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La amistad es la familia que elegimos.

XENOPHILIUS NO TENÍA NI IDEA de qué iba a encontrarse cuando decidió pasar la tarde en la Tienda de té de Madame Tudipié para cambiar de aires y alejarse de los siempre concurridos jardines y el Gran Comedor de Hogwarts. Pero lo que presenció allí, sin lugar a dudas, no lo dejó indiferente.

Ahí estaba Pandora Skogen, sirviendo mesas y sonriendo a los clientes. Vestía una camisa de manga larga y de un suave tono azul claro, que evocaba la tranquilidad y la serenidad que se respiraba en el establecimiento. Los pantalones eran de un color blanco combinado con unos zapatos de piel bien lustrada. Llevaba el cabello recogido en un moño bajo, algo poco común en ella. Xenophilius se quedó parado frente a la puerta de entrada, incapaz de avanzar hacia una mesa y sin poder quitarle los ojos de encima. Estaba preciosa. Bueno, no era solo preciosa, sino que irradiaba amabilidad y dedicación, capaz de hacer sentir a cualquier persona como en casa. ¡Estaba sorprendido por encontrarla trabajando, y aún más en ese lugar, pero ella era tan inteligente y trabajadora que parecía ser capaz de adaptarse en cualquier sitio!

La rubia giró la cabeza al oír la campanilla encantada de la puerta de la tienda. Al reconocerlo, extendió una sonrisa radiante y se acercó con cortesía. Si no fuera porque estaba en medio de su trabajo y debía seguir el protocolo de la tienda, lo habría recibido con un abrazo de oso. Xenophilius le dio un beso en la mejilla y la recibió.

—¿Y esa expresión de sorpresa que traes? ¡No sabía que te gustaba venir aquí!

—¡Oh! En realidad... Yo... Me apetecía probar algo nuevo y... Bueno, aquí estoy. Ya sabes, creo que los jardines del castillo están más hartos de mí que yo de ellos —Xenophilius se sonrojó—. No... No sabía que eras camarera. Y que, en fin, trabajaras aquí.

—Solo los fines de semana. Anda, sígueme, te daré una mesa, Xeno. ¡Invita la casa!

Xenophilius la siguió y aprovechó para dar un vistazo rápido en la tienda. «Madre mía», pensó, «¿Dónde caracoles me he metido?». La Tienda de Té de Madame Tudipié (aunque tenía de tienda lo que él tenía de moreno) era un lugar sumergido en la extravagancia y la cursilería. Estaba hasta arriba de decoraciones recargadas y detalles en tonos pastel, especialmente en rosa. Había cortinas de encaje adornando las ventanas y cojines con motivos florales en los sillones. Los estantes estaban llenos de adornos pomposos y pequeñas figuritas de porcelana, mientras que los espejos lucían rodeados de marcos dorados y compuestos con adornos de cristal. Las lámparas de araña se sostenían en el techo por sí solas. Emitían una luz suave y cálida, creando un ambiente acogedor y sofisticado.

Pandora hizo un gesto con la varita y la mesa se paró en seguida. El mantel era rosa pastel y estaba adornado con detalles en encaje blanco. Justo en el centro se encontraba un pequeño florero de cristal con varias rosas blancas que le añadía un toque romántico y delicado a la mesa, y en frente había un platillo con detalles dorados y florales que iba a juego con una taza del mismo estilo.

—Me sorprende que en la entrada no haya un cartel que diga "No apto para diabéticos" —bromeó Xenophilius cuando se sentó.

—Demasiado rosa, ¿verdad?

—Nunca había visto tanto en mi vida.

Pandora arrancó una carcajada.

—Y, dime, hipoglucémico, ¿qué vas a pedir?

De repente, de entre las rosas blancas, surgió un pergamino rosa (lo cual no le sorprendió en absoluto) que mostraba la misma exquisitez que su propietaria. Xenophilius nunca había visto antes tantas variedades de té, incluso había algunas que jamás había oído mencionar. Aunque tampoco le sorprendía, ya que la Tienda de Madame Tudipié era famosa por sus especialidades. Pero todo era tan dulce que Xenophilius no estaba seguro de poder disfrutarlo tanto como otra persona lo haría.

—¿Qué me recomiendas?

—Pues... El té piña de jugo de melón del Sauce Boxeador y el té de raíz de mandrágora.

Xenophilius arrugó la nariz.

—¿Tenéis infusiones?

—Las que quiera, caballero.

Xenophilius la miró a los ojos y sonrió.

—Quisiera una infusión de gurdirraíz.

La mirada de Pandora relució al ver que había pedido su infusión favorita. Se sorprendió al saber que a Xenophilius también le gustaba, ya que no conocía a muchas personas que compartieran su gusto. Asintió con entusiasmo, emocionada de poder traerle algo que, en su tiempo libre, ella también disfrutaba.

—¡Marchando!

—Oh, Pandora. No quiero ser quisquilloso, pero —Xenophilius se acercó a su oído—, más allá de la carta, ¿no tendréis algún Sticky toffee pudding de dementor?

—¿Ese pudín de caramelo pegajoso y caliente que se sirve con una bola de helado de vainilla encantado para alejar a los dementores?

—El mismo.

—Ahora te traigo uno, Xeno.

Paralelamente, James se dirigía con paso decidido a la tienda para reunirse con Pandora. Se había peinado elegantemente y se había enfundado en su atuendo favorito, que solo reservaba para ocasiones especiales: un jersey de cuello alto en tono marrón, pantalones negros de tela, zapatos oscuros de vestir y una larga chaqueta en tono avellana. Estaba muy nervioso, pero asimismo, emocionado. A pesar de estar nervioso, también estaba emocionado. Había esperado demasiado para hacer lo que se había propuesto ese día: confesar sus sentimientos a Pandora.

Pero desafortunadamente, cuando estuvo a punto de entrar en la tienda, presenció a través de los cristales de la puerta una escena que lo dejó perplejo: Xenophilius estaba susurrando algo al oído de Pandora y ella se reía con él. Se reía de una manera que nunca lo había hecho con James. No se lo podía creer. ¡Habían quedado para encontrarse allí y, sin embargo, ahí estaba Xenophilius, incordiando como siempre! Y Pandora, tan alegre que parecía haberse olvidado por completo de él y de su cita.

Dolido, James apretó la mandíbula y sacó su varita, pero en cuanto se dio cuenta de que se le podía ir la mano, se arrepintió y la guardó de nuevo. «No cometas una locura, James. No seas imbécil». Inhaló profundamente para tratar de contener la rabia que sentía. ¿Por qué se sentía así? ¿Por qué se sentía como el malo de la película cuando esa situación estaba fuera de su control? Se sentía traicionado y engañado. De todas las personas con las que Pandora podría haber quedado esa tarde, había elegido a Xenophilius. James no supo cómo actuar ante esa situación, así que simplemente se marchó, furioso y con ganas de llorar.

Justo en ese momento, mientras Pandora atendía el pedido de Xenophilius en la barra, echó un vistazo al reloj. Eran las seis de la tarde y James aún no había aparecido. ¿Dónde estaba? ¿Le habría sucedido algo? ¿Acaso estaba enfermo? Pandora frunció el ceño, preocupada. Esperaba con ansias que llegara para poder charlar con él y hacerle compañía. Hacía mucho tiempo que no se sentaba con él a tomar algo y a ponerse al día. Desde que el grupo se había empezado a romper en sexto curso, las cosas habían cambiado. Pero no quería pensar en eso ahora. Perder su buen humor era lo último que necesitaba en esos momentos.

Pandora llevó la infusión y el sticky toffee pudding de dementor a su mejor amigo y, poco después, terminó su turno. Se sentó con él y comenzaron a charlar hasta que el sol comenzó a caer.

—¿Y desde hace cuánto que trabajas? —preguntó Xenophilius, degustando unos cupcakes de vainilla con frosting de arándanos que estaba compartiendo con Pandora.

—Desde diciembre del año pasado, justo cuando cumplí los dieciséis.

—¿Y por qué trabajas? Quiero decir, ¿no es muy pronto?

«Para huir», se dijo Pandora, reteniendo las verdades en la punta de la lengua.

—Para labrarme un futuro. Ya sabes, experiencia laboral y todas esas cosas. Durante los fines de semana estoy aquí y en vacaciones trabajo todas las mañanas, excepto los sábados y los domingos en un bar en Chippenham llamado Naughty Hedgehogs, aunque a veces me toca hacer sustituciones.

—¿Vives en Chippenham? Nunca me has dicho dónde vives, a diferencia de mí.

Y si no fuera porque se lo acababa de preguntar ahora, Pandora no se lo hubiera dicho nunca. No quería que la fuera a visitar en un lugar que ni siquiera podía llamar "hogar".

—Sí, en el Cae de las Perlas, núm. 121c, Gracechurch Street, Londres, Great London. ¿Impresionado?

Xenophilius asintió. No sabía que Pandora había memorizado tan bien la dirección donde él vivía.

—Bastante.

—Vivo en las afueras de Castle Combe, Wilshire.

—Deducí que no serías de ciudad. A mí tampoco me agrada Londres, la verdad. Cuando me independice, me gustaría vivir en un lugar remoto y verde, aislado de la civilización y la contaminación lumínica. Un hogar en donde pueda plasmar mis ideas en mi propio diario y compartirlo con el mundo.

«Yo también quisiera vivir lejos de mi hogar y permanecer en un sitio donde pueda ser feliz», pensó Pandora.

—¿Quieres publicar tu diario?

—Bueno, es solo un proyecto de vida, pero la verdad es que mi sueño siempre ha sido ser redactor y editor de algo que sea de mi propiedad. Tener mi propia voz y que haya gente que se sienta identificada con ella —Xenophilius hizo silencio y la miró con timidez—. Que sepas que solo lo sabes tú. Bueno, y mis padres. Pero no se lo digas a nadie.

Pandora le dio un golpecito amistoso en el brazo.

—¿Tú no eras el que quería compartir su voz con el mundo mágico?—Bromeó—. Como quieras, bobo, ya sabes que yo no diré nada.

—Lo suponía, bo-ba.

De repente, el ambiente se relajó. Pandora lo tomó de la mano y mostró, esta vez, una sonrisa compasiva.

—¿Te acuerdas del día que me acerqué a ti y te ofrecí Mi vida como muggle de Daisy Hookum? Cuando te fuiste, porque estabas enfadado e incómodo, y lo entiendo, James se acercó a mí y me preguntó si yo estaba bien.

—¿Qué quieres decir, Pandora? —Xenophilius también la tomó de la mano.

—Ahora me doy cuenta de que la pregunta no debería haber sido si estaba bien, sino por qué tú no lo estabas —Repentinamente, la mirada de Pandora empezó a brotar una hilera de lágrimas—. A menudo me pregunto si soy lo suficientemente buena para los demás. Siento que debería esforzarme más para que los demás sean felices, y, sin embargo, no lo hago. Y siento que llegué tarde contigo. ¿Por qué no lo hice antes? Podrías haber pasado unos años buenos y llegué cuando te habías tragado toda la mierda. ¿Soy una fracasada, Xeno? ¿Crees que los demás harían por mí lo que yo haría por ellos?

Xenophilius se levantó de un salto y rodeó a Pandora con sus brazos, intentando transmitirle todo el apoyo y la fuerza que ella necesitaba en ese momento

—Oh, no, no, no. Pandora, no, por favor, no. Tú no llegaste tarde —Xenophilius se levantó y la abrazó con todas sus fuerzas—. Eres una persona maravillosa y no hay fracaso alguno en ti. Por favor, no digas eso, no es verdad. Te quiero, Pandora, eres mi mejor amiga. Estoy contigo, estoy contigo. Estoy aquí para ti, y no me voy a ninguna parte. Lo eres todo para mí.

Pandora se aferró a su brazo y dejó caer todas las lágrimas que había estado conteniendo hasta ahora. A menudo, ella se esforzaba por aparentar que todo estaba bien, que era la chica alegre y soñadora que siempre había querido ser. Pero ahora, frente a Xenophilius, se sentía vulnerable y sola. Nunca había sido feliz, y ahora que al fin había empezado a serlo, no podía soportar que esa felicidad desapareciera en cuanto llegaran las vacaciones de Navidad.

Xenophilius estaba desconcertado. No sabía qué estaba ocurriendo, pero permanecer con ella y hacerla saber que él estaba ahí para ayudarla era lo mínimo que podía hacer. La abrazó con ternura, acariciando su espalda y besándole la cabeza en un intento de reconfortarla. Las preguntas se agolpaban en su mente, pero lo único que importaba en ese momento era estar ahí para ella. ¿Había tocado algún tema delicado sin darse cuenta? ¿Qué es lo que estaba fallando?

¿Era normal que Pandora se sintiera así de repente?

¡Ya vamos por el capítulo once y poco a poco Pandora se va abriendo a Xenophilius! ¿Qué creéis que esconde? ¡Si el libro os está gustando, dejad vuestros votos y comentarios! Siempre alegran mucho el día.

Quisiera dar las gracias a @Vegs47Len y @-flowrsfic para apoyarme tanto con la historia. ¡Vuestros comentarios siempre me hacen el día, chicas! Y para mí es un gran placer teneros como lectoras. ¡Sois fantásticas!

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