II. Ayuda Inesperada
Hongjoong nuevamente dejó de respirar, ¿Había escuchado bien?, aquel alto y esbelto hombre le había ordenado sin expresión alguna en su rostro, que le entregara su preciada sangre, no había palabras que describieran el miedo que sintió al oír aquellas palabras salir de esos violáceos labios, su mirada no lograba apartarse de los ojos rubíes que le miraban de una forma indescifrable, observando tras ellos un sentimiento por explicar en sí mismo, junto a miles de otros que colisionaban agitados dentro del ajeno, los cuales se manifiestan vívidos en el centellear de su mirar.
Un alarido de dolor fue lo que le hizo salir del trance en el que se encontraba, aquel lastimero sonido salió de los labios del hombre quien cayó arrodillado delante de él, tocando su costado izquierdo, la mirada de Hongjoong se dirigió a ese lugar y pudo observar una mancha negruzca que pintaba descaradamente la pulcra camisa blanca que él hombre vestía, los ojos mieles miraban penosos a la figura postrada bajo sus pies, estuvo a punto de hablar cuando una voz a lo lejos llamándole por su nombre lo alertó.
– ¡Hongjoong! –era el señor Heechul.
Los ojos de Hongjoong se expandieron en temor, no por sí mismo, sino por aquella figura que se hallaba decayendo a la par de sus pies, no tuvo que siquiera pensarlo, agitado, tomó del antebrazo a la figura, jalando con todas sus fuerzas logró ponerle de pie, y el lejano sonido de la voz haciéndose más cercana, fue lo que necesito para recargar al hombre en sí mismo y comenzar a correr en dirección contraria, cuidando el no caer por alguna piedra o rama que se hallase en el suelo.
Hongjoong corría y corría, mientras que el hombre balbuceaba cosas sin sentido y le miraba confuso, de un momento a otro el camino se cerró y el castaño claro se detuvo, un estruendo en el nublado cielo le hizo reaccionar, su mirada siguió paseándose en todas las direcciones, las pequeñas gotas de agua comenzaban a caer estrepitosamente, por lo que el chico se vio obligado a seguir caminado y cuando atravesó un par de arbustos, logró ver a través de la llovizna una pequeña cueva, no era mucho, pero serviría.
Se adentro al lugar e inmediatamente recostó bruscamente al hombre sobre la rocosa superficie, importándole poco el jadeo de dolor que se escapó de los labios ajenos, rápidamente Hongjoong se quitó la mochila que cargaba desde que salió del recinto del clan, y rebuscó en ella algunas cosas que le ayudarán a saturar la herida que el hombre poseía, seguido de ello tomó unas tijeras y cortó la camisa del hombre, logrando ver su tonificado abdomen, con un leve sonrojo dibujado en su rostro, el castaño claro apartó la mirada y siguió con su tarea de observar la herida del hombre.
Apartó la tela que estorbaba y comenzó a machacar algunas hierbas en un recipiente, mientras adhería algunas más y agregaba un poco de agua, logrando formar una pasta verdosa; el hombre miraba con los ojos entrecerrados las acciones de Hongjoong y soltaba uno que otro murmullo que el castaño no logra oír, sin embargo, logró entender un par de esas palabras cuando se acercó para recostarle de manera correcta.
–Mi ángel... p-por favor... Respóndeme. –Soltó entre jadeos de dolor.
Hongjoong le miró confuso, agitó un poco la cabeza y se dio a su tarea de limpiar la sangre en la herida del hombre, quien jadeó ante todo contacto proporcionado por las rápidas y hábiles manos del castaño, la mezcla curativa estaba lista, Hong se acercó, tomó un poco de la pasta y acercó la mano hasta la herida del hombre, más su voz y el toque de una helada mano en su muñeca detuvieron su acción.
–No. –Dijo fuerte y claro el hombre de cabellos negros.
–Es un corte hecho con un objeto de plata, si no te curo, morirás... Esta vez para siempre. -Refutó el chico.
El hombre le miró con esos profundos e inquietantes ojos rojos, soltó la mano del castaño y miró hacia otro lado, dándole pase a Hongjoong, quien no dudó en untar la pasta sobre la herida, el hombre gritó y se removió en su lugar, arañando el frío suelo de piedra, el castaño siguió haciendo su tarea, vendó la herida y comenzó a guardar sus cosas.
La figura del pelinegro se recostó sobre la pared de piedra y observó el actuar del castaño, quien se movía tranquilamente, cuando el chico terminó de guardar sus cosas tomó su mochila y la colgó nuevamente sobre sus hombros, dispuesto a irse, se colocó la capucha puesto que aún llovía levemente y comenzó a caminar hacia la salida de la cueva, sin embargo, la voz del hombre le detuvo.
– ¡Espera humano!, ¿Cuál es tú nombre? –cuestionó el pelinegro.
El de cabellos castaños detuvo sus pasos, se giró y con una expresión seria respondió: –Hongjoong. –Un poco dudoso sobre lo que haría, separó sus labios, y habló a la carrilla.
–S-Será mejor que te quedes aquí unos días, mi gremio ha llegado disfrazado de una familia noble, si se encuentran con vampiros como tú, no dudarán en asesinarte, ten cuidado. –Se ajustó la capucha y se dio media vuelta, aventurándose con aquellas palabras, puesto que, al no estar del todo confirmadas, la especulación fue lo único que le orilló a pensar aquello, antes de abandonar el lugar se dirigió al hombre para darle unas últimas palabras.
–Adiós... –Siseó y alzó una ceja, esperando que el otro le respondiera lo que no había preguntado, pero aún así moría por saber, su nombre.
–Seonghwa. –Pronunció seco el vampiro.
–Seonghwa... –Repitió Hongjoong mientras asentía tocándose el mentón. –Lo recordaré. –Sonrío amablemente y salió de la cueva, dejando con cientos de preguntas al pelinegro
Un suspiro salió de sus labios, miró hacia el techo y cerró sus ojos, aún procesando la presencia que minutos atrás había abandonado el recinto, suspiró por segunda vez y se decidió por ponerse de pie, con algo de dificultad, se sostuvo de la helada pared de piedra y salió de aquella cueva a paso lento.
Después de una sigilosa caminata rumbo a su lugar de residencia, o cómo el gustaba llamar, "nido de escorias", se dirigió hacia su habitación, sin embargo, una menuda figura se posó delante de él y con una mueca que denotaba confusión e ira le cuestionó.
– ¿En dónde estabas y por qué tardaste tanto? –preguntó el dueño de aquella figura.
–Buenas noches, San. –La mirada de SeongHwa se paseó de arriba a abajo sobre la figura delante de él.
–Responde. –Ordenó el pelinegro con mechas plateadas.
–No tengo porque darte explicaciones. –Respondió. –Al contrario, tu eres el que debería explicar la razón del porque todos huyeron y me dejaron a mi suerte luego de que aquel grupo de humanos nos descubrieran buscando comida y nos intentarán atacar. –Habló Seonghwa, con un deje de molestia en su voz.
–Y-Yo no estuve ahí para saberlo, si tanto te molesta puedes con gusto, ir a reclamarle a Mingi, él es el responsable de tu grupo de caza, no del mío. –Se excusó.
–Mientes, te ví siguiéndonos en el bosque, ¿Por qué lo hiciste? –cuestionó acercándose a San, y al no obtener respuesta, siguió hablando. –El grupo de humanos que nos descubrió vino de la misma dirección que tú, probablemente te siguieron y es por eso que nos descubrieron. Te lo diré una vez San, no hagas cosas estúpidas que pongan en peligro al aquelarre. –Terminó de hablar, observó nuevamente al chico frente a él y se dio la vuelta, retomando su ruta para dirigirse a sus aposentos, más la voz de San le detuvo.
–Tú ropa. ¿Qué le pasó a tu ropa?, ¿Por qué hueles como si te hubieras tirado en un campo de flores?, También... ¿Qué es eso que tienes ahí?, ¿Una venda?, ¿Estás herido?, Déjame ayudarte. –Dichas estas últimas palabras, una pálida mano se posó en el abdomen del más alto, sin embargo, fue apartada con suma brusquedad.
– ¡No me toques! –gritó Seonghwa, para después notar la expresión de temor que surgió en el rostro contrario, un poco arrepentido, se pasó la mano por el rostro y sin ganas de seguir con aquella conversación, dijo un vacío y seco: –Buenas noches. –Mientras se dirigía a su habitación, esta vez, con pasos apresurados.
Seonghwa logró percibir, pese a el resonar de sus apresurados pasos, cómo el sonido de otros pasos más lentos se escuchaba detrás de él, restándole importancia, siguió con sus firmes pisadas hasta que dio con la puerta de su habitación, sin pensarlo la abrió y azotó detrás de sí.
Se dirigió hacia su cama y se sentó en ella, se dejó caer sobre la misma, cerrando sus ojos, suspiró, e inmediatamente la imagen que vino a su mente fue la de aquel lindo chico que le ayudó, solo conocía su nombre y rostro, nada más, aún así, sintió demasiada curiosidad acerca de la gran muestra de generosidad que se le fue mostrada.
Frunció su ceño al pensar, ¿Porqué ese humano le ayudaría?, ¿Acaso no conocía de razones?, el pelinegro se le acercó de manera hostil, y al contrario de lo que uno naturalmente haría, cómo huir, llorar u orinarse encima, el chico simplemente le ayudó sin esperar nada a cambio, de tan buena buena fe que sintió su cabeza punzar por un pequeño momento.
Tal vez, simplemente era un buen samaritano demasiado gentil, no lo comprendía. Nunca antes un humano había sido amable con él después de haber sido convertido en un vampiro, durante décadas sufrió cientos de humillaciones, miradas de asco y repulsión por ser quién era, nunca recibió un trato digno, ni se sintió bien recibido de ninguna forma, nunca, hasta que su presencia llegó a su decadente vida.
El sonido de tres fuertes golpes sobre la puerta de su habitación le hizo salir de su ensoñación, abriendo sus ojos de golpe, giró su cabeza en dirección a la puerta, esperando a que esa persona que estaba ahí se marchara. Nuevamente, otros tres golpes se escucharon, esta vez acompañados de una suave voz que exclamó.
–Sé que sigues despierto, no me iré hasta revisar tu herida. –Era San. –Quién sea que haya saturado tu herida pudo haberlo hecho mal, así que por favor te pido–su voz se vio cortada por unos fuertes pasos que se dirigían hacia la puerta, para después ser abierta de golpe, el de mechones plateados subió la mirada y se encontró con el ceño fruncido en aquellos ojos rojos que tanto anhelaba admirar.
–Sí te dejo revisar mi herida, ¿Me dejarás en paz? –cuestionó firme el pelinegro.
San un poco encogido desde su posición, asintió repetidas veces, mirando con extrema esperanza los orbes rojizos, quienes ahondaron en los ojos violetas que le miraban puros y castos, con el único deseo de ayudarle. Apartando la vista y soltando un suspiro que pareció más un gruñido, Seonghwa se hizo a un lado y le dio pase al chico, quien inmediatamente se adentro en la habitación con una pequeña caja de madera que contenía aquellas cosas que pudieran llegar a necesitar.
Luego de que San entrara a la habitación, Seonghwa cerró la puerta fuertemente, como si quisiera romperla, el chico que portaba la caja dio un pequeño brinco y al ver que el pelinegro se deshacía de la prenda que portaba, dejando a la vista su marcado abdomen, le fue inevitable no clavar su mirada en aquella espectacular vista que sus orbes violetas presenciaban.
Ante tal visión, le fue inevitable no imaginarse así mismo recorriendo con su lengua cada parte de aquella divina figura que se encontraba delante de él, siendo apresado por aquellos bien formados brazos y besado por aquellos apetecibles labios que carecían de vida alguna, y cuando menos se dio cuenta, sus orbes naturalmente violetas, se vieron resplandeciendo brillantemente, mientras su mirada se paseaba de arriba abajo sobre la figura del pelinegro, ignorando totalmente los llamados que este mismo le hacía.
No fue hasta que el sonido de dos palmas chocando entre sí, le bajó del cielo de golpe, subió su mirada y los ojos rojizos le miraron confusos, rápidamente San dio algunos cuantos parpadeos y se acercó a la cama, a un lado de Seonghwa, quién solo le miraba hastiado.
El chico de mechas plateadas comenzó a retirar el vendaje que se hallaba sobre el cuerpo del pelinegro, con toda la delicadeza del mundo retiró la venda lentamente, aprovechando para rozar sutilmente las llevas de sus dedos sobre el abdomen del contrario, detalle el cual, no pasó desapercibido para Seonghwa, y un poco desesperado le apresuró.
–Hazlo rápido, no tengo tu tiempo. –Apuró el mayor, aunque sólo tenían una década de diferencia al ser convertidos en vampiros.
San apresuró sus movimientos, pero sin llegar a ser brusco y haciéndolo con el mismo cuidado que antes, mientras retiraba la gasa que cubría la herida, miró al peligro que se encontraba observando algún punto inexistente dentro de la habitación y con suma sutileza comenzó a interrogar al pelinegro.
– ¿Quién curó tu herida? –la gatuna mirada de San se paseaba de entre sus manos al rostro de Seonghwa.
–Un samaritano. –Respondió inmediatamente, sabiendo la intención de aquella pregunta, solo cerró sus ojos y jadeó, puesto que el menor comenzó a limpiar la pasta verdosa que cubría la herida.
–Ya veo, al parecer ese samaritano sabe lo que hace. Dime, ¿Te dijo de dónde era?, Las personas de este pueblo jamás ayudarían a un vampiro, ni aunque su mismo dios se los pidiera. –Exclamó.
–Ni siquiera recuerdo su rostro, estaba demasiado atontado. –Respondió Seonghwa.
Aunque quisiera mentirle a San, la verdad era que no sabía el lugar de procedencia del chico que le ayudó, sin embargo, algo sí era seguro, y es el que el peligro se avecinaba para todo el aquelarre, aquella amenaza disfrazada de advertencia por parte del chico, puso en alerta sus sentidos cuando recobró la conciencia, por lo que, un tanto inquieto, le preguntó a San sobre su superior.
– ¿El señor Mingi ha regresado?, hay algunos asuntos que me gustaría tratar con él en persona. –Cuestionó Seonghwa.
–Sí, regresó antes de que anocheciera. ¿Qué asunto deseas tratar con él? –interrogó San, curioso ante la reciente urgencia de comunicarse con su superior.
–Nada en especial, sólo informarle de lo que sucedió hoy y pedirle que críe mejor a sus subordinados para que no abandonen a sus compañeros. –Respondió Seonghwa irónicamente.
– ¡Listo!, Ya terminé. –Exclamó San.
Seonghwa se puso de pie y se dirigió hacia su armario y sacó una nueva prenda, una camisa totalmente negra, con botones dorados, comenzó a ponérsela y giró su mirada hacia el chico que aún yacía en su habitación.
–Ya puedes retirarte. –Dijo Seonghwa, llamando la atención de San, cuyos ojos brillantes violetas, no dejaban de observar su cuerpo sin disimulo alguno.
El chico dio un respingo y bajo su mirada a sus pies, sin moverse, Seonghwa terminó de abotonar su camisa y al ver que San no se movía, perdió la paciencia y ordenó.
– ¡San lárgate, ahora! –gritó sin más.
El chico permaneció en su lugar, haciendo caso omiso a lo que le mayor le ordenó, Seonghwa, harto de lo que él consideraba, la falsa conducta del menor, se acercó peligrosamente a San, quién dio un brinco de la impresión, mirándole con esos gatunos ojos que simulaban ser los de un inocente cordero, con un rastro simulado de miedo tartamudeó.
–Y-Yo solo quería saber si no quisieras un p-poco de sangre que mi grupo y yo recolectamos. –Pronunció con dificultad, aparentemente, siendo intimidado por la cruda y agresiva actitud del mayor.
–No. –Exclamó Seonghwa, fuerte y claro, casi en un grito. – ¡Ahora, largo! –gritó sin contenerse y señaló la puerta.
Los ojos violetas se cristalizaron y apretando firmemente la caja de madera entre su pecho, el chico salió corriendo de la habitación, asustado, cerrando la puerta tras de sí. Por fin, Seonghwa había obtenido la paz que estaba en ese momento, inhaló profundo y se dispuso a irse a dormir, que si bien no lo necesitaba del todo, era algo que le gustaba hacer.
Hongjoong salió a pasos apresurados de la cueva, en dirección hacia el lugar de donde había venido, cuidando de no resbalar por el lodo que se encontraba a su pies, se detuvo por un momento y se detuvo en seco, dándose cuenta de que se había perdido.
La cortina de lluvia no le permitía ver adecuadamente el paisaje, detuvo sus pasos y consideró regresar a la cueva, pero pese a que el vampiro no se mostró tan agresivo como solían retratarles, aquellas palabras "dame tu sangre" bastaron para que un escalofrío recorriera su cuerpo y dándose por vencido, se sentó debajo de un árbol de un gran tamaño, siendo aún empapado por las constantes gotas de lluvia que caían presurosas sobre el enlodado suelo.
Llevó sus rodillas a su pecho y escondió su cabeza entre ellas, sintiendo como el agua escurría por cada parte de su cuerpo, en un momento comenzó a reflexionar sobre sus acciones, nunca, jamás, imaginó que haría tal cosa, fue sorpresivo hasta para sí mismo aquella acción que llevó a cabo.
Un humano salvando de la muerte a un vampiro, era irónico e incluso gracioso, que él, viniendo de un clan que caza vampiros, ayudará a uno, era impensable, pero aún así no se arrepiente de ello, quizás hasta se siente orgulloso, ayudó a alguien de buena fe sin esperar nada a cambio, ¿No era eso lo que predicaba la biblia?, Ser un buen samaritano con el prójimo, sin esperar recompensa alguna.
Hongjoong suspiró, la ausencia de aquel hombre aún causaba estragos dentro de su cuerpo, debía admitirlo, era bastante atractivo, demasiado, incluido para ser un cadáver viviente, al pensar eso último, una pequeña risita se escapó de sus labios. Se preguntaba sí aquel vampiro actuó tan pasivamente por los efectos de su herida o porque en verdad así era su personalidad.
¿Los vampiros son capaces de enamorarse? Hongjoong se cuestionó aquello, pues recordó que aquel vampiro llamó por alguien de una forma bastante cariñosa, o tal vez solo estaba alucinado y teniendo recuerdos de cuando era humano, lo desconocía en su totalidad, pero sentía demasiada curiosidad al respecto.
Y entre tantas preguntas curiosas y dudas sin responder, cerró lentamente sus ojos claros, el tranquilo sonido de la lluvia lo arrulló, y sin darse cuenta, se quedó profundamente dormido bajo los pies de aquel árbol.
Para cuando Hongjoong abrió los ojos, la lluvia se había detenido por completo, el aroma a petricor podía respirarse en el aire, y junto a ello, la fría brisa nocturna que acompaña la tranquilidad del oscuro y silencioso bosque.
El castaño claro dio un bostezo, se puso de pie y un poco adormilado cayó en cuenta de que ya había anochecido, asustado por la solemne aura escalofriante que emanaba el profundo y aterrador silencio del bosque, tomó su mochila y buscó en ella algo con lo que encender una fogata, sin embargo, todo aquello sería inútil, pues todo estaba mojado debido a la reciente lluvia.
Asustado a más no poder, Hongjoong tomó sus cosas y se puso de pie, comenzando a caminar, mirando temerosamente la oscuridad del bosque, y de vez en cuando sobresaltándose por algún sonido emitido por algún animal o alguna rama quebrándose bajo sus pies.
Algunos minutos después sus piernas comenzaron a doler y tomando una pausa se apoyó en un árbol, posando su mano en el tronco de esta, cuando observó el tronco pudo percatarse de que este poseía una irregularidad.
La marca de unas garras clavadas en él, fue entonces que Hongjoong pensó, "¿Será posible?..." Con la yema de sus dedos recorrió aquella marca y recordó el momento en el que vio al pelinegro por primera vez, un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo, y su mente sólo pudo procesar el nombre de aquel vampiro.
–Seonghwa... –Susurró para sí mismo el castaño claro.
El brusco movimiento de unos arbustos lo asustó y antes de que pudiera observar siquiera de quién se trataba, echó a cortar tanto cómo sus piernas se lo permitieron, pues Hongjoong había olvidado un pequeño par de detalles, ese lugar estaba repleto de vampiros, su encuentro con el recién nombrado Seonghwa había confirmado aquello, era de noche y sobre todo, no traía consigo ningún arma.
Era presa fácil.
Por lo que sin pensarlo mucho siguió corriendo hasta que sintió aquellos pasos más cerca suyo, el miedo que lo recorría en aquel instante era inmenso, tanto, que en un pequeño momento le hizo temblar, logrando hacer que su pierna izquierda flaqueara y terminara rodando por el lodoso suelo, soltando un grito de horror.
Aquella figura le miró hacia abajo, su rostro estaba cubierto y traía una antorcha consigo, Hongjoong quiso llorar del miedo, y cuando la figura se agachó a su altura esperó que le enterrara un cuchillo en el cuello, que le jalara el cabello para arrastrarlo hacia su muerte, o que simplemente lo asesinara sin más, espero de todo, menos que aquella figura pronunciara las siguientes palabras.
–Hey Hongjoong, ¿Estás bien? –Aquella peculiar voz fue reconocida por Hongjoong, la figura se descubrió el rostro, dejando ver un rostro familiar para Hongjoong que inmediatamente le trajo calma.
– ¡Changbin! –gritó aliviado Hongjoong, para después brincar hacia los brazos del nombrado.
–Sí soy yo, ¿Qué pasa?, ¿Estás bien?, ¿No te lastimaste? –cuestionó preocupado mientras correspondía el abrazo, para después alejarse lentamente.
–Me asustaste idiota, sí, estoy bien, no te preocupes. –Respondió Hongjoong mientras se limpiaba los rastros de lágrimas.
Otra voz conocida para Hongjoong se hizo presente, por lo que ambos se dedicaron a mirar en dirección de dónde provenía la voz, donde lograr vislumbrar a varias figuras acercarse a ellos.
–Changbin, ¿Estás bien? Escuchamos un grito. –Habló la voz, que inmediatamente vio a Hongjoong en el suelo y se acercó hacia él. – ¡Hongjoong!
– ¡Señor Heechul! –exclamó.
–Dios, hijo, ¿Estás bien?, ¿Qué te pasó?, Mírate estás todo enlodado. –Atacó el señor Heechul con cientos de preguntas, mientras le miraba de arriba a abajo preocupado.
–Estoy bien, es solo que corrí muy lejos y cuando me di cuenta, me perdí, y no encontré refugio cuando inició la lluvia es todo. –Se excusó, ocultando toda la verdad de lo que en realidad sucedió.
–No sabes cuánto me alegra que estés bien. –Dijo mientras le abrazaba. –Ignora lo que dije antes, ni siquiera lo pensé, de verdad, olvídalo, es más, mandaré a alguien por ellas, ¿De acuerdo? Por ahora, volvamos todos a la mansión. –Exclamó más alto para que todos pudieran escuchar.
Y así fue, todos comenzaron a caminar hacia un lugar que Hongjoong desconocía, ¿Mansión?, quiso preguntar pero toda pregunta que pudo haber formulado se desvaneció cuando un lacrimoso Felix y un Kihyun moqueando, se abalanzaron sobre él, abrazándolo.
Hongjoong recibió algunos regaños por parte de Kihyun mientras que Felix solo se dedicaba a llorar sobre su brazo, después de comprobar que estaba sano y salvo, ambos jóvenes se alejaron un poco para darle un poco de espacio.
Fue entonces que el señor Heechul se acercó a Hongjoong y le informó sobre la llegada del clan al lugar, y también lo que haría el día de mañana, invitándolo a que viniese con él.
–Mañana iré al mercado a comprar algunas cosas, y me gustaría que me acompañaras, podríamos incluso comprar algunas semillas para que siembres algunas flores aquí. –Insinuó el señor Heechul. –Dime, ¿Qué flor te gustaría plantar? –cuestionó.
–Begonias. –Respondió. –Las begonias son lindas. –Comentó para después sonreír cálidamente.
El señor Heechul río también, y palmeó su espalda, negando con la cabeza mientras el grupo se dirigía hacia la careta que se les había asignado para ir en busca de Hongjoong. Una vez arriba todos los compañeros de Hong expresaron lo aliviados que se sentía de que estuviera bien, para después conversar animadamente entre ellos, mientras que el castaño claro, solo se dedicó a observar embelesado el firmamento estelar.
Hey, ¿Qué onda?
Bueno pues, aquí les traigo otro capítulo, espero que les guste. ❤️
Me disculpo sí hay algún error, estuve revisando el capítulo antes de subirlo y observé varios, por lo que sí llega a haber otro, agradecería que me lo notificaran.
¡Muchísimas gracias por leer! ✨
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