Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

037

“Te mataré lentamente hasta que sientas el dolor que yo sentí cuando mi hijo se vio arruinado por culta tuya”

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

1993

La plataforma 9 ¾ vibraba con la emoción del primer día de septiembre. El sonido de los carritos de equipaje sobre las vías, el murmullo de las conversaciones llenas de expectativa y el humo del expreso de Hogwarts daban vida a un ambiente casi mágico. Familias mágicas de todo el país se reunían para despedir a sus hijos, y entre ellas, estaba la familia Black Rousseau, una familia que, aunque unida por el amor, no podía evitar el peso de las preocupaciones.

Eva observaba a sus hijos con una mezcla de orgullo y preocupación. Rigel y Harry estaban a punto de comenzar su tercer año en Hogwarts, mientras que Luna, empezaba su segundo año. Rigel, con sus ojos grisáceos brillantes y su cabello oscuro, tenía la misma determinación que había copiado de Regulus. Harry, con su característica cicatriz en forma de rayo y sus gafas redondas, mantenía una expresión tranquila, aunque era evidente que estaba ansioso por reunirse con Hermione y Ron, al igual que Rigel con Dione y Theodore. Luna, siempre serena y etérea, estaba absorta en los brazos de Regulus, despidiéndose, como si el bullicio a su alrededor no importará.

Pero había algo en el aire, algo que Eva no podía ignorar. Desde la noticia de la reciente fuga de Sirius Black de Azkaban, los temores de Eva se habían multiplicado. Sirius había sido acusado de traicionar a sus amigos más cercanos y de cometer actos atroces, y hasta ese día, Eva seguía sin saber cómo aquello habia sucedido y quien habia delatado a los Potter, por lo que había sido encarcelado en la prisión más temida del mundo mágico. Ahora que estaba libre, Eva no podía evitar preocuparse por lo que eso significaría para su hijo.

—Cariño, ¿estás seguro de que estás listo para regresar a Hogwarts?—dijo tomando la mano de Rigel—Si quieres, puedes quedarte un tiempo más en casa, hasta que todo esto se calme.

Rigel apretó la mano de su madre con suavidad, mirando directamente a sus ojos. A sus trece años, ya había desarrollado una madurez más allá de su edad, en parte debido a los desafíos que había enfrentado.

—Mamá, no puedo huir de esto. Quiero volver a Hogwarts, estar con mis amigos y continuar. No puedo dejar que el miedo me controle. —aunque su voz era firme, Eva podía detectar una sombra de incertidumbre en ella.

Eva suspiró, dándose cuenta de que, a pesar de su juventud, Rigel entendía la gravedad de la situación. Pero como madre, su instinto protector era difícil de ignorar. ¿Qué harían si los otros estudiantes empezaban a burlarse de él? ¿Y si intentaban herirlo con comentarios sobre Sirius?

—Rigel, sabes que siempre estaré aquí para ti, ¿verdad? Al igual que Regulus. No importa lo que pase en Hogwarts, siempre tendrás un hogar seguro con nosotros. Sólo necesitas decirlo y nos iremos a casa.

—Lo sé, mamá. Pero no quiero que te preocupes tanto. Yo... yo puedo manejar esto.

Harry, que había estado observando la conversación, se acercó y puso una mano en el hombro de su hermano.

—Mamá, Rigel no está solo. Tiene a Dione y Theodore, me atrevo a decir que Malfoy tambien, que lo apoyan, y además, yo estaré allí también. No importa que estemos en casas diferentes, siempre estaré ahí para él si necesita algo.

Eva miró a Harry, agradecida por su madurez y su lealtad. Sabía que, aunque Harry pertenecía a Gryffindor y Rigel a Slytherin, los dos compartían un lazo inquebrantable, forjado, quiza no compartian sangre, pero si por las experiencias que habían compartido como familia.

—Gracias, cariño. Saber que estás allí para tu hermano me da un poco de paz.

Mientras hablaban, Luna, que había estado silenciosa abrazada a su padre, hasta ese momento se acercó a Eva.

—Mamá, no te preocupes tanto. Rigel es más fuerte de lo que crees. Y además, en Ravenclaw estaré bien. Tú y papá nos han enseñado a ser valientes y a enfrentar nuestros miedos.

Eva sonrió ante las palabras de su hija. Luna siempre había tenido una sabiduría innata que la hacía ver el mundo de una manera diferente, y en momentos como este, esa perspectiva era un consuelo.

—Lo sé, cariño. Solo... quiero que todos ustedes estén seguros. No puedo evitar preocuparme.

Pero había algo más que la preocupaba, algo que no había mencionado hasta ahora. Desde la fuga de Sirius, no solo temía por la seguridad de Rigel en Hogwarts, sino también por el posible impacto que esto podría tener en su vida diaria. ¿Qué pasaría si Sirius intentaba contactarlo? ¿Y si los demás estudiantes usaban esta información en su contra?

El silbato del tren resonó, un recordatorio de que el tiempo de despedida estaba llegando a su fin. Rigel, Harry y Luna tomaron sus maletas y se acercaron a sus padres para un último abrazo.

—Mamá, papá, los quiero mucho. Les escribiré tan pronto como llegue a Hogwarts.

—Yo también escribiré, mamá. Y no te preocupes, cuidaremos de Rigel.

—Les enviaré una carta con una actualización sobre mi investigación en criaturas mágicas, mamá. No te preocupes, estaré bien.

Eva abrazó a cada uno de sus hijos, sintiendo que una parte de su corazón se iba con ellos mientras subían al tren. Mientras los veía alejarse hacia sus compartimentos, no pudo evitar una última advertencia.

—Rigel, Harry, Luna... recuerden que siempre pueden contar con nosotros. No importa lo que pase, estamos aquí para ustedes.

Rigel se giró en la puerta del vagón, ofreciendo una última sonrisa a su madre antes de que el tren comenzara a moverse.

—Lo sé, mamá. Te quiero.

El tren comenzó a alejarse lentamente de la estación, y Eva sintió una mezcla de emociones mientras veía cómo sus hijos desaparecían en la distancia. La preocupación seguía pesando en su corazón, pero también había un pequeño rayo de esperanza, el conocimiento de que habían criado a tres hijos fuertes y valientes.

Mientras el humo del tren se disipaba y la multitud comenzaba a dispersarse, Regulus se quedó al lado de Eva, con su mano colocada en su cadera. Sabía que había algo que necesitaba compartir con ella, algo que podría alterar aún más su ya frágil paz mental, pero también sabía que Eva tenía derecho a saber la verdad.

—Eva, hay algo que Luna me contó antes de venir aquí hoy... algo sobre lo que le sucedió a Rigel. Ella me contó quien lo hizo.

Eva lo miró, su corazón acelerándose ante la insinuación de que había más sobre la situación de Rigel de lo que ella conocía. Su instinto protector se activó inmediatamente.

—¿Qué fue, Regulus?

Eva sintió que su mundo se tambaleaba. El simple pensamiento de alguien queriendo hacerle daño a su hijo la llenaba de una furia y un miedo indescriptibles. Y recordarlo era aún peor.

—¿Quién? ¿Quién fue el que hizo esto? ¡Debemos hacer algo, Regulus! No podemos permitir que esto quede impune. —su voz era un susurro cargado de emoción, pero Regulus la calmó con un gesto suave.

—Entiendo tu preocupación, Eva. Estoy igual que tu. Y te prometo que investigaremos más sobre esto. Pero por ahora, lo más importante es que Rigel esté seguro y que nosotros estemos aquí para apoyarlo. No quiero que esto se convierta en una carga aún mayor para él.

Eva respiró profundamente, tratando de calmarse. Sabía que Regulus tenía razón, pero el pensamiento de que alguien había querido herir a su hijo era casi insoportable.

—Rigel es fuerte, pero no debería tener que pasar por esto solo. Debemos hacer algo, Regulus. No puedo quedarme de brazos cruzados.

—Lo sé, amor. Y lo haremos. Pero primero, debemos asegurarnos de que Rigel esté bien. Debemos ser su apoyo incondicional, y cuando llegue el momento adecuado, tomaremos las medidas necesarias.

Eva asintió, aunque aún sentía la ira y el miedo burbujeando dentro de ella. Sabía que debía confiar.

—Como madre, nunca dejaré de preocuparme. ¿Quién lo hizo?

—Un Slytherin mayor que el. Adrián Pucey.


















[ • • • ]














El Gran Comedor de Hogwarts brillaba con velas flotantes y el murmullo de estudiantes llenaba el aire, creando una atmósfera de alegría y emoción. Sin embargo, la llegada de Eva interrumpió esa celebración como un rayo en medio de una tormenta. Su rostro, enrojecido por la ira, y su mirada decidida, reflejaban un dolor profundo. Había cruzado las puertas de Hogwarts sin permiso, decidida a enfrentar al responsable del sufrimiento de su hijo.

A medida que avanzaba hacia la mesa de Slytherin, el silencio se hizo palpable. Los estudiantes la miraban con asombro, conteniendo la respiración. Finalmente, sus ojos se encontraron con los de Adrián, que estaba sentado con sus amigos, riendo como si no tuviera un peso en su conciencia.

—Adrián—su voz resonó en el Gran Comedor, haciendo que todos volvieran su atención hacia ella sin necesidad de que hubiera gritado—. Eres tú el responsable de lo que le hiciste a Rigel

Adrián, tomado por sorpresa, se levantó lentamente, pero su sonrisa arrogante se desvaneció al ver la furia en los ojos de Eva.

—¿Qué piensa hacer, señora? —preguntó con desdén—. ¿Gritar un poco más?

Sin dudarlo, Eva se acercó y le propinó un fuerte golpe en la cara. El sonido del golpe resonó en el Gran Comedor, y los murmullos comenzaron a circular entre los estudiantes. Algunos aplaudieron, mientras otros miraban con temor.

Adrián, aturdido, se llevó una mano a la mejilla, pero rápidamente recuperó la compostura. Su mirada desafiante regresó, pero ahora había un destello de duda en sus ojos.

—¿Tienes realmente algo que decirme? —se burló, intentando mantener su fachada de superioridad.

Eva, en ese momento, encontró las palabras que necesitaba, una mezcla de furia y verdad que podía desgarrar.

—Eres un pobre desgraciado, Adrián —dijo, su voz cortante y despiadada—. Te escondes detrás de tus amigos, porque sabes que, solo, no vales nada. Tu risa es solo el eco de tu propia inseguridad, y tu necesidad de herir a otros es un reflejo de lo roto que realmente estás.

Los murmullos se intensificaron, y un silencio tenso se apoderó del Gran Comedor. La mirada de Adrián se endureció, pero Eva continuó, implacable.

—Te crees un rey en este castillo, pero la verdad es que eres solo un bufón. Tus “amigos” te siguen porque les haces reír, no porque te respeten. Se rien de ti. Nadie en esta sala se atrevería a defenderte si llegara el momento. Eres un cobarde que se alimenta del sufrimiento ajeno porque no sabe cómo lidiar con su propia debilidad.

La humillación se hizo palpable, y la sonrisa de Adrián se desvaneció por completo. Eva no se detuvo.

—¿Qué sientes, Adrián? ¿Sientes miedo? ¿Sientes que tu mundo se desmorona? Porque eso es lo que has hecho a Rigel: lo has hecho sentir pequeño, insignificante. Pero aquí estoy, delante de todos, recordándote que no eres nada sin tu grupo. No tienes poder, solo un puñado de amigos que te siguen el juego. La verdadera fuerza está en levantarse y enfrentar lo que hiciste, pero tú solo sabes esconderte y atacar por detrás.

La furia de Eva era como un torrente, y las palabras resonaban en el aire, llenas de verdad y dolor. Los estudiantes la miraban con asombro, algunos incluso con admiración, mientras Adrián se quedaba paralizado, incapaz de responder.

En medio de la tensión, Regulus se acercó, sintiendo la necesidad de intervenir, aunque sus propios deseos de golpear a Adrián estaban latentes.

—Cariño, basta —dijo, su voz tensa—. No necesitamos más violencia.

Pero Eva no lo escuchaba. Con cada palabra, desnudaba las inseguridades de Adrián, exponiéndolo ante todos como un niño asustado que había perdido su camino.

Finalmente, Dumbledore y McGonagall se acercaron, sus miradas serias y decididas, interrumpiendo la confrontación.

—¡Esto es inaceptable! —dijo McGonagall, su voz resonando con autoridad.

Adrián, sintiendo que su imagen se desmoronaba, se giró hacia sus amigos, buscando apoyo, pero se encontró con miradas de desaprobación. La humillación lo consumía. Dumbledore, con su característica calma, miró a Eva.

—Entiendo tu dolor, pero la violencia no es la respuesta. Debemos encontrar una solución que no implique más daño. Por favor, salgan fuera, usted tambien joven Adrián.

Rigel, observando a su madre en medio de la tormenta, sintió una mezcla de orgullo y ansiedad. Harry y Luna, que se habían acercado, a su lado, compartían la misma sensación.

Finalmente, la tensión comenzó a desvanecerse lentamente, mientras la multitud murmuraba sobre lo que acababa de suceder. El Gran Comedor, una vez lleno de celebración, se había convertido en un escenario de confrontación.

Eva salió del Gran Comedor con Regulus a su lado, pero su interior seguía ardiendo con la indignación y la preocupación por Rigel. Sabía que no podía dejar las cosas así. Aunque había enfrentado a Adrián, sentía que el castigo adecuado debía ser impuesto, asegurando que algo así no volviera a suceder. No permitiría que el sufrimiento de Rigel quedara impune.

Mientras caminaban por el vestíbulo, la voz calma pero autoritaria de Dumbledore resonó detrás de ellos.

—Señora Black, Señor Black, les pido que me acompañen a mi oficina. Necesitamos hablar sobre lo sucedido y asegurarnos de que todos los implicados comprendan la gravedad de la situación.

Eva se giró lentamente, enfrentándose a la mirada de Dumbledore. Aunque sabía que él comprendía su preocupación, también era consciente de que intentaría manejar las cosas de forma diplomática. A pesar de su aversión por la burocracia en momentos de crisis, asintió, aceptando la inevitable conversación.

—De acuerdo, Dumbledore. Pero quiero que quede claro que no me quedaré callada si esto no se resuelve de manera justa.

Dumbledore asintió con serenidad y los guió por los pasillos hacia su oficina. El silencio entre ellos era pesado, cargado de emociones y pensamientos no expresados. Al llegar a la gárgola que custodiaba la entrada, Dumbledore pronunció la contraseña y los condujo por la escalera de caracol hacia su despacho.

Al entrar en la oficina, Eva notó el ambiente solemne y casi místico del lugar. Los retratos de antiguos directores observaban desde las paredes, y el suave zumbido de instrumentos mágicos llenaba el aire. Sin embargo, nada de eso logró distraerla de su objetivo. Su mente estaba enfocada en la justicia para Rigel.

Dumbledore se sentó detrás de su escritorio, mientras Regulus y Eva tomaron asiento frente a él. Pero Eva no pudo quedarse quieta. Se levantó y comenzó a caminar por la habitación, incapaz de contener su ansiedad.

—Señora Black, entiendo que esto ha sido extremadamente difícil para usted. Como madre, su prioridad es proteger a sus hijos, y eso es admirable. Sin embargo, debemos asegurarnos de manejar esta situación respetando las normas de Hogwarts y garantizando la seguridad de todos los estudiantes.

Eva se detuvo y se volvió hacia Dumbledore, su mirada fija en la suya. Sin embargo fue Regulus el que hablo.

—Dumbledore, con todo el respeto que merece, ¿cómo espera que confíe en que las normas protegerán a Rigel cuando ya fue herido bajo su supervisión?

—Lo sé, Regulus. Pero le aseguro que haremos todo lo posible para que Rigel esté seguro y que no sufra más por los errores de otros.

Antes de que Eva o Regulus pudieran responder, la puerta de la oficina se abrió de nuevo, y Minerva McGonagall entró, acompañada por dos personas que Eva reconoció al instante. El aire en la habitación cambió al momento. Eva sintió que su corazón se detuvo al ver a la mujer que entraba con expresión altiva. Regulus, a su lado, se tensó visiblemente.

—¿Qué es todo esto, Albus? Mi hijo me ha dicho que fue agredido en el Gran Comedor por la señora Black. Exijo una explicación. —dijo el padre de Adrián con voz áspera.

Eva apretó los dientes, su ira burbujeando de nuevo. ¿Cómo se atrevían a defender a su hijo después de lo que había hecho? Pero antes de que pudiera hablar, los ojos de la señora Pucey se clavaron en Regulus, una chispa de reconocimiento y resentimiento brillando en ellos.

—Así que al final te casaste con otra, Regulus. Qué decepción. ¿Es esta la mujer por la que me dejaste?

Tal vez estaban comprometidos, pero para los ojos del mundo mágico ellos estaban casados.

Eva sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho, y miró a Regulus, que ahora tenía el rostro endurecido. No sabía mucho del pasado amoroso de Regulus, pero sí recordaba las advertencias de Sirius sobre una exnovia que había sido particularmente intensa y posesiva. ¿Era ella?

—¿De qué está hablando?

Regulus suspiró, finalmente volviendo su atención a Eva.

—Eva, ella es Helena Pucey. Nos conocimos antes de que Sirius dejára la familia. La relación no terminó bien... y parece que ella no ha superado eso.

El silencio se hizo más profundo, y Eva sintió una mezcla de rabia y desconcierto. Estaba claro que Helena tenía un resentimiento antiguo contra Regulus, pero eso no cambiaba el hecho de que su hijo había lastimado a Rigel.

—Sí, Regulus me abandonó, a mi y a toda su familia, sólo llevándose a su elfo con el, regresando sólo por una chica que supuestamente ama, y ahora resulta que mi hijo tiene que sufrir por tus decisiones pasadas. No permitiré que esto quede así.

—No es tu hijo quien ha sufrido, Helena. Es el mío. Y no permitiré que Rigel pague por algo que tú o tu hijo decidan desenterrar del pasado. —mencionó Regulus.

La frialdad en la voz de Regulus hizo que Helena retrocediera, sorprendida por la intensidad de su defensa. El padre protector en Regulus no permitiría que ningún antiguo rencor se interpusiera entre el y la seguridad de su hijo.

—Por favor, todos, esto no nos llevará a ninguna parte. Señor y señora Pucey, entiendo su preocupación por su hijo, pero necesitamos entender que aquí no se trata solo de defenderse, sino de lo que es correcto. Adrián debe responder por sus acciones, y eso incluye cualquier consecuencia que haya causado.

Helena miró a Dumbledore con desdén, pero antes de que pudiera hablar, Regulus tomó la palabra.

—No permitiré que mi hijo sea castigado por algo simple. Esto no es más que una caza de brujas. Si no recibe un trato justo, no dudaré en llevar esto al Consejo de Hogwarts.

Dumbledore mantuvo su compostura, su voz permaneciendo firme pero calmada.

—Entiendo sus sentimientos, señora Pucey, pero le recordaré que todos los estudiantes de Hogwarts están bajo mi protección, y eso incluye a Rigel. Si descubrimos que Adrián ha sido responsable de algún daño, se tomarán las medidas necesarias. Por ahora, sugiero que dejemos que ambos estudiantes expliquen sus versiones de los hechos bajo la supervisión de un profesor imparcial.

Helena resopló, visiblemente furiosa, pero finalmente asintió. Regulus se acercó a Eva, susurrando para que solo ella pudiera escuchar.

—No confió en todo esto.

Eva lo miró, aún luchando con la oleada de emociones que se agitaban dentro de ella. Aunque en su corazón sabía que la situación estaba lejos de resolverse. Helena Pucey no era una persona que renunciara fácilmente, y Eva tenía que estar preparada para lo que pudiera venir.

—¿Disculpa? ¿Cree que el abuso de mí hijo es algo que deba tomarse a la ligera? Esto es inaceptable—comenzó Eva, su voz resonando con una mezcla de indignación y determinación. —Adrián no sólo agredió a Rigel, sino que lo hizo con la intención de lastimarlo. Y no una, varias veces. No podemos permitir que esto quede impune. Nuestro hijo merece justicia y la protección que la escuela debe garantizar a todos sus estudiantes.

Regulus asintió, su expresión grave.

—La agresión no es un simple error de juventud, Dumbledore. Es un acto de violencia que puede marcar la vida de Rigel. Si no se toman medidas adecuadas ahora, ¿qué mensaje estamos enviando? Que los actos de agresión son tolerables si provienen de una familia influyente.

Dumbledore, con su habitual calma, intentó intervenir, pero Eva lo interrumpió.

—No, por favor. Escúchenos. No se trata solo de castigar a Adrián. Se trata de asegurarnos de que Rigel se sienta seguro en su propia escuela. Necesitamos un verdadero castigo, algo que lo haga entender la gravedad de sus acciones.

Los padres de Adrián intercambiaron miradas nerviosas, pero Regulus no se dejó intimidar.

—No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras nuestra familia sufre. Si no se actúa ahora, estaremos sentando un precedente peligroso. Rigel no solo es nuestro hijo, es un ser humano que merece respeto y protección.

Eva dio un paso adelante, su voz firme y clara.

—No estamos aquí solo por Rigel, sino por todos los estudiantes que han sido víctimas de la violencia. Si este comportamiento se normaliza, ¿quién será el siguiente? No se trata de venganza, se trata de justicia.

La atmósfera se espesó, y Dumbledore, con una mirada contemplativa, pareció sopesar sus palabras. Regulus y Eva, con el corazón en la garganta, sabían que la lucha por la justicia de su hijo apenas comenzaba, pero estaban dispuestos a enfrentarse a cualquier adversidad para protegerlo. La defensa de Rigel no era solo una cuestión personal; era una batalla por la integridad y el respeto en su comunidad.

Cuando finalmente salieron de la oficina de Dumbledore, la tensión seguía palpable en el aire. Regulus tomó la mano de Eva, ofreciéndole un consuelo silencioso.

—No dejaré que esto quede así, Regulus. Rigel merece justicia, y no descansaré hasta que la tenga.

—Lo sé, Eva. Y estaré a tu lado en cada paso del camino. Esperemos que Dumbledore haga lo correcto o comenzaré a cobrar favores en el Ministerio.

Eva asintió, pero en su corazón sabía que esto no era el final.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro