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“Quizás no seas mi sangre, pero eres mi familia, eres mi responsabilidad”

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1992

En el cálido abrazo del invierno, cuando la neblina acaricia los recuerdos y las luces titilan como estrellas fugaces, emerge la festividad más sublime: la Navidad. Es un capítulo mágico tejido con hilos de esperanza y nostalgia, donde los corazones laten al unísono con la melodía de los villancicos.

La Navidad, esculpida en el tiempo con la ternura de las tradiciones, se revela como un cuento encantado. Sus páginas, impregnadas de fragancias a canela y pino, narran la historia de generosidad, amor y reconciliación. Cada adorno, delicadamente colocado, susurra la promesa de un renacimiento, mientras el espíritu navideño danza en la penumbra, iluminando hasta los rincones más olvidados del alma.

Los regalos no son solo envolturas brillantes, sino gestos de afecto que trascienden lo material. La mesa festiva, adornada con manjares que despiertan los sentidos, se convierte en un altar donde se celebra la comunión de los seres queridos. La risa, más dulce que el canto de los ángeles, resuena en armonía con el crepitar de la chimenea, creando un eco etéreo que resuena en el corazón de quienes lo contemplan.

La Navidad, en su esencia efímera, es un suspiro entre el pasado y el futuro, un puente entre la infancia y la madurez. Cada vela encendida, cada brindis compartido, son notas en una partitura que eleva el alma hacia la maravilla de lo simple, recordándonos que la magia no reside solo en los adornos centelleantes, sino en la capacidad de redescubrir la inocencia perdida.

La Navidad se erige como un capítulo sagrado, un poema escrito con luces titilantes y abrazos cálidos, donde la nostalgia se entrelaza con la esperanza, y cada palabra, como un copo de nieve único, contribuye a la obra maestra que es la celebración más sublime del espíritu humano.

Entre las páginas del alma, a veces se despliegan los capítulos más oscuros, donde las sombras del pasado danzan en la penumbra de los recuerdos. Sentir emociones tristes es como sumergirse en un océano de melancolía, donde las olas del dolor acarician la piel del corazón.

Las lágrimas, como tinta invisible, narran historias de pérdida, desilusión y fragilidad humana. Cada gota que se desliza silenciosamente por el rostro es un eco de los momentos difíciles que han dejado su huella en el lienzo de la existencia. Es un lamento silencioso que resuena en la profundidad de la propia vulnerabilidad.

Recordar los malos momentos es abrir el cofre de los secretos, enfrentándose a la cruda realidad de las heridas que el tiempo no ha borrado por completo. Es caminar por el sendero empedrado de la tristeza, donde las piedras afiladas del pasado parecen clavarse en cada paso, recordando que el viaje emocional está marcado por altibajos inevitables.

Sin embargo, en la penumbra de la tristeza también se encuentra una extraña belleza, una poesía que surge de la fragilidad humana. Las lágrimas son versos que caen, no solo como signos de desesperación, sino como la expresión más pura de la autenticidad emocional. En el acto de llorar, se revela la valentía de confrontar las sombras y permitir que la lluvia de la tristeza limpie el alma.

Así, en medio de la oscuridad emocional, se escribe un poema de autodescubrimiento y aceptación. Porque sentir emociones tristes no es solo recordar los malos momentos, sino también un recordatorio de la capacidad humana de sanar, aprender y renacer, como un sol naciente después de la tormenta.

—¡Amor! Nos vamos a meter en problemas. —Regulus corrió unos pasos más para alcanzar y seguir el paso de Eva, quien iba más adelante. —Ya nos arriesgamos lo suficiente con el guardia que por milagro de Merlin nos dejó pasar.

—Reg, si te soy sincera en este momento pareciera que envejeciste treinta años. —Eva se detuvo unos momentos a esperar que Regulus estuviera a su lado para tomarlo de la mano y jalarlo a su paso.

—¡No soy viejo! Tengo solo cinco años más que tú Eva. —Regulus observaba el detenimiento y atención que Eva le ponía al camino que seguía y conducía ella para el, mientras Black renegaba y se quejaba al igual que como llevaba haciéndolo treinta minutos atrás. —Además, lo que yo estoy impidiendo es que hagas una locura y no podamos estar con nuestros hijos en navidad. Y solo estoy usando la lógica simple.

—Amor, mientras más pienses con negatividad, más nos vamos a tardar, porque yo no me iré de aquí hasta estar segura de que mi cometido se logró sin ser vistos por nadie. Además, tu prima la loca no está muy lejos, al igual que los Lestrange, así que, por favor, guarda silencio...gracias. —Eva no dejo siquiera responder al ojigris cuando beso su mejilla y lo jalo de la mano hasta lo más fondo de aquel edificio.

—Eva...

—Reg, es tu hermano...

—Solo cinco minutos Eva. Y esto lo hago por ti. —mintió. Porque muy en el fondo, el sabía que no era así.

—Haré como que te creo...

Caminaron sin inmutarse hasta el final del pasillo, haciendo caso omiso a los gritos y súplicas del lugar.

Se encontraban en el lugar más horrible que pudiera existir.

Azkaban.

No necesitan muros y agua para mantener a los prisioneros adentro, no cuando están atrapados dentro de sus propias mentes, incapaces de tener un único pensamiento feliz. La mayoría se vuelve loco en semanas pero en este caso solo esperaban que la persona que deseaban ver no lo estuviera.

Escuchaban algunos murmullos de los prisioneros pero no los miraron, se dirigieron con decisión a la celda.

Sirius tenía la mirada perdida mientras observaba fijamente la pared que tenía delante, a solo unos cuantos centímetros alejado de las rejas.

—Sirius...—murmuró Eva. Sirius sin embargo mantenía la vista fija en la pared. Los había mirado de reojo, pero quizás había pensado que solo eran imágenes que su cabeza comenzaba a crear para el. —Sirius...¡Sirius!—grito en un murmullo.

Sirius al fin había despegado la vista de la pared, pero de una forma muy lenta, tanto como si temiera lo que iba a mirar a continuación, sin embargo su semblante se relajo, e incluso, había parecido que sus ojos brillaban con pequeña emoción en ellos.

Mi cuñada favorita...—Sirius murmuró. —Se que nunca te lo dije pero, tu eres mi favorita. No eres una bruja como la novia que Regulus tuvo antes...—Eva alzó las cejas sorprendida. Sin embargo, prefirió olvidarlo y concentrarse en Sirius en ese momento.

No conocía a Regulus en ese entonces, y eso no importaba ahora. No conocía a la chica, entonces no importaba...aún.

—¿Como está Harry? ¿Como está mi hijo? —su voz sonaba temblorosa y ansiosa.

—Sirius...—Regulus comenzó.

—Reg, no. Déjalo. —Eva lo interrumpió. —Escucha Sirius, esto es arriesgado, no podemos estar mucho aquí, convencí a Regulus solo por cinco minutos antes de que alguien llegue a venir. Así que, te daré lo necesario para que al menos sobrevivas un año, y contestaremos...

—¿Contestaremos?—Regulus habló, recibiendo las miradas de Eva y Sirius.

—Si, Regulus. Contestaremos. Eso dije. Cómo decía, te diremos lo que sea necesario, pero no podemos estar mucho aquí.

—Lo entiendo...

Eva lo miro enternecida, sintió a Regulus detrás de ella bufar, ella solo negó con la cabeza mientras suspiraba, al parecer aún no olvidaba la discusión que el y Sirius habían tenido el mismo día que habían ingresado a Sirius a Azkaban.

Rousseau decidió no perder más tiempo y de su bolso saco tres fotografías, dónde se podía observar a dos chicos, en este caso Harry y Rigel, junto a Luna, mientras reían del amor que recibían de patitas, el cachorro que tenían en casa. En otra se observaba a un niño de Gryffindor mientras volaba en su escoba sosteniendo una snitch, entrenamiento de Harry.

Y en la última, Rigel salía junto a Dione y Theodore, mientras el de ojos grises estaba sentado en la camilla de la enfermería. Fotografía de primer año.

—Harry es un niño muy educado y amable. Es maravilloso. Se parece a James pero tiene los ojos de Lily. —sonrió Eva y un sollozo de Sirius se escucho mientras observaba la fotografía de Harry sosteniendo la snitch. —Y Rigel el...

Mi hijo es un niño amable, es una joya resplandeciente, aún tiene esa pureza de su niñez, al que por supuesto nosotros no tuvimos. Tiene una generosidad que ilumina su corazón, el tiene un mundo hermoso a su alrededor. No es...nada parecido a nosotros, ni siquiera a Lupin. El es todo lo que está bien en el apellido Black. Es como una mini versión de Eva. Ella es su favorita. Y yo, soy el favorito de Harry. —Eva suspiró, miro a Regulus por encima de su hombro, el ojigris solo suspiro frustrado, era claro que no quería estar ahí.

Sirius levanto la mirada de la fotografía y lo observó—Oh, pues...bien por ti.

—Regulus...

—Solo dos minutos Eva, ya no puedo arriesgarte más. Quiero ver a mis hijos y a mí princesa. —Regulus se alejó un poco de ellos, mientras en un momento, un eco resonó en el lugar. Kreacher había aparecido. Blu los había llevado y Kreacher los llevaría a Hogwarts.

—Remus...—Eva regreso su mirada a Sirius. —¿El aún creé...?

—Si. Todos lo hacen Sirius...excepto Andrómeda y Narcissa. Y, nosotros claro.

—Ppr supuesto... ¿Quién es el chico castaño y la chica que parece gustarle a Rigel?—una sonrisa involuntaria apareció en el rostro de Eva.

—El castaño es Theodore Nott, es amigo de Rigel, ambos Slytherin.

—Regulus tenía razón. Ese niño me sacaría canas verdes...—Sirius miro la fotografía con una pequeña sonrisa.

—No lo creas, el que de verdad saca canas verdes es Harry. Pero aún así, lo amo. —Sirius levantó la mirada y la miro con los ojos cristalizados. —La niña es Dione Lockwood, Slytherin, es muy linda y amable o eso nos dice Rigel, la conocimos una vez pero, parece ser todo lo que Rigel nos dice.

Sirius volvió a bajar la mirada a las fotografías, sin embargo, tomo una mano de Eva a través de la reja.

—No dejen que les pase nada...—Eva lo miró con atención. —Se que Voldemort sigue suelto y volverá y Peter no desaprovechara esa oportunidad. —Sirius volvió a elevar la mirada. —Cuidenlos y cuídense.

—Eva...—dijo Regulus acercándose con Kreacher, sin embargo y aunque Eva ni Sirius lo vieran, la atención de Regulus estaba en la unión de las manos de la castaña y Sirius. —Debemos irnos...

—No pierdas la cordura, Sirius, por favor. —Eva le pasó una pequeña bolsa, en la cual venía implantado un hechizo en el cual podrían caber cosas sin que se viera llamativo y se levantó de su lugar, dando un leve apretón a la mano de Sirius y alejándose hacía Regulus y Kreacher.

—Gracias, Eva...cuidenlos, por favor...






















[...]















La Navidad en Hogwarts es mágica y llena de encanto. Los pasillos del castillo están decorados con luces brillantes, guirnaldas y árboles de Navidad encantados. Los estudiantes disfrutan de festividades como el Banquete de Navidad, donde se sirven deliciosos manjares, y la Sala Común se llena de un ambiente festivo. Además, la nieve cubre los terrenos, creando un paisaje invernal perfecto.

En este caso, Rigel, Dione y Theodore pasarían navidad junto a los Gryffindor, lo que nos llevaba solo a Ron, sus hermanos y hermana, y Harry, mientras que Hermione se había ido a casa con sus padres.

Hace rato que Eva y Regulus habían llegado a Hogwarts, y como toda una familia habían llevado a los tres elfos que ellos tenían; Blu, Kreacher y Winnie. Mientras que Eva trataba de ignorar el dolor que generaba su pecho al pensar que Dione o Theodore nunca habían tenido una navidad en familia o con alguien que de verdad los quisiera, hacía que se viera reflejada en ellos de alguna manera, mientras les brindaba sonrisas y trataba de hacerlos sentir con cariño, pues sabía que a pesar de ser la madre de su amigo, aún no confiaban en ella y Regulus, y podía entenderlo.

Regulus mientras tanto, pensaba en cada navidad que había pasado junto a Eva y los niños, y como cada año, no podía evitar pensar en las navidades de su niñez, su familia, una de las familias de sangre pura, era a menudo una celebración formal y ostentosa. La Casa de los Black estaba decorada con ornamentadas decoraciones, donde predominaban los colores oscuros y la simbología de la pureza de la sangre. El árbol de Navidad estaba adornado con ornamentos finos, aunque la atmósfera podía estar cargada de tensiones debido a las estrictas creencias de la familia.

Los miembros de la familia Black, tenían experiencias diversas con estas celebraciones. Para algunos, era un momento de rigidez y conformidad, mientras que para otros, representaba una brecha con los valores restrictivos de la familia. La Navidad en la familia Black era más una exhibición de estatus y tradición que una celebración cálida y acogedora.

—¿Reg, estás bien?—Eva se acercó el, tomándolo de la mano.

—Si...solo...

—Oye, lo siento. —Regulus la miro con atención. —Por obligarte a ir con Sirius, se que, aún no están bien del todo y...solo...

—Esta bien. —el ojigris la interrumpió, tomándola de ambas manos. —Visitar a Sirius fue...emocionalmente desafiante. No lo sé yo, género sentimientos de tristeza, nostalgia en mi que, pensé en perdonarlo en ese instante pero, no pude, es más fuerte el rencor que el perdón que podría ofrecerle. Y, está bien, digo, tal vez, no me tiene a mí como tal que soy su hermano, pero al menos sabe que puede...contar contigo.

—Por supuesto. Así puedo saber más sobre...esa novia que a Sirius no le gusto. —Eva lo miró con una sonrisa arrogante.

—Oh, eso, eso, eso no importa en realidad, fue algo como, pasajero...no era como una relación formal, fue mi madre quien quería que todo fuera formal con ella y esas cosas.

—Así que, por eso tu madre no me quería. —afirmo Eva.

—No se que decir ante eso, porque siento que yo saldré perdiendo. —Eva soltó una pequeña sonrisa y una risa de su garganta. Se inclinó y beso la mejilla de Regulus. —Tranquilo Reg, solo estoy bromeando, se que amas y no me importa si tuviste otra relación o no. Tu estás conmigo y con nuestros hijos, y eso es más que suficiente. —besó cortamente sus labios antes de darle una última sonrisa y alejarse hacia Dione que parecía tener problemas con su suéter.

—En definitiva amo a Eva. —murmuró con una sonrisa, para posteriormente acercarse a Ron, quien parecía tener de patitas.

Si, en definitiva, la familia no solo eran lazos sanguíneos, si no también, la conexión emocional que compartes con esas o esa persona.

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