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❦V: Sin retorno.

—¿Quién era? —preguntó Aileen, inclinándose hacia adelante con ojos chispeantes de curiosidad.

—¿Dónde lo conociste? —añadió Ailsa, cruzando los brazos mientras lo observaba con una sonrisa expectante.

—¿Es tu novio? —intervino Aisling, ladeando la cabeza con una pizca de diversión en su voz.

Taehyung sintió el calor subirle al rostro, sus mejillas encendiéndose mientras trataba de mantener la compostura.

—¡Eso no les incumbe! —exclamó, alzando la voz lo suficiente como para intentar parecer firme, aunque sus hermanas apenas disimularon sus risitas—. No deberíamos estar hablando de esto, teníamos un acuerdo, ¿recuerdan?

—Y no diremos nada al respecto, tenemos palabra, hermano. Pero, admítelo, nos da curiosidad, así que podemos hablar de eso contigo, ¿cierto? —Ailsa ladeó la cabeza con una sonrisa que claramente revelaba sus intenciones.

El mayor las miró con los ojos entrecerrados, sintiendo cómo la paciencia se le escapaba como agua entre los dedos. A veces, realmente detestaba lo astutas que podían ser esas tres.

—No les incumbe —sentenció con firmeza, cruzándose de brazos en un intento de imponer autoridad—. Además, ¿qué están haciendo en mi habitación? ¿No las castigó Seokjin por haberse escapado?

Las trillizas intercambiaron miradas cómplices antes de que Aileen respondiera con una mueca.

—Sí, pero él cree extrañamente —remarcó, alargando la palabra mientras alzaba las cejas y dibujaba comillas en el aire con los dedos—, que tú puedes darnos un sermón tan bueno que reflexionaremos sobre nuestros actos.

Taehyung entrecerró los ojos, su orgullo ligeramente herido.

—¿Extrañamente? —replicó con tono ofendido, cruzándose de brazos mientras arqueaba una ceja, esperando una explicación que lo reivindicara.

—Sí, es extraño, ¿no? —dijo Aisling encogiéndose de hombros como si no entendiera cómo alguien podía confiar tanto en su hermano mayor e ignorando la ofensa de este—. Pero eso no importa.

—¡Lo que importa es el chico! —intervino Ailsa, llevándose las manos a las caderas con teatralidad—. ¿Te vas a casar con él?

—¿Será nuestro tío? —añadió Aisling, sus ojos brillando con pura travesura.

—¡Ya basta! —exclamó Taehyung, sintiendo cómo el calor no abandonaba sus mejillas. Las trillizas soltaron risitas al unísono, disfrutando de su evidente incomodidad—. Dejen de preguntar esas cosas, Jimin no tardará en volver y van a meterme en problemas.

—¿Mimi no lo sabe? —preguntó Aileen, cubriéndose la boca con ambas manos, sus ojos abiertos de par en par.

—No, y no es momento de que lo sepa —respondió Taehyung con un tono firme, aunque claramente desesperado. Miró a sus hermanas con severidad fingida mientras señalaba la puerta—. Así que vuelvan a su habitación, pongan caras tristes y finjan que les di un severo regaño, ¿entendido?

—¿Nos lo presentarás después? —intervino Ailsa, ignorando por completo la orden. Sus ojos brillaban con una ilusión tan genuina que era difícil no sentirse conmovido por ella.

—¿Si les digo que sí, se irán y me dejarán en paz? —Taehyung arqueó una ceja, cruzándose de brazos mientras intentaba mantener la compostura.

¡Sí! —gritaron las tres al unísono, dando pequeños saltos en su lugar como si acabaran de ganar una victoria importante.

Taehyung dejó escapar un suspiro largo, consciente de que no tenía escapatoria.

—De acuerdo, lo haré. Pero ahora, vuelvan a su habitación y, por favor, no le causen más problemas a Seokjin.

¡Prometido! —repitieron las tres en perfecta sincronía, justo antes de lanzarse sobre su hermano.

El abrazo fue caótico y cálido a partes iguales. Las trillizas lo rodearon con sus pequeños brazos, apretándolo con tanta fuerza que casi perdió el equilibrio. Taehyung soltó una risa entre dientes mientras acariciaba sus cabezas, dejando un beso cariñoso en la frente de cada una.

—Ya, fuera —murmuró con voz cansada, aunque una sonrisa suave permanecía en su rostro—. Y recuerden: caras tristes.

—¡Caras tristes, entendido! —repitió Aisling con una voz cantarina mientras las tres se alejaban de la habitación, sus risas resonando en el pasillo antes de desaparecer por completo.

Cuando la puerta finalmente se cerró, Taehyung se dejó caer sobre la cama con un suspiro, mirando el techo con una mezcla de cansancio y cariño.

—¿Por qué siempre termino cediendo? —murmuró, aunque sabía perfectamente que las tres tenían un talento innato para envolverlo en sus travesuras. Y, por mucho que intentara negarlo, no podía evitar quererlas por ello.

Un largo suspiro escapó de sus labios mientras sus hombros se relajaban ligeramente. Estaba agotado, sí, pero al repasar mentalmente todo lo que había sucedido durante el día, no pudo evitar que una sonrisa se dibujara en su rostro. Recordar la expresión radiante de Jungkook en cada instante del festival le llenaba el pecho con una calidez reconfortante, una sensación que, aunque no terminaba de comprender del todo, le resultaba profundamente agradable. Era como si esa calidez disipara, al menos por un momento, el peso de las preocupaciones que siempre parecían seguirle.

Había algo mágico en ver cómo, poco a poco, Jungkook iba bajando sus muros, permitiéndole vislumbrar pequeños fragmentos de su mundo interior. Cada vez que eso ocurría, Taehyung sentía una dicha tan intensa que casi dolía. Saber que Jungkook confiaba en él, aunque fuera un poco, le llenaba de una felicidad que no podía expresar con palabras.

No podía evitar sentir que algo estaba cambiando entre ambos, algo sutil pero profundo. Y aunque aquello debería ser motivo de alegría, en su interior había un miedo que lo atenazaba. Ese cambio, esa conexión que florecía entre ellos, le aterraba porque sabía, en lo más hondo de su ser, que lo que tenían no podía durar. Las responsabilidades que le esperaban, las expectativas de su posición, todo eso era un peso que pronto caería sobre sus hombros sin posibilidad de escape.

El futuro que le esperaba era una cadena de responsabilidades ineludibles, ascender al trono como Drottning, cargar también con los deberes del Thane, y un sinfín de obligaciones que le apartarían irremediablemente de la libertad del bosque y, con ello, de Jungkook. Las obligaciones lo consumirían, y la idea de tener que despedirse de él le resultaba insoportable. Le agobiaba pensar en el momento en que sus caminos se separarían, en ese inevitable adiós que acechaba en el horizonte.

Al menos, ahora sabía que a Jungkook también le importaba, que también se aferraba a la idea de que aquello no debía terminar tan pronto. Eso le daba cierto consuelo, una especie de compañía en su soledad, aunque ambos sabían que estaban caminando hacia un final que no podían evitar.

Ojalá pudiera aferrarse a esos momentos por más tiempo. Ojalá el destino no fuera tan cruel como para obligarlo a decirle adiós. Ojalá no tuviera que convertirse en Rey.

Antes de que pudiera profundizar en aquel último pensamiento, el sonido de un par de golpes ligeros en la puerta lo sacó de su ensimismamiento. Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando la puerta se abrió lentamente, revelando a Jimin, quien entró con una cálida sonrisa que parecía iluminar la habitación. Cerró la puerta tras de sí, con el gesto tranquilo y despreocupado que lo caracterizaba.

—Vi a las trillizas de camino acá —comentó, sus ojos escudriñando a Taehyung con curiosidad—. ¿Pasó algo? Lucían bastante desanimadas.

El comentario casi le arrancó una sonrisa a Taehyung. Casi. Pero sabía que tenía que mantener la farsa, así que se aclaró la garganta y compuso una expresión neutral.

—Se volvieron a escapar y Seokjin las mandó conmigo para que las reprendiera —respondió con un tono ensayadamente serio, tratando de sonar como alguien que acaba de cumplir con un deber ineludible.

Jimin arqueó una ceja, claramente escéptico, y dejó escapar una risa baja.

—¿Contigo? —preguntó, el escepticismo evidente en su voz.

Taehyung rodó los ojos, alzando las manos al cielo en un gesto dramático.

—¡Por todos los Dioses! ¿Qué tienen conmigo para dudar así de mi capacidad?

—No es personal —dijo Jimin con un tono conciliador, aunque la diversión seguía brillando en su mirada—. Pero vamos, las trillizas no escuchan a nadie, y eso te incluye a ti.

—Puedo ser atemorizante cuando me lo propongo —insistió Taehyung, cruzándose de brazos en un intento por parecer digno e imponente, aunque sabía que no estaba convenciendo a nadie, y mucho menos a Jimin.

—Claro, claro, por supuesto que puedes —respondió Jimin, con un tono exageradamente complaciente mientras asentía lentamente, como si estuviera tratando de apaciguar a un niño pequeño—. Excepto que no tienes corazón para regañar a tus pequeñas traviesas, y todos lo sabemos.

Taehyung chasqueó la lengua, derrotado por la verdad evidente en las palabras de Jimin.

—Bueno, al menos hice que fingieran que las regañé. Seokjin estará satisfecho con eso.

El castaño soltó una ligera risa, mientras negaba con la cabeza. Sin decir una palabra más, caminó hasta la cama y se dejó caer junto al príncipe, acomodándose a su lado.

—Eres demasiado blando con ellas —comentó con una sonrisa, sus ojos brillando con una chispa de diversión.

El pelirrojo soltó un suspiro, mirando al techo, pero una sonrisa jugueteaba en las comisuras de sus labios.

—Lo sé —admitió—. Pero no lo puedo evitar. Lo que tienen de diablillas lo tienen de encantadoras. Son irresistibles, y yo... soy débil.

Jimin giró ligeramente la cabeza, apoyando la barbilla en la palma de su mano mientras lo miraba con una expresión entre divertida y cómplice.

—Quién lo diría —replicó, su voz llena de tono burlón—. Nuestro futuro Rey, tiene una debilidad... y esa debilidad son sus hermanitas.

—Oh, cállate —respondió Taehyung, dándole un leve empujón en el brazo, aunque su sonrisa traicionaba cualquier intento de dureza—. No me hagas parecer más blando de lo que ya soy.

—Es que lo eres, y lo sabes —dijo Jimin, riendo suavemente mientras se acomodaba mejor en la cama—. Pero tranquilo, nadie se enterará. Después de todo, ¿quién soy yo para desvelar los secretos del príncipe?

Taehyung bufó suavemente, acompañando el gesto con un rodar de ojos que parecía casi teatral. A pesar de su aparente indiferencia, no podía evitar disfrutar de la complicidad que compartía con su mejor amigo. Esa conexión íntima y sin pretensiones era un respiro que solo podía permitirse en la privacidad de esas cuatro paredes.

—¿Hubo alguna novedad hoy con mi madre? —preguntó de repente, desviando la conversación hacia un tema más serio.

—No, nada en particular —respondió Jimin con prontitud, sacudiendo la cabeza—. La Reina parece estar muy ocupada últimamente. Escuché algunos rumores sobre un evento importante que está organizando, pero no he podido averiguar exactamente de qué se trata. Es extraño, ¿no crees? Ella no suele ser tan reservada. —El tono de Jimin se tornó ligeramente especulativo mientras lo miraba con curiosidad—. Pero ya sabes cómo es —continuó—, en cuanto todo esté listo, seguro serás el primero en enterarte. Al fin y al cabo, siempre está buscándote para involucrarte en las responsabilidades de la corona, aunque no quieras.

Taehyung soltó una risa corta y sin humor antes de asentir con un movimiento distraído.

—Es verdad...

El príncipe dejó que la respuesta se desvaneciera en un murmullo, al tiempo que volvía a fijar la mirada en el techo de la habitación. No podía negar que algo de inquietud comenzaba a formarse en su interior. El comportamiento de su madre era inusual, y aunque no tenía razones concretas para preocuparse, la incertidumbre lo incomodaba más de lo que quería admitir.

Sin embargo, se negó a dejar que esa preocupación tomara el control. Mientras la Reina estuviera ocupada con sus asuntos misteriosos, él tendría la libertad de concentrarse en lo que realmente importaba en ese momento: Jungkook. El pensamiento le dibujó una sonrisa imperceptible, ligera como un suspiro, mientras sus dedos tamborileaban distraídamente sobre el colchón de la cama.

—En fin, ¿qué tal te fue a ti? —preguntó Jimin, inclinándose ligeramente hacia adelante con una sonrisa traviesa—. Sabía que te encantaba demasiado el bosque, pero últimamente luces... no sé, mucho más feliz. ¿No crees que te estás tomando demasiadas escapadas? —El tono burlón de su Klar contrastaba con el leve brillo de preocupación en su mirada. Jimin lo conocía demasiado bien; sabía que cuanto más tiempo pasara Taehyung allá fuera, más difícil sería regresar.

Dejó escapar una risa ligera, sacudiendo la cabeza como si quisiera restarle importancia al comentario.

—Jamás tendría suficiente de ello —admitió con sinceridad, su voz impregnada de un entusiasmo que no podía ni quería ocultar. Una sonrisa suave se formó en sus labios mientras su mente evocaba la imagen de cierto azabache—. No tienes idea de lo libre y feliz que me siento. Realmente... me hace mucho bien.

Taehyung no hablaba solo del bosque.

Desvió la mirada por un instante, como si temiera que Jimin pudiera leer entre líneas. Había tantas cosas que deseaba contarle, tanto que quería compartir sobre Jungkook y lo que significaba para él. Sin embargo, sabía que aún no podía arriesgarse.

«Ya pediré perdón cuando se entere», pensó, mordiéndose ligeramente el interior de la mejilla. Por ahora, prefería mantener aquel secreto como un pequeño tesoro que solo él podía proteger. Había algo profundamente suyo en esa conexión que lo hacía sentir vivo de una manera que ni siquiera había imaginado.

—Solo... estoy preocupado —admitió Jimin tras un largo silencio, su voz quebrándose apenas lo suficiente como para delatar lo difícil que le resultaba expresar aquello—. No quiero que después...

—Mimi. —La suave pero firme interrupción de Taehyung llenó el espacio entre ellos. El príncipe alzó la mirada, buscando los ojos de su Klar con una expresión serena que intentaba transmitir una confianza que, en realidad, no sentía—. Sé lo que te preocupa, pero estaré bien, ¿sí? —Hizo una pausa, midiendo sus palabras antes de continuar—. Llevo toda mi vida mentalizándome para el momento en que deba ascender al trono. Sé que hay cosas que tendré que dejar atrás... nada de eso ha cambiado. Estoy preparado para eso.

Las palabras salieron con una convicción tan calculada que incluso a él le parecieron reales por un momento. Jimin lo observó en silencio, asintiendo con un gesto lento pero lleno de resignación.

No supo por qué le dolió que le creyera, especialmente cuando eso era exactamente lo que había querido. Quizás era la manera en que Jimin aceptó su mentira sin cuestionarla, como si confiar en sus palabras fuera natural, como si no existiera ni una sombra de duda. Tampoco supo en qué momento se había vuelto tan mentiroso, porque lo cierto era que, siendo honesto consigo mismo, ya no se sentía tan preparado como solía asegurar, ni tan seguro como fingía estarlo.

Después del festival, muchas cosas habían cambiado, y Taehyung fue plenamente consciente de ello. Jungkook, quien solía ser una persona seria y reservada, comenzó a mostrarse más relajado en su presencia. Pero lo que más destacaba era la nueva cercanía que compartían. Taehyung se había acostumbrado a ciertos gestos de contacto, como tocar su brazo o apoyarse en su hombro, y aunque Jungkook no los correspondía, tampoco los rechazaba. Sin embargo, ahora parecía que era él quien buscaba estar más cerca. Si Taehyung dejaba caer su cabeza en su hombro, Jungkook inclinaba la suya en respuesta, creando una intimidad silenciosa entre ambos. Si sus dedos se rozaban, Jungkook no dudaba en entrelazarlos, como si fuera lo más natural del mundo.

