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Tienes derecho a tomar distancia con las personas que, de una forma conciente o no, te hacen daño... Incluso si es tu madre
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1975, Marzo
Su vida con solo diez años no era una vida que cualquier niño o niña de su edad viviera. Ella debía asistir a fiestas con vestidos ajustados, sentarse en una silla y no hablar por más de tres horas si no era necesario en esos eventos, bailar con un completo extraño aunque fuera mayor a ella. Debía comer lo que su madre decía. Y eso no era saludable.
Eva tenía que cuidar su habla, la forma en la que comía, su modo de usar la palabras o jamás decir una grosería. La joven Rousseau tenía tantas reglas que formaban parte de su ser que le era difícil recordar, su madre parecía criticar cada aspecto de su vida, y a su padre, eso no podría importarle menos, como muchos decían, estaba presente pero ausente, jamás se preocupo por ella, si dormía por las noches, si comía lo que debía sin necesidad de la dieta tan exagerada de su madre.
Su madre a pesar de que le hablaba a una niña de diez años, sabía que era madura y podría entender lo que decía, fue así, cómo a diario, creaba inseguridades en Eva que ella jamás creyó tener. La ofendía con todo tipo de comentarios hirientes, y nunca se disculpaba, simplemente usaba la estúpida excusa de; soy tu madre, solo digo lo que es mejor para ti, no querrás que otros se burlen de ti. Y quién mejor que tú madre para hacerlo.
Desde sus cinco años, Eva siempre pensaba que sus padres solían estar muy ocupados con sus trabajos secretos, hasta que descubrió de lo que trataba, y eso jamás le gustó. Lo odiaba. Siempre peso que tal vez sus padres tenían un mínimo cariño hacia ella, y era por eso que solían ser exigentes. Sus padres siempre están con ella, pero solo para complacer sus necesidades físicas, pero no son capaces de compartir o expresarle amor y afecto.
Eva, jamás había escuchado decir a su padre o si quiera a su madre un te quiero o abrazarla, incluso pensaba que no sabían cómo hacerlo, hasta que descubrió que ella había sido una... sorpresa que no estaba planeada, y por obligación, sus padres tuvieron que quedarse con ella.
Todo niño necesita a unos padres que estén presentes, que estén accesibles y disponibles para dar un consejo, mostrar su apoyo, poner límites, respetarlos y quererlos. Pero no había nada de eso en su vida, era por eso que una profunda ausencia que por meses tuvo consecuencias negativas en la salud emocional de Rousseau.
Tenía poca confianza en sí misma. Problemas de conducta en las fiestas que sus padres organizaban o ellos asistian. Problemas emocionales. Constantes dudas, en que ella era la culpable de todo lo que le estaba sucediendo, ella tenía la culpa por haber nacido. Tenía comportamientos compulsivos, pero sobretodo, la desconfianza en los demás. Y todo por una simple razón. Su madre.
Fue el 17 de marzo del año 1975 cuando Eva perdió su brillo totalmente. Y cada día desde entonces.
—Eva, tu vives por mi, respiras gracias a mi. —Suzette miraba a su pequeña hija de diez años con una sádica sonrisa mientras posicionaba sus manos sobre los pequeños hombros de la castaña—Debes cumplir todas las reglas que se te den esta noche o de lo contrario, serás castigada con severidad. Y créeme linda, no te gustará el castigo.
—¿Que es lo que debo hacer?—pregunto tímida, intimidada por la mirada que su madre le daba a través del espejo.
—Complacer a un viejo amigo—respondio mientras tomaba el cabello de Eva y lo movía de su cuello hacia su espalda.
Sintió como su mundo se veía abajo con solo una palabra.
Suzette miró a su hija a través del espejo, viendo las expresiones en su rostro, y se rió, era claro que se estaba burlándo de ella.
Cuando la noche llegó, Estaba aterrada. Solo tenía diez años y su madre planeaba usarla para pagar deudas de su pasado. Una vieja arpía sin duda.
Eva sabía acerca de la intimidad entre el hombre y la mujer, habia libros sobre eso en su biblioteca familiar, ella deseaba entregar su pureza a alguien que amara con todo su cuerpo y corazón y que la amara igual. Incluso si eso significaba esperar hasta el matrimonio. A ella no le importaba. Deseaba que fuera con la persona indicada.
Y siendo mayor, no una niña que apenas estaba comenzando a vivir su vida.
—Es preciosa. —el hombre frente a ella tenía la intención de tocar su mejilla, sin embargo, Eva retrocedió dos pasos asustada, pegando con el dorso de su madre que la empujó nuevamente hacia el frente.
—Los dejaré por unas horas, debo ir a resolver asuntos importantes. Regresaré cuando hayas terminado con ella.
Y así como su pesadilla dió inició por al menos dos años más.
[...]
1980, Actualidad
Eva miraba cada cicatriz sobre su cuerpo. El dolor emocional que sentía por dentro; la sensación de manos sobre su cuerpo, acariciándola, besándola, tocándola, seguía plasmada en su mente de una forma perturbadora y horrorosa. Las lágrimas que había dejado salir desde el momento en el que estuvo sola en esa habitación eran la muestra de lo rota que se sentía por dentro.
Lo sucia que se sentía.
Recordaba cada noche aquel primer acto con dolor, el como su madre la había dejado sin siquiera importarle o tomar en cuenta lo que su hija querría decir, lo temerosa que sentía, no, ella jamás la consideraba.
Nadie lo hacía.
Todos siempre la lastimaban de un forma u otra, incluso el joven al que amaba la lastimaba cada noche. Y ella no hacía nada. Porque muy en el fondo creía que cambiaría.
Que equivocada estaba.
Pero eso ella aún no lo veía.
Eva se negaba a tener intimidad, no quería recordar aquella noche, más de las pesadillas que sufría, era por eso que los problemas en su relación se hacían cada vez más grandes, y ella siempre era quien trataba de solucionarlos.
Pandora se lo decía. El jamás sería capaz de cambiar por nadie, ni siquiera aunque la amara, eso jamás iba a pasar, era más el peso de sentir que tienes el control sobre alguien que aceptar que cambiaste solo por una persona que podría dejarte. Pero en vez de eso, el la tenía atada, y no podía librarse, jamás podría hacerlo.
O eso creía el.
Suspiro con pesar y subió su bata por sus hombros hasta separar su mirada de su cuerpo y lograr observar un pequeño baúl sobre su tocador, el cual observó confundida, pero aún así, se acercó hasta el.
Logró mirar que tenía una carta por encima de esta, por lo que la dejo de la lado y la abrió con sumo cuidado. Y sin poder evitarlo, sonrió.
Había dulces de todo tipo, tanto mágicos como muggles, incluso había dos vasos de cristal con salsa de zarzamora en ellos. Había una foto, demasiado linda que Eva no pudo evitar admirar y colocar en su espejo y observarla.
Eran el pequeño Harry y Rigel sentados juntos. El pequeño Potter sostenía en sus manos un peluche de ciervo, mientras que el pequeño Black Lupin, sostenía en sus manos dos peluches uno de dragón y otro de perro, se podía identificar claramente como el dragón se comía al perro, o eso quería hacer parecer el pequeño.
Eva, tomo la carta que había dejado de lado, y no supo porque, pero está vez, si que no pudo evitar sonreír.
Despues de todo, no es malo visitar a mi sobrino y los locos de sus tíos y Evans, al igual que el pequeño Potter, son adorables debo decir, pero siempre diré que ellos dos pertenecen a Slytherin. Yo nunca me equivoco señorita Rousseau
Quiza esto la tomé por sorpresa, pero, Blu dijo que sería buena idea que recibieras un lindo regalo, ya que dijo que no solías ir a comer en las tardes o en la cena, algo que realmente me preocupa y espero poder hablar, claro que si no te molesta este fin de semana en Hosmeade
Pandora quiere verla, y puede que un poco, yo también.
Quizá, también quería verlo...solo un poco.
Después de todo, se casaría con el, y te diría que pasar sus días junto a el, no tenía nada de malo conocerlo, ¿O si?
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