder hornear.
—Qué delicia, debes compartir tu receta si es que puedes, Hermione—mencionó Luna, con entusiasmo—hace poco aprendí a cocinar tarta de zanahoria, podríamos hacer un intercambio.
—Sería fantástico, podrías quedarte a merendar con nosotras.
Ginny puso los ojos en blanco.
—Ustedes dos son como dos ancianas hablando sobre repostería ¿Saben que tienen diesciseis, no es así?
—Perdónanos por ser tan poco glamourosas—rebatió Hermione, queriendo decirle más cosas pero prefirió callar, Ginny solía tener opiniones muy duras en algunos casos, no quería pelear con ella, por ende recurría a las ironías y al sarcasmo—, quizás deberías empezar a juntarte con Pansy Parkinson desde el inicio del año, podrían encajar mejor con sus gustos.
—Oh calla, nada más era una broma.
Tras unos minutos más caminando, decidieron que era momento para ir a casa, Hermione pasó por una tienda de respostería y compró chispas de chocolate, jengibre y mostacillas de colores para la preparación que tenía en mente. Las tres brujas desaparecieron y llegaron a la colina donde habían dejado la madriguera; julio era un tiempo mayormente caluroso en Ottery Saint Catchpole, no obstante nada más llegar pudieron percatarse que los Weasley yacían sobre las escobas disputando un partido de Quidditch.
—¡Necesitan a alguien más!—gritó Ginny nada más se hubieron acercado un poco a la casa —¡Comenzaron sin mí!
—Nadie dijo que íbamos a esperarte— gritó George desde las alturas—, nadie te quiere en su equipo. No seas entrometida.
—Saben que juego muy bien.
Hermione invitó a Luna a pasar, pues comprendió de que Ginny ya no les acompañaría por el hecho de que ella prefería el Quidditch antes de cualquier cosa, por lo que avanzó hacia la casa sin antes percatarse de que hacía mucha calor. Molly estaba en la sala haciendo un bordado, tenía el ceño fruncido y se observaba algo inquieta.
—Señora Weasley ¿usted podría prestarnos su cocina? Con Luna queremos hacer algo para la merienda.
Ella levantó la vista y sonrió.
—Oh, claro chicas. Luna, sé bienvenida ¿cómo está tu padre?
—Algo ocupado con las ediciones del Quisquilloso—contestó con la amabilidad característica de la Ravenclaw—, sólo que no quiere abusar de mi tiempo libre.
—Puedes venir cuando gustes, sabes que los chicos pasarán sus vacaciones aquí. No quiero entretenerlas más, pasen, están en su casa.
—Gracias señora Weasley.
Ambas brujas se dispusieron a colocar los ingredientes ordenados sobre el mesón, buscar los implementos en la cocina y a encender el horno, pues este debía estar precalentado para adquirir la temperatura necesaria. Habían desarrollado una extraña fascinación por la cocina, hacer preparaciones de manera muggle, sin la ayuda de la magia estaba siendo prácticamente terapéutico y relajante.
—Luna ¿puedo preguntarte algo?—inquirió Hermione mientras se disponía a hacer la masa.
La rubia asintió y posó sus tiernos ojos azules sobre ella, expectante.
—¿Has tenido pesadillas? Ya sabes, debido a lo que pasó en el departamento de misterios...
—A veces me cuesta conciliar el sueño, siento que en cualquier momento aparecerá la sombra de aquel mortífago, siento que si cierro los ojos aparecerá en mis sueños—dijo despacio—. Papá me ha hecho té de passiflora para que pueda descansar, la verdad es que siento que me ha ayudado, pronto me da sueño y mis pensamientos no tienen tiempo de salir a relucir ¿Tú cómo estás con eso?
—Creo que en ocasiones me arrepiento de haberles contado a mis padres—dijo en un suspiro agotado—. Me han llenado de atenciones e incluso hicieron citas con un profesional del mundo muggle, un psicólogo.
Su amiga la observó con extrañeza.
—Es un terapeuta, alguien a quien le puedes contar tus afecciones emocionales y te puede entregar ayuda objetiva sobre lo que estás pasando. Comprenderás que jamás podría haberle dicho la verdad sin caer en un sanatorio mental—declaró—Ellos al no ser magos sienten que no pueden ayudarme e intentan hacer lo que cualquiera familia preocupada haría por su hija, sólo que ellos no pueden entender la gravedad de todo lo que aconteció.
—¿No piensas ir con la terapeuta de San Mungo?
—No creo necesitarlo por el momento, pero creo que si las pesadillas no se van, tendré que ir. Sólo que no quiero que mis padres sepan que lo que sucede es tan grave. Por un instante, no sabía si vendría este año a quedarme acá o incluso si volvería a la escuela. Ellos saben que no pueden reprimir mi lado mágico y jamás lo han intentado, pero al no poder estar presentes todo el tiempo se angustian; mamá quería que volviera a la escuela muggle.
—¡Oh!—Luna se llevó las manos a la boca de la impresión—¿Estarás en Hogwarts este año?
—Creo que no permitiría que me alejaran de quien realmente soy, aunque eso implique riesgos. Pero no les culpo, soy su única hija y quieren cuidarme. Dumbledore se apareció hace unas semanas en casa, asegurándoles que no volverían a ocurrir hechos que involucraran estudiantes, aunque creo que lo hizo únicamente para que ellos me permitieran volver este año a la escuela.
