𝟎𝟐. ¡𝖡𝗂𝖾𝗇𝗏𝖾𝗇𝗂𝖽𝗈𝗌 𝖺 𝖲𝖾𝖺𝖻𝗋𝗈𝗈𝗄!
❛❛EP 2: ¡BIENVENIDOS A SEABROOK!❜❜
𝗡𝗔𝗥𝗥𝗔𝗗𝗢𝗥 𝗢𝗠𝗡𝗜𝗦𝗖𝗜𝗘𝗡𝗧𝗘
El sol de medio día se extendía en el cielo azul, mientras Wanda se abanicaba con las manos por el calor.
—¡Ha vuelto! ¡Lobos! —gritó Willa, llamando a todos para que se acercaran.
Wyatt se quitó el disfraz que llevaba puesto y se aproximó a su hermana. Sin perder tiempo, Willa preguntó:
—¿Qué averiguaste?
—Te vieron aullando —respondió Wyatt de inmediato, con preocupación en la voz.
—¿Y? —inquirió Willa, desinteresada.
—Nos expusiste —aseguró Wyatt, mostrando un dibujo que llevaba consigo.
Wanda reconoció enseguida la letra de Zoey.
Willa soltó una carcajada mientras tomaba el dibujo de las manos de su hermano.
—Nosotros no somos así, Wyatt. Nuestro cabello es muchísimo mejor.
—Willa tiene razón. Deja de preocuparte tanto —comentó Wanda, levantándose y acercándose a sus hermanos.
—Sí, solo estaba diciendo... —Wyatt trató de continuar, pero Willa lo interrumpió con un aullido.
—Es como decir "ciao", "aloha" o "te cortaré la garganta". ¿Qué importa lo que piensen? Este lugar es horrible.
—Debemos encontrar a la gran alfa —dijo Wyatt con firmeza, ignorando el sarcasmo de su hermana.
—Si es que en verdad existe una gran alfa —corrigió Wanda, escéptica.
—Willa, Wanda, la vimos en el bosque. Tenía cabello blanco —afirmó Wyatt con seguridad.
—Es probable que haya sido la luz —contradijo Willa, restándole importancia.
—Es real. Nos guiará a la piedra lunar, y sabes que no tenemos mucho tiempo. Muchos de la manada están enfermando, nuestros collares casi no tienen energía. Necesitamos la piedra lunar.
—Y al encontrarla, cargaremos nuestros collares y seguiremos siendo lobos fuertes por otros 100 años —añadió Wynter, emocionada.
Wanda rodó los ojos, impaciente.
—Está bien, aunque esa chica sea la gran alfa, ¿cómo vamos a encontrarla? —preguntó Willa, aún renuente a la idea.
—Encontré esto en el bosque. Es de ella —dijo Wyatt, mostrando un pedazo de tela que Wanda no logró identificar.
—La rastrearemos con nuestro agudo olfato —comentó Wynter con entusiasmo.
Wanda volvió a rodar los ojos, visiblemente irritada.
—Pues aquí dice "Secundaria Seabrook". Supongo que deberíamos buscarla allí —propuso Wanda antes de retirarse hacia la cueva.
Esa noche, los lobos se dirigieron hacia la secundaria Seabrook.
—Nos esconderemos, encontraremos la piedra lunar y nos iremos de este horrible lugar —instruyó Willa al entrar en la escuela.
—Yo no diría que es tan horrible. Tienen algo llamado froyo —comentó Wyatt, recordando la delicia helada que había probado.
Willa le lanzó una mirada fulminante, haciendo que él se encogiera de hombros.
—Sip, este lugar es lo peor —murmuró Wyatt para calmar a sus hermanas, antes de meterse en los conductos junto al resto de la manada.
—¿A dónde has estado yendo estos días? —le preguntó Wyatt a Wanda, curioso, cuando todos se acomodaron para descansar unas horas.
—No es importante —respondió Wanda de mala gana, sin querer hablar del tema.
Al día siguiente, cuando estuvieron seguros de que no había nadie cerca, salieron de su escondite.
—Recuerden: somos feroces, somos salvajes.
—¡Hombres lobo! —exclamó Wynter con entusiasmo.
—Así es, Wynter —concordó Wanda, por primera vez apoyando su actitud.
—Nada nos asusta.
—Excepto la plata —recordó Wyatt, haciendo una mueca.
—Sí, la plata.
—Y las garrapatas —añadió Wanda, frunciendo el ceño al pensarlo.
—Y la rabia.
—Si vamos en silencio, podremos entrar y salir antes de que nos detecten.
En medio de su exploración, un lobo tomó un trofeo de plata, y cuando este lo quemó, se lo pasó rápidamente a Wanda. Ella, sorprendida, lo lanzó a otra persona hasta que Wyatt logró atraparlo por la parte que no era de plata.
—Buena atrapada. Ahora, vámonos —ordenó Willa, llevándose a la manada tras de sí.
—¿Hombres lobo? —escuchó Wanda que una chica murmuraba al verlos.
La manada hizo su entrada mientras los estudiantes corrían y gritaban.
Y entonces, Wanda lo vio. Sus ojos se encontraron con los de Zed. Todo a su alrededor se detuvo mientras una descarga de emociones invadía sus mentes.
Era como si sus almas se llamaran, ignorando las barreras que los separaban. Por un instante, ambos desearon olvidar quiénes eran, sus nombres y todo lo que los obligaba a permanecer separados.
La manada se dirigió hacia Addison al reconocerla. Varias personas, siguiendo las órdenes de Zed, formaron una barrera para protegerla.
—¿La piedra lunar? ¿Cabello blanco? —preguntó Willa con exigencia.
—Se equivocaron de persona —respondió Addison con nerviosismo.
—Nuestras filosas garras los destriparán y su sangre nos salpicará —amenazó Wynter, aunque todos retrocedieron con miedo al escucharla.
—¿Me pasé? —preguntó en voz baja.
—¡Lobos, listos a mi orden! —exclamó Willa, y todos comenzaron a transformarse.
—Willa, si le declaramos la guerra a la ciudad, nunca encontraremos la piedra lunar. Estarán alertas —murmuró Wyatt, deteniéndola.
—¡Lobos, tranquilos! —ordenó Willa, haciendo que todos volvieran a su forma humana.
Willa miró a Wanda, quien avanzó nerviosa para hablar en nombre de la manada.
—Lo sentimos. Los hombres lobo admiramos su ciudad y estamos aquí para inscribirnos en su escuela —dijo Wanda con esfuerzo, evitando mirar a Zed.
Zed sintió su corazón romperse al escucharla. Aún en shock, se dio cuenta de que ella estaba siguiendo órdenes, pero eso no hacía menos doloroso verla con la manada.
—¡Bienvenidos a Seabrook! —dijo Addison, rompiendo la tensión con una amplia sonrisa mientras salía de la barrera que la protegía.
—¿Inscribirnos en su escuela? —murmuró Wynter en voz baja, mirando a Willa con incredulidad—. ¿De verdad vamos a hacer eso?
—Por ahora, sí. Si queremos encontrar la piedra lunar, necesitamos pasar desapercibidos —respondió Willa, tajante, sin apartar la mirada de Addison, quien los observaba con nerviosa curiosidad.
Zed dio un paso adelante, dejando atrás a su grupo. Su mirada se encontró con la de Wanda, y por un instante, el mundo pareció detenerse. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Addison rompió el momento.
—Estamos encantados de que quieran unirse a nuestra escuela —dijo Addison con una sonrisa forzada, claramente tratando de calmar los ánimos—. Estoy segura de que encontraremos un lugar para ustedes aquí.
La multitud comenzó a dispersarse poco a poco, aunque los murmullos y las miradas de desconfianza persistieron.
—Bien. Entonces, comenzaremos mañana —declaró Willa con un tono autoritario.
—¿Mañana? —preguntó Addison, confundida.
—Sí. Necesitamos adaptarnos rápido. —Willa lanzó una mirada firme a Wanda y Wyatt, indicándoles que era hora de irse—. Vamos, lobos.
La manada comenzó a retirarse, pero Zed no pudo quedarse quieto. Sin pensarlo, corrió tras Wanda, alcanzándola antes de que pudiera desaparecer por las puertas principales, mientras Addison trataba de no mirarlos.
—Wanda, espera.
Ella se detuvo, sus hombros tensándose visiblemente. Willa y los demás continuaron sin mirar atrás, dejándolos solos en el pasillo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Zed en voz baja, su tono cargado de incredulidad y preocupación.
—No vine por ti, Zed —respondió Wanda sin mirarlo directamente—. Estamos buscando algo importante para nuestra manada.
Zed frunció el ceño, herido por la frialdad de sus palabras.
—¿Y qué es tan importante que tenías que venir hasta aquí, exponiéndote de esta manera?
Wanda finalmente lo miró, y en sus ojos se reflejaba una lucha interna que no podía ocultar.
—Algo que puede salvarnos.
—¿Salvarlos de qué?
Wanda vaciló un momento antes de negar con la cabeza.
—No puedo decirte más. Esto no tiene nada que ver contigo, Zed.
—¿Nada que ver conmigo? —repitió Zed, dando un paso más cerca—. Wanda, no puedes aparecer de repente y esperar que actúe como si no significaras nada para mí.
Ella bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de sus ojos.
—Zed, no podemos hacer esto. Tú tienes tu vida aquí, tu gente. Yo tengo la mía.
—¿Y eso es todo? ¿Así de fácil? —Zed sacudió la cabeza, frustrado—. Wanda, sé que sientes algo. Lo sentí cuando te vi.
Wanda apretó los labios, luchando contra las emociones que amenazaban con desbordarse.
—No es fácil. Nunca lo ha sido.
Antes de que Zed pudiera responder, Willa apareció en la puerta, llamándola con impaciencia.
—Wanda, vámonos.
Wanda le lanzó una última mirada a Zed, una mezcla de tristeza y determinación, antes de girarse y marcharse con su manada.
Zed se quedó solo en el pasillo, su corazón dividido entre lo que sentía por Wanda y las responsabilidades hacia su gente. Sabía que esto era solo el principio, que la presencia de los hombres lobo en Seabrook traería más problemas de los que cualquiera de ellos podía prever.
Y en el fondo, algo le decía que su conexión con Wanda estaba lejos de terminar.
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