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❦IV: Lo inevitable.

La ausencia de la Reina se ha sentido con fuerza en el castillo, afectando a todos de una u otra manera. Para Taehyung, sin embargo, el cambio ha sido más personal. Después de tanto tiempo bajo el control absoluto de su madre, todavía no se acostumbra del todo a tener libertad sobre sus días. Esta nueva etapa se siente extraña, casi como si no terminara de pertenecerle.

A pesar de esa sensación de desconcierto, no significa que no aprecie lo que ha ganado. De hecho, hay algo de alivio en no tener que vivir bajo la constante supervisión que lo asfixiaba. No es como si quisiera volver a esos tiempos. Ahora, con este inesperado margen de libertad, puede escaparse más seguido para encontrarse con Jungkook, un pequeño lujo que antes habría sido imposible.

Después de todo este tiempo en el que ha estado visitando al azabache con una constancia casi inquebrantable, Taehyung puede afirmar con seguridad que su relación ha dado un giro significativo. No solo se ha vuelto más cercana, sino que ha mejorado de maneras que antes parecían imposibles. Las ocasiones en las que Jungkook le pide que no vuelva a aparecer aquí han disminuido notablemente, y Taehyung no puede evitar considerar este pequeño pero evidente cambio como un logro personal, una señal de que, poco a poco, está derribando las barreras que el otro había levantado entre ambos.

No obstante, aunque la actitud de Jungkook se ha relajado y suavizado notablemente en comparación con sus primeros encuentros, eso no significa que haya permitido a Taehyung atravesar del todo sus barreras. El azabache sigue siendo un enigma, resguardando celosamente su información y manteniendo su vida cuidadosamente oculta, una actitud que, para Taehyung, resulta tan intrigante como frustrante. Esa obstinación inquebrantable con la que Jungkook protege sus secretos se ha convertido en un obstáculo constante que desafía la paciencia de Taehyung.

A lo largo de este tiempo, ha probado todo tipo de estrategias para sonsacarle aunque sea un pequeño detalle, un atisbo de la verdad tras su enigmática fachada. Desde conversaciones casuales hasta preguntas aparentemente inocentes, pasando por ofrecerle sus postres favoritos, Taehyung lo ha intentado todo. Pero nada ha funcionado. Ni siquiera los dulces, que alguna vez parecían ser un punto débil para Jungkook, logran ya ablandarlo.

Lejos de rendirse, Taehyung ha asumido este desafío con renovada determinación. Actualmente, está diseñando un nuevo método para disuadir al azabache, convencido de que, tarde o temprano, encontrará la manera de cruzar esas murallas y descubrir los misterios que Jungkook se esfuerza tanto en ocultar. Para él, esto ya no es solo cuestión de curiosidad; es un asunto personal, casi un reto que está dispuesto a ganar.

Son pocas las cosas que ha logrado descubrir sobre Jungkook, y, curiosamente, todas ellas han llegado a él sin esfuerzo alguno. No han sido fruto de preguntas insistentes ni de tácticas cuidadosamente planeadas, sino de pequeños deslices que el azabache deja escapar de manera inadvertida. A veces, una palabra fuera de lugar, un gesto que lo traiciona, o un comentario que parece inocente terminan revelando fragmentos de su vida. Pero, a pesar de su atención aguda, Taehyung no ha conseguido conectar esas piezas dispersas para armar el rompecabezas y descifrar su origen.

Por un momento, consideró la posibilidad de ser paciente, de esperar y permitir que, poco a poco, Jungkook fuera dejando salir más de sí mismo. Pero esa idea pronto se desvaneció. El tiempo, para Taehyung, es un lujo que no puede permitirse. Cada día que pasa siente la presión, la urgencia de entender a Jungkook antes de que las circunstancias, o el destino, los separen.

A pesar de lo inusual —incluso extraño— que fue la forma en que sus caminos se cruzaron, Taehyung no puede negar que Jungkook se ha convertido en alguien profundamente especial en su vida. Con el tiempo, lo que comenzó como una curiosidad pasajera evolucionó hasta transformarse en una conexión que desafía todo lo que Taehyung había conocido hasta ahora. Sin embargo, esa misma importancia que Jungkook ha ganado en su corazón ha comenzado a pesarle como una preocupación que no puede ignorar.

Taehyung es plenamente consciente de su futuro y de las responsabilidades que lo esperan. Sabe que, tarde o temprano, tendrá que asumir su lugar en el trono, y cuando ese día llegue, estas escapadas clandestinas, estos momentos que ahora atesora, llegarán inevitablemente a su fin. Y no solo las visitas acabarán; también lo hará este vínculo, esta amistad que ha florecido en las sombras. Por mucho que se resista a la idea, Taehyung comprende que su destino y el de Jungkook pertenecen a mundos completamente diferentes, mundos que no están destinados a entrelazarse para siempre.

Pensar en esa posibilidad es un tormento constante, una carga que siente profundamente en su pecho, como si un peso invisible le oprimiera el corazón. La sola idea de perder a Jungkook, de ver desvanecerse todo lo que han construido juntos, lo llena de una tristeza inexplicable. Por más que intente convencerse de que está preparado para aceptar lo inevitable, no puede evitar preguntarse si realmente será capaz de dejarlo atrás cuando llegue el momento.

Taehyung cree que lo que más lo mortifica de toda esta situación es la profunda singularidad de lo que comparte con Jungkook. Por primera vez en su vida, ha logrado construir un vínculo que siente completamente genuino, sin artificios ni máscaras. No ha tenido que fingir, ni actuar como alguien que no es, ni esforzarse por cumplir con las expectativas ajenas que siempre lo han definido en casa. Desde el principio, Jungkook lo ha visto tal y como es: sin adornos, sin la fachada impecable que debe mantener bajo el peso de sus responsabilidades y las interminables exigencias que conlleva su posición.

Con Jungkook, todo ha sido diferente. Estar a su lado le brinda una sensación única, casi irrepetible, de paz y libertad. Es como si, en su presencia, pudiera soltar un suspiro que lleva años atrapado en su pecho. La manera en que Jungkook lo acepta sin cuestionamientos ni prejuicios, simplemente por ser quien es, lo ha marcado de una forma que Taehyung nunca creyó posible. Con él, no existe el constante esfuerzo de complacer a otros ni la carga de cumplir con estándares imposibles; solo existe el consuelo de ser auténtico, de ser simplemente Taehyung.

Esa liberación es lo que hace que este vínculo sea tan valioso para él y, al mismo tiempo, lo que lo convierte en una fuente de angustia. Sabe que lo que tiene con Jungkook es algo que jamás podrá replicar en otro lugar ni con otra persona, y esa certeza lo llena de un miedo profundo. Perder este espacio de autenticidad, este refugio que ha encontrado en él, es una idea que lo persigue, un recordatorio constante de lo frágil que es todo lo que atesora.

Mucho antes de conocer a Jungkook, estaba convencido de que sería capaz de cargar con todo el peso que la corona traería consigo. Desde que tiene memoria, había sido preparado para ese momento, moldeado meticulosamente para encarnar al líder que su pueblo esperaba. Aunque en lo más profundo de su ser no era lo que deseaba, había aceptado que ese era su destino. Estaba dispuesto a sacrificar sus propios anhelos por el bien mayor, a cumplir con las expectativas que la gente había depositado en él, incluso si eso significaba renunciar a partes de sí mismo en el proceso.

Sin embargo, ahora todo es diferente. Conocer a Jungkook cambió algo dentro de él, algo que no había previsto y que lo tomó por sorpresa. Lo que antes parecía una carga manejable, una responsabilidad que podía afrontar con la determinación que le habían inculcado, ahora se siente como un sacrificio demasiado grande, casi insoportable. Por primera vez, Taehyung no está seguro de poder cumplir con su destino sin tambalearse, sin sentir que algo invaluable se escapa de sus manos.

La idea de dejar todo esto atrás, de renunciar a los momentos que ha compartido con Jungkook, pesa más de lo que nunca imaginó. No se trata solo de una amistad, sino de una conexión que lo hace sentir más vivo, más él mismo. Pensar en un futuro donde Jungkook no esté, donde tenga que despedirse de esa libertad y autenticidad que solo ha encontrado a su lado, lo llena de una incertidumbre que no había conocido antes. Por mucho que trate de convencerse de que su deber está por encima de todo, la verdad es que no sabe si será capaz de soportar el vacío que quedará al dejarlo atrás.

—¿Te encuentras bien? Estás inusualmente callado —comentó Jungkook de repente, rompiendo el cómodo silencio que se había instalado entre ellos. Su voz hizo que Taehyung parpadeara un par de veces, como si despertara de un trance, antes de elevar la mirada hacia él.

—Pensé que preferías el silencio —respondió el príncipe con una ligera sonrisa, inclinándose hacia atrás con elegancia. Cruzó las piernas con naturalidad y recargó el rostro en el puño de su mano, apoyando el codo en su rodilla. Había en sus movimientos una despreocupación estudiada, como si quisiera restarle importancia a la conversación mientras observaba a Jungkook con atención.

—Supongo que ya no tanto —murmuró el azabache, desviando rápidamente la mirada hacia el libro que tenía entre manos, uno que Taehyung le había traído esa misma mañana. El gesto era sutil, pero el príncipe no pudo evitar notar cómo el ligero rubor comenzaba a teñir las mejillas de Jungkook, un detalle que el azabache intentó ocultar fingiendo interés en las páginas.

Taehyung lo observa en silencio por un momento, dejando que sus ojos se deslicen con suavidad sobre los gestos y detalles que hacen que Jungkook siempre le parezca, sin falta, fascinante. No es solo su apariencia lo que lo atrae, sino la complejidad que hay en él, esa mezcla de reserva y vulnerabilidad que se asoma cuando menos lo espera. Con cada día que pasa, con cada palabra no dicha y cada gesto que revela más de lo que Jungkook quisiera mostrar, Taehyung se siente más cautivado, como si algo nuevo y fascinante emergiera de él en cada encuentro.

Es un sentimiento que ha crecido con el tiempo, una admiración que ha dejado de ser solo superficial para volverse una fascinación profunda, casi inesperada. No importa cuántas veces se crucen, cuántos momentos pasen juntos, siempre hay algo más por descubrir en Jungkook. Es como si, en su presencia, el tiempo se dilatara, permitiéndole ver detalles que antes pasaban desapercibidos, y al mismo tiempo, sumiéndolo en un estado de constante asombro. Cada día que pasa a su lado, Taehyung se da cuenta de que, en lugar de perder el interés, se ve cada vez más envuelto en el misterio de quién es Jungkook realmente.

—¿No te aburres de estar todo el tiempo solo en el bosque? —preguntó Taehyung, sus ojos fijos en el contrario, estudiando cada mínimo cambio en su expresión mientras la pregunta flotaba en el aire, cargada de curiosidad.

—No. —La respuesta fue cortante, casi como una amenaza velada que dejaba claro que no deseaba seguir con esa conversación. Sin embargo, Taehyung siempre había sido un amante de los desafíos, y la evasiva solo incrementaba su interés.

—¿No considerarías acompañarme al castillo? Cambiar de aires, desconectar un poco. —La oferta, casual pero cargada de una intención oculta, hizo que Jungkook levantara la mirada, sorprendido, como si no pudiera creer que Taehyung realmente estuviera sugiriendo eso.

Jungkook parpadeó, la incredulidad marcando su rostro por un momento antes de que su ceño se frunciera.

—¿Y cómo explicarías mi presencia allí? —preguntó, su voz cargada de desconfianza—. No. Es muy peligroso.

—¿Peligroso para quién? —Taehyung insistió, sin dejar que la respuesta lo desalentara.

—Ambos.

Sabe que Jungkook tiene razón: llevarlo al castillo sería complicado de justificar. Aunque pudiera engañar a los demás con una mentira convincente, no tendría forma de hacerlo con Jimin. A su mejor amigo no se le escapan los detalles, y según lo que él sabe, Taehyung solo ha estado yendo a la arboleda más allá del río. No habría manera de explicar cómo conoció a Jungkook sin revelar que no cumplió con su parte del trato y se desvió hacia otro lugar.

Sin embargo, deseaba con todas sus fuerzas pasar tiempo con Jungkook lejos del bosque. Esa idea era un impulso que no podía ignorar, así que rendirse no era una opción. Necesitaba encontrar una solución distinta, algo que no solo protegiera su vínculo, sino que también evitara cualquier situación que pudiera poner en peligro esos momentos compartidos que comenzaban a significar tanto para él.

—¿Y qué tal ir a un festival? —sugirió tras unos momentos de reflexión, levantándose de su sitio para acercarse a Jungkook. Sin dudarlo, se sentó a su lado y dejó caer suavemente el rostro sobre su hombro—. Los festivales por mi ascensión comenzarán a celebrarse pronto.

—Tae...

—Por favor, quiero ir contigo —pidió el pelirrojo, con una dulzura deliberada en su tono, ese que había estado perfeccionado poco a poco para convertirlo en una herramienta infalible de persuasión.

El tiempo que habían compartido últimamente los había acercado más de lo que Taehyung había imaginado posible. Esa proximidad constante le hizo sentir más cómodo con los gestos de cercanía hacia Jungkook. Al notar que el azabache no parecía incomodarse, ni siquiera cuando sus acciones podían considerarse atrevidas, decidió no detenerse. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo importante: Jungkook tenía una pequeña debilidad hacia él, especialmente cuando usaba ese tono cargado de deseo y sinceridad al pedir algo. No siempre lograba lo que quería, claro, pero cada vez resultaba más efectivo.

—Sería igual de peligroso.

—¿Por qué?

—Mi tono de cabello no es común por aquí, me delataría de inmediato, y necesito mantenerme oculto. Además, tu color de cabello tampoco ayuda. Todos sabrían que el príncipe está en el festival. Llamaríamos demasiado la atención, y te lo repito: necesito pasar desapercibido.

Se mantienen en silencio por un momento, con el rostro de Taehyung todavía apoyado en el hombro de Jungkook. No sabe con certeza en qué momento el azabache dejó de apartarlo, pero eso ya no importa. Le gusta demasiado esta cercanía, ese calor compartido que rompe la fría distancia a la que estaba acostumbrado.

—Mi ascensión será pronto... —Taehyung rompe el silencio, su voz grave y cargada de un peso que no necesita explicarse—. No sé cuánto tiempo le quede a esto.

No necesita añadir más. Sabe que Jungkook entiende perfectamente a qué se refiere.

—Era inevitable.

—Odio cuando parece no importarte. —Taehyung no puede evitar que la frustración se asome en su voz, y un dolor sordo se clava en su pecho. Es como si las palabras de Jungkook quedaran vacías, sin importar, y eso lo hiere más de lo que quisiera admitir.

Hay un breve silencio entre ellos, denso y cargado de palabras no dichas. Jungkook suelta un suspiro profundo, uno que parece venir desde el fondo de su pecho, como si estuviera intentando liberar un peso que no sabe cómo manejar.

—Te dije desde el inicio que dejaras de venir. De hecho...

—No te atrevas. —Taehyung declara con advertencia, separándose abruptamente del hombro del contrario para verlo a los ojos. Sus propios ojos reflejan una mezcla de enojo y tristeza, como si las palabras que acaba de decirle, y las que no pudo pronunciar, lo atravesaran con una fuerza dolorosa. El nudo en su pecho lo ahoga un poco más, pero no puede dejar de hablar—. No te atrevas a pedirlo de nuevo.

Se levantó con prisa, tratando de evitar escuchar cualquier otra palabra que Jungkook pudiera decir, temiendo que cada una de ellas solo le causara más daño. Caminó rápidamente hacia Angus, decidido a marcharse, pero antes de poder siquiera intentar montar al caballo, sintió la presencia de Jungkook detrás de él. Inmóvil, permaneció allí, como si su cuerpo no pudiera decidir si debía alejarse o enfrentarse a lo que venía.

La tensión se instaló entre ellos, palpable en el aire. No se dijo nada más. Solo el sonido de la respiración pesada de ambos llenaba el espacio, una nota silenciosa que marcaba la incomodidad de la situación, el peso de lo no dicho.

—Me importa. —La respuesta de Jungkook fue breve, pero clara. Taehyung no podía ni siquiera sentir enojo por la falta de palabras; algo en la sinceridad de ese simple "me importa" lo detuvo, dejándolo sin respuesta, pero con un leve alivio que no entendía del todo.

Se giró lentamente para enfrentarlo, dejando que sus ojos azules se encontraran con los verdes intensos de Jungkook. En ese cruce de miradas, Taehyung intentó leer más allá de lo evidente, buscando en esos ojos todo lo que el azabache había decidido mantener oculto, todos los pensamientos y emociones que se negaba a compartir. Su mirada penetró en la profundidad de la suya, intentando desentrañar las barreras invisibles que el azabache había levantado, pero en esos ojos, por un instante, solo encontró un reflejo de la misma incertidumbre que él sentía.

—No vuelvas a pedirme que no regrese. —Su voz era firme, pero había algo vulnerable en ella, algo que no lograba ocultar—. Lo seguiré haciendo, siempre que el bosque me guíe hacia ti. Lo haré. Eres mi amigo, y no voy a renunciar a eso tan fácilmente.

Jungkook permaneció callado por un momento, su cuerpo rígido, pero Taehyung podía sentir que algo en él comenzaba a relajarse. La tensión en sus hombros se disipó lentamente, hasta que finalmente habló.

—Iré, al festival.

Esas palabras fueron suficientes para que el rostro de Taehyung se iluminara de inmediato. Una sonrisa sincera apareció en su rostro, y, al mirarlo, vio la ligera curva de los labios de Jungkook, como un reflejo de su propia alegría.

Mientras dure, van a disfrutar de esto mientras dure.

Existía la costumbre en el reino de Haldane que, cada vez que se acercaba una coronación, se celebraba, meses antes, una variedad de festivales en su honor. Estos eventos no solo marcaban la preparación simbólica para el ascenso al trono, sino que también servían para fortalecer el vínculo entre la familia real y el pueblo y reafirmar la continuidad de la monarquía.

El pueblo principal del reino, situado en el corazón de las tierras bajas y rodeado de colinas verdes, era el escenario donde estas celebraciones alcanzaban su máximo esplendor. Sus calles, normalmente silenciosas, se llenaban de música y algarabía; los mercados rebosaban de colores vivos y productos que llegaban de regiones distantes. Las casas de piedra, adornadas con guirnaldas de flores y estandartes del clan, formaban un corredor festivo por el que paseaban familias enteras y visitantes de todo el reino.

La coronación del nuevo rey era un momento crucial para Haldane, y estos festivales simbolizaban no solo la celebración de un futuro gobernante, sino también la renovación de la esperanza y la estabilidad. En los alrededores, los habitantes organizaban juegos tradicionales y competencias de fuerza y destreza, actividades que habían sido heredadas de tiempos antiguos, como una representación de la fortaleza y la unidad que se esperaba del nuevo monarca. Los sonidos de gaitas y tambores resonaban en las laderas, acompañando las danzas espontáneas que se formaban en los prados cercanos, donde hombres y mujeres giraban al ritmo de melodías ancestrales.

Al caer la noche, el pueblo encendía enormes hogueras en la plaza central, un ritual que se creía ahuyentaba las malas fortunas y atraía la prosperidad, encomendando el reinado venidero a las antiguas tradiciones y a la buena voluntad de los dioses. En torno a las llamas, se contaban historias de los antiguos clanes y reyes que habían gobernado la tierra, relatos que mantenían viva la memoria de sus antepasados y servían de recordatorio de los deberes que el futuro rey debía cumplir. Las noches se llenaban de cánticos y voces, mezcladas con el olor a turba quemándose y a carne asada.

Los mercados improvisados en las plazas y calles del pueblo principal eran un festín de aromas y sabores, donde se compartía pan recién horneado, sopas espesas y pastelillos rellenos con frutos del bosque.

Al final de los festivales, cuando el último fuego se apagaba y las últimas notas de las gaitas se desvanecían en el aire, el pueblo volvía a su ritmo habitual. Sin embargo, el eco de las celebraciones permanecía en los corazones de todos, como un recordatorio de la unidad del reino y del inicio de una nueva era. La coronación, cada vez más cercana, ya no era solo un acto solemne, sino la culminación de una tradición que unía pasado, presente y futuro en un solo instante.

El día del primer festival había llegado finalmente, y Taehyung no podía ocultar su emoción. Recordaba la única vez que su padre lo había llevado a un festival cuando era un niño, mucho antes de su presentación como doncel, pero esa experiencia había quedado grabada en su memoria como un suspiro lejano, casi olvidado. Ahora, estar de vuelta en ese ambiente, rodeado de luces y risas, era algo que lo llenaba de una alegría indescriptible. Y lo que realmente hacía este momento aún más especial, sin embargo, era que Jungkook estaba a su lado. Compartir este día con él, después de tanto tiempo de estar solamente en el bosque, lo hacía sentir mucho más entusiasmado.

Jungkook había sido muy claro respecto a sus condiciones: debían ser sumamente cautelosos y pasar desapercibidos. Por esa razón, Taehyung se encargó de conseguir ropas sencillas y dos capas amplias que les cubrían por completo, asegurándose de que ningún mechón de cabello quedara expuesto. No podía permitirse el más mínimo descuido.

La meticulosidad de Jungkook con el tema de no ser reconocido le había provocado a Taehyung una curiosidad mayor de la que ya sentía hacia él. ¿Qué era exactamente lo que temía? ¿De quién se escondía con tanto recelo? Las dudas bullían en su mente, pero decidió guardarlas para después; ahora, no era el momento de interrogantes.

Dirigió su atención hacia Jungkook y se encontró con su perfil, con su mirada clavada más adelante, donde el contorno del pueblo comenzaba a dibujarse entre el horizonte y el cielo grisáceo de la tarde. La expresión en el rostro de Jungkook era compleja: una mezcla de fascinación y cautela. Después de haber estado alejado del mundo durante tanto tiempo, Taehyung no podía ni imaginar el remolino de pensamientos que lo ocupaban.

Había algo casi hipnótico en la manera en que Jungkook observaba el pueblo, como si cada pequeño detalle lo absorbiera por completo. La forma en que el humo se elevaba perezosamente desde las chimeneas, el eco distante de las voces y risas que llegaban hasta ellos, incluso el simple movimiento de los árboles al borde del camino parecían contener algo nuevo y extraordinario. Era como si cada estímulo, por simple que fuera, despertara una parte de él que había estado dormida durante años.

Taehyung lo miró en silencio, preguntándose qué vería Jungkook al enfrentarse al mundo exterior después de tanto tiempo en el bosque. ¿Era curiosidad lo que lo mantenía tan absorto? ¿O una necesidad silenciosa de entender un mundo del que había estado apartado por tanto tiempo? Lo cierto era que, aunque su mirada parecía firme, había algo infantil en su asombro, como si redescubriera lo que significaba la vida en sociedad.

Y sin embargo, bajo toda esa fascinación, Taehyung alcanzó a notar un atisbo de nerviosismo. Tal vez era la sensación de sentirse fuera de lugar, de no pertenecer a aquel mundo que seguía girando sin haberlo esperado. El pueblo, con todo su bullicio y movimiento, podía ser tan hermoso como abrumador. O quizás era algo más profundo, algo de lo que Jungkook parecía huir, aunque Taehyung aún no supiera qué era.

—No tienes nada de qué preocuparte. Estoy contigo.

Jungkook giró apenas la cabeza, lo suficiente para que el príncipe viera sus ojos, donde todavía brillaba aquella mezcla de asombro y precaución. No respondió, pero su mano permaneció en la suya, y la línea de sus hombros pareció relajarse ligeramente, como si el peso que llevaba se volviera más llevadero por un instante.

—¿En qué piensas? —preguntó Taehyung después de un largo rato de silencio. El bullicio a su alrededor, aunque constante, se sentía lejano, apenas un murmullo amortiguado por la atención que le dedicaba a Jungkook. Le resultaba más fascinante observar cómo el azabache miraba todo a su alrededor, como si estuviera intentando absorber cada detalle.

—Todo se siente tan extraño... —murmuró Jungkook finalmente, su voz apenas audible, pero lo suficientemente clara como para revelar la confusión que lo embargaba.

Taehyung asintió con comprensión, imaginando lo abrumador que debía ser para él enfrentarse a tanto movimiento, ruido y color después de haber pasado tanto tiempo en completo aislamiento. La multitud, las luces parpadeantes de las linternas, los aromas mezclados de comida y flores... todo debía parecerle una pintura surrealista y, al mismo tiempo, tan ajena.

—También es extraño para mí —dijo Taehyung de repente, rompiendo el silencio con un tono más suave. Jungkook giró apenas el rostro, mirándolo de reojo con curiosidad—. Es la segunda vez que vengo a un festival. La primera vez era solo un niño y no recuerdo mucho de ello.

El príncipe sonrió con cierta melancolía mientras sus ojos vagaban por la celebración que se desplegaba a su alrededor: personas que reían, familias que paseaban de la mano, niños corriendo entre puestos iluminados. A su lado, Jungkook lo observaba con atención, como si intentara descifrar el trasfondo de sus palabras.

—Además, es extraño que todo esto sea por mí —continuó Taehyung, y esta vez su voz sonó más seria, como si estuviera confesando algo que le incomodaba—. Es una tradición tonta, si me lo preguntas. Estos festivales celebran mi ascensión, pero en realidad no requieren de mi presencia.

Jungkook frunció ligeramente el ceño, como si no entendiera del todo. Taehyung dejó escapar un suspiro, casi resignado.

—Intenté convencer a mi madre para que me dejara venir —explicó—, pero ella fue muy clara al decir que no era necesario. Que todo esto era para ellos, no para mí. Ni siquiera lo entiendo del todo. —Hizo una pausa y desvió la mirada hacia el frente—. Es curioso... es mi celebración, pero no me siento parte de ella.

Jungkook continuó observándolo, y aunque no dijo nada, Taehyung sintió el peso de aquella mirada, cálida y silenciosa. No necesitaba palabras para entender que, de alguna forma, comprendía lo que él sentía: la sensación de estar presente y, a la vez, tan lejos de todo. Por un momento, el bullicio pareció desvanecerse por completo, dejando solo el sonido de sus respiraciones y la brisa suave que mecía los bordes de sus capas.

—Tampoco estás solo... —dijo finalmente el azabache—. Estoy contigo.

El pelirrojo parpadeó, sorprendido por lo inesperado de la declaración. Era apenas un susurro, casi devorado por el bullicio del festival a su alrededor, pero había una fuerza contenida en esas palabras que lo hizo girar la cabeza para mirarlo. Los ojos verdes de Jungkook, oscuros y serenos, se encontraban fijos en él, como si quisiera asegurarse de que el príncipe entendiera lo que acababa de decir.

Sin poder evitarlo, una sonrisa suave se dibujó en el rostro del príncipe mientras afianzaba el agarre de sus manos con un poco más de fuerza. Por un instante, se permitió disfrutar plenamente de aquella sensación que lo envolvía, cálida y reconfortante, como si un fuego apacible ardiera en su interior. Ya después, cuando estuviera solo o tuviera el tiempo para pensarlo, intentaría descifrar qué era realmente aquello que recorría su pecho, pero por ahora, solo se entregaría a ese instante fugaz de paz que lo hacía sentir, aunque fuera por un momento, inexplicablemente vivo.

Continuaron recorriendo cada rincón del festival, asegurándose de no perderse absolutamente nada. Taehyung parecía estar disfrutando de todo: la música vibrante que se mezclaba con las risas de la multitud, los aromas irresistibles de la comida de los puestos, y el constante bullicio que daba vida al lugar. Sin embargo, había algo que eclipsaba por completo cada estímulo a su alrededor, algo que se llevaba toda su atención sin esfuerzo: la manera en la que Jungkook comenzaba a disfrutar de todo aquello.

Al principio, Jungkook estaba visiblemente tenso, sus hombros rígidos y su mirada siempre alerta, como si el ambiente lo abrumara más de lo que podía admitir. Pero a medida que el tiempo avanzaba y Taehyung lograba transmitirle esa seguridad casi innata que parecía rodearlo como un aura, comenzó a relajarse poco a poco. Los bordes de su tensión se fueron desdibujando, dando paso a una expresión más abierta y auténtica. Para cuando se dio cuenta, Jungkook estaba completamente entregado al momento: sus labios se curvaban con sinceras sonrisas, sus ojos brillaban con la luz de la curiosidad, y su risa, aunque suave, lograba filtrarse entre el ruido del festival.

Verlo así, tan libre y despreocupado, tenía a Taehyung completamente fascinado. Era como si estuviera presenciando algo raro y precioso, un lado de Jungkook que nunca había podido ver. Y en ese instante, todo lo demás —la música, la comida, el bullicio— se volvía apenas un eco lejano en comparación a él.

Para Taehyung, Jungkook siempre había sido un enigma cautivador, un misterio que parecía desenvolverse lentamente, capa por capa, y eso era precisamente lo que lo hacía tan fascinante a sus ojos. Desde el primer momento en que lo conoció, con aquella seriedad casi impenetrable que lo envolvía, hasta los pequeños instantes en los que, casi de manera imperceptible, Jungkook comenzaba a abrirse a él, aunque fuera un poco, siempre encontraba algo nuevo que lo sorprendía. Cada día a su lado era como descubrir un secreto oculto, una faceta que permanecía reservada solo para aquellos lo suficientemente pacientes como para esperar.

Sin embargo, ninguna de esas versiones de Jungkook —ni la distante, ni la reservada, ni siquiera la que empezaba a mostrar un ápice de confianza— podía compararse con lo que Taehyung presenciaba ahora. Verlo entregarse plenamente al festival, con una sonrisa genuina y ese brillo tan particular en los ojos, como si hubiera olvidado por completo cualquier peso que cargara en su interior, era una visión que lo dejó completamente absorto. Taehyung no podía evitar sentirse asombrado y, al mismo tiempo, profundamente intrigado.

¿Por qué Jungkook se había aislado en primer lugar? ¿Qué había pasado para que alguien capaz de sonreír de esa manera, con tanta libertad y naturalidad, hubiera preferido alejarse del mundo? Esa pregunta volvió a rondarle la mente, como una sombra persistente. Y aunque no tuviera respuestas aún, Taehyung estaba seguro de algo: no quería que esa luz que ahora veía en Jungkook se apagara de nuevo.

Continuaron caminando entre el bullicio del festival, con el sonido de gaitas y tambores elevándose sobre el murmullo de la gente. Los puestos, construidos con gruesas tablas de madera y decorados con flores silvestres y tela de lana tejida, ofrecían desde alimentos recién preparados hasta objetos tallados a mano. El aire olía a hogueras encendidas, carne asada y pan recién horneado, y cada rincón parecía rebosar vida.

Taehyung avanzaba con energía, deteniéndose de vez en cuando para señalar algo que le parecía interesante: un grupo de hombres demostrando su fuerza levantando piedras enormes, niños compitiendo en carreras con sacos, o las mujeres trenzando cintas de colores en las crines de los caballos que adornaban el camino. Jungkook lo seguía de cerca, su mirada fija en la alegría que el príncipe no paraba de desbordar.

—Oh, tienes que probar esto —exclamó el pelirrojo con entusiasmo, sujetando la mano de Jungkook para guiarlo hasta un puesto cercano. Allí, la carne chisporroteaba sobre un fuego crepitante, cubierta con hierbas frescas y sal gruesa que desprendía un aroma tan tentador que parecía envolverlos por completo. A un costado, grandes panes redondos se cocían lentamente sobre piedras calientes, y una joven, con mejillas sonrojadas por el calor, repartía trozos generosos de queso curado envueltos en hojas de parra a quienes se acercaban.

—Aquí, prueba esto —Taehyung le extendió un pincho de madera con un trozo de carne dorada.

Jungkook lo tomó con cierta reticencia, observando el alimento como si estuviera juzgándolo en silencio. Finalmente, dio el primer bocado, y el cambio en su expresión fue casi inmediato. Sus cejas se relajaron, sus labios se entreabrieron ligeramente, y aunque intentó contenerse, el brillo en sus ojos lo delató.

—Está... bueno —admitió, intentando sonar indiferente mientras evitaba la mirada triunfante del príncipe.

—Te lo dije —respondió Taehyung con una sonrisa radiante, que se fue desvaneciendo lentamente cuando su mirada captó algo en la distancia. La chispa habitual en sus ojos se apagó, reemplazada por una expresión seria, casi alerta.

Jungkook notó el cambio de inmediato. Sin necesidad de preguntar, su cuerpo reaccionó instintivamente: ajustó la túnica de Taehyung, cubriéndolo con mayor cuidado, y luego hizo lo mismo con la suya, disimulando el movimiento entre la multitud.

—¿Qué pasa? —murmuró Jungkook, con la voz apenas audible bajo el bullicio del festival.

Taehyung no respondió de inmediato. Su mirada seguía clavada en un punto lejano, más allá del bullicio del festival y del resplandor parpadeante de las hogueras. Su ceño se frunció ligeramente y, de repente, sus ojos se abrieron con un destello de reconocimiento. Sin decir palabra alguna, comenzó a avanzar con pasos decididos, esquivando a la multitud.

Jungkook, desconcertado, lo observó por un segundo antes de reaccionar.

—¿Tae? —llamó, pero el príncipe no se detuvo ni giró a verlo.

Con un suspiro resignado y una sensación creciente de inquietud, Jungkook decidió seguirlo, manteniéndose cerca mientras se abría paso entre las personas que reían y festejaban sin preocuparse por lo que ocurría a su alrededor.

—¿A dónde vas? —insistió en un murmullo apremiante, pero Taehyung seguía avanzando sin prestarle atención.

No se detuvo hasta llegar frente a un pequeño puesto de coronas de flores, donde tres figuras diminutas se encontraban de pie, observando las trenzas de colores y las flores silvestres que colgaban con delicadeza. Jungkook frenó de golpe a su lado, mirando a las tres personitas con el ceño fruncido. No tenía idea de quiénes eran ni por qué Taehyung había cruzado el festival entero para llegar hasta ellas. Las figuras, al notar su presencia, giraron lentamente la cabeza, y fue entonces cuando sus miradas se encontraron.

Hermano... —dijeron las tres al unísono, sus ojos reflejando una sorpresa genuina, pues no esperaban encontrarse con Taehyung en ese lugar. La tensión que se había formado entre ellos fue evidente en el aire.

El príncipe las miró con una mezcla de incredulidad y preocupación, frunciendo el ceño.

—¿Qué están haciendo aquí? No me digan que se han vuelto a escapar de Seokjin. Oh, van a meterse en serios problemas esta vez... ¿qué hicieron? —su tono reflejaba la mezcla de regaño y preocupación que sentía por ellas.

—No hicimos nada malo, solo le dimos un té de manzanilla con unas gotitas de Skullcap para que pudiera dormir un poco —respondió Aileen, tratando de restar importancia a lo que habían hecho, pero sus manos entrelazadas de forma nerviosa delataban su preocupación.

Ailsa se apresuró a añadir, intentando dar una capa de justificación a la situación:

—Dejamos una nota, así que no debe tardar en venir a buscarnos. —Lo dijo como si eso, de alguna manera, pudiera hacer todo más aceptable.

—Vamos a recibir un castigo por esto, así que no nos regañes más —terminó Aisling con su tono más encantador, el mismo que siempre usaba para conseguir lo que quería de su hermano mayor.

Taehyung las miró en silencio, su expresión severa, antes de soltar un profundo suspiro. Sabía que no ganaría esta batalla.

—Ya les dije que dejen de causarle problemas a Seokjin —dijo finalmente, con más calma, aunque su tono seguía siendo algo preocupado—. Es peligroso que estén aquí solas.

Se agachó hasta quedar a la altura de las trillizas, sus ojos llenos de una mezcla de exasperación y ternura.

Lo sentimos —respondieron al unísono, sus caritas de inocencia y los pucheros que formaron con los labios hicieron que Taehyung perdiera toda la autoridad que había intentado mantener.

—Está bien —cedió finalmente, abrazando a las tres con un suspiro resignado. No tenía la energía para regañarlas más.

—¿Y tú qué haces aquí, hermano? —preguntó de repente Aileen, su tono astuto y desafiante desmoronando la calma que Taehyung había logrado reunir. El príncipe, ofendido de que no le hubieran permitido a este momento durar más, se separó ligeramente de las tres. Ya debía haberse esperado algo así de esas pequeñas demonios.

—Madre dijo que no podías venir —añadió Ailsa, con la misma sagacidad que su hermana, y el príncipe suspiró, resignado.

—¿Y quién es ese muchacho que está contigo? —preguntó Aisling, lanzando una mirada curiosa y traviesa hacia Jungkook. La intensidad de su pregunta hizo que Taehyung sintiera un escalofrío de comprensión en ese mismo instante: las pequeñas no pensaban dejarlo en paz, y lo peor de todo, estaba a punto de perder nuevamente sus postres.

—Maldición... —murmuró Taehyung entre dientes, su irritación evidente mientras se pasaba una mano por el cabello, frunciendo el ceño—. No están en posición de chantajearme. —Se quejó en voz baja, levantándose para imponer su altura y ganar algo de autoridad, pero sus tres pequeñas hermanas no parecían verse afectadas en lo más mínimo.

—Lo estamos —replicó Aileen, con una mirada de suficiencia—. Nostras vamos a recibir un castigo por venir. Es más... —Se detuvo un momento, su mirada se desvió brevemente hacia atrás, como si contemplara algo importante, antes de volver a mirar a Taehyung con una sonrisa astuta—. Seokjin acaba de llegar, así que tenemos poco tiempo.

La expresión de Ailsa y Aisling se transformó al instante, ambas reflejando el mismo brillo calculador en sus ojos. Taehyung giró la cabeza rápidamente, su instinto diciéndole que no podían estar mintiendo, y sus ojos se agrandaron al ver a Seokjin a lo lejos, buscando frenéticamente a las tres pequeñas traviesas.

—De acuerdo... —dijo con una mezcla de resignación y frustración, sabiendo que no tenía más opción que ceder—. ¿Qué quieren?

—Un mes de tus postres —respondió Aileen, señalando luego el puesto cercano donde había coronas de flores, brillando bajo la luz de las antorchas—. Y una de esas coronas para cada una de nosotras.

Taehyung no pudo evitar resoplar con incredulidad al escuchar las exigencias de sus hermanas, pero una sonrisa irónica se dibujó en su rostro. Sabía perfectamente que estaba atrapado. Sus postres y aquellas coronas... todo por unas pequeñas que siempre encontraban la manera de salirse con la suya. En ese momento, volvió a culpar a su madre por haberlas criado de esa manera, aunque, si era sincero consigo mismo, parte de su comportamiento también era culpa suya.

—Bien —aceptó finalmente, su tono cargado de resignación mientras se acercaba al puesto y compraba las coronas que las trillizas habían elegido. Las entregó con cuidado, observando cómo las pequeñas las tomaban con una sonrisa traviesa—. No se las coloquen aquí —les advirtió en un tono serio—. Si lo hacen, pueden llegar a ver su cabello. Vayan con Seokjin y recuerden, ninguna palabra sobre haberme visto. Volveré más tarde al castillo.

Las trillizas asintieron al unísono y, antes de que pudiera decir más, se abalanzaron sobre él para darle un rápido abrazo. En un parpadeo, ya estaban corriendo hacia Seokjin, que parecía estar a punto de desmayarse por la preocupación. Taehyung observó en silencio desde lejos, viendo cómo las pequeñas se reunían con él. Pudo ver al pobre doncel casi al borde de las lágrimas por el alivio, antes de que su rostro se endureciera y comenzara a regañarlas con severidad.

Con una sonrisa, Taehyung tomó la mano de Jungkook, apretándola suavemente antes de guiarlos lejos de allí. Mientras se alejaban, el príncipe no pudo evitar sentir una mezcla de exasperación y cariño por sus hermanas, y al mismo tiempo, un pequeño alivio por haber salido de esa situación sin más complicaciones.

—No sabía que tenías hermanas —comentó Jungkook, interrumpiendo el pesado silencio que se había extendido entre ellos por largo rato.

—Estoy seguro de que hay mucho que aún no sabemos el uno del otro —respondió el príncipe, su voz cargada de un reproche sutil, como si señalara que Jungkook era el único de ambos que más información sobre sí ocultaba.

Jungkook se quedó en silencio, buscando las palabras adecuadas pero sin encontrarlas. Un nudo se formó en su garganta antes de soltar un fuerte suspiro.

—Se parecen mucho a ti —comentó, intentando cambiar de tema—, aunque no pude verlas muy bien con la capucha de la túnica.

El príncipe sonrió al pensar en sus tres traviesas hermanas.

—Seguro que sin ella, te darías cuenta de cuán similares somos, especialmente por nuestro cabello rojizo y rizado —murmuró aun con una sonrisa—. Deberíamos irnos, el sol está comenzando a ponerse.

Jungkook asintió en silencio, dejando que el pelirrojo lo guiara sin oponer resistencia. La mano firme de Taehyung sostuvo la suya hasta llegar al pequeño establo donde Angus los esperaba. Tras pagarle al encargado, Taehyung fue el primero en montar con un movimiento ágil, seguido de Jungkook, que subió con cuidado y se acomodó detrás de él.

La posición no era incómoda, pero la cercanía despertó un ligero nerviosismo en Taehyung. El calor que emanaba Jungkook, el roce sutil de sus cuerpos con cada movimiento del caballo, incluso el peso de su mirada, aunque silenciosa, le resultaban difíciles de ignorar. El pecho de Taehyung se sentía inquieto, como si algo latiera más rápido de lo normal, obligándolo a fijar la vista en el camino con una concentración exagerada.

Respiró hondo, intentando recuperar el control de aquella extraña sensación que no terminaba de entender.

El viaje de regreso al bosque transcurrió en un silencio cómodo, apenas interrumpido por el sonido rítmico de los cascos de Angus contra el suelo. Taehyung logró apartar aquella sensación que lo había inquietado momentos antes, enfocándose en cambio en los recuerdos del día que acababan de compartir. Había sido un buen día, quizás el mejor en mucho tiempo, y estaba seguro de que no habría disfrutado ni la mitad del festival de no ser por la presencia de Jungkook.

Mientras avanzaban por el sendero, con la luz del atardecer filtrándose entre las ramas de los árboles, Taehyung no pudo evitar que su mente divagara. Se preguntó qué emociones estaría sintiendo Jungkook ahora que volvía al bosque, a esa inevitable soledad que lo esperaba. ¿Estaría tan tranquilo como parecía, o el regreso lo inquietaba tanto como a él?

Apretó suavemente las riendas, soltando un suspiro apenas audible, consciente de que, al final del día, lo único que le quedaba era volver a su rutina.

—Detente aquí —pidió Jungkook de repente cuando cruzaron el claro, justo en el punto donde el bosque comenzaba a cerrarse con su espesura—. Puedo volver por mi cuenta desde aquí.

—Pero... —Taehyung intentó protestar, frunciendo ligeramente el ceño, pero Jungkook no le dio oportunidad.

—Se hará tarde y podrías meterte en problemas.

Antes de que pudiera insistir, Jungkook bajó del caballo con agilidad, dejando en claro que su decisión era final. Caminó hacia el frente y pasó una mano suave por el cuello de Angus, que aceptó el gesto con un relincho complacido. Taehyung lo observó en silencio, aún con las riendas entre las manos, como si algo lo mantuviera anclado a ese instante.

Alzó la mirada hacia el cielo, notando cómo la luz comenzaba a desvanecerse entre los tonos anaranjados del atardecer. Sabía que si no se daba prisa, llegaría tarde para la cena, y eso solo significaría problemas innecesarios, problemas que podrían impedirle volver al bosque para ver a Jungkook. Y sin embargo, ahí seguía.

No entendía por qué, pero la idea de girar al caballo y marcharse le resultaba más difícil de lo que debería. Era como si algo lo retuviera en ese sitio, como si la figura de Jungkook, apenas iluminada por los últimos destellos del día, se hubiera convertido en un ancla invisible que lo mantenía inmóvil.

—Anda, te veré otro día —dijo Jungkook de repente. El sonido de su voz lo sacó del trance en el que estaba sumido, obligándolo a parpadear varias veces, aturdido y a la vez, sumamente sorprendido.

—¿Me estás pidiendo que vuelva otro día? —respondió Taehyung con incredulidad evidente, aunque en su tono vibraba una emoción contenida. Jungkook siempre le pedía que no regresara, que no buscara excusas para aparecer en el bosque, y ahora... ahora esto era distinto.

—Lo harás aunque no lo pida. Pero sí, supongo que eso hago.

La afirmación lo golpeó con una fuerza inesperada. Antes de poder pensar en lo que hacía, Taehyung bajó rápidamente de Angus y avanzó hacia Jungkook, rodeándolo con sus brazos en un abrazo que nació de puro impulso. El contacto fue cálido, casi desesperado, pero en el instante en que se dio cuenta de lo que estaba haciendo, su cuerpo se tensó. Intentó apartarse, confundido por la intensidad de sus propias emociones, pero Jungkook no se lo permitió.

Con una firmeza sorprendente, el azabache lo envolvió en un abrazo profundo, más fuerte de lo que Taehyung habría esperado. Sintió los brazos del azabache a su alrededor, su pecho firme contra el suyo, y de repente todo pareció detenerse. Solo entonces Taehyung fue verdaderamente consciente de la altura del otro cuando sintió la barbilla de Jungkook descansar sobre su cabeza, un gesto que lo hizo sentirse pequeño, protegido, pero también más vulnerable de lo que le gustaría admitir.

En ese instante, un torbellino de emociones se desató en su interior. Había tanto en ese abrazo: anhelo, miedo, deseo, confusión. Era una maraña de sentimientos que no podía desentrañar del todo, pero que le hacían temblar por dentro. No entendía qué significaba todo aquello, pero había una verdad que, en medio de su confusión, se hizo clara.

—No quiero que esto termine —murmuró Taehyung, con una sinceridad tan desnuda que lo hizo sentir expuesto, mucho más de lo que le gustaría. El silencio que siguió a sus palabras fue pesado, y un nerviosismo creciente se apoderó de él, pensando que quizá había dicho demasiado.

Sin embargo, no tuvo tiempo de arrepentirse.

—Sí... tampoco yo —respondió Jungkook, su voz suave, pero firme, rompiendo la tensión en el aire.

Ese simple acuerdo lo inundó de un alivio cálido, algo que no había sabido que necesitaba hasta ese preciso momento. En los brazos de Jungkook, todo parecía encontrar un extraño sentido.

Holaaaa, volví con una actualización antes de terminar el año. ¿Qué les pareció todo? La cercanía del Kukvi se ha vuelto más profunda y estoy amando mucho eso, porque se vienen los miedos de perder ese vínculo.😌

Adoro a las trillizas jajaja definitivamente son unas pequeñas demonio y Tae no se puede quejar porque fue él quién les enseñó a negociar en primer lugar JAJAJA.😂

Espero que hayan disfruta del capítulo, posiblemente vuelva para el próximo año. Quizás, quién sabe.😏 Pero ya saben, hasta entonces, manténganse sanos.🌷

Les mando muchos besitos, MUAAAAA.💕

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