—¿Dumbledore estuvo en tu casa?
Hermione asintió y antes de que pudiese abrir la boca, Fred y George aparecieron en la cocina de improviso. Al parecer el partido había terminado.
—Acá en la cocina ha comenzado a oler delicioso—anunció George—¿Qué preparan señoritas?
—Cosas que aún no están listas—replicó Hermione dándole a Fred con el paño de cocina en la cabeza al notar que quería abrir la puerta del horno.
—¡Hey! ¿Por qué me golpeas?
—No seas un bebé, eso no te hizo ningún daño. Las preparaciones estarán dentro de un rato más, debes ser más paciente—replicó Hermione con tono autoritario.
—¿Y no tienes nada que darme ahora?—preguntó—. Muero de hambre.
—Pues no soy la encargada de alimentarte—dijo ella colocando sus brazos sobre la cintura, algo exasperada. Fred podía ser muy transgresor con los límites cuando se lo proponía.
El pelirrojo abrió la despensa y sacó una manzana, la lavó y acto seguido le pegó una contundente mordida, pasó por el mesón donde las brujas todavía tenían sus materiales, sin que nadie lo notara tomó un puñado de harina y lo lanzó a la cara de Hermione.
—Eso te pasa por malvada—dijo a modo de disculpa—. Te mereces eso y más Hermione.
—¡Qué demonios, Fred Weasley!—chilló, cogiendo un puñado de harina también, mientras ambos se perseguían por la cocina, siendo alentados por George.
Luna miraba risueña la escena, jamás había visto así a Hermione, por lo general guardaba la compostura ante ese tipo de situaciones y le sorprendía notar que se estaba dejando llevar por las tonterías de uno de los gemelos.
—¡Dale duro, Hermione! ¡Golpéalo!—rió George apoyando a la castaña.
Hermione se acercó corriendo a él y este fue más rápido, atrapando a la joven entre sus manos, haciendo que no pudiera moverse más.
—Ya, ya, ya—le dijo mirándola frente a frente—, no seas tan rencorosa, nada más fue un poco de harina—declaró risueño.
—No entiendo porqué siempre me molestas—reclamó—, siempre trato de ser amable contigo y tú siempre me haces la merecedora de tus bromas. Creo que al parecer es verdad de que la estupidez humana abunda.
—No seas así—farfulló guiñándole un ojo—. Sabes que me caes bien, Hermione, incluso más que varios de mis hermanos.
—¡Ya, déjame!—señaló pero Fred no la soltaba del agarre por el que la tenía retenida—¡Debo apagar las galletas!
—¡Ah, pero de eso se puede encargas Luna! No te soltaré hasta que me digas que no estás enojada.
—¿Y eso a tí qué más te da?
Fred se acercó un poco más de lo usual y le sonrió con aquella sonrisa tan cautivadora.
—Que no toleraría que te enojaras conmigo para siempre, Hermione. Mi corazón no lo toleraría y buscaría peores maneras para molestarte, hasta que tu enojo disminuyera.
—Es la peor explicación que he oído en mi vida.
Ron, Harry y Ginny entraron en ese momento.
—¿Qué pasa?—preguntó Ron al ver a Fred y Hermione compartir más de lo usual—¿Las galletas ya están listas?
Hermione aprovechó la intromisión de sus amigos para huir del contacto de Fred, lanzándole una mala mirada al aludido y poniéndose algo nerviosa al notar de que Ron se había percatado de su cercanía.
—Nada que te importe, Ronnie. —declaró Fred con supremacía—. Es entre Hermione y yo.
El incidente transcurrió sin mayor mención, las chicas compartieron sus preparaciones con el resto de la familia Weasley y después de comer Hermione decidió acompañar a Luna hasta su casa para agradecerle la compañía y el buen rato que habían pasado juntas.
Cuando se dispuso a volver de la colina donde Luna vivía, divisó la silueta pelirroja de alguien acercándose. Rodó los ojos al percatarse de que era Fred, ya había tenido mucho de él por ese día, así que decidió que lo ignoraría en caso de que quisiera seguir molestándole.
En el instante en que cruzaron sus caminos, ella hizo una mueca de hastío.
—Debo decir que tus galletas estaban deliciosas—anunció con agrado.
—Fred, no creas que no estoy enojada contigo—declaró sin parar, puesto que no tenía la intención de pelear con él—, por el día de hoy superaste mi paciencia.
—¿No quieres ir a dar un paseo?—preguntó él, ignorando por completo sus alegatos sin sentido.
—¿Por qué querría dar una vuelta contigo?
—Porque sin querer oí que le decías a Luna que todavía tenías pesadillas y quizás necesitas hablarlo con alguien más.
Hermione se sorprendió por eso, Fred no estaba burlándose ni siendo sarcástico.
Estaba siendo sincero y real.
—Sé que no debí escucharlo, pero justo llegamos a la cocina y debo admitir que quedé preocupado ¿Te parece? ¿O prefieres ir a leer tus valiosos libros?
Hermione sonrió.
Necesitaba hablar con alguien.
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