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𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐧𝐮𝐞𝐯𝐞

Dentro de todo, ¿cuál es la verdad?

Mi cabeza era un lío. Las imágenes me abrazaban en una fuerte ventisca, donde los gritos y bullicios se hacían uno solo. Restregaba mis ojos. Apenas podía levantarme de la cama como si hubiera puesto mi cuerpo al límite, pero no fue así, no pelee lo suficiente. Suspire gruesamente, no sabía que me estaba sucediendo, solo se que de un momento a otro, la debilidad se apoderó de mi. No fui así. Durante tres años, fue una de las reclutas más fuertes y hábiles que Keith Shadis pudo entrenar arduamente hasta las gotas de sangre que derrame. No sabía que significaba esto que sentía, el porque el peso en mis hombros no me dejaba caminar correctamente, solo se que dentro de todo, lo único que quería saber era la verdad de todo lo que aún no era capaz de entender. Estaba en ese comedor, sola. No había nadie, solo un gran vacío con un silencio encadenado a mi mente. Estaba en blanco, ya no estaba pensando en absolutamente nada. Solo estaba anonadada, recordando el frío que mi cuerpo sintió. No sé como lo había hecho, solo se que antes de que el capitán Levi me sacara hasta desmembrar los músculos del titán hembra, yo estaba envolviéndome junto a Annie en una cristalización de la que no hubiese escapado si no hubiera sido por él.

Apretaba los cubiertos, viendo la comida. No tenía apetito. Removí el plato, era menos favorable comer cuando me encontraba sola, con una mente al borde del vacío y un corazón hueco. ¿Verdad? ¿Mentira? ¿Debería abrazarme a una? Yo, ya no tenía idea de que debía hacer, pero tampoco quería que nadie me guiara hasta alguna. Mi cabello estaba suelto, desbordando aún los vendajes en mis mejillas por los días anteriores en la expedición número cincuenta y siete. Que pesadilla, el hecho de que el titán de Eren haya peleado en un fuerte combate contra el de Annie, a punto de quebrar una parte del muro y descubrir que sensatamente había un titán en el interior. De pensarlo, me daba escalofríos. ¿Me estaba volviendo loca? ¿Por qué me tapaba los oídos como si no quisiera escuchar nada, si había un gran silencio? Si, de seguro dentro de todo esto, enloquecería. No podía pedir una vida normal, pero si quería pedir una corta verdad que me hiciera entender absolutamente todo. De solo pensar en lo que estaba sucediendo y en lo que aún no habíamos descubierto, me atemorizaba. Lo único que realmente estaba agonizando mi interior, era el hecho de recordar que dentro del cuerpo de aquel titán hembra, yo vi algo que nadie más creería que pude haber visto. Esa mujer, ¿era ella la persona que me abandonó?

—Ainara, ¿estás bien?—levante mi vista, visualizando cómo Mikasa se adentraba al vago comedor, ella había destronado fríamente a Annie Leonhard, su acción derivó que ahora estuviese en cautiverio; el único problema no había sido eso, si no, que Annie dormía profundamente en una esfera cristalizada que creó a su alrededor.—Ainara.—me removí, ella se sentó aún lado de mi, me examinaba.

—Estoy preocupada.—expresé, evadiendo mis propios sentires mientras veía la cicatriz que Mikasa tenía en su lado izquierdo, se que Eren no deseó lastimarla ese día en la restauración del muro Trost, pero ni él mismo entendía el poder de su titán.—El capitán Levi está lesionado por su tobillo. Descubrimos que en el interior de los muros hay titanes y lo peor de todo, es que no sabemos porque Annie tenía intenciones de llevarnos a mi y a Eren con ella.—decía, sentida.

—Ainara, no estás bien.—musitó Mikasa, examinándome.—Luces, enferma.—artículo.

—Quizás me estoy volviendo loca.—esbocé cabizbaja, apenada de lo que Mikasa me dijo, pero ella llevó su mano a mi hombro de una manera muy delicada.—¿Crees que me estoy volviendo loca?—le pregunté, mirándola fijo.

—No.—denegó, apretando mi hombro en una caricia de consuelo.—Ainara, creo que aún estás abatida por la muerte de Marco.—sus palabras me tensaron, dejándome fría.—Has estado evadiendo el hecho de que el duelo aún te está esperando en la salida. Por eso estás débil. No has sido capaz de dividir tus emociones con la realidad, estás en el interior de una burbuja.—me decía, mientras que restregaba mis ojos.—No comes, no duermes bien. Tú resistencia física se debilitará. Se que te duele, pero no puedes culparte por lo qué pasó con Marco. Debes aceptar de una ves por todas que, no fue tu culpa.—me dijo, haciéndome colocar cabizbaja.

—Quizás, el hecho de culparme me reta a mi misma hacer lo que debí haber hecho cuando Marco me necesito.—musité, pero Mikasa negó.

—Marco no murió por tu culpa, Ainara. De ser así, todos tuvimos culpa en no haber estado ahí para él.—continuó acariciando mi hombro, mientras me hablaba de una manera sutil.—Sonara egoísta lo que diré, pero te necesito. No puedo proteger a Eren si no estás a mi lado. Somos un grupo, somos amigos. Después de todo, eres mi mejor amiga Ainara. Eres fuerte, ágil e inteligente. No eres débil, nunca lo has sido. Por eso, se que no estás bien. Lo noto en tu mirada perdida. Por favor, debes aceptar que Marco murió y por más que duela, él ya no volverá, pero tu, aún sigues aquí y puedes recordarlo. Si mueres, ya no podrás hacerlo.—fríamente sus palabras volvieron a golpearme con la realidad.

—Me acostumbre a estar sola cuando era niña. Rodeada de adultos que me cuidaban y protegían. Me fue siempre difícil encontrar personas de mi edad con las que compartir, hasta que los conocí.—musité, dándome cuenta de la bruma triste que había a mi alrededor.—No quería aceptar la ausencia de Marco, porque se lo que se siente sentirla de alguien a quien deseas cerca. Esto, solo son cadenas del daño colateral que causó el abandono de mi madre. Tengo miedo de perderlos, porque ustedes han sido quienes con el tiempo lograron hacerme sentir que no estaba sola.—dije, en un suspiro, para sentir como Mikasa estrechaba sus brazos.—Gracias.—le agradecí en cuanto me abrazó, la mayor parte del tiempo, ella era inexpresiva.

—No importa lo que pase. Yo siempre estaré a tu lado.—me dijo, mientras que miré el margen de la puerta del comedor, donde vi a Eren mirarnos.

—Si bueno, no enfríen la comida.—pidió Eren, caminando hacia nosotras para sentarse.

—¿Donde están los demás?—me pregunté, notando la extensa ausencia de nuestros compañeros.—No he visto a Reiner o Berthold. Incluso Jean no ha estado por aquí.—articule.

—Reiner, Berthold, Connie, Sasha, Ymir e Krysta están en el sur de la muralla Rose. Los tenían retenidos para observación. Aún no saben lo que ha pasado aquí.—expresó, comiendo vagamente.—Esto ha sido una maldita locura.—añadió.—No importa, seguiré avanzando.—murmuro.

Mire su semblante. Dentro de su mirada, yacía un sentimiento de rencor e impotencia. Eren Jaeger estaba sentido, la conmoción de una traición tan cerca que Annie provocó, lo ha dejado decaído. Sin duda, Eren pudo desarrollar una gran pelea en el campo de batalla contra ella, pero aún así, se nos escapó de las manos. Suspire gruesamente, no pude hacerlo, no pude comer. Deje mi rostro cubierto entre mis manos, me estaba comiendo por dentro, partiendo en mil pedazos y a penas, esto estaba empezando. Aún con la cabeza en alto, note cómo Mikasa se había ido. Solamente éramos Eren y yo, aturdidos y conmovidos por todo lo que había pasado en menos tiempo. Un titán en el interior del muro, una aliada convertida en enemigo. ¿Qué más podía suceder que nos pusiera en una situación similar o peor? No quería ni imaginarlo. Me destapé el rostro, viendo como Eren tampoco estaba comiendo, se quedó mirando algún punto fijo entristecido. Lo que más me dolía preguntarme era, ¿en que momento Eren empezó a dejar de sonreír? De ser impulsivo, aún podía ser más, pero de ser una persona llena de esperanza y hambre para acabar con los titanes, se estaba dando cuenta que ese ya no era un propósito con el que seguir.

—Eren.—le llame, notando como levantó su mirada y removió la cabeza, saliendo de sus pensamientos, pero un escalofrío me recorrió cuando sentí como si alguien me hubiese hablado en el oído; una suave vos se fue con el viento, un impulso me guió a la siguiente pregunta.—¿Puedo contarte algo?—él me miró con detenimiento, a sintiéndome.—Cuando Annie me capturó, tuve la rara sensación de que a través de sus ojos estaba viendo algún tipo de recuerdo. La primera ves que me sucedió, fue en la restauración del muro Trost, luego de tu transformación. Me brindaste algún tipo de recuerdo a través de los ojos... ¿de tu padre?—me pregunté en un tono bajo, veía a Eren mirarme afligido.—Ambas memorias me mostraron a la misma mujer. Me mostraron a Averly, mi madre.—le indique, Eren abrió sus ojos grandemente.—¿Tu crees que estoy volviéndome loca?—le pregunté rápidamente por su extenso silencio.

—¿Crees que Annie y mi padre conocían a tu madre?—se preguntó él, pensativo.—No creo que estés loca Ainara, lo que si creo es que eso sería una buena explicación de porque Annie quería llevarte con ella. Quizás, si pudiéramos hallar a mi padre, podríamos resolver este misterio. No importa lo que sea, te ayudaré.—musitó él, pero me quede en un vago silencio cuando sentía algo extraño.—¿Estás bien?—me preguntó, notándome tensa.

—¿Por qué siento que alguien nos está escuchando?—murmure en un bajo tono.

—Ainara.—Eren volvió a llamarme, me levante de la mesa para mirar atrás de mi, no había nadie, pero no dejaba de sentir lo contrario a eso.

—Chicos, siguen aquí.—levante la mirada, visualizando cómo Mikasa se adentró nuevamente a la cafetería, ella parecía abrumada.—Traigo malas noticias.—artículo, creando tensión para mi y para Eren, quien se levantó de una manera impulsiva, mirando a la joven que se crió como una media hermana para él.—Son los titanes, han atravesado el muro Rose. Tenemos que irnos.—expresó ella de manera calmada, pero su auditoría voz hizo que Eren y yo nos moviéramos.

—¿Qué estás diciendo Mikasa? ¿Acaso es en serio?—Eren la cuestionaba en medio de aquel pasillo, me di cuenta que debía ponerme mi uniforme, caminaba junto a ellos en la subida de las escaleras hacia nuestras habitaciones.—¡¿Como es que han logrado hacerlo?!—Eren decaía en la desesperación y confusión, mientras que yo intentaba mantener la calma como Mikasa.—¡No es posible! ¡Esto parece una pesadilla!—comentaba él alocadamente a mi lado.

—Armin.—levante la mirada en medio de aquel extenso pasillo, donde visualicé cómo Mikasa al rubio de azulados ojos dirigirse hacia nosotros, debía admitir que estaba muriendo por verlo.

—Lo he escuchado, los titanes han atravesado el muro Rose.—musitó en cuanto llegó hasta nosotros, él y yo nos miramos fijamente.—El comandante Erwin nos ha ordenado irnos con el capitán Levi, nos estarán esperando abajo.—indicó, por lo cual todos asentimos.

—¿Me he perdido de algo?—se preguntó Eren, notando la gran tensión entre Armin y yo, Mikasa no tardó en mirarlo de una manera fulminante.—¿Qué hago? No, ¿que estamos habiendo? Debemos ir a prepararnos.—musitó, intentando de buscar una forma de salida, eran muy obvios.

—Yo también iré a buscar algunas cosas. Nos encontramos abajo.—indicó Mikasa, yéndose detrás de Eren quien refutaba por lo bajo.

—¿Qué ha sido eso?—se preguntó Armin tembloroso por nuestra soledad, mientras que abrí la puerta de mi habitación para dirigirme a mis gavetas, donde estaban mis correas.—¿Estás bien? Luces como si estuvieras enferma.—musitó, me examinaba, yo me colocaba las correas y tan solo apenada denegué.

—Se que han estado hablando sobre eso, tú y Mikasa, pero estoy bien. Solo intento lidiar con la situación.—dije en un tono bajo, exhausta.

—No quiero que nada te pase. Solo me preocupo.—artículo, recostándose del margen de la puerta.

—Armin, ¿tú sabías que Annie estaba enamorada de ti?—le pregunté, un gran silencio se creó entre nosotros, uno que me hizo dudar de él.—Armin.—le llame, viendo como levantó la vista ante mi.

—Si.—afirmó, dejándome desconcertada.—Me lo dijo el día en que nos separamos para ir a las respectivas legiones que queríamos ir. Fue una referencia en su despedida, pero lo entendí.—hablo, de una manera honesta que aprecie, pero por alguna razón había sentido un celaje por eso.

—Entiendo.—musité, apretando las correas con fuerza.—Quizás por eso, hubo una pequeña rivalidad entre nosotras, todo este tiempo sabíamos lo que sentíamos por ti.—dije, viendo cómo Armin abrió sus ojos grandemente.

—¿Tú también sentías algo por mi?—me preguntó, abrí otra gaveta, recogiendo aquel pañuelo que metí en el interior de mi bolsillo.

—Si.—musité, girándome para ver cómo Armin fruncía el ceño.—Por eso te bese.—articule.—Vámonos.—le pedí, pasando por su lado para salir fuera, caminando junto a él en esos pasillos.

