
✦╭ᵒ❧ Capítulo XXII: Gracias por Elegirme. ✦╭ᵒ❧
—¿A dónde vas? —Xiao Zhan le exigió una explicación ni bien le observó retirarse de la mesa con claras intenciones de alejarse de él. Tensó la mandíbula y la vena en su frente se pronunció lo suficiente para saber que estaba muy indignado por su infantilismo.
Si bien era cierto que él también había estado actuando exactamente del mismo modo reprochable desde que le sorprendió besándose con otro Alfa en el centro comercial, Yibo debía tener por lo menos un poco de decencia y respeto, quien había fallado en la relación había sido él.
Mínimo necesitaba una explicación razonable de sus acciones, pero sus celos eran tan intentos que él mismo le había impedido siquiera narrar su versión de los hechos debido a su furia.
—Iré a lavar esto —explicó cortamente y le dio la espalda, reanudando sus pasos.
—Ni siquiera has terminado —le reprochó con una expresión airada, odiando el echo de prepararle el desayuno cuando aparentemente, Yibo no quería nada de él.
Su desprecio le hizo sentir mucho más enfurecido y cerrado que antes. Quería tanto una explicación de su parte pero ninguno de los dos cooperaba un poco, y a este paso, verdaderamente temía que acabasen reclamándose el uno al otro por un asunto que se revolvería con un tranquilo y maduro diálogo.
—No tengo mucho apetito. —Fue su triste y patética excusa.
El tenedor en su mano izquierda se dobló a la mitad al culmino de sus palabras, y aunque el sonido llegó a los oídos del Gamma y lo hizo inquietarse, no se giró para disgusto suyo.
—Wang Yibo. Detente ahora mismo o no respondo —alejó en un tono rabioso y autoritario, deseando con creces dominarlo con su voz de mando. Por un segundo, pareció olvidar que la voz no funcionaba con un Gamma, soltó una maldición entre dientes por su estupidez.
Y sin el menos indicio de detenerse, Yibo se ubicó frente al fregadero y se dispuso a lavar los trastes que empleó, lamentándose el tirar el desayuno casi intacto a la coladera hizo oídos sordos a sus intolerables demandas.
No obstante, al oír que alguien se acercaba a gran velocidad, poniendo en revelación su estado de ánimo, se puso completamente rígido. Absteniéndose a voltear y enfrentarse a su necedad de no querer afrontar el problema de raíz, apretó los dientes y continuó frotando el plato de cerámica en sus manos, esta vez, con mucha rabia.
—¡Te dije que te detuvieras! —gritó el Alfa detrás de él, rodeando sus estrechas caderas y girándolo sobre su eje como si fuese una pluma.
Chilló preso del susto con el corazón desbocado y los ojos entornados, casi saliendose de sus cuencas, tan malditamente impresionado por su arrebato de macho dominante ¿Quién era el hombre frente a él? Porque sinceramente, no podía ser el mismo Xiao Zhan que conocía, ¿o si?
Respiró con fuerza.
—¿¡Qué demonios te sucede, Xiao Zhan!? —No aguantó más y le empujó fuera de su espacio personal, su mirada enloquecida de odio y sus caninos visibles hicieron que el Alfa se quedase perplejo—. Te haz dedicado cuidadosamente a ignorarme desde ayer, tratándome como si en vez de ser tu pareja fuese yo alguna clase de desconocido, y no te lo permito más. Estoy cansado de esto; de tu frialdad y de tu inmadurez. Ambos somos adultos pero en fondo no somos más que niños incapaces de arreglar sus propios problemas sin agarrarse a golpes o hacerse la ley de hielo.
—Yibo, yo...
—¡Cállate! —gritó furioso—. Lo único que ahora quiero es alejarme de ti, agotaste la poca paciencia que poseo, y no puedo soportar que en cuanto trato de hacerlo y darte el espacio que tanto me exiges a gritos vengas tras de mi y te indignes ¡Ja! Si te crees que voy a postrarme ante ti llorando mientras clamo tu perdón espera bien sentado. Porque eso no va a suceder ¡Jamás! —prometió echando chispas e intentando coger el plato del fregadero para aventarselo a la cara.
Al preveer sus malas intenciones, Xiao Zhan le asió de las muñecas y lo acorraló entre su cuerpo y el fregadero, Yibo lo miró con insólito fastidio y se zarandeó a todas direcciones, intentando romper su control.
No lo logró para triunfo y diversión del Alfa.
—¿Es así?
—¡Por supuesto! —rugió, rojo de furia— ¡No soy un maldito Omega desesperado por un compañero! Jamás me voy a humillar como ellos por nadie, oíste ¡Nadie!
Xiao Zhan se rió y liberó una de sus manos, apresándolo con una sola y alzándolas por sobre su cabeza. Se sintió poderoso, dueño de control absoluto mientras le observaba espectante desde su metro noventa, relamiéndose los labios.
—Sabes, no se si soy yo, pero siempre me ha parecido que tu inmenso odio hacia los Omegas se debe únicamente a una pequeñisíma cosa —hizo un ruidito pensativo con la boca y, después, se acercó a su oreja izquierda y susurró con un atisbo de socarronería—: desde siempre deseaste ser uno de ellos, ¿no es así?
—¡Estás demente! —escupió una vez se hubo alejado con una sonrisa sardónica adornándole la boca— ¿¡Cómo carajos puedes pensar eso de mí!?
—Bueno, Yibo. Es relativamente fácil deducirlo teniendo en cuenta tu condición.
Exhaló bruscamente y le miró, foribundo, demasiado exhaltado para calmarse, pero lo intentó.
—¿A qué te refieres? —increpó desconfiado.
Recorrió con la punta de sus dedos la fuerte y suave mandíbula, absorto en sus razgos faciales y en el fuego en sus ojos que le llamaban a gritos—. Tú más que nadie lo sabe.
Consternado porque lo que el Alfa insinuaba solo podía ser penosamente cierto, se mordisqueó los labios con tanta fuerza que casi sintió el sabor metálico de la sangre en su lengua. Odiando el echo que no se equivocaba, y que el verdadero motivo por el que detesta tanto a los Omegas no se debía solo a su enfermiza docilidad, tampoco su facilidad en encontrar un compañero o ser aceptado incluso por otro luego de ser burlado o quedado viudo.
En el fondo, él conoce esa respuesta tal cual Xiao Zhan dijo.
Desde que era un cachorro, incontables veces soñó con convertirse en un lindo y educado Omega, en su infantil cabecita fantaseó con una y mil historias de amor y triunfo; él presentándose como un Omega y siendo el orgullo de sus padres, seguidamente él poniendo en alto a su naturaleza bailando como el mejor bailarin de toda China y, más tarde, una vez lograra cumplir cada una de sus metas, encontrar un compañero, casarse y formar su propia familia.
Lástima que todos esos sueños se viniesen abajo, derrumbándose en una edad en la que no comprendía que pasaba, sobre todo, cuando a sus cinco años tuvieron que cambiar drásticamente de casa ya que por su culpa, por presentarse como un Gamma y no como un Omega, su abuelita, a quien tanto quería, los echó a la calle una fría tarde de Otoño.
La vista se le nubló ante aquellos dolorosos recuerdos, ahora casi borrosos en su totalidad, implantando en su pecho un sentimiento de culpabilidad... Una culpabilidad que no desapareció ni con el paso de las estaciones.
—Ya no deberías rechazarte más, no eres solo a tí a quien te dañas negando una verdad que no se irá ni desaparecerá aunque transcurran mil años. Tu lobo siente tu desprecio hacia él, por eso siempre estás paranoico, protegiendo demasiado a los niños y mirando con demasiada desconfianza a tu alrededor —expresó con voz susurrante, sintiéndose tan mal por ponerlo así.
Algo que sin duda él y su lobo odiaban era ver llorar a su compañero y a los hijos que procrearon. Podía ver y sentir su dolor con solo mirarlo a los ojos, estrujando su pecho y retorciéndolo dentro suyo, tan desconsiderado que quería llorar.
Yibo descendió la mirada, avergonzado de mostrar ese lado frágil que todas mas personad en el mundo poseían sin importar su casta, pero que a él le costaba tanto manifestar.
—Yo... —la voz se le quebró pero se obligó a recomponerse enseguida—. Yo siempre quise ser un Omega —reconoció al fin.
Sonrió débilmente, feliz por él al dar un paso tan grande como ese.
—¿Por qué? —acarició su cabeza suavemente y trató de mirar la expresión en su rostro, pero él solo se ocultaba mas de él—. ¿Qué tienen de especial los Omegas?
Yibo subió los ojos y le miró tan roto, creyendo que se burlaba de él.
—Los Omegas son hermosos.
Enarcó una ceja y liberó un poco de su aroma, observándole en silencio olfatear el aire y llenarse los pulmones, siseando de gusto, sus caninos se ocultaron y sus ojos dejaron de derramar lágrimas.
—¿Solo eso?
—Mmm... Ellos tienen más posibilidades de encontrar un compañero —dijo con cierta timidez y cuando él quiso abrir la boca y preguntarle más, Yibo continuó—. Además, pese a que son dóciles, escazas veces son abandonados por su pareja, y sus familias no les dan la espalda. Envidió la suerte que tienen.
—¿Quién te dijo esa mentira?
—No trates de engañarme —la molestia emergió de su pecho—. Ellos son aceptados siempre por todos, pueden incluso ir a la Universidad sin que nadie les diga una palabra o los insulte debido a su aroma empalagoso. Tienen incluso más derechos que nosotros, ¡es tan injusto y cruel!
Xiao Zhan suspiró y soltó sus manos. Yibo tenía mas traumas de los que imaginó, y producto de ello, había deformadó la realidad que le rodeaba con un concepto irrealista. No existente ni en esta época ni en la antigua.
¡Dios! ¿Cómo pudo pasar esto?, se preguntó, pensativo si Yibo siempre trató de aparentar ser un Omega por cuenta propia antes de que los mellizos llegaran a su vida. ¿Podría ser eso cierto?
—Yibo.
—¿Qué quieres? —contestó a la defensiva, como esperando que le atacara una vez más.
Se arrepintió por guiar las cosas a este punto, pero viéndolo bien desde esta nueva perspectiva, era jodidamente necesario.
—Tú... ¿Siempre trataste de ser un Omega?
—No soy un Omega —aclaró con amargura.
Asintió comprensivo, y acunó su rostro, limpiando sus lágrimas cristalinas con sus pulgares, serenándolo de alguna forma. Sonrió por ser una ayuda para él, lo que el Alfa desconocía era que, para Wang Yibo —el Gamma que siempre estuvo roto desde el instante en que su abuela le rechazó—, figuraba la paz y la protección que tanto necesitó desde que sus padres fallecieron y le dejaron con todas las responsabilidades.
Xiao Zhan era amor y calidez.
—Sé. Pero, por favor, responde lo que te pregunté.
Sabiendo que no tenía más motivos para ocultarlo, asintió con la cabeza gacha—. Sí. Siempre traté de ser uno de ellos. Aunque funcionó un tiempo, nunca me sentí uno.
—Yibo. —Trató de abrazarlo y confortarlo pero lo esquivó—. No tienes que hacer eso más.
—Descuida, me aburrí. Fingir quién no soy en lugar de hacerme feliz solo me hizo sentir infeliz. Y un maldito mentiroso.
—Es bueno que ya no lo hagas más.
—¿Por qué te interesa tanto? —elevó el tono de su voz.
Xiao Zhan esbozó una sonrisa floja e hizo que conectaran miradas.
—Por qué de quién me enamoré, y a quien sigo amando es a ti, Wang Yibo. Un valiente y obstinado Gamma que me tiene comiendo de su mano desde que nos conocimos —reveló con los ojos brillantes.
Yibo se arrojó a sus brazos y enterró la cabeza en el centro de su pecho, escuchando los latidos de su corazón y amando en secreto la sensación.
Con la voz acongojada, agradeció, aferrándose desesperadamente a él—: Gracias por amarme y aceptarme tal cual soy, aún con todo y mis defectos en el paquete.
—No, gracias por elegirme y darme la familia que siempre soñé, pero nunca imaginé merecer —frotó su espalda con dulzura.
Yibo se apartó, sonrojado hasta las orejas, oliendo al Alfa.
—Ahora que eso está aclarado, pasemos al otro tema —sugirió, notando la sonrisa del Alfa borrarse de un plomazo.
—No —se opuso ni bien terminó.
—¿Porqué no?
—Porqué no y punto.
No obstante, Yibo abrazó su espalda cuando se giró, y descansando su rostro en ella, explicó—: Yu Bin era mi compañero de trabajo, solíamos repelernos en un inicio por obvias razones. Él es un Alfa y desde un inicio le molestó mi aroma, aunque con el trascurso de las semanas eso cambió.
—¿Porqué cambió? —se animó a preguntar aunque por dentro se rehusara a querer hacer sus propias averiguaciones.
Cerró los ojos, abochornado de lo que hizo en un momento de necesidad carnal y amorosa, y soltó sin mucho tacto—: Porque lo seduje.
Abrumadamente shockeado, como si le hubiesen dado una bofetada, Xiao Zhan parpadeó librándose a duras penas del shock momentáneo en el que se sumergió sin previo aviso. Se esperó de todo excepto esto.
Conocía a Yibo, al menos, creía conocerlo, pero puede incluso jurar que él no haría algo tan bajo en sus cinco sentidos.
—¿Porqué diablos hiciste eso? —quiso saber, intentanto de todos los medios hacer que lo soltara.
Yibo se negó, y lo abrazó con mucha más fuerza y miedo de soltarlo, temiendo que lo juzgara y no lo perdonara. Estúpido, pues en ese tiempo el Alfa ya se había ido de su vida y él tuvo que lidear solo con un luto que no se iba, dos cachorros y un hermano que cuidar y alimentar y un hogar que sacar adelante.
Aunado a todo eso, soportar un corazón roto.
—Estaba falto de cariño —confió luego de un lapso de tiempo en silencio—. ¿Sabes hasta donde puede llegar un Gamma que ha sido abandonado por su compañero?
—Lo único que se es que cuando se enamoran lo entregan todo, y al hacer eso pierden su valentía —dijo con seriedad.
—Mm... Sí, eso es cierto —afirmó—. Pero, ¿en verdad no sabes que pasa después si son solo desechados?
El Alfa acarició sus manos envueltas alrededor de su cintura y exhaló, queriendo controlar sus celos o no llegarían a nada.
—No. Explicame —le pidió.
Yibo asintió.
—Hay dos únicas opciones. Cuando nos enamoramos no somos ni remotamente parecidos a los Omegas, ellos pueden salir de la depresión y seguir su vida con otro, son raros los casos donde se quitan la vida —tomó aire—. Los Gammas solo nos enamoramos una vez, si nuestro compañero muere le guardamos fidelidad para siempre, no nos vamos con alguien más, nos es prácticamente imposible. Así que la vida se vuelve muy corta.
—¿Que sucede con lo otro?
—Si no nos corresponden, nos usan en un tiempo determinado y luego nos desechan el resultado es el mismo —tomó valor y se limpió secretamente una lágrima que se deslizó en su mejilla con el abrigo del Alfa—: el suicidio o la promiscuidad. No hay otra salida.
Las pupilas de Xiao Zhan temblaron y se volvió hacia él con la mandíbula fuertemente apretada, los ojos inyectados en una mezcla de arrepentimiento y terror.
Su aroma se descontroló, revelando sus más profundos miedos.
—Eso significa que tú... —se mordió la lengua, incapaz de pronunciarlo siquiera.
Yibo echó ambas manos sobre sus hombros, se puso de puntillas y lo besó apasionadamente, siendo correspondido al instante por un energético y apasionado Alfa que lo tomó de las caderas y lo empotró fieramente en una de las paredes de la cocina. El balbuceo de los mellizos en la sala y el chasquido de sus besos razgaba el silencio.
—Tú has sido el único hombre en mi vida, Zhan.—confesó una vez el demandante beso se rompió.
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Hola queridos lectores, como lo prometí, aquí está el capítulo. Las cosas se ponen interesantes, ¿no? 😁 En el siguiente capítulo habrá una gran revelación, un lemon suculento y más cosillas, jeje. El drama ya está a la vuelta de la esquina 😈
Besos.
Y recuerden «No a la lectura fantasma».
🌙Yessie.
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