048
Tal vez no pueda dar a mi pequeño bebé todo lo que quiere en la vida, pero lo que sí puedo darle es mi amor incondicional, muchos abrazos y besos, y un hogar feliz.
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1994
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El día amaneció tranquilo en Grimmauld Place número 12, o tan tranquilo como podía ser en una casa llena de adolescentes, adultos con opiniones diferentes, y tres elfos domésticos con personalidades tan diversas como su apariencia. Eva había logrado dormir un poco más después de una noche caótica llena de náuseas, bromas y pociones cuestionables. Regulus, siempre madrugador, estaba en la cocina supervisando a Kreacher, quien insistía en preparar un desayuno "digno de un Black".
Rigel y Harry estaban en el comedor, peleando por la última tostada con mermelada, mientras Luna regaba tranquilamente las plantas en el gran jardín trasero. Sirius, como de costumbre, estaba en el sofá con un café, mirando el caos con una sonrisa maliciosa. Todo parecía seguir su curso normal hasta que el sonido del timbre resonó en la casa.
—¿Quién puede ser a estas horas? —preguntó Regulus, levantando la vista de su té.
—¿Timbre? En esta casa nadie toca el timbre. —Sirius se levantó, claramente intrigado, y se dirigió hacia la puerta.
Cuando abrió, su rostro pasó de la sorpresa al desconcierto en cuestión de segundos. Allí, en la entrada, estaban Narcissa y Draco, impecablemente vestidos, junto a Andrómeda y Tonks, quienes llevaban una cesta de frutas y una botella de vino.
—¿Narcissa? ¿Andrómeda? ¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Sirius, mientras los invitados entraban sin esperar invitación.
—Es una visita sorpresa, querido primo. —Narcissa le dio un beso en la mejilla antes de inspeccionar el estado de la casa con una mirada crítica.
—Pensamos que era un buen momento para visitar a la futura madre y mostrarle nuestro apoyo. —Andrómeda sonrió mientras se quitaba el abrigo.
—¿Y ustedes se conocen el concepto de "sorpresa buena"? —preguntó Sirius con sarcasmo, aunque se apartó para dejarles pasar.
Eva apareció en la sala con Blu siguiéndola de cerca, claramente confundida.
—Narcissa, Andrómeda… Draco, Tonks, ¿qué hacen aquí?
—Tía Eva, no podemos ignorar algo tan importante como un embarazo en la familia. —Draco sonrió. —Además, madre insistió.
—Naturalmente. —Narcissa se acomodó en el sillón más elegante, como si estuviera en su propia casa.
Tonks, en contraste, tropezó con una alfombra antes de sentarse de golpe en el sofá.
—Y no íbamos a dejar que la tía Narcissa se llevara todo el protagonismo, ¿verdad, mamá? —rió Tonks mientras Andrómeda negaba con la cabeza, aunque sonreía.
Regulus entró en la sala con una ceja levantada.
—¿A qué se debe este repentino interés en nuestra humilde morada?
—Hemos venido a asegurarnos de que todo esté bien, primo. —Narcissa le lanzó una mirada que claramente decía "no me contradigas".
—Y para ver cómo sobrevive mi tío favorito a todo esto. —Draco señaló a Eva con una sonrisa divertida.
—Draco, no provoques a tu tío. —Andrómeda le dio un suave codazo, aunque estaba claro que también disfrutaba del caos.
El día transcurrió entre conversaciones. Harry y Rigel se unieron al grupo en la sala, mientras Luna seguía trabajando en el jardín con una calma que contrastaba con la energía dentro de la casa. Los elfos, especialmente Blu y Kreacher, estaban en constante movimiento, intentando atender a todos.
En un momento, Sirius comenzó a contar historias de su juventud, exagerando detalles para hacerlas más emocionantes.
—Y entonces, Regulus intentó volar esa escoba vieja que teníamos en el desván. La cosa ni siquiera despegó, pero él insistió en que estaba perfeccionando su técnica.
Regulus bufó.
—Si vas a contar la historia, al menos dilo bien. Estaba probando un encantamiento, no practicando vuelo.
—¿Y cuál fue el resultado? —preguntó Tonks, claramente disfrutando de la rivalidad fraternal.
—La escoba explotó. —Sirius se echó a reír, y todos lo acompañaron, excepto Regulus, que negó con la cabeza.
Blu apareció con una bandeja de té y galletas, seguida de Winnie, quien llevaba una tetera adicional.
—La joven señora debe descansar más. —dijo Winnie con un tono serio.
—¡Kreacher puede preparar algo mejor que esto! —protestó Kreacher desde la cocina.
—Kreacher, esto es perfecto, gracias. —dijo Eva, tratando de calmar al elfo, aunque apenas podía contener la risa.
Más tarde, Luna regresó del jardín con las manos llenas de flores.
—Para ti, mamá. Creo que las flores siempre ayudan a sentirse mejor.
Eva tomó el ramo con una sonrisa.
—Gracias, Luna. Son hermosas.
—Creo que la paz del jardín está comenzando a llamarme. —dijo Andrómeda, mirando a Tonks. —¿Qué tal si ayudamos a Luna a arreglar las flores mientras dejamos que los demás sigan haciendo ruido aquí?
Tonks asintió y salió con su madre, mientras Narcissa observaba a Draco con una mirada orgullosa.
—Estoy segura de que Draco será un excelente primo mayor para el bebé.
—¡O bebés! —añadió Luna, causando que todos en la sala se quedaran pensativos por un momento antes de reír.
El sol de la tarde brillaba cálidamente sobre el patio trasero de Grimmauld Place. Los niños corrían tras Patitas, el perro de la familia, mientras Sirius observaba desde una silla, animándolos a ser más competitivos. Luna, como de costumbre, prefirió mantener la calma y lanzó una pelota de manera gentil, provocando que Patitas se acercara a lamerle la mano en agradecimiento.
Sin embargo, el que más disfrutaba de la compañía del perro era Draco, quien, aunque intentaba mantener su aire aristocrático, no podía evitar agacharse para acariciar a Patitas cada vez que tenía oportunidad.
—¡Atrápalo, Patitas! —exclamó Draco, lanzando un palo al aire y riendo como un niño pequeño cuando el perro saltó para atraparlo.
—¿No eras tú el que decía que no soportaba los pelos de perro? —bromeó Harry mientras Rigel se unía al comentario con una sonrisa burlona.
—Es diferente cuando el perro tiene estilo. —Draco se encogió de hombros, acariciando las orejas de Patitas.
Mientras tanto, dentro de la casa, Eva estaba sentada en el comedor con Andrómeda, quien habia vuelto a entrar y Narcissa, cada una sosteniendo una taza de té que Blu había preparado. La conversación, que había comenzado de manera casual, pronto se volvió más seria cuando Narcissa fijó su mirada en Eva.
—Eva, sé que estás emocionada por el bebé, pero también sé que puedes sentirte abrumada. Ser madre no es fácil, y mucho menos cuando tienes una familia tan… colorida como la nuestra.
—Eso es un cumplido viniendo de ti, Narcissa. —Eva sonrió, aunque sus ojos mostraban un atisbo de preocupación.
Andrómeda asintió, dejando su taza sobre la mesa.
—Es cierto. La maternidad no viene con un manual, pero algo que aprendí es que no necesitas ser perfecta. Lo único que un hijo necesita es amor y presencia, y eso tú lo tienes de sobra.
Eva suspiró, tocándose el vientre de manera instintiva.
—A veces me pregunto si estoy lista para esto. Es decir, ya tenemos a Rigel, Luna y Harry, y aunque los amo como si fueran mis propios hijos, esto… esto es diferente.
Narcissa tomó la mano de Eva, un gesto inusual pero lleno de significado.
—Es normal sentir miedo. Yo también lo sentí con Draco. Pero si algo he aprendido es que, como madre, siempre encontrarás la manera de superar cualquier obstáculo.
Andrómeda añadió con una sonrisa cálida:
—Y no estás sola. Tienes a Regulus, a Sirius, e incluso a los elfos. Créeme, Kreacher probablemente tiene más consejos de crianza que todos nosotros juntos.
Eva rió suavemente ante el comentario.
—Gracias, ambas. Realmente significa mucho para mí escuchar esto.
—Solo recuerda una cosa. —dijo Narcissa con un tono serio pero amable. —Confía en tu instinto. Nadie conoce a tu hijo mejor que tú, incluso antes de que nazca.
Eva asintió.
Mientras tanto, en el patio, el caos continuaba. Patitas corría de un lado a otro, perseguido por Rigel y Harry, mientras Draco reía como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo. Luna, que prefería observar en lugar de participar activamente, se acercó a Sirius con una flor en la mano.
—Creo que a Patitas le gusta más el palo que la pelota.
Sirius miró a la niña con una sonrisa.
—Es un perro sencillo. Los palos son su lenguaje universal.
—¿Y los ladridos no lo son? —preguntó Rigel con sarcasmo mientras trataba de esquivar a Patitas, que ahora llevaba el palo en la boca y corría directamente hacia él.
Draco, que había logrado cansar al perro, se dejó caer en el césped, jadeando como si hubiera corrido una maratón.
—Este perro tiene más energía que un niño pequeño.
Harry se sentó junto a él, todavía riendo.
—¿Sabes qué es lo gracioso? Pareces más emocionado que el perro.
—¿Y eso qué tiene de malo? —respondió Draco, acariciando a Patitas, quien se tumbó a su lado.
Desde la puerta trasera, Regulus los observaba con los brazos cruzados.
—No sé cómo sobrevivirán cuando llegue el bebé. Este perro ya los tiene agotados.
Sirius, aprovechando la oportunidad, se acercó con una sonrisa burlona.
—¿Quién dice que sobrevivirán? Es probable que el bebé tome el control de la casa y los deje a todos a su merced.
Cuando las tres mujeres salieron al patio, se encontraron con la escena de los niños, Sirius y Draco completamente agotados en el césped mientras Patitas trotaba orgulloso con el palo en la boca. Draco fue el primero en notar a Eva y se levantó, sacudiéndose la ropa.
Se acercó a ella con una expresión seria, aunque sus ojos brillaban de emoción.
—Serás una madre increíble, tía Eva. —La abrazó con sinceridad, sorprendiendo a todos, especialmente a Eva y Regulus.
Eva parpadeó, tratando de procesar sus palabras.
—Draco, eso es… gracias.
Regulus, sin embargo, resopló, cruzándose de brazos.
—¿Y yo? ¿No voy a ser un gran padre?
Draco se encogió de hombros con una sonrisa burlona.
—Estarás bien, tío Regulus.
El comentario hizo que Eva, Narcissa, Andrómeda y Tonks estallaran en risas, mientras Regulus fulminaba a Draco con la mirada.
—¿Qué les dije? —Sirius añadió con una sonrisa triunfante. —El bebé será el que tome el control.
Blu apareció con un vaso de jugo para Eva, mientras Kreacher y Winnie discutían sobre cómo organizar la cena. Eva se llevó una mano al vientre, sintiéndose más segura que nunca. Con una familia así, sabía que todo estaría bien.
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