—¿Y yo era el mentiroso?—su tono de voz dictó una frialdad que no reconocí, me giré para verle detenidamente.—Así que todo este tiempo, nos queríamos sin saberlo.—añadió, apenado.

—¿Me quieres?—le pregunté, mirándolo fijamente y como sus ojos parecían brillar.

—¿Qué si te quiero?—me preguntó, apretando mi brazo para hacerme detener en seco frente a él.—¿Lo dudas?—me cuestiono, la suavidad en su voz era una melodía que calmaba mis oscura tensión, pero en si, Armin rozó mis labios con los suyos de una manera suave y dulce en la que no pude evitar volver a cruzarlos.

Me distancié de él, notando rubor en sus mejillas. Armin era tierno, el hecho de que fuera tan suave y sutil, lo hacía parecer un alma genuina. No era hostil, la manera en la que analizaba las cosas y buscaba formas de repararlas, era increíble. Camino a mi lado, nuestras manos rozaron con suavidad haciéndome sentir un escalofrío. ¿Así se sentía el amor? Lo miré de reojo, sus facciones, su cabello rubio que decaía en su rostro era hermoso, pero más hermoso era ver cada una de sus expresiones. Le intimidaba, lo sabía porque me miró de reojo sabiendo que le examinaba. Aún exhausta e abatida por mis emociones, no pude evitar sonreír de lado. Me hacía sentir en una nube, el hecho de despertar y tenerlo en mi mente, era un presagio del que no quería escapar. Armin y yo salimos juntos hacia afuera del cuartel, donde pudimos ver cómo Eren y Mikasa nos esperaban. Ellos nos miraron e examinaron, pero ver en el rostro de Eren esa sonrisa reconfortante, me hizo entender que sin importar cuán abrumador fuera para él una situación, siempre estaría feliz por las personas que quería. Él era mi amigo, uno de mis mejores amigos. Quería a Eren demasiado y yo, no me imaginaba una vida sin él. Incluso después que se fue, no pude superar el hecho de que ya no estuviera.

—¿Por qué romperían el muro los titanes?—se preguntó Armin, aún lado de nosotros.

—No es la primera vez, ellos rompieron el muro María para entrar a nuestra ciudad.—musitó Eren, caminábamos hacia una de las carretas vacías, los soldados estaban de un lado a otro, sosteniendo antorchas y suministros.

—Solo derribaron la puerta de la ciudad, nada más.—musitó Armin, infiriendo con Eren.

—Oye Armin, ¿en qué estás pensando?—se preguntó Mikasa, nos detuvimos en seco, mirándolo con detenimiento, él pensaba.

—En que los muros no tienen espacios abiertos entre las piedras, ni tampoco alguna grieta, nadie sabe cómo levantaron los muros.—expresó él, haciéndonos analizar a su manera.—¿Y si se construyeron a partir de titanes petrificados?—preguntaba, mirándonos.—Tal y como hizo Annie, es probable que sea una cualidad genérica.—culminó en detallar, dejándome pensativa al igual que a Eren y Mikasa.

—¿Titanes en los muros?—se preguntaba Eren, quien sabía que eso ya no sería sorpresa.

—Yo, no lo veo muy ilógico que digamos.—musité, pensando más allá de lo que Armin dijo.—En ese caso hay una pregunta más a fondo, ¿por qué habrían titanes en el interior del muro?—esclarecí, viéndoles mirarme fijamente.

—Siento el retraso, los preparativos nos han entretenido.—desviamos la mirada, visualizando cómo Hange nos saludaba, dirigiéndose a nosotros con el capitán Levi, quien iba formalmente vestido, acompañado de un sacerdote.

—Papá.—me adelante, pasando aún lado de los soldados que irrumpieron mi andar hacia mi padre, quien distanciándose de la capitana Laia, se acercó a mi mirándome.—¿Es cierto que los titanes han roto la muralla Rose?—le pregunté, él llevo su mano a mi hombro, bajando a mi altura.

—Erwin, prepare a los soldados para partir.—indicó Laia, quien pasó por mi lado palmeando mi palma, se veía más calmada que la última ves en que hablé con ella, aunque en si, su semblante seguía igual de decaído e entristecido.

—Papá, ¿es cierto?—volví a preguntarle, queriendo prepararme para la situación.

—Es lo que se nos informó. Dentro de todo, no sé cual sea la verdad. Aunque debo preguntarte algo.—me miró con detenimiento, haciéndome helar.—Ainara, ¿hay alguien que conozcas que provenga del mismo lugar que Annie Leonhart?—abrí mis ojos grandemente ante su pregunta.

—Maldita sea.—fue lo único que musité cuando recordé quienes eran las dos personas que provenían del mismo lugar que Annie Leonhart.

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