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Aysu's window.

Realizado por: HarleeAdkinds

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Recuerdo la brisa cálida del verano acariciando mi piel blanca como la leche, que por más que intentaba broncearla, era en vano porque permanecía intacta, salvo por un leve tono rojizo y tal vez así era mejor, mantendría mi piel de porcelana tal cual.

Por algún motivo, los vecinos de al lado se habían ido hace un buen tiempo, dejando al cuidado de su hogar, a un jóven que creo y estoy casi segura, de que nunca logré verle el rostro. Él no parecía salir mucho de casa, y yo tampoco así que era bastante difícil coincidir en algún momento y quizás entablar alguna clase de conversación con él.

Ahora me encontraba de camino a mi casa, corriendo tanto como mi condición física me lo permitió. De casualidad, ese día dónde más calor hacía, el cuidador de al lado se encontraba afuera de la casa pero ni siquiera reparé en su rostro con toda mi atención, así que no supe bien como era. Pero estaba casi 100% segura de que él si había reparado en mi y en mi rostro como farol rojo y el sudor corriendo por mi frente.

No me había sucedido nada, pero corría porque odiaba llegar tarde. Dentro de una hora, mi mejor amiga me visitaría, luego de estar fuera del país por casi un mes y yo a penas e iba llegando a mi casa del trabajo.

Al llegar a mi habitación salté los escalones de dos en dos, intentando llegar lo antes posible a mi habitación. Abrí la puerta de golpe, comenzando a desabrochar mis pantalones antes de quitar mis zapatillas que segundos después, fueron a parar a algún rincón en la habitación junto con el pantalón; tomé el celular en manos mientras buscaba la ropa que me pondría luego del baño, y mientras ponía alguna canción en el reproductor, sentí una mirada penetrante detrás de mi y me percaté de un pequeño detalle.

La ventana de mi habitación estaba abierta.

Girando mi cuerpo me encontré con lo que menos hubiese esperado, el cuidador estaba mirándome fijamente; con un par de ojos obscuros y brillantes y una pequeña sonrisa que mostraba sus dientes pequeños y parte de su encía. Se encontraba apoyado de brazos cruzados a un costado de la ventana de la habitación perteneciente a mi pequeño vecino, en su mirada podía notar diversión que no pasó desapercibida ante mi, que de pronto me agaché ocultándome de él.

¡Había hecho el ridículo!

Llevé mi mano a mi pecho justo a la altura de mi corazón y lo apreté cerrando fuertemente mis ojos, intentando normalizar mi respiración.

¿Habría visto mis calzones rojos?, ¡Claro que si, Aysu!

—¡Aish! —arrugué mis cejas y me mantuve con mis ojos cerrados, no tenía tiempo para lamentarme, mi amiga vendría pronto.

Me asomé por la ventana lentamente y aquel desconocido aún permanecía allí, riéndose de mi. Asomé la mitad de mi cuerpo y mientras lo apuntaba a él sorprendiéndolo, llevé mi dedo índice al cuello y lo moví a un lado, haciéndole saber lo que le sucedería si comentaba algo.

Tomé la cortina y cerré rápidamente de esta, dirigiéndome al baño para continuar con mi actividad anterior.

—¡Te digo que estaba ahí, Ok-bin! —comenté por tercera vez, esa tarde—. ¡Él vio mi ropa interior roja! —me dejé caer sobre la mesa, ocultando mi rostro entre mis brazos.

Ambas permanecíamos sentadas en el suelo del living, comiendo distintos snacks mientras tratábamos de ver una película que había quedado en el olvido en cuanto comenté mi experiencia de unas horas atrás.

—¿Estabas usando los de corazones, esos que son de abuelita? —preguntó intrigada, abriendo sus ojos a más no poder. Asentí a regañadientes, amaba esos calzones cómodos—. ¡Omo!, ¡omo!. ¿Él era lindo? —cerré mis ojos nuevamente queriendo llorar y asentí una vez más—. Aigo... eres un caso perdido, Aysu. ¡Pero no te preocupes, te ayudaré!

—¿Ayudarme a qué? —dije de pronto, enderezado mi cuerpo y mirándola fijamente con miedo.

Ok-bin era mi mejor amiga desde que éramos pequeñas, pero sin dudas, no somos parecidas ni un pelo. Ella era una completa pervertida y eso me daba miedo, cual sea que había sido su alocada idea, estaba segura de que no me agradaría tanto.

Y estaba en lo cierto, no me agradaba pero de cierta forma quería recuperar mi orgullo y por eso lo estaba intentando ahora.

Mi habitación permanecía a oscuras y desde la distancia aguardaba a que su cuerpo apareciera del otro lado. Como si fuese que había oído mi impaciencia, él llegó y sin importarle nada, creo yo que asumió que nadie lo espíaba, se quitó la camiseta enorme que llevaba puesta y la tiró a un lado, dejando ante mis ojos una silueta fina de un chico que no tenía ni un gramo de grasa acumulada en su cuerpo. No tenía los músculos marcados como aquellos hombres llenos de esteroides que habituaban los gimnasios, pero estaba marcado sutilmente y la saliva se me atoró en la garganta cuando lo vi mirar en dirección a mi ventana, antes de tomar una toalla y marcharse.

Zapateé el suelo enojada por haber perdido la oportunidad y aguardé a que apareciera de nuevo. Otra vez la puerta se abrió al cabo de unos 15 minutos y apareció de nuevo, con unos pantalones de algodón y una camiseta por lo menos 3 talles más del suyo, caminaba tranquilo, sacudiendo su cabello húmedo con la toalla.

¡Perfecto!

—Puedes hacerlo, Aysu... —me animé en un susurro.

Respirando hondo, caminé hacia mi cama y encendí la luz de noche que rápidamente iluminó parte de mi habitación en una tonalidad baja, ideal para lo que estaba haciendo.

Dejé caer mi bata de baño de espaldas a la ventana y deambulé por mi habitación en ropa interior pretendiendo estar ocupada buscando mi pijama para irme a dormir.

Podía sentir su mirada en mi cabeza y como esta descendía por mi espalda hasta llegar a mi trasero.

Esta vez no tenía mis calzones de abuelita, esta vez llevaba puesto un conjunto de encaje que había comprado para una ocasión especial y que mejor que esta para estrenarla.

De pronto, me agaché tomando la bata de baño y me la coloqué sobre los hombros apagando la luz y caminando hacia la ventana rápidamente.

Mi mirada se topó con la suya, que estaba más oscura de lo que recordaba y podía notar como su pecho subía y bajaba lentamente, seguramente también intentando respirar con normalidad como yo en ese momento.

Sus ojos recorrieron mi rostro y fue descendiendo por mi cuello, hasta el valle de mis senos. Una sonrisa ladina se hizo presente entre sus labios apetecibles para mi y supe que me deseaba, y yo no podía negar que me sentía alguien inalcanzable para él.

A pesar de que no era esa clase de chicas traviesas, Ok-bin me había dicho una sartadera de cosas que me habían dado ganas de probar algo distinto y quería que fuese con aquel desconocido, que era condenadamente hermoso.

—¿Recuerdas cuando nos conocimos? —habló.

Yo me detuve un momento de acariciar su cabello para observarlo—¿En la cafetería Baileys? —pregunté. Él negó divertido y supe a que se refería—. ¡Deja de recordármelo, es bochornoso!

Su risa profunda me erizó la piel y reí junto a él, recordando el momento—Te veías linda, bastante tierna diría yo.

—Con unos calzones de abuela, seguro —viré mis ojos—. ¿Todavía te sigo pareciendo tierna? —pregunté, elevó su cabeza de mi pecho para observarme a los ojos.

De un movimiento rápido, giró sobre su espalda, colocándome sobre él en la cama y se sentó juntando nuestros cuerpos. Podía sentir algo firme entre mis piernas que me había arrancado un jadeo sin hacer esfuerzo.

Negó rápidamente—Eres linda, pero también eres muy sexy —sonrió aproximando su rostro al mío.

Min Yoon-gi me estaba besando una vez más de la forma más caliente que jamás nadie se había atrevido a besarme. Sus labios finos se acoplaban perfectamente a los míos y juntos nos besamos apasionados, necesitados de un mayor contacto que no tardó en hacerse presente, complaciendo nuestros cuerpos necesitados del otro.

Desde aquel día donde fui atrevida por primera vez, dejándome influenciar por mi amiga, Suga había tratado de coincidir conmigo en varios momentos del día pero siempre lo evitaba con vergüenza. Hasta que un día fue inevitable y fue lo mejor que me pasó.

Ahora llevábamos más de 2 años de novios y casi siempre venía a su pequeño departamento a unas calles de mi casa o él iba a mi casa, pero creo que visitaba más a mis padres que a mi, se llevaban bien.

Llevé mis manos al cabello de él tirando levemente y abriendo mi boca dejando escapar un sonoro gemido mientras sentía como había cambiado el ritmo de sus movimientos y lo miré fijamente, peonunciando su nombre en cada movimiento certero que me hacía saltar sobre sus piernas.

Estaba agradecida con la ventana de mi habitación por haberme conectado con él.


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