Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 8

Alessandro

Creo que pasaron dos o tres días desde lo sucedido de Astrid. He pasado estos días encerrado en el castillo, emborrachándome hasta quedar inconsciente.

John me ha venido a reprender hoy porque dice que ya no puedo seguir así por problemas de faldas, que lo acepte de una vez, sino que viva con este incierto.

Estoy sentado en mi sofá de mi oficina, con un vaso de borbón en mi mano, mientras admiro el tráfico de la ciudad. Bebo el líquido que queda en mi esófago de un solo trago, ya es el sexto vaso que me tomo en la mañana.

Mi borrachera tiene nombre y apellido, Astrid Bright.

Esa obstinada mujer. Me enteré por Warners que no quiso quedarse en la clínica de lujo que le pagué el tiempo que la doctora le recomendó. Tampoco quiso levantar cargos contra Maier, que poco importa porque solo queda un cuerpo inerte de esa basura. Además, tampoco aceptó la semana de licencia que le ofrecí, ya está caminando por los pasillos de la escudería nuevamente.

Es una mujer muy obstinada y terca, no hace nada de lo que se ordena, nunca.

Los días que pasaron, no sirvieron de nada para mi salud mental. Solo ha intensificado mi culpa respecto a la decisión de introducir a Maier en su equipo. Cada día me siento más miserable y no lo puedo remediar, nunca pensé que Alessandro Agnelli se sintiera así por lastimar a una mujer.

Sé que Astrid ha estado buscando respuestas sobre qué pasó con Maier, pero no ha recibido ninguna. Nunca las tendrá. Por suerte, es una mujer demasiado inteligente porque ha aceptado la negativa. También sé que quiere agradecerme, porque ha armado su propio rompecabezas de quien la salvó y no dudo que John le haya confirmado ese hecho.

En mi rolex ya marcan más de las cinco de la tarde. Estoy revisando los informes de mi ingeniera elegida, todo va más que bien. En unas semanas ya estará el MCL 60, no tengo dudas de qué será el monoplaza más deseado en la gala de apertura de la FIA.

Mis pensamientos son interrumpidos por la llamada entrante de mi secretaria. Me avisa que la pelinegra está afuera, buscando un momento conmigo para hablar. Me niego rotundamente, sé que quiere darme las gracias por salvarla, pero no lo merezco.

Merezco que me odie, como todos lo hacen.

Nora insiste nuevamente, está vez me dice que la señorita Bright quiere resolver un asunto importante de nuestro proyecto.

No me confío, pero no puedo negarme si supuestamente ella es un asunto importante del MCL 60. Claramente, no es porque yo anhele verla o llenar mis papilas olfativas de su olor a frambuesa.

Le doy la autorización a mi secretaría de que la haga pasar. Escucho que toca la puerta una, dos y hasta tres veces, que es cuando me decido a enfrentarla.

La veo entrar con un traje negro que cubre todo su cuerpo, su melena sin estar atada en una coleta es más preciosa de lo que aparentaba. Sus ojos olivos se iluminan al ingresar, parece que está encantada con la decoración porque no deja de admirar.

Después de observar toda mi oficina con entusiasmo, baja la mirada hacía mí. No la estoy viendo, pero puedo sentir su mirada penetrante en mí, pero yo no soy bueno con nadie, así que la voy a joder nuevamente.

Chasqueo los dedos ante ella – La próxima trae algo para limpiarte la baba, señorita Bright – digo en tono de burla – sé rápido, no tengo tiempo para estupideces.

Su cara se transforma rotundamente. Si antes estaba emocionada y feliz, ahora está molesta. Ese brillo que siempre aparece en sus ojos, se potencia más por el enojo. Frunce el ceño a más no poder, va a ser una vieja arrugada de tanto enojarse esta mujer.

Una vieja arrugada, amargada y muy preciosa por suerte, demasiado sexy también.

- ¡Ja! Ya quisiera señor Agnelli, pero usted no es mi tipo – responde, tajante. La asesino con la mirada, pero la pequeña mujer me la sostiene – seré rápida como usted quiere, venía a darle las gracias por haber intercedido ante el suceso de hace unos días. Si no hubiera llegado...

No puedo escucharla más, ya sabía que iba a venir con sus agradecimientos. No merezco nada bueno de ella, sabiendo que fui yo quien la jodio.

- ¡Basta! – grito – no me interesan tus gracias, ni nada, no necesito nada porque yo no tuve nada que ver.

Se potencia aún más su furia, que antes. Ha comenzado la guerra de dos potencias mortales, de eso no tengo dudas.

- Cada día, me confirma que es detestable su forma de ser, quería ser agradecida con usted, pero, lo único que sabe hacer es querer pasar por encima de todos – grita, sus ojos se oscurecieron por el enojo y sus hombros suben bajan por su respiración agitada.

No sé cómo reaccionar ante su enojo, no pensé que estuviera teniendo pensamientos buenos sobre mí, pero me recuerdo que no los merezco, jamás.

Cuando le quiero responder, se da la vuelta y se marcha de mi vista, azotando la puerta.

Me obligo a reaccionar, un Agnelli jamás tiene que permitir un trato de esta manera de un inferior.

Me levanto de mi silla y voy detrás de ellas a zancadas largas, estoy seguro que estoy echando humo por los oídos porque siento como si una llamarada de fuego creciera en mi interior por el enojo que me provoca esta mujer.

La veo subirse al ascensor y oprime rápidamente el botón. Me muestra una sonrisa ladeada al ver que no la alcanzo y se cierran las puertas metálicas en mi cara.

Ahogo un grito de frustración por permitir que esa maldita mujer me envuelva en sus manías. Me importa muy poco si alguien me está mirando, mientras tiro los mechones de mi cabello y el que se atreva a mirarme o decir algo, le corto los ojos junto a la lengua.

Bajo rápidamente por las escaleras y me dirijo hacía su oficina. Entro con todas las malditas fuerzas, su cara se descuadra al verme ingresar.

Se levanta rápidamente de su silla detrás del escritorio para hacerme frente.

- ¿Quién mierda te crees para gritarme de esa manera? – bufo, mientras le apunto con el dedo.

- Astrid Bright, ¿Algún problema, señor Agnelli? – contesta, sin bajar la cabeza.

Es increíble, se atreve a burlarse en mi cara. Esta mujer no aprende, necesita un puto escarmiento para que entienda que con Alessandro Agnelli no se juega.

- Baja tus aires Bright, porque no eres más que una empleada aquí. Con solo tronar los dedos, hago que te despidan y consigo otra mejor que tú.

- ¡Hazlo! Busca a otra ingeniera, te reto a encontrar una mejor – contraataca.

Es una maldita desgraciada, sabe lo que vale y no va a bajarse de ahí. Me enerva la sangre que siempre sepa qué contestar, no la puedo domar nunca.

- Tu boca obstinada, será tu perdición Bright.

No puedo evitar bajar mi mirada a sus labios carnosos, quiero darle un escarmiento. La quiero hacer mía sobre su escritorio, quiero que grite mi nombre, para que aprenda que, si juegas conmigo, te quemas.

Empuja mi dedo con el que le apunto y ese solo toque, hace que se desate la bestia que tengo dentro mío. La quiero hacer mía y de nadie más.

- Arrogancia, esa será su perdición Agnelli.

Se atreve a contestarme, exclamando que mi arrogancia es mi peor defecto, no lo puedo creer.

- Soy tu superior, no superes el límite Bright – aprieto mis dientes de la furia que genera en mí con su carácter.

- ¡Soberbio! – grita en mi cara.

- ¡Loca!

- ¡Maniático!

"Maniático", es la gota que rebalsa el vaso, mi poca paciencia se esfuma. La estoy por arrastrar a mi infierno cuando veo entrar a John con una cara de desconcierto por nuestra guerra.

- ¿Qué carajos está sucediendo aquí? – pregunta, separándome de su escritorio.

- ¡La quiero fuera de esta maldita escudería Warners! – respondo gritando, sin quitarle la mirada a ella.

- ¡Atrévete! – contesta, atreviéndose a enfrentarme cara a cara.

Estamos a dos pasos el uno del otro, es John quien nos separa estando entre los medios de los dos y realmente lo maldigo, porque me está quitando mi oportunidad de traerla a mí.

- Nadie se va a ir de aquí, muchachos – apacigua el rubio – ahora que alguno de los dos, me explique qué mierda sucede – concluye, frunciendo el ceño.

- Yo te explico Warners, es que este soberbio e intolerante a las personas que no son él mismo, me gritó cuando le estaba agradeciendo por haberme salvado – explica, sin quitarme los ojos de encima.

Claro, la mujer maravilla es quien tiene que dar la puta explicación en donde yo soy el malo de la historia. Cuando ella fue quien me faltó el respeto.

Me está fulminando con sus ojos verdes y más que molestarme, me encanta. Me fascina que me escruta de esa manera.

- ¿Soberbio e intolerante, dices? – cuestiono – la soberbia e intolerante eres tú que no respetas a tus superiores.

- ¡Basta! – el grito de John, nos calla a los dos – parecen dos malditos niñatos, mierda – exclama – Astrid déjame a solas con Alessandro, por favor.

La veo asentir con la cabeza mientras recoge todas sus cosas para marcharse.

Este idiota de John, se cree para venir a interceder y hacerme quedar como un puto crío que necesita una represalia, ¡Ja!

Antes muerto a que alguien se atreva a solo criticar y reprenderme por algo.

- Loca e insolente – refunfuño a propósito cuando está por pasar el umbral de la puerta.

Se da la vuelta para barrerme con la mirada, me escucho perfectamente. Punto a mi favor.

Azota la puerta al cerrarla tan fuerte que pareciera que todo el piso se sacude, es una insolente y se atreve a juzgarme a mí.

- ¿A qué juegas Alessandro? – rompe el silencio amargo.

- ¿Vos me ves con ganas de jugar Warners? – me cruzo de brazos, frunciendo el ceño.

- Te hice una pregunta Alessandro, contesta.

- Pero ¿Quién crees que eres para cuestionarme? – demando.

- El maldito tipo que te crio desde que eras un puto adolescente, ahora contesta malagradecido.

Logre hacerlo enojar, nunca se me complica. He sido quien le terminó haciéndole salir sus primeras canas con lo hijo de puta que soy.

- No juego a nada – miento – solo me moleste porque entro a mi oficina con excusas y solo era para darme unas "gracias" que poco me importan.

No le dirijo la mirada, solo veo hacía el ventanal como si estuviera embelesado por el paisaje de la ciudad.

- Claro, por eso estabas tan cerca de ella como si la quisieras besar – dice, burlándose de mí.

- Eres un puto imbécil – lo fulmino.

No lo quiero escuchar más, me dirijo hacía la salida.

- Cuanto antes lo aceptes, va a ser mejor para ambos – murmura.

Lo ignoro y sigo mi camino. Vuelvo a mi oficina para irme de este lugar. Si me quedo otro minuto más, corro el riesgo de caer en sus garras.

El resto de mi día consistirá en emborracharme hasta caer dormido y buscar lindas morenas para divertirme.

♡.﹀﹀﹀﹀.♡

Despierto en el sofá de mi sala de estar, desnudo junto a una rubia y una colorada con cuerpos monumentales, pero no como el que deseo.

Las echo cuando logro incorporarme, las mujeres con las que follo saben muy bien mis reglas. Follamos y se van antes de que el sol salga.

Es temprano por la mañana cuando se van finalmente, el aire que entra por la terraza está frío.

Ingreso a mi ducha y aprieto el botón del panel. El agua fría cae sobre mí, por un momento quedo paralizado. El agua está helada, tanto que me duele, pero me recuerdo que es mi mejor terapia.

Es una práctica que me acostumbré con el paso de los años, es algo excelente para mi salud.

Respiro hondo y me sumerjo en el agua fría, la cual recorre todo mi cuerpo. Es una sensación intensa y energizante, siento como la sangre bombea por mis venas.

Mi cuerpo comienza a despertar, ni haberme follado a esas dos mujeres toda la noche logra que se baje mi erección que lleva días en alto.

Me autocastigo, no pienso masturbarme pensando en esa mujer. No merece ni una gota de mi potencia.

Salgo de la ducha, me dirijo a mi vestidor. Me coloco una remera mangas cortas y un pantalón de chándal negro.

Estoy desayunando tranquilamente cuando escucho esa voz chillona venir desde el vestíbulo.

Hacía días que no la veía y tan poco me importa, que ni siquiera he pensado en ella.

- ¡Hola cariño! – chilla viniendo hacía mí - ¿Dónde has estado? Te he llamado todos estos días y ni te dignaste a contestar.

Me observa con sus azules ojos, analizando. Sabe perfectamente que cuestionar mis decisiones es lo peor que puede hacer.

- ¡Lárgate Rebekah!

No se inmuta ante mi grito, solo sigue analizando la situación. En el tiempo que follamos he aprendido cómo es realmente, sé que conmigo creo una personalidad sumisa, lo cual no me molesta, pero también quiero saber qué clase de monstruo es.

- No, no me iré – responde – estoy harta de que me evadas Alessandro.

La veo sentarse a mi derecha en mi mesa del comedor. No respondo, si la ignoro sé que se irá.

- Como imaginaba, vas a empezar a ignorarme para que deje de hablar – dice, frunciendo el ceño – hace un año que estamos saliendo Alessandro...

- No me interesa lo que tengas que decir, vete – la interrumpo, sé por dónde va esta conversación.

Se acomoda en la silla y clava sus zafiros en mí.

- Ya no me es suficiente el follar Alessandro, quiero más de ti y de nosotros – respira hondo – te amo Alessandro.

No respondo, claro que lo sé y por eso he aprovechado este tiempo de ella, cada vez que la buscaba o trataba como quisiera.

Agarra mi mano, buscando mi mirada, pero se la quitó sin dudarlo.

- Dime algo, cariño.

- No tengo nada que decir, siempre supiste cual era nuestra relación – la enfrento.

- Lo sé, pero con el tiempo mis sentimientos se vieron involucrados...

- No me importa, yo no hice nada para que te enamoraras Rebekah, te trato para la mierda todo el tiempo – digo, sinceramente – no te puedes enamorar de un hombre así, amate un poco.

Me levanto para irme de mi pent-house, viendo que su mirada se empaña, pero no me importa.

- ¿Cómo puedes decirme eso cuando siempre estuve para ti?

- Nunca te pedí nada, más que me abrieras las piernas – me coloco mi campera de cuero.

Rompe en llanto y me abofetea, empieza a golpear mi pecho por el enojo que le causó mis verdades, pero son solo cosquillas para mí.

- Nunca en la vida, vuelvas a ponerme una mano encima – le sujeto las muñecas con fuerza y la aparto de mí.

- ¡Vete a la mierda Agnelli! – y, vuelve a abofetearme.

- ¡Tom! – llamo a mi hombre de confianza.

Viene corriendo hacía el comedor por mi grito. Asoma su metro noventa a mi vista rápidamente.

- Dígame señor.

- Llévate a esta loca de mi vista y desde hoy tiene la entrada prohibida a mi casa – le digo sin dejar de mirar a la rubia.

- Como ordene señor.

Se acerca a Rebekah para sacarla, pero esta vez sí muestra su verdadera cara – eres un maldito cerdo, vendrás de rodilla ante mí cuando más necesites de mi ayuda – escupe.

La barro con la mirada, nunca necesitaría la ayuda de una arrastrada como ella.

La sacan arrastra de mi vista y de mi casa. Inmediatamente marco el número de John porque después de este escándalo no la quiero ver por mi escudería.

Rebekah ha sido mi diseñadora personal de mis trajes, no he confiado en nadie más mi imagen, pero ha roto los límites al involucrar sentimientos y yo también, al solo buscar sexo cuando hay peligros como estos.

♡.﹀﹀﹀﹀.♡

Estoy en mi oficina de uno de mis mejores clubes, es el que más ganancias me genera. Soy socio junto a John, es una buena inversión tener clubes nocturnos.

No me apetece estar mucho tiempo aquí, solo vine a beber un poco y encontrar a una pelinegra, que me enteré que tiene pase VIP.

Me siento idiota el querer encontrármela fuera del área laboral, pero me gano la curiosidad de saber cómo se ve relajada y más hermosa de lo que ya es.

Cuando vi la transacción de pases VIP por parte de John, no me lo creía. Él sabía a donde la mandaba, también sabía que me enteraría y por eso lo odio.

Quiere que me enfrente a lo que ella provoca en mí con tan poca de su atención.

Bebo mi vaso de bourbon añejo, viendo hacía la zona privada del último piso. No quise estar en esa misma zona por más que sea mi lugar, como el jefe porque sabía que al verme se iría.

Me encargue de que hoy fuera una noche de máscaras, para que no nos reconozcamos.

Se acerca Tom a mi derecha – Señor, nos avisaron que la señorita Bright y su amiga la señorita Collins ya han ingresado al predio – asiento con la cabeza y se retira de mi vista.

Desde mi posición las puedo ver a ambas, pero no lo suficiente. Después de unos minutos se asoma a las barandillas esa ninfa que me tiene loco, hace días.

Mira la pista de abajo con ese aire de superioridad que solo ella y yo manejamos a la perfección. Veo ese brillo de arrogancia en sus olivos, sabe que está donde muy pocos llegan, a mi dominio, aunque no lo sepa.

No puedo quitar mis ojos de ella, me tiene embelesado como se mueve despacio al ritmo de la música. Cuando se retira hacía su mesa es cuando me reprendo por estar como un estúpido viéndola.

Sigo bebiendo, vaso tras vaso hasta que me canso. Me levanto de mi taburete y camino hacía al baño, abro el grifo de agua fría y me lavo la cara.

Me miro al espejo y veo lo patético que soy, jamás he hecho esto por solo ver la belleza de una mujer que ni siquiera me registra.

No pienso seguir aquí, salgo del baño y camino hacía la pista de baile para irme de este lugar. De pronto siento que choco con alguien, miro a la persona y es ella.

Caigo de nuevo preso de sus redes, no puedo dejar de admirar su belleza que hoy resalta más por el vestido rojo que trae. El escote prominente en su busto que se puede apreciar lo apretada que están sus tetas, sus piernas blancas espuertas por lo corto de su vestido.

La miro con sorpresa, está más que preciosa esta noche. Desde mi lugar anterior no podía apreciarla del todo, como ahora.

Puedo percibir su sorpresa, me reconoció, lo sé. Aun así, no deja de analizar todo de mí.

Decido aparentar que no la reconozco, es la única manera que permita que me acerque a ella. Necesito volver a oler su cabello con aroma a frambuesa, tocar su tersa piel y probar esos labios por los que muero desde el primer día que la vi.

Si pudiera verme nuevamente al espejo, sé que tendría una cara de embobado por ella, siento como mi sangre hierve por solo anhelar su toque.

Dejo que mi lado seductor tome el control, inclino la cabeza a un lado y le doy una sonrisa.

Camino hacia ella, decidido a que hoy sea mía, con solo besarla me conformaría.

Nunca pensé que Alessandro Agnelli se conformaría con solo besar a una mujer, eso no está en mi diccionario, pero pasó.

Le levanto la cabeza, agarrando su mentón para que me mire. Esas esmeraldas que posee en sus órbitas, jamás las confundiría.

- ¿De dónde eres? Nunca te había visto antes – miento, alternando mi mirada de sus ojos y sus maravillosos labios.

- Siempre estuve aquí – responde tajante.

- De ninguna manera, te recordaría – replico y bajo a su cuello, dándole un beso casto.

Es una acción que va a marcar el rumbo de esta noche, si no rechaza este beso, no soy indiferente para ella.

Se aparta de mí, pero no voy a dejarla ir después de esta cercanía. Sé que no le soy indiferente, ese beso le provocó algo en su interior, sus ojos ardientes la delatan.

Pasaron unos minutos hasta que decidió responderme, siempre tan calculadora con lo que dice – Tal vez estabas demasiado distraído.

Le doy una sonrisa coqueta al querer dar vuelta el juego, pero no se lo voy a permitir.

- Tu nombre – exijo, mientras no dejo de mirarla con el ceño fruncido.

Es increíble que quiera jugar mis mismas cartas, cuando el dueño del tablero soy yo. Sigue analizando, puedo percibir su desconfianza.

Alessandro Agnelli jamás sería tan idiota para no reconocerla, pero hoy tengo que jugar ese juego para poder estar un poco más cerca de ella.

Después de oler su aroma en su cuello, no puedo dar marcha atrás. Hoy no es el habitual de frambuesa de Cher Dieciocho que pude ver que se colocó cuando la espié en los vestuarios. El que trae ahora es uno diferente, más atrevido, mi nariz percibe la flor de naranjo con jazmín, y capaz un poco de vainilla.

Simplemente exquisito, como quien lo porta.

- No todos merecen saber mi nombre – sigue provocándome y no puedo evitar entonar los ojos, sonriéndole.

- Yo no soy cualquiera, soy Alessandro Agnelli y este es mi club – y le sujeto el cuello con fuerza, la suficiente para que sus luceros desprendan un brillo especial.

El ponerme en evidencia puede complicar lo que quiero obtener, pero es necesario. Después de esta presentación de mi parte, veremos si sigue en mi juego o no.

- Un placer Alessandro y un gran club, por cierto.

Si quieres jugar Astrid, jugaremos. Espero que sepas que, con el diablo, no se juega a menos que no tengas miedo a quemarte en su infierno.

De pronto, se da la vuelta y se marcha, dándome la espalda. Dejándome en medio de la pista en mi propio tablero.

La veo bajar, le voy a dar unos minutos para que reconsideré si quiere seguir jugando o no. Me acerco a la barra y automáticamente tengo un vaso de bourbon en mi mano, lo bebo de un solo trago y decido ir a buscarla.

Bajo las escaleras urgido de encontrarla en el club. Dudo que deje a su amiga tirada aquí, aunque no estaría en malas manos. Me encargue de que Andreas la mantuviera ocupada mientras ponía en marcha mi plan con Astrid.

La busco por la planta baja con la mirada, pero no la hallo. Hasta que veo su espalda desnuda en la barra, tomando un trago.

Voy hacía ella y la encarcelo con ambos brazos a sus costados, impidiendo que se escape.

- ¿Crees que puedes alejarte de mí y de mi club? – susurro en su oído derecho y puedo percibir el susto que le provoqué.

Como siempre, tan obstinada. Piensa que se puede ir de aquí sin consecuencias.

- No escapaba, solo estoy esperando a alguien – contesta, barriendo con su mirada mi presencia.

Nunca deja de sorprenderme esta mujer, se piensa que voy a permitir que esté con otro tipo, cuando estoy babeando por ella todo el tiempo.

Al que se atreva a solo respirar cerca de ella, tendrá el mismo final que Maier.

- No me importa, no esperaras a nadie – sentencio, mirando a los lados – quiero que te quedes, junto a mí.

Me atrevo a posar mi dedo índice en su hombro e ir bajando hasta su escote y trazo círculos, logrando que su cuerpo se tense ante mi tacto.

- Lo que quieras y demandes, me importa poco, Alessandro.

Ahí está de nuevo con su maldita boca, siempre rechazando mis intentos, pero no. Hoy cae bajo mis encantos o dejo de llamarme Alessandro Agnelli.

Escapa de la cárcel que hice con mis brazos, yéndose hacía la pista y puedo ver esa mirada desafiante que coloca cuando discutimos en la escudería. Me mira de arriba abajo, mientras se mezcla con la gente y no puedo evitar ir tras ella.

- Te gusta jugar – susurro en su oído y lamo su lóbulo.

No recibo respuesta, pero sigue igual de tensa. Coloco mis manos a ambos costados de su cintura y comienzo a besarle el cuello, sin restricciones de su parte.

Ubica sus manos en mi cabello y lo empieza a despeinar al compás de Hotel de Montell Fish. Esa canción es todo lo que siento y quiero en este momento con ella.

- Nunca he conocido a una mujer como tú – susurro, diciendo una verdad que me cuesta aun admitir.

- Lo confirmo – coincide – soy única, completamente inaccesible para hombres como tú.

Sin esperar más, inicio a mover mis manos por todo su cuerpo mientras mueve su culo por mi miembro.

La sangre comienza a acumularse en mi miembro con toda la fricción que genera, sabe lo que hace y disfruta hacerlo.

Astrid Bright es letal cuando se lo propone y lo estoy comprobando por milésima vez.

No deja de refregarse en mí, siento como su cuerpo se relaja ante mi tacto.

El escuchar que canta un verso de la canción, logra que me excite más por su boca sucia. Le aprieto una de sus tetas suavemente, pero con la suficiente fuerza y se le escapa un gemido.

Ese es mi detonante, escuchar un gemido de ella ante mi toque. La agarro con más fuerza y hago que sienta lo que está creciendo en mi entrepierna.

Estoy loco por esta mujer que solo me grita que soy un arrogante y maniático, totalmente loco.

- Quiero llevarte al infierno – murmuro, repartiendo besos por sus hombros mientras sigo apretando sus tetas.

Tengo una nueva adicción, sus tetas. El apretarlas es tan delicioso, quiero ahogarme con ellas. Son tan deliciosas como ella.

- Me encantan los hombres que me llevan al infierno – y voltea para verme a los ojos.

Envuelve sus delicados brazos en mi cuello y la miro desde mi altura, Estoy a unos centímetros de su boca, su perfume vuelve a inundar mis fosas nasales al tenerla tan cerca.

No lo pienso más, la pego más a mí, estrujando su culo tan bien hecho. Mis palmas lo cubren parcialmente, pero lo necesario, demasiada perfección.

La veo mirar mi boca, sé que me desea, lo puedo percibir. Necesito apoderarme de esos labios, de esa maldita boca.

No pierdo más tiempo y la beso.

Es un beso apasionado y desenfrenado, nuestras bocas están en una guerra constante de quien obtiene el dominio sobre el otro, pero ninguno gana.

Sus labios son suaves y cálidos, su lengua juega con la mía, demostrando que es igual de atrevida que siempre.

La sujeto del cuello para tener más de ella y sin dejar de apretar su culo. Ella arquea su espalda, el tenerla más cerca mío es una sensación electrizante.

Ahoga un gemido en mi boca y pierdo la cordura, puedo sentir como mi glande se expande ante esa nota musical que hasta hoy no sabía que necesitaba escuchar cada día de mi vida.

Clava sus uñas en mi pecho desnudo y suelto un gemido, me calienta demasiado su agresividad.

Me jala de los mechones de mi cabello sin darme tregua en ese beso que me está consumiendo, como solo ella sabe hacerlo.

Es una droga que no quería probar, pero que anhelaba. Me pierdo en sus curvas y labios carnosos, que son exquisitos

- Tu boca es tan exquisita – suelto entre intervalos de besos - ¿Cómo no probé antes? – muerdo su labio inferior – eres como un veneno letal y me fascina.

- Lo puedo ver – dice, mirando hacía mi bulto pronunciado – y lo estoy sintiendo.

Me vuelve loco que sepa lo que provoca en mí, a esta altura no me importa nada más que no sea tenerla.

Nos apartamos para respirar un poco, nuestros pechos suben y bajan rápidamente.

- Vámonos.

- No iré a ningún lado contigo.

- No pregunte, te ordene – atrapo su labio inferior con mis dientes.

- No Alessandro, no me iré contigo.

Sabía que no iba a acceder a venir conmigo, pero tenía que intentarlo.

Doy un paso hacia atrás para mirarla a los ojos, intentando convencerla, pero sé que es en vano. Eso no quita que no siga mi juego, así que actuaré como tal.

- Nadie le dice que no a Alessandro Agnelli – miento, porque ella lo hará, estoy seguro.

- Yo sí – responde, y la perdí de mi vista al mezclarse con la gente.

Me niego a dejarla ir, pero ella se abrió paso entre la multitud. Mi cuerpo no tiene mejor reacción que el quedarse sin mover un músculo.

Su saliva aún permanece en mis labios. Su aroma no se perdía entre el tumulto de olores; se había ido, pero sentía su calidez sobre mi cuerpo.

Quería jugar y terminé perdiendo, por primera vez Alessandro Agnelli estaba flechado por una mujer que solo lo retaba y no seguía ninguna orden.

A partir de ahora en mi cabeza, solo había lugar para una pelinegra de ojos verdes.

Aunque no olvido que la dañe por mis caprichos y eso es algo que nunca me perdonaré, y ella tampoco lo hará.

Prefiero vivir en una ilusión de que algún día podrá ser mía, porque no la merezco. 



HOLIS, ¿Qué les parecieron estos tres capítulos redactados por nuestro muñequito? 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro