❦III: El inicio de ti.
—Tienes que dejar de venir, Taehyung.
—No es muy amable de tu parte decirle eso a alguien que se está preocupando por ti —respondió el pelirrojo, su voz teñida de una ligera diversión mientras una sonrisa apenas visible se formaba en sus labios.
—No lo es si no pedí tu preocupación.
Ambos se quedaron en silencio, sus ojos conectados en una batalla muda de emociones y pensamientos no expresados. El ambiente a su alrededor se tornó denso, como si el aire mismo hubiera decidido detenerse a escuchar. Taehyung podía sentir la tensión latente entre ellos, el peso de las palabras que no podían pronunciar. Quería entender cada misterio que se escondía detrás de esos ojos verdes que parecían ocultar secretos que lo llamaban con una atracción silenciosa e inescapable.
—¿Qué edad tienes? —preguntó Taehyung con naturalidad, ignorando por completo las quejas del azabache, quien lo miraba con un gesto de impaciencia.
—Buen intento, pero no voy a decirte nada sobre mí —respondió el otro, con una sonrisa irónica que apenas alcanzaba sus ojos.
Taehyung ladeó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluando el impacto de sus palabras, y luego añadió con calma.
—Si me dices tu edad, me iré.
Jungkook abrió los ojos con sorpresa, dejando que la propuesta resonara en su mente por un momento. Sabía perfectamente que el pelirrojo no se rendiría tan fácilmente; bastaba con ver ese brillo indomable en sus ojos azules para entenderlo. Taehyung era testarudo, eso lo tenía claro, y Jungkook sabía que cualquier intento de desviar la conversación no lo detendría. A pesar de ello, no estaba dispuesto a ceder. No solo se trataba de su orgullo o de mantener sus secretos bien guardados, sino de algo más profundo que no quería admitir: una parte de él no deseaba que Taehyung se fuera. Pero, aun así, mantendría su silencio. No pensaba decir ni una palabra.
El azabache dejó escapar un suspiro profundo, casi frustrado, antes de girarse hacia la casa de madera sin decir una palabra. Taehyung observó su espalda con un puchero formándose en sus labios, decepcionado por la falta de respuesta. Sin embargo, mientras lo veía alejarse, una chispa de curiosidad se encendía en su interior.
Jungkook no era como el resto. Debido a su linaje real, Taehyung estaba acostumbrado a que todos, sin excepción, cedieran a sus deseos con poco esfuerzo. Incluso Jimin, quien siempre intentaba resistirse, terminaba rindiéndose tras un poco de insistencia y unos ojitos suplicantes.
Pero Jungkook... Jungkook estaba jugando un juego completamente diferente. Se mantenía firme, indiferente a sus usuales tácticas, lo que solo hacía que Taehyung lo encontrara más intrigante. Era un desafío, algo que rara vez experimentaba, y en lugar de frustrarlo por completo, lo estaba cautivando lentamente. Una sonrisa juguetona apareció en su rostro mientras pensaba, ¿debería intentar con sus famosos ojitos suplicantes?
—¿A dónde vas? —preguntó, la curiosidad evidente en su voz al ver a Jungkook salir de la casa con su equipo de caza al hombro.
—Iré a pescar el almuerzo. Hay un río cerca de aquí —respondió Jungkook con tranquilidad, sin detenerse.
—¡Llévame contigo! Puedo ayudarte —exclamó el príncipe, sin poder ocultar la emoción que destellaba en sus ojos. Sin esperar una respuesta, agarró su arco y su carcaj con una rapidez que dejaba claro que ya había decidido acompañarlo.
Sin embargo, había alguien que no parecía nada conforme con esa decisión.
—Su Alteza, no creo que sea una buena idea. Es muy peligroso y...
—Voy a dejarte tus manzanas aquí, Angus. —Lo interrumpió Taehyung, sin molestarse en escuchar al azabache que, al instante, frunció el ceño, claramente irritado.
—Alteza, de verdad, debería reconsiderarlo. No tiene por qué...
—Y dejaré tu agua justo aquí. Quédate, ¿de acuerdo? —Taehyung ya no prestaba atención a las advertencias, tan enfocado en su decisión que las palabras de Jungkook parecían desvanecerse en el aire—. Iré a cazar con Jungkook y volveré enseguida.
—¡Taehyung! —Lo llamó Jungkook, la molestia sonando evidente en su voz.
—¿Sí? —respondió finalmente el pelirrojo, girándose con una calma deliberada, clavando su mirada en el azabache pero ignorando por completo la incomodidad que reflejaban sus ojos.
Jungkook apretó los labios, claramente frustrado, pero decidió no insistir. Sabía que cuando Taehyung se ponía terco, no había manera de hacerlo cambiar de opinión. En lugar de discutir, ajustó su equipo de pesca y lanzó una última mirada de advertencia al príncipe, que tenía una sonrisa en su rostro como si nada le afectara.
—Haz lo que quieras —murmuró Jungkook, dándose la vuelta y adentrándose en el bosque sin esperar respuesta.
Taehyung sonrió con triunfo, siguiendo sus pasos de inmediato, ligero y despreocupado. Mientras caminaba, lanzó una última mirada a Angus, quien lo observaba con evidente preocupación. Con un gesto suave, le dedicó una sonrisa tranquilizadora, como si quisiera asegurarle que no había motivo para alarmarse.
Caminó detrás de Jungkook, observando su espalda mientras su curiosidad por él seguía creciendo. Había tantas cosas que quería saber, pero le frustraba lo reservado y cauteloso que se mostraba siempre. Aun así, no dejaría que eso lo desanimara. Persistiría hasta lograr descubrir algo, hasta arrancar las respuestas que tanto deseaba.
Siguió caminando con calma, dejando que el aire fresco de la mañana llenara sus pulmones. El bosque era tranquilo, con el crujido de las hojas bajo sus pies y el suave susurro del viento entre las ramas. Taehyung disfrutaba del ambiente, de la sensación de libertad que le ofrecía la naturaleza. No entendía por qué Jungkook parecía tan tenso, siempre alerta, repitiendo que esa parte del bosque era peligrosa. Para él, todo allí se sentía en paz, mientras que el azabache parecía ver amenazas donde Taehyung solo encontraba serenidad.
—Eres realmente testarudo, ¿lo sabías? —comentó Taehyung mientras caminaban.
Jungkook solo lo miró de reojo, sin detenerse.
—Lo mismo podría decir de ti, Alteza —respondió con un tono seco.
Al escuchar el honorífico, Taehyung frunció el ceño al instante, la irritación surgiendo de inmediato.
—Ya te dije que dejes los títulos —replicó, tratando de mantener la calma.
—¿Por qué te desagrada tanto? Al fin y al cabo, eres un príncipe, te llame por el título o no —replicó Jungkook, sin mirar atrás.
—Bueno, si quieres saber, tendrás que decirme tu edad —Taehyung contraatacó.
Jungkook puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, decidiendo que ignorar la pregunta sería más fácil que entrar en ese juego.
—Parece que eres un hombre de pocas palabras —comentó Taehyung, con una sonrisa en los labios, esperando alguna reacción.
—Y tú de muchas preguntas.
Una ligera sonrisa se dibujó en los labios del pelirrojo; había algo intrigante en la resistencia de Jungkook que lo atraía cada vez más. Esa obstinación, en lugar de desanimarlo, encendía su curiosidad. Taehyung no podía evitar sentir que cada evasiva del azabache era un reto, un desafío que lo impulsaba a profundizar más en el misterio que representaba. Si Jungkook creía que al ignorar sus preguntas lograría que se detuviera, estaba completamente equivocado. Para Taehyung, cada silencio solo hacía crecer su interés, y estaba decidido a descubrir lo que había detrás de esa fachada impenetrable que el otro mantenía con tanto cuidado.
Decidió guardar silencio el resto del trayecto, permitiéndose disfrutar de la naturaleza que lo rodeaba. Finalmente, el paisaje se abrió ante ellos, revelando un río oculto que Taehyung jamás hubiera imaginado encontrar. El agua fluía serenamente, cristalina y limpia, reflejando los verdes árboles y el azul del cielo. Rocas redondeadas y cubiertas de musgo se alzaban en medio de la corriente, formando pequeños remansos donde los peces nadaban con tranquilidad. A lo lejos, se veían troncos caídos sobre el agua, creando pequeños puentes naturales que conectaban ambas orillas. Los remolinos suaves en algunas zonas parecían cantar una melodía que se mezclaba con el susurro del viento.
El lugar tenía una belleza cruda, intacta, como si pocas personas hubieran puesto un pie allí. La calma era casi palpable, y Taehyung, sorprendido, se quedó observando el paisaje con asombro. No esperaba encontrar algo tan hermoso en medio del bosque, y esa serenidad le hizo olvidar por un instante las razones por las que se encontraba ahí.
Entusiasmado, quiso apresurarse hacia el río, pero justo cuando dio el primer paso, sintió una mano sujetarlo con firmeza. Ese contacto lo devolvió a la realidad, recordándole que no estaba solo.
—Taehyung, ten cuidado, este lugar puede ser peligroso —advirtió Jungkook con firmeza, su mirada llena de una cautela que Taehyung no lograba entender del todo.
El príncipe observó el hermoso paisaje que lo rodeaba, el río brillante bajo la luz del sol y el susurro suave de las hojas movidas por el viento. El entorno parecía tan pacífico que la advertencia de Jungkook le resultaba casi absurda. Con una mezcla de incredulidad y ligera frustración, giró la cabeza hacia el azabache.
—¿Peligroso? —preguntó, levantando una ceja—. ¿Aquí? Parece el lugar más tranquilo del mundo.
Jungkook no respondió de inmediato, su mirada seguía fija en el entorno, alerta.
—No te dejes engañar —replicó, sin apartar la vista de él—, muchos animales peligrosos vienen aquí en busca de comida. Debemos mantenernos alerta.
—No te preocupes tanto —respondió Taehyung con una sonrisa tranquila, mientras se soltaba suavemente del agarre del azabache—. Tengo mi arco, estaré bien. Y además —añadió, echándole una mirada confiada—, tú también estás aquí conmigo.
La seguridad en las palabras del príncipe dejó a Jungkook desconcertado por un instante. La confianza con la que hablaba lo tomó por sorpresa, especialmente considerando que apenas se conocían. Jungkook no podía decidir si Taehyung era increíblemente ingenuo o poseía un corazón noble y valiente.
Esa despreocupación genuina del pelirrojo tuvo un efecto inesperado en Jungkook. Mientras el príncipe sonreía, algo en su interior se aflojó, como si las tensiones acumuladas en su pecho comenzaran a desvanecerse. Durante toda su estadía en el bosque, había estado en constante alerta, analizando cada sonido, cada sombra, convencido de que el peligro podía acechar en cualquier rincón. Sin embargo, al mirar a Taehyung, esa sensación de amenaza se desvanecía lentamente.
Por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía bajar la guardia y permitir que la calma lo envolviera. La presencia del príncipe, con su confianza desbordante, le brindaba una sensación de seguridad que no sabía que necesitaba.
—¡Te ayudaré a pescar muchos peces! —exclamó Taehyung emocionado, descolgándose el arco del hombro con entusiasmo.
—Quédate en la orilla, yo me encargaré —replicó Jungkook, sin levantar la vista, mientras se agachaba para colocar las trampas que había traído. Sus movimientos eran rápidos y precisos, estirando redes y ensamblando trampas de madera con la destreza de alguien que había hecho esto cientos de veces.
Taehyung observó todo el proceso con una mezcla de curiosidad y frustración. No había duda de que Jungkook sabía lo que hacía, pero aquello le parecía demasiado metódico, sin el mínimo rastro de emoción o aventura. Rodó los ojos, negando con la cabeza, mientras una sonrisa divertida se asomaba en sus labios.
—Le quitas toda la diversión —protestó, con un ligero tono burlón—. Te dije que te ayudaría, ¿no? —Levantó su arco, como si fuera la solución a todo—. Con esto, podríamos hacerlo el doble de rápido.
Jungkook le lanzó una mirada rápida y suspiró, sabiendo que discutir con el príncipe era inútil.
Al no recibir ninguna respuesta, Taehyung frunció el ceño y chasqueó la lengua, decidiendo que, si no lo detenían, entonces tomaría las riendas. Con determinación, comenzó a adentrarse en el río, el agua fría rodeándole los tobillos mientras ajustaba su arco, convencido de que en pocos segundos demostraría lo útil que podía ser.
—Deberías tener cuidado con las... —Jungkook apenas había comenzado a advertirle cuando, de repente, el agua se agitó. Taehyung, demasiado concentrado en su arco, no vio la corriente traicionera que lo desestabilizó, y con un chapoteo ruidoso, cayó de lleno al agua—. Corrientes —terminó el azabache, mientras reprimía una sonrisa burlona al ver al príncipe empapado, con el arco aún en la mano, pero con su orgullo en el agua.
Taehyung, empapado de pies a cabeza, se quedó sentado en el agua por un segundo, parpadeando con incredulidad. Su cabello pegado a su rostro y el arco aún en su mano eran todo lo que quedaba de su intento de demostrar su destreza. Aunque sabía que Jungkook lo estaba mirando, seguramente con una sonrisa burlona, no tenía intención de rendirse tan fácilmente.
Se levantó con esfuerzo, tambaleándose un poco mientras intentaba salir del agua, y en un acto calculado de aparente torpeza, extendió una mano hacia Jungkook.
—¿Me vas a ayudar o piensas dejarme aquí? —dijo Taehyung, fingiendo un tono de molestia mientras sacudía un poco la mano para hacer más evidente su pedido de ayuda.
—Está bien, pero no vuelvas a meterte sin pensar —advirtió, ofreciéndole su mano.
Justo en ese momento, cuando los dedos de Jungkook se entrelazaron con los de Taehyung, el príncipe sonrió internamente. Con un rápido tirón, usó la fuerza que le quedaba para jalar al azabache hacia adelante. El movimiento fue tan repentino que Jungkook no tuvo tiempo de reaccionar, y antes de poder soltar la mano de Taehyung, perdió el equilibrio.
Con un chapoteo aún más fuerte que el del príncipe, cayó al agua, su rostro pasando del asombro al fastidio en cuestión de segundos. El pelirrojo lo miró triunfante desde su posición, sonriendo ampliamente mientras el azabache emergía, empapado y claramente molesto.
—Ves, te dije que lo haríamos juntos —bromeó Taehyung, intentando reprimir una carcajada.
Jungkook, empapado de pies a cabeza, se quedó en silencio unos instantes, procesando lo que acababa de pasar. Sacudió la cabeza, más incrédulo que molesto, y justo cuando estaba a punto de reclamarle a Taehyung por su travesura, algo lo detuvo. Al alzar la vista, se dio cuenta de lo cerca que estaban.
Sus palabras se atascaron en su garganta al notar cómo el cabello húmedo de Taehyung caía en suaves rizos desordenados sobre su rostro. El agua resbalaba por su piel, y en ese instante, Jungkook se encontró a sí mismo observándolo con una atención que no había anticipado.
—Luces... diferente con el cabello mojado —murmuró casi sin pensar, su mirada fija en los rizos oscuros que se pegaban con gracia a la frente del príncipe, dándole un aire inesperadamente suave.
Su voz, más suave de lo habitual, delataba la forma en que aquel pequeño detalle lo había dejado descolocado, incapaz de apartar la mirada.
Taehyung, riendo con una despreocupación que contrastaba con el silencio de Jungkook, no se percató de la intensidad con la que estaba siendo observado. Entre risas, comenzó a hablar sin pensarlo mucho, su tono ligero y relajado.
—Mi cabello se esponja demasiado cuando está seco —dijo entre risas—, ni con todos los aceites que me aplican logran aplacarlo. Solo cuando está mojado parece más... manejable. A mi madre le irrita que siempre parezca despeinado —continuó, su risa finalmente apagándose mientras sacudía un poco su cabeza, tratando de despejar los rizos de su rostro—. Pero, bueno, no hay nada que hacer. Al fin y al cabo, es parte de la sangre real que cargo.
Mientras hablaba, Taehyung seguía sin notar el cambio en el ambiente. La manera en la que se movía, tan natural y despreocupada, sólo hacía que Jungkook lo mirara con más atención, atrapado en la sencillez de esa honestidad, como si por un instante, el príncipe frente a él fuera tan normal como cualquier otra persona. Pero, al mismo tiempo, había algo imposible de ignorar, algo que lo hacía diferente a todos los demás.
Taehyung se detuvo al notar que Jungkook no respondía, parpadeando con curiosidad.
—¿Qué? —preguntó, arqueando una ceja.
Jungkook desvió la mirada, recomponiéndose rápidamente, como si lo hubieran pillado con la guardia baja. Pero esa imagen, la del príncipe con el cabello mojado y una risa despreocupada en los labios, quedó grabada en su mente.
—Por tu culpa ahora estamos todos empapados —dijo Jungkook, cambiando el tema mientras se colocaba de pie y extendía la mano hacia Taehyung, ofreciéndole ayuda para levantarse.
—Es solo agua —respondió el príncipe, tomando la mano del azabache con una sonrisa despreocupada mientras se incorporaba—. Se secará con el sol.
Jungkook frunció el ceño, la preocupación marcando su rostro.
—No puedo correr el riesgo de enfermarme.
Taehyung parpadeó, sintiendo un atisbo de confusión. En ese momento, comprendió la razón detrás de la tensión en la postura de Jungkook. No solo era la incomodidad de estar empapados; el azabache estaba preocupado por la posibilidad de enfermarse. Aparentemente, no contaba con infusiones medicinales o remedios que pudiera tomar en caso de que se sintiera mal, lo que le pareció extraño. En el bosque había una gran variedad de plantas medicinales, pero tal vez él no las conocía.
—¿No tienes alguna forma de curarte? —preguntó, genuinamente sorprendido al ver al azabache negar. Tomó nota de traer un libro que pudiera servirle—. Descuida, ahora yo te cuido.
Jungkook frunció el ceño ligeramente ante las palabras de Taehyung, sintiendo una mezcla de incredulidad y sorpresa. Después de pasar tanto tiempo solo, no estaba acostumbrado a que alguien cuidara de él, menos aún un príncipe que, en teoría, debía ser quien recibiera cuidados. No obstante, la seguridad en la voz del pelirrojo, y ese aire despreocupado con el que lo decía, lo desarmó por completo.
—No necesito que me cuides —respondió, intentando mantener su tono firme, aunque había un leve titubeo en su voz—. Puedo cuidarme solo.
—Seguro que sí —replicó Taehyung con una sonrisa, restando importancia a sus palabras—. Pero aún así, ahora estoy aquí, ¿no?
Jungkook suspiró, sintiendo que discutir con él era inútil. Taehyung tenía una manera de imponerse con su energía, como si su sola presencia pudiera hacer que cualquier cosa fuera posible. Eso, de algún modo, hacía que se sintiera menos incómodo, aunque no podía evitar permanecer alerta.
—Vamos a pescar entonces —cambió de tema, mientras se quitaba el exceso de agua de la ropa.
Una amplia sonrisa iluminó el rostro de Taehyung. Asintió rápidamente, lleno de entusiasmo, mientras tomaba su arco con renovada determinación. Esta vez, pensaba, tendría mucho más cuidado con las corrientes traicioneras. No iba a repetir la caída.
—Esta vez no me vas a atrapar desprevenido, río —murmuró Taehyung en voz baja, sus palabras apenas audibles entre el murmullo del agua. Jungkook lo observaba de reojo, sin hacer comentarios, pero con una mezcla de curiosidad y escepticismo en su mirada.
Taehyung avanzó con cuidado, sus pies deslizándose entre las piedras resbaladizas del lecho del río. Esta vez se movía con mayor precaución, estudiando el flujo del agua, buscando el momento perfecto para usar su arco. El príncipe estaba decidido a demostrar su habilidad, no solo para impresionar a Jungkook, sino porque disfrutaba del desafío que la naturaleza le ofrecía.
Jungkook, aún de pie en la orilla, lo observaba con atención, sin perder de vista ni un solo movimiento. Aunque seguía alerta por si algún peligro aparecía, algo en la determinación tranquila de Taehyung le hizo bajar ligeramente la guardia.
—¿Qué piensas hacer con ese arco? —preguntó finalmente, su tono algo burlón, aunque no podía ocultar del todo la curiosidad.
Taehyung le lanzó una mirada rápida antes de responder, sus labios aún curvados en una sonrisa.
—Te lo mostraré.
Sin esperar respuesta, el príncipe tensó la cuerda del arco con habilidad, su postura firme pero relajada mientras sus dedos se deslizaban con precisión sobre la cuerda. Apuntó hacia el agua cristalina, donde el sol reflejaba destellos sobre la superficie. Los ojos de Taehyung se concentraban en los peces que nadaban despreocupadamente cerca suyo, sus movimientos sigilosos. Había algo en la calma del momento, el flujo constante del río y el suave susurro de las hojas mecidas por el viento, que parecía envolver a ambos.
Jungkook, desde la orilla, lo observaba en silencio, su expresión mucho más relajada que antes. Quizás había algo en la seguridad con la que el príncipe se movía, en cómo parecía estar en perfecta sintonía con la naturaleza, que le permitía dejar de lado su habitual tensión. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió disfrutar de la escena frente a él, como si el peligro del bosque hubiera dejado de importar por un breve instante.
Un momento después, los ojos de Taehyung brillaron con determinación. Había visualizado un pez de buen tamaño, moviéndose justo a la distancia ideal. Su enfoque se agudizó, y en ese instante, todo a su alrededor pareció desvanecerse. Solo existían él, el arco y su objetivo. Sin titubear, soltó la flecha con un movimiento fluido.
El sonido de la flecha cortando el aire fue breve, seguido de un suave chapoteo cuando esta impactó el agua. Taehyung sonrió triunfante mientras el pez quedaba atrapado.
—¡Lo tengo! —exclamó con emoción, girándose rápidamente hacia Jungkook, su sonrisa de triunfo iluminando su rostro.
Jungkook se quedó quieto, sorprendido, antes de dejar escapar un suspiro. No pudo evitar sonreír un poco ante la emoción de Taehyung.
—Debo admitir que no esperaba que funcionara —comentó, caminando hacia el príncipe mientras este recuperaba su flecha y su pesca.
—Soy muy bueno con el arco. —Taehyung frunció ligeramente el ceño, como si el comentario hubiera puesto en duda sus habilidades, aunque su tono era más juguetón que molesto—. Puedes quedarte aquí sin hacer nada si prefieres, pero yo pescaré para ti.
Jungkook sonrió un poco más al escuchar eso, cruzando los brazos mientras observaba cómo Taehyung volvía a preparar su arco. Era difícil negar que la habilidad del príncipe era impresionante, pero lo que más le sorprendía era su despreocupada confianza, esa certeza que irradiaba en cada movimiento.
—¿Pescar para mí? —repitió Jungkook, con una leve inclinación de su cabeza—. ¿Es tu manera de compensarme por haberme empapado?
Taehyung lo miró de reojo, con una sonrisa burlona en los labios mientras tensaba la cuerda del arco una vez más.
—Considera que es mi buena acción del día —replicó, con una pequeña risa—. Pero, claro, si prefieres pescar tú, no me opondré a ver cómo lo haces mejor que yo.
Jungkook soltó un leve suspiro antes de mirarlo de reojo, con una ligera sonrisa jugueteando en sus labios.
—O podría aceptar que quiere que pesque para usted, Su Alteza.
El honorífico golpeó los oídos de Taehyung con una intensa irritación, y como era habitual, su expresión se torció en una mueca de fastidio. Detestaba profundamente cuando Jungkook lo llamaba de esa manera, sobre todo en un lugar como ese, rodeado por la naturaleza, donde el peso de los títulos y las formalidades no tenía cabida. Allí, lejos del palacio, no era un príncipe; solo quería ser él mismo, un joven disfrutando de un día en el bosque.
—No me veas así —continuó Jungkook al notar el ceño fruncido de Taehyung—. ¿Ya me dirás por qué te molesta tanto?
Taehyung, siempre rápido para aprovechar cualquier oportunidad, alzó una ceja y lo miró con astucia.
—Dime tu edad y te digo —contraatacó, con la esperanza de finalmente obtener la información que tanto ansiaba.
Sin embargo, la respuesta de Jungkook fue predecible. Rodó los ojos, soltó una risa seca y negó rápidamente, evitando nuevamente la pregunta con una obstinación que comenzaba a resultarle hasta graciosa a Taehyung.
—Olvídalo —murmuró, volviendo su atención a las redes que había colocado.
Taehyung no lo iba a olvidar.
Gracias a su habilidad con el arco, Taehyung pudo atrapar una buena cantidad de peces en poco tiempo. Cada captura era una pequeña victoria, y no pudo evitar sentir una satisfacción especial al presumirle a Jungkook que había logrado atrapar más peces que él. Observó de reojo cómo el azabache, aunque callado, no podía ocultar su frustración; la forma en que su lengua empujó su mejilla lo delató. Esa pequeña mueca lo hizo reír por dentro.
Ahora, de regreso en el campamento, se sentó junto a la hoguera, observando cómo los peces, ya limpios y condimentados, brillaban con el calor del fuego. La calidez del fuego comenzaba a secar su ropa empapada, y se sintió reconfortado. Mientras el olor de los peces asados se mezclaba con la brisa del bosque, una sensación de logro lo envolvió. Miró a su alrededor, disfrutando de la tranquilidad que ofrecía la naturaleza, y se sintió agradecido por tener ese momento compartido con Jungkook. Sin embargo, la curiosidad por el misterioso azabache seguía presente en su mente, y decidió que, no pararía hasta conocer más sobre él.
—Ya está listo —informó Taehyung con una sonrisa, observando cómo Jungkook se acercaba y tomaba asiento junto a él—. Huele delicioso, ven, prueba.
Tomó uno de los palos donde el pescado estaba incrustado y se lo extendió al azabache, quien lo aceptó en silencio. Después, Taehyung se tomó un momento para escoger su propio pescado, sin poder resistirse mucho antes de darle un primer bocado. Al sentir el sabor rico y fresco, sus ojos brillaron de satisfacción. El ahumado del fuego se mezclaba perfectamente con las especias que le había conseguido a Jungkook, creando una combinación que, a pesar de su sencillez, lo deleitaba.
Una risa silenciosa cruzó por su mente al imaginar la reacción de su madre. Si ella supiera que estaba comiendo algo tan fuera de su estricta dieta, seguro se desmayaría del horror. Pero lo que realmente la enloquecería sería enterarse de todas las cosas que había estado haciendo a sus espalda, muy lejos de las expectativas del príncipe que había criado.
De repente, una intensa sensación de ser observado lo sacudió. Alzó la vista de inmediato, encontrándose con unos ojos verdes que lo escrutaban fijamente.
—¿Qué ocurre? —preguntó Taehyung con calma, sin dejar de disfrutar su pescado.
—Eres un príncipe muy peculiar... —comentó Jungkook, manteniendo su mirada fija en él, como si intentara descifrar un enigma oculto tras el brillo de sus ojos azules. Había algo en la forma en que el azabache lo observaba que le hacía sentir expuesto, como si cada una de sus acciones y pensamientos estuvieran siendo analizados.
—¿Peculiar? —replicó Taehyung, esbozando una sonrisa comprensiva mientras giraba el trozo de pescado en su mano. Aunque el comentario lo tomó por sorpresa, entendía perfectamente la razón detrás de la observación de Jungkook.
—Sí, peculiar —confirmó el azabache, con una leve sonrisa que no podía ocultar—. No te comportas como se espera que un príncipe lo haga.
Taehyung lo entendía. Desde el momento en que se conocieron, Jungkook había visto la versión más auténtica de él, aquella que no se sentía obligada a encajar en los estrictos moldes que su título de príncipe dictaba. Era un alivio y, a la vez, un pequeño consuelo en medio de sus responsabilidades, poder mostrarse sin máscaras.
Pensar en cómo sería percibido dentro del castillo lo llenaba de un leve desasosiego. En esos muros, la imagen del príncipe era la de un joven que debía cumplir con protocolos, comportamientos y expectativas, alguien que siempre debía mantener una fachada impecable. Sin embargo, frente a Jungkook, podía ser solo Taehyung, sin más adornos que su verdadera esencia.
El príncipe se preguntó si Jungkook seguiría considerándolo peculiar si llegara a conocer la rigidez de su vida diaria, los encuentros interminables, las lecciones de etiqueta y las miradas escrutadoras de nobles que esperaban ver en él un futuro rey. Pero a pesar de esos pensamientos, algo en su interior anhelaba que el azabache lo siguiera viendo como un igual, como alguien que era mucho más que un simple estatus y que, quizás, pudiera comprender la carga que llevaba.
—Supongo que no. Hay una razón detrás de mi comportamiento, pero podría revelártela si me dices tu edad —dijo Taehyung, con un brillo travieso en los ojos.
La repentina transición en la conversación sorprendió a Jungkook, y su mirada se llenó de incredulidad.
—¿De verdad piensas seguir insistiendo con eso? —respondió, levantando una ceja—. Deberías rendirte; no ganarás nada al intentar conocerme mejor.
—Oh, vamos... Solo quiero saber tu edad. Si me la dices, prometo que me iré —insistió Taehyung, con una sonrisa juguetona.
—¿Y crees que con solo prometer que te irás vas a lograr convencerme? —replicó Jungkook, cruzando los brazos.
—Llevas diciendo que no quieres que vuelva, así que supongo que sí, ¿o es que acaso disfrutas tenerme aquí?
Jungkook desvió la mirada, sintiendo un leve rubor en sus mejillas, pero no pudo evitar sonreír ante la audacia del príncipe.
—No se trata de eso... —murmuró, intentando mantener su fachada de indiferencia.
Taehyung se acomodó en su lugar, sintiendo que estaba ganando terreno en esta pequeña batalla.
—Oh, vamos, sólo un número. Apuesto a que no es tan difícil de decir. —Sin embargo, Jungkook se mantuvo en silencio, negando con la cabeza—. Bien, pero tienes que saber que no me pienso rendir —añadió con una ligera sonrisa, mientras daba el último bocado a su pescado—. Me tengo que ir, pero volveré luego.
Jungkook se limitó a sacudir la cabeza suavemente, un gesto casi imperceptible, pero una sonrisa se asomó en su rostro sin que pudiera evitarlo. De alguna manera, escuchar eso lo emocionó, quizás solo un poco.
Normalmente, Taehyung ya estaba acostumbrado al ritmo implacable de su vida. Había dedicado años no solo a prepararse para ascender al trono, sino a perfeccionar la máscara que debía llevar en todo momento, ocultando tras ella cada emoción genuina. Aunque el peso de sus responsabilidades y su impaciencia a menudo lo agobiaban, siempre lograba mantenerse firme, cumpliendo con cada una de sus asignaciones con la precisión de quien ha sido moldeado para reinar. No obstante, últimamente, esa fachada empezaba a resquebrajarse. Soportar el tedio de su rutina diaria se había vuelto insostenible, una desesperación que no dejaba de crecer dentro de él. Quizá fuera porque ahora se escapaba con mayor frecuencia al bosque, alejándose de las obligaciones reales. O, y esto le costaba mucho más admitirlo, quizá también tenía que ver con aquel joven de ojos verdes que, sin querer, lo tenía sumamente intrigado.
Habían transcurrido ya varios días desde la última vez que lo había visto, y la ausencia se le hacía cada vez más evidente. Aunque últimamente había logrado completar sus entrenamientos con rapidez, sus responsabilidades no terminaban ahí. Su madre, siempre tan exigente como de costumbre, había comenzado a llevarlo consigo a todas partes, arrastrándolo de un compromiso a otro, asegurándose de que empezara a involucrarse en los asuntos del reino. La intención era clara: prepararlo para la corona, para que no solo entendiera los deberes del trono, sino que los viviera en carne propia. Y aunque Taehyung comprendía la importancia de esto, no podía evitar que el anhelo por esos momentos de libertad, lejos de la corte y sus exigencias, le pesara más con cada día que pasaba.
Era evidente que su madre estaba más que complacida con el rendimiento que Taehyung había demostrado en las últimas semanas. No lo decía abiertamente, pero los pequeños gestos —una mirada aprobatoria, una conversación un poco más amena, menos tensión en su trato— revelaban su satisfacción. Incluso, para su propia sorpresa, estar cerca de ella se había vuelto un poco más soportable. La rigidez entre ellos parecía haberse relajado, aunque fuera solo un poco.
Sin embargo, esta nueva dinámica le dejaba un sabor amargo. El ligero pesar que sentía en el fondo de su corazón era difícil de ignorar, esa tristeza que surgía al darse cuenta de que, en los ojos de su madre, él no era más que un príncipe en formación, una pieza que moldear para el trono. Ya no era el hijo que ella debería ver con afecto, sino un proyecto que perfeccionar. Esa distancia, invisible pero constante, le dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir, un recordatorio de lo que había perdido en el proceso de convertirse en quien todos esperaban que fuera.
—Creo que con esto podemos dar por finalizado tu entrenamiento. —La voz solemne de su madre resonó en la sala, cargada de una autoridad que, pese a los años, nunca había perdido su filo. Las palabras cayeron como una revelación, haciendo que Taehyung abriera los ojos con asombro, incapaz de disimular la sorpresa que se apoderó de él.
Su mente tardó unos segundos en procesarlo. ¿Había escuchado bien? ¿Había llegado el final de su arduo y agotador entrenamiento? El peso de esa realidad lo golpeó de inmediato. Siempre había sabido que este momento llegaría, pero enfrentarlo tan inesperadamente lo descolocaba.
—Finalmente estás listo —continuó su madre, su tono impecablemente controlado, como siempre—. Ya no hay más que pueda enseñarte. En unos meses, cuando subas al trono, será tu responsabilidad total manejarte de la manera en la que te mostré.
Las palabras, aunque dichas con orgullo, también llevaban consigo una carga que le resultaba inquietante. "Tu responsabilidad total". Esa frase se repetía en su mente, como un eco pesado y constante. No había vuelta atrás. Todo lo que había sido cuidadosamente inculcado en él, todas las lecciones, las horas interminables de práctica, las exigencias que parecían no tener fin... todo había llevado a este momento.
Y aunque Taehyung siempre había deseado demostrar que estaba listo, ahora que lo escuchaba de los labios de su madre, no podía evitar sentir un nudo de ansiedad formándose en su pecho. Las expectativas eran tan altas, y aunque su entrenamiento había terminado, la verdadera prueba estaba a punto de comenzar. Sabía que, al igual que su madre, todos en el reino verían a un príncipe preparado, pero muy en el fondo, no podía evitar preguntarse si realmente estaba listo para soportar el peso de la corona por sí solo.
—Confío en que, aunque el entrenamiento haya finalizado, podrás continuarlo de manera personal como parte de tu rutina diaria —dijo su madre, con ese tono firme e implacable que siempre usaba cuando esperaba nada menos que perfección.
Taehyung asintió lentamente, pero las palabras resonaron con un eco pesado en su mente. No había lugar para el descanso, ni siquiera ahora que se suponía que su preparación oficial había terminado. La responsabilidad no cesaba, ni siquiera en sus momentos de aparente libertad. Aquello no era solo un consejo, era una expectativa que lo seguiría cada día. Sabía que su madre, aunque satisfecha con su progreso, nunca dejaría de exigir más. En su mundo, siempre había una nueva cima que alcanzar, una nueva habilidad que perfeccionar, una nueva prueba que superar.
El peso de esa realidad cayó sobre sus hombros, familiar y sofocante. La idea de continuar con el entrenamiento por su cuenta, sin supervisión, no lo llenaba de alivio, sino de una extraña inquietud. Hasta ahora, cada movimiento suyo había sido observado, cada error corregido al instante, y aunque aquello a veces lo había frustrado, le había dado una guía constante. Ahora, esa seguridad se desvanecía. Tendría que ser su propio maestro, juzgarse con la misma severidad con la que había sido juzgado todos estos años.
—Hazlo parte de ti —continuó su madre—. No como una obligación, sino como algo natural. La disciplina no termina, Taehyung. El trono exigirá de ti mucho más de lo que has experimentado hasta ahora.
Sus palabras, aunque no crueles, eran un recordatorio de lo que se esperaba de él. El camino hacia el poder no era solo el de un rey, sino el de un hombre que debía dominarse a sí mismo, todos los días, sin excepción.
—Lo haré, madre —respondió Taehyung con solemnidad, esforzándose por mantener la calma mientras respondía. Su voz era firme, pero por dentro, sentía la ansiedad carcomerlo, enredándose en sus pensamientos. Aquella fachada de serenidad que había perfeccionado a lo largo de los años ahora se tambaleaba, pero no podía permitirse mostrar debilidad frente a ella.
—Bien —dijo su madre, satisfecha con su respuesta—. Estos últimos días te he pedido que me acompañes a todos lados para que te involucres más en los asuntos del reino. Sin embargo, ya no será requerida tu presencia. Tengo que organizar los próximos eventos y eso es algo que solo me compete a mí.
