2
Llevaba sentada en las escaleras de la entrada principal al menos tres horas. Vigilaba a los rehenes y respondía alguna pregunta que me hacían, sé que no debo cogerles cariños, pero algunos tenían su encanto.
Sé la razón por la que Sergio me eligió para esto, y es que solía ser muy amable y servicial en casos como estos, pero si llegaba el momento solía ser una muy mala persona y el Profesor necesitaba a alguien que sepa como tratar a otros y como ser alguien odiosa cuando se necesita. Y puedo asegurar que si alguno de estos rehenes me llega a tocar los ovarios más de lo normal lo van a flipar.
—¿Te relevó? — giré al escuchar la voz de Denver, sonreí en su dirección y le di un corto abrazo antes de irme. El chico era como un hermano para mi.
Subí las escaleras hacía la sala de móviles, allí me encontré a Berlín con un café mirando a la ventana tan tranquilo. Busqué con la mirada la cafetera y sin pensarlo dos veces me serví un café, agarré un chocolate blanco de la esquina y lo fundí al ponerlo encima de la taza mientras echaba el café, le añadí leche y un poco de miel para luego acercarme al sofá.
Antes de ello me fijé en un sillón y con una pierna logré arrastrarlo hasta otra ventana para poder ver a los policías. Fijé mi vista en Berlín mientras bebía un sorbo, no había notado su mirada en todo lo que llevaba dentro, algo extraño en él. Agradecí la poca luz que había, ya que me solía molestar cuando estaba oscureciendo.
—Antes de ti a estado Río. —confesó sin voltear a mirarme.
—Lo sé, le he mandado yo para que recogiera el equipo y revisara las cámaras. — respondí ahora quitando la mirada de su figura y poniéndola en los hombres que estaban preparando sus armas.
—Me sorprende que Tokio haya dicho todo eso. — volvió a hablar.
—Bueno, quiere proteger al chico, lo entiendo. Pero fue muy brusca, en mi opinión. — pude ver de reojo como él asentía y vi las ambulancias directamente. — Los policías están vivos.
—¿Eh?
—Los policías que ha disparado Tokio. — expliqué.— Están vivos.
—¿Cómo lo sabes?
—Las ambulancias siguen aquí, ninguna se ha ido. Si estuvieran en peligro de muerte o incluso muertos se hubieran ido hace unos diez o quince minutos, en cambio, siguen aquí. — me encogí de hombros terminando mi café con otro sorbo, escuché como se movía hasta estar a mi lado.
—¿Sabes? Antes me ponía mucho cuando hablabas así, como una cerebrito. — susurró por lo bajó y solté una pequeña risa para luego levantarme y encararlo.
—¿Ya no te pongo?— pregunté soltando las palabras en su boca, tuve que levantar mi cuello para hacerlo, me sacaba al menos una cabeza.
Berlín no sabía si mirarme a los ojos o a los labios, nuestra cercanía no ponía muy nervioso y es que oía los latidos acelerados de su corazón. Solté una pequeña risa enseñando los dientes y me aparté de él recogiendo algunas cosas por el camino.
—El tiempo de descanso a acabado cariño. — solté antes de salir por la puerta.
Bajé por las escaleras viendo mi obra maestra, y es que, había colocado a los rehenes en algunas filas para que sea cómodo para todos nosotros. Busqué a la corderito con la mirada y Denver me explicó que Berlín le había ordenado a Río que no se separará de ella y se la había llevado.
Suspiré e hice una señal para que todos me siguieran, le pasé a Oslo y a Helsinki las botellas de agua que había cogido anteriormente y me lo agradecieron con una sonrisa. La norma que había puesto era que nadie debía hablar cerca de los rehenes hasta mañana, por ello todo estaba en silencio.
Varios de mis compañeros me siguieron, más que nada los que no tenían ningún trabajo aún. Entramos a la sala en donde había estado anteriormente justo en el momento en donde sonaba el teléfono. La policía estaba llamando y vi como Berlín hacía lo propio para pasarle la llamada a Sergio.
Estuve rezando en silencio mientras me sentaba al lado de Berlín para no perderme nada. Rezaba por que la modificación de voz funcionara, sabía que estaba bien pero siempre podría pasar cualquier cosa para que se estropeara. Lancé una ligera patada a Tokio, que estaba enfrente mio para que dejara de mover las piernas nerviosamente, es que estaba moviendo toda la mesa, literalmente.
Escuchamos atentamente todo lo que decía el Profesor con la inspectora, y nos reímos cuando nuestro querido líder preguntó sobre su ropa.
—Parece que estamos escuchando a escondidas una llamada porno. — murmuré con gracia provocando risas en mis compañeros y calmando a Tokio, que aunque ya sabía que los policías estaban bien seguía nerviosa.
Me pasé una mano por la cara con frustración, la conversación iba para largo y yo solo podía pensar cuando dormirme para prepararme para los días que vienen de camino. Suspiré con cansancio cuando volvió a decir que le dijera su ropa. Cuando la conversación acabó me levanté de mi sitio para ver un poco por la ventana.
—¿Situación?— me preguntó Berlín aún sentado con los brazos cruzados.
—Unos quince francotiradores en frente, dos helicópteros y algo más de veinticinco hombres armados apuntando desde abajo. Seguramente habrá más esperando el relevo.
Asintió y nos ordenó a todos que bajáramos con los rehenes. Antes de salir Berlín ordenó la mesa un poco y salió delante de nosotros, pude ver cómo me echó una mirada de reojo cuando bajábamos las escaleras.
—¡En pie!— ordené al darme cuenta de su mirada, y es que Berlín entendía que la jefa a la hora de los rehenes era yo, y es eso no se podía meter. Le dije a los hermanos que ayudaran a algún que otro rehén como ya era costumbre, Moscú ayudó a la embarazada. —¡Tengo una buena noticia! ¡Podéis quitaros los antifaces!— empecé a aplaudir para que se dieran prisa, y es que eran muy lentos cuando tenían miedo y odiaba a la gente lenta.
Empecé a pasearme por los espacios que había entre ellos, tal como lo planeé era perfecto. Quité algún antifaz de la cara de algún adolescente, si es que aún no se lo quitaba.
—¡Muy buena noches amigos!— grité cuando vi como ya nadie traía el antifaz. —Veréis, a pesar de los helicópteros estoy segura de que nos darán unas horas de paz, por lo que podréis descansar como un bebé. — Seguí caminado para que me escucharan por todos los rincones. — Mis compañeros os repartirán la cena, un sándwich y una botella de agua. Os recomiendo que os comáis la comida porque no habrá nada hasta mañana las diez, la botella la podréis rellenar después, a la hora de ir al baño. Dentro de unos minutos serán repartidos los sacos de dormir.
—Creo que te olvidas de algo querida. — giré a hacía Berlín para que él mirará a una bolsa, entonces lo entendí y le guiñé un ojo como agradecimiento.
—Es cierto, que despiste. —sonreí con sorna y abrí los brazos. — Quiero que os desnudéis.
La gente empezó a mirarse entre ellos con miedo, alguno incluso se aferró a su camiseta como si fuera lo más sagrado del mundo.
—A ver, un poco de tranquilidad. —expresé. —Os daremos unos monos como los nuestro ¿a qué mola? Así estaréis más cómodos. —Sonreí a los grande y volví a mirar las caras de miedo. — Veamos escuchar. Ninguno de aquí nos interesa ver vuestro cuerpo o os haremos algo indebido, así que no os preocupéis por ellos. ¡Venga! ¡A desnudarse! ¡Pero quedaros con la ropa interior, por favor!
Pude ver como Helsinki y Denver repartían los monos rojos, también vi como Berlín se sentaba en las escaleras con una botella de agua en mano sonriendo en mi dirección. Cómo dijo antes, le encantaba verme de cerebrito, y al parecer de mandona también.
—Perdóneme señora, pero entre nosotros hay enfermos, con problemas cardíacos, embarazadas... Le ruego que deje marchar a los más vulnerables, no creo que puedan aguantar algo como esto. — Arturito me paró en medio de mi caminata solo para decirme esas tonterías.
—De primeras a mi te refieres como señorita o Kioto ¿eh? Que no estoy casada. Y de segundo...
—Pero vamos a ver ¿Tú quien te crees que eres? — me interrumpió Denver justo cuando Arturo estaba asintiendo por el miedo que le había causado.
Estuve viendo como Denver jugaba con Arturo y su pistola falsa, se me escapó una sonrisa cuando vi como Arturo disparaba con la pistola falsa con mucha rabia y se le calló la cara de valiente para sustituirla con la de miedo.
—¡Bien, ahora os repartiremos unas armas falsas! Después vamos a necesitar de su colaboración, y lo único que tenéis que hacer es obedecer nuestras ordenes y todo saldrá bien. — terminé sonriendo a todos los rehenes cuando estuve al lado de Berlín viendo como repartían los monos y las armas.
—Lo has echo muy bien Kioto...— murmuró por lo bajo Berlín, intentando que solo lo oiga yo. Miré en su dirección y solo logré que una sonrisa orgullosa apareciera en mi rostro y en la de él otra, sabiendo que esa sonrisa era por culpa suya.
Empecé a desesperarme cuando miré el reloj y vi que habían pasado más de diez minutos y que aún, la mitad de los rehenes, seguía con su ropa puesta. Tenía a Denver dando órdenes por mi, ya que estaba segura de que si lo hacía yo alguien acabaría muy mal, de momento no estaba para tonterías.
Otros diez minutos después ya tenía a toda la banda, menos a Río, custodiando a los rehenes. Mientras los policías se preparaban para entrar, lo mejor era permanecer juntos y con los rehenes, todo lo demás ya estaba planeado por el Profesor.
Escuché un murmuro algo fuerte que me hizo levantar la cabeza del adolescente que no paraba de mirarme. Divisé a Mónica con una cara furiosa viendo a mi querido Arturo, fue fácil saber lo que sucedía y dejé que Nairobi sobrellevara el asunto. Suponía que era la mejor para explicar ese tipo de cosas a una mujer primeriza.
El teléfono empezó a sonar de repente, lo que significaba que el Profesor llamaba. Miré a Berlín y este se levantó de su sitio para coger la llamada, al terminarla me miró y asintió dándome a entender que era hora del espectáculo.
—¡De pie! — grité palmeando mis mano para hacer más ruido. Pude ver como Tokio y Nairobi se ponían detrás mio como guardaespaldas, y es que eramos como los tres mosqueteros cuando estábamos juntas. Imparables. —¡A llegado el momento de seguir a rajatabla mis ordenes!
Empecé a señalar a rehenes mientras Helsinki los empujaba para que dieran una paso al frente y siguieran a Berlín, que iba delante de todos nosotros. Arriba se quedó Oslo y Moscú vigilando a todos los demás, mientras nosotros seguíamos a Berlín con nuestras máscaras y armas arriba.
TRES MESES ATRÁS
Eran tan solo las once de la mañana cuando a Denver se le ocurrió la idea de jugar a un partido de fútbol. Tuve que quejarme varias veces, pero aun así no conseguí que nadie cambiara de opinión, todos querían divertirse un poco aunque sea tan temprano.
Los líderes fueron Berlín y Tokio, el primero fue el que me eligió y tuve que ir arrastrando los pies. Él sabía que yo tenía mucha experiencia en todos los deportes, solía ir a muchas misiones y siempre tenía que saber todas las culturas, los bailes, los deportes e incluso la comida para que todo salga a la perfección. Es por eso que Berlín me eligió, para ganar.
Los equipos quedaron como: Berlín, Nairobi, Moscú, Denver y yo, mientras que en el otro estaban Río, Helsinki, Oslo y Tokio. Al principio el Profesor se unió al segundo equipo, pero se cansó rápido y tuvo que ser el árbitro.
Empezamos a jugar y ellos fueron los que sacaron al ser minoría, teníamos a Moscú como portero y todos los demás estaban dispersados por el campo improvisado. Pude divisar a Río con la pelota, tenía buena técnica y estoy segura de que pensó que no sabía jugar, ya que cuando se la arrebaté se quedó en su sitio asombrado.
Corrí con la pelota en los pies mientras Berlín y Denver me despejaban el camino, tuve que despistar a Tokio tirando la pelota a donde Berlín, que me la devolvió cuando Helsinki se puso delante suyo. Al estar al borde de la portería y con Oslo muy atento no dude en tirarla al sitio débil, que era donde menos abarcaba.
Denver fue el primero en venir a mi gritando y saltando conmigo en brazos. Todos los demás vinieron después y se tiraron encima de mí, pero alguien me tocó el culo y fue cuando paré de golpe. Me giré para ver a Berlín con una sonrisa traviesa, y es que no había sido un azote, no, había sido un apretón muy largo y duro.
—¿Me ha tocado usted mi hermoso y perfecto culo?
Tuve que susurrar aquello para que nadie me escuchara, y es que no quería que nadie pensara que Berlín era un viejo verde. El problema era que teníamos pasado y al ser yo tan guapa y espectacular él no podía olvidarme.
—No, pero si quieres lo puedo hacer. —sonrió más aún y se le dilataron las pupilas al llamarle de usted.
Minutos pasaron cuando el partido acabó con nosotros victoriosos. Estaba tan agotada que me tiré al frío pasto con la cabeza mirando al cielo, fue entonces cuando vi la cabeza de Denver sonreír y sentarse para luego alzarme la cabeza y colocarla en su regazo. Sentí unos dedos acariciar mi cabello con suavidad a lo que solté un jadeo y él una risa, tuve que callar cuando escuché la voz de Sergio.
—Entrarán por los cuatro sitios por los que se puede acceder. — bufé, como no estaba hablando del atraco de nuevo. Sentía mi cabeza muy pesada. —La puerta principal, la zona de carga, la salida de emergencia y la azotea. Pero van a esperar, a que los de intervención hagan un reconocimiento del terreno y eso lo harán desde el acceso de carga.
ACTUALIDAD
Me quité la careta para respirar un segundo, estábamos Berlín y yo encabezando a los rehenes y habíamos bajado con mucha rapidez. Lo miré desde el sitio en donde me cubría a mi y a los rehenes, él me asintió y de nuevo me puse la careta para empezar a colocar a los rehenes como yo quería. Mientras Berlín daba ordenes yo destapaba mi querido regalo de Sergio, que era el mismo fusil con el que estuve practicando en Toledo todos estos cinco meses.
—Ven con mamá. — empecé a montarlo mientras Berlín ponía sacos en frente mío para poder protegerme. La ayuda de Tokio no faltó, que incluso me miró las orejas de reojo y me asintió como si hubiera echo algo muy bueno.
Coloqué una rodilla en el suelo y con la otra logré estabilizarme, apoyé las patas del fusil en los sacos y estiré mi espalda para poder agarrarlo con más firmeza. Cerré un ojo y con el otro logré ver como metían las cámaras por los agujeros que hicieron anteriormente, la máscara me estaba poniendo las cosas difíciles pero pude soltar todo el aire contenido cuando las cámaras se retiraron y con ellas se escucharon pasos alejándose. Mire mi querido fusil con pena, ahora tenía que volver a ponerlo tal y como estaba.
Bueno, bueno, esto va tomando forma. He pensado que de ahora en adelante pondré las votaciones y los comentarios que se necesitan para que yo siga publicando los capítulos.
Aunque no parezca, yo ya tenía una serie de votaciones y comentarios específicos y así vosotros sabréis más o menos cuando publicaré.
10 VOTOS
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