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Capítulo 08

En la mayoría de las veces; la familia, amigos o incluso personas ajenas a ti, se encargan de llenar tu mente de palabras que te hacen sentir culpable, y así convencerte de que fuiste merecedor de cada golpe, cicatriz, e hiriente palabra por parte de aquella persona que creías que te amaba.

Algo hiciste para que te golpeara.

Seguramente estás exagerando.

Él no se ve como un golpeador.

Quizás merecías que te diera una reprimenda, para eso es tu pareja.

Solo no lo hagas enojar, y obedécelo, es tu deber como su pareja.

No exageres, es un pequeño golpe. Además, seguramente te lo merecías.

Debes volver con él, no puedes abandonar a la persona que te ama.

Ese golpe seguramente le dolió más a él que a ti.

Esas voces se reproducen como bucle, y como si no tuvieses suficiente; la voz de aquel ser que te lastimó, llega a tus recuerdos y te hace sentir aún más miserable.

No quería golpearte, pero es que me provocas.

Tu solo aprendes a los golpes.

Es una bofetada, no hagas escándalo por un poco de sangre.

Cállate y ve a cumplir con tu deber como mi pareja.

Ni se te vaya ocurrir ir a quejarte con esas amistades tuyas, esto es cosa de pareja.

Te encanta hacerme enojar, esto que va a pasar ahora es por tu culpa, ¿entiendes?

No se imaginan el daño que hacen al escupir tales palabras. Solo logran hundir aún más a un ser que solo deseaba ser escuchado. Y ahora tiene aún más miedo de contar todo por lo que ha pasado.

La atormentada mente se llena de preguntas que hacen dudar si en verdad pueden confiar en qué no serán tratados como si ellos fueran los que golpearon, destruyeron, gritaron y silenciaron.

Es difícil dar ese paso de confianza, tu corazón te ataca con latidos tan fuertes que no escuchas la voz de aliento para arriesgarte de nuevo.

Solo quieres ser escuchado, que te abracen y te apoyen. Aunque sea que no te juzguen, solo anhelas liberar esa presión que sientes al tener guardado tanto dolor.

Pero fueron tantas las veces en que te señalaron como el culpable de las acciones de tu verdugo, que es casi imposible sentirse seguro de relatar todo tu infierno.

Una vez, una sola persona, aunque sea una sola, una oportunidad de que te escuchen. No hay necesidad de que te digan nada al respecto, solo necesitas ser escuchado. Sin miradas que te juzguen.

— Y eso fue por lo que pasé. — Apretó sus labios reteniendo el sollozo que amenazaba por salir. — ¿Piensan que... yo... lo...?

La pareja se miró sin entender lo que quería expresar el contrario, se alarmaron al ver como grandes lágrimas iniciaron a caer como en cascada; recorriendo las mejillas del omega.

— ¿Qué pasa? — Cuestionaron al unísono.

La imagen que les dejaba ver aquella pantalla del computador los hacía sentir como los peores amigos. Aquellos ojos ahogados en lágrimas; lastimaban el corazón de la pareja.

Debieron estar con él, volver cuando vieron que algo no marchaba bien con su amado osito. Pero no podían devolver el tiempo.

— TaeTae... — Llamaron dulcemente sin saber qué hacer.

— Chi-chicos... mis mosqueteros...

Sorbió su nariz y limpió sus lágrimas.

— Osito, no llores, te lo suplico. — Deseó poder teletransportarse para poder abrazar a su alma gemela. — Min, haz algo, por favor.

— ¿Van a decirme que debo volver con MinJoon? — Sus ojos les suplicaba una respuesta que no lo lastimara.

— Miel... — Observó a su pareja. — TaeTae, no...

— Fui un mal omega, ¿Verdad, Mimi?

— ¿Por qué dices eso? — Abrazó a su pareja. — Yoonie, necesito abrazarlo.

— TaeTae, no digas eso, jamás te diríamos algo como eso.

— ¿Por qué no? Eso es lo que escuché las pocas veces que tuve el valor de abrir mi corazón, y decidí contar lo que me sucedía; para al menos recibir un abrazo. — Los miró, y en aquella mirada la pareja observó que la pequeña luz que vieron al inicio de la llamada se apagaba. — Pero solo recibí apoyo hacia el causante de mi dolor.

— Jamás serías merecedor de un trato como el que aquel imbécil te dio.

— Osito, mírame, aquí está tu alma gemela. — Pidió acercando su rostro a la cámara. — Esas personas no tenían ni la más remota idea de la cantidad de estupideces que te dijeron.

— Si no fui yo el que fallé, entonces... ¿Por qué me lastimó tanto?

— TaeTae, tu no fallaste en nada, eres el omega perfecto, tan perfecto como Jimin...

— Mi osito, ese hombre te lastimó porque es un salvaje, un animal que no supo cuidar y apreciar al precioso tesoro que encontró.

— Los extraño. — Dejó caer su rostro sobre el escritorio. — ¿Ustedes creen que me pueda recuperar?

— Nosotros a ti, tan pronto arreglemos los asuntos de nuestro trabajo, volveremos a ti. — Expresó Jimin intentando mantener estable su voz.

— ¿Y lo dudas? — Entrelazó sus falanges con las de su pareja. — TaeTae, nuestro osito cariñosito y hermoso va a volver a brillar como el sol al amanecer, sus hermosos rayos representados en esa sonrisa; deslumbrarán a todo aquel que lo vea.

TaeHyung levantó la mirada del escritorio y recostó su espalda en la silla.

— No quiero deslumbrar a nadie, corro peligro de que me lleven a un pozo lleno de soledad y dolor.

— Por ahora dejemos en que nos deslumbraras a nosotros. — Expresó Jimin.

— Sobre todo a mí, y así me harás dudar de si en verdad mi destinado es el que dice ser tu alma gemela.

— ¡Min Yoongi!

— ¿Qué? Te he dicho que Tae es mi osito destinado...

— Hoy duermes en la sala, gato ojo alegre.

— Miel, era broma, ¡broma!

— Viste mandarino, ahora hasta en abstinencia te dejara Mimi. — Expresó divertido al ver la escena.

— Shh, shh, no le des ideas.

— No se me había ocurrido. — Jimin dibujó una sonrisa traviesa.

— ¡Ay no! TaeTae me condenaste. — Dramatizó.

— Abstinencia por tiempo indefinido. — Expresó haciendo movimientos con sus manos, atando cadenas imaginarias alrededor de su cintura y pasando por la pelvis. — ¡Ay nooo! Min, se me perdió la llave del candado. — Dijo arrojando el objeto imaginario.

— ¡Tae! Mira lo que hiciste.

— ¿Yo? Soy inocente. — Se carcajeó al ver como Min se arrodillaba y buscaba la llave imaginaria.

Continuaron con su charla en donde la pareja se centró en hacer sonreír a su amigo. Intentaron ocultar el dolor y rabia que sentían al escuchar como la voz de TaeHyung se quebraba al pedirles perdón por no contarles antes, y por haberles mentido por tanto tiempo.

Palabras llenas de cariño fueron la respuesta a aquellas disculpas.

Le dijeron hasta el cansancio que no debía pedir perdón, que él solo debía pensar en volver a reír, y ser sexy, como solo Kim TaeHyung sabía serlo.

— Oye, tú, osito causante de que vaya a estar en abstinencia.

— Que yo no hice nada. — Se cruzó de brazos. — ¿Qué pasó?

— Min... búscate que también te ponga en abstinencia de mis besos.

— ¡¿Por qué castigas a tu mandarino?! — Dejó caer su cuerpo en el piso. — Mira Tae, tu alma gemela es muy malo conmigo.

— No puedo verte, mandarino dramático. — Min se levantó. — Ahora sí... — Sonrió.

— Deja de jugar, y pregunta lo que queríamos saber. — Regañó Jimin.

— Te hace falta sexo para apaciguar ese genio.

— ¡Mosqueteros! — Cerró los ojos. — No quiero ver sus besos de lengua. — Exclamó al ver el intercambio de saliva de sus amigos.

— Ya, lo dejamos para después. — Informó Min. — TaeTae... — El omega abrió los ojos. — Nos dijiste que tu apartamento está en venta... entonces, ¿Dónde estás viviendo?

TaeHyung movió rápidamente sus labios. Sonriendo inconscientemente, y presentando un brillo deslumbrante en sus ojos.

— Estoy viviendo con JungKook...

— ¿JungKook?

— Osito, ¿no me digas que es ese JungKook? — Inquirió Jimin recordando al chico que conocían con ese nombre.

— ¿Pues cuál más? — Expresó recargando sus codos en la superficie y apoyando su mentón en las palmas de sus manos. — Jeon JungKook, el alfa de la universidad...

— ¡¿Cómo llegaste a vivir con ese Jeon JungKook?! — Exclamaron al unísono.

— Pero no griten que me asustan.

— ¿Por qué te asustan, bonito?

Jeon ingresó al despacho, y posó su mentón sobre el hombro del omega.

— Ay, carajo, sí es ese JungKook.

— Pero se los acabo de decir. — Puchereó, y JungKook sonrió al ver ese gesto que últimamente veía más seguido.

— Hola Jimin, ¿Por qué pronuncian tanto mi nombre? — TaeHyung volteó su rostro para encarar al alfa. — Cariño, lloraste... ¿Por qué lloraste? — Acarició las mejillas del omega, y observó aquellos ojos rojizos. — ¿Qué le hicieron a mi bonito?

— ¿Tu bonito? — Min lo miró entrecerrando los ojos.

— Hola Min... — Le devolvió la mirada al alfa. — ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué me mencionan tanto? ¿Y por qué me ven como si fuera un bicho raro?

— ¿Está mal que viva con el galleto? — Inquirió temeroso al ver las expresiones de sus amigos.

— ¿Cómo que galleto?

— Alfa, no preguntes nada más, deja que Tae nos cuente bien.

— ¿No puedo vivir con el galleto?

— ¿Por qué no puedes vivir conmigo?

— Aquí nadie dijo nada de eso. — Aclaró Jimin. — Es solo que nos sorprendió que seas tú el que está ayudando a nuestro osito...

— Ya entendí, aún no hablan de cómo fue que la Diosa Luna me envió a un dulce ángel con sus alitas lastimadas.

— Amor, ¿no se te hace que están muy cerca? — Inquirió Min en voz baja.

— No. Para nada. — Contestó sonriendo. — Míralo, apenas ingresó ese alfa, y su rostro cambió por completo.

— Oigan, es de mala educación secretear en una videollamada.

— Lo sentimos, TaeTae.

— JungKook, ¿necesitas tu espacio?

— No. Solo vine a decirte que se me olvidó la harina para la torta. — Le besó la mejilla.

— ¿La olvidaste en el auto o en el supermercado?

— Ahí es donde no sé. — Rascó su cuello y sonrió.

— ¿No olvidaste nada más? — Alargó su mano para jugar con un mechón azabache.

— Miel...

— Shh, Yoonie, déjame analizar lo que está pasando con esos dos.

La pareja los observaba expectantes.

— Ya que lo preguntas...

— ¿Qué no encuentras?

— Los duraznos...

— ¿Cómo puedes olvidar los dos ingredientes más importantes para el postre?

— Es que venía pensando en que hoy será el inicio de las citas terapéuticas para un bonito y dulce omega...

— ¡¿Citas?! — Gritaron a través de la pantalla.

— ¡Mosqueteros! — Gritó justo después de levantarse de un salto, y separarse de JungKook.

— Yo voy a ver dónde dejé esas cosas.

— Jeon... — Llamó Min.

— Fue un gusto volver a verlos. — Realizó una reverencia. — Si necesitan hablar conmigo sobre la estadía de mi bonito; pueden llamarme cuando quieran. — Se acercó al omega. — Ya vuelvo. — Un beso fugaz fue depositado en la cabellera rubia. — Por favor cuiden muy bien de mi bonito... y no lo hagan llorar. — Entrecerró los ojos.

— ¿Y este por qué nos mira así?

— Ay alfa, déjalo.

— No tardes, sálvame del interrogatorio que me harán estos dos.

— Si se ponen intensos... — Los miró sonriente. — Así casualmente se te puede resbalar tu hermoso dedito en el botón de apagado del computador.

— ¿Qué demo...?

Jimin cubrió la boca de su pareja.

— Entendido, galleto.

— No lo ves, amor... míralo. — Sus ojos observaron a su amigo. — Tiene ese brillo, ese que no veíamos desde la universidad. — Le susurró.

— Min, Park, hablaremos cuando quieran. Mi bonito les dará mi número de celular.

JungKook salió, dejando un rastro de su aroma como barrera en aquel despacho. TaeHyung inhaló profundo, y cerró los ojos para perderse en la fragancia.

— ¿Nos vas a contar que es todo esto?

TaeHyung abrió los ojos y observó aquella pantalla, sus amigos tenían una cara de confundidos que no podían con ella.

— Como les estaba contando, MinJoon me quiso llevar de nuevo con él, pero JungKook apareció y me ayudó...

La pareja escuchó sin interrumpir, atentos al relato de su amigo, se dieron cuenta que el infierno aun atormentaba a su osito. Al parecer JungKook no representaba peligro para TaeHyung, al contrario, era su seguridad.

Min recordó todas las veces que divisó a aquel alfa observando a su amigo. Y su lobo le sugirió que bajara la guardia con Jeon. No era necesario decirle todo lo que pensó cuando escuchó que vivían juntos.

Jimin agradeció a la Diosa Luna por haber puesto en el camino de TaeHyung a JungKook.

Esta vez no sintió esa punzada que lo atacó cuando vio a MinJoon como pareja de su amigo.

El brillo que vio en los ojos de JungKook cuando le hablaba a TaeHyung; y la respuesta de aquella mirada que se reflejó en el rostro del omega, le hizo pensar que quizás aquel alfa sería un escalón muy importante en la escalera de la búsqueda de la felicidad de su alma gemela.

— ¿Dos meses?

— Sí, mandarino, ese el tiempo que llevo viviendo con JungKook.

— ¿Y por qué hasta ahora nos llamaste?

— Mimi. — Sus ojos se tornaron acuosos. — Es que estaba demasiado maltratado, y no quería que me vieran de esa manera. Además necesitaba fuerzas para contarles todo.

— Entiendo, pero por favor no llores...

— ¿Llorar? — A pasos rápidos se acercó al omega. — ¿Por qué mis ojitos de chocolate están invocando lágrimas? — Acunó las mejillas, y giró su rostro observando la pantalla. — Les dije que lo cuidaran...

— ¿Ojitos de chocolate?

— Bonito, así son tus ojitos, color chocolate con destellos de caramelo muy dulce...

— Jeon, nosotros...

— Lo sentimos, casualmente se me resbalará el dedo y se apagará el computador...

Estiró la mano hacia el aparato.

— No seas grosero. — Exclamó Min.

— Galleto, no hagas eso.

— Estoy jugando. — Le besó la frente. — Pero ustedes dos... — Les gruñó. — ¿Podrían ayudarme a que el dulce caramelo de mis ojitos de chocolate no se torne amargo?

— ¡JungKook! No digas esas cosas que...

— Te sonrojaste, estás tan rojito como las fresas que... ¡Ay por mi lobo!

— ¿Qué pasó?

— Creo que dejé quemándose el caramelo de fresa que estaba haciendo. — Dirigió sus pasos a la salida. — Bonito, creo que tendremos caramelo al carbón. — Despeinó sus cabellos. — Te veo cuando termines tu videollamada.

— Adiós Jeon. — Expresó Min conteniendo la carcajada al ver como se estrelló con el umbral de la puerta.

— ¿Estás bien? ¡JungKook!

— Sí, bonito, solo me perfilé la nariz. — Respondió a lo lejos.

Jimin no pudo evitar reírse a carcajadas, las cuales fueron acompañadas por Min, y TaeHyung se contagió del ataque de risa.

Unos minutos después; TaeHyung se encontraba despidiéndose de sus amigos, prometiéndose llamarse más seguido.

— Disfruta tu cita terapéutica.

— No es una cita, esas son ideas locas del galleto.

— Cita o no, TaeTae, disfruta de los momentos dulces que te regale ese alfa. — Sugirió Min.

TaeHyung asintió en silencio, recordando los pequeños detalles que JungKook ha tenido con él. Los desayunos en la cama; en donde le da cada bocado en sus labios. Las noches en donde lo abraza hasta que se queda profundamente dormido, incluso aquellas ocasiones en donde preparan la cena juntos, y terminan con un desastre en la cocina.

— Los quiero un montón, hablamos luego. — Colgó, guardando en su mente la imagen de sus amigos. — Bueno, hora de ir a ver qué planeó ese dulce alfa.

Caminó nervioso hacia la cocina. No entendía por qué su corazón latía tan fuerte. Lo que harían esa noche no era nada de otro mundo, solo cocinarían.

Quizás se sentía extraño porque JungKook le había dicho que a partir de esa noche, tendrían un día en especial para hacer cosas que lograran sacarle sonrisas.

Sus noches de citas terapéuticas.

Una manera de llamar al plan del alfa para que TaeHyung perdiera poco a poco el miedo de volver a hacer las cosas que le gustan; y que MinJoon se encargó de prohibirle.

Primera cita: cocinar el postre que más le gustaba a TaeHyung. Una torta de tres leches con relleno de duraznos y cubierta de caramelo sabor a fresa.

Postre que estaba totalmente prohibido para el omega, porque según aquel alfa lo iba a engordar y además a él no le gustaba.

— Bonito. — Su mirada se centró en el omega que se adentró a la cocina. — Tengo todo listo. — Caminó hacia el rubio, lo abrazó por la espalda, y se posicionaron frente al mesón. — Sí se me quemaron las fresas, quedaron negras como el pelaje de mi lobo.

— Pff, ¿Qué cosas dices? — Se carcajeó.

— Es que mira... — Señaló el sartén donde estaban las fresas. — Negras, muy negras.

— Es un bonito negro si se asemeja al tono del pelaje de tu lobo.

Desvió la mirada, intentando controlar el sonrojo que tintaba sus mejillas.

Le parece bonito mi pelaje.

El lobito brincó eufórico, y el lobo de TaeHyung aulló al sentir la alegría del azabache.

JungKook imaginó el bonito color rosa que estaría en aquellas mejillas. Últimamente aquella tez se pintaba de preciosos tonos; rosa o carmesí. Un efecto secundario de las palabras que salían de los pomposos labios, y cuando el omega se daba cuenta de lo pronunciado, se avergonzaba. Logrando que el alfa sintiera un acogedor calor en su corazón.

— Galleto quemador de fresas, vale por dos... — Le colocó el mandil. — Y menos mal se me había ocurrido traer muchas más fresitas; por si las vuelvo carbón otra vez.

TaeHyung se volteó encarando al alfa, deslizó sus manos hasta llegar a la espalda baja y apretó los tirantes del mandil.

— Tratemos de no quemar nada. — Enredó sus brazos alrededor de la cintura.

— ¿Pero podemos hacer guerra de harina?

— No. — Recargó su rostro contra el pecho. — Quiero comer mi postre, y no vamos a desperdiciar harina.

JungKook acarició los rubios cabellos, besó la frente y lo abrazó fuerte.

— Manos a tu postre.

— ¿Podré comer todo el que quiera?

— Es para ti, y es nuestra cita terapéutica. — Acunó las mejillas.

— Le agregaremos ralladura de chocolate. — Informó con sus labios abultados a causa de la suave presión que realizaba el alfa en sus mofletes. — También quiero que tenga algo que a ti te gusta.

A mí me gustas tú.

— ¿Puedo?

— Por su puesto. — Juntó sus narices en un besito esquimal. — Lo que mi bonito quiera agregarle a su postre, mi bonito lo obtendrá.


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