📚𝗅𝗅 44
Capitulo 44// "El fin parte 01"
La sala estaba mucho más abarrotada que antes y, al verla, Harry se llevó tal susto que tropezó y bajó varios peldaños resbalando. Kingsley, Alice, Sirius y Lupin lo miraban desde abajo, y también Oliver Wood, Katie Bell, Angelina Johnson y Alicia Spinnet, Bill y Fleur, Charlie y los señores Weasley.
—¡Harry!
Harry dirigió su mirada de dónde provenía esa voz y antes de darse cuenta, ya estaba siendo abrazado con fuerza por Ginny Weasley. Unos minutos después Harry la alejo y le sonrió con cariño.
—Te he extrañado—dijo Harry recibiendo una sonrisa de la pelirroja.
—¡Miope!/Mini Cornamenta—Alice y Sirius lo abrazaron con fuerza.
—¿Qué ha pasado, Harry?—preguntó Remus recibiéndolo al pie de la escalera en cuanto se libro de los brazos de Alice y Sirius con una sonrisa.
—Voldemort está en camino, y aquí están fortificando el colegio. Snape ha huido. Pero... ¿Qué hacen ustedes aquí? ¿Cómo lo supieron?
—Enviamos mensajes a los restantes componentes del Ejército de Dumbledore —explicó Fred—. No habría estado bien privarlos del espectáculo, Harry. Y el Ejército de Dumbledore lo comunicó a la Orden del Fénix, y la reacción ha sido imparable.
—¿Por dónde empezamos, Harry? —preguntó George—. ¿Qué está pasando?
—Están evacuando a los alumnos más jóvenes, y van a reunirse todos en el Gran Comedor para organizarse. ¡Vamos a presentar batalla!
El techo encantado del Gran Comedor estaba oscuro y salpicado de estrellas, y debajo, sentados alrededor de las cuatro largas mesas de las casas, se hallaban los alumnos, despeinados, algunos con capas de viaje y otros en pijama. Aquí y allá se veía brillar a los fantasmas del colegio, de un blanco nacarado. Todas las miradas —tanto las de los vivos como las de los muertos— se clavaban en la profesora McGonagall, que estaba hablando desde la tarima colocada en la cabecera del Gran Comedor. Detrás de ella se habían situado los otros profesores, entre ellos Firenze, el centauro de crin blanca, y los miembros de la Orden del Fénix que habían llegado para participar en la batalla.
—... el señor Filch y la señora Pomfrey supervisarán la evacuación. Prefectos: cuando dé la orden, organizaran a los alumnos de la casa que les corresponda y conduciran a sus pupilos ordenadamente hasta el punto de evacuación.
Muchos estudiantes estaban muertos de miedo. Sin embargo, mientras Harry bordeaba las paredes escudriñando la mesa de Gryffindor en busca de Ron y Hermione. Ernie Macmillan se levantó de la mesa de Hufflepuff y gritó:
—¿Y si queremos quedarnos y pelear?
Hubo algunos aplausos.
—Los que sean mayores de edad pueden quedarse—respondió la profesora McGonagall.
—¿Y nuestras cosas? —preguntó una chica de la mesa de Ravenclaw—. Los baúles, las lechuzas...
—No hay tiempo para recoger efectos personales. Lo importante es sacaros de aquí sanos y salvos.
—¿Dónde está el profesor Snape? —gritó una chica de la mesa de Slytherin.
—El profesor Snape ha ido—respondió la profesora, y los alumnos de Gryffindor, Hufflepuff y Ravenclaw estallaron en vítores.
Harry continuaba avanzando por el Gran Comedor avanzando a la mesa de Gryffindor, tratando de localizar a sus dos amigos. Al pasar, atraía las miradas de los alumnos e iba dejando tras de sí una estela de susurros.
—Ya hemos levantado defensas alrededor del castillo —prosiguió Minerva McGonagall—Pero, aun así, no podremos resistir mucho si no las reforzamos. Por tanto, me veo obligada a pedirles que salgan deprisa y con calma, y que hagan lo que sus prefectos...
Pero el final de la frase quedó ahogado por otra voz que resonó en todo el comedor. Era una voz aguda, fría y clara, y parecía provenir de las mismas paredes. Se diría que llevaba siglos ahí, latente, como el monstruo al que una vez había mandado.
—Sé que se estan preparando para luchar. —Los alumnos gritaron y muchos se agarraron unos a otros, mirando alrededor, aterrados, tratando de averiguar de dónde salía aquella voz—. Pero sus esfuerzos son inútiles; no pueden combatirme. No obstante, no quiero matarlos. Siento mucho respeto por los profesores de Hogwarts y no pretendo derramar sangre mágica.
El Gran Comedor se quedó en silencio, un silencio que presionaba los tímpanos, un silencio que parecía demasiado inmenso para que las paredes lo contuvieran.
—Entréguenme a Harry Potter —dijo la voz de Voldemort— y nadie sufrirá ningún daño. Entreguenme a Harry Potter y dejaré el colegio intacto. Entréguenme a Harry Potter y serán recompensados. Tienen tiempo hasta la medianoche.
El silencio volvió a tragarse a los presentes. Todas las cabezas se giraron, todas las miradas convergieron en Harry y el se quedó paralizado, como si lo sujetaran mil haces de luz invisibles. Entonces se levantó alguien en la mesa de Slytherin, y Harry reconoció a Pansy Parkinson que alzó una temblorosa mano y gritó:
—¡Pero si está ahí! ¡Potter está ahí! ¡Que alguien lo atrapé!
Harry no tuvo tiempo de reaccionar, porque de pronto se vio rodeada de un torbellino: los alumnos de Gryffindor se levantaron todos a una y plantaron cara a los de Slytherin; a continuación se pusieron en pie los de la casa de Hufflepuff, y casi al mismo tiempo los de Ravenclaw, y se situaron todos de espaldas a Harry, mirando a Pansy. Harry, abrumado y atemorizado, veía salir varitas mágicas por todas partes, de debajo de las capas y las mangas de sus compañeros.
—Gracias, señorita Parkinson—dijo la profesora McGonagall con voz entrecortada—. Usted será la primera en salir con el señor Filch. Y los restantes de su casa pueden seguirla.
Se oyó el arrastrar de los bancos, y luego el ruido de los alumnos de Slytherin saliendo en masa desde el otro extremo del Gran Comedor.
—¡Y ahora, los alumnos de Ravenclaw! —ordenó McGonagall.
Las cuatro mesas fueron vaciándose poco a poco. La de Slytherin quedó completamente vacía, pero algunos alumnos de Ravenclaw —los mayores— permanecieron sentados mientras sus compañeros abandonaban la sala. De Hufflepuff se quedaron aún más alumnos, y la mitad de los de Gryffindor no se movieron de sus asientos, de modo que McGonagall tuvo que bajar de la tarima de los profesores para darles prisa a los menores de edad.
—¡Ni hablar, Creevey! ¡Te vas! ¡Y tú también, Peakes!
Harry corrió hacia los Weasley, que estaban juntos en la mesa de Gryffindor.
—¿Dónde están Ron y Hermione?
—¿No los has encon...? —masculló el señor Weasley, preocupado, pero no terminó la frase porque Kingsley había subido a la tarima para dirigirse a los que habían decidido quedarse a defender el colegio.
—¡Sólo falta media hora para la medianoche, así que no hay tiempo que perder! Los profesores de Hogwarts y la Orden del Fénix hemos acordado un plan. Los profesores Flitwick, Sprout y McGonagall subirán con tres grupos de combatientes a las tres torres más altas (Ravenclaw, Astronomía y Gryffindor), donde tendrán una buena panorámica general y una posición excelente para lanzar hechizos. Entretanto, Remus —señaló a Lupin—, Arthur —señaló al señor Weasley—Y yo iremos cada uno con un grupo a los jardines. Pero necesitamos que alguien organice la defensa de las entradas de los pasadizos que comunican el colegio con el exterior...
—Eso parece un trabajo hecho a medida para nosotros —dijo Fred señalándose a sí mismo y a George, y Kingsley mostró su aprobación asintiendo.
NO OLVIDEN VOTAR
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