𝙳𝚎𝚎𝚙𝚆𝚊𝚝𝚎𝚛𝚜 𝙻𝚊𝚔𝚎
Advertencia: este One Shot incluye escenas sexuales explicitas (+18). Lean bajo su propio riesgo.
—¿Estás segura de esto?— le pregunto a mi mejor amiga.
Ambas hemos venido al lago DeepWaters para nadar un poco. Es de noche, y para ser honesta, me da algo de miedo. A pesar de que las aguas están limpias, son muy oscuras y nunca sabes la clase de animales que pueda haber por ahí. Además, estamos rodeadas de un espeso bosque de pinos bastante aterrador.
No suena como una buena idea el estar aquí, pero me insistió tanto que no pude decirle que no.
—Sí— responde ella mientras ata su cabello en una coleta. —Los chicos de la escuela siempre vienen aquí a drogarse o tener sexo. Relájate.
Suelto un suspiro y me resigno a hacer esto. Después de todo, solo se vive una vez.
Me quito los zapatos, sintiendo la tierra y las piedras en la suela de mis pies. Después, me quito toda la ropa hasta quedar totalmente desnuda y la dejo acomodada al lado de mis zapatos, esperando con todas mis fuerzas que nadie lo robe.
Volteo a mi izquierda y veo a mi amiga, totalmente desnuda también. No me sorprende mirar su cuerpo, hemos sido mejores amigas desde que tenemos 8, así que ya conocemos hasta nuestros más oscuros secretos, esto no es nuevo.
—¿Lista?— me pregunta ella. Se nota que está emocionada de meterse a nadar.
Yo niego con la cabeza.
—¿Y si hay un cocodrilo?.
—Aquí no hay cocodrilos, tonta. Quizá solo tortugas y peces.
Como ve que no respondo, se acerca a mí, me toma de la mano y me lleva con ella hacia el lago.
Suelto un grito ahogado en cuanto siento el agua. Está tan fría que me hace temblar, pero supongo que solo necesito adecuarme a ella y entonces la disfrutaré.
—Seguro mañana tendré un resfriado por tu culpa— le digo a mi amiga y ella suelta una risita.
—Admite que es divertido.
Ahora el agua nos llega hasta los hombros y eso que seguimos cerca de la orilla. Yo prefiero quedarme aquí, pues no soy una gran nadadora y apuesto a que es peligroso ir a la parte profunda.
Mi amiga se sumerge unos segundos para mojarse el cabello y yo hago lo mismo.
Permanecemos un rato en esta zona, simplemente disfrutando del agua, y admirando el bosque y las estrellas. Hoy es una noche realmente bonita, y aunque no quiera admitirlo frente a mi amiga, agradezco que me haya obligado a venir.
—¿Quieres que nademos a la parte profunda?— me pregunta.
Yo niego con la cabeza otra vez y pongo rostro de susto. Eso jamás.
—No, gracias. Sabes que soy miedosa, ve tú, si quieres.
—Vivimos en este pueblo de mierda, repleto de historias de brujas y fantasmas, ¿y aún así le tienes miedo a cualquier cosa?.
—Cállate— replico mientras le lanzo agua directo a la cara.
Ella suelta una carcajada y también me ataca con agua, lo que desata una pequeña e inocente batalla entre nosotras.
Pero hay algo que pronto acaba con nuestra diversión: el sonido de la sirena de una patrulla.
—¡Mierda! ¡Es la policía!.
Volteo lo más rápido que puedo y observo cómo la patrulla aparca a la orilla del lago, mostrando los colores azul y rojo de su sirena.
—¡Dijiste que esto era seguro! ¿Ahora qué haremos?— reprendo a mi amiga.
Ella aprieta los labios y pasa sus manos por su cabello húmedo. Aunque no lo diga, sé que está igual de preocupada que yo.
—Es seguro, solo que hemos tenido mala suerte. No pueden arrestarnos por esto, así que mantente tranquila.
De pronto, una cegadora luz blanca nos alumbra a ambas.
—¡Salgan de ahí!— nos pide uno de los oficiales, el mismo que sostiene la linterna.
—¿qué haremos ahora? ¡Estamos desnudas!— digo mientras ambas nadamos hacia la orilla.
Estoy a punto de entrar en pánico. No debimos haber hecho esto, y ahora, por romper la ley, estamos a punto de presentarnos desnudas ante un par de oficiales. Y lo peor es que no sabemos sus intenciones, algo podría pasarnos y nadie jamás lo sabría.
—Cálmate— dice mi amiga. —Apuesto a que han visto a mucha gente desnuda en su asqueroso trabajo, te puedo asegurar que no seremos las primeras.
—Claro, pero si es mi primera vez desnuda ante un hombre ¿recuerdas?— la miro de mala manera, pero ella no responde, solo se aguanta la risa.
Mientras salimos del agua, hago lo más que puedo para cubrir mis partes íntimas con mis manos, pero aún así no es suficiente. Me siento extremadamente vulnerable y la vergüenza me está comiendo viva.
—Hey— mi amiga me llama en voz baja. —¿Ya viste quién es? Es el Sheriff Goode.
—Genial, aún peor— respondo.
El sheriff Nick Goode ha sido mi amor platónico durante años. Es común verlo por la ciudad, paseando en su lujosa patrulla mientras resuelve todos los crímenes de este horrible pueblo, o también mientras da sus típicas pláticas anti-drogas en las preparatorias. Se podría decir que es el típico "policía perfecto que mantiene a salvo a la ciudad".
Aparentemente, todos los adolescentes lo odian, pero yo no, creo que es muy atractivo. Hay algo en sus ojos verdes, su cabello negro y su porte dominante que me hace volverme loca. Además, tiene cierto aire misterioso que lo hace ver como un villano de película.
Y ahora lo tengo justo enfrente, y yo estoy desnuda. No podría ser una situación peor.
Mientras caminamos hacia ellos, siento tanta vergüenza que ni siquiera levanto la mirada, simplemente observo mis pies descalzos sobre la tierra.
—Este es un lago conocido por ser el hábitat de cocodrilos, pero supongo que no lo sabían ¿cierto?— habla el Sheriff Goode, y nosotras solo negamos con la cabeza.
—Típico de adolescentes estúpidos— dice el otro oficial, soltando una risa.
Sé que mi amiga se está esforzando por no devolverle el insulto, y la verdad es que yo también, pero admito que esto fue muy insolente de nuestra parte.
—¿Nos va a arrestar?— pregunto con la voz temblorosa.
Eso es lo que más me asusta, no puedo permitirme tener antecedentes penales o mi plan de ir a la universidad se verá arruinado.
—No— responde el Sheriff. —Solo una multa de cincuenta dólares.
—¿Cincuenta?— mi amiga cuestiona incrédula. Y por supuesto, yo no pretendo pagar ni un centavo por que fue su idea venir aquí.
—Sí, cincuenta.
—Bien, dénos el ticket y váyase a la mierda.
Incluso a mi me sorprende oírla hablar de esa manera, con tan solo mirarla de reojo puedo notar que está furiosa. La entiendo, pero hablarle de esa manera al sheriff es una idea aún peor que meternos a nadar al hábitat de los cocodrilos.
Ambos oficiales sueltan una risa.
—¿Saben? Creo que la multa no es suficiente, tendremos que llevarlas a la comisaría y ahí pasarán la noche— dice el sheriff. —Eso les ayudará a aprender su lección.
Maldición. No, no podemos ser arrestadas. Mi corazón se acelera y volteo a ver a mi amiga, por su expresión facial puedo ver que también se arrepiente de mandar a la mierda al sheriff.
—Disculpe a mi amiga, sheriff— intervengo yo, finalmente levantando la mirada. —Nos iremos de aquí y pagaremos la multa, pero por favor no nos arreste.
El sheriff Goode suelta una sonrisa de superioridad.
—Me temo que eso no será suficiente.
Sé que a mi amiga no le importa en lo más mínimo asistir a la universidad, o tener antecedentes penales, pero a mi si me importa demasiado y estoy dispuesta a lo que sea para no pisar la comisaría ni pasar una noche tras las rejas.
—¿Cien dólares?— ofrezco. Sé que lo único que quieren es eso.
—No estoy hablando de dinero, preciosa.
El corazón se me acelera aún más al escucharlo llamarme preciosa. No sé cómo tomarlo, he estado desaseando esto por mucho tiempo, pero jamás lo esperé en una situación como esta.
Puedo notar en sus ojos qué es lo que quiere, así que supongo que es mi tiempo de sacrificarme, por mí y mi amiga.
—Vamos, perra, sácanos de aquí. Yo sé que puedes— susurra mi amiga.
Le sonrío de una manera que quiere decir "te voy a matar" y entonces regreso mi mirada hacia el Sheriff Goode, al mismo tiempo que retiro mi brazo de mis pechos, dejándolos al descubierto.
Él me mira enarcando una ceja, creo que realmente no esperaba que hiciera algo así y lo tomé por sorpresa. Mientras tanto, el otro oficial y mi amiga comienzan a reír por lo bajo.
—¿A esto se refiere, sheriff?— le pregunto, intentando sonar seductora. —¿Esto puede dejarme en libertad?.
—Tal vez— responde, sin poder apartar la vista de mis pechos, cosa que me hace sonrojarme.
—¿Le apetece ir a algún lugar más privado?.
Aguantándome la vergüenza y los nervios, me acerco a él y le tiendo la mano, invitándolo a seguirme. El Sheriff traga con dificultad y se relame los labios, dudando un poco sobre si aceptarme o no, pero al final lo hace.
Cuando nuestras manos hacen contacto, es como si fuegos artificiales estallaran en mi interior. No me la puedo creer, después de tanto tiempo por fin pude lograr esto, y estoy a punto de lograr mucho más, todo con tal de no ser arrestada.
Ambos nos adentramos en el bosque hasta que perdemos de vista las luces de la patrulla. Todo está bastante oscuro, se escuchan los grillos y los búhos y da cierta vibra extraña, pero en este momento es lo que menos importa.
Estoy a punto de preguntarle al sheriff qué tal le parece el lugar, cuando de pronto me acorrala contra un árbol, pegando mi espalda contra su pecho y frotando su notoria erección bajo su pantalón contra mi trasero.
Con una de sus manos masajea mis pechos y con la otra me toma del cuello, estrujándolo suavemente.
—Quién diría que la hija de un párroco resultara ser una toda una zorra— me susurra al oído. Su tono de voz ha cambiado y ahora se nota más grave y ronca, cosa que me prende aún más sumado a su mal vocabulario.
Tampoco tenía idea de que supiera quién es mi padre, pero más le vale que mantenga la boca cerrada sobre este asunto.
—De hecho soy virgen, así que siéntase orgulloso, sheriff Goode.
Mi confesión parece excitarlo aún más, pues su mano que estaba en mis pechos viaja rápidamente hacia mi entrepierna, abriéndose paso hasta llegar a mis pliegues, masajeando mi clítoris con delicadeza.
Se siente tan bien que no puedo evitar soltar gemidos ahogados.
—¿Eso te gusta, pequeña zorra?— me pregunta al oído, apretando su mano alrededor de mi cuello.
En realidad no me gusta, me encanta, pero evito decírselo para no inflar su ego todavía más.
Mientras disfruto la magia de sus dedos, empujo mi trasero hacia atrás, frotándolo contra el bulto en sus pantalones y provocando que suelte un gruñido. Está más duro que una piedra.
Cuando mi respiración se acelera y estoy a punto de alcanzar el orgasmo, el sheriff Goode se detiene, retira su mano de mi entre pierna y libera mi cuello, apartándose de mi.
Me giro para tenerlo de frente y lo observo mientras desabrocha su cinturón. La verdad es que su uniforme siempre me ha parecido algo muy sexy, así que disfruto la vista.
—Arrodíllate— me ordena.
Obedezco y lo hago, sin importarme que las ramas y las piedras lastimen mi piel.
Él se baja los pantalones hasta las rodillas y su miembro finalmente se libera, rebotando ligeramente. No se puede ver muy bien a causa de la oscuridad, pero se nota que es grande y grueso.
Nunca he hecho nada de esto, y la verdad es que estoy nerviosa. Respiro hondo, tomo su miembro con delicadeza entre mis manos y hago el típico movimiento de arriba hacia abajo.
Una vez que me siento más segura, lamo la punta y luego lo introduzco en mi boca, intentando meter lo más que puedo, aunque solo llego a la mitad.
El sheriff suelta un gruñido y me toma por el cabello, obligándome a tomarlo aún más profundo, llegando hasta mi garganta. Aquello me provoca arcadas, pero logro reprimirlas.
Vaya que es dominante.
Continúo chupando su miembro como si mi vida dependiera de ello, y a pesar de que no soy una experta, él lo disfruta. Sé que le gusta por que su respiración se agita y se le escapan algunos gruñidos de vez en cuando.
Pienso que se vendrá en mi boca, pero no lo hace, simplemente me jala del cabello y saca su miembro, aunque todavía nos une un hilo de saliva.
Me limpio la boca con el dorso de mi mano y me pongo de pie en cuanto me suelta el cabello.
Sé que esto aún no ha terminado.
Lo tomo por la corbata y lo atraigo hacia mi, poniéndome de puntitas para alcanzarlo y besarlo en los labios.
Para mi sorpresa, él me devuelve el beso. Y no es cualquier beso, es uno apasionado donde nuestras lenguas juguetean entre sí.
Mientras nos besamos, me vuelve a acorralar contra un árbol. La corteza me raspa la espalda, pero no me importa, y de todas maneras no hay ningún lugar mejor.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y él me toma por las piernas, cargando todo mi peso con sus fuertes brazos. A decir verdad, es una posición algo incomoda para ambos, aunque eso no nos detiene.
El sheriff rompe nuestro beso y, sin previo aviso, se introduce en mí con brusquedad.
Suelto un pequeño grito al sentirlo abrirse paso en mi interior. Se siente extraño y me duele un poco, pero es soportable.
Para ser honesta, yo siempre creí que perdería la virginidad con algún chico de mi edad, que se preocupara por hacerlo con delicadeza y amor... pero aquí estoy, en medio de un bosque con el Sheriff Goode.
¿Será una historia que podré alardear en un futuro? O ¿será alguna que me de vergüenza contar?.
Pero lo hecho, hecho está, así que disfruto del momento. Lo siento entrar y salir con una cadencia calmada mientras que entierro mi rostro en el cuello de su camisa.
Cuando por fin logro adecuarme a esta nueva sensación, el dolor se esfuma y lo único que siento es un placer que logra hacerme entrar en calor y olvidarme del frío, como si una fogata se encendiera en mi interior.
El sheriff Goode aumenta la velocidad de sus embestidas y no puedo evitar gemir su nombre mientras que mis manos arrugan la tela de su chaqueta negra.
No puedo soportarlo más. Al llegar al orgasmo mi cuerpo se tensa y una sensación de hormigueo me recorre todo el cuerpo, dejándome temblorosa y con la respiración agitada.
Él no tarda en alcanzarme y también llega al orgasmo, enterrando sus dedos en mis muslos, maldiciendo por lo bajo y dando unas embestidas finales, como si se asegurara de dejar todos sus fluidos en mi interior.
Me asusta un poco el hecho de que no hayamos usado protección, pero ya veré cómo lo resuelvo, apuesto a que mi amiga tendrá alguna solución.
Él sale de mi interior y con cuidado me deposita sobre el suelo otra vez. Incluso me causa gracia ver mis piernas temblorosas, pues me siento como si fuera un ciervo recién nacido.
El sheriff Goode se acomoda los pantalones, abotonando su cinturón hasta quedar impecable, como si nada hubiese ocurrido.
Yo simplemente acomodo mi cabello rebelde, pasándolo por detrás de mis orejas. Él me mira por un instante, observando mi cuerpo desnudo y tembloroso, así que se quita su gruesa chaqueta negra y me la ofrece.
—Toma, hace frío— me dice con amabilidad.
Le agradezco y acepto la chaqueta, colocándomela de inmediato. Lo mejor de todo es que ya está calientita y me llega hasta los muslos.
Él sonríe al verme usándola.
Después caminamos juntos de regreso con los demás, en un silencio incómodo, así que decido romperlo.
—¿Puedo pedirle un favor, sheriff?.
—Por supuesto— responde.
—No le diga ni una palabra de esto a mi padre. Por favor. Ya sabe cómo son los católicos, seguro nos condenarían al infierno por esto.
Él suelta una risa mientras niega con la cabeza.
—Yo ya tengo el infierno ganado, preciosa.
Bueno, no sé qué responderle a eso, suena como si lo dijera en serio. Pero hey, es un policía y todos son unos bastardos, supongo que se refiere a ello.
—Eso sonó oscuro— le digo y él solo me dedica media sonrisa, como si en verdad lo hubiera hecho intencionado.
Al llegar con los demás, vemos que el otro oficial se encuentra recargado sobre la patrulla, fumando un cigarrillo, y mi amiga se encuentra sentada sobre el capo, todavía desnuda y fumando igual que él.
—Vístanse— Nos dice el sheriff a ambas. —Las llevaremos a casa.
Mi amiga baja del capo, apaga su cigarrillo y se acerca a mi. Puedo ver que trae una sonrisita en su rostro y sé que está a punto de interrogarme.
Nos alejamos juntas para buscar nuestra ropa en el mismo lugar que la dejamos, y mientras nos vestimos otra vez, ahora si comienza con su interrogatorio.
—¿Perdiste tu virginidad? O ¿solo le diste una mamada?— pregunta emocionada, impaciente por saber hasta el más mínimo detalle.
Yo me sonrojo y reprimo una sonrisa.
—Ambas.
Mi amiga suelta un grito y luego se cubre la boca. Creo que mi confesión la tomó por sorpresa.
—¡Eres una zorra!— bromea.
Yo solo me río.
—¿Y tú que?— le pregunto. —¿Acaso solo fumaron y platicaron?.
Ella rueda los ojos, así que sé que probablemente no le gustó la experiencia tanto como a mí.
—Solo le di una mamada, eso fue todo, no quiso nada más ¿puedes creerlo?.
—Bueno, quizá no tenía ganas de tener sexo.
—Yo creo que es gay.
Cuando terminamos de vestirnos, regresamos con ellos. El sheriff también ha encendido un cigarrillo y platica animado con el otro oficial, probablemente contándose el uno al otro lo que acaban de hacer con nosotras.
No creí que un hombre pudiese verse tan guapo con un cigarrillo entre los dedos... eso me hace pensar en cosas sucias otra vez.
Me acerco a él y le ofrezco su chaqueta, puesto que ya no la necesito, pero él no la acepta de regreso.
—Puedes quedártela. Se te ve bien.
Ok, creo que lo entiendo, esto es como una especie de intercambio. Él tomó mi virginidad y yo me quedo con su chaqueta, misma que trae su placa de sheriff en forma de estrella.
Debería de parecerme un intercambio injusto, pero la verdad es que yo no lo veo así. Podría presumir de su placa como un trofeo las veces que quisiera.
—Gracias, sheriff Goode— le digo con una sonrisa.
Ambos oficiales apagan su cigarrillo y el sheriff abre la puerta trasera para que ambas subamos. Y así lo hacemos, acomodándonos sobre los suaves asientos de piel.
—Conseguiste sexo y una chaqueta con placa, maldita suertuda— dice mi amiga, fingiendo envidia.
Yo solo río y le enseño mi dedo corazón.
El sheriff Goode sube al asiento del conductor y el otro sube al asiento del copiloto. Nos preguntan nuestra dirección, se las proporcionamos y se ponen en marcha.
La verdad es que ShadySide es un pueblo muy tétrico de noche, tanto que casi no me gusta mirar por la ventana mientras pasamos por lo suburbios. También agradezco que se hayan ofrecido a llevarnos, pues nunca se sabe el momento en que alguien perderá la cabeza y hará una matanza sanguinaria.
Es por eso que en cuanto termine la preparatoria, huiré de este pueblo.
Pocos minutos después, aparcamos frente a la casa de mi amiga. Me despido de ella con un beso en la mejilla y después la veo bajar del auto, alejándose mientras le muestra su dedo corazón a ambos oficiales.
Ellos no dicen nada, simplemente la ignoran. Supongo que están acostumbrados.
Una cuadra más adelante, llegamos a mi casa y bajo del auto. Pero antes de alejarme y acabar con mi aventura nocturna, decido acercarme a la ventanilla del lado del conductor.
El sheriff Goode me observa expectante con sus enormes ojos verdes. Se ve muy lindo bajo la tenue luz de la calle, así que me inclino y le deposito un beso en la mejilla.
Él me dedica una sonrisa cálida.
—Gracia por traerme a casa, sheriff.
—No es nada— responde. —No me importa hacerle favores a una chica linda.
Mi corazón no deja de acelerarse cada que lo oigo llamarme cosas bonitas. Es adictivo.
—Quizá algún día lo visite en la comisaría. Solo por casualidad— digo coqueta, mordiéndome mi labio inferior e insinuando mis intenciones.
—Por supuesto, eres bienvenida las veces que desees.
Sin nada más que decir, le guiño el ojo y me doy la media vuelta, caminando directo a la entrada de mi casa.
La verdad es que fue una buena experiencia, no me arrepiento de nada, el sexo estuvo tan espectacular que me quedé con ganas de más, así que estoy planeando en visitarlo este fin de semana.... O tal vez antes.
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Kinda cringe, i know. Pero bueno, espero que les haya gustado y que lo hayan disfrutado. Gracias por leer hasta aquí, las tqm ❤️
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