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ABRIR LOS OJOS CÓMO SI NUNCA lo hubieras echo, es doloroso. Me pesaban mucho, pero después de escuchar las disculpas de todo el mundo estaba en la mesa de nuevo, dormitando.
Estaba escuchando vagamente la explicación del Profesor sobre poner a picar a los rehenes, sobre que no nos escaparíamos por allí... Me froté la sien con cansancio y suspiré hondo para luego mirar al cielo, hoy estaba bastante despejado.
Empezaron a celebrar encantados cuando escucharon la vía de escape, que en mi opinión era de las mejores opciones. No bebí más que agua después del incidente y descansé la cabeza durante toda la tarde, pero es que ese día teníamos planes. Planes de fiesta.
A las diez en punto me estaba terminando el delineado de los ojos, unos ojos de gato perfectos, con un vestido rojo, un escote cruzado que me hacían las tetas más redondas y me llegaba dos dedos por encima de la rodilla. No era fan de los vestidos pegados de la rodilla para abajo, ya que siempre se solían subir más de la cuenta, por lo que siempre tenía vestidos pegados en la parte de arriba y sueltos en la de abajo.
Dejé mis rizos sueltos con algo de espuma para fijarlos mejor, después eran y media y ya habían empezado todos a entrar en mi habitación. Era la más alejada de todas y la más grande.
Bajé las escaleras al ser la buscadora de Denver. Según me han contado estaba con Tokio pero llegó su padre y nadie sabía nada más de él. Salí al patio por la puerta delantera, encontrándome a quién no quería, pasé por su lado sabiendo que estaba ignorando mi presencia y me acerqué al coche al ver a un derrotado y dormido Denver allí dentro.
Al acercarme no dudé en dar dos fuertes golpes en la puerta al ver lo que llevaba, incluso resople por lo alto.
—¡Ay! ¿Qué pasa?— preguntó él cuando se despertó de golpe. Sabía que tenía a Berlín en la puerta viendo todo, solo esperaba que no pudiera escuchar nada.
—¿Qué haces con la chaqueta de Berlín, Denver? — adentré mi cabeza por la ventanilla, que estaba abierta, y me fijé mejor en la chaqueta. Abrí tanto los ojos que pensé que se me saldrían. — ¡¿Tú eres idiota?! ¡Coge la Zegna azul, no la Brunello Cucinelli negra!
Abrí la puerta del coche con brusquedad y le obligué a levantarse y salir. Al hacerlo le quité la chaqueta de golpe y empecé a plancharla con mis manos y sacudiéndola un poco. De reojo vi a Berlín acercarse.
—¿Qué haces?
—¿Qué hago? Salvarte el culo, idiota. — seguí con mi labor y supe que Berlín estaba detrás mío al oler su característico perfume. — Es que eres un idiota total, agarras las más cara, la más hermosa y te da igual. Yo flipo contigo, son más de once mil euros está puta chaqueta y si la ensucias no se quita ni con lejía, haberme avisado y te habría dado la chaqueta que menos le gusta.
Giré sobre mi eje y le di la chaqueta bien extendida a Berlín, incluso lo hice con delicadeza. Le hice una señal a Denver para irnos de allí y sin una despedida, porque a Denver le daba vergüenza, nos fuimos a mi habitación, donde ya estaban todos.
Entré a mi habitación con los oídos tapados y Tokio bajó el volumen de la música al verme. Me pasó discretamente mis audífonos y me los puse sin que nadie se diera cuenta, eran muy discretos y ni se notaban. Negué el cigarro de Nairobi y miré graciosa al Denver cuando entró con una chaqueta de Berlín, pero de las que yo le había aconsejado de coger.
Empezamos a irnos pero paré a Denver en una esquina del pasillo. Él me miró sin entender y le empujé más a la pared para que no nos notaran mientras los demás iban al coche, puse mi mano en su boca y acerqué mi cuerpo al suyo para que no haya ningún movimiento y para esconderme mejor.
—¿Qué pasa? —preguntó el chico en un susurró cuando quité mi mano de su boca. Yo aún seguía mirando por el pasillo y al escuchar a todos fuera de nuestro alcancé miré a Denver, pero él miraba mucho más abajo.
—¿Sabes? Mis tetas saben mejor cuando bebo alcohol. — mencioné burlona, y es que tenía que decir que Denver me atraía mucho físicamente, era el típico malote con los que caía rendida.
—¿Que dices? Venga va. — intentó llevarme escaleras abajo, pero se lo impedí de nuevo.
—¿Por qué estabas tan depre en el coche?— me miró con confusión, pero su cara se relajó cuando lo entendió.
—Quería darme el lote con Tokio, pero llegó mi padre y se fue. — abrí los ojos como platos y mencioné lo de Tokio con Río, más que nada para que no se metiera. No había nada peor que meterse con una tía con novio. — ¿Esos dos? Qué fuerte.
—Si, bueno, entiendo a Río. La chica es una pasada en la cama.
—Pero ¿tú te has liado con todos aquí, o que?
—Eh eh eh, frena. De momento solo va Tokio.
—¿Solo?
Ni siquiera respondí cuando lo agarré de la mano y bajamos las escaleras hacía el coche que nos estaba esperando. Con un suspiro pesado nos encaminamos a la verbena.
DOS DÍAS ANTES DEL ATRACO
Dejé la copa de vino encima de la mesa y seguía apuntando en el cuaderno. Eran las doce de la noche pasadas, todos estaban durmiendo menos yo, que estaba apuntando partes del plan por si se me olvidaban.
Era cierto que la mayoría del plan era cosa mía, pero mayormente se me olvidaban los pasos de planes en específico y los apuntaba para no olvidarme. El día del atraco tendríamos que ir a por todo el armamento que tenemos en una ruta y esta misma mañana tuve que ir con Berlín a por más suministros, con los cálculos que hice vi que no llegaba ni para una semana, Sergio quería que tuviéramos suministros para al menos un mes por si las moscas. No sabíamos qué íbamos a necesitar, ni la cantidad exacta, por ello era algo difícil todo el asunto.
Volví a mi trabajo cuando escuché como alguien se sentaba en el sillón que tenía en frente, no tenía que mirar para saber que era él. Oía su característico ritmo cardíaco cada vez que estaba cerca.
—¿Ahora eres un acosador?— pregunté burlona sin dejar de escribir.
—No tanto como me gustaría.
Reí por lo bajo sin dejar de escribir, miré de reojo a Berlín para ver como bebía de mi vino sin vergüenza y sonreía en mi dirección. Miré su traje impecable y como se terminaba mi copa para servir más.
—He quedado aquí con Sergio. — mencionó él después de dejar la copa delante mio. —Supongo que estas aquí por lo mismo.
—En realidad...— cerré de golpe el cuaderno y me levanté con la copa en mano. —Mi reunión con Sergio fue ayer, hoy te toca a ti. Suerte.
Me despedí con una sonrisa y di media vuelta para volver a mi habitación, pero era Berlín, él nunca me dejaba tranquila. Escuché sus pasos apresurados y se colocó delante mio, sin llegar a tocarme.
—¿No vamos a mencionar lo que pasó?
—Andrés, no pasó nada, lo olvidé. —pasé por su lado, pero otra vez se puso delante mio, suspiré.
—¿Lo olvidaste? — preguntó ofendido. —Casi follamos Kioto, no te puedes olvidar de algo así.
Le miré a los ojos. Desde que llevamos aquí nunca me ha llamado por mi nombre, siempre por el de ciudad y todos los días marcaba mi nombre de pila para que me diera cuenta de ello. Sabía que él quería, no, necesitaba que le preguntara porqué lo hacía, pero mi orgullo me lo impedía.
—Joder Berlín, tu amigo Alzheimer te viene a visitar de vez en cuando ¿eh?— me miró como si estuviera loca, pero yo volví a pasar por su lado siguiendo el camino a las escaleras. —¡Tú dijiste que lo olvidara!
Por el pasillo de las habitaciones me encontré con mi querido Sergio, a quién saludé y le avisé de que tenía a su hermano esperando su llegada. Me deseó una buenas noches y con ellos me terminé la copa y me fui a la cama para dormir. Mañana sería un repaso de todo lo planeado en clase, durante todo el día, tenía que descansar bien.
Holap, solo vengo a decir que me he cansado de escribir momentos del pasado, por lo que el siguiente capítulo será todo en la fábrica. Habrá algún que otro paso en el tiempo para entender mejor algunas partes.
Besos.
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