
✦╭ᵒ❧ Capítulo XXIV: Desastre.
El aire se hayaba tan tenso que, en vez de disminuir, únicamente parecía incrementar abismalmente según las manecillas del reloj corrían; tornando el ambiente mucho más incómodo y agrio de lo que ya era. Un sepulcral silencio había caído sobre la larga mesa rectangular ni bien Xiao Zhan hizo acto de presencia en compañía de su familia. De eso hace aproximadamente quince minutos.
Completamente nerviosa con lo que podría ocurrir si la situación seguía así, Xiao Lu parpadeó con fuerza y se mordió los labios, estrujando sus delgadas y finas manos en su regazo sin tener una remota idea de que hacer. A su lado, su esposo, Cao Xi Ge, la miraba con el ceño fruncido y los labios rabiosamente apretados, instándola a que se levantaran de la mesa de una buena vez y se fueran lo más pronto posible de allí.
En primer lugar, Xi Ge se negó a asistir rotundamente a la cena, conociendo de antemano que de presentarse, su —odiosa— suegra se la pasaría cantándole sus verdades a la cara con toda la gracia del mundo, solo cedió por su Omega.
Nada más.
Y, tal vez, solo tal vez, comenzaba a arrepentirse. No estaba siendo criticado como siempre, pero la presencia extraña del hombre alto y de cabellos azabache le fastidiaba tanto que ya no era capaz de controlar sus expresiones como siempre lo había echo.
—Padre ¿Quién es él? —preguntó en un susurro apenas inaudible un chico de dieciocho años a su oído, más que intrigado a descubrir la razón de su presencia.
Xi Ge exhaló con rabia, disgustado por la desobediencia de su esposa y el aroma excesivente empalagoso mareándole y revolviéndole el estómago al mismo tiempo.
Tan desagradable, pensó, conteniendo las náuseas que trepaban por su garganta como si fuesen una manada de hormigas.
—No sé.
—Él no es un Omega —reconoció de inmediato Pei Xing sin despegar un solo segundo sus ojos negros del precioso rostro frente a él.
—No —gruñó Xi Ge con los dientes apretados y la mandíbula tensa.
—Es muy lindo. —Embelesado con la radiante belleza de la criatura más hermosa que jamás conoció, sintió su corazón latir descontrolado dentro de su pecho y sus mejillas sonrojarse furiosamente cuando su aroma a peonías y durazno inundó sus pulmones. Le fascinó—. Demasiado lindo que me es difícil creer que sea real.
—Ni te vaya ocurrir poner tus ojos en él, Cao Pei Xing —advirtió su padre, su mirada oscura posada sobre su hijo quién ni siquiera le miró—. Él menos que nadie —recalcó lo último, enfurecido de que ese salvaje haya logrado embrujar a su propio hijo.
Pei Xing debía pensar razonablemente en las consecuencias que le lloverían solas si se le ocurría la estupidez de involucrarse con un Gamma. Nada garantizaba que su secreto —y el mismo que cubrió durante años— se viera destapado por culpa de un desconocido.
Y no cualquier desconocido, si no un Gamma frágil y salvaje.
—¿Porqué no puedo fijarme en él, padre? Creo que te olvidas que hace mucho que dejé de ser un cachorro, soy mayor de edad y puedo hacer lo que se me venga en gana. Eso incluye cortejarlo así te opongas a la idea —dijo Pei Xing con creciente determinación, retando con la mirada a un desconcertado Xi Ge puesto que, por primera vez en la vida, su hijo se le ponía la brinco.
Era inconcebible.
Él mismo iría directo a su autodestrucción, y como su padre, su deber era protegerlo de todo peligro.
—¿Eres acaso estúpido?
Pei Xing abrió la boca, indignado por el insulto, y más que preparado para dar una respuesta defensiva a esa pregunta innecesaria. El débil lobo en el fondo de su mente se removió, queriendo despertar de su letargo y apoderarse de su cuerpo, al final no pudo hacerlo. No tuvo la energía suficiente.
Xi Ge chasqueó la lengua y el cerró la boca, la valentía de un inicio yéndose por la borda.
Negando con la cabeza, continuó, más que dispuesto a lograr la desilusión de su hijo—: Pei Xing, si él está aquí es por algo. Además, llegó con tu tío y un par de cachorros. Suma dos más dos y tendrás la respuesta que buscas.
Los ojos de Pei Xing se abrieron de golpe y balbuceó, atónico e incapaz de procesar la nueva información en su mente:
—Es su... su... pareja. Pero... ¿cómo?
Su padre no le respondió esta vez, y él se tuvo que quedar con un sinfín de dudas a las que no tenía respuestas.
Al otro extremo de la mesa y frente a un perplejo Pei Xing, Wang Yibo abrazaba con demasiada protección y miedo a un Bao Ming sentado silenciosamente en sus piernas; jugueteando con el mantel blanco y haciendo tiernos pucheros cuando no pudo hacer que el llamativo y hermoso jarrón grande y repleto de rosas rojas que quería alcanzar se escurriera hasta él.
El rostro entero de Yibo gritaba incomodidad y repelo por la situación en la que se hayaba metido, y todo gracias a los trucos bajos de su Alfa, quien se la pasó cuatro largos y apasionados días acorralándolo en cada esquina del departamento, tomándolo con desenfreno y pasión a cada minuto.
Hasta dejarlo seco y con las piernas temblando.
Xiao Zhan tomó una de sus manos y la apretó sutilmente, haciéndole saber que él estaba allí, y que solo era cuestión suya de decirle que quería marcharse para que así lo hicieran.
Su tacto le reconfortó más que nada, sobre todo, su apoyo, pero no se volvió, en su lugar, relajó los músculos de su cara y entrelazó sus dedos, aferrándose a él tanto como le fue posible, sin embargo. Sus ojos oscuros y retadores nunca abandonaron los ojos fríos y calculadores de la cabecilla de la familia; la hermosa y elegante mujer Alfa situada a la cabeza de la mesa, su postura ergida y alerta a cualquier paso en falso que diera. Mas que deseosa de desgarrarle el cuello y acabar con su patética existencia si se le daba la oportunidad.
La vista le escocia, pero se negó a siquiera pestañar, el duelo de miradas entre su suegra y él era letal. Tan recio a bajar la guardia por temor a ser mirado por debajo del ojo, como si él no valiese nada.
Indudablemente, si eso ocurría una vez su atención se desviara a su pareja y sus hijos, no lo soportaría por mucho tiempo, aunque su paciencia ya rozaba el límite; el desagrado y asco brillando en los iris de Xiao Jing Tong no le hacía un ápice de gracia, todo lo contrario, lo enfurecía. Lo enfurecía tanto que lo único que comenzaba a anhelar era transformarse y matarla.
Tembló de ansiedad y pánico, el lobo se asomó en las rendijas de sus ojos, más que dispuesto a cumplirlo, pero él no deseaba ceder. Sus instintos se encontraban descontrolados, lo eludió al celo.
Sus caninos comenzaron a abrirse camino en su boca, pero el segundo apretón que sintió en su mano le hizo reaccionar y contraer la mandíbula; tragándose todo tipo de impropietarios que bailaban en la punta de su lengua y olvidarse de sus deseos asesinos que, al fin y al cabo, no le llevarían a nada.
Luchar contra sus emociones no le estaba siendo tarea fácil, pero no podía ni de debía darse por vencido sin esforzarse.
Aceptó que Xiao Zhan tenía razón y que el único equivocado entre los dos era él; dejarse arrastrar por las emociones no es algo que un par de adultos con hijos haría, así que respiró hondo y se obligó a tranquilizarse.
Esa mujer era la madre de Xiao Zhan y la abuela de sus hijos aunque no le agradara, por lo tanto, debía respetarla por educación aunque ella no lo respetara a él. Era asunto suyo, pero él de ninguna manera podía desafiarla y ponerse al tú por tú con alguien mucho mayor.
No era un niño, pero a veces, tendía incluso a olvidarlo.
Debían demostrarle a todos, sobre todo así mismos, que ellos eran una pareja oficial ahora, y que sin importar haber engendrado mellizos, saldrían adelante con o sin su bendición.
Un falso carraspeó le desconcentró, y no solo a él. Todas las miradas fueron a parar en el rostro pacífico y complacido de Xiao Jian Min, quien se puso en pie y llamó con un elegante ademán de manos a una de las empleadas. Ésta no tardó en moverse de su sitió e ir hasta él, sirviendo una a una todas las copas junta a sus compañeras.
Extrañamente para Yibo, Betas en su mayoría.
—Hoy quiero brindar por la felicidad de mi hijo, Xiao Zhan, y por la hermosísima familia que nos ocultó por más tiempo del debido —dijo riendo a la par de los presentes que se levantaron de sus sillas, excepto su esposa—. Confieso que cuando me enteré de todo no supe como actuar, me debatí entre alegrarme o enojarme mucho por esta total falta de confianza. Al final, elegí darle su espacio, pero se tomó más tiempo del que incluso imaginé y entonces tuve que actuar primero.
—¡Āiyā, papá! Me estás haciendo quedar como un hijo desconsiderado —reclamó Xiao Zhan con un tenue rubor en sus mejillas y una enorme sonrisa de oreja a oreja. La felicidad en su pecho era tan inmensa que no podía contenerse.
Yibo lo miró y su corazón latió muy rápido cuando sus ojos se encontraron, sin saber que más hacer, se sonrieron mutuamente, todavía agarrado de las manos. Una tibia calidez que solo su Alfa tenía el poder de transmitirle se extendió por todo su cuerpo, y su renuencia a estar allí se esfumó como el viento y con la imagen de su bella sonrisa.
—Esa es exactamente la manera en que actuaste, pero no los he reunido aquí para ponerte en evidencia. Aunque, quizás, ya lo hice. —Xiao Zhan agitó la cabeza, derrotado, sabiendo que su padre no lo hizo intensionalmente—. En fin, el motivo por el que los cité aquí con urgencia es porque quiero que le demos la cordial bienvenida a los nuevos integrantes de la familia. Dime, ¿cuál es tu nombre, joven?
Tragó saliva al sentir su mirada profunda en él, y aunque su suegro era un Omega, podía sentir que su carácter no era tan dócil como su naturaleza lo dictaba. Tenía carácter, y lo sabía usar muy bien.
—Él es Yibo —se adelantó a responder Xiao Zhan al instante y sin que le diera tiempo de hacerlo.
La frente de Xiao Jian Ming se arrugó y sus ojos cafés claros reprendieron el comportamiento de su hijo.
—¿Tú te llamas Yibo?
—No —aceptó un apenado Xiao Zhan balanceando a una medio dormida Bao Yu en sus brazos.
—Entonces cierra la boca y deja que él sea quien responda. Para eso también tiene una boca, ¿no?
Xiao Zhan asintió con la cara roja de vergüenza al tener todas las miradas sobre él.
—Lo siento, papá.
—Como sea —rodó los ojos—. Entonces, ¿Yibo?
—Sí, señor. Wang Yibo, un gusto conocerlo finalmente —hizo una reverencia y Xiao Jian Min no pudo contener más su impaciencia y fue hasta él— ¿Señor?
Paralizado, tragó saliva y su cuerpo se opuso a devolver el abrazo que recibía. No era fanático de las muestras de cariño, antes lo fue, ahora solo un número selectivo de personas contaban con esa oportunidad.
—Bienvenido a la familia, hijo —musitó el Omega en su oído en un tono maternal y afectuoso que le recordó a su propia madre.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y una de sus manos subió a su espalda, aferrándose al delgado cuerpo de Xiao Jian Min tanto como pudo, y haciendo que éste se impresionara por su fuerza.
Un torrente de sentimientos le inundaba, y lo único que su lobo y él anhelaban era tener un poco de ese mismo cariño que solo una madre podía darle. Para su sorpresa, los brazos de su suegro compartían una gran familiaridad con los de su madre.
Además, su aroma se parecía mucho.
Margaritas, tarareó en su mente.
Nostálgico, dio un paso hacía atrás una vez el abrazo se rompió, limpió sus ojos con la yema de sus dedos y bajó la cabeza, avergonzado por su arranque.
—Disculpe, no fue mi intensión, es sólo que yo... —no pudo continuar y rompió a llorar frente a todos.
Se cubrió el rostro y les dio la espalda, su único consuelo fue tener en brazos a uno de su hijos. Bao Ming chilló cuando su papá lo apretó muy fuerte, pero no lloró, solo se dedicó a observarlo con sus grandes ojos.
—Yibo perdió a sus padres hace más de dos años, papá —comentó Xiao Zhan, rodeando con sus brazos a su pareja, quien no tardó en abrazarlo como si fuese su ancla de supervivencia.
—Comprendo —suspiró hondo al oír que los sollozos de Yibo se hacían cada vez más fuertes—. Dame a los cachorros, tú mientras sube a tu habitación y trata de calmarlo. No se ve nada bien.
Xiao Zhan torció los labios y sus ojos dudaron, las constantes negaciones del Gamma lo ponían en un terrible aprieto.
—Si fuera por mi lo haría, pero no son solo mis hijos, también son de él —señaló con la mirada el cuerpo trémulo de Yibo.
—No me trates como a un extraño, Xiao Zhan —dijo con molestia—, porque no lo soy.
—Sé.
—¿Entonces? —Ante la falta de respuesta, extendió los brazos al frente y le exigió—: Lo que sea, solo entregámelos.
Con la mitad del rostro hundido en el pecho de su Alfa, Yibo se animó a levantar la vista, encontrándose con sus ojos inseguros.
—No lo hagas —suplicó en un tono lastimero que el corazón de Xiao Zhan dolió por el estado en el que se encontraba.
—Es su abuelo, Bâobêi —le susurró en el oído, queriendo que lo entendiese, aunque en el fondo, bien sabía que no lo haría. Su celo complicaba la situación—. Y mi padre por si lo olvidas.
—Ellos son míos —subrayó en un gutural gruñido, sus pupilas ensanchándose de forma terrorífica—. Nadie más puede tenerlos.
—Se razonable, por favor. Él solo quiere cuidarlos un rato mientras te ayudo a tranquilizarte —frotó su espalda.
—Estoy tranquilo.
—No, no lo estás.
—¿Tú que sabes? —se mostró a la defensiva, apartándose de golpe de él al entender que no lo comprendía un solo poco—. No tienes ni idea de lo que significa ser un Gamma.
—Tienes razón, no lo sé —aceptó en medio de un suspiro, tomó uno de sus hombros y cuando Yibo lo esquivó, sus ojos se apagaron.
Su intención nunca fue hacerlo sentir incomprendido, siempre hizo todo lo posible por tratarlo como un igual, tolerando inclusive sus demandas cuando él no tenía porque agunatarlas y mucho menos cumplirlas al pie de la letra. Otro Alfa ya hibiese perdido la paciencia con él.
Pero él no solo puede perderla a la primera, lo hirió tanto que lo destruyó, y ahora, el Yibo que tiene delante suyo no es más que el resultado de sus acciones.
—Quiero salir de aquí —soltó Yibo comenzando a ver rojo, presintiendo que perdería el control más pronto del imaginado.
—Yibo, por favor.
—¡Que no me escuchaste! Te dije que quiero salir de aquí, ¡ahora! —No fue una solicitud, más bien fue una orden.
Las feromonas de terror que inundaron el aire hicieron que Yibo exhalara con furia y mandara a volar muy lejos a su pareja. No midió su fuerza y como consecuencia, lo tomó de sorpresa y lo mandó a volar muy lejos. El cuerpo de Xiao Zhan cayendo sobre la mesa y haciéndola añicos, seguido de la ovación del resto de su familia se impregnó en su cerebro, horrorizándolo cuando notó la gravedad de lo que había echo.
Se llevó una mano a la boca y miró atonicó el rostro rojo de su hijo, quién comenzó a llorar a todo pulmón, asustado por el ensordecedor sonido.
—Yo.. yo... Yo no quise...
—Sabía que tu asquerosa e inmunda presencia no iba a traerle nada bueno a mi hijo. Pero que esperaba de esto, si no eres más que un Gamma incapaz de controlarse así mismo. Hoy no solo hemos presenciado tu falta de dominio, si no también lo peligroso que puedes llegar a ser. ¡Lastimaste a mi Zhan, y no solo eso, a tu propio hijo, vaya a saber lo que puedas ser capaz de hacer mañana!
Xiao Jing Tong le arrebató a Bao Ming de los brazos y se lo entregó a su pálido esposo, y quien al igual que Xiao Lu, se hayaba muy afectado por el rumbo que las cosas habían tomado.
—Soy un peligro para Zhan y mis hijos, ¡puedo hacerles daño! —gritó preso del shock en el que se adentró, las manos le temblaban y su lobo se sentía impotente y culpable con lo que hizo.
—En efecto. Así que escuchame bien lo que te voy a decir porque no lo repetiré dos veces —se acercó a su oído y susurró amenazante—. Será mejor que desaparezcas de la vida de Zhan y tus hijos, o si no, tú mismo acabaras matándolos.
—Ma... ¿Matándolos? —balbuceó, sus ojos rojos y aglomerados de lágrimas fijos sobre el cuerpo inmóvil de Xiao Zhan, quién era auxiliado por su cuñado y sobrino.
—Sí, Yibo. Matándolos, tú no quieres ser su asesino, ¿o si? —Amando lo pálido que se ponía, y lo patéticamente débil que a sus ojos se miraba, decidió aprovechar la oportunidad de sacarlo de la vida de su hijo de una maldita vez.
—No, yo no... ¡No! —se agarró la cabeza con ambas manos y el mundo entero comenzó a girar, los oídos le pitaban y la vista se le tornó borrosa.
—Entonces que esperas para largarte y desaparecerte antes de que la policía llegue y te arreste.
—¿Policia?
—Si, no pensaras que dejaremos pasar algo tan grave, ¿o si? —sonrió macabramente, tomando su mandíbula con brusquedad y haciendo que le mirara.
—Pero yo...
—Desaparece y, por favor, no regreses —amenazó, provocando que se estremeciera y se encogiera.
Liberó su agarre y Yibo, asustado y sin saber a quién acudir, asintió y se echó a correr.
Lo último que sus ojos vieron al salir de la casa fue a sus hijos llorando amargamente. Hirió a Zhan y a su pequeña, y eso, difícilmente podía perdonarselo.
El conocido sonido de la puerta abriéndose alertó al hombre sentado de brazos cruzados sobre la mesa. La cena se había enfriado y las velas rojas apagado.
—Finalmente has llegado, ¿acaso no soy lo suficiente importante para ti? Porque eso es precisamente lo que me das a entender, Dilireba —reclamó de muy malhumor.
Dilireba se dejó caer sobre el pequeño sillón del living, arrojó su bolso de diseñador a algún lado y se quitó las altas zapatillas que cargaba, seguidamente exhaló hondo y se puso de pie.
—Yang, en primer lugar ¿qué haces aquí? —quizo saber, arrastrándose perezosamente hasta él.
Yang Yang apretó los puños y la miró con furia— ¿Qué crees?
Finalmente, captando la decoración de la mesa, Dilireba hizo un ruidito de reconocimiento con la boca y se sentó en una de las sillas.
—Oh, lo olvidé. Lo siento —se excusó sin mucho arrepentimiento—. Prometo que la próxima vez lo recordaré.
—No, Dilireba. No lo harás, te conozco lo suficiente para apostar a que lo olvidarás de nuevo el siguiente y el siguiente año. Solo olvídalo como siempre, ya no me importa —dijo poniéndose en pie ante los ojos desconcertados de la hermosa mujer.
—Sabes, no tienes porque ser irónico conmigo. Desde el principio aceptaste esto, así que ahora no te quejes.
Yang Yang se detuvo, notando que ella lo detenía, inconscientemente o no, no tenía poder de saberlo. Dileraba era una mujer difícil de descifrar, y a veces, ni él mismo podía entenderla.
—No lo haré, descuida. Ahora, ¿podrías soltarme, por favor? —pidió con la mandíbula tensa y ella lo soltó al notar su fuerte agarre en él—. Gracias.
Cubriéndose la cara, Yang Dilireba, la modelo más hermosa y popular de China no aguantó más el peso del remordimiento con el que cargaba desde el preciso momento en que decidió meterse a la cama de su cuñado, sabiendo que con ello rompería en pedazos a su hermana mayor. Y cuando la puerta se cerró y su amante se hubo ido, comenzó a reír y llorar a la vez.
—¿Qué diablos estoy haciendo?
•
•
•
Hola queridos lectores, lamento mucho la tardanza, pero recién comencé a trabajar y mi tiempo se hizo más pequeño, sin embargo. No voy a dejar incompleta la historia, descuiden. La voy a termininar si o si.
Besos.
Y recuerden «No a la lectura fantasma».
🌙Yessie.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro