Banana Milk |02
Advertencia
En este capítulo se tratarán asuntos sensibles relacionados con la salud mental y otras experiencias personales difíciles. Abordaré estos temas con respeto. Si crees que estos pueden afectarte, te recomiendo leer con precaución o, si lo prefieres, omitir este capítulo. Gracias por tu comprensión.
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Narra Minji
Febrero 25 del 2022
Londres, Inglaterra 🏴
El sonido de la alarma resonó en toda la habitación oscura. Me senté y la apagué como pude, suspirando mientras intentaba mantenerme despierta. Levantarme temprano era habitual para mí; disfrutaba de limpiar y organizar todo por mi cuenta cuando tenía la oportunidad, ya que me hacía sentir útil.
En los últimos días, solo pensaba en la invitación de AlphaTauri. Ya había tomado mi decisión, pero que aquel piloto japonés me siguiera en Instagram a altas horas de la noche resultó extraño.
Me pregunto qué lo habrá provocado.
Mi agenda estaba ligeramente llena, aunque no tanto como en otras ocasiones, pues había tratado de ajustarla para recibir adecuadamente a la visita que llegaría en unas horas.
Mis pies tocaron la fría alfombra, me estiré y caminé hacia el baño para asearme y empezar con mis actividades. Ya completamente arreglada y con ropa cómoda, pensé en mi día: limpiaría y luego iría a la empresa a ensayar. Quizás, si era conveniente, haría una parada en una tienda para comprar leche de banana, ya que hacía meses que se había acabado y necesitaba reponerla para esa ocasión.
Preparé un desayuno rápido y me puse manos a la obra. Miré el reloj de la cocina, que marcaba las seis y media; aún era temprano. El ensayo comenzaba a las ocho, así que tenía tiempo suficiente. Animada, puse música antes de comenzar a lavar los platos.
—Ready for those flashing lights —moví mis pies al ritmo de la canción— Cause you know that, baby, I, I'm your biggest fan...—el jabón y los restos de comida me repugnaron, así que desvié la mirada y limpié esa área como pude. — I'll follow you until you love me—hice una mueca.
Tras terminar, busqué la aspiradora y recogí algunos objetos del suelo. Aspiré la alfombra y, aunque hizo algo de ruido, agradecí vivir sola y no en un edificio, donde los vecinos probablemente se habrían quejado. Luego limpié los sofás. Fue realmente gratificante ver cómo todo iba tomando forma, lo que me hizo dar unas pequeñas vueltas al ritmo de la música.
—You know I talk too much —salté levemente dejándome llevar— Honey, come put your lips on mine, and shut me up. —canté mientras acomodaba los cojines peludos de un tono rosa palo.
Y sí, tenía una gran variedad de cosas en ese color. Era mi favorito.
Rosie a veces comentaba que tenía una obsesión con los tonos pasteles, y probablemente tenía razón. Mi ropa variaba: o era muy suave y delicada en todos los sentidos, desde el color hasta el estilo, o era bastante discreta y oscura. Mi elección de atuendo dependía de mi estado de ánimo cuando salía. Algunas personas me habían recomendado no hacerlo tan notorio, especialmente después de mencionarlo en entrevistas, ya que podría traerme problemas en el futuro. A menudo ignoraba los consejos de mi estilista para eventos especiales, ganándome un regaño de mis superiores.
Esto me recordaba a cuando tenía 17 años.
A esa edad debuté, marcando el inicio de una de las etapas más dolorosas y desafiantes de mi vida. Aunque había logrado avanzar y cumplir mi sueño, el proceso no fue fácil y lo vivido fue difícil de olvidar. Aunque los recuerdos y sueños ya no eran tan fuertes, aún persistían.
"Fue tu culpa."
"Debiste ocupar su lugar."
Esas frases me acosaban por las noches, y aún no sabía cómo evitarlo, aunque esperaba que con el tiempo desaparecieran.
La canción cambió y una sonrisa se dibujó en mi rostro, haciendo que esas palabras se esfumaran un poco.
—Don't wanna be fool, wanna be cool, wanna be loved... —continué cantando suavemente mientras quitaba el polvo de algunas fotos en la pared. Tenía muchas; era como mi pared especial donde colocaba a las personas y lugares de gran valor para mí, incluyendo muchas fotos con Rosie de nuestro primer encuentro. Nuestros padres tenían negocios en común, lo que nos permitió formar una bella conexión que perduraba y se fortalecía con el tiempo.
En esa ocasión, el padre de Rosie había viajado hasta Seúl para una reunión importante. Me encontraba en la empresa, sumergida en mi rutina diaria de entrenamientos, cuando me avisaron que alguien había ido a visitarme. Al ver a mi papá y a otras dos personas con él, mi corazón dio un salto. Saludé a un hombre de un atuendo elegante y a una chica de quince años que me observó con curiosidad. Era Rosie, quien en aquel entonces, no era tan extrovertida. Nos saludamos; ella lo hizo de manera tímida, sus palabras casi como un susurro. Algo en su mirada me atrajo de inmediato, y no dudé en decirle lo amigables y lindos que me parecieron sus ojos, lo cual la hizo sonrojar mientras me agradecía.
Durante ese encuentro, y en los días siguientes, desarrollamos una conexión especial que hasta el día de hoy sigue intacta y cada vez más fuerte. A pesar de la diferencia horaria, nos mantuvimos en contacto. Nuestra amistad se facilitó aún más cuando me mudé a Londres gracias a que firmé mi contrato como solista cuya label se encontraba en esta ciudad, así permitiéndonos reunirnos con frecuencia y disfrutar de la compañía mutua. Ella se convirtió en una parte esencial de mi vida.
En esa pared también colgaban fotos de mi predebut, y me gustaba tenerlas ahí como recordatorio diario de que no debía rendirme y debía cumplir el sueño de la pequeña MinJi que soñaba con cantar frente a miles.
A veces perdía el rumbo y pensaba en retirarme y dejar atrás el mundo de la música, que ya no se sentía como mi refugio, sino como una tortura.
El inicio de todo fue la disolución de mi grupo, lo cual tuvo graves consecuencias no solo para mi carrera y su popularidad, sino también para mi estabilidad emocional. La presión y la culpa me abrumaban, causando desorientación en todos los aspectos de mi vida.
La ira de las personas se manifestaba en un torrente de comentarios crueles sobre mi cuerpo, que se clavaban en mi autoestima y la destrozaban poco a poco. Cada palabra despectiva, cada mirada de desaprobación, se arraigaba en mi mente, creando una tormenta de inseguridad y ansiedad sobre mi apariencia. Con el tiempo, esos comentarios venenosos se convirtieron en un eco constante, alimentando una lucha interna que finalmente se manifestó en mi relación con la comida.
Los episodios de bulimia se convirtieron en mi manera desesperada de lidiar con la presión abrumadora de cumplir con los estándares imposibles de belleza impuestos por otros. Cada vez que me enfrentaba al espejo, la angustia me dominaba, reforzando la creencia de que nunca sería lo suficientemente buena. El ciclo destructivo de comer en exceso seguido de purgas secretas se convirtió en una prisión silenciosa en la que me sentía atrapada y sola.
Intenté ocultar mi dolor detrás de una fachada de normalidad, pero el tormento interno y la constante lucha con mi imagen corporal me consumían. Cada comentario aparentemente inofensivo sobre mi apariencia era como un golpe directo a mi autoestima ya frágil, alimentando aún más mi ciclo destructivo. Al principio, nadie lo sabía. Era mi secreto. Había llegado a desechar cada cosa que comía. Luego, Rosie se dio cuenta de mi estado y me brindó su apoyo, asegurándome que no tenía que enfrentarlo sola, prometiendo que superaríamos juntas esa situación.
Un año y unos meses habían pasado desde entonces, y aunque no me encontraba como esperaba, cada día representaba una oportunidad más para encontrar el equilibrio.
Al comienzo de todo el caos, creí que esas opiniones no me afectarían tanto, ya que desde niña había sido muy segura, pero tantos sucesos, como la separación y el enfrentamiento, erosionaron esa confianza en mí misma.
Después de todo, nadie es tan fuerte.
Y ni hablar de cómo me volví esclava del baile. Pasaba hasta altas horas de la noche perfeccionando cada movimiento, sin descanso. No quería que nada saliera mal ni se repitiera. Las constantes comparaciones que me hacían con otras idols y sus técnicas me llevaban a menospreciarme, no paraba hasta que estuviera completamente satisfecha y las superara, esperando que así sus comentarios comenzaran a ser positivos. Pero no fue así.
En medio de tanto caos, mi padre intervino.
Recuerdo vívidamente cómo se asustó al verme, temiendo perderme. La imagen de una MinJi exhausta en medio de un salón de ensayo con los pies a punto de sangrar lo impactó, pero intentó mostrarse fuerte y tranquilo, tratando de transmitirme lo mismo. Realmente agradecía el apoyo y amor que mi padre me brindaba.
Por otro lado, las noches se volvían tortuosas, marcadas por pesadillas que no me dejaban descansar; siempre soñaba con lo mismo, reviviendo la noticia que hizo replantear mi existencia, el escalofrío que recorría todo mi cuerpo, el dolor punzante en el estómago y la vista nublada se repetían sin falta. El sueño se volvía impredecible; o descansaba profundamente o no lograba dormir en absoluto. Me despertaba sudando y con el corazón acelerado.
El constante latido en el pecho y la pregunta "¿Fue mi culpa su muerte?" seguía golpeándome fuertemente en la cabeza todos los días, pero trataba de ignorarla. JungKook y Rosie me aseguraban que lo sucedido no fue mi culpa, que yo no había sido la razón por la que ella lo hizo y que debía estar tranquila. Pero no me sentía así; si yo no hubiese firmado aquel contrato y accedido a la separación, tal vez ella seguiría viva.
Tal vez ninguna de ellas me odiaría y nuestra pequeña familia estaría completa aún.
Suspiré fuertemente al observar nuestra foto en medio de un escenario; todas nos veíamos felices, aunque tras bambalinas el ambiente era otro. Infinidad de veces nos obligamos a actuar como si todo estuviera bien. Durante las giras, la euforia y la energía del público nos envolvían, permitiéndonos divertirnos de alguna manera, pero al terminar el espectáculo, cada una se retiraba a su respectivo camerino, sumiéndose en la incertidumbre y la soledad.
Di unos cuantos pasos más por el pasillo y mis ojos siguieron recorriendo todos los portarretratos, deslizándose por cada dulce recuerdo, hasta que se detuvieron en uno que me hizo sonreír y aceleró un poco más mi corazón. Con cuidado, tomé la foto y la limpié con delicadeza, recordando aquel momento en que había sido tomada.
Era una imagen de Jungkook y yo, capturada en un instante de afecto espontáneo. Él tenía su brazo alrededor de mis hombros, atrayéndome hacia él con un gesto protector y cariñoso, mientras sus finos labios dejaban un suave beso en mi mejilla. Yo, con los ojos cerrados, me dejaba llevar por la calidez del momento, abrazándolo por la cintura en un gesto recíproco de cercanía.
Aquella foto había sido tomada en una de nuestras muchas reuniones después de aquel MAMA 2017 donde nos conocimos. Cada encuentro posterior había fortalecido nuestra amistad, llenándola de momentos como este, donde la sencillez de un gesto podía capturar la profundidad de nuestro vínculo. Un vínculo que sentía que desde hace tiempo había estado cambiando, y no para mal. Cada vez que lo veía, algo en mí impulsaba a querer más de él. Las caricias y ciertas miradas cargadas de nuevas intenciones se volvieron más fuertes y comunes entre nosotros, quizás indicando que aquel sentimiento de amistad había evolucionado hacia algo más profundo, quizás hacia el amor.
Aún no lo habíamos hablado, pero cada uno en su mente lo sabía y lo demostrábamos, sobre todo él. Jungkook siempre había sido una persona demostrativa y detallista, pero ahora lo era aún más. Estar con él se sentía cómodo y fácil; no necesitaba poner barreras ni fingir ser o sentir algo que no era. Él conocía casi todo de mí.
Coloqué la foto en su lugar y seguí limpiando hasta el reloj marcó las siete y veinte, dejándome así los minutos justos y necesarios para atravesar toda la ciudad, que normalmente a esa hora era difícil de transitar.
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Canary Wharf, también conocido como el Manhattan de Londres, siempre estaba animado. Hombres y mujeres vestidos con atuendos formales caminaban serenamente, mientras otros, más apresurados, corrían con un café en la mano. El frío y el cielo gris de la ciudad lo envolvían todo, pero para mí, ese clima era perfecto, acogedor y embriagante.
Luego de cada ensayo, me gustaba observar la ciudad a través de los grandes ventanales. Me complacía intentar comprender lo inmenso que era el mundo y todas las vidas que se entrecruzaban en él.
—¿MinJi?
Me giré y noté que Grace estaba a unos cuantos pasos de mí con su iPad en la mano. Ella formaba parte del equipo de relaciones públicas, lo cual significaba que, antes de confirmar mi asistencia a algún evento, quería verificar por millonésima vez si estaba de acuerdo. Agradecía esto, ya que en esta empresa realmente valoraban mi opinión, a diferencia de otras compañías en Corea, donde simplemente hacían lo que más les convenía sin tener en cuenta el parecer de sus cantantes. Que ellos sí lo tuvieran en cuenta me proporcionaba una gran tranquilidad; esperaba que esto continuara así.
—¡Hola! —la saludé—. ¿Está todo en orden?
—Solo vine a confirmar, una vez más, sobre el Gran Premio de Fórmula Uno. ¿Estás segura de que deseas ir? Sabes que no es algo que necesitemos para obtener algún beneficio, así que, si dices que no, está bien —dijo ella con cierta suavidad en sus palabras.
Grace era alguien muy dulce, aunque al principio se mostraba algo seria, con el tiempo su actitud cambió. No éramos tan extremadamente cercanas, aunque ella estuviera muy enterada de mi vida; existía un cierto sentimiento de preocupación mutua, pero con límites claros. Su tez pálida, sus ojos cafés y su cabellera rubia le daban un aspecto amigable que cautivaba a muchos.
—Lo dudé mucho al principio, pero creo que sí asistiré.
—¿Qué te hizo dudar tanto? —preguntó, situándose a mi lado para comenzar a observar la ciudad, imitándome.
—Bueno... no sé nada de este deporte y pensé que podría sentirme extraña. Luego, Rosie me mencionó que tal vez iría, así que no estaría sola y eso me tranquilizó. —Contesté y jugué con mis manos, que estaban entrelazadas detrás de mi espalda. — Ahora estoy emocionada por ir; ayer vi algunos videos y es realmente impactante la velocidad a la que van. ¿Tú sabes algo sobre ese mundo?
—Mucho, soy bastante fanática.
—¿De verdad? —exclamé, sorprendida por su confesión.— ¿Qué equipo apoyas?
—Mercedes.
—Wow, qué elegante.
—¿Sabes quiénes son? —preguntó, con un rostro que reflejaba incredulidad y cierta diversión. Yo simplemente rodé los ojos y bufé.
—Podría decirse que sí.
En realidad, no sabía mucho; lo único que tenía grabado en mi mente era el nombre de su director ejecutivo, Toto Wolff. Lo que realmente significaba que no sabía absolutamente nada, solo conocía su nombre por Rosemary; de no ser por ella, mi mente estaría en blanco.
—Bien, entonces les responderé. Están muy atentos a tu asistencia.
Fruncí el ceño. —¿A qué te refieres?
—Pues, debido a que nos tardamos en responder y tras una semana de no contestarles, enviaron un correo todos los días mencionando lo ansiosos que estaban por la idea de que asistieras —mi boca se abrió de sorpresa. — Realmente te quieren allí, MinJi.
Mi mente trataba de procesar lo que acababa de oír; su insistencia me sorprendía bastante. ¿Qué era lo que realmente querían? La idea de que había algo más detrás de todo esto me inquietaba, y con urgencia necesitaba que llegara el día del gran evento para averiguarlo.
Suspiré y decidí sacarme una duda, aprovechando que Grace sabía de automovilismo.
—¿Qué sabes sobre Yuki Tsunoda?
Ella me volteó a ver de manera extraña debido a mi pregunta tan repentina.
—Bueno, sé que es un muy buen piloto, es de AlphaTauri precisamente —hizo una pausa, tratando de pensar, y luego continuó—. Hasta donde sé, no tiene novia...
—¿Qué? No quería saber eso, Grace.
—¿Ah, no?
—No —me reí y me acerqué un poco más al ventanal—. Solo quería indagar más sobre la persona que me siguió a medianoche en Instagram, eso es todo.
—¡¿Él hizo qué?! —su tono de voz subió notablemente, impactada, mientras sus ojos brillaban y yo no lograba entenderla.
—Pudo haber sido un error, ¿Verdad? Quizás el manager de redes sociales que maneja su cuenta me siguió por estrategias de marketing.
—Hasta donde sé, casi todos los pilotos manejan sus cuentas. Tal vez tengan ayuda para su contenido, pero del resto se encargan ellos, lo que significa que fue Yuki el que te siguió, no su community manager.
Aquello me dejó pensando.
Dios, iba a volverme loca tratando de entender la acción de aquel chico.
—Dicen que es algo gruñón, ¿Es cierto?
Caminé y me senté en uno de los sofás, esperando a que Grace hiciera lo mismo, y así lo hizo.
—Desde lo que he visto, solo se muestra gruñón cuando algo durante la carrera lo exaspera y hace que salga esa parte de su personalidad. Pero normalmente, es un tipo muy agradable y tierno.
Su descripción de Yuki me tenía bastante intrigada. ¿Qué tenía él que me atraía de manera tan extraña y me impulsaba a querer saber más?
Si seguía dándole vueltas al asunto, probablemente no encontraría una respuesta hasta estar presente en el Gran Premio. Me estiré libremente, ya cansada por el ensayo que había terminado recientemente. El sudor se había esfumado gracias al aire acondicionado del lugar, pero aún sentía el satisfactorio malestar de haber bailado en el cuerpo. Eran las doce del mediodía y mi estómago me pedía con urgencia que comiera.
—Creo que debo irme ya, JungKook llegará en cualquier momento y debo estar ahí para recibirlo —comenté luego de un largo, pero no incómodo silencio.
Grace, quien estaba mirando su iPad, me observó y respondió con una sonrisa divertida.
—Temo que él ya se te adelantó.
—¿Qué?
Me acomodé abruptamente en el sofá y ella me mostró la pantalla del aparato, revelando un tweet donde informaban de la llegada del idol al país.
Al parecer, alguien había olvidado avisarme cuando él ya estuviera en la ciudad. Revisé la hora y hacía treinta minutos que su llegada se había hecho pública, lo que significaba que probablemente ya estaba en camino o incluso podría haber llegado a mi hogar.
—Si realmente quieres recibirlo, debes irte ahora mismo. No querrás que te espere afuera —alzó sus cejas.
—No me preocupa tanto eso, ya sabes —me acomodé en mi lugar y comencé a colocarme mi gabán—. Él tiene una copia de las llaves, así que puede entrar. Aunque quería estar allí para recibirlo, parece que ya es un poco tarde para eso.
Grace no respondió y simplemente asintió. Como dije, conversábamos hasta cierto punto. Esto no nos incomodaba; simplemente, la amistad, si es que se le podía llamar así, se había desarrollado de esta manera.
La mayoría de los empleados en Nova Entertainment eran muy amigables y sociables, pero siempre mantenían un límite. Suponía que sus contratos especificaban no cruzar la línea de lo estrictamente profesional. En el caso de James, bueno, él era un rebelde.
—Bien, entonces te veo el lunes —se levantó del sofá y se encaminó hacia la salida, pero se detuvo para añadir—: Ya envié el correo confirmando tu asistencia. Lleva ropa fresca. Disfruta tu fin de semana.
Le sonreí en agradecimiento y se fue.
Ahora era oficial, iría a mi primera carrera de Fórmula Uno. ¿Sentía emoción? Sí. Pero algo dentro de mí me decía que aquel evento traería nuevas experiencias a mi vida, aunque no podía imaginar qué serían. En un mes lo averiguaría.
Poco después de que Grace se marchara, hice lo mismo.
Avisé que me iría y que el lunes estaría a primera hora con JungKook para grabar la canción que sería parte del mini álbum. Al subir a la camioneta, le comuniqué al chofer que me llevara a Oseyo, una tienda donde vendían infinidad de productos coreanos y donde era más que seguro que encontraría la leche de banana para mi visitante.
Siempre iba a esa tienda; los empleados ya me reconocían, pues me veían constantemente allí. Siempre que quería comer algo diferente a la comida típica de Londres, Oseyo era mi lugar favorito para esto.
A los pocos segundos de llegar, me bajé de la camioneta y entré sin pensarlo; el guardaespaldas, Roy, que casi siempre me acompaña se quedó afuera, en la puerta del almacén. Agradecí mentalmente que el lugar no estuviera tan lleno. Me encaminé por los fríos pasillos, observando cada tipo de sabor de ramen y tomé algunos, sabiendo que serían necesarios para el fin de semana. Continué recorriendo las estanterías bien iluminadas hasta llegar a la gran sección de bebidas.
Las neveras estaban muy bien equipadas con soju y bebidas saborizadas, pero en ninguna parte lograba ver lo que buscaba. Para matar tiempo, tomé algunas botellas de soju y recorrí el pasillo hasta llegar al final, donde encontré una caja de leche de banana encima de una pequeña nevera. No vi a nadie más en el pasillo, verifiqué que la caja no tuviera dueño y decidí llevármela para pagar.
Todo estaba listo, tenía lo que necesitaba y ya podía irme. Me posicioné tranquilamente en la fila y esperé a que avanzara, mientras observaba cada diminuto y colorido producto junto a las cajas registradoras.
—¿Disculpa? —un dedo tocó mi hombro con cierta brusquedad, y me giré rápidamente para encontrarme con un chico de ojos rasgados y labios bastante rellenos. La expresión de su rostro era seria, y me dio cierto aire de familiaridad, pero no lo reconocí. —Te llevaste mi caja de leche de banana.
Hice una mueca, confundida. —¿Tu caja? Pero cuando la encontré, no había nadie alrededor. Creo que estás equivocado.
Me giré algo ofendida y decidida a terminar la conversación, pero él no lo permitió, tocando de nuevo mi hombro. Con mucha pesadez me volteé.
—No estoy equivocado, la dejé encima de esa nevera mientras iba por algo más. Así que sí, esa caja —la señaló— me pertenece.
Su tono no era fuerte, pero se notaba que no estaba teniendo un buen día y la única manera de soltarlo era siendo para nada caballeroso.
—Bueno, en principio no debiste dejarla sola; cualquiera pudo tomarla, y ese cualquiera fui yo. Además, realmente la necesito. —Lo observé tratando de convencerlo con una bonita sonrisa, pero el chico solo rodó los ojos, bastante exasperado, y murmuró algo en otro idioma conocido y entonces lo supe.
—¿Y tú crees que yo no la necesito? Devuélvela. —Estiró su mano esperando que se la entregara, pero yo me alejé de él, negando su petición. Bufó y soltó las siguientes palabras. —Wow, de verdad que para ser una idol, jamás creí que fueses así. Tu empresa debería enseñarte modales.
¿Pero quién demonios se creía?
—¿Modales? Mira quién habla, qué poco caballero de tu parte simplemente no dejar que me llevara la caja. —Intentó tomar la caja y traté de esquivarlo; él, en un movimiento rápido, cambió de mano y con la otra libre tomó la caja y la atrajo hacia él. Debido a la fuerza, me estrellé en su pecho, nuestros rostros quedaron frente a frente, pero no fue para nada satisfactorio o lindo; ambos teníamos una meta. Quedarnos con la caja. No me quedé con las ganas y me alejé bruscamente, tratando de jalar la caja hacia mí, pero los mutuos jalones solo provocaron que se rompiera y todas las botellas del delicioso líquido se derramaran y regaran por todo el lugar, incluidos nosotros.
—Genial, mira lo que provocaste —dijo Yuki mientras observaba el desastre que ambos habíamos causado.
—Sí, claro. Claramente, yo soy el único problema, idiota —repuse. Las pocas personas a nuestro alrededor nos miraron extrañadas por la infantil discusión que recientemente habíamos tenido. Ambos estábamos cubiertos de leche de banana, yo lo miraba realmente enojada y él me devolvía la mirada con la misma intensidad.
—Al parecer sí eres como dicen, qué decepción —soltó de repente.
—Lo mismo pienso de ti. Creí que tu mal genio era solo para la pista, pero veo que no, eres igual de idiota en la vida diaria.
Roy entró al almacén y se fijó en aquel desastre, evaluando a Yuki de arriba abajo.
—¿Está bien, señorita Park?
—Sí, no te preocupes. Solo debo pagar esto.
Roy tomó mis cosas y pagué mientras sentía la insistente y fuerte mirada de cierto japonés en mi espalda. Traté de ignorarlo, pero no pude evitar girarme una vez más para devolverle la mirada. Él alzó sus cejas y habló.
—¿Qué? ¿Acaso quieres regarme otra bebida encima?
—Qué idiota eres.
Tomé mis bolsas con los productos que había comprado y salí furiosa de la tienda, con Roy siguiéndome para subir a la camioneta y dirigirnos a Mayfair.
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Al entrar a mi casa, resoplé fuertemente y caminé hasta la cocina para dejar las bolsas en la isla. El lugar estaba inusualmente silencioso, algo extraño considerando que JungKook usualmente habría puesto música y estaría cantando por algún rincón.
—¿Koo? —lo llamé, pero no recibí respuesta. Quizás estaba dormido en alguna de las habitaciones.
Tomé un pañuelo y me agaché para limpiar mis zapatos y parte de mi pantalón. Al levantarme, sentí cómo unas manos rodeaban mi cintura. Ahogué un grito y llevé mis manos a las suyas, reconociéndolas de inmediato. Me tranquilicé mientras sus manos se aferraban fuertemente a mí y él dejaba pequeños besos desde mis mejillas hasta una parte de mi cuello, haciéndome estremecer ante el tacto. Me giré para finalmente mirarlo, encontrándome con sus brillantes orbes negras, cabellos rebeldes caídos sobre su suave frente y una sonrisa conquistadora, aunque comedida.
—Hola.
—Hola, Koo —dejé una leve caricia en su mejilla y la apreté.
—¿Me extrañaste?
—Claro que no —fingí desinterés, mirando a otro lado para observar su reacción. — Tu ausencia no se nota.
Él se quedó con los ojos bien abiertos, visiblemente triste por mis palabras.
—¿Ah, sí? —sus manos abandonaron mi cintura y de inmediato me arrepentí; la calidez que emanaba me hacía querer más. — Bien, entonces volveré a Seúl.
—Basta, es suficiente —me crucé de brazos, pero luego volvió a abrazarme y lo recibí con gusto, buscando su rostro para dejar un pequeño y tierno beso en su quijada, gesto que él respondió con otro beso en la punta de mi nariz. Luego, JungKook me miró extrañado, moviendo sus fosas nasales como tratando de captar un olor.
—¿Por qué hueles a leche de banana, Minnie? ¿Acaso estás tratando de conquistarme? Sabes que no necesitas algo así para tenerme.
Escondí mi cara en su pecho con la intención de ocultar el rubor que subió a mis mejillas y de ignorar el tirón que dio mi estómago.
—Un idiota y yo discutimos por la última caja que quedaba, cosa que no terminó bien, como notarás —hablé sin quitar mi cara de su pecho, envuelta por el aroma de su colonia, totalmente encantada con aquello. — Perdona que no logré conseguirla para ti.
—Aprecio que hayas intentado conseguirla, pero está bien; lo bueno es que estás en perfectas condiciones —sus manos tomaron mi cabeza con delicadeza, obligándome a mirarlo—. Además, le agradezco al idiota por regarte esa bebida encima.
—¿Por qué dices eso? —fruncí el ceño.
—Porque así mis dos cosas favoritas están juntas.
Solté una sonora carcajada y él se unió a mí; a veces JungKook decía cosas que me provocaban risa y un cierto grado de ternura. Amaba lo ingenioso que podía ser.
Nos separamos y él me quitó el gabán para luego ayudarme a limpiarlo. Mientras tanto, guardaba lo que había comprado en una de las alacenas. Koo me comentaba sobre un proyecto en el que había estado trabajando; apenas lo estaba iniciando, pero se mostraba muy emocionado al hablar de ello. Sus facciones eran realmente hermosas, sus labios adornados por un piercing me incitaban a querer tocarlo. Unos segundos después de culminar la charla sobre su proyecto, se encontraba riendo por una pequeña anécdota que tuvo con uno de sus amigos; su manera de narrar las cosas me entretenía bastante y me hacía sentir feliz de estar con él.
—¿Tienes hambre? —le pregunté dulcemente luego de que terminara de hablar.
—Bastante. ¿Y tú?
—¿Por qué crees que te pregunté? Tu eres que el que cocina, no yo. —apoyé mi cara en mi mano y apreté los ojos levemente esperando acusarle ternura y parecerle angelical.
—Qué manera tan sutil de pedirme que te prepare algo de comer, mi chica es muy inteligente.
Mi chica.
—¿Tu chica? —alcé una ceja, JungKook muy pocas veces me había llamado de esa manera y cada que lo hacía, lo que me producía no tenía explicación. Lo que teníamos, que no sabía que era, me gustaba, pero aún yo no tenía el valor para hablarlo.
—Así es. Mi chica. —se acercó lentamente y yo no tuve otra opción que quedar atrapada entre la encimera y él. Su suave aliento golpeó mi rostro, alcé la vista ya que era mucho más alto que yo, lo cual era bastante atractivo. — ¿Qué quieres de comer?
En ese momento las palabras me costaron en salir, tragué grueso y simplemente dije:
—Lo mismo de siempre, Koo.
—Perfecto. —su mano subió hasta a una de las alacenas donde anteriormente había guardado las compras y sacó algo de allí para luego retirarse y comenzar a prepararla como si hacía pocos segundos no estuviera a punto de besarme o eso creí que haría.
—Te gusta provocarme, ¿Verdad, Jeon? —inquirí algo nerviosa e indignada.
—No sé de qué me hablas, Minnie. —me volteó a ver y me guiñó un ojo mientras soltaba una risita. Le pegué en su brazo y él ni siquiera se inmutó ante esto, solo se rió aún más.
—Te odio, ¿Sabes?
—Lo sé, yo también te odio.
Aunque el capítulo de nuestras vidas podía estar lleno de incertidumbre y miedo no expresado, una cosa permanecía clara y sin duda: la profundidad de nuestro vínculo. A pesar de las bromas y las provocaciones ligeras, cada gesto de JungKook hablaba más alto que sus palabras. Su presencia durante los tiempos más oscuros de mi lucha contra la bulimia reveló la magnitud de su compasión.
No se limitaba a preparar las comidas; se sentaba conmigo, observándome con una mezcla de esperanza y ansiedad, alentándome en cada pequeño bocado que lograba mantener. Estos momentos, en los que cocinaba mis platos favoritos de la infancia, no eran meros actos de alimentación, sino rituales de amor y cuidado, intentos de revivir la inocencia y la seguridad de mi juventud. A pesar de que su esfuerzo no solucionó el problema subyacente, su constancia transformó mi mundo de maneras que él tal vez nunca comprendió completamente.
Mi corazón, cada vez que lo veía, no solo latía un poco más rápido por él, sino también por la gratitud y el amor que habían crecido entre nosotros, un lazo forjado no solo en la compasión sino en la empatía más profunda que el tiempo o la distancia nunca podrían erosionar.
SKY'S NOTE
¡Holaa!
Volví luego de mil años. Pero al fin aquí está este bonito capítulo.
Potente el Yuki, ¿No?
Aquí les dejo algunas de las fotos que tiene MinJi en su pared, creí que sería bonito que tuvieran una idea de cómo las imagino en mi cabecita.
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