047
La maternidad es el principio de todas las historias. Estás al inicio de algo maravilloso: la maternidad comienza en el corazón, no en el vientre.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
1994
1/2
Grimmauld Place había enfrentado muchas cosas a lo largo de los años: torturas, secretos y Sirius en estado de ebriedad. Pero lo que estaba sucediendo ahora era, sin lugar a dudas, una de las pruebas más desafiantes. Eva, embarazada de dos meses y medio, estaba lidiando con malestares que parecían diseñados para volver loca a cualquier persona.
El caos en Grimmauld Place número 12 había alcanzado niveles altos, pero Eva no estaba segura de si eso se debía a los malestares del embarazo, a los elfos domésticos compitiendo entre ellos, o a Sirius intentando hacer bromas mientras Regulus intentaba controlar la situación. Todo lo que sabía era que quería paz, un poco de sueño, y, si fuera posible, que su estómago dejara de provocarle náuseas.
Eva estaba sentada en un enorme sillón en la sala, con Blu de pie a su lado como su guardiana. La pequeña elfina no dejaba que nadie se acercara demasiado a Eva sin antes inspeccionarlos visualmente.
—Esto no tiene sentido —se quejó desde el sofá de la sala, arrojando una almohada al suelo. Su tono era una mezcla de indignación y dramatismo puro—. ¿Por qué tengo tanto sueño y al mismo tiempo estoy tan cansada para dormir?
—Ama Eva, ¿le traigo más almohadas? —preguntó Blu con seriedad y adoración. —¿Quizá un té de menta? ¿O un pañuelo frío? Kreacher insiste en que el pañuelo frío ayuda, pero yo creo que él solo quiere mojarlo con agua helada para asustarla.
—¡Kreacher no hace cosas para asustar! —protestó Kreacher desde la cocina, donde su voz grave y áspera resonó como un eco. —¡Kreacher sabe exactamente lo que la joven señora necesita! ¡El elfo ha servido a los Black durante generaciones!
—Si tus remedios funcionan tan bien, Kreacher, ¿por qué Eva sigue queriendo lanzarte por la ventana cada vez que traes esa sopa horrorosa? —interrumpió Sirius, entrando a la sala con una bandeja llena de galletas que claramente había robado de la cocina.
Eva puso los ojos en blanco mientras Blu se apresuraba a colocar una manta sobre sus piernas.
—Sirius, si no vas a ser útil, al menos no robes la comida. Estoy embarazada, no puedo pelear contigo por las galletas.
—¿Quién dijo que no puedo ser útil? —replicó Sirius, haciéndose el ofendido. —Regulus está en el laboratorio haciendo pociones, Rigel está arriba fingiendo estudiar, cuando claramente está haciendo sus manualidades para su novia, Luna solo me ignora y Harry… bueno, Harry es Harry. ¡Así que me ofrezco como voluntario para entretenerte!
Eva arqueó una ceja.
—¿Entretenerme?
—Claro. —Sirius se sentó en el suelo frente a ella. —Podría cantarte, contarte chistes, o incluso imitar a Regulus cuando habla con Blu como si fuera alguien del siglo pasado, sobre como cuidar de ti.
Blu, que estaba al lado de Eva, carraspeó discretamente.
—El amo Regulus es muy considerado con Blu. Es Kreacher quien tiene ideas anticuadas.
—¡Kreacher oye todo, Blu! —gritó Kreacher desde la cocina.
— ¿Cómo puede ser que huela las galletas desde aquí y al mismo tiempo me den ganas de vomitar? —preguntó Eva, llevándose una mano al vientre. Rigel, que recién con una manzana en la mano y se sentaba en el sofa a su lado, esbozó una sonrisa burlona.
—Tal vez porque tu nariz ahora tiene habilidades sobrehumanas, mamá. ¿Quién diría que el embarazo convierte a las mujeres en rastreadores de olores? —dijo, ganándose un cojín lanzado directamente a la cabeza.
—Rigel, cállate —respondió Eva, aunque su tono era más cansado que enfadado.
Luna, quien estaba sentada en el suelo dibujando, levantó la vista con sus ojos soñadores.
—Quizás el bebé tiene preferencias alimenticias muy específicas. Podría querer galletas y odiar las pociones al mismo tiempo. Específicamente las de papá.
Harry, que estaba en la mesa de la esquima luchando contra un ensayo de Encantamientos, que McGonagall le habia dejado presentar, intervino con una sonrisa traviesa.
—¿Y si el bebé simplemente odia las galletas de Winnie?
—¡Eso es imposible, joven Potter! —exclamó Winnie, apareciendo de arrepentimiento con una bandeja de galletas y una mirada indignada. Blu, que estaba cerca, soltó un resoplido.
—Las galletas de Winnie son buenas, pero no tanto como las de Blu, claro está.
