Capítulo 10: Muerte a la señora Kang II
Tae-hyung se dirigió al auto con suma calma, sus pies se arrastraban por el suelo terroso y pateaba alguna que otra roca pequeña que se le interponía en el camino. Llevó una de sus manos a su cabello despeinándolo y abrió finalmente el baúl del auto, dejando ver, a una anciana quejumbrosa a la que el sudor le caía por el rostro y la que poseía un moretón sobre su mejilla, justo donde Tae le había proporcionado un golpe antes de llevarla allí.
Tomó a la anciana por el brazo y tiró de ella para sacarla del baúl, donde había permanecido encerrada durante las últimas dos horas de viaje.
Entre empujones y tropezones, se llevó a la anciana al interior de aquella cabaña. La señora Kang sentía un dolor intenso en sus caderas y espalda debido a la posición en la que había permanecido en las últimas horas, sin contar, el fuerte ardor que era latente sobre sus muñecas al estar su piel maltratada por la soga.
Algunas lágrimas comenzaron a descender de su rostro, no eran de miedo porque realmente no estaba temerosa en ese momento, sino que eran lágrimas de coraje. Si hubiese sabido que el asunto terminaría así, se habría desecho de Tae-hyung también, cuando se le había dado la oportunidad, hace varios años atrás.
Torpemente, caminó por un angosto pasillo, el solo hecho de que al final de este hubiese una puerta y no la hubiera notado solo hasta estar enfrente de ella debido a la poca luz que había, la inquietó un poco.
No conocía aquel lugar, era la primera vez que lo veía.
Descendió por unas escaleras de madera rechinante y algo cubiertas de musgo. Podía sentir el olor a humedad y putrefacción que desprendían las paredes, las nauseas la invadieron en cuanto el olor fue tan fuerte que sintió como si dentro de la nariz tuviera llamas de fuego. Inclinó su cabeza a un lado sintiendo arcadas y Tae le quitó el pequeño trozo de cinta que cubría sus labios sin cuidado alguno, empujando su cuerpo, dejando que la anciana cayera al suelo.
—Lo estuve pensando mejor en los últimos minutos —comentó, mientras tomaba asiento en la silla que había allí—, te daré una muerte poco dolorosa. En respeto, claro, porque eres una pobre y débil anciana y por ser mi abuela. Es muy generoso de mi parte, ¿verdad? —sonrió ampliamente, mientras se balanceaba con el peso de su cuerpo, moviendo la silla de adelante hacia atrás.
—Eres tan patético, chico... —murmuró divertida, mientras trataba de recomponerse.
Tae-hyung comenzó a reí y luego posicionó su silla frente a la anciana, inclinándose hacia adelante dejando ambos rostros a la misma altura—Tú eres la patética aquí, ¿cómo pudiste siquiera imaginar, que lograrías salirte con la tuya? —chasqueó la lengua—. Vine por algunos asuntillos pendientes, pero ya que estoy aquí casualmente, vine por lo que me pertenece —sonrió.
La señora Kang frunció el entrecejo sin comprender del todo a lo que él se estaba refiriendo—¿Qué asunto? —preguntó. Pero luego sonrió divertida—, ah, déjame adivinar... no me digas que tiene que ver con la familia Moon —él la miró algo sorprendido y con desconfianza—. Sé lo que hiciste aquel día y también conozco la sed de venganza con la que estás condenado a vivir, pero dime... ¿crees que con lo que tienes planeado hacer, se resolverá todo?, vaya, hijo... realmente me sorprendes —se burló descaradamente.
Tae-hyung viró los ojos mientras apretaba sus manos en puños y su cuerpo comenzaba a temblar, con su mentón y un breve movimiento, le indicó una dirección debajo de las escaleras, allí mismo, sobre un refrigerador, se encontraba una chica sentada, de piernas cruzadas y mirando en su dirección.
—Qué mal que no pudieras conocerla antes, pero de todas formas, tampoco te quedarás para averiguar de quien se trata —tomó una de las navajas que reposaba sobre la mesa de metal y la examinó con atención, pasando su dedo pulgar sobre la hoja filosa comprobando su buen estado—. Una verdadera lástima.
—Estás enfermo realmente... —murmuró mientras su cuerpo comenzaba a temblar, ahora sí, temerosa.
Él no lo negó pero tampoco lo afirmó.
Cansado de tanta charla y sintiendo el aburrimiento alcanzarlo, miró hacia un costado antes de girar su cuerpo con violencia y proporcionarle una patada a la anciana. Escuchó como se quejaba y se inclinó sobre ella, tomando su cabello de a puñados y cortándolo; dejó el cabello sobre la mesa metálica mientras escuchaba los sollozos de la mujer.
Nada en su interior le hizo sentir lastima o compasión por la anciana, quería hacerla sufrir por las cosas que le había hecho en el pasado y porque ahora se encontraba tan enojado al sentir la mirada vacía a sus espaldas que le perforaban el cráneo. Aquello no lo hacía por Ho-yeon, lo hacía por él.
Con la navaja, una vez más, se acercó a ella y comenzó a hacerle tajadas superficiales pero de las cuales salían grandes gotas como hilos rojos. Quería que se desangrara con cortes hasta la muerte.
La anciana gritaba y trataba con desesperación de alejarse de él arrastrando su cuerpo por el suelo de madera, a su paso, dejaba un rastro de sangre fresca que incentivaban a Tae-hyung a seguir con su cometido.
El asesino delineó una vez más la hoja filosa de la navaja, humedeciendo sus dedos con la sangre tibia de la anciana. En verdad, no quería darle una muerte rápida e indolora; en su mente vagaba la idea de quitarte uno a uno los dientes como si se trataran de los pétalos de una flor, sin embargo, la anciana no poseía más que una dentadura postiza y así, desechaba su idea.
Le proporcionó otra patada, logrando que la señora Kang se retorciera del dolor en suelo, sentía punzadas latentes en varias partes de su cuerpo debido a los golpes, pero también podía sentir el filo de la navaja deslizarse por su piel como un dolor agudo y molesto que la hacía cerrar sus ojos con fuerza mientras trataba de concentrarse en alguna otra cosa que no fuera en el joven hombre que estaba empecinado en torturarla.
—Creo que tu peor error fue meterte con mi familia. No tenías derecho ni potestad sobre la vida de mis padres, pero estabas cegada por la avaricia... —relató, mientras negaba con su cabeza, acercándose a la anciana y levantándola para sentarla en la silla—... aquella noche te vi. Vi como disfrutabas de cortarle los dedos a mi madre, vi cómo te reías al sacarle los ojos a mi padre... —comentó con rencor, mientras los recuerdos de cuando era tan solo un niño llegaban a su mente—... me dejaste presenciarlo todo, sabías que estaba allí y no paraste, incluso al oír los gritos de un indefenso niño....
—¿Indefenso, dices? —lo interrumpió, mientras comenzaba a reí frente a su rostro—, por favor, estabas tan enfermo como yo. Sabías lo que iba a hacer y decidiste guardar silencio —sonrió, de su nariz caía un hilo de sangre que manchaba sus dientes—. Tú querías que yo los matara por ti, ¿o no te acuerdas?
—¡Eso es mentira! —exclamó, mientras dejaba caer la navaja y el sonido del rebote metálico se volvía ensordecedor para los dos.
Tae tomaba a la anciana por el cuello con ambas manos y comenzaba a estrangularla. Podía sentir debajo de las palmas de su mano una frenética palpitación y estaba perdido en los ojos saltones de la anciana y en como movía su boca desesperada para buscar tan solo un poco de aire que le permitiera seguir hablando.
Pero él se detuvo, no quería matarla así. Escuchó los jadeos y la tos que provenía de la señora Kang, su rostro estaba entre rojizo y morado, con algunas venas salientes predominando.
—¿Qué ocurre? —preguntó divertida una vez que recuperó el aire, otra risotada se escapaba de entre sus temblorosos labios mientras escupía a su lado—, ¿me vas a decir que tú no escuchas esas voces que te piden a gritos hacerlo?, ¿no te da placer acaso, sentir la sangre viscosa y caliente de tus victimas sobre tus manos?, cuando gritan aterrados, cuando suplican por sus vidas, ¿acaso no te hace sentir poderoso, qué tienes el control?
Tae-hyung le proporcionó un puñetazo sobre su mejilla, logrando voltear el rostro de la mujer y haciendo un último corte sobre su cuello, se apartó escuchando como se ahogaba con su propia sangre y como desesperadamente, trataba de taparse su herida abierta entre jadeos y una mirada sorprendida que comenzaba a opacarse debido a la gran pérdida que comenzaba a sufrir.
«Acaso, ¿así se sentían las personas cuando estaban por morir?», se preguntaba, mientras sentía impotencia al notar como la vida se le escapaba de entre las manos de una manera fugaz e incapaz de detener su huida. Quizás estaba bien, era la sentencia que obtenía por haber jugado a ser un dios que controlaba y decidía quien vivía y quien moría por pura diversión.
—Tienes razón, me hace sentir poderoso tener tu sangre entre mis manos —sonrió y también dejó escapar una risa, solo que esta imitaba a la de un niño cuando estaba entusiasmado porque le pedían guardar un secreto.
Se apartó varios pasos mientras se cruzaba de brazos y observaba aquella escena deprimente de una pobre anciana que buscaba con sus pocas fuerzas, contener un suspiro más de vida pero era imposible y en cuestión de minutos, su cuerpo yacía sin vida sobre aquella vieja silla de madera.
El asesino suspiró, giró su cuerpo en dirección a la persona que había permanecido mirándolos todo el tiempo y la cargó en brazos con suma delicadeza, podía ser un desalmado si se trataba de sus víctimas, pero a ella no le tocaría ni una sola hebra de su cabello. Sintió como sus frías manos rodeaban su cuello y se dirigió escaleras arriba para sacarla de allí, camino hasta la habitación y la dejó reposando sobre una cama perfectamente tendida y que permanecía en excelentes condiciones. Era el único lugar de toda la cabaña que se encontraba en buen estado.
Besó su frente con delicadeza y tomó la mano de ella, llevándola a su rostro, donde sintió la suavidad de su piel sobre su mejilla, a pesar de todo, ella no dijo ni una sola palabra y Tae-hyung entristeció.
Había olvidado lo mucho que anhelaba que ella le dijera algo, estaba enojada, estaba seguro de ello y terriblemente decepcionada, porque cuando estaban juntos, todo era distinto, todo parecía marchar bien e incluso, a él se le habían quitado las ganas de asesinar a personas porque ya tenía a alguien que lo quería y que cuidaba de él. Tenía a una persona a la cual no quería dejar sola por nada del mundo y con quien quería llevar a cabo todos sus sueños de tener una familia feliz.
Pero en un santiamén, le habían arrebatado sus sueños y la poca esperanza que tenía de ser una mejor persona.
Regresó rumbo a donde yacía el cuerpo de la anciana y la tomó por las piernas tirando de ella, no importándole que dejara un rastro de sangre en el camino o que pudiese seguir golpeándose con cada paso que daba.
La llevó hacia un pequeño fogón en forma circular que tenía en el patio trasero; el cual había planeado usar en un futuro con sus hijos algún día que decidieran acampar y contar historias frente al fuego, de la mano de su esposa, él sabía que ella odiaba eso pero sin embargo, allí estaría para abrazarla y susurrarle palabras lindas en el oído para que conservara la calma y ya no temiera.
Tiró el cuerpo de la anciana en aquel círculo e inmediatamente comenzó a encender el fuego, las llamas ardían y recorrían cada tramo de arrugada piel consumiéndolo todo a su paso. Le llevaría horas, pero al final obtendría lo que quería: las cenizas.
Miró fijamente lasllamas anaranjadas y rojas del fuego con fascinación, si años atrás le hubiesendicho que acabaría así, no les hubiese creído del todo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro