𝐏𝐫𝐨́𝐥𝐨𝐠𝐨
Me encontraba junto a mis padres sentados en silencio, mi padre se veía bastante tenso y molesto, hace unas horas nos habían informado que la empresa estaba en problemas, pero no sabía hasta qué punto y ahora esperábamos a Daniel, al cabo de algunos minutos la puerta se abrió dejando ver a mi hermano mayor, él me miró seriamente yo hice lo mismo.
Daniel: Artemisa —saludó con la cabeza.
Artemisa: Hola Daniel —saludé seria.
Padre: Hasta que llegas —soltó molesto—. ¿Dónde estabas?
Daniel: Fui a dejar el auto al taller porque necesitaba algunas reparaciones —respondió serio—. ¿Me van a decir que sucede? ¿Y por qué me buscaban con tanta urgencia?
Madre: Pregúntale a la estúpida de tu hermana —soltó fríamente haciendo que la mirara molesta.
Artemisa: ¿Disculpa? —la miré incrédula— ¿Ahora me vas a echar la culpa? —me levanté de mi lugar.
Padre: Artemisa siéntate —ordenó seriamente.
Artemisa: ¿Y dejar que mi madre me hable como si realmente fuera la responsable? No padre... tú y yo sabemos que de no haber sido por ella no estaríamos en esta situación —recordé molesta.
En ese momento mi madre iba a decir algo, pero la miré sin ninguna expresión en mi rostro haciendo que ella bajara la mirada intimidada.
Daniel: ¡Ya díganme! —habló con irritación—. ¿Qué carajos ha sucedido?
Padre: Estamos en la quiebra Daniel —soltó de golpe.
Daniel: ¿Qué? —nos observó incrédulamente—. Esto debe ser una broma.
Artemisa: No, no lo es —lo miré seria—. Mamá invirtió en quien no debía porque ese tipo nos estafó y ahora la empresa de nuestros padres está arruinada.
Madre: Pero hay una forma —me miró—. Arte tus empresas son más fuertes que...
Artemisa: ¿Acaso quieres que salvé a su empresa? —la miré fríamente—. No, estoy harta de que siempre que me buscas es para que te salve el culo.
Padre: Artemisa —reprendió.
Artemisa: No padre —comencé a caminar hacia la entrada—. Mi madre tiene que aprender que ahora tiene que aceptar que cometió su error —abrí la puerta y me detuve—. Ahora tiene que enfrentar las consecuencias.
Madre: ¡Eres una maldita malagradecida! ¡Te dimos todo ¿Y así nos lo pagas!? —gritó furiosa haciendo que me detuviera en seco.
Artemisa: Siempre los he salvado cuando se meten en problemas —la miré fríamente— ¿Ahora soy una malagradecida? Bien... entonces me portaré como una realmente —respondí haciendo que ella me mirara con sorpresa.
Sin mirar a nadie más salí de ahí bastante molesta, mi madre y mi padre siempre solían menospreciarme, pero claro, siempre que están en problemas Artemisa siempre tiene que ayudar... pues está vez no.
xx: ¡Artemisa espera! —la voz de mi hermano captó mi atención—. No tienes que comportarte así con ellos.
Artemisa: ¿Te pondrás de su lado después de todo lo que ha pasado estos años? —lo miré incrédula.
Daniel: No me refiero a eso... hubieras sido más suave con ellos.
Artemisa: Ellos solo me buscan cuando están en problemas... —apreté los puños—. Cuando ellos están bien, nunca se atreven a llamarme... siquiera para preguntar si estoy bien.
Daniel: Ellos no son así —me miró serio—. A mí ellos siempre me llaman y me preguntan como estoy.
Artemisa: A ti al menos te quieren —murmuré dolida—. No seguiré discutiendo esto.
Me alejé de él y me monté en el auto, sin esperar respuesta aceleré en cuanto las puertas se abrieron, salí y comencé a manejar, mis pensamientos estaban hechos un gran lío ¿Cómo podían ser así mis padres? Era odioso toda esta situación... el sonido del Claxon hizo que levantara la mirada, un trailer había cambiado de carril y venía hacia mi dirección, en eso la luz blanca me cegó y sentí un fuerte impacto.
Como pude me levanté y salí del auto... me sentí aturdida, no escuchaba nada más que un pitido a lo lejos y solo veía borroso... fuego desprendía de aquel trailer y de ahí explotó haciendo que la saliera disparada nuevamente y caer en la oscuridad.
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