Eva soltó un largo suspiro y se hundió más en el sofá. Su cuerpo parecía no estar del todo de acuerdo con la idea de compartir espacio con una nueva vida. Su espalda dolía, sus pies estaban hinchados, y la mera idea de comer algo más complicado que un pan tostado le revolvía el estómago. Para colmo, Sirius había despertado esa mañana con su mejor humor para soltar bromas que no estaban ayudando en absoluto.
—¿Ya empezaste a antojarte cosas raras, Eva? —preguntó Sirius mientras entraba a la sala con su típica sonrisa burlona. —Regulus me dijo que soñaste con comer helado de pepinillos. Eso sí que es digno de los Black.
Eva lo miró con los ojos entrecerrados.
—No, Sirius, pero ahora tengo un antojo de silencio. ¿Podrías traerme eso?
Rigel se rió a carcajadas, y hasta Harry dejó su ensayo para sonreír. Sirius levantó las manos en señal de rendición.
—Está bien, está bien, pero no digas que no te lo advertí. Si el bebé hereda mi increíble sentido del humor, todos ustedes estarán en problemas.
—Si el bebé hereda algo tuyo, Sirius, será porque algo muy malo debo estar pagando. —murmuró Eva.
Luna levantó la vista de su dibujo, que parecía ser una extraña criatura con alas de mariposa.
—Quizás el bebé siente tus emociones y está tratando de comunicarse. Tal vez quiere que estés más tranquilo.
Sirio bufó.
—O tal vez el bebé quiere que Rigel haga algo útil por primera vez y le traiga a su madre algo que realmente quiera.
Rigel puso los ojos en blanco, pero se levantó del sillón con una exagerada reverencia hacia Eva.
—¿Algo más, mi reina? ¿Un masaje, quizás?
—Un té de manzanilla estaría bien, gracias, cariño —respondió Eva con una sonrisa, sintiendo que, a pesar de todo, estaba rodeada de amor y apoyo.
Mientras Rigel se dirigía a la cocina, Harry se acercó y se sentó en el brazo del sofá.
— ¿Cómo te sientes, mamá? —preguntó con un tono más serio.
Eva suspir y le dio una pequea sonrisa.
—Cansada, pero feliz. Es extraño, Harry. A veces me siento abrumada, pero luego pienso en este bebé y no puedo evitar sentirme emocionada por lo que viene.
Harry asintió, dándole un ligero apretón en el hombro antes de volver a su ensayo.
Cuando Rigel regresó con el té, Winnie apareció detrás de él con un cojín adicional y una manta, asegurándose de que Eva estuviera lo más cómoda posible.
—Ama debe descansar. Blu se encargará de todo lo demás. Kreacher no debe acercarse con sus ideas raras. —Blu dijo.
—¡Bah! —gruñó Kreacher desde la cocina—. Blu cree que sabe más, pero Kreacher ha visto suficientes embarazos humanos para saber que las señoras necesitan caldo de hígado.
Eva se tapó la boca rápidamente, y Sirius, que estaba sentado frente a ella, soltó una carcajada tan fuerte que Rigel casi dejó caer la manzana que estaba comiendo.
—¡Buen trabajo, Kreacher! Ahora Eva no podrá comer en semanas.
—¿Alguna vez puede callarse, Sirius? —gruñó Regulus, entrando a la sala con un frasco en la mano. —. Estoy tratando de encontrar algo para aliviar las náuseas de Eva, pero tus comentarios no ayudan. —Sirius sonrió ampliamente. —Eva, hice esta poción para las náuseas. Tiene jengibre, menta, y... bueno, varias cosas que deberían ayudar.
Eva tomó el frasco con escepticismo y lo olió.
—Regulus, esto huele como si Kreacher hubiera limpiado el piso con ella.
—¡El amo debería tener más cuidado con sus experimentos! —gruñó Kreacher desde la cocina.
Regulus suspiro.
—Lo intento, amor. Es difícil comprender exactamente lo que necesitas cuando cada día parece ser diferente.
—Lo que necesito —dijo Eva con voz dramática— es que este bebé deja de usar mi cuerpo como un campo de batalla.
—¿Sabes lo que podría ayudar? Un hechizo silenciador para la nariz. Así, ni los olores ni tus sermones la afectarían.
Eva lanzó un cojín directo a la cara de Sirius, y este lo atrapó al vuelo.
—Gracias, cuñada. Me encanta tu amor en forma de proyectiles.
—Quizás el bebé está tratando de comunicarse contigo, mamá. Tal vez tiene hambre, pero no sabe qué quiere comer. —Luna dijo.
—Eso explica por qué quiero galletas con salsa de tomate y al mismo tiempo no puedo soportar la idea de comerlas —murmuró Eva, recostándose en el sofá. Blu apareció nuevamente, esta vez con un vaso de agua y una pequeña bandeja de frutas cortadas.
—Blu ha preparado esto para la señora Eva. Es saludable y no huele mal.
—Gracias, Blu, eres la única aquí que no intenta volverme loca —dijo Eva, tomando un pedazo de manzana.
—¿Cómo estás, amor? —preguntó Regulus mirando a Eva con genuina preocupación.
—Mejor ahora que estás aquí y no tengo que escuchar a Sirius —respondió Eva.
—¡Ay, qué cruel! —exclamó Sirius, llevándose una mano al pecho como si hubiera recibido una puñalada. —Regulus, dile algo a tu mujer antes de que hiera mis sentimientos.
—¿Desde cuándo tienes sentimientos, Sirius?—Regulus pregunto, alzando una ceja.
Los niños estallaron en carcajadas, y hasta Eva tuvo que cubrirse la boca para no unirse demasiado fuerte. Sin embargo, la risa la traicionó, y terminó tosiendo mientras Blu le ofrecía un pañuelo con rapidez.
—Esto no es justo —dijo Eva entre risas y toses—. Estoy siendo atacada por todos los flancos.
Sirius se levantó, claramente disfrutando de la atención que estaba recibiendo.
—Por favor, Eva. Si el bebé tiene la mitad de tu genio y la otra mitad de mi increíble humor, será un prodigio.
—¡Sirius! —gritaron Rigel, Luna y Harry al unísono, mientras Eva rodaba los ojos.
Regulus suspiró, sentándose junto a Eva en el sofá.
—Escucha, Eva. Sé que esto es difícil. Lo que siento es que... —hizo una pausa, mirando a Sirius con una advertencia en los ojos—. Bueno, lo que siento es que la familia hará que todo sea más llevadero. Incluso si a veces esos miembros de la familia son insoportables.
—¡Oye! —se quejó Sirius, pero nadie le prestó atención.
Blu se acercó a Eva y acarició suavemente su brazo.
—Blu siempre estará aquí para ayudar a la señora Eva. Y cuando el bebé nazca, Blu se encargará de que todo sea perfecto.
Eva le sonrió con cariño.
—Gracias, Blu. No sé qué haría sin ti.
En ese momento, Kreacher apareció con un cuenco lleno de una sustancia espesa y de color marrón.
—Kreacher ha hecho caldo para la señora Eva. Es tradición antigua de los Black.
—¡Kreacher, no! —gritó Blu, lanzándose para interceptar el cuenco antes de que llegara a Eva.
—¡Oh, por favor, Blu! Déjalo. Podría ser bueno—murmuró Sirius con una sonrisa traviesa.
Harry, Rigel y Luna se miraron entre sí antes de estallar en carcajadas. Incluso Eva no pudo evitar soltar una risa ahogada, a pesar de las náuseas.
—Volviendo a esto...—Eva alzó el frasco que Regulus le habia dado. —¿Esto no me hará crecer una segunda cabeza, verdad?
—Si lo hace, asegúrate de que sea más simpática que la actual —bromeó Sirius.
Regulus le lanzó una mirada helada a su hermano.
—Sé que nada parece funcionar, pero necesito que lo intentes. Si no por ti, por el bebé.
—O los bebés —interrumpió Luna. Todos se volvieron hacia ella.
—¿Qué quieres decir, Luna? —preguntó Harry.
—Oh, nada. Es solo que siento que hay más de un bebé ahí.
—¡¿Dos bebés?! ¡Eso significa el doble de pañales!—Rigel se quejó.
—Significa el doble de náuseas, Rigel —murmuró Eva, tomando un pequeño sorbo de la poción de Regulus y haciendo una mueca. —Y el doble de razones para querer gritarle a alguien.
—¡Blu hará todo el trabajo extra si es necesario! —dijo Blu, poniendo las manos en las caderas. —La señora Eva no necesita preocuparse por nada.
—Ni Blu ni Kreacher saben lo que hacen —dijo Winnie, entrando a la sala con una bandeja impecable de té. —Si hay dos bebés, la joven señora necesitará comida balanceada, masajes regulares, y mucho descanso.
Eva levantó las manos.
—¡No sabemos si hay dos bebés! ¡Y no puedo con tanta atención! Solo necesito un poco de paz y tranquilidad…
—¡Entonces viniste al lugar equivocado! —dijo Sirius con una sonrisa traviesa.
Eva dejó caer la cabeza hacia atrás en el sillón, suspirando mientras todos en la sala discutían sobre qué necesitaba ella realmente. Sin embargo, no pudo evitar sentir una punzada de calidez en el corazón. A pesar de las molestias, el caos y las náuseas, estaba rodeada de personas (y elfos) que se preocupaban profundamente por ella.
Regulus, viendo la expresión en su rostro, se inclinó hacia ella y le susurró:
—No te preocupes, cariño. Superaremos esto juntos, aunque tenga que hacer callar a Sirius con un hechizo permanente.
Eva soltó una carcajada inesperada, sorprendiendo a todos.
—Por primera vez, Regulus, eso suena como una buena idea.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro