Parte 1/2
Una y otra vez. Chaeyoung picaba la mesa de su ordenador con la punta de su bolígrafo sin tinta, una y otra vez.
Debería estar arreglándose o ayudando a las damas de honor o, mejor aún, verificando que todo estuviera en orden y en perfecto estado para aquel gran día.
Sí, aquel día su hermano contraería nupcias.
Pero no. Su mente vagaba hacia todos lados y lugares posibles con el único propósito de evitar un solo pensamiento. O mejor dicho, evitando pensar en ella: Su adorada Mina, la chica de sus sueños, el amor de su vida.
No obstante, se permitió pensar en ella una vez más ya que a partir del siguiente día no podría hacerlo más, no sin sentirse culpable por ello.
Ese día Mina se convertiría en la esposa de su hermano.
Todo comenzó hace tres años, cuando su hermano mayor, Sehun, llevó a su novia a casa de sus padres.
—Papá, mamá, quiero presentarles a alguien. Ella es Mina, mi querida novia.
—Mucho gusto. Soy Myoui Mina —Se presentó la joven de rasgos japoneses haciendo una acentuada reverencia.
Los señores Son casi saltaron de la alegría. Su hijo siempre se había caracterizado por ser un un chico bastante ocupado y aplicado en sus estudios, razón por la cual esto los había tomado por sorpresa, pero una muy agradable sorpresa. No lo pensaron dos veces y saludaron y abrazaron a la muchacha.
—Gracias por todo el afecto —Sonrió agradecida la joven por la cálida bienvenida.
—Qué muchacha tan educada y encantadora —La halagó sin dudar la mujer mayor.
Al parecer Mina había conseguido una buena impresión.
La vibra del momento era espléndida y eso que los padres de Sehun recién acababan de conocer a la muchacha y viceversa. Aquello era algo bueno, ¿no?
La madre de Sehun los invitó a sentarse y se dirigía a la cocina por un poco de té hasta que su hijo le habló.
—Mamá, ¿Chaeyoung está en casa?
—Ah sí. Esta niña... ¡Chaeyoung, baja ahora mismo! Debe estar durmiendo.
Y sí, la nombrada efectivamente estaba durmiendo pero escuchó el llamado de su madre. Cinco minutos después, bajaba lenta y perezosamente las escaleras, despeinada, sobándose los ojos y... en pijama.
—Mmm... ¿Por qué gritas, mamá? —Preguntó somnolienta al bajar los últimos escalones.
—Chaeyoung —Esa voz...
—¿Sehun? ¡Sehun! —Chaeyoung literalmente corrió a abrazar a su hermano cuando salió de su estado de adormilación— ¡Te extrañé, tonto!
—Y yo a ti, hermanita —El abrazo era tan ansiado por parte de ambos que a Sehun le costó interrumpirlo, pues quería incluirla a su propip momento de festejo también—. Chae, quiero que conozcas a alguien —La menor lo miró confundida—. Ella es mi novia Mina.
Chaeyoung recién se percataba de la presencia de aquella desconocida. Si no fuera por Sehun, probablemente la hubiera pasado de largo.
Mina, por su parte, la miró a los ojos y sonrió.
Desde ese mismo momento, con sus dieciocho años, Chae lo supo. Esa era la chica más bella del mundo con la sonrisa más hermosa de la galaxia entera.
Se mantuvo hipnotizada por un breve momento, aunque para ella fue como si se hubiera detenido el tiempo. No oyó nada ni a nadie durante esos segundos, solo el latido de su propio corazón.
—Chae, ¿estás bien? —Le preguntó su hermano sacándola de su trance. La nombrada solo asintió— Mina, ella es mi hermana Chaeyoung de la que tanto te hablé.
—Mucho gusto, Chaeyoung —Saludó Mina ofreciéndole su mano derecha para estrecharla pero la menor se inhibió, se sintió avergonzada de repente. Aquella linda chica bien vestida y ella en pijama. Se escondió tímidamente detrás de sus padres y le envió un saludo en el aire.
—Discúlpala por favor —Añadió su madre con cierta vergüenza—. La educamos bien pero... esta niña es todo un caso.
—No digas eso mamá —Sehun objetó en defensa de su hermana.
Chae se quedó mirando sus pies en silencio. Ya estaba acostumbrada al menosprecio de sus padres, siempre supo que cuando la tuvieron esperaban otro varón. Pero nació ella.
Horas después, todos hablaban y reían alrededor de la mesa ratona de la sala de estar mientras bebían el té. Bueno, todos excepto la menor de los Son. Mantenía sus ojos fijos en su pequeña taza. No había probado ni una gota pero le gustaba sentirse parte de la reunión.
De vez en cuando le echaba un ojo a Mina y rápidamente volvía su vista al té. Su sonrisa, apenas la había conocido hace un par de horas y ya estaba encantada con ella. Decidió verla una vez más pero no contó con la mirada de Mina puesta sobre ella. Sus ojos se encontraron y se sintió hipnotizada nuevamente por ella.
¿Qué clase de hechizo era este?
Sus pensamientos fueron obstruidos por el tono de llamada de su teléfono. Luego de un debate interno, contestó.
—Chaeyoung, ¿sigues en casa?
—Eh... Sí.
—Yo sigo en la casa de los tíos. Me pondré el traje y me veré lo mejor posible —Se oía tan contento y entusiasmado—. ¿Mina está contigo?
"Mina".
Escuchar su solo nombre le dolía.
—No. Está en la otra habitación, sus amigas la están ayudando con el vestido y eso.
—¿Chaeyoung, estás bien? Te oigo un poco...
—Estoy bien —No, sentía que estallaría de la locura en cualquier instante—. Es solo que... no pensé que este día llegaría.
—Ni yo pero aquí estoy, a un par de horas de casarme —Su risa reflejaba pura alegría y, claro, un poco de nervios. Era natural, era joven y se casaría. Y Chaeyoung quería con todas sus fuerzas sentirse feliz por él—. Gracias, Chaeyoung —Soltó de imprevisto.
—¿Por qué me agradeces?
—Siempre has estado para mí. Siempre me has escuchado y entendido cuando nuestros padres no lo han hecho.
—Ese has sido tú.
—Siempre serás mi hermanita y siempre podrás contar conmigo para lo que necesites.
—No... —Su corazón se apretujó. A Chaeyoung nunca le gustaron las charlas sentimentales y menos las charlas de hermanos, o al menos no desde que la conoció a ella, porque la culpa la ensordecía y le gritaba su conciencia—...digas eso.
—Jaja. Te quiero, hermana.
—Y yo a ti.
—Oh, debo apresurarme. Llámame por favor cuando lleguen a la Iglesia.
—Sí.
Miseria.
Ahí se hallaba a sí misma.
Colgó y se vió en el espejo.
—Yo también te quiero hermano. Pero me enamoré de la mujer equivocada.
Los días pasaban como pájaros en el cielo. Mina iba seguido a la casa de los Son, con Sehun o solo de visita. En más de una ocasión trató de entablar una plática, una charla amistosa con Chaeyoung pero ésta siempre buscaba la manera de evadirla. Se escapaba tanto de ella que la japonesa terminó por convencerse de que no le agradaba así que dejó de ser "insistente".
Pero no, Chaeyoung se sentía débil al lado de Mina y no quería que ella lo notara, por eso prefería mantenerse lejos.
Sin embargo, las cosas dieron un gran giro para la menor el día de su cumpleaños.
Chae no esperaba una fiesta o algo por el estilo, ni regalos o un enorme pastel. Lo que sí deseaba, cada año en esa fecha, era la presencia de alguien en casa, alguien que la esperase para felicitarla o simplemente para hacerle compañía en su día.
Cuando volvió del colegio la casa estaba vacía. Sus padres le habían dejado una nota pegada en el refrigerador avisándole que se habían ido de viaje por tres días y que no olvidara poner el seguro a la puerta.
No lloró pero sí le dolió. Mucho.
Hacía bastante frío pero, aun así, salió a comprar algunos alfajores y unas velas. Los colocó unos sobre otros improvisando un pequeño pastel y se felicitó a sí misma entre lágrimas silenciosas.
Antes de irse a dormir limpió la mesa y justo entonces oyó que tocaron el tiembre. Dudó en si abrir o no, ya que se asustó un poco por la hora, pero finalmente lo hizo. Lo que vió sí la sorprendió.
—¿Mina? ¿Qué haces aquí?
—Ch-Chaeyoung... ¿me-me dejas pasar?
—Por supuesto, pasa antes de que te congeles.
—G-gracias.
El cuerpo de la mayor temblaba del frío pese a todo el abrigo que llevaba puesto, su nariz estaba roja al igual que sus mejillas y sus manos blancas como la nieve.
Chaeyoung inmediatamente encendió la calefacción y buscó unas mantas para cubrirla y darle calor.
—¿Ya estás mejor?
—Sí, gracias Chae.
—Uff, qué alivio. Creí que te convertirías en un muñeco de nieve.
—Jaja... No te preocupes, sigo siendo humana.
—Uhm... ¿Buscas a Sehun? Él no está en casa.
—Lo sé. No vine por él.
—¿Entonces?
Cuando menos lo esperaba, Mina se acercó a Chaeyoung y la abrazó cálidamente. La menor no supo cómo reaccionar, fue una acto impredecible pero se sintió bien porque era lo que necesitaba.
—Feliz cumpleaños, Chaeyoung.
Solo esas palabras bastaron para aliviar su pena y levantarle el ánimo. No le preguntó a Mina cómo sabía de su cumpleaños, seguro Sehun se lo había dicho, así que prefirió disfrutar de la dulce sensación que le generaba ese abrazo.
Después de un par de tazas de chocolate caliente y una primera charla propiamente dicha entre ambas, jugaron juegos de mesa y escucharon un poco de música desde el celular. Por primera vez, Chaeyoung no se sintió sola.
Caminó hacia su cama y recogió el vestido que estaba sobre aquella. Se vistió y se calzó los zapatos. No podía dejar de ver el reloj que colgaba en la pared, cada segundo la atosigaba, no supo en qué momento todo se había vuelto tan difícil y trágico.
La habitación de sus padres estaba a unos metros de la suya y allí estaba su corazón. Allí estaba Mina.
No, no era solo "Mina", era su amada, la persona que le había robado el corazón desde el primer momento en que la vió, el único ser que despertaba todo tipo de sensaciones y emociones dentro de ella. La quería, la amaba, tanto que le pesaba el alma y la vida el no poder estar junto a ella. No, no era un capricho, la adoraba como nadie más.
Pero nunca se lo dijo.
Y ahora se casaría con Sehun.
Habían transcurrido dos años pero para Chaeyoung fueron horas. El tiempo transcurría lento observando a Mina desde lejos, detrás de los muros, oyendo su voz desde las escaleras, viéndola sonreír y reír en los brazos de Sehun. Se sentía cobarde e insuficiente para hablarle, cada vez que la miraba las mariposas se multiplicaban y expandían en su estómago, tenía la necesidad de abrazarla y llenarla de besos y caricias en todo momento. La quería y deseaba que ella también la quisiera.
Sin embargo, sus sueños se disiparon aquél fin de semana.
Sehun llegó con Mina una vez más a la casa de sus padres, aunque esta vez venían por una razón específica.
Se sentaron en la sala como acostumbraban hacerlo en cada reunión familiar y los señores Son los escucharon con atención.
—Papá, mamá, Chaeyoung. Quiero decirles algo muy importante —Introdujo Sehun—. Yo... le propuse matrimonio a Mina y ella... aceptó.
"Matrimonio" y "Aceptó" fueron las únicas palabras que logró captar Chaeyoung. Las únicas palabras que retumbaron dentro de su cabeza. Se sentía como si hubiera entrado a un cine en medio de la función y no entendía de qué se trataba la película.
—Chaeyoung, ¿no me felicitarás? —Oyó decir a Sehun al mismo tiempo que veía a sus padres dándole su bendición a Mina.
—Oh, claro. Felicidades, hermano.
La desesperación terminó de invadirla por completo. Necesitaba correr hacia Mina y rogarle de rodillas que no se casara con él, quería decirle que la amaba, que le diera una oportunidad para hacerla feliz, que ella era la indicada, su media naranja, quería hablarle de los sentimientos y del dolor que le causaba sin darse cuenta, quería decirle tantas cosas y al mismo tiempo se sentía incapaz. Si tan solo pudieran leerse los pensamientos.
Escuchó varias veces, a través de su puerta, el ruido de las zuelas de los zapatos bajando las escaleras. La poca gente que quedaba iba abandonando la casa para trasladarse a la iglesia y allí era donde debía estar Chaeyoung, pero aún seguía encerrada en su cuarto con su última esperanza y soledad, esperando un milagro.
La familia comenzó con los preparativos para la boda. Sehun estaba de lo más contento y no tenía inconveniente en demostrarlo. Le pidió a Chaeyoung que lo acompañara a comprar los anillos de bodas, completamente ajeno a los sentimientos de su hermana, y que ayudara también a Mina a elegir el vestido. Muchas veces la menor lloraba a escondidas o simplemente reprimía sus lágrimas y las ocultaba bajo una sonrisa.
—¿Chae?
—Eh, sí. Disculpa Mina, creo que ando algo distraída.
—Sí, lo noté.
—¿Qué me decías?
—Te pregunté qué te parece este vestido. La vendedora dice que luzco genial pero no sé si es sincera o lo dice solo para vender.
—Oh, es lindo. Te ves... muy bien —"Te ves perfecta, no, tú eres perfecta" fue lo que en realidad quiso decir pero prefirió callar. Otra vez.
—¿De verdad?
—Sí.
Menos de dos horas. En menos de dos horas Mina se convertiría oficialmente en su cuñada y se volvería definitivamente prohibida para ella. Chaeyoung sabía que este era el mejor día en la vida de su hermano, jamás lo había visto tan feliz como en ese día, Chaeyoung era consciente de cuánto Sehun y Mina se amaban pero aun así quería intentarlo, le urgía hacer hablar a su corazón o este saldría disparado de su pecho. Quería ser egoísta una vez en su vida y no pensar en los demás antes que en ella.
—Chaeyoung, no te sientas mal. Papá y mamá nos quieren por igual aunque no lo demuestren. Y también sé que eres más inteligente y más valiente que yo.
—¿Va-valiente?
—Sí, valiente. No debes tener miedo jamás. No dejes que los demás te traten como si fueras alguien inferior, sé valiente y no te guardes las cosas. Si tienes algo que decir, dilo. No te guardes las palabras.
—Lo siento, hermano. Pero ya no me guardaré las palabras, no más.
Con la mente atormentada y temblores en su cuerpo, tomó la perilla y abrió la puerta. No había tiempo que perder.
Salió de su habitación sin contratiempos y se dirigió con desición a la de sus padres.
Ya no quería callar, ya no podía. Su voluntad estaba quebrada. Era su corazón el que actuaba, cada fibra de su ser clamaba por Mina y ya no pensaba esperar más. Se lo diría.
Se paró frente a la entrada de aquel cuarto y cerró sus ojos. Respiró hondamente y alzó su mano para golpear la madera de la puerta. Dió tres golpes y esperó.
Cuando finalmente la puerta se abrió se sintió desfallecer.
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