Había otras cosas, pequeños detalles que lo hacían sentir más consciente de cada interacción. Jungkook había desarrollado una inesperada fascinación por sus rizos, jugueteando con ellos entre conversaciones o en silencios cómodos. También estaba el hábito de despedirse con un abrazo, uno que se prolongaba justo lo suficiente para que Taehyung lo esperara con una mezcla de anhelo y desconcierto.

Todo eso estaba bien, más que bien, pero con cada muestra de afecto, Taehyung empezaba a sentirse extraño. La relación entre ambos se había transformado en algo que no podía etiquetar con claridad. Era una conexión que lo llenaba de calidez, pero también traía consigo un pequeño vacío, una inquietud persistente. Porque cuanto más cerca estaba de Jungkook, menos ganas tenía de alejarse de él. Y eso, aunque lo hacía feliz, también comenzaba a asustarlo.

—Tu postura no es correcta, tienes que abrir más las piernas y alzar los brazos un poco más. Mira, de esta forma —dijo Taehyung mientras tomaba el arco de las manos de Jungkook con movimientos firmes pero cuidadosos. Alzándolo con destreza, ajustó su postura y estiró la cuerda con una fluidez que solo alguien con años de práctica podría demostrar—. ¿Ves? Así debe ser. Ahora inténtalo tú.

Jungkook asintió, tomando nuevamente el arco. Sus movimientos eran más torpes en comparación, pero no por falta de esfuerzo. Sus manos intentaban imitar lo que acababa de ver, ajustando su posición con la concentración marcada en su rostro.

—¿Así? —preguntó, girando ligeramente la cabeza hacia Taehyung, buscando aprobación.

—Exacto. Mantén la posición y dispara a la diana —indicó el príncipe, señalando el objetivo con un ligero movimiento de su cabeza mientras retrocedía un paso para darle espacio.

El sonido del viento llenaba el claro, mezclándose con el crujido de las ramas bajo sus pies. Estos días, Taehyung había estado enseñándole a Jungkook arquería. No había sido fácil convencerlo. Recordaba con claridad los días de insistencia, la expresión impasible del azabache cada vez que rechazaba su propuesta. "No lo necesito, ya tengo suficiente con la espada", había dicho Jungkook en su tono serio y directo, como si no valiera la pena siquiera considerarlo.

Pero Taehyung, testarudo como siempre, no había cedido. "Es bueno tener más opciones. Nunca sabes cuándo lo necesitarás" continúo insistiendo, sus palabras teñidas con una calma inusual, aunque en sus ojos brillaba una determinación intensa que no pasó desapercibida. La conversación había dado un giro inesperado cuando Taehyung añadió en voz baja: "Además, podrías usarlo para cazar... después de que yo no esté".

El aire entre ellos se había vuelto pesado tras ese comentario. Jungkook había guardado silencio, su mirada fija en el suelo, como si esas palabras hubieran tocado una fibra sensible que prefería ignorar. Sin embargo, al día siguiente, Jungkook aceptó aprender a usar el arco. Desde entonces, el entrenamiento se había vuelto una rutina silenciosa entre ellos. Ninguno había vuelto a mencionar ese momento incómodo, como si al evitarlo pudieran mantenerlo enterrado.

Ahora, mientras Jungkook tensaba la cuerda del arco con un esfuerzo visible, Taehyung lo observaba en silencio. Su mirada no solo evaluaba la técnica del contrario, sino también el cambio sutil en su expresión. Había algo diferente en él, algo que el príncipe no se atrevía a nombrar.

El azabache soltó la flecha. El proyectil surcó el aire y, aunque no alcanzó la diana, pasó lo suficientemente cerca como para que Taehyung asintiera con satisfacción.

—No está mal —declaró el príncipe—. Pero aún falta pulirlo más. Tienes que relajar más los hombros —dijo, colocando suavemente una mano sobre ellos—. Si los tensas demasiado, pierdes precisión. El tiro con arco no es solo fuerza, es equilibrio.

Jungkook lo miró de reojo, sus labios curvándose en una sonrisa pequeña pero genuina, una que Taehyung guardaría para sí mismo mientras continuaban el entrenamiento en ese claro que ahora parecía un mundo aparte del resto.

—Vaya, y yo que pensaba que solo era apuntar y disparar —respondió con un tono que mezclaba sarcasmo y escepticismo.

Taehyung soltó una risa suave, mientras tomaba una flecha del carcaj que llevaba a la espalda.

—Es mucho más que eso. El arco responde a ti, Kook. Si estás nervioso o demasiado rígido, lo notarás en el disparo. Tienes que estar conectado con él, sentir cómo fluye la energía desde tus brazos hasta la cuerda.

El azabache lo observó con atención, aunque una ceja arqueada delataba su incredulidad.

—¿Lo que estás intentando decir es que dispare... relajado? ¿Cierto?

—Exactamente. Relajado, pero concentrado. Es como bailar.

—No sé bailar.

—No es tan literal —rio el pelirrojo, sacudiendo la cabeza antes de retroceder un paso y tomar su arco—. Mira, te lo mostraré.

Se posicionó con una fluidez que parecía casi natural, como si el arco fuera una extensión de su propio cuerpo. Separó los pies, tensó la cuerda y respiró profundamente. Un segundo después, la flecha voló y se clavó en el centro de la diana con un golpe seco.

—¿Ves? Es cuestión de encontrar tu ritmo —explicó, girándose hacia Jungkook mientras bajaba el arco con elegancia.

El azabache frunció el ceño, dejando escapar un resoplido ligero que delataba una mezcla de frustración y admiración.

—Tu analogía no tiene sentido —replicó, cruzando los brazos—. Y lo haces ver demasiado fácil. Llevas toda tu vida practicando, Tae.

—Por algo hay que empezar —respondió el pelirrojo con calma, extendiendo la mano para empujar suavemente el brazo de Jungkook antes de colocar el arco nuevamente en sus manos—. Vamos, inténtalo otra vez.

—¿Otra vez? —Jungkook suspiró, pero tomó el arco de todos modos, ajustando su postura con visible esfuerzo.

—Sí, pero esta vez respira profundo antes de disparar. No te obsesiones con acertar. Solo siente el movimiento, deja que fluya.

Las palabras de Taehyung, aunque simples, llevaban una carga que parecía calar en Jungkook, quien asintió con seriedad antes de volver a tensar la cuerda. Mientras lo hacía, el príncipe retrocedió un paso más, observando con atención cada movimiento.

Jungkook respiró profundamente, sus manos firmes aunque todavía algo rígidas. Soltó la flecha, y esta vez, aunque no dio en el centro, se acercó lo suficiente para que ambos pudieran llamarlo progreso.

—Mucho mejor —comentó Taehyung, una sonrisa genuina iluminando su rostro.

Jungkook lo miró de reojo, dejando escapar una pequeña sonrisa que intentó ocultar.

—Aún no entiendo cómo comparaste esto con bailar.

—¿Podrías dejar en paz mis analogías? —replicó Taehyung, frunciendo el ceño con un leve puchero en los labios. Su gesto, aunque pretendía ser molesto, no tardó en desmoronarse al escuchar la risa de Jungkook. Esa risa profunda, cálida, que siempre lograba desarmarlo por completo.

Taehyung sabía que nunca se cansaría de verlo así, con esa sonrisa genuina que iluminaba todo a su alrededor.

—Está bien, lo siento —dijo Jungkook finalmente, aunque su tono era juguetón. Bajó el arco y lo colgó en su brazo antes de acercarse al príncipe. Sin previo aviso, tomó sus mejillas entre sus manos y las apretó ligeramente, provocándole un leve quejido—. Gracias por enseñarme —añadió el mayor, sus ojos brillando con gratitud.

Taehyung abrió la boca para responder, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta cuando se dio cuenta de lo cerca que estaban. De repente, el aire pareció detenerse entre ambos, cargado de una tensión que ninguno de los dos podía ignorar. La escasa distancia que los separaba se hizo palpable, como si el espacio mismo conspirara para unirlos. Sus miradas se encontraron, sosteniéndose en un intercambio silencioso que parecía eterno.

Sintió su corazón latir con una fuerza desconocida, desbordando en su pecho, y por más que lo intentó, no fue capaz de apartar los ojos de Jungkook. Algo en él lo mantenía anclado, como si el tiempo y el mundo a su alrededor hubieran dejado de existir. Por un instante, creyó que Jungkook finalmente lo soltaría y se alejaría, que la magia del momento se disiparía. Pero lo que ocurrió fue completamente opuesto.

El azabache comenzó a inclinarse hacia él, y Taehyung sintió un nerviosismo expectante, una anticipación que lo dejó inmóvil, con la respiración atrapada. Entonces, sus labios se encontraron en un beso suave, un contacto que pareció encender cada rincón de su ser. Fue breve pero intenso, y en ese instante todo tuvo sentido para Taehyung. Todas esas emociones que había ignorado o confundido cobraron sentido. Era como si ese simple gesto hubiera sido la pieza que faltaba en un rompecabezas que no sabía que estaba resolviendo.

El beso terminó demasiado pronto, pero fue suficiente para que ambos comprendieran la magnitud de lo que acababa de suceder. Al separarse, sus miradas volvieron a cruzarse, y pequeñas sonrisas asomaron en sus rostros, aunque no lograron iluminar sus ojos. Porque, a pesar de la felicidad que desbordaba en sus corazones, la realidad se impuso con un peso abrumador: aquello que acababan de compartir no podía ser.

Jungkook levantó una mano para apartar un rizo rebelde del rostro de Taehyung, y su toque fue tan suave que casi dolió.

El momento quedó suspendido en el aire, cargado de una mezcla de euforia y melancolía, como si sus corazones hubieran dado un paso hacia adelante mientras el resto del mundo se empeñaba en mantenerlos atrás.

Después de terminar la práctica, se dejaron caer sobre la hierba, uno junto al otro, dejando que el cansancio se disipara bajo el cielo abierto. Las nubes, densas y grises, cubrían al sol, anunciando el cambio de estación que traía consigo un clima más frío. La brisa era suave, acariciando sus rostros, y el silencio entre ambos parecía más profundo que cualquier palabra.

Sus hombros se rozaban, un contacto mínimo pero ineludible, y sus manos, tan cerca, apenas se tocaban en un roce que enviaba pequeñas descargas de electricidad a través de Taehyung. Quería decir algo, hablar de lo que había sucedido hacía solo unos momentos. Pero las palabras no venían. El miedo lo mantenía inmóvil, atrapado entre el deseo de desahogarse y la certeza de que cualquier cosa que dijera podría desmoronar lo que ya de por sí parecía frágil.

No podía dejar de pensar que aquello no debería estar ocurriendo, que su vida, sus decisiones, nunca lo habían preparado para algo así. Todo se sentía tan fuera de lugar, y aun así, tan inevitable. Por más que quisiera negarlo, por más que intentara convencerse de que aquello no tenía cabida en su realidad, una parte de él sabía que, en algún lugar de su interior, siempre había estado caminando hacia este momento.

El peso de esa realización lo tomó por sorpresa. Miró de reojo a Jungkook, que permanecía en silencio, aparentemente absorto en el cielo cubierto, aunque Taehyung intuía que sus pensamientos debían estar tan revueltos como los suyos. Su corazón latía con fuerza, como si intentara liberarse de la prisión de su pecho.

—El clima está cambiando —dijo Taehyung al fin, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos. Su voz fue suave, casi tímida, como si temiera alterar la calma del momento. Pero más que eso, lo dijo porque quería escucharlo hablar. La voz de Jungkook tenía un efecto especial en él, una calidez que parecía envolverlo por completo y le encantaba.

—Sí, realmente lo detesto. Especialmente cuando nieva. El bosque se vuelve mucho más frío.

Una presión incómoda se instaló en su pecho al imaginar las dificultades que Jungkook debía enfrentar durante el invierno en aquel lugar tan inhóspito. El bosque, que en verano podía ser majestuoso y lleno de vida, seguramente se volvía cruel y solitario bajo el peso de la nieve. Pensar en Jungkook enfrentando esas condiciones, solo, lo llenó de una preocupación que no supo cómo manejar. Sus ojos se deslizaron hacia él, como si quisieran asegurarse de que, al menos en este momento, estaba bien.

—Te conseguiré ropa abrigada, y traeré más colchas, muchas más, para que no pases tanto frío —dijo el príncipe, una promesa que, al salir de sus labios, hizo que el azabache girara la cabeza y le dedicara una pequeña sonrisa, que estuvo a punto de desvanecerse ante la seriedad que comenzaba a teñir el rostro de Taehyung—. O podrías... podrías dejar el bosque, yo podría conseguirte un lugar en el pueblo, donde...

—Taehyung —interrumpió el azabache con una voz grave, pero cargada de una suavidad que no podía ocultar—. No puedo dejar el bosque. No... puedo irme.

—¿Por qué? —preguntó, su voz algo rasgada por la frustración—. ¿Por qué tienes que permanecer aquí, donde podrías morir de frío?

—No es el primer invierno que paso aquí —respondió con calma, pero cada palabra llevaba consigo un peso difícil de compartir.

El príncipe sintió un nudo en el estómago, esa mezcla de impotencia y dolor que surgía al no saber cómo ayudar a alguien que parecía haberse resignado a su destino de forma tan inquebrantable. La expresión de Jungkook lo molestó, más que cualquier otra cosa.

—Y esa resignación tuya me molesta tanto —dijo Taehyung, sin poder evitar que su voz sonara un poco más rota de lo que hubiera querido—. No sé qué sucedió para que termines aquí, pero si no quieres volver a casa, al menos podrías dejar que yo te ayudara. No sé qué más tengo que hacer para que veas que no tienes que hacerlo solo. ¿De qué me sirve ser el maldito príncipe que pronto será Rey si no puedo siquiera ayudarte?

El silencio se cernió entre ambos como un manto pesado, cargado de emociones no dichas. Jungkook lo miró de reojo, su expresión impenetrable, antes de desviar nuevamente la vista al cielo. Taehyung pudo notar la lucha interna reflejada en sus ojos verdes, una batalla que no lograba comprender pero que le resultaba imposible ignorar. El pelirrojo abrió la boca para insistir, decidido a no dejarlo encerrarse en su silencio. Sin embargo, antes de que pudiera decir una palabra, Jungkook lo interrumpió con algo que lo dejó helado.

—No tengo un hogar al cual volver, Tae... No existe algo como "casa" para mí.

La declaración fue como un golpe directo al pecho.

—¿Q-qué? —balbuceó el príncipe, perplejo, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Durante meses había intentado desentrañar las razones detrás de la reticencia de Jungkook a hablar de su pasado, y ahora, la verdad se desplegaba frente a él con una crudeza que lo desarmaba.

—El lugar del que vengo... no existe más.

Taehyung lo miró fijamente, en silencio, tratando de darle sentido a esas palabras. Su ceño se frunció mientras su mente corría, atando cabos, reconstruyendo fragmentos de información que antes no parecían importantes. Y entonces, como si una pieza faltante encajara en el rompecabezas, todo cobró sentido.

—Tú... eres del reino de Lennox, ¿cierto? —murmuró, su voz más baja, como si temiera que decirlo en voz alta lo hiciera más real.

Jungkook se volvió hacia él, sus ojos llenos de una tristeza que parecía infinita. Una sonrisa amarga curvó sus labios mientras asentía lentamente.

—Sí —respondió, con una calma que no correspondía al peso de sus palabras—. Del reino caído de Lennox.

Taehyung sintió un nudo apretarse en su garganta. Conocía la historia de Lennox. Su madre le había hecho estudiarla en sus lecciones como parte de su preparación, ya que, cuando todo ocurrió, él era demasiado pequeño para comprender las tragedias que sucedían más allá de los muros del castillo. Recordaba cómo, al finalmente conocer lo sucedido con aquel reino caído, le había parecido profundamente triste cómo un reino tan antiguo, lleno de historia y cultura, había sucumbido a la codicia y la ambición desmedida de poder.

Lennox no era un reino cualquiera; era uno de los más antiguos, una tierra próspera y pacífica bajo el gobierno del último Rey, Kealan Lennox. Su reinado había sido una época dorada, llena de estabilidad y progreso para su pueblo. Sin embargo, todo cambió tras su muerte. El Rey, buscando ser justo con sus cuatro hijos, tomó una decisión que creía noble: dividir el reino entre ellos.

Lo que el rey no pudo prever fue que su decisión, lejos de unir a su familia, desataría una lucha encarnizada por el poder. Cada príncipe reclamó el trono completo, convencido de ser el único merecedor. Las facciones se formaron rápidamente, y lo que había comenzado como un desacuerdo político se transformó en una guerra civil que arrasó con el reino.

Años de enfrentamientos desgarraron Lennox hasta sus cimientos, consumiendo su legado. Los campos, antes fértiles, quedaron arruinados, los castillos se convirtieron en ruinas, y las aldeas fueron abandonadas o destruidas. Cuando la disputa terminó, no quedó nada más que cenizas y un doloroso recuerdo de lo que alguna vez fue.

Había rumores sobre sobrevivientes, pero nada concreto. Los registros históricos se desdibujaban, y Lennox pasó a ser un reino recordado con tono melancólico, una advertencia sobre cómo la ambición y la codicia podían destruir incluso las bases más sólidas.

Taehyung desvió la mirada hacia Jungkook, observándolo en silencio. Intentó imaginar lo que significaba llevar un peso como ese, pero se dio cuenta de que nunca podría entenderlo por completo. La historia del reino era devastadora, pero Jungkook no era solo un sobreviviente; era alguien que había perdido todo. No tener un hogar, un lugar al cual pertenecer, debía ser una carga tan desoladora que era difícil concebir cómo había encontrado la fuerza para seguir adelante.

—Kook... —susurró, pero no pudo continuar. ¿Qué podía decirle? ¿Cómo podía consolarlo cuando sabía que ninguna palabra sería suficiente?

El azabache volvió a mirar el cielo, su expresión seguía siendo tranquila, pero Taehyung podía ver el dolor que se escondía detrás. Era un dolor que había aprendido a cargar en silencio, sin esperar que nadie más lo entendiera.

Y sin embargo, Taehyung no pudo evitar sentirse más decidido que nunca. No sabía cómo, pero haría algo, lo que fuera necesario, para que Jungkook pudiera encontrar un nuevo hogar, un lugar donde no tuviera que cargar con esa soledad.

—Con mucha más razón necesitas mi ayuda. Si no tienes un lugar al que volver, puedo ayudarte a conseguir uno. El reino de Haldane es diferente al tuyo, pero estoy seguro de que, con el tiempo, podrías sentirte como en casa y... y no tendrías que estar solo nunca más. Kook, por favor... —La voz de Taehyung se quebró ligeramente al final, cargada de una sinceridad que hizo eco en el aire entre ellos.

El azabache se giró hacia él, sus ojos oscuros suavizándose al mirarlo, aunque la tristeza seguía siendo una sombra persistente en su mirada. Jungkook esbozó una pequeña sonrisa, una mezcla de ternura y resignación que Taehyung encontró desgarradora. Sin decir una palabra, el mayor estiró los brazos y lo atrajo hacia sí, envolviéndolo en un abrazo cálido y firme.

Taehyung no opuso resistencia. Se dejó llevar por el gesto, inclinándose hacia él hasta enterrar el rostro en su pecho. El aroma a bosque de Jungkook lo envolvió, una mezcla de tierra húmeda, hojas frescas y algo indefinible que solo le pertenecía a él. Cerró los ojos, permitiendo que el momento lo absorbiera, como si, de alguna manera, pudiera aliviar al azabache de la carga que llevaba.

Jungkook apoyó la barbilla sobre el cabello del príncipe, y sus brazos se apretaron un poco más alrededor de él, como si con ese gesto quisiera transmitir todo lo que no se atrevía a decir en voz alta. El silencio entre ellos no era incómodo, sino cargado de significado, como si cada latido de sus corazones estuviera tratando de hablar por ellos.

—Agradezco que quieras ayudarme —dijo Jungkook finalmente, rompiendo el silencio que había caído entre ellos. Su voz era baja, cargada de algo que Taehyung no pudo identificar del todo—. Pero no puedo irme de aquí.

Las palabras golpearon al príncipe como una ráfaga helada. En un movimiento rápido, se apartó del abrazo y se incorporó, quedando sentado frente a Jungkook. Su incredulidad era palpable, reflejada en el azul vibrante de sus ojos.

—¿Por qué? —preguntó, con un tono que oscilaba entre la frustración y la preocupación—. No hay nada aquí para ti, tú...

Jungkook desvió la mirada por un instante, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Finalmente, su voz volvió a surgir, más tenue esta vez.

—¿Recuerdas que te dije que debía mantenerme oculto? Bueno, esa es una de las razones por las que debo quedarme aquí.

Taehyung frunció el ceño, inclinó la cabeza, sus ojos clavándose en los de Jungkook como si intentara desentrañar el misterio que se escondía tras sus palabras.

—¿Y el resto? —inquirió con firmeza—. ¿Cuáles son esas otras razones?

El silencio del contrario fue como una barrera impenetrable. Sus labios se movieron ligeramente, como si estuviera a punto de decir algo importante, pero al final, optó por no hacerlo.

—No puedo contarte.

La declaración dejó a Taehyung atónito. Sintió cómo algo se rompía dentro de él, una mezcla de desconcierto y dolor.

—¿Q-qué? ¿No confías en mí? —preguntó, con la voz temblorosa, tratando de ocultar el dolor que sentía.

—No es eso —respondió Jungkook rápidamente, negando con la cabeza mientras se incorporaba. Extendió las manos hacia el rostro de Taehyung, sujetándolo suavemente por las mejillas. Su toque era cálido, firme, y obligó al príncipe a mirarlo directamente a los ojos—. Te lo diré, en algún momento. Solo... dame tiempo, ¿sí?

El contacto hizo que Taehyung contuviera la respiración por un momento. Miró los ojos verdes de Jungkook, y por primera vez, vio algo que rara vez se mostraba: vulnerabilidad. Una angustia palpable se reflejaba en su mirada, como si lo que estaba ocultando fuera demasiado pesado para compartir.

El príncipe suspiró, un sonido fuerte y lleno de resignación. No quería presionarlo, no si hacerlo significaba lastimarlo más.

—Sabes que no me daré por vencido, ¿verdad? —dijo finalmente, rompiendo el silencio con una voz más suave, pero cargada de determinación.

Jungkook sonrió apenas, una curva tenue en sus labios que no alcanzó sus ojos.

—Lo sé.

—Voy a seguir ayudándote, también.

—Lo aprecio.

Taehyung inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos todavía fijos en los de Jungkook.

—Vas a decirme algún día.

—Lo haré.

—Y no me apartarás.

Jungkook dejó escapar una risa suave, casi imperceptible.

—No quiero hacerlo.

—Bien.

—Bien —repitió Jungkook, su voz apenas un murmullo, pero cargada de un peso que Taehyung no dejó pasar desapercibido.

Aunque las palabras se habían dicho, el aire entre ellos seguía cargado de todo aquello que no se atrevían a expresar, de promesas no cumplidas y secretos guardados que aguardaban el momento oportuno para salir a la luz. Pero en ese instante, todo eso quedó relegado, porque estaban demasiado cerca, y Taehyung no quería apartarse. Sus pensamientos eran un caos, pero había algo en la cercanía de Jungkook que lo llamaba, algo que lo empujaba a actuar, a dejarse llevar por lo que sentía en ese preciso momento.

Se inclinó lentamente, sus labios buscando los de Jungkook, como si fuera correcto aunque era consciente de que no lo era. Sabía que no estaba bien, que en lugar de solucionar las cosas, solo las complicaría más. Pero en ese instante, las consecuencias parecían lejanas, irrelevantes. Taehyung tomó esa decisión por sí mismo, y eso le brindaba una sensación de libertad que hacía mucho no experimentaba. Incluso si después esas mismas decisiones lo lastimarían, ahora le parecían necesarias.

Jungkook, por su parte, parecía compartir esa misma urgencia, esa necesidad incontrolable de olvidar todo por un momento. No dudó en tomar a Taehyung por la cintura y guiarlo hasta colocarlo a horcajadas sobre él, acercándolo aún más. El príncipe rodeó el cuello de Jungkook con los brazos, profundizando el contacto, sus cuerpos alineándose como si estuvieran destinados a encajar de esa manera.

El beso se intensificó cuando Jungkook inclinó la cabeza y dejó que su lengua invadiera la boca de Taehyung, encontrando en el otro una pasión que no se había permitido explorar antes. La electricidad que recorría sus cuerpos era palpable, y por un instante, todo lo demás desapareció. Solo quedaban ellos dos, enredados en algo que sabían que no debía continuar, pero que no podían detener.

Taehyung se separó apenas unos centímetros, su aliento cálido chocando contra los labios de Jungkook.

—No me apartarás —repitió en un murmullo sobre la boca del otro, su voz apenas un susurro cargado de emoción, como una súplica y una orden al mismo tiempo.

—No lo haré —afirmó Jungkook, con la misma intensidad.

Taehyung sonrió, una sonrisa breve pero sincera, antes de volver a perderse en un beso que lo hizo olvidar por completo todo lo que debía preocuparle. Su respiración se mezclaba con la del azabache, y por un instante, se permitió imaginar que el destino no sería tan cruel con ellos.

Pero en el fondo de su corazón, sabía la verdad. No importaba cuántas veces Jungkook le prometiera que no lo apartaría; el destino siempre encontraba la forma de interponerse. Y si no lo hacía el mayor, tarde o temprano sería Taehyung quien tendría que alejarse, quien tendría que elegir el deber sobre su propio corazón.

Ninguno lo dijo en voz alta, pero ambos lo sabían. Cada caricia, cada beso, era una cuenta regresiva hacia un final que los aguardaba en el horizonte. Y sin embargo, en ese instante, decidieron ignorarlo. Porque lo único que importaba era el aquí y el ahora, la calidez del otro, y el deseo de permanecer juntos, aunque fuera por un momento más.

¡Se logró! Gracias a todos por sus sacrificios, ustedes lo hicieron posible jajaja. Dejando eso de lado, VIERON ESOOOOO. La cercanía de ambos es tan hermosa que duele.🥺 Finalmente estamos cerca de entrar a las dificultades :c

Pero díganme, ¿qué les pareció el capítulo? Espero que les haya gustado. Kook ya se está abriendo más con Tae, pero aun hay cositas que oculta :c ¿qué pasará?🤔

Y no puedo irme sin decir que amo a las trillizas jajaja son unas traviesas.😍

En fin, ya saben, procuraré volver pronto. Y hasta entonces, ustedes manténganse sanos.🌷

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