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Veintiocho

El sol brillaba con intensidad aquella mañana, reflejándose en las ventanas de la escuela mientras los alumnos llegaban poco a poco, algunos aún adormilados, otros charlando animadamente sobre el fin de semana.

____ caminó por los pasillos con pasos lentos, aún sintiendo el peso de los días anteriores sobre sus hombros. No podía negar que estaba agotada, pero tampoco quería seguir encerrada en su mundo.

Apenas cruzó la puerta del salón, varias voces se alzaron a su alrededor.

—¡____, volviste! —exclamó Rose, acercándose con entusiasmo.

—Nos tenías preocupados —dijo Alya con su característico tono tranquilo, pero con sincera preocupación en la mirada.

—¿Estás bien? —preguntó Mylène, inclinándose levemente para verla mejor.

____ parpadeó, sorprendida por la repentina avalancha de atención. Por un momento, se sintió incómoda, pero luego suspiró y les dedicó una pequeña sonrisa.

—Sí, estoy bien... bueno, lo suficiente. Gracias por preocuparse —respondió con sinceridad.

Sus compañeros asintieron, algunos más animados que otros, pero todos aliviados de verla de vuelta.

—Si necesitas hablar o distraerte, aquí estamos —agregó Alix, cruzándose de brazos.

—Sí, en serio, no dudes en decirnos si necesitas algo —añadió Sabrina con un asentimiento entusiasta.

—Gracias —murmuró la italiana, sintiéndose un poco más cálida por dentro ante el gesto.

Pero aquella sensación se desvaneció en cuanto escuchó una voz tímida llamándola.

—____... me alegra que estés bien.

El salón quedó en un tenso silencio. Marinette estaba de pie, con las manos entrelazadas y una expresión de nerviosismo en el rostro. Sus ojos azules reflejaban incertidumbre, como si esperara que la morena le diera una oportunidad de enmendar las cosas.

Sin embargo, la italiana ni siquiera se molestó en mirarla. Su rostro perdió la calidez que había tenido segundos atrás, su expresión se volvió dura y sin emoción mientras simplemente pasaba de largo y se sentaba en su lugar sin decir una palabra.

Se sintió un nudo de incomodidad en el ambiente. Nadie sabía qué decir. Marinette bajó la mirada, mordiendo su labio con tristeza antes de volver a su asiento en silencio.

Nathaniel, que había observado todo con el ceño levemente fruncido, se inclinó con cautela a ____, apoyando un codo en la mesa.

—¿Hasta cuándo planeas ignorarla?

La pianista, sin siquiera mirarlo, giró ligeramente su cabeza en su dirección antes de volver la vista a su escritorio.

—No quiero hablar de eso —respondió con frialdad.

Nathaniel suspiró, rascándose la cabeza.

—Entiendo... No quise incomodarte.

La chica finalmente lo miró, su expresión suavizándose un poco.

—Lo sé. Pero simplemente... no estoy lista.

El pelirrojo le dedicó una sonrisa comprensiva.

—Está bien. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien. Es bueno tenerte de vuelta.

Ella le devolvió una pequeña sonrisa, asintiendo con la cabeza.

Mientras la clase comenzaba y la atención de todos se desviaba hacia la profesora, la italiana soltó un leve suspiro, apoyando su mejilla en su mano. No podía evitar preguntarse cuánto tiempo más duraría aquella brecha entre ella y Marinette, o si en algún momento sentiría el deseo real de cerrarla.

𝄞⨾ 𓏲ּ ᥫ᭡ ₊ 𝄃𝄃𝄂𝄂𝄀𝄁𝄃𝄂𝄂𝄃 𝄢⊹ ˑ ִ

Estaba caminando de regreso a casa.

El sonido de un motor rugiendo y el movimiento de cajas pesadas hicieron que ____ detuviera su paso en seco. Parpadeó varias veces, confundida, antes de que sus ojos se abrieran de par en par al notar un camión de mudanzas estacionado justo frente a su casa.

—¿Qué...? —murmuró, sintiendo cómo su estómago se revolvía.

Su mirada recorrió frenéticamente la escena. Dos hombres vestidos con uniformes de mudanza iban y venían con cajas en sus brazos, sacando muebles, cuadros y otras pertenencias del interior de su hogar.

—¡Oigan! ¡Esperen! —exclamó, dejando caer su mochila al suelo mientras corría hacia uno de los trabajadores que cargaba una caja con algunas de sus cosas.

Intentó detenerlo, aferrándose a la caja con desesperación, pero el hombre simplemente la esquivó con una expresión incómoda.

—Lo siento, señorita, pero tenemos órdenes.

—¿Órdenes de quién? ¡Esta es mi casa! —insistió, su voz subiendo de tono con pánico.

Pero el hombre no respondió y siguió con su labor, ignorándola por completo.

____ sintió cómo su corazón latía con fuerza y su respiración se volvía errática. Miró alrededor, buscando respuestas, hasta que vio a su madre de pie en la entrada, sujetando su teléfono y dejando escapar un largo suspiro después de colgar.

—¡Mamá! —llamó, corriendo hacia ella con desesperación—. ¿Qué está pasando? ¿Por qué están sacando nuestras cosas?

La mujer levantó la vista y la observó con cansancio. Las líneas de preocupación marcaban su rostro, y su postura reflejaba la tensión acumulada de los últimos días.

—Estamos teniendo problemas financieros —respondió con voz pausada, como si cada palabra le costara decirla—. Vamos a empeñar la casa hasta que podamos pagar todas las deudas.

El mundo de ____ se tambaleó por un momento.

—¿Qué? —susurró, su voz apenas audible. Luego, el impacto se convirtió en indignación—. ¿Desde cuándo estamos endeudados? ¿Por qué no me lo dijiste antes?

Su madre suspiró de nuevo, pasándose una mano por el cabello.

—No fue mi decisión, ____. Todo esto... —hizo un gesto abarcando la escena frente a ellas—, es por tu padre y sus irresponsabilidades.

La menor sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Mi padre? —repitió, incrédula.

Era irónico. Aquel hombre que siempre exigía perfección, que nunca aceptaba fallos, que la criticaba por cada pequeño error... resultaba ser el responsable de sumir a su familia en esta situación. 

Rabia, frustración, incredulidad. Todo se mezcló en su interior hasta formar un nudo en su garganta.

—¿De qué son las deudas? —preguntó, aunque no estaba segura de querer escuchar la respuesta.

Su madre negó con la cabeza.

—Aún no lo sé todo, pero parece que hay préstamos que no pagó, gastos que ocultó... Ha sido un desastre.

____ apretó los puños, sintiendo la impotencia quemarle el pecho. No era justo. No era justo que su madre tuviera que lidiar con esto, que ella tuviera que perder su hogar por culpa de un hombre que ni siquiera tenía el valor de enfrentar sus errores.

Pero entonces, una idea cruzó su mente. Su estómago se revolvió y su piel se erizó ante la posibilidad.

—¿Vamos a regresar a Italia? —preguntó con voz temblorosa.

Solo de imaginarlo, sintió una punzada de miedo. Italia... la soledad, los días grises, el constante sentimiento de estar atrapada en un lugar al que nunca sintió pertenecer. No podía volver. No ahora.

Su madre la miró con suavidad, notando su miedo.

—No, no regresaremos a Italia —dijo con firmeza—. Solo nos mudaremos a un apartamento más pequeño hasta que podamos encontrar una solución.

La joven dejó escapar un suspiro entrecortado. No era lo ideal, pero al menos significaba que podía quedarse.

—Lo siento, ____ —continuó su madre, con pesar en la voz—. Sé que esto es difícil, pero no podemos hacer nada más por ahora.

—Puedo quedarme a ayudar... —comenzó a decir, pero su madre la interrumpió con un leve movimiento de cabeza.

—No. ¿Por qué no vas a casa de algún amigo? Puedes pasar la noche allí si quieres. La mudanza tomará tiempo, y aquí solo estarás estresada.

La chica dudó por un momento. No le gustaba la idea de simplemente marcharse mientras su casa era desmontada pedazo a pedazo, pero sabía que quedarse solo la haría sentir peor.

Finalmente, asintió con lentitud, tomando su mochila de vuelta, y también su teclado que estaba sobre uno de los sofás ahora en el patio.

—Está bien...

Se giró para irse, pero no sin antes lanzar una última mirada a su casa, aquella que había sido su refugio durante los últimos meses. Respiró hondo, tratando de calmar la tormenta de pensamientos en su cabeza.

Al menos, pensó con amargura, era mejor que les hubieran permitido empeñar la casa en lugar de perderlo absolutamente todo.

𝄞⨾ 𓏲ּ ᥫ᭡ ₊ 𝄃𝄃𝄂𝄂𝄀𝄁𝄃𝄂𝄂𝄃 𝄢⊹ ˑ ִ

____ caminaba por las calles de París con pasos apresurados, sintiendo que su corazón latía con fuerza contra su pecho. La llamada estaba sonando, y con cada timbre que pasaba sin respuesta, la ansiedad en su interior aumentaba.

Finalmente, su padre contestó.

—¿____?

Su voz sonaba tensa, más de lo normal. ____ frunció el ceño, apretando con más fuerza el teléfono en su mano.

—Papá, dime qué está pasando.

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que su padre soltara un suspiro

—No es algo de lo que debas preocuparte, hija. Estoy resolviendo todo.

La pianista sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Su padre nunca hablaba con esa inseguridad. Siempre tenía respuestas, siempre daba órdenes, siempre tenía control de la situación. Pero ahora...

—¿Cómo que resolviendo todo? —insistió, su tono subiendo con la frustración—. ¿Por qué no me dijiste que estábamos endeudados? ¿Por qué me estoy enterando de todo esto de golpe?

—No es tu problema —respondió él con rapidez, casi cortante, pero su voz aún tenía un tinte de preocupación—. No quiero que te metas en esto.

La joven se detuvo en la acera, sintiendo la brisa fresca en su rostro, pero su interior ardía de indignación.

—¡Pero es mi casa también! ¿Cómo no va a ser mi problema? ¡Mamá ni siquiera sabe cómo vas a solucionarlo y yo–...! 

—Te dije que lo estoy resolviendo.

La interrupción fue firme, pero su voz tembló un poco.
____ sintió un nudo en la garganta. Nunca había escuchado a su padre dudar de esa manera.

—Papá... —bajó la voz, casi en un susurro—. ¿Estás seguro?

Otro silencio incómodo.

—Sí. Estoy buscando prestamistas. Ya tengo algunas opciones.

Esa respuesta no la tranquilizó en absoluto.

—¿Qué tipo de prestamistas? —preguntó, temiendo la respuesta.

—Eso no importa. Solo... confía en que haré lo que sea necesario.

"Lo que sea necesario."

Las palabras hicieron que un escalofrío recorriera su espalda.

—Papá, por favor dime que no harás nada estúpido...

—No te preocupes por eso.

—¡¿Cómo quieres que no me preocupe?!

—¡Porque es mi responsabilidad, no la tuya!

Su voz se alzó, más fuerte de lo que la menor había esperado, dejándola en silencio por un momento. Su padre suspiró al otro lado de la línea.

—Solo... quédate al margen. Todo saldrá bien.

Y sin más, colgó.

Y ella se quedó allí, con el teléfono aún pegado a su oído, escuchando el tono de llamada cortada como un eco vacío en su mente.

Sintió sus piernas temblar ligeramente antes de reanudar su camino, sus pensamientos enredados en una maraña de preocupación.

Algo no estaba bien. Y tenía el horrible presentimiento de que lo peor estaba por venir.
Así que continuó caminando con pasos pesados hasta llegar al barco Libertad. El sol se ocultaba, y la brisa marina agitaba suavemente su cabello mientras observaba la embarcación frente a ella. No había avisado con antelación, simplemente dejó que sus pies la guiaran hasta allí, buscando un refugio, una pausa en medio del torbellino en el que se había convertido su vida.

Justo cuando estaba por sacar su teléfono, escuchó el sonido de unos pasos acercándose. Luka estaba regresando, la funda de su guitarra colgando de su hombro, y frunció el ceño al notar su expresión apagada.

—¿____? —preguntó con suavidad, su tono teñido de preocupación—. ¿Qué haces aquí?

La italiana bajó la mirada, sintiendo que el nudo en su garganta se hacía más grande. No estaba acostumbrada a pedir ayuda. Siempre había intentado lidiar con sus problemas por su cuenta, pero esta vez... esta vez era demasiado.

—Luka... —murmuró, su voz apenas un hilo de sonido. Se mordió el labio con fuerza antes de tomar aire y obligarse a hablar—. Mi casa... mi papá... —Su respiración se volvió errática. No quería llorar. No quería derrumbarse ahí mismo—. Creo que nos vamos a quedar sin casa...

Luka abrió los ojos con sorpresa, pero antes de poder decir algo, ____ apretó los puños y bajó la cabeza.

—No sé qué hacer... —confesó, la vulnerabilidad en su voz era evidente—. No quiero estar allí mientras todo desaparece. No quiero escuchar a mi papá fingiendo que todo está bien cuando es su culpa...

Su voz tembló, y por un momento pareció que iba a desmoronarse por completo. Luego, con un esfuerzo titánico, levantó la vista y lo miró con los ojos brillantes de angustia.

—¿Puedo quedarme aquí esta noche?

Luka sintió un leve tirón en el pecho al verla así, tan pequeña y frágil en ese momento. No lo dudó ni un segundo.

—Por supuesto que puedes quedarte —dijo, con una seguridad firme en su tono.

Notó cómo la pianista apretaba los labios con fuerza, reprimiendo las lágrimas. Con cuidado, puso sus manos sobre sus hombros, obligándola a levantar la vista para encontrarse con su mirada.

—No tienes que sentirte mal por pedir ayuda —le dijo con ternura—. Te lo dije antes, siempre eres bienvenida aquí. No importa la razón.

____ parpadeó un par de veces, intentando asimilar el calor en sus palabras. Y entonces, sin poder evitarlo, una lágrima resbaló por su mejilla. Luka no dijo nada, simplemente la abrazó.

Fue un abrazo firme, cálido, lleno de comprensión y apoyo silencioso. ____ no solía buscar contacto físico, pero esta vez no se alejó. Simplemente cerró los ojos y dejó que la calma de Luka la envolviera por un momento.

—Gracias... —susurró contra su hombro.

Luka la sostuvo unos segundos más antes de separarse, mirándola con una pequeña sonrisa.

—Vamos adentro —dijo—. Mi mamá se pondrá contenta de verte.

____ asintió y se secó rápidamente las lágrimas que amenazaban con salir antes de seguirlo a bordo.

Como esperaba, Anarka Couffaine no tardó en recibirla con una sonrisa amplia y un gesto acogedor.

—¡____, querida! —exclamó con su característica energía—. ¡Qué bueno verte por aquí! ¿Pero qué te trae por aquí?

Luka se adelantó a responder.

—Mamá, ____ tuvo algunos problemas en casa y necesita un lugar donde pasar la noche.

Anarka dejó escapar un leve suspiro, entendiendo de inmediato que la situación era delicada.

—Bueno, no tienes ni que preguntar, pequeña ratoncita. Este barco siempre tiene espacio para ti.

____ sintió que algo cálido la llenaba por dentro. Aunque su mundo se sintiera como un caos en ese momento, al menos allí, en el Libertad, encontraba un poco de estabilidad.

—Gracias, señora Couffaine —dijo, esbozando una pequeña sonrisa.

—¡Nada de “señora”! Llámame Anarka, ¿de acuerdo?

____ asintió, cohibida, y después de un par de comentarios animados de la mujer, se dirigió junto a Luka hacia su habitación.

En el camino, pasaron por la sala donde Juleka practicaba con su bajo. La chica apenas levantó la mirada cuando los vio entrar, pero les dedicó un breve balbuceo de saludo.

—Hola, Juleka —saludó ____, sonriendo levemente.

—Mhm —fue la respuesta de la otra, lo que, viniendo de ella, era suficiente.

Ambos entraron a la habitación del oji-azul.
Luka dejó su guitarra a un lado mientras ____ hacía lo mismo con su teclado y mochila. Se quedó de pie un momento, observando la habitación. No era la primera vez que estaba allí, pero esta vez se sentía diferente. Esta vez no era solo una visita; era un refugio.

Luka la miró de reojo, notando la tensión aún presente en sus hombros. Queriendo animarla, se cruzó de brazos y ladeó la cabeza con una sonrisa.

—¿Sabes qué haría que te sintieras mejor?

____ arqueó una ceja.

—¿Dormir por tres días seguidos?

Luka rió.

—Eso también, pero estaba pensando en algo más inmediato. ¿Qué tal si vamos por un helado?

La italiana parpadeó, sorprendida por la propuesta.

—¿Un helado?

—Sí, un helado. Nada como una dosis de azúcar para levantar el ánimo —respondió, encogiéndose de hombros—. Además, te vendría bien despejarte un poco.

____ lo miró por un momento, como si estuviera considerando si realmente tenía ganas de salir. Pero luego, al ver la expresión tranquila de Luka, se encontró sonriendo sin darse cuenta.

—Está bien —aceptó finalmente—. Vamos por un helado.

Luka asintió, satisfecho, y le hizo un gesto para que lo siguiera fuera del barco.

Mientras caminaban juntos por el muelle, ____ sintió que, por primera vez en el día, su pecho se aligeraba un poco. Tal vez su vida estaba patas arriba, tal vez no tenía control sobre lo que pasaba con su casa o con su familia... pero al menos, en ese momento, tenía a alguien a su lado.

Mientras caminaban por las calles de París en dirección al puesto de helados de André, la brisa fresca de la tarde acariciaba sus rostros. ____, con las manos en los bolsillos, observaba de reojo a Luka, quien caminaba a su lado con su típica calma, pero con una ligera distracción en la mirada.

Decidió romper el silencio.

—¿Cómo has estado, Luka? —preguntó con un tono casual.

Luka giró el rostro hacia ella y sonrió.

—Bien, supongo —respondió—. Nada fuera de lo normal.

Pero ____ entrecerró los ojos y ladeó la cabeza, sin convencerse del todo.

—No me refería a eso.

Luka parpadeó, y antes de que pudiera preguntar a qué se refería, ella cruzó los brazos y reformuló su pregunta.

—¿Cómo te has sentido respecto a Marinette?

El guitarrista bajó la mirada un instante, como si estuviera organizando sus pensamientos. No era que no hubiera pensado en ello antes, pero decirlo en voz alta era diferente.

—Sigo triste —admitió finalmente—. No voy a mentirte. Me duele... me dolió mucho, pero creo que cada día es un poco más fácil.

Ella se quedó en silencio, observándolo con atención. Luka respiró hondo y levantó la vista para mirarla con una sonrisa suave.

—Supongo que estoy aprendiendo a dejarlo ir. A seguir adelante —continuó—. La vida no se detiene solo porque el amor no salió como esperábamos, ¿no? Hay muchas melodías esperando ser tocadas.

____ sintió un leve cosquilleo en el pecho al escuchar esas palabras. Porque, sin darse cuenta, deseaba ser ella esa nueva melodía en la vida de Luka. Pero apartó rápido el pensamiento, sintiéndose tonta.

—Tienes razón —murmuró, aunque en su mente aún resonaban sus propias emociones.

—Además... —dijo con un tono más ligero—, tenerte cerca me ha ayudado más de lo que crees.

____ levantó la mirada, sus mejillas encendiéndose al instante.

—¿Q-qué?

Luka notó su expresión pensativa y decidió continuar, incapaz de ignorar lo adorable que se veía cuando se sonrojaba.

—Sí, siempre me motivas a salir adelante —respondió con naturalidad, como si no fuera gran cosa—. Así que gracias.

Ella parpadeó varias veces, su cerebro procesando lentamente esas palabras.

—No fue nada —murmuró, apartando la mirada.

El mayor soltó una risita y, antes de que pudiera reaccionar, le revolvió el cabello con la mano, como solía hacer cuando quería fastidiarla un poco.

—Oye, ¡para! —se quejó ____, apartándolo, pero su sonrisa delataba que en el fondo no le molestaba tanto.

Para cuando llegaron al puesto de helados de André, la incomodidad por la conversación ya se había disipado un poco. 

Sin embargo, cuando el heladero los vio llegar, su expresión pasó de su típica amabilidad a una mezcla de duda y preocupación.

—Oh, jóvenes enamorados, veo que han venido por un helado de amor —dijo con una gran sonrisa, pero luego pareció notar algo—. Un momento... ¡pero Luka, tú estás enamorado de Marinette! Y tú, ____, de Zyan, ¿verdad?

El ambiente se tensó por un momento. ____ sintió una punzada incómoda al escuchar el nombre de Zyan. Sus emociones aún eran confusas con respecto a su relación, y no necesitaba que se lo recordaran justo ahora.

—André... —Luka intervino antes de que su amiga pudiera sentirse peor—. Solo queremos helado.

El heladero frunció el ceño.

—Pero yo solo sirvo helados para los verdaderos enamorados —insistió, con un tono de disculpa—. No puedo...

Luka le dedicó una sonrisa amable, pero firme.

—No estamos aquí por amor, André. Solo queremos animarnos un poco. No ha sido un buen día para ninguno de los dos y tus helados son los más deliciosos.

____ sintió una extraña sensación de alivio al escucharlo decir eso. Luka siempre sabía cómo manejar las situaciones con tacto.

André pareció dudar un momento más, pero finalmente suspiró y asintió.

—Bueno, supongo que un poco de dulce siempre ayuda a levantar el ánimo —dijo, volviendo a su entusiasmo habitual—. Frambuesas para el chico, capuchino para la señorita.

André les preparó los helados. Cuando se los entregó, les dedicó una sonrisa más cálida.

—Espero que lo disfruten, chicos.

—Gracias, André —respondió antes de alejarse con ella.

Mientras caminaban por las calles de París, el sol comenzaba a ocultarse tras los edificios, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y violetas. La brisa fresca hacía que sus helados no se derritieran tan rápido, aunque ____ apenas le había dado un par de bocados al suyo, distraída en sus pensamientos.

—¿Sigues pensando en lo que dijo André? —preguntó Luka, rompiendo el silencio con una sonrisa divertida.

La pianista parpadeó, volviendo a la realidad.

—¿Eh? No, no es eso —mintió, mirando a otro lado.

Luka rió suavemente.

—Fue raro, ¿no? —continuó—. Que nos haya recordado a Marinette y Zyan así de la nada.

Ella asintió, soltando un suspiro.

—Sí... aunque en mi caso no me sorprende. Todo el mundo pensaba que mi relación con Zyan iba en serio... incluso yo lo pensaba —su voz sonaba amarga—. Supongo que nunca llegué a verlo como algo más que un amigo. 

—¿Crees que por eso no salió como esperabas? —preguntó Luka con curiosidad. 

____ se quedó en silencio un momento antes de responder.

—Quizás. No quería admitirlo, pero... la idea de estar con él nunca me emocionaba realmente. Se sentía cómodo, como una costumbre más que algo que realmente deseaba. Me gusta Zyan, pero... estoy enamorada de alguien más.

—Eso suena difícil —comentó Luka con comprensión.

—Lo es —admitió ella—. No quería lastimarlo, pero tampoco podía obligarme a sentir algo que simplemente no estaba ahí.

Luka asintió, dándole una mirada comprensiva.

—Bueno, al menos fuiste honesta con él desde el inicio.

Ella le devolvió una sonrisa ligera. 

—Tú también fuiste honesto con Marinette. 

Luka asintió, pero su sonrisa se volvió un poco melancólica.

—Sí, aunque... supongo que no esperaba que doliera tanto.

____ bajó la mirada a su helado.

—¿Todavía te duele?

—Un poco —admitió—. Pero cada día es un poco menos. Como te dije, la vida sigue.

Su tono era tranquilo, pero ____ pudo notar la sinceridad en sus palabras. 

Quedaron en silencio por unos instantes, solo disfrutando del paseo y de los sonidos de la ciudad. Finalmente, Luka decidió cambiar de tema.

—Hablando de cosas complicadas... —dijo con un tono más serio—. Habías dicho que lo de hoy, fue culpa de tu padre... ¿Discutieron?

La italiana se tensó ligeramente, pero no se sorprendió.

—No. Solo estaba lleno de deudas. No me gusta hablar de mi padre pero... supongo que lo necesito. ¿Qué quieres saber?

—Lo que quieras contarme —respondió Luka con suavidad—. No pareces estar en buenos términos con él, especialmente no ahora.

Ella soltó una risa seca.

—Eso es quedarse corto.

—Dijiste que siempre era así...

____ suspiró y miró al cielo por un momento antes de responder.

—No siempre, si soy totalmente honesta. De niña lo admiraba. Lo veía como alguien fuerte, alguien que siempre tenía las respuestas.

—¿Y qué cambió?

Ella apretó los labios y luego tomó una cucharada de su helado antes de continuar.

—Crecí. Me di cuenta de que su manera de tratarme no era normal. Nunca estaba satisfecho con nada de lo que hacía. Siempre había algo que mejorar, algo que no estaba bien, algo en lo que estaba fallando. Se volvió más agresivo y más violento, también más estricto.

Luka la escuchaba en silencio, sin interrumpir.

—Él es abogado, ¿sabes? —murmuró de repente, con un tono irónico—. Supongo que está acostumbrado a juzgar todo. Y a todos.

Luka alzó las cejas ante la confesión.

—¿Abogado? Eso explica muchas cosas...

La pianista soltó una risa amarga.

—Sí. Le encanta encontrar fallas en todo lo que hago, como si estuviera construyendo un caso en mi contra. Y lo peor es que por años me lo creí. Creí que si no era perfecta, no valía nada.

Luka frunció el ceño.

—Eso no es cierto, ____.

—Lo sé. Ahora lo sé —dijo, con una pequeña sonrisa triste—. Pero me tomó mucho tiempo darme cuenta.

El guitarrista la miró con una mezcla de tristeza y admiración. Admiración porque, a pesar de todo lo que había pasado, ella seguía de pie.

—Debe ser difícil vivir con alguien así —comentó con suavidad.

La menor asintió lentamente.

—Y más ahora que sé que ni siquiera era el hombre perfecto que fingía ser. Mi madre tuvo que empeñar la casa por su culpa. No nos dijo nada sobre las deudas, y ahora tenemos que mudarnos porque no pudo manejar bien su propio desastre.

Luka sintió una punzada de rabia al escuchar eso.

—¿Sabes qué es lo peor? —continuó la morena—. Que a pesar de todo, siguió actuando como si fuera mejor que nosotros, como si no estuviera haciendo quién sabe qué en secreto. Como si todavía tuviera derecho a decirme qué hacer y cómo vivir mi vida.

—Eso no está bien.

La chica le dedicó una mirada cansada.

—Lo sé. Pero... no sé qué hacer al respecto.

Luka suspiró y se detuvo, tomándola suavemente de la mano para que lo mirara.

—No tienes que tener todas las respuestas ahora —dijo con firmeza—. Pero sí tienes derecho a sentirte así. No dejes que te haga creer lo contrario.

—Gracias, Luka —susurró después de un momento.

Él sonrió.

—Para eso estoy.

Siguieron caminando en silencio, pero esta vez, ____ se sintió un poco menos sola con sus pensamientos.

Momentos después, el sonido de gritos llenó el aire, interrumpiendo el momento entre ambos. A su alrededor, la gente corría en todas direcciones, algunas con el rostro aterrorizado, otras intentando advertir a quienes aún no comprendían el peligro.

—Un villano —dijo Luka, sacando su teléfono para confirmar lo que ya sospechaba. Una alerta de akuma parpadeaba en la pantalla, indicando que un villano estaba causando estragos en la ciudad.

Luka tomó la muñeca de la italiana con firmeza.

—Tenemos que ponerte a salvo.

Pero la joven no respondió de inmediato. Sus ojos estaban fijos en la figura que avanzaba entre la multitud, su silueta alta e imponente destacando entre el caos. Su traje era negro y gris, similar a una toga de juez con detalles dorados en los bordes. En su mano derecha sostenía un mazo de gran tamaño, adornado con una balanza tallada en el centro, mientras que en la izquierda tenía un libro que flotaba como si tuviera vida propia, pasando las páginas con rapidez.
Unas pesadas cadenas adornaban su torso y brazos, tintineando con cada paso que daba. Su máscara cubría su rostro casi por completo, dejando solo sus ojos dorados visibles a través de dos aperturas.

—¡Yo soy Protesto! —su voz resonó con autoridad mientras se presentaba a los parisinos—. La justicia ha sido ignorada por demasiado tiempo ¡Es hora de que los culpables enfrenten su castigo!

Con un movimiento de su mazo, una jaula negra y etérea se formó alrededor de una pareja que intentaba huir. La estructura parecía hecha de sombras que se retorcían, y en su centro, una balanza flotaba en el aire, inclinándose peligrosamente.

—¡Culpables! —dictaminó el villano—. ¡Su condena es el encierro eterno en la jaula de la culpa!

La balanza cayó de golpe y, en ese instante, las sombras de la jaula se cerraron sobre la pareja.

____ sintió que el aire le faltaba.
El porte, esa voz, esos ojos del mismo color que los suyos.

No.

No podía ser...

Pero no había dudas.

—Es mi papá... —susurró, incapaz de apartar la vista de la imponente figura.

Luka giró hacia ella con el ceño fruncido.

—¿Qué dijiste?

—¡Es mi papá! —repitió, esta vez con más fuerza. Su voz temblaba entre incredulidad y miedo.

Luka la miró, sorprendido. Sabía que la joven tenía una relación difícil con su padre, pero nunca habría imaginado que ese mismo hombre se convertiría en un villano akumatizado. Pero teniendo en cuenta la situación por la que los Bianchi pasaban, la idea no era descabellada.

—Eso significa que debemos alejarnos aún más —dijo con firmeza, volviendo a tomar su mano—. ¡Vamos!

Pero ____ apenas podía moverse. Sus piernas parecían clavadas al suelo. Todo en su mente se mezclaba en un torbellino: la discusión con su padre, la mudanza, la decepción, la rabia... y ahora, verlo transformado en un villano que juzgaba a cualquiera sin piedad.

Luka la jaló con más fuerza, obligándola a moverse.

—¡____, ahora no es el momento de dudar!

Ella lo siguió torpemente, pero sus pensamientos estaban lejos de allí.

Solo reaccionó cuando tropezó.

—¡____! —gritó Luka, deteniéndose de inmediato y girando hacia ella.

El mazo de Protesto descendía en su dirección.
Los ojos de la chica se abrieron de par en par.

Pero antes de que el impacto la alcanzara, un yoyo rojo y negro se interpuso.
Un tirón firme la sacó del suelo y la llevó lejos del peligro, justo en los brazos de Ladybug.

La italiana apenas tuvo tiempo de procesar lo que sucedía cuando ya estaban sobre un tejado, alejadas del enfrentamiento. Ladybug corría mientras la cargaba.

—¡Luka! —exclamó, retorciéndose en el agarre de la heroína, intentando ver a su amigo.

La azabache tuvo que bajarla con cuidado cerca de una cafetería.

—¡Tranquila! —dijo Ladybug con firmeza—. Chat Noir se está haciendo cargo.

Pero la joven no podía tranquilizarse. Su respiración era errática, su corazón latía con fuerza.

—¡Por favor, tienen que protegerlo!—exclamó, con una inquietud desconocida para ella—... y por favor... desakumatiza a mi padre.

La oji-azul le dedicó una última mirada antes de lanzarse de nuevo a la acción, lanzando su yoyo para empezar a colgarse de los edificios.
Aunque sus pensamientos se llenaron de conflicto ante la revelación de que el villano akumatizado era el padre de ____.

La morena la vio desaparecer entre los edificios, su mente dividida entre la preocupación por Luka... y la sombra de su padre, ahora convertido en algo que jamás imaginó. Al parecer las cosas no salieron bien con las fianzas ni con los prestamistas.

𝄞⨾ 𓏲ּ ᥫ᭡ ₊ 𝄃𝄃𝄂𝄂𝄀𝄁𝄃𝄂𝄂𝄃 𝄢⊹ ˑ ִ

Ladybug aterrizó sobre un tejado y miró a su alrededor con urgencia. Chat Noir saltó hasta su lado, su expresión seria pero aliviada.

—El villano es el padre de ____ Bianchi. Me lo contó mientras la rescataba —dijo Ladybug, sin despegar su mirada de la ciudad—. ¿Y Luka?

—Él está a salvo —respondió el rubio, apoyando su bastón sobre el hombro—. Lo dejé con algunos civiles que lograron huir hacia el museo. Pero esto... —señaló las calles—. Esto se está saliendo de control.

Ladybug observó el desastre a su alrededor. Jaulas de sombras flotaban por toda la ciudad, algunas más grandes que otras, cada una conteniendo a un grupo de personas que se abrazaban o temblaban en silencio. Lo más perturbador era la expresión en sus rostros: no solo parecían prisioneros, sino personas completamente derrotadas.

—¿Notas cómo están? —murmuró ella, su voz cargada de preocupación—. No están solo atrapados... es como si estuvieran perdiendo toda su voluntad.

Chat Noir asintió.

—No es solo un encierro físico. Es como si Protesto los obligara a enfrentarse a sus culpas... incluso cuando no deberían sentirse culpables por nada.

La azabache cerró los puños, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

—Este poder... Shadow Moth puede haberlo otorgado, pero la forma en que lo está usando... es completamente de Protesto.

—Es... cruel. Nunca había visto algo así.

—Los Bianchi son muy temperamentales, sus sentimientos negativos son fuertes y Shadow Moth se aprovecha de eso. Si fue como aquella chica italiana, esto no será nada sencillo.

Ladybug bajó la mirada por un instante, tratando de pensar en una estrategia. Sabía que no podían dejar que el akumatizado siguiera encerrando a los ciudadanos, pero cada vez que intentaban acercarse, Protesto los señalaba con su mazo y las jaulas aparecían casi de inmediato. Debían buscar evadir las jaulas, y al mismo tiempo, liberar a los parisinos.

—No podemos atacarlo directamente sin correr el riesgo de ser atrapados —reflexionó Ladybug—. Y si caemos en una jaula, será el fin.

—¿Entonces qué hacemos, mi Lady? 

Ladybug apretó los labios antes de exhalar con decisión.

—Vamos a necesitar ayuda.

El héroe gatuno arqueó una ceja.

—¿Estás pensando en un refuerzo especial?

—Debemos buscar a Luka Couffaine.

Una sonrisa traviesa apareció en los labios de Chat Noir.

—Entonces sígume, mi Lady.

Ladybug lo observó con curiosidad mientras Chat Noir daba un elegante salto hacia el siguiente tejado, avanzando con rapidez.

El destino: el Museo del Louvre.

La batalla aún no había terminado, pero Ladybug sentía que el siguiente movimiento estaba por comenzar.

𖤐⭒๋࣭⭑ notitas. ✦֢ᜒ 𓏲࣪  ּ  ֗ ִ

ˏˋ°•*⁀➷ creo que habrán notado que "faltan" capítulos. en realidad solo estoy juntándolos de dos en dos para que esto no se alargue mucho porque no quería que esto se pasara de treinta capítulos, lo cual iba a suceder si seguía con episodios de solo 2000 palabras. (la anulación de partes me está quitando votos pero ni modos).

ˏˋ°•*⁀➷ por esto, a partir de ahora los capítulos serán de 4000 palabras o más, pero no me excederé de 8000 para evitar que la lectura sea pesada. Lo mantendré ligero pero sin perder el enfoque para avanzar a un ritmo más tranquilo. Sería raro que pasaran treinta capítulos y aún no ocurriera nada entre los protas.

ˏˋ°•*⁀➷ cambio de estética. los capítulos con título en italiano ya han sido editados, por eso no me molesté en poner estética en el título de esta vez pero no quería dejarlos sin actualización. también hay nueva portada y separador de inicio, ¿qué les parecen?

ˏˋ°•*⁀➷ no hay moodboard de protesto pq su diseño fue sacado de la cola. tenía planeado todo el capítulo pero no quise enfocarme mucho en cómo se ve el padre de rayis, pero es muy probable que les enseñe en el siguiente capítulo.

ˏˋ°•*⁀➷ ¿qué opinan de la historia hasta ahora? cualquier critica (constructiva) o sugerencia es bien recibida, también retroalimentaciones. Por supuesto también quiero saber qué piensan de que los capítulos ahora sean más largos. En general, quiero leer sus opiniones del fic ❤️.

ˏˋ°•*⁀➷ los amooo.

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