La declaración lo tomó por sorpresa. ¿Ya no sería necesario que la acompañara? Taehyung la observó, tratando de desentrañar las implicaciones detrás de esas palabras. La había acompañado constantemente estos últimos días, como parte final de su formación, participando en reuniones, audiencias y ceremonias, como un príncipe que se prepara para asumir el control. ¿Por qué de repente lo apartaba de esos asuntos? Aunque en teoría debería sentirse aliviado por tener algo de tiempo para sí mismo, no podía evitar sentir un atisbo de inquietud.
—¿Cuáles eventos? —preguntó, intentando disimular la creciente incertidumbre en su voz. Sabía que faltaban aún meses para su ascensión, y su madre, con su habitual meticulosidad, sin duda ya tendría todo perfectamente organizado para ese día. Además, no recordaba haber escuchado de ningún otro evento importante que requiriera preparación inmediata.
Su madre, como siempre, mantuvo su expresión inescrutable. Sin embargo, hubo una breve pausa antes de que respondiera, una pausa que a Taehyung le pareció demasiado larga.
—Descuida —dijo finalmente—, te informaré cuando esté todo listo.
Ese tono evasivo no era algo a lo que estuviera acostumbrado, y eso solo avivó su curiosidad. ¿Qué podría estar organizando su madre que él no debía saber aún? Aunque quería insistir, la formalidad de la conversación le impedía hacerlo. Se sentía como si, de alguna manera, lo estuvieran alejando de algo importante, algo que no le estaban contando. Y eso solo añadía más preguntas a las que ya pesaban sobre su mente.
Luego de despedirse con una inclinación respetuosa, Taehyung salió de la sala con pasos lentos, manteniendo la compostura hasta que se aseguró de estar solo. Fue entonces cuando dejó escapar un fuerte suspiro, aliviando la tensión acumulada en sus hombros. Se permitió relajarse un poco, aunque la inquietud todavía persistía en lo más profundo de su ser. No quería que esa sensación lo afectara demasiado; después de todo, no podía cambiar lo que su madre había decidido. En lugar de perderse en pensamientos sobre los misteriosos eventos que ella preparaba, intentó enfocarse en el lado positivo. Finalmente, tendría el tiempo libre que tanto había anhelado.
Tiempo que podría utilizar para algo mucho más importante en ese momento: ir a ver a Jungkook.
El simple pensamiento de él logró que los labios de Taehyung se curvaran en una pequeña sonrisa. ¿Cómo estaría? Habían pasado ya un par de días desde la última vez que lo vio, pero esa breve separación le había parecido mucho más larga de lo que esperaba. A pesar de que trataba de no pensar demasiado en ello, la curiosidad lo carcomía por dentro. Se preguntaba si el azabache también habría pensado en él, si en algún rincón de su mente se estaría preguntando si Taehyung realmente volvería, o si había sido solo un momento pasajero para él.
Había algo en Jungkook que lo hacía sentir diferente, algo que rompía con la rigidez de su vida en la corte, y esa sensación de libertad era más tentadora de lo que jamás hubiera imaginado. La idea de verlo de nuevo, de perderse en la profundidad de sus ojos verdes, lo llenaba de una expectativa silenciosa. Aún no sabía qué sería de ese encuentro, pero lo único que importaba era que, por un momento, podía permitirse dejar atrás las responsabilidades del reino y simplemente ser... Taehyung.
Todavía era temprano por la mañana, y aunque el deseo de ver a Jungkook lo apremiaba, Taehyung decidió que lo mejor sería ir después del almuerzo. No quería apresurarse esta vez; tenía que estar preparado, listo para sacarle la información que tanto anhelaba obtener. Algo en su interior le decía que el encuentro de hoy sería diferente, que esta vez no se dejaría envolver solo por las palabras o la mirada de Jungkook. No, esta vez estaba decidido a obtener respuestas.
Por el momento, decidió que un paseo le vendría bien. Los jardines del palacio siempre ofrecían un respiro necesario entre tanto protocolo, pero hoy no se sentía con ánimos de perderse en su belleza. En lugar de eso, sus pies lo llevaron hacia el patio de entrenamiento de los soldados en formación. Hacía mucho que no pasaba por allí, a pesar de las promesas que había hecho a sus compañeros de visitarlos con frecuencia. El peso de esa falta de compromiso le cayó encima mientras se acercaba. Recordaba perfectamente cómo, en varias ocasiones, había asegurado que los apoyaría, que seguiría sus avances, pero en algún punto, las responsabilidades del reino y su propio entrenamiento lo habían consumido por completo.
Cuando llegó al patio, las voces de los soldados, el choque de las espadas y los gritos de los instructores llenaron el aire. Taehyung se detuvo un momento, observando desde una distancia prudente. El entrenamiento seguía siendo igual de intenso, la camaradería palpable entre los soldados, los mismos que alguna vez habían sido sus compañeros de armas, amigos con los que había compartido el campo de entrenamiento y los que ahora lo miraban con respeto, pero también con distancia.
La realidad lo golpeó como un balde de agua fría. Estar ahí, parado al margen, sin poder formar parte, todavía era una carga dolorosa para su corazón. Había dejado atrás esa vida por un propósito mayor, pero eso no hacía más fácil el vacío que sentía al no poder empuñar una espada o su arco junto a sus compañeros. Ser futuro Drottning lo apartaba de ellos, le arrebataba ese sentido de pertenencia que tanto valoraba. Y aunque no lo decía en voz alta, esa pérdida seguía siendo una herida abierta, una que no se curaría fácilmente.
Con un suspiro, Taehyung continuó su paseo por el patio, saludando con una leve inclinación de cabeza a aquellos que lo reconocían. Aunque la sonrisa que esbozaba era cordial, su corazón seguía sintiendo el tirón de esa vieja vida, una vida que, aunque ya no le pertenecía, nunca había dejado de extrañar.
Taehyung sabía que la visita al patio de entrenamiento no pasaría desapercibida. Su madre se enteraría tarde o temprano, como siempre lo hacía, y no podía permitirse una reprimenda por abandonar sus responsabilidades, aunque fuera por un breve paseo. Sin embargo, no le preocupaba tanto en esta ocasión. Ya tenía toda una excusa planeada, una que resultaba conveniente y difícil de refutar: de vez en cuando, es bueno que el príncipe se muestre ante los soldados para elevarles la moral.
Era una justificación simple, pero efectiva. Los soldados debían sentirse reconocidos, valorados por la familia real, y ¿qué mejor manera de hacerlo que con la presencia del futuro rey? Incluso su madre, con toda su estricta disciplina, no podría objetar demasiado a eso. Además, Taehyung había aprendido a utilizar las expectativas que los demás tenían de él a su favor. Si lo querían ver como el príncipe perfecto, entonces aprovecharía esa imagen cuando le fuera conveniente.
Con ese pensamiento en mente, se acercó un poco más a los soldados en plena práctica, permitiendo que lo vieran. La reacción fue casi inmediata. Algunos de ellos enderezaron sus posturas, y otros incluso sonrieron al notar su presencia. A pesar de la distancia que ahora lo separaba de ellos, sabía que su aparición significaba algo para esos hombres. Ellos lo veían no solo como su príncipe, sino como alguien que alguna vez había sido parte de sus filas. Y aunque esa conexión se había desvanecido con el tiempo, el respeto y la admiración seguían presentes.
Mientras caminaba entre ellos, saludando de manera casual a unos cuantos, el peso de la excusa se hacía más liviano. Había algo real en esa justificación. Ser visto por los soldados no solo era un acto de obligación, sino una manera de reconectar con una parte de sí mismo que aún no estaba lista para desaparecer por completo. De alguna forma, su presencia aquí también le elevaba el ánimo a él, recordándole que no todo estaba perdido, que aún podía influir y formar parte del reino desde distintos ángulos, incluso si no empuñaba su arco como antes.
—Su Alteza, es raro verlo por aquí.
Taehyung reconoció la voz de inmediato. Un ligero fastidio se agitó en su interior al escuchar el honorífico salir de los labios de su amigo, pero sabía que era necesario mantener las apariencias. Las formalidades, aunque incómodas, eran parte de la fachada que debía llevar constantemente. Así que, como tantas otras veces, dejó pasar el comentario sin replicar, aunque le costara. Sin embargo, no pudo evitar que una sonrisa sincera curvara sus labios al ver a Namjoon.
La alegría que sintió al reencontrarse con él fue mucho mayor que cualquier incomodidad. Namjoon siempre había sido un apoyo constante en su vida, y aunque el protocolo los distanciaba en público, la conexión entre ellos seguía siendo fuerte, más allá de títulos y responsabilidades. A su lado, Taehyung podía relajarse un poco, sabiendo que, incluso en medio de tanta formalidad, su amigo entendía perfectamente lo que había detrás de su máscara.
—Namjoon —respondió con una leve inclinación de cabeza, en un gesto que buscaba mantener el equilibrio entre la formalidad y el afecto que le tenía—. Parece que me has atrapado en una de mis raras visitas.
Namjoon esbozó una sonrisa que apenas se contenía dentro del respeto que debía mostrar frente a los demás. Sus ojos reflejaban la misma familiaridad y calidez de siempre, pero también una chispa de comprensión. Sabía lo que significaba para Taehyung estar allí, lo que implicaba para él ver a los soldados entrenando sin poder unirse.
—Debo decir que pensé que no ganaría la apuesta de que no volverías antes de tu coronación —bromeó en un tono bajo, manteniendo la conversación lo suficientemente discreta para que solo ellos pudieran escucharla.
Taehyung soltó una leve risa, agradeciendo la ligereza que Namjoon traía consigo. Aunque llevaba la corona sobre sus hombros mucho antes de portarla oficialmente, en esos momentos con él, podía permitirse dejar de lado por un instante las tensiones que lo rodeaban.
Namjoon había sido su amigo desde la infancia, un vínculo que había surgido mucho antes de que ambos comprendieran la magnitud de las responsabilidades que algún día recaerían sobre sus hombros. Como hijo de uno de los oficiales principales de su padre, Namjoon había tenido acceso constante al palacio, y eso había facilitado que ambos crecieran juntos, compartiendo juegos, desafíos y también las primeras etapas de su entrenamiento. La relación entre ellos no era solo de amistad, sino una hermandad forjada a lo largo de los años, entre risas, retos y la disciplina impuesta en su formación.
Desde muy pequeños, habían sido compañeros inseparables en el campo de entrenamiento, donde sus habilidades comenzaron a diferenciarse rápidamente. Mientras que a Taehyung siempre lo había cautivado la precisión del arco, la calma y la concentración que exigía cada disparo, Namjoon se inclinó hacia el manejo de la espada con una pasión que igualaba la de su amigo. Si Taehyung encontraba paz en el silencio de la tensión del arco, Namjoon hallaba vitalidad en cada movimiento rápido y decidido de la espada, en el brillo de la hoja y la velocidad que exigía.
Con el tiempo, su habilidad con el arco y la espada había evolucionado hasta volverse su sello personal, y aunque el destino los había llevado por caminos diferentes, cada uno respetaba y admiraba la destreza del otro.
—Lamento haberte arruinado la apuesta —respondió Taehyung en el mismo tono, esbozando una ligera sonrisa.
—Está bien, me alegra verte por aquí —contestó Namjoon con genuina honestidad, aunque pronto sus ojos hicieron un rápido recorrido alrededor, en busca de alguien en particular—. Y su Klar, ¿no le acompaña en esta ocasión?
Taehyung dejó escapar una risa breve y divertida, conociendo a la perfección el interés de Namjoon por Jimin. Su amigo no se esforzaba en ocultarlo y, aunque intentaba mantener una distancia respetuosa, a Taehyung le resultaba evidente el leve nerviosismo que se apoderaba de él al hablar del castaño, una timidez que contrastaba con la seguridad que usualmente demostraba.
Lo curioso era que Jimin no era indiferente a esos sentimientos. Taehyung lo sabía bien, pues en más de una ocasión lo había sorprendido escabulléndose a escondidas con una pequeña merienda en las manos, destinada precisamente a Namjoon. Era un gesto sencillo, pero decía más que cualquier declaración abierta. Aunque Jimin parecía rechazar los intentos del moreno, en realidad estaba encantado con toda esa atención que recibía de él.
—No esta vez —respondió Taehyung al fin, observando la ligera decepción en los ojos de su amigo—. Aunque, si te sirve de consuelo, sospecho que Jimin pasará más tarde por aquí.
Namjoon intentó disimular su reacción, pero la leve sonrisa que le asomó fue inconfundible. Por más que quisiera negarlo, cualquier mención de Jimin hacía que su expresión cambiara sutilmente, su seriedad relajándose en algo más amable.
—Confiaré en su intuición, Alteza —bromeó, guiñándole un ojo con diversión—. Realmente me alegra verte; no es lo mismo desde que no estás aquí. No he podido encontrar a nadie que me iguale en determinación —comentó Namjoon con una sonrisa leve, pero sus palabras, cargadas de una sinceridad desarmante, resonaron con un peso en el pecho del príncipe.
A Taehyung le resultaba difícil escucharlo sin sentir una punzada de nostalgia y añoranza por los días en que compartían entrenamientos y desafíos sin las ataduras de la responsabilidad. Antes de que pudiera responder, Namjoon notó el cambio en su expresión y, percibiendo su error, se apresuró a aclararse.
—Pero todos aquí están dando lo mejor de sí —añadió rápidamente, buscando alivianar el peso de sus palabras—. Te admiran. Quieren estar a tu altura, ser capaces de proteger todo lo que construyas en el futuro como Rey.
Escuchar eso logró animarlo un poco, aunque no podía negar que el peso en su interior aún persistía, recordándole cada expectativa que ahora cobraba más realidad. No solo se trataba de las responsabilidades del trono, sino también de lo que significaba para todos los que confiaban en él, como Namjoon y los soldados, quienes entrenaban día tras día para servir a su futuro Rey.
El príncipe respiró hondo, sabiendo que el respeto y la lealtad que sus amigos y aliados le demostraban eran tan alentadores como inquietantes. La idea de fallarles le generaba un nudo en el estómago, pero, a la vez, despertaba un fuego interno. No quería decepcionar a nadie; su propio compromiso iba más allá de las obligaciones. No solo deseaba cumplir con lo esperado, sino convertirse en un líder digno de cada sacrificio que hacían por él, de cada mirada esperanzada que le dedicaban en el camino.
Con ese pensamiento, Taehyung dejó escapar una exhalación lenta, tratando de disipar la presión que lo envolvía y permitiendo que, por un instante, el alivio fuera más fuerte que la carga.
—Me aseguraré de estar a la altura —prometió Taehyung, esbozando una ligera sonrisa a su amigo. Sin embargo, antes de que pudiera añadir algo más, una figura muy conocida apareció a lo lejos, iluminando su mirada de inmediato.
El corazón de Taehyung latió con fuerza al reconocer a su padre. De haber sido posible, habría corrido hacia él para envolverlo en un fuerte abrazo, pero las miradas que lo rodeaban lo detuvieron. En lugar de eso, se despidió rápidamente de Namjoon, quien le sonrió con complicidad, y se dirigió hacia el Rey, que ya lo observaba con una enorme sonrisa en el rostro.
—Padre —murmuró, realizando una ligera reverencia antes de que el Rey lo envolviera en un cálido abrazo.
—Taehyungie...
Se separó del abrazo, sintiendo la calidez de su padre aún en su piel, y alzó la mirada para encontrarse con sus ojos. La sonrisa que iluminaba el rostro de su padre debería haberle traído consuelo, un reflejo del amor incondicional que siempre había recibido. Sin embargo, había algo en esa mirada que no encajaba, una sombra de inquietud que se filtraba entre las arrugas de la felicidad.
—¿Está todo bien? —preguntó Taehyung, dejando que la seriedad de su voz rompiera el momento de ternura. La preocupación danzaba en sus palabras, pesando como una nube gris en el aire. Su instinto le decía que algo no era correcto, que detrás de la fachada de alegría de su padre se ocultaba un tumulto que él no podía ver pero que sí podía sentir.
El Rey permaneció en silencio por un momento, el peso de la preocupación evidente en su rostro. Finalmente, dejó escapar un fuerte suspiro, como si ese simple gesto pudiera liberar la tensión acumulada en su pecho. Con una mano, frotó su frente, intentando despejar la frustración que se había apoderado de él. Sabía que, a pesar de sus esfuerzos por mantener la calma; no había algo que pudiera ocultarle a su hijo.
—Hubo un avistamiento de Seagull en la frontera —comenzó, su voz grave y entrecortada revelando la carga que llevaba consigo. Las palabras salieron de sus labios como un susurro pesado, resonando en el aire con un eco de inquietud—. Fuimos a investigar, pero solo encontramos huellas. Las marcas en la tierra eran profundas, como si la bestia hubiera querido dejar su sello, pero al final, no había rastro de su paso. Hace tiempo que no se le veía tan cerca del pueblo —concluyó, su tono cargado de preocupación y un destello de impotencia en sus ojos.
Taehyung sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar el nombre de la bestia. Seagull no era un simple animal; era un símbolo de peligro y caos. Comprendía la preocupación que destilaba la voz de su padre, puesto que desde que el oso había hecho su aparición, la cacería había sido inútil. La bestia siempre encontraba la manera de escabullirse, de desaparecer en las sombras, como si nunca hubiera existido.
El peligro que el oso representaba para los aldeanos era monumental. Taehyung podía ver la tensión en el rostro de su padre, cada línea acentuada por la carga de ser el Rey, el encargado de velar por la seguridad de su gente. La responsabilidad de proteger el reino era abrumadora, y el temor de que Seagull pudiera atacar a alguno de sus súbditos lo atormentaba. Taehyung comprendía perfectamente esa angustia, pues su padre se sentía obligado a poner fin a esta amenaza, y cada avistamiento del oso lo hacía sentir como si hubiera fallado en su deber.
A pesar de su propia preocupación, Taehyung sabía que no había mucho que pudiera hacer para aliviar la inquietud de su padre. No podía salir a cazar al oso por sí mismo, y aunque deseaba actuar, entendía que la solución debía venir de su padre, quien estaba en la posición de tomar decisiones. Su papel, por ahora, era ofrecer consuelo, una palabra de aliento en medio de la tormenta que se avecinaba.
—Padre, sé que esto te preocupa —comenzó, tratando de transmitirle tranquilidad—. Pero sé que lograrás encontrar una solución. Estoy seguro de que darán con él y pondrás fin a esta amenaza.
El Rey lo miró, y aunque su expresión era grave, en sus ojos había un destello de gratitud.
—Gracias, hijo. Tu fe me da fuerzas —dijo el Rey, dejando que un suspiro de alivio se escapara de sus labios.
Taehyung asintió, sintiendo que su propia determinación se fortalecía. A pesar del peso de la responsabilidad que recaía sobre su padre, sabía que su apoyo podía hacer una diferencia, aunque fuera pequeña.
Realmente deseaba que pudieran localizar al oso pronto y, poner fin a toda esta inquietud de una vez por todas.
Tras el almuerzo, Taehyung se encuentra finalmente cabalgando lejos del castillo, sintiendo cómo el viento fresco se cuela entre los mechones de su cabello, revitalizándolo. La emoción que le invade es un torrente casi incontrolable, como si su pecho apenas pudiera contener el entusiasmo que crece con cada golpe de los cascos de su caballo sobre el sendero. Ya no es solo el placer de escapar del palacio, ni de adentrarse en la libertad del bosque que tanto le alivia de las cargas del deber; es la anticipación de ver a Jungkook, de encontrarse una vez más con su mirada verde y esa risa que, aun distante, parece alcanzarlo en su trayecto. Ahora, el bosque ha dejado de ser su único refugio; el verdadero escape está en la presencia del azabache, quien se ha vuelto últimamente su razón para huir.
Ha pasado poco más de una semana desde que Taehyung no ha podido eludir la atenta vigilancia de su madre y el peso constante de sus obligaciones. Ahora, mientras se adentra en el bosque a toda prisa, la impaciencia le invade. Se imagina la expresión que podría cruzar el rostro del azabache, quizás una mezcla de sorpresa y alegría que él anhela más de lo que le gustaría admitir. Con cada paso, espera que su llegada provoque algo especial, un destello de emoción que convierta este encuentro en algo único, como si, al verlo, Jungkook también estuviera esperando desde hace tiempo.
¿La razón? Taehyung no sabe realmente. Solo siente el impulso constante de esforzarse en cada encuentro, buscando maneras de desarmar la fachada seria y a menudo impenetrable que Jungkook mantiene como escudo. Es como si un desafío personal lo guiara, y nada lo llena más de satisfacción que ver cómo, poco a poco, la mirada impasible del azabache se vuelve cálida, adquiriendo matices que solo él parece provocar. Quizás se trate de ese brillo especial que se enciende en los ojos verdes de Jungkook cuando sonríe para él y solo para él. Tal vez, se dice Taehyung, no tiene nada que ver con lo mucho que aprecia esa sonrisa que rara vez muestra, ni con el modo en que, por un instante, Jungkook parece más cercano, más vulnerable... y, a sus ojos, aún más cautivador.
Después de cruzar el amplio prado, Taehyung finalmente detiene su avance al llegar al umbral del bosque. Permanece inmóvil, con los ojos escudriñando los árboles y la penumbra que los envuelve, atento a cualquier señal. Entonces, como si respondiera a su llamada silenciosa, el sendero de luces mágicas se enciende, y una suave sonrisa se asoma en sus labios. A una leve indicación suya, Angus avanza con calma, siguiendo la cadena de pequeños destellos que iluminan el camino. La emoción que lo embarga en este instante no ha cambiado desde la primera vez; el espectáculo de aquellas luces danzantes tiene para él un toque de maravilla que no ha perdido su brillo. Cada punto de luz parece guiarlo con una intención clara, y Taehyung no puede evitar sentir que este sendero, y el destino al que lo lleva, no son obra de la casualidad, sino de algo mucho más profundo, como si el encuentro con Jungkook estuviera escrito en su historia desde el inicio.
Cuando finalmente reconoce el lugar, Taehyung le da una señal a Angus para que acelere el paso. La emoción lo impulsa, y en un instante, se encuentra frente al campamento que ha llegado a conocer tan bien. Se baja rápidamente del caballo y, mientras lleva a Angus al rincón que este ha reclamado como suyo cada vez que lo visitan, su mirada se desplaza por el entorno, buscando ansiosamente a cierto azabache. Sin embargo, no logra encontrarlo, y una pequeña decepción se asienta en su pecho. ¿Habrá ido a cazar su almuerzo? La idea lo hace fruncir el ceño; espera que no tarde demasiado. Mientras tanto, el murmullo del bosque y el aroma de la tierra lo envuelven, alimentando su esperanza de que, pronto, Jungkook aparecerá.
Taehyung aprovecha la calma para examinar el campamento. Todo luce como la última vez que estuvo allí, con apenas algunos cambios en la disposición de los objetos; una olla y algunas herramientas parecen haber sido movidas, pero el lugar conserva su aire familiar. Sus ojos se detienen en la pequeña casa de madera, de aspecto sencillo y un tanto rústico. Sin pensarlo demasiado, avanza hacia ella, indeciso por un momento sobre si debería entrar o no. Sin embargo, su curiosidad le gana, y con cautela cruza el umbral.
El interior es tan modesto como había imaginado, un espacio reducido que le permite observarlo todo casi de un vistazo. Aun con su simplicidad, hay una sensación de orden que le resulta tranquilizadora. Cada objeto parece estar en su sitio, cuidadosamente dispuesto.
Mientras su mirada recorre el interior, Taehyung se detiene en una esquina donde un montón de mantas están esparcidas en el suelo; claramente, ese es el sitio donde Jungkook duerme. Reconoce las mantas que él mismo le había traído en una de sus visitas, así como la almohada que logró sacar del castillo la última vez, y una leve sonrisa ilumina su rostro al recordar el esfuerzo que hizo para conseguirla. Pero algo peculiar llama su atención: hay un ligero movimiento entre las mantas. Con el ceño fruncido, se acerca con cautela, intrigado.
Cuando está lo suficientemente cerca, sus ojos se abren con sorpresa. Bajo ese bulto de mantas, Jungkook yace profundamente dormido, en una posición relajada que lo hace parecer extrañamente vulnerable. La respiración tranquila del azabache crea pequeños movimientos en las mantas, y, por un momento, Taehyung se queda inmóvil, observándolo en silencio. La dureza habitual de su expresión parece haberse desvanecido por completo, reemplazada por una paz que rara vez muestra despierto.
Con cuidado de no perturbar su descanso, Taehyung se sienta junto a él y se permite observarlo con una atención que pocas veces concede a alguien. Jungkook tiene un atractivo peculiar, y hay algo en los detalles de su rostro que lo mantiene completamente cautivado: la suavidad de sus rasgos en ese estado de vulnerabilidad y la pequeña cicatriz bajo su ojo que despierta más preguntas de las que alguna vez pensó tener. Taehyung siente una punzada en el pecho; verlo vivir en estas condiciones, durmiendo sobre el suelo y rodeado de lo mínimo necesario, le provoca una mezcla de curiosidad y tristeza.
¿Qué historia hay detrás de esas paredes de silencio? ¿Qué lo habría llevado a una vida tan alejada de todo? Taehyung sabe que quizás es un deseo egoísta, pero anhela que, algún día, Jungkook pueda confiar en él lo suficiente para abrirse, para permitirle conocer su historia y, quizás, ayudarle a cargar con ese peso invisible. Más que curiosidad, lo que siente es un deseo profundo de acercarse, de demostrarle que no tiene que enfrentar todo solo. Es posible que esté pidiendo demasiado, pero Taehyung no puede evitarlo: el misterio que rodea a Jungkook lo atrae de una manera que no había experimentado antes, y está dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario para ganar su confianza.
Oh, por favor... Que le alcance el tiempo.
Instintivamente, su mano se mueve hacia el rostro de Jungkook, y con extrema suavidad, sus dedos apenas rozan la cicatriz que adorna su mejilla. Sin embargo, el contacto es efímero; en un parpadeo, su mano es capturada con brusquedad. Jungkook se incorpora al instante, y Taehyung se encuentra frente a una mirada feroz y despiadada que jamás pensó ver en él. Sus ojos, llenos de alerta, lo observan como un animal acorralado, y Taehyung siente el pulso acelerado del contrario a través del agarre que mantiene su mano.
Por un instante, la tensión se siente palpable, cargada de la desorientación de Jungkook y de la sorpresa de Taehyung. Pero entonces, los ojos del azabache finalmente se enfocan en los suyos, y poco a poco, la rigidez en su expresión se disuelve. Su agarre, aunque aún presente, se suaviza. No suelta su mano, pero la intensidad de su mirada da paso a una calma reconfortante, como si el simple reconocimiento de Taehyung hubiese desvanecido toda amenaza.
—Alteza —murmura Jungkook, su desconcierto reflejado en la culpa que oscurece sus ojos. Desvía la mirada hacia la mano que aún sostiene, y sus dedos la sueltan, aunque de forma renuente—. Me tomó por sorpresa, ¿está bien? Lo lamento, apreté su mano con demasiada fuerza... pensé que era un intruso. No era mi intención lastimarlo.
Taehyung permanece en silencio por un momento, sus pensamientos girando en torno a la reacción de Jungkook. ¿Acaso estaba tan acostumbrado a ser emboscado, a reaccionar con una desconfianza que revelaba su vida en constante alerta? Este pensamiento lo transporta al primer día en que se conocieron, cuando Jungkook lo observó con la misma intensidad y desconfianza, preguntando de inmediato quién lo había enviado.
—Primero, deja los honoríficos; ya te lo he dicho muchas veces —reprende con el ceño ligeramente fruncido, tratando de aliviar la tensión del momento—. Y segundo, estoy bien, no te preocupes. Que sea un doncel no significa que sea frágil.
La sorpresa en los ojos de Jungkook es evidente, y tarda apenas un segundo antes de murmurar, desconcertado:
—¿Eres un doncel?
La pregunta lo toma un poco desprevenido. Taehyung le sostiene la mirada, algo a la defensiva, aunque mantiene un tono firme.
—Lo soy. ¿Tienes algún problema con eso?
Hay una ligera incomodidad que no puede evitar; no es vergüenza, sino algo más profundo, un temor arraigado de que esta información pudiera generar una distancia entre ellos. Le aterra la idea de que Jungkook, al enterarse, pudiera empezar a tratarlo de forma distinta, tal vez más cautelosa o, peor aún, con una barrera que antes no existía. La última cosa que desea es que este detalle, insignificante para él, cree una grieta en el vínculo que apenas han comenzado a construir.
—Vaya, cada vez encuentro más detalles que te hacen interesante —respondió Jungkook, esbozando una ligera sonrisa que desarmó por completo las últimas barreras de Taehyung. Ante la genuina calidez en su rostro, cualquier rastro de incomodidad se disipó, y la tensión se transformó en una chispa de entusiasmo.
—¿Y bien? ¿No estás feliz de verme? —preguntó Taehyung, con una emoción que no se molestó en disimular, su corazón latiendo con la anticipación de escuchar la respuesta que había estado esperando.
Jungkook lo miró de reojo, sorprendido por la franqueza de la pregunta y, tras una breve pausa, contestó:
—Sorprendido, diría más bien. No me esperaba verte; pasaron varios días desde la última vez, y... pensé que tal vez ya no regresarías. Pero sí, quizás estoy un poco feliz de verte.
La sonrisa de Taehyung se amplió, y sus ojos brillaron con esa chispa traviesa que lo caracterizaba.
—¿Lo suficiente para decirme tu edad? —replicó con picardía, aprovechando la oportunidad para indagar en el enigma que Jungkook era para él.
Jungkook dejó escapar una leve risa y lo miró con un dejo de ironía, pero la calidez seguía presente en su mirada.
—Lo suficiente para dejar pasar que entraras a mi casa —respondió con un fingido reproche, su tono firme pero con un dejo de humor que hizo que Taehyung soltara una risa. Era como si, poco a poco, esas barreras que mantenía comenzaran a ceder solo para él.
El príncipe negó ligeramente, soltando un fuerte suspiro antes de ponerse de pie.
—Ven, traje algunas cosas para ti.
Jungkook lo miró, visiblemente intrigado, sin poder ocultar la ligera sorpresa en su expresión. Se levantó despacio, manteniendo la mirada en Taehyung, con una mezcla de curiosidad y gratitud que él mismo parecía luchar por expresar. Sin más palabras, el príncipe lo condujo hacia el exterior, donde había dejado un modesto saco atado a la montura de Angus. Con cuidado, desató el saco y lo abrió, revelando una pequeña variedad de alimentos, mantas, y un par de herramientas que había seleccionado cuidadosamente.
—Pensé que quizás podrías darle un buen uso a estas cosas —explicó Taehyung, mirándolo de reojo, tratando de medir su reacción—. No es gran cosa, pero... bueno, en realidad, quería ayudarte aunque sea un poco.
Jungkook observó el contenido del saco en silencio, sus dedos rozando las mantas y las provisiones con un gesto suave, como si apenas pudiera creer que alguien había pensado en él con tanta dedicación.
—Gracias, realmente no tienes por qué preocuparte, yo... —Jungkook comenzó a decir, pero su voz se apagó al ver cómo la expresión de Taehyung decaía ligeramente, como si la reacción que recibía no fuera lo que esperaba. Con un leve suspiro y una suave sonrisa, el azabache corrigió—. Lo aprecio mucho, Taehyung.
Los ojos del príncipe recobraron su brillo habitual, y su sonrisa se ensanchó con una alegría tan pura que iluminó el campamento. Pero rápidamente, esa sonrisa mutó a una expresión más astuta, como si tuviera algo más bajo la manga.
—Traje algo más —anunció, con el mismo brillo travieso en sus ojos que Jungkook había aprendido a reconocer—. Pero esto tiene un precio, por supuesto.
Se acercó a Angus una vez más y tomó otra bolsa más pequeña que la primera. Luego, fue hasta el centro del campamento y se acomodó en el tronco cercano a la hoguera, uno que Jungkook había colocado para él, para que ya no tuviera que sentarse en el suelo.
—Te daré estos postres... —dijo, abriendo la bolsa para mostrar la variedad de dulces que había traído, disfrutando cada segundo de la expresión de asombro y tentación en el rostro de Jungkook—. Pero, claro, solo si me dices tu edad.
El azabache puso los ojos en blanco, un bufido de diversión escapando de sus labios mientras se sentaba junto al príncipe. La tensión entre ellos se disipó un poco, y Jungkook no pudo evitar sonreír ante la audacia de Taehyung.
—Pensaba que con el tiempo te habías dado por vencido con eso —replicó, cruzando los brazos en un gesto juguetón—. Además, me pides información de mí como si nada, pero yo tampoco sé nada de ti. ¿Por qué no me dices tu edad? Quizás podría considerar decirte la mía luego de...
—Tengo diecinueve —interrumpió Taehyung, dejando escapar la confesión con una naturalidad que sorprendió a Jungkook—. ¿Ya me dirás la tuya entonces?
Los ojos de Jungkook se abrieron de par en par, su sorpresa evidente. No había imaginado que el príncipe revelaría información personal con tanta facilidad. Su mente trató de procesar la revelación, y un ligero rubor se apoderó de sus mejillas.
—¿Diecinueve? —repitió, casi en un susurro, como si necesitara confirmar que había oído bien—. No me esperaba eso. Quiere decir, que pronto vas a asumir, ¿cierto?
Esta vez, Taehyung se quedó en silencio, considerando cuidadosamente lo que estaba a punto de revelar. Era un tema delicado, un paso que lo acercaba más a la verdad de su situación y a la confianza que anhelaba construir con Jungkook. Sin embargo, el azabache tenía razón; había estado insistiendo en obtener información, mientras que él mismo había mantenido una muralla de secretos. Quizás, si se abría un poco más sobre sí mismo, Jungkook se sentiría más cómodo en compartir su propia historia.
—Sí, así es. La coronación será dentro de unos meses, cuando cumpla la mayoría de edad. Toda mi vida se me ha preparado para subir al trono... —respondió Taehyung, su voz cargada de una resignación.
—Debes sentir una gran presión —comentó Jungkook, su tono reflejando una empatía genuina—. La vida de un príncipe no es nada fácil.
—No lo es —admitió Taehyung, sintiendo cómo la conversación empezaba a fluir de manera más natural—. Las responsabilidades que eso conlleva pueden llegar a ser sumamente agotadoras. A menudo me siento como si estuviera atrapado en un ciclo interminable de expectativas y obligaciones, y eso me hace anhelar la libertad de ser solo Taehyung, no el príncipe. Pero mi camino ha sido forjado incluso antes de que naciera, y tengo un deber con el cual cumplir. Tengo que corresponder a la fe que mi gente ha puesto en mí.
Jungkook lo escuchó con atención, como si cada palabra de Taehyung tuviera un peso especial. Sus ojos reflejaban comprensión, creando una conexión que parecía profundizarse con cada instante. Sin embargo, al quedarse en silencio, Taehyung no era capaz de descifrar el dilema en su mirada. Tal vez lo había cargado demasiado con una confesión tan profunda; por lo tanto, se apresuró a cambiar el tema.
—Ahora sabes algo de mí, creo que es justo que me cuentes también un poco de tu historia.
El azabache parpadeó un par de veces, saliendo de sus pensamientos. No pudo evitar reír ligeramente al notar el brillo curioso en los ojos azules de Taehyung. Resultaba curioso cómo la tristeza que antes los bañaba se había desvanecido, dando paso a esa curiosidad suya.
—Es mejor que no la sepas —respondió finalmente, con un tono ligero que pretendía restarle importancia a su historia. Sin embargo, el ceño fruncido y la incredulidad en los ojos de Taehyung lo hicieron dudar. Estaba claro que el príncipe estaba dispuesto a discutirlo. Finalmente, optó por ceder un poco—. Pero, creo que puedo decirte mi edad... Tengo veintisiete.
Los ojos del pelirrojo se abrieron con sorpresa, incapaz de ocultar su asombro ante la inesperada respuesta de Jungkook. Aunque pudiera parecer un gesto mínimo, el simple hecho de que finalmente cediera le transmitió a Taehyung una sensación de esperanza, como si este momento marcara el inicio de algo importante. Sintiéndose motivado, Taehyung decidió que no se daría por vencido. No había duda de que había mucho más por descubrir, y esa posibilidad lo llenaba de emoción.
Esto era tan solo... «El inicio de ti».
¡Ta-dah! Se logró, gracias por la paciencia, finalmente les traigo este capítulo. Espero que les haya gustado mucho, yo estoy disfrutando del acercamiento que están teniendo. Todavía hay muchas incógnitas y misterios pero poco a poco iremos desentrañándolos.
Cuéntenme, ¿qué les pareció?👀
Procuraré volver pronto, los tendré al pendiente al igual que siempre, en mi canal de difusión. Hasta entonces, manténganse sanos.🌷 Besitos en sus ojitos, MUAAAA.💙
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