Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 15

Ju-ri se removió inquieta en su lugar, abrió sus ojos parpadeando lentamente, sintiéndose desorientada. Llevó su mano a su cabeza, sintiendo como esta daba vueltas rápidamente y con cuidado se levantó sentándose al borde de la cama, debajo de sus pies sentía frío y la piel se le erizó mientras refunfuñaba algo adormilada.

—¿En qué momento llegué a casa? —murmuró cerrando fuertemente los ojos. Se colocó de pie, mientras frotaba uno de sus ojos y estiró la mano tomando el picaporte, pero este no se abrió. Confusa, intentó girar nuevamente la perilla pero esta no cedía—¿Mamá? —murmuró—. ¡Mamá, abre la puerta! —gritó, pensando en que el cerrojo estaba roto, a veces solía pasarle.

Pero del otro lado no hubo respuesta alguna y la desesperación comenzó a invadir su cuerpo cuando oyó demasiado silencio, apoyó su oreja contra la puerta y pudo agudizar su audición, logrando percibir una respiración fuerte, algo acelerada y debajo de la puerta, gracias a la luz que se filtraba, podía ver la sombra de los pies de alguien.

Miró a su alrededor y logró visualizar una ventana a pocos metros de ella, corrió las cortinas llenas de polvo y rasgadas, notando que la ventana era cubierta del lado de afuera por grandes tablones de madera. Acercó su rostro a un pequeño orificio entre las tablas, por donde se filtraba la luz y los bellos de su cuerpo se encresparon ante el miedo. La respiración se le atoró y abrió sus ojos de forma desorbitante. Una fina capa de sudor frío comenzaba a hacerse presente en su cuerpo, estaba acabada, lo sabía y todo era su propia culpa.

Lo poco que podía ver era un cielo cubierto de nubes y una tenue luz lunar que iluminaba una gran cantidad de árboles que se extendían a kilómetros de distancia haciendo imposible su intento desesperado de ver la civilización.

Corrió nuevamente hacia la puerta, golpeándola con manos y pies, entendiendo la situación desesperante y terrorífica en la que se encontraba en ese momento.

—¡Sé que eres tú, Tae-hyung! —gritó furiosa—. ¡Déjame salir! —insistió—, ¡sácame de aquí, ahora! —miró por debajo de la puerta y escuchó una fuerte risa profunda que la hizo llorar del miedo—. ¡Tae-hyung, ábreme! —sollozó desesperada.

El mencionado arrastró los pies y comenzó a largarse de allí, escuchando los gritos desesperados de Ju-ri y los fuertes golpes que le daba a la puerta como infinitos ecos que recorrían la estancia. No le causaba pena, no sentía ni una pizca de lástima por ella.

No sentía nada más que odio hacia Ju-ri, el simple hecho de que fuera igual a aquel hombre provocaba que quisiera acabar con ella, la aborrecía tanto que su cuerpo temblaba de rabia al recordar el pasado.

Tarareando una canción que provenía de la radio, se marchó a la cocina, dónde comenzó a preparar algo para comer. Siempre le daba apetito cuando estaba a punto de hacer grandes cosas. Sonrió torciendo los labios cuando tomó un trozo de carne de res y con un cuchillo afilado, comenzó a hacer distintos cortes como todo un profesional.

—Ho-yeon, prepararé algo sabroso para ti... —murmuró mirando detrás de él de reojo para luego volver a mirar lo que hacía—... estarás enojada conmigo, pero debes entenderme. Dime, ¿qué color quieres esta vez? —pero no hubo respuesta.

Tae-hyung chasqueó la lengua, ahora estaba enojado con ella.

Mientras tanto en la ciudad, el oficial Seok-jin llegaba a la oficina para recoger la orden de allanamiento que había esperado. Cuanto tuvo el papel en manos firmado y sellado, se dirigió camino a la casa de la joven mientras trataba de localizarla a través de una insistente llamada.

Frunció su entrecejo en cuanto una voz metálica respondió del otro lado, anunciando que el número estaba fuera de servicio. Aceleró su andar y una vez que estuvo en las afueras de la casa, se bajó dando una gran bocanada de aire fresco de aquella noche. Se armó de valor y finalmente se acercó hasta la puerta, extendió su brazo para golpear la puerta y esta se abrió casi de inmediato.

—¡Jin, ayúdanos! —exclamó Ha-neul, abrazándolo de pronto.

El oficial se tambaleó hacia atrás sin saber muy bien lo que ocurría, mientras se sentía aturdido por el aroma dulce que aquella mujer desprendía. Con cuidado, tomó a la mujer por sus brazos y la alejó de él un poco, para poder examinar su rostro cubierto de lágrimas.

—¿Qué ocurre, Ha-neul? —preguntó, mientras colocaba dos mechones de cabello con algunas hebras blancas, detrás de sus pequeñas orejas.

La mujer lo tomó de la mano y lo llevó dentro de la casa en dirección a la sala, donde pudo visualizar a otra mujer a la que reconoció de inmediato como la madre de Mochi, ambas tenían aproximadamente la misma edad; también estaba llorando y tenía un pañuelo en manos que llevaba a su nariz y boca, ocultando sus sollozos.

—Ji-min y Ju-ri no están, de-desaparecieron —soltó con la voz temblorosa.

El oficial las miró perplejo—¿Ji-min no estaba ya en Estados Unidos? —preguntó, mientras miraba a la madre del chico.

—En la mañana, después de la visita de Ju-ri... —comenzó a relatar—... decidí llamar al casero de su edificio y... y Mo-mochi no es-estaba allí —comenzó a llorar y entre medio de lágrimas y con la voz aguda dijo—. El casero me dijo que Mochi ni siquiera le había avisado de su regreso. Mi hijo no es así, Jin, lo sabes. Sé que a veces se marcha sin decir nada, pero cuando regresa a su departamento, siempre le avisa a su casero —sollozó.

Seok-jin llevó una de sus manos a su cabello despeinándolo, tratando de pensar—¿Y Ju-ri? —preguntó temeroso a su madre.

Los labios de Ha-neul temblaron mientras el oficial se acercaba a ella para abrazarla—Ju-ri salió temprano en la mañana, no regresó desde entonces. Creí que estaría con alguna amiga, quizás o no, realmente no lo sé, pero ya han pasado más de cuarenta y ocho horas, Jin... —lloró, ahogando su voz contra el pecho del oficial, quien le acariciaba la espalda con movimientos circulares.

De pronto, un foco se encendió en la mente del oficial, al recordar el papel que traía en manos.

Se apartó de Ha-neul y salió de la casa a toda prisa, siendo seguido por las madres de los jóvenes desaparecidos. Caminó rápido hasta estar frente a la puerta de la casa de la señora Kang y golpeó fuertemente la puerta.

—¡Kim Tae-hyung, sal ahora mismo! —exclamó—. ¡Soy un oficial, tengo una orden de allanamiento! —siguió insistiendo, pero nadie respondió.

Mientras tanto, el mencionado se encontraba sentado en un sofá, en la oscuridad de la noche, bebiendo una copa de vino tinto mientras observaba una pequeña pantalla que sostenía con su mano libre. Allí estaba de nuevo, aquella sonrisa de medio lado, donde apenas se notaban sus relucientes dientes blancos y le daban un aspecto aterrador bajo la luz de la luna.

—Vaya oficial, no ha perdido tiempo... —murmuró, ladeando la cabeza. Sus ojos obscuros se iluminaron ante el brillo de la pantalla—... espero que te agrade la pequeña sorpresa que dejé para ti, si la encuentras, claro.

Comenzó a reír como desquiciado, su risa rebotaba entre las cuatro paredes de aquella habitación pequeña e iba al compás de los truenos que se hacían presente al anunciar la llegada de una pronta tormenta.

Seok-jin pateó la puerta abriéndola de golpe, provocando que esta rebotara a un lado de la pared, arruinando la pintura de esta sin darse cuenta que había una pequeña cámara que registraba cada paso que deba desde que pisaba el frente hasta que comenzaba a deambular en el interior.

Las luces permanecían apagadas y el estrecho pasillo era iluminado por la luz de los relámpagos, las cortinas que colgaban sobre la puerta corrediza que daba al patio, se movían a causa del fuerte viento. La escena era típica de una película de terror, la madera del piso y las bisagras de las ventanas rechinaban, las ventanas temblaban y eran golpeadas por pequeñas ramas de un árbol que permanecía a un lado de la casa.

El oficial llevó su mano derecha a su cintura, justo debajo de su abrigo, portaba un arma que se había convertido en su mejor amiga desde hace unos buenos años.

Con las madres a sus espaldas, caminó cuidadosamente mirando rápidamente en todas direcciones, esperando no encontrarse con algo inoportuno. Pero no había nadie.

—La casa está vacía, pero necesito que me ayuden a buscar pistas de cualquier cosa que pueda lucir sospechosa, revisaré las habitaciones —las miró fijamente, asintiendo para dar por finalizada su orden.

Ha-neul no entendía por qué revisaban la casa de la señora Kang y tampoco el por qué aquel hombre buscaba a su adorable vecino Tae-hyung. Sin embargo, decidió guardarse todas sus preguntas y ayudar a la madre de Ji-min a buscar pistas de lo que sea.

—¡Oficial! —se escuchó un grito del otro lado de la casa. Seok-jin corrió en aquella dirección junto a Ha-neul y ambos observaron el pequeño relieve en una de las paredes.

Llevando sus manos a las paredes, las deslizó tratando de buscar algo oculto y finalmente, a unos pocos pasos de ellos, una pequeña abertura en el sueño se hizo presente.

Con precaución, Seok-jin levantó la cubierta y comenzó a descender por las angostas escaleras de metal que resonaban bajo la suela de sus botas militares. Las mujeres bajaron detrás de él y ambas cubrieron su boca.

—¡Hijo! —gritó la madre se Ji-min, empujando al oficial para llegar hasta donde él estaba.

Ji-min permanecía atado de manos y pies, sentado en el suelo. En su rostro había cortes y moretones, su piel estaba pálida y sus labios resecos estaban partidos. Tenía profundas circunferencias obscuras debajo de sus ojos y una leve capa de sudor frío sobre la frente.

También tenía algunos cortes en sus brazos y piernas, su ropa estaba rasgada y manchada con sangre.

Él elevó la cabeza de inmediato en cuanto escuchó la voz de su madre y cuando por fin lo abrazó, comenzó a llorar libremente. Su tormento había acabado y se sentía más que seguro entre los brazos de su madre.

Seok-jin se apresuró a quitarle las sogas, su semblante era serio y trataba de asimilar todo lo que estaba sucediendo en ese momento. Debajo de las sogas, la piel de Ji-min estaba maltratada, con marcas rojizas y moradas, la piel quemada por la fricción de la aspereza de la soga y su delicada piel frotándose constantemente.

Ji-min tomó la mano de la madre de Ju-ri y la miró suplicante—Dime que ella está bien, Ha-neul... —dijo apenas audible, su voz simplemente no sonaba como antes gracias a la deshidratación y los incontables gritos que había soltado.

A ella le tembló el labio y simplemente lloró nuevamente mientras abrazaba a Ji-min, quién también era como un hijo para ella y le tenía mucho aprecio. Haberlo encontrado en esas condiciones, le había roto el corazón en mil pedazos. No quería ni siquiera imaginar cómo podría estar su preciada hija.

—Ji-min, tendrás que decirme lo que ocurrió —intervino Seok-jin, poniéndose de pie.

—¿¡A caso no puede tener un poco de consideración, oficial!? —gritó su madre, haciéndole frente.

Seok-jin la observó por un instante mientras apretaba sus labios en una delgada línea, entendía lo mal que debía sentirse como madre, sin embargo; estaba interfiriendo con su trabajo, aún tenía que encontrar a Ju-ri y al demente de Tae-hyung.

—Mamá... —murmuró Ji-min, intentando ponerse de pie. Inmediatamente, ambas mujeres lo ayudaron y con un nudo en su garganta y nuevas lágrimas cayendo por sus mejillas, lo miró—... Jin, quisiera decirte, pero... no puedo recordar nada —su labio tembló.

—Descuida, recordarás luego... —comentó resignado, antes de ocupar el lugar de Ha-neul y ayudar a Ji-min—... me alegra que estés bien, vamos —ordenó finalmente.

Le indicó a las mujeres que lo acompañaban, que marcharan delante de ély con aquello, los cuatro se dirigieron a la salida de aquella casa, dondeevidentemente, se habían llevado acabo algunos incidentes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro