CAPÍTULO 13
El cielo, encapotado y gris, refleja el estado de mi ánimo. Un sábado que debería ser soleado, está nublado por una incertidumbre que me corroe por dentro. Conduzco hacia el pent-house de Alessandro, sintiendo un nudo en la garganta que no se deshace.
Las calles, vacías y silenciosas, presagian una tormenta que no solo se avecina en el cielo. Un mal presentimiento me invade, una sensación de que algo no está bien. No puedo explicarlo, pero la intuición me martilla en las sienes.
Las últimas semanas han sido un torbellino. Desde que acepté salir con Alessandro, no hemos parado de pasar tiempo juntos. He descubierto un lado de él que me fascina: su pasión por el helado de vainilla, su destreza en las artes marciales, su exquisito gusto por el arte, capaz de adquirir obras que valen más que mi apartamento vendido tres veces.
Cada día que pasa, me gusta más este hombre complejo e intrigante. Sin embargo, hoy algo me perturba. La calidez de su sonrisa se ha diluido en estos últimos días, sus ojos antes llenos de fuego, ahora parecen opacos. Una sombra se ha posado sobre él, y me temo que estoy a punto de descubrir qué la causa.
Aparco mi BMW en el estacionamiento, en mi lugar predeterminado por él. No encuentro a nadie de la seguridad de él, lo cual me genera una sensación extraña.
Coloco el código de acceso para que el ascensor suba hasta su piso, contraseña que él tambien me mostró en un acto de confianza hacía a mí. No debería esperar a tener una autorización para subir, ahora era libre de venir cuando quisiese según sus palabras hacía a mí y su personal.
Las puertas metálicas se abren, concediéndome el acceso al último piso del Leader. Como siempre que vengo aquí, hoy no es diferente.
Escucho voces desde el comedor, camino lentamente hacía allá. Mis pasos son lentos, pesados, como si me costara un esfuerzo sobre humano. Al llegar al umbral, me detengo en seco, petrificada por la escena que se está desarrollando ante mis ojos.
Alessandro, impasivo, está sentado en la punta de la gran mesa del comedor, absorto en la pantalla de su iPad. Ni siquiera un ápice de su atención se dirige a la mujer que se encuentra a su lado. Ella de espalda, cabellera rubia y al parecer ropa de marca. Le extiende la mano, buscando un contacto que, él no parece dispuesto a ofrecer. Sus palabras, apenas audibles, resonaron en mi mente:
- Alessandro, por favor, dame una oportunidad –, solloza suplicante la rubia.
La ira y la impotencia me inundan como un tsunami. La invisibilidad de mi presencia me llena de una furia que no puedo contener. Carraspeo con fuerza, interrumpo en la escena:
- ¡Ejem! –, exclamo, con voz tensa y temblorosa.
Alessandro levanta la mirada al escucharme y me sonríe despreocupadamente. Estoy totalmente, desconcertada.
Se levanta de su silla con agilidad felina y se dirige hacía a mí, con una seguridad que me eriza la piel.
- Amore mio, che bello vederti! –, susurra con voz suave y melodiosa que, me envuelve como una red.
Un escalofrío me recorre la espalda. ¿Amor mío? ¿Acaso perdió la cabeza?
Mi mirada se dirige hacia la otra mujer, que me observa con una mezcla de desagrado y resignación. La reconozco al instante: es la misma que me encontré en el baño hace un par de semanas.
- ¿Quién es ella? –, lo miro y se le desvanece su actitud despreocupada.
Antes de que Alessandro pueda responder, la mujer se interpone entre nosotros y me fulmina con sus ojos azules.
- Soy su ex amante –, dice con una voz áspera y cortante –. Y parece que tú eres la nueva conquista. Cuídate querida, no dura mucho con una sola mujer.
Sus palabras me golpean como un puño en el estómago. Una ola de náuseas me invade, pero me obligo a mantener la compostura. No le daré la satisfacción de verme vulnerable.
La miro directamente a los ojos, sin atisbo de inseguridad o celos.
- Encantada de conocerte –, digo, con una voz firme y serena –. Aunque me hubiera gustado que, Alessandro nos hubiera presentado antes.
Mi comentario la toma por sorpresa. Un destello de confusión cruza por sus ojos, pero rápidamente se recompone.
- Alessandro, ¿por qué no nos presentas? –, insiste, dirigiéndose a él con una sonrisa tensa.
Él me mira, sus ojos grises llenos de una intensidad que me deja sin habla.
- Astrid, ella es Rebekah –, su voz es neutra –. Y Rebekah, ella es Astrid, mi novia.
Novia. La palabra resuena en mi mente, repitiéndose una y otra vez como un mantra. Novia. No, su amante. No, su amiga. Solo su novia.
Un sentimiento de alivio me recorre el cuerpo. No es lo que esperaba, pero me genera alegría escuchar esa palabra de él, aunque no hemos hablado de lo que somos desde esa cita.
- Un placer conocerte, Rebekah –, le extiendo la mano.
Ella la estrecha fríamente con sus ojos llenos de recelo.
- El placer es mío –, contesta, con voz gélida.
La tensión en el aire es palpable. Los tres permanecemos en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos.
Finalmente, Alessandro rompe el silencio.
- Lo mejor, es que te vayas Rebekah –, la mira con desprecio.
- Opino lo mismo –, camino hasta la nevera –. No te estamos echando Rebekah, pero tenemos planes.
Ella no me mira, me ignora. Busca la mirada del piloto, pero él parece atrapado por mi belleza, me mira fascinado.
Sale del embobamiento cuando Rebekah, le toca el brazo. Mi mirada se va hacía su mano. Él se aparta y ahora sí, la observa.
- Mi mujer ya hablo –, la agarra bruscamente del brazo –. Lárgate.
- Pero, Alessandro –, lo mira suplicante –. ¿Desde cuándo te dejas mangonear por una cualquiera?
Mi cara se desfigura al escuchar cómo me llamó, él asegura el agarre a su brazo y la comienza a arrastrar hacía la salida.
- Le vuelves a faltar el respeto y sabes muy bien, cuál es tu final – sentencia, con voz amenazadora.
La rubia dirige su mirada hacía a mí, me mira de arriba abajo. Puedo ver el asco y odio que siente hacía a mí, sus ojos azules la delatan.
La saludo con la mano con una sonrisa falsa mientras le doy un mordisco a la manzana que agarré de la nevera.
Alessandro se la lleva a la fuerza, ella trata de decirme algo, pero él la detiene. Realmente, no me molesta la situación, en cambio, me fascina.
Soy consciente de que, en las últimas semanas, la adoración de Agnelli por mí ha crecido exponencialmente. Tan alta es que, dispuso que mi palabra es ley ante todos sus empleados.
No debería gustarme esto, pero no puedo evitarlo. Nací para brillar, no para menos. Si un hombre me quiere acompañar en mi reinado, que lo haga.
Alessandro, aparece ante mí, tranquilo y despreocupado.
- ¿Qué ha sido eso? –, tomo asiento en la silla donde él estaba antes.
Se sienta a mi lado y suspira.
- Es complicado de explicar –, responde evasivamente.
- Está bien –, le doy otro mordisco a la manzana –. Cuando te sientas preparado, me explicas, pero dónde encuentre una falta a nuestro pacto Alessandro –, hago una pausa y él me mira expectante –. No te sorprendas de lo cruel y despiada que, puedo ser cuando estoy herida.
Se levanta de su asiento, camina hasta el mini-bar y se sirve un poco de bourbon –. ¿Me estás amenazando, Astrid? –, toma un trago y me mira.
Quedo hipnotizada con la imagen que está dándome: lleva puesto un pantalón de vestir negro, una camisa negra, un poco abierta en el pecho donde puedo deleitar sus pectorales grandes y duros llenos de tatuajes, y tiene arremangadas las mangas hasta los codos. Su cabello castaño, despeinado, aumenta su aire de chico malo, un mechón rebelde cae sobre su frente, enmarcando sus ojos, qué me observan perversamente.
Me vuelvo acomodar en mi silla y termino de comer mi manzana.
- Tómalo como quieras –, me sirvo un vaso de agua –. ¿Para qué querías verme?
Deja el vaso vacío en la isla de la cocina y se acerca a mí. Me agarra por la cintura con fuerza, dejando nuestras bocas a centímetros. Puedo oler su aliento a bourbon, me fascina.
- Quería verte –, susurra roncamente, dejando un beso casto en mi mejilla –. Pero, también porque hoy tengo una cena con gente importante y quiero que vayas.
Quedo en shock ¿Qué vaya con él? ¿Eso qué significa?
- ¿Qué vaya contigo? –, mi pregunta sale en un hilo –. Esas reuniones no son... para ir... en ¿pareja?
Suelta una risa ronca, tan varonil que provoca que mis pezones se endurezcan.
- Pensé que ya éramos pareja –, hunde su cara en mi cabello y aspira mi perfume.
- Lo dudo, no he recibido ningún pedido –, contesto haciendo morritos con los labios.
Niega con la cabeza, riéndose –. No se diga más –, agarra mis mejillas con sus manos –. Señorita Bright, ¿Quiere ser la mujer de este maravilloso hombre?
Lo veo a los ojos, con una mirada enamorada que no había visto o capaz sí, pero prefería ignorar. Una sonrisa sincera se dibuja en sus labios, mostrando su dentadura blanca.
Todo de él, me fascina.
- Pídelo bien –, lo reto y voltea los ojos.
- Bueno, entonces no lo haré ahora –, contraataca, y se comienza a colocar su campera de cuero marrón chocolate.
Me cruzo de brazos observándolo con los ojos entrecerrados –. Alessandro –, digo con voz tensa.
- Quieres algo especial, bueno esperarás Bright –, me sonríe pícaramente, guiñando un ojo.
Pasó por su lado, chocando su hombro dirigiéndome hacía la salida –. ¿A dónde iremos? –, comienzo a rebuscar mi espejo de mano en mi cartera.
- Ya verás –, me agarra de la cintura y caminamos hasta el ascensor.
Bajamos hasta el estacionamiento y comenzamos a caminar por las filas de todas sus adquisiciones hasta que decide que vamos a ir en su Aston Martin.
Me deslizo sobre el cuero negro y me envuelve sintiendo la familiaridad, y confort. Salimos del estacionamiento subterráneo y nos incorporamos a las calles de Woking.
La neblina del medio día nos recibe, el clima no ha mejorado desde esta mañana. Observo a Alessandro mientras conduce, su perfil serio bajo la luz tenue del día.
Un silencio cómodo está instalado entre nosotros, roto solo por el sonido del motor y la de la música a bajo volumen.
Giro mi cabeza y observo las calles de la ciudad, estamos entrando a la zona céntrica. Un ligero toque de su mano sobre la mía, me quita de mis ensoñaciones.
Me mira con una sonrisa traviesa –. Tengo una sorpresa para ti –, exclama con un tono enigmático.
- ¿Qué es? –, arqueo una ceja, intrigada sin poder evitar, el cosquilleo de emoción en mi estómago.
- Mira hacia afuera –, me guiña un ojo.
Como la mujer obediente que soy, giro la cabeza hacía la ventanilla. Mis ojos se abren al darse cuenta que, nos encontramos en la calle principal donde están ubicadas las mejores tiendas de alta costura.
- ¿Qué hacemos aquí? –, sigo confundida.
- Hoy quiero consentirte –, sus labios se alzan en una sonrisa radiante –. Te compraré todo lo que quieras.
Me quedo sin palabras. La idea de tener a mi disposición todas estas tiendas de ensueño es casi demasiado para procesar.
- ¿En serio? –, mi tono de voz es incrédulo aún.
- Por supuesto –, responde, con su típico tono arrogante – ¿Acaso dudas de mi capacidad de complacerte? –, pasa sus dedos por mi muslo, causándome escalofríos.
Niego con la cabeza, intentando asimilar la sorpresa.
- ¿Y qué, puedo comprar?
- Lo que quieras, en especial un look para la cena de esta noche.
- Perfecto –, le doy un beso en la mejilla –. Empecemos por Chanel.
El Aston Martin se detiene frente a la elegante boutique de Chanel. Alessandro me abre la puerta del auto con un gesto galante y me ofrece su brazo para acompañarme.
Mientras caminamos hacia la tienda, no puedo evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo. Nunca he estado en un lugar tan exclusivo antes.
Ingresamos a la tienda y una elegante vendedora se acerca a nosotros con una sonrisa radiante.
- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles? –, pregunta con una voz educada.
- Mi mujer comprará todo lo que ella quiera –, dice Alessandro, con un tono arrogante que me hace sentir un poco incómoda.
La vendedora me mira de arriba abajo con una mirada de evaluación.
- Por supuesto –, contesta ella, con una sonrisa que no llega a sus ojos –. Tenemos una amplia selección de atuendos de la temporada.
Nos guia hacia una sección de la tienda donde se exhiben los modelos más exclusivos. Alessandro comienza a sacar vestidos de los estantes, sin siquiera molestarse en preguntarme qué me gusta.
- Este te quedaría perfecto –, comenta sosteniendo un vestido rojo que es demasiado llamativo para mi gusto.
- Lo dudo –, mi voz dubitativa, lo molesta porque frunce su ceño.
- No te preocupes, yo sé lo que te queda bien –, su tono autoritario, me irrita un poco.
Pasamos la siguiente hora discutiendo sobre vestidos. Él insiste en comprarme algo extravagante y llamativo, mientras que yo prefiero algo más sencillo y elegante.
Finalmente, después de mucho discutir, encontramos un vestido que a ambos nos gusta. Es un vestido negro de corte clásico, con un toque de sensualidad.
- Perfecto –, sonríe satisfactoriamente –. Llévatelo.
La vendedora envuelve el vestido en una caja elegante. Alessandro le pide que le muestre las mejores joyas de la colección, la mujer asiente encantada, pero para mi es demasiado.
Le aprieto el brazo para que me mire, pero me ignora, yéndose hacía la zona de joyería. Lo sigo y cuando llego, lo encuentro detallando unos pendientes en oro y diamantes.
- ¿Te gusta? –, me mira intrigado. Asiento con la cabeza –. Lo llevamos –, le dice a la empleada.
La mujer que me mira de reojo, juzgándome obviamente, empaca todo. Alessandro, paga todo sin siquiera pestañear.
Nos subimos al auto y nos dirigimos a la siguiente tienda. La tarde se convierte en una maratón de compras, con él comprando ropa, zapatos y accesorios para mí sin siquiera consultar mi opinión en algunas ocasiones.
Al final del día, estoy agotada y un poco abrumada. Alessandro me ha comprado una cantidad exorbitante de cosas que no necesitó.
- Ya es suficiente –, digo finalmente, cuando me sugiere entrar a otra tienda.
- Pero aún no te he comprado un bolso –, protesta él.
- No necesito un bolso nuevo –, refunfuño con firmeza.
- Pero... –, comienza a decir él, pero lo interrumpo.
- Alessandro –, alego con voz seria –. Agradezco tu generosidad, pero esto es demasiado. No necesito tantas cosas.
Me mira intensamente en silencio y puedo percibir su molestia –. Está bien –, suspira y asiente con la cabeza.
Guardamos las bolsas en el Aston Martin y subimos, nos dirigimos hacía El Leader. Aunque el ambiente está tranquilo, cargado de una mezcla de satisfacción y tensión.
Pasamos por una heladería y Alessandro detiene el auto en seco.
- ¿Te apetece un helado? –, su pregunta me sorprende y más por su tono tímido.
Le sonrío cómplice y asiento con la cabeza –. Me encantaría.
Nos bajamos del auto y entramos al lugar. Él se pide su gusto favorito: vainilla. Me entrega el mío que es frambuesa. Nos sentamos en una pequeña mesa junto a la ventana y disfrutamos nuestros helados en silencio.
El sol comienza a ocultarse, tiñendo el cielo en tonos naranjas y morados. Al cabo de un rato, terminamos los helados y volvemos a encaminarnos hacia su apartamento.
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La luz tenue del restaurante baña mi rostro mientras observo a los invitados de la cena. Alessandro me presento como su "compañía para esta noche", y las miradas curiosas de los empresarios me recorren de arriba abajo. Algunos murmullos y comentarios elogiosos llegan a sus oídos, pero los ignoro, concentrándome en la copa de vino que sostengo entre mis manos.
De pronto, una voz familiar y jovial resuena en la sala.
- ¡Alessandro, hijo mío! –, exclama John, mientras se acerca a la mesa con una sonrisa radiante.
Tras un breve abrazo con Alessandro, John se dirige hacía a mí y me saluda con un beso en la mejilla.
- Astrid, querida, estás radiante esta noche –, su galantería es algo que me fascina de él –. Es un placer tenerte aquí.
- Gracias John, es un placer estar aquí también –, le sonrío cálidamente.
John se sienta junto a nosotros y la conversación se anima. Alessandro habla sobre sus inversiones en sus negocios, proyectos que intrigan a algunos de los presentes. Por mi parte, prefiero mantener un perfil bajo, escuchando atentamente, pero sin participar demasiado en las discusiones.
De repente, a mi lado, James, un joven alto y atlético de cabello negro que lo tiene recogido en una coleta. Me observa con sus ojos color avellana y no para de dedicarme atenciones. Sus comentarios ingeniosos y su sonrisa encantadora me hacen sentir halagada, aunque una punzada de incomodidad me inquieta.
- ¿Y tú, Astrid, a qué te dedicas? –, su voz denota interés por mí.
Le respondo brevemente sobre mi ingeniería, sin entrar en detalles. Sin embargo, él parece decidido a entablar una conversación conmigo, y comienza a hacerme preguntas personales.
De reojo, observo a Alessandro. Que finge interés en la conversación, sus ojos oscuros me escrudiñan con una intensidad que no puedo ignorar. Sus músculos se tensan bajo el traje impecable y su mandíbula se aprieta en una línea tensa. Un aura de posesividad lo rodea, como un león marcando su territorio.
James, ajeno a la tensión subyacente, continua su juego de palabras y coquetería. Me río de sus bromas, sintiéndome atrapada en una danza incómoda entre dos hombres. Alessandro no dice nada, pero su silencio es elocuente. Sus gestos son mesurados, pero cada movimiento transmite una energía contenida, un volván a punto de estallar.
Un escalofrío me recorre la espalda. No es la primera vez que demuestra su lado posesivo, y aunque me atrae su intensidad, también me intimida.
Sin embargo, algo en mí disfruta del juego. La atención de James es un bálsamo para mi ego, una prueba de que aún puedo ser deseada, incluso por un hombre tan diferente a Alessandro.
Te va a castigar, estúpida.
Y eso, es lo que quiero.
- Discúlpame, James –, le paso mi mano por su antebrazo fornido –. Iré a retocarme el maquillaje.
El pelinegro mira donde coloque mi mano y me sonríe idiotizado. Me levanto de mi asiento con gracia, agarro mi bolso y lo miro a Alessandro con una sonrisa traviesa.
Sé que va a venir atrás mío, como un perro posesivo con su hueso.
Mis tacones resuenan seductoramente en el suelo de mármol, mientras me acerco a mi objetivo. Ingreso a la habitación de mármol gris con luz tenue.
Me acomodo frente al espejo e imito como si estuviera retocándome el labial. Después de un minuto, la puerta del baño se abre de golpe. Permitiendo ver al castaño irrumpir, con el ceño fruncido y la testosterona a explotar.
- ¿Qué haces aquí? –, espeta, con vos áspera por contener su ira.
Una sonrisa burlona se escapa de mis labios.
- ¿No es evidente, Alessandro? –, contesto con voz suave –. ¿Acaso no te gusta verme?
En el fondo, ambos sabemos la respuesta. Él es un hombre tan arrogante y egocéntrico, que es facíl que el fuego de la posesión lo domine.
Menos mal que aparenta ser un hombre muy seguro.
¡Ja! Sí, como no.
- No juegues con fuego, Astrid –, gruñe, con su mirada clavada en mí.
Un escalofrío de placer recorre mi cuerpo al escuchar su advertencia. Me encanta jugar con él, tentarlo, hacerlo perder el control. Es mi forma de doblegar su voluntad, de recordarle quién tiene el poder en esta relación.
- No me importa lo que pienses –, mi descaro es evidente, retarlo de esta forma, tendrá sus consecuencias –. Soy libre de hablar con quien quiera.
Me vuelvo a girar hacía al espejo, retoco mi labial y lo veo por el reflejo, no me quita la mirada de encima.
Puedo ver como su expresión se oscure mientras sus ojos destellan ira y posesión. Se acerca con pasos lentos y deliberados a mi espalda, acortando la distancia entre nosotros hasta que siento como mi culo roza con su entrepierna abultada. La tensión es palpable, el aire vibra con la energía de nuestra atracción.
Sin mediar palabras, me toma por la cintura fuertemente y me gira bruscamente, clavando sus ojos en los míos, mostrandome su furia.
Una de sus manos se aferra a mi cuello y lentamente, guía mi cabeza hacía la suya. Nuestros labios se encuentran ferozmente. Sus dedos se clavan posesivamente en mi piel; transmitiéndome una mezcla de control y deseo, que me enciende aún más.
Con la otra mano, recorre mi cuerpo con una caricia sensual, trazando una línea de fuego desde mi cintura hasta mi cadera. Sus dedos se deslizan por la suave tela de mi vestido, rozando mi piel con una delicadeza que contrasta con la ferocidad del beso.
Lentamente, con una sensualidad que me eriza la piel, comienza a subir la tela, dejando al descubierto la suave piel de mis piernas.
Su toque es posesivo, firme, como si quisiera marcarme como suya. Sus dedos se deslizan por mi piel, recorriendo cada curva, cada centímetro de mi cuerpo, como si memorizara cada detalle. La calidez de su mano contrasta con el frío del mármol del lavabo contra el que me apoya, creando una sensación de contraste que me enciende aún más.
Sus dedos hacen un camino desde el interior de mis muslos hasta mi sexo, pasa los dedos sobre mi tanga de encaje.
Un respingo toma mi cuerpo entero y ahogo un jadeo en su boca. Sigue estimulando mi clítoris por encima de mi tanga, el hormigueo en mi vientre bajo comienza a formarse.
Quita sus dedos y me alza sobre el lavabo, poniéndose entre mis muslos, abriendo mis piernas. Me agarra con fuerza por mis glúteos con sus grandes manos y empieza a moverme a su antojo, logrando que me frote contra su verga retenida bajo su pantalón.
Me separo en busca de aire, lo veo a los ojos. Su mirada me devora, me posee, me convierte en su prisionera.
- N... no... pa... pares... mi amor... –, arqueo la espalda mientras sigue moviendo mis caderas para que me frote con él.
- Has sido una chica traviesa, ¿verdad?. Ahora es tiempo que aprendas tu lección –, me susurra al oído.
Mantiene el ritmo con una mano mientras que con la otra, acaricia mi culo, dejándole marcas rojas de sus dedos en mi piel. Me da una nalgada fuerte, haciendo que mis gemidos de dolor y placer llenen el baño.
El roce de la tela áspera de su pantalón en mi sexo aumenta la fricción y no dejo de frotarme. El hormigueo está a punto de colisionar, estoy a la vuelta de la esquina, para culminar mi orgasmo.
Su mano se desliza entre mis piernas, encontrándose con mi humedad y acariciando mi raja con fuerza. Hace un lado la tanga y me penetra con dos dedos, haciéndome gemir más fuerte.
Los mueve dentro de mí con ritmo y fuerza. Me estremezco de placer mientras nuestros cuerpos se funden en un éxtasis compartido.
- ¿Quién es tuyo ahora, nena?. Dime que soy el único dueño de tu cuerpo y que te sometes completamente a mí.
- Eres el único, mi amor –, lo acepto, me fascina como me coge este hombre. Asi que sí, soy completamente suya.
De repente, me toma de la cintura y me gira, me inclina hacía adelante, apoyándome sobre el lavamanos. Mi culo queda al aire, en un movimiento rápido desliza su verga dentro mío, llenándome por completo.
Sus embestidas son fuertes y rápidas, haciéndome arquear la espalda y gritar su nombre. Me agarra del cabello y tira de él, añadiendo un toque de dominio a nuestro encuentro.
- ¿Sientes como te lleno, Astrid? –, ronronea exquisitamente –. Eres mía, sólo mía. No hay nadie más que pueda satisfacerte como yo lo hago.
Sus embestidas se vuelven más intensas y profundas, llevándome al borde del climax. Me toma del trasero y me da otro azote, mientras veo su rostro por el reflejo del espejo, disfrutando del placer que me genera.
Tira de nuevo mi cabello hacía atrás, besa mi cuello y lo muerde. Siento como nuestros cuerpos se tensan, nuestras respiraciones se aceleran y finalmente, nos dejamos llevar juntos en un clímax explosivo. Gritamos de placer mientras nuestros cuerpos se estremecen en un éxtasis inolvidable.
De repente, se aparta dejándome jadeante.
Mi pecho se alza, tomando bocanas largas de aire. Abro los ojos obligadamente.
El gris de sus ojos es tan oscuro que apenas lo puedo distinguir. Se aparta de atrás mío y el frío ataca mi zona intima.
Hago un ruido bajo en mi garganta.
Maldito, hijo de puta.
- Lección terminada. Espero que aprendas a no jugar conmigo –, dice muy serio, peinándose el cabello con las manos.
Aprieto los puños y la consecuencia de mi éxtasis, logra marearme. Se acomoda el traje, más que nada su polla que sigue bien erecta por más que se haya vaciado dentro mío.
Me aferro al borde del frío mármol del lavabo mientras él sale del baño, sin siquiera mirarme.
Me observo al espejo tratando de recomponerme. Mis labios estás rojos e hinchados, mis mejillas encendidas, y mi tanga, empapada.
Siento la oleada de furia recorrerme. ¿Cómo se atrevía a hacerme esto? ¿A caso soy un juguete para él?. Me arreglo el vestido, con manos temblorosas, jamás vuelvo a perder el control.
Salgo del baño con la cabeza en alto, ignorando las miradas curiosas de los comensales. La cena terminó y no veo a Alessandro por ningún lado. Me despido de John y de los demás, busco con disimulo a James, pero no lo encuentro. La sospecha crece en mi interior, esto es obra de Agnelli.
El frío de la noche golpea en mi cara al salir del restaurante. Camino hasta la acera, donde me encuentro el Aston Martin estacionado en la puerta, como si el castaño me estuviera esperando.
La ventanilla del conductor baja y me encuentro con sus ojos grises, tan intensos como siempre. No me dice nada y yo tampoco, me hace un gesto con la cabeza para que suba.
Entro al auto de mala gana, me deslizo sobre el cuero negro. Su aroma masculino me envuelve, mezclándose con su perfume enmaderado.
Me siento a su lado, rígida como una tabla, sin mirarlo. El silencio en el auto es ensordecedor, solo roto por el ruido del motor y ocasional ruido de la calle.
No intercambiamos ni una palabra durante todo el camino. La tensión en el aire es tan espesa que se puede cortar con un cuchillo. Yo miro por la ventanilla, observando las luces de la ciudad pasar como un borrón mientras mi mente se inunda de pensamientos.
El auto se detiene frente al imponente Leader. Salimos del vehículo en silencio, y yo me apresuro a entrar, sin siquiera mirarlo a la cara. Subimos al ascensor y ascendemos en silencio hasta el pent-house.
Al llegar, me dirijo directamente al baño, ansiosa por deshacerme del perfume de Alessandro y de la sensación de su roce en mi piel. Me doy una ducha larga y caliente, dejando que el agua lavé la tensión y la furia que siento.
Hago mi rutina nocturna, tratando de calmar mi mente y prepararme para dormir. Me coloco mi pijama, me acurruco en la cama y cierro los ojos, intentando en vano olvidar la cena y nuestras actitudes inmaduras.
De repente, el silencio de la habitación se ve interrumpido por el sonido de la puerta del dormitorio abriéndose. Abro un poco los ojos para ver que está haciendo, me está dando la espalda mientras se desviste y entra al baño.
Trato de ignorar todo lo que hace dentro, pero no logro conciliar el sueño. Al rato, escucho que se dirige a la cama. No abro los ojos en ningún momento, prefiero que piense que estoy dormida a que, tengamos esta discusión hoy.
Puedo sentir que se hunde apenas el colchón y confirmo que, se sentó a mi lado. Comienza a peinar mi cabello, de manera lenta y tierna. Disimulo un suspiro como si estuviera profundamente dormida.
- Te quiero –, susurra, dándome un beso suave en la mejilla.
Su gesto me desconcierta. No sé cómo reaccionar después de todo lo que sucedió. Prefiero seguir en mi papel de estar dormida, fingiendo que no he escuchado nada. Él se queda a mi lado unos minutos más, y luego se acuesta.
Yo no puedo dormir. La imagen de él besándome en la mejilla me da vueltas en la cabeza. Siento una mezcla de confusión, dolor y deseo. No comprendo qué hacer con todo lo que ha sucedido.
Finalmente, el cansancio me vence y me quedo dormida, con la mente todavía revuelta por las emociones de la noche.
Yo mejor me voy corriendo... nos vemos en el próximo capítulo....
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