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𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎

CUARTO AÑO

La Selección Prohibida






Harry... ¿Pusiste tu nombre en el Cáliz de Fuego?

—¡No! ¡Ya dije que no!

—Harry, tranquilízate. Necesitamos entender lo que sucedió.

—¡¿Cómo quieren que me tranquilice?! ¡Yo no hice esto! ¡No sé cómo mi nombre salió de ese maldito cáliz!

—Es difícil de creer que el famoso Harry Potter no querría más atención. Quizá esto es solo otra oportunidad para presumir.

—¡No quiero atención! ¡¿Es que
nadie me escucha?! ¡No tengo
ni idea de cómo sucedió esto! ¡Nunca quise participar!

—Harry, por favor. Necesitamos
saber si tienes alguna idea de quién pudo haber hecho esto.

—¡No lo sé! ¡No lo sé! ¡¿Por qué querría alguien hacerme esto?! ¡Ya
es suficiente con Voldemort intentando matarme cada año, no necesito más locuras!

—Harry tiene razón. Alguien claramente lo está usando como peón. El Cáliz fue manipulado.

—¡Las reglas son las reglas! Si tu nombre salió, debes competir. No hay excepciones.

—¡Esto no es justo! ¡Esto no es solo un juego, es mi vida la que
está en peligro! ¡No pedí esto! ¡No quiero esto! ¿Qué más tengo

que hacer para que me crean?
¡No soy un mentiroso!
























Un Beso Robado











—Siempre he pensado que Hogsmeade tiene un encanto especial en invierno—comentó Dione, mirando alrededor mientras el vapor de su aliento se hacía visible en el aire frío—Todo parece más mágico.

Rigel asintió, pero sus ojos no se desviaron de ella. Habían salido juntos antes, pero algo en este día se sentía diferente. Tal vez era la forma en que las luces reflejaban en los rizos de Dione o cómo su risa ligera resonaba en el aire tranquilo.

—Es bonito—dijo Rigel, su voz un poco más baja de lo habitual—Pero yo diría que lo mágico es otra cosa.

Dione lo miró, un poco desconcertada por el tono de su voz.

—¿Qué quieres decir? —preguntó con una sonrisa curiosa.

Rigel no respondió de inmediato. Se detuvieron frente a una pequeña tienda con un cartel que crujía ligeramente con el viento, y el silencio entre ellos se volvió más palpable, pero no incómodo. Dione notó que Rigel la observaba de manera distinta, con una intensidad que nunca antes había visto.

—Tú...—susurró Rigel finalmente, con una sonrisa suave—Tú haces que todo se sienta más mágico.

Dione se quedó quieta, su corazón acelerándose. La manera en que Rigel la miraba no era como las veces anteriores. Había algo sincero, algo que no podía ignorar.

—Rigel...—empezó a decir, pero las palabras no salían fácilmente.

Antes de que pudiera seguir, Rigel dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre los dos. Dione sintió su respiración acelerarse mientras él levantaba una mano, apenas rozando una de las hebras sueltas de su cabello que caía sobre su rostro. Todo a su alrededor pareció detenerse.

—No sé si debería hacer esto...—murmuró Rigel, su voz era apenas un susurro, pero su mirada no se apartaba de sus ojos.















Un Nuevo Comienzo


Eva estaba sola en la habitación, sentada en el borde de la cama, con el corazón palpitando en su pecho. Tenía en la mano la prueba de embarazo, el resultado brillando en la luz de la tarde. Positivo. Las palabras retumbaban en su cabeza como un eco.

Embarazada.

—No puede ser... —murmuró para sí misma, incapaz de procesar la realidad que se le presentaba. La idea de ser madre la llenaba de una mezcla de emoción y temor.

¿Cómo se lo diré a Regulus? ¿Y si no está listo?

—Esto cambiará todo... No estoy preparada...—Su voz se apagó mientras las lágrimas comenzaban a asomarse.

Mientras pensaba sobre su situación, Sirius pasaba por el pasillo. Al escuchar un murmullo bajo, se detuvo y frunció el ceño al captar la palabra que escapó de los labios de Eva.

— ¿Eva? —preguntó, asomándose a la habitación—. ¿Estás bien?

Ella se sobresaltó al darse cuenta de que no estaba tan sola como pensaba. Se giró hacia él, sintiendo que su mundo se desmoronaba.

—Sirius... —empezó a decir, pero las palabras se atoraron en su garganta.

Sirius se acercó, notando la preocupación en su rostro.

—Te escuché murmurar algo sobre estar embarazada. ¿Es cierto?

Eva sintió que el nudo en su estómago se apretaba aún más, Sirius la miró con seriedad.

— ¿Estás embarazada?—preguntó, su voz baja pero clara, como si quisiera confirmar lo que ya sabía.

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