𝐅𝐎𝐔𝐑 ★ second half
PACIFY HIM ( ブルーロック)
O4. LA SEGUNDA MITAD !
━━ CHAPTER INFO ━━
Mei y Seishirō han cruzado una peligrosa frontera. Después de una intensa confesión mutua y una noche sumida en besos y caricias, ¿en qué terminos queda su relación? En pocas palabras, ¿qué son?
TAKAHASHI MEI'S APARTMENT
saturday, november 1st. 9:50 AM.
El sol resplandeciente cortó su descanso eterno. Se halló despertando en la misma cama donde había declarado su amor de maneras indescriptibles en la madrugada anterior. ¿La diferencia? El objetivo de dichos clamores no se encontraba a su lado.
¿Se había ido? Si no estaba a su lado, ¿dónde podría estar?
Con el sueño y el cansancio pululando sobre sí mismo, recogió su ropa interior del suelo. ¿Qué otra podría ponerse? Tenía certeza en que Mei no era la indicada para tenderle un cambio de ropa. Dejó atrás la habitación de la chica, adentrándose hacia el espacio compartido entre la cocina y la sala de estar.
Con que allí estaba. Serena e imperturbable, cocinando un par de omelettes con trozos de jamón y salchicha ranchera esparcidos sobre la tortilla de huevos. Al igual que él, solo su ropa interior la vestía. Sus bragas dejaron una agradable vista, revelando el tatuaje ornamental situado en su espalda baja. Lucía con orgullo el chupetón que él le había dejado en el cuello el día anterior. Ha de admitir, lucía perfecto. Mei añadía los últimos detalles, mientras esperaba que la cafetera terminara de preparar la única taza de café bajo el dispensador. Notó que al lado de los platos había un vaso con cappuccino frío. ¿Lo había preparado para él?
—Oh, pense que ibas a durar más tiempo dormido. Bueno, ya que estamos, ¡sorpresa! —exclamó. —Buenos días, Sei —.
—Buenos días —depositó un pequeño beso sobre su frente. —¿Cómo estás? —inquirió, apoyando su mentón sobre la cabeza de la chica. Un nuevo detalle sobre Mei, aparte de los dos lunares que tenía en la barbilla, le llamó la atención: llevaba un par de lentes rectangulares de marco negro que no reconocía de antes.
—Creo que podré caminar —se mofó de su no tan desgraciada situación.
Qué mentira tan grande. En realidad, el creciente dolor que recorría la parte inferior de su cuerpo podría acabar con ella allí mismo. No obstante, al recordar el placer del momento, era un dolor que valía la pena soportar.
Seishirō rió, rodeándola por la espalda con su amplia contextura. Sus mejillas se sonrojaron al rememorar ciertas imágenes que quería solo para él.
—¿Me hiciste el desayuno? —.
—No comerías nada de servicio si te dieran a escoger, así que preparé algo para ambos. Ah, hice cappuccino para tí, sé que no tomas mucho café —.
—¿Qué sería de mí si no te tuviera? —.
—El único futbolista que conozco que sobrevive a base de gelatinas líquidas y chucherías, tal vez —la risilla de Mei abarcó todo su conducto auditivo.
Ambos se sentaron a degustar los alimentos sobre la barra de la cocina. Mei bebía de su café, y Seishirō, extrañamente, comía como si no hubiese un mañana.
—Mei, esta tortilla está muy rica —expresó, cubriéndose la boca.
—Me alegra escucharlo, Sei, pero no hables con la comida en la boca —recomendó, jocosa.
—Por cierto, ¿esas gafas son nuevas? ¿Te las acaban de recetar? —cuestionó, luego de tragar el bulo de comida.
—Nop, las tengo desde hace rato. Son solo para leer. No tengo que llevarlas siempre, las uso más que todo aquí —replicó, haciendo el amague de retirarlas.
—No te las quites. Te hacen ver bonita. Me gusta como se ven. Me gustas así —.
Sus pensamientos más íntimos se tornaron en palabras que, meses antes, jamás pensó que le dirigiría a otra persona, menos a una mujer.
Era incluso extraño para él. Para Seishirō, en la secundaria, hablar de amor era una molestia. Su "yo" de 17 años no creería que años más tarde se perdería en el peligro que eran los ojos de Mei Takahashi. De repente, amar no era complicado. Tiempo antes, tanto Isagi como Reo le habían dicho "ese desgano que sientes ahora se desvanecerá cuando encuentres a la persona correcta".
Su "persona correcta" estaba en frente suyo, en ropa interior, desayunando junto a él.
El leve sonrojo no abandonaba su rostro, y tampoco el de la fémina en frente suyo.
—¡Mejor termina de comer! —Mei encubrió su nerviosismo ante el comentario del chico con la excusa de que no había acabado su desayuno.
Terminada la hora de la comida, la chica se encargó de lavar los platos, mientras él le tendía todos los trastes sucios y los enjuagaba con el agua del tazón bajo el lavavajillas. Entre los ítems a lavar, apareció el tazón de palomitas de maíz, zocatas por la exposición al aire libre.
—Al final, se arruinaron mis palomitas —sollozó, vaciando el contenido dentro del tanque de la basura.
—¿Y si hacemos un maratón de películas? Tú no tienes clases y yo estoy libre por el fútbol. Veamos lo que quieras, tú mandas —sugirió él.
—¡Veamos las de Saw! ¿Por favor? —suplicó, haciéndole ojos de cachorrito.
El marcador del juego era el siguiente: Nagi 0 – 1 Mei. Indiscutible K.O. por parte de la azabache.
—Bien. Voy a hacer las palomitas, tu enciende el televisor —.
—¡Yay! —celebró, victoriosa, estrujándolo con toda la fuerza que le quedaba y posteriormente acomodándose sobre el sofá.
Utilizando el control, seleccionó de nuevo la película que había dejado iniciada la noche anterior. En la cocina, Seishirō sacó otro paquete de aluminio de palomitas jiffy pop y esperó a que estuvieran listas. Las sirvió en otro tazón, se lanzó sobre el sofá, y se trepó sobre Mei cual koala, acurrucándose en el hueco de su cuello.
—Hueles muy bien, Mei. Podría quedarme pegado a tu cuello todo el día —explicó, presionando su nariz contra ella .
—¡Sei, basta! —Mei no era muy buena controlando sus nervios al estar cerca de Seishirō. Era el hombre de su vida, ¿saben? —¡Me estás haciendo cosquillas! Mira, pon atención, ya va a empezar la película —.
Los dos estaban atrapados en el tétrico ambiente del filme. Llevaban alrededor de 1 hora y 10 minutos observando en completo silencio, abrazados entre sí, mientras comían de su tazón compartido de palomitas. Algunas escenas habían dejado asqueada a Mei, como la primera vez que las vió. Nagi no se veía tan demenciado por las imágenes; no es fanático del horror, sin embargo, diría que peores cosas ha visto, al punto de que ya se había aburrido de prestar atención. Justamente, estaban mostrando la escena donde Lawrence estaba siendo interrogado y asediado por las fuerzas policiales debido a las acusaciones del detective Tapp sobre ser Jigsaw.
—Mei —susurró él. —¿Qué quieres almorzar? —.
—Eh, ¿por qué? —.
—Solo dime qué se te antoja —.
—La verdad, quiero algo de McDonald 's —.
Seishirō desbloqueó su celular, abriendo la app de domicilios de McDonald's y buscando el favorito de Mei: el combo de nuggets x20 con Coca Cola y papas fritas agrandados. Ella notó que el chico a su lado tenía la mirada fija en una tarea completamente distinta.
—Sei, te estás perdiendo la película. ¿Qué buscas? —.
—Emm... ya que nos hiciste el desayuno, es más que justo que el almuerzo lo invite yo —.
—¡¿En serio?! ¡Eres increíble, Sei! —el agarre sobre el cuerpo de Nagi incrementó en fuerza. Una pequeña mueca de regocijo se hizo presente en el rostro de Seishirō. Así era como le encantaba verla: contenta, y con ese par de rubíes brillando de gozo.
Acostados sobre el mueble y disfrutando de Saw I, Seishirō ordenó el pedido de McDonald's. Mei se aferraba a su brazo cada que aparecían las escenas más grotescas del filme. En una que otra ocasión, la mirada grisácea de Seishirō se desprendía de su teléfono celular, regalando sutiles ojeadas hacia la chica.
« Carajo. No he dejado de pensar en lo guapa que se ve desde que me desperté hoy ».
Los créditos de la película aparecieron en pantalla. A su vez, el citófono comenzó a timbrar. Mei estaba dispuesta a responder, mas fue detenida por Nagi, quien se levantó del sofá, arrastrando los pies, hasta llegar al dispositivo.
—¿Diga? —.
—¿Señor. . .? —el guardia no esperaba que un hombre respondiera la llamada.
—Nagi —completó.
—Señor Nagi, aquí hay un domiciliario alegando que hicieron un pedido dirigido al departamento de la señorita Takahashi —.
—Dígale que suba —.
Seishirō se devolvió hasta la habitación de Mei, buscando su camisilla entre las pilas de ropa de las que se había despojado anteriormente, al igual que sus joggers. No quería flashear al domiciliario con su musculatura –y otros grandes detalles que solo Mei conoce–. En sus bolsillos, dió con su billetera, sacando la cantidad exacta de dinero que costó el pedido. Para alguien como Seishirō Nagi, es mucho más práctico pagar completo que recibir vueltas de dinero grandes, en especial si lo hacen con monedas.
Se acercó a Mei, que aún estaba en ropa interior sobre el sofá.
—Mei, ya llegó la comida, y el domiciliario va a llegar hasta aquí —le entregó en manos una camiseta blanca oversize con estampado de Metallica que había encontrado colgada en el perchero. —Ten. Te traje una de tus camisetas. Es que estás un poco. . . —dejó la frase a medias. Tuvo que detenerse de forzar un reclamo sobre ella.
Gracioso, ¿no? El chupetón en el cuello de la azabache demuestra todo lo contrario.
—Okay, okay. Ya capté a lo que te refieres —mencionó, un poco avergonzada —. Gracias, Sei —replicó, vistiéndose con la prenda.
Minutos después, el timbre sonó. Seishirō abrió la puerta, con el dinero en mano.
—Buenas tardes. ¿Seishirō Nagi? —.
—Estás hablando con él —.
El repartidor escaneó a Seishirō de pies a cabeza. Tal vez, excedió los límites de su escrutinio. Se percató de las rojeces y marcas recientes en el área del cuello, tratando de pasar de ellas para enfocarse en atender a su expectante cliente.
—Usted ordenó un combo x20 de nuggets con papas fritas y Coca Cola, y una hamburguesa Club House con papas fritas y Sprite. Ambos combos tienen agrandado. ¿Todo en orden? —.
—Si, si, no te preocupes. Ten, está completo —le tendió el dinero, el cual fue guardado por el domiciliario en su riñonera.
De inmediato, el muchacho abrió su morral porta-alimentos y le tendió a Seishirō ambas bolsas de papel con la "M" de color amarillo marcandolas.
—Gracias —.
—Que tenga buena tarde, señor —.
—Igualmente —respondió, cerrando la puerta del departamento.
Sacudió con cuidado las bolsas de comida frente a Mei.
—Preciosa, hora de comer —.
—¡Al fin! —exclamó, emocionada, agarrándose del brazo del mayor.
Nuevamente se sentaron en la barra de la cocina. Seishirō deslizó la bolsa conteniendo los nuggets de Mei hacia su parte de la mesa, sacando su hamburguesa simultáneamente.
Mei debía tener muchísima hambre; había comido más rápido que Seishirō. Acabando de tomar un sorbo de su Coca Cola, tiró suavemente del brazo del chico. Había estado contenta toda la mañana. Más, un pensamiento la estaba molestando desde que se despertó. Necesitaba sacarlo de su sistema. Decírselo.
—Sei. . . —comenzó. —Odio hacer esto, pero tenemos que hablar —.
Ya se estaba haciendo una idea de qué era lo que le preocupaba tanto a su chica.
—Te escucho —.
—Es que. . . todo lo que dijimos e hicimos anoche. . . si en verdad significó algo. . . —pausó. —Maldita sea, iré al grano. Ahora, ¿qué hacemos? ¿Qué somos, Sei?
Buena pregunta. Si, los dos habían sido muy claros respecto a sus sentires. ¿El problema? Mei no había terminado de salir de su relación con Reo, y si bien, Mei no era esa clase de persona, Seishirō Nagi era la peor opción para escoger, porque era el "mejor amigo" del de cabellos morados.
Tenía muy claro desde qué momento fue que su amistad con Reo Mikage comenzó a decaer. Cuando decidió declarársele a la mujer que Seishirō había amado desde las sombras por meses.
Seishirō no lo habría culpado de amar a la misma persona que él. . . de no ser porque conoce a Reo como la palma de su mano.
—Pues. . . es difícil ponerle un nombre a "nosotros" justo ahora. Aunque, quisiera poder decir otra cosa —.
Las palabras del albino eran como un anagrama; no se expresó textualmente, más el mensaje era claro y conciso. La fémina probó otro bocado de papas fritas, pensando en qué era lo que diría a continuación.
—Yo quisiera estar contigo desde ya, Sei. Tu. . . siento que curaste heridas que llevaban tiempo sin sanar, en las pocas horas de las que disponíamos juntos. Si me pidieras ser tu novia ahora, te diría que sí, sin pensármelo. Pero, debes tener claro que no puedo. Públicamente, no ahora —.
Nagi entendía su punto. Que todos se enterasen de su encuentro poco decoroso iba a resultar en un golpe bajo para ambos, sin embargo, la que se llevaría la peor parte sería ella, en especial por su popularidad, y la de su relación con Reo. No estaba dispuesto a permitir que ellos viesen a Mei como una cualquiera, por un malentendido. Sobre su maldito cadáver.
Efectivamente, la habían cagado. A lo grande.
¿Se sentían mal al respecto? No. Bueno, Mei tal vez un poco.
Esa clase de amargura no le aplicaba a Seishirō.
Por supuesto que él estaba feliz. Pero, Mei Takahashi estaba más feliz que él. Y en ese instante, la felicidad de Mei era lo único que tenía presente.
—Mei, siendo franco, he estado esperándote por tanto tiempo. . . pero no me importa tener que esperar un poco más para estar contigo —.
—Sei, estás insinuando algo? —inquirió, atenta a sus pequeños gestos —.
—Sé que esto no te va a gustar. ¿Qué te parece si manejamos todo así, por debajo de cuerdas? Al menos por ahora. Es mejor para mí, sobre todo, para tí —.
—Sei, tu de verdad. . . —.
—Cuando antes te dije que me preocupa que estés bien, lo decía en serio. Esperaré lo que sea necesario, aunque sea un dolor de cabeza fingir frente al resto —.
Mei sentía algo de culpa. ¿Estaba forzando al hombre que tanto la amaba a fingir que no lo hacía, únicamente por su imagen? Él ofreció dicha resolución, por otro lado, era inevitable para ella cargar con el peso de obligarlo a seguir pretendiendo.
Al aceptar su propuesta, no podía ser más egoísta.
Para su desgracia, era su única opción. Y Seishirō no tenía planes de recibir un "no" por respuesta. Lo último que podía hacer por él antes de acceder, era pedirle disculpas.
—Sei, perdóna-
No logró terminar la frase. El albino la interrumpió, acaparando sus labios en un beso fugaz.
—Shh. Nada de esto es tu culpa, bonita. No lo sobrepienses tanto. Te veo un poco estresada. Dejemos el tema hasta allí, y terminemos de comer —.
Mei acabó con su comida rápidamente; A Seishirō le faltaban un par de bocados de su hamburguesa para dar por finalizado su almuerzo. Teniendo la hamburguesa a centímetros de su boca, un celular intervino con su concentración.
Era el celular de Mei. Ella lo tomó entre sus manos y comenzó a teclear velozmente.
Curioso ante sus gestos neutros, Nagi no se guardó sus preguntas.
—¿Hablas con tus amigas?—
—Si. Querían salir conmigo hoy, pero les dije que estaba ocupada "estudiando" —.
Él arqueó una de sus cejas.
—¿De verdad les dijiste eso? Bueno, no sé desde cuando tengo cara de cuaderno, pero no me quejo —.
Ella se carcajeó. Seishirō no era el tipo de persona que era buena con los chistes, sin embargo, en cuanto a Mei se trataba, su chico era lo más gracioso del planeta. Siempre acababa riéndose a más no poder cuando estaba junto a él.
Mei recogió todos los paquetes y plásticos, y los repartió entre la bolsa del reciclaje y la caneca de la basura. Analizando su andar por toda la cocina, Seishirō notó un ligero desnivel en su caminar.
Y el único culpable de ello era nadie más que él mismo, en carne y hueso.
—Sei, son casi las dos, y sigo en pijama. Me voy a bañar. Espérame aquí, ¿si? —soltó ella, dándole la espalda. Volvió a quitarse la camiseta, caminando hasta la entrada de su habitación.
Etérea.
Su espalda tonificada lo vislumbraba cual rayos de luz en la mañana temprana. Sus músculos, la curvatura de su cintura, el swing de sus caderas, y ese tatuaje cuya ubicación resultaba malvada ante los ojos de cualquiera. Todo en ella parecía plasmado por un poeta de antaño.
Ella era Calíope; una musa escrita con una brocha de tinta sin fin, con delicadeza, amor y pureza. Creada minuciosamente por los dioses, Mei Takahashi era una bendición, y una maldición.
A Seishirō nunca le fue bien en talleres de creación escrita. Aún así, teniéndola en frente, podría convertirse en Pablo Neruda y dedicar su carrera entera solo a explayarse sobre cómo lo embruja su existencia.
Cuando quiso reaccionar, ya había alcanzado a la mujer. Agarró su muñeca, deteniendo su andar antes de entrar al balneario. Admiró su desnudez, la piel tersa y marcada de mordidas que él había perpetrado, su cabello cayendo en cascadas sobre sus hombros.
—Mei. ¿Puedo bañarme contigo? —preguntó. Su subconsciente le jugó una pasada, que no calificaría exactamente como mala. Lo estaba pensando, más no deseaba vocalizarlo.
Aquella pregunta la tomó por sorpresa. Vaciló, su boca entreabierta, flechando al contrario con lo sublime en su rostro.
—Apúrate, se nos enfría la tina —.
Haciendo uso del apretón del mayor sobre su muñeca, lo atrajo hacia los adentros de su baño personal. Era gigantesco, para estar dentro de un apartamento de condominio. Contaba con su respectiva ducha, una tina espaciosa, un vanity, el clásico gabinete de baño, retrete, lavamanos, y una repisa repleta de productos para el cabello, y skincare.
—¿Estás segura de que no vives aquí dentro? Es del mismo tamaño que tu cuarto —.
—No, pero obviamente adoro mi baño. Ya verás por qué —.
Liberándose de la empuñadura de Seishirō, escaneó el sitio, rememorando en cual de todos los gabinetes había dejado las bath bombs. Las encontró, en la parte más elevada, razón por la cual le costaba llegar hasta ellas.
Seishirō supuso cuál era el inconveniente que tenía Mei; de imprevisto, la tomó por ambos lados de su cintura, y la alzó hasta estar a la par con el gabinete.
Al ser atrapada por las manos del más alto, Mei fue tomada fuera de bases.
—Sei, ¿Qué estás-
—Ya puedes sacar lo que buscabas —.
La azabache, sonrojada, se ahorró el resto de comentarios que planeaba hacer, sacando del cajón una bolsa con la marca "Lush" en ella. Seishirō la bajó hasta el suelo, soltándose.
—Mira, Sei, ¡es un fantasmita! —chilló, casi frotando la bolsa con el producto frente a su rostro. El fantasma tenía un detalle: llevaba un borde rosado en vez de negro.
—¿Qué es esa cosa? —.
—¿Nunca las has visto? ¡Son bath bombs! Los que tenemos tina las usamos con frecuencia, la idea es meterlas en el agua y dejar que se deshagan. Tienen esencia y olores relajantes. Nos viene bien una, ¿no crees? —.
—Si tú lo dices, está bien. ¿Pero, por qué tiene forma de fantasma? —.
—Compré la edición de Halloween a principios de mes. No pensaba gastármela todavía, pero, como quiero probarla contigo, haré una excepción —.
—Qué tierna, Mei. Interesante. ¿Sabes a qué huele? —.
—Cítricos. Tiene aceites de limón, limoncillo, lima y pop rocks. Ya sabes, los dulces que te explotan en la boca —contestó, leyendo los contenidos directamente de la bolsa.
—Dame eso, me dió hambre —.
—¡Sei, las bath bombs no se comen! ¡Y acabas de comer! —.
Alejando el producto de Seishirō, comenzó a llenar la tina. Detrás suyo, el chico lanzó a un lado su prenda superior, al igual que la inferior, envueltas en una bola. Una vez que el agua llegó a su nivel máximo, Mei hizo una seña con la mano, llamando a Seishirō.
—Ya está lista, Sei. Entra tu primero —.
—Entendido, jefa —.
El líquido caliente relajó inmediatamente los músculos tensionados de Seishirō. Se dió cuenta de lo mucho que le hacía falta una terapia de calor. Cerró los ojos, embriagándose con el tenue aroma a flor de cerezo del ambientador.
Volvió en sí, al momento de sentir el cuerpo de Mei sobre el suyo, encajando como piezas de Tetris. Por instinto, rodeó sus hombros con su brazo dominante, su palma vagaba sobre sus senos, aferrándose a uno de estos. Ella se sobresaltó ante el repentino contacto, pero no le molestó en absoluto. El pequeño fantasma se deshacía frente a sus ojos, dejando un rastro arcoíris a su alrededor. Los dulces explosivos iniciaron una secuencia de "crack, crack", llenando el recinto de un olor similar al de los campos de cultivo de limones.
—Mhm, huele bien —comentó el albino.
—¿Ya ves? Mis gustos son impecables —alardeó Mei, reposando la mitad de su rostro sobre el pecho de él.
—No lo dudo —.
« Mi gusto en hombres también es impecable ».
—Sei, quédate quieto, ¡o te va a quedar mal! —.
Pasados unos minutos de extasiante relajación, Mei había traído todos sus implementos de baño: el shampoo, el acondicionador, su mascarilla revitalizadora, el jabón corporal a base de glicerina, y sus body scrubs.
Justo, la joven se dedicaba a masajear el cuero cabelludo del de mirada grisácea, tratando de hacerle uno de esos peinados ridículos que los niños tanto aman que sus padres les hagan.
Seishirō regresó en el tiempo, a cuando tenía siete años, y ocasionalmente jugaba con el shampoo, creando cientos de mohicanos y rulos con una cantidad absurda de volumen.
Su mente se dividía en dos secciones: pura nostalgia, y la necesidad de admirar lo lindos que eran los pechos perforados de Mei.
—¡Terminé! ¿Te gusta? —cuestionó la azabache, alcanzando su espejo especial de la ducha para que pudiera apreciar su nuevo look.
—Obviamente —. El peinado en cuestión, era un par de coletas de cabello propias de una niña de preescolar, y rizos bebés definidos en la parte de enfrente.
—¿Sei, me peinas? —.
—Date la vuelta —.
Ese día, Seishirō añadió a su lista de cosas que le fastidian el peinar cabello largo. Sí, el cabello femenino era el diablo, mas para alguien que no estaba acostumbrado a manejarlo, como él. ¿Qué podía saber él de peinados? Ni siquiera sabía hacer un peinado decente para sí mismo. Le costaba imaginarse un estilo decente para Mei. Haciendo lo que podía, amasó el cabello de la chica en unos moños despeinados, dejando sueltos un par de mechones delgados como bangs.
—Ya está. Mírate. A mi me gusta como te ves —.
—¡Necesito una foto de esto! —exclamó, enternecida.
La sesión de baño se extendió por una media hora, variando entre exfoliaciones, toneladas de jabón, chapoteos infantiles y bromas inocentes.
Mei le tendió una toalla más grande que la suya a Seishirō, vaciando la tina en simultáneo.
Nagi, inconsciente del agua regada en el suelo, dió un mal paso, y para su desgracia, patinó hasta caer bruscamente sobre las baldosas frías.
Mei amarró rápidamente su toalla, yendo a socorrer a un Seishirō Nagi que se mostraba disgustado por el golpe.
—¡¿Sei, estás bien?! ¿No te golpeaste muy fuerte? —.
—Tranquila, fue solo un resbalón —.
—Qué alivio. . . ¡¿Oye, qué haces?! —.
Seishirō tiró de Mei, haciéndola caer sobre él. Aterrizó sobre sus fornidos muslos, amortiguando cualquier posible golpe que la fémina pudiese recibir.
—Sei, ¡¿por qué hiciste eso?! —recriminó, haciendo un puchero.
—Por ninguna razón en particular. Eh. . . si quieres que te dé una excusa creíble, quería verte de cerca —.
La de mirada carmesí ladeó la cabeza, sonriendo con malicia.
—Entonces, aquí tienes un plano de mi cara, exclusivo para el Astroboy de turno —susurró, tirando de su cabeza por la barbilla con intención de besarle.
« ¿Qué acaba de pasar? ¿Acaso morí? ¿Así se siente el cielo? Hola Dios, soy yo de nuevo ».
—¿Sei? ¿Estás vivo? —.
Mei sopló en dirección al rostro colorado de Seishirō. Lo palmeó en la mejilla con cautela, sin mayor éxito.
« Oops. Creo que se averió ».
Con el pasar de las horas, se hicieron las seis. Acostados en la cama, Mei leía religiosamente un tomo del manga de Nana, y Seishirō jugaba una partida de uno de sus cientos de videojuegos descargados en su móvil.
Ahora, estaba particularmente disgustado por un mensaje reciente de su entrenador de fútbol, Jinpachi Ego.
—¿Por qué tienes esa cara? ¿Pasó algo malo? —no tardó medio segundo en descifrar el puchero decorando sus labios.
—Preciosa, no quiero irme de aquí —murmuró, lanzando el teléfono a un lado, encerrando a la chica en un abrazo perezoso. —Pero Ego nos escribió que tenemos prácticas mañana temprano —.
—¿Por qué les pondrían un horario de prácticas un domingo? —.
—Pregúntale a Ego. Solo él sabe qué es lo que hace —.
—Ego se las va a ver conmigo —refunfuñó, dejando el manga de lado. —¿Te vas ya? —.
—No quiero —chilló. —Igual, tengo qué —remarcó.
—Vamos —.
Con prontitud, ambos jóvenes se aproximaron hasta el portón de entrada.
—Bien, Sei. Hasta mañana. Escríbeme cuando llegues a casa, ¿okay? Y procura cenar algo que te nutra, no quiero que te desmayes en tu práctica —.
—Lo prometo. Hasta mañana, linda. No te olvides de nuestra promesa. Y ya sabes. Llámame cuando quieras —afirmó, encorvándose al salir del departamento.
Cerciorándose de que Seishirō estuviese lejos de su hogar, Mei entró en una pequeña crisis. ¿Cómo se supone que se callaría semejante suceso? Más bien, ¡¿cómo podría ocultárselo a Reiko y Anya?! ¿A quién iba a pedirle consejo ahora?
Mei Takahashi se había lanzado de cabeza hacia una odisea.
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© muneyuki kaneshiro ( 𝗺𝗮𝗿𝗶𝗽𝗼𝘀𝗲𝗮𝗱𝗼𝘀 )
──⠀۪ ♡ ۫ CHAPTER INFORMATION ୨୧
# chapter count ★ 16 páginas; 4190 palabras; 24,421 ( con espacios ); 20,328 ( sin espacios ). corregido.
# update ★ miércoles 1 de enero, 2025 / 18:54 (GMT-5)
# next page summary ★ Haciendo un breve flashback al pasado, nos encontramos con Reo Mikage, y su catastrófico final con Mei Takahashi. ¿Cuál es el sentir del joven frente a toda esta situación?
MICK'S NOTES !
buenas noches ( ?¿ ) MASTUR - BANDAAA! mis dangos, primero que todo, quiero desearles un feliz año nuevo a todos ustedes y que lo hayan pasado en compañía de sus seres queridos. tenía este capítulo listo desde hace tiempo, pero habían cositas que no me convencían del todo y eso me detuvo de publicarlo el año pasado. ahora se los sirvo en bandejita de oro, disfruten del fluff nagimei ( o seimei, jiji ). el próximo cap va a ser desde la perspectiva de reo, se vienEEE
literally nagi seishirō durante TODO el fic:
DEDICATORIAS !
a maria jimena porque fue mi consultora con TODO este capítulo, como siempre
a pau porque pau es re fanática del nagimei and VALIDDD
a lily porque esta mujer me lleva jodiendo con q termine el fic desde el año pasado ( dad joke )
a igu martín porque estos dos son sus padres de familia
a martu porque me banca con blue lock 24/7, las guns de mis roses
recuerden apoyar el fic con su voto y comentario(s)!
━━ @𝘪𝘔𝘈𝘙𝘪𝘗𝘖𝘚𝘌𝘈𝘋𝘖𝘚 ★
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