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Pero seguirme en tik tok perroooooossss: its.yaayi











Kioto se había tranquilizado después de estar en brazos de Berlín por una hora. Después de ese tiempo los dos tuvieron que volver al trabajo y Kioto no perdió el tiempo de subir a la sala de móviles y vaciarla para que nadie pudiera escuchar la llamada del profesor. 

—¡Sé que lo sabías!— no pudo evitar explotar con el teléfono en la oreja mirando a la cámara. —¡Sabías que esto iba a pasar y no me avistaste, joder! ¡Podría haber hackeado los canales, maldito idiota!

—Kiro, tienes que...

—Como me digas que me tranquilice empiezo a matar rehenes, empezando por Arturo. — señaló a la cámara cómo una amenaza clara. 

—No sabía que lo harían. —suspiró del otro lado. —Lo escuché y no quise decirte nada porque... Es una buena manera de que la policía pierda su tiempo. 

—¿Qué dices? — preguntó irónica Kioto pasando su mano por el pelo para intentar tranquilizarse. Escuchó cómo la puerta de detrás de ella estaba siendo abierta y se giró para ver a Berlín ponerle seguro y señalar el aparato rojo. Kioto le dio entonces al botón del altavoz para que los dos pudieran oír y responder. — ¿Me dejas mal a mí para poder ganar tiempo?

—Kiro escucha... 

—Por una vez en tu vida cállate la boca y piensa más allá de tu puto plan. —resopló la chica. — Querías que fuéramos unos Robbin Hood y me has vuelto peor que Manuel Delgado joder. ¿Si me pones en tal mal lugar te piensas que mi padre no se meterá en medio?

—Eso es una buena noticia, si tu padre se mete podrá...

—¿Pero tú eres imbécil? — está vez habló Berlín, quién que acercó al teléfono para poder hablar y que se le escuchara bien. —¿Tú crees que si la mafia se mete todo será mejor para ti? 

Pudo escuchar cómo los dos hermanos empezaron a discutir de manera algo violenta y tuvo que parar a Berlín al ver que se estaba enfadando demasiado. 

—Mira, vamos a dejarlo, pasado pisado. — respiró profundamente para tranquilizarse ella también.— A la siguiente avisas o mando a alguien para que te meta un tiro en la sien Sergio. 

—Me parece justo. — asintió él aunque nadie lo viera y fue entonces cuando escuchó algo por el micrófono de Ángel. —Necesito un favor.

—¿Estás de coña? Está de coña. — habló Berlín riéndose de su hermano, al final de fue a sentar la sofá al ver cómo Kioto estaba dispuesta a ayudarle. 

—Averigua todo lo que puedas del hombre, quiero que transmitas un mensaje por la radio para que él la oiga. Tiene que ser en su idioma para que nadie más sepa de lo que hablas, no puede hacer mi retrato robot. 

—Una buena historia para contar, manos a la obra. 

Kioto estuvo varios minutos recopilando información y comentándola con Berlín para que no se aburriera mucho. El hombre le hizó un café cómo le gustaba al verla tan sumergida en el nuevo trabajo, aunque ella siempre lo niegue, le encantaba dárselas de hacker. 

La chica recibió un mensaje encriptado de Sergio y fue entonces cuando llamó por el teléfono rojo a la policía directamente. 

—¿Profesor?— pudo escuchar del otro lado a la inspectora hablar, también se quitó los audífonos para poder escuchar los sonidos exteriores. Ella también tenía el altavoz puesto para que toda la carpa lo escuchara. —¿Ya se va a rendir?

—Me temo que no es mi estilo. 

Por la parte de Raquel, se quedó sorprendida al escuchar la voz de una mujer y Ángel escribió el nombre de Laia en un papel a su lado, para que así supiera quien era ella ya que había reconocido su voz.

—Laia Aramburu, que sorpresa. — dijo la inspectora acomodándose en su asiento por los nervios. — ¿Vienes a hablar sobre tu fama de ahora?

—Mira Raquel, puedo hacer que tu ex-marido consiga la custodia de tu hija en su totalidad y que ni siquiera acepte visitas de tu parte. No me toques lo ovarios.— Raquel tragó en seco y todos se quedaron atentos a la llamada. Pero Kioto ni había llamado para hablar con ella.z— En realidad, venía para dar un comunicado. 

—Adelante, sin miedo.— Kioto se rió entre dientes. 

Tengo a dos sicarios en frente del colegio de tu hija Karina. —empezó a hablar en un perfecto Ruso. — Y a dos coches llenos de mis hombres viendo cómo tu mujer sale del supermercado en Krostoma, si el retrato que estás haciendo se parece a mi jefe nunca volverás a ver a ninguna de las dos. La policía no puede protegerte Nikolai. 

Minutos pasaron hasta que escuchó la voz de la inspectora. 

—¿¡Qué has hecho!?

Kioto se rió entre dientes y colgó la llamada con una mirada orgullosa hacía Berlín, esté la miró con mucho orgullo y se acercó a ella. 

—Siempre me gustó oírte hablar en otro idioma. — Berlín agarró la barbilla de Kioto para alzarla y que lo mirara a los ojos. 

—¿A si? Tal vez lo haga más seguido.— habló en euskera, el idioma que Berlín entendía pero le costaba hablar. 

El hombre miró con profundidad los ojos de Kioto, de su querida amada. Fue entonces, viendo esos ojos marrón oscuro que entendió porqué no pudo volver a casarse después de ella, la seguía amando. La amaba tanto que por eso soñaba todas las noches con sus besos, la veía en cada sitio o cosa que le recordara a ella. Berlín se inclinó entonces más cerca de la chica y al no ver resistencia de su parte estampó sus labios con los de ella. 

Eran tal cómo los recordaba. Los labios de Kioto eran regordetes y encajaban perfectamente con lo de Berlín, ella sabía a frutas del bosque y él a un buen vino. Kioto se emborrachó rápido de sus besos y no dudo en subirse a la mesa para ser besada con más pasión por Berlín. 

El hombre la agarró por los muslos y le abrió las piernas para poder meterse entre ellas y que sus cuerpos estuvieran más cerca. Kioto agarró por la nuca a Berlín y lo atrajo más a ella, mordiendo su labio para después meter su lengua y explorar la boca del hombre. Todo eso se convirtió en una guerra de control y ninguno de los dos tenía intención de perder. 

Berlín comprendió que ninguno iba a dar su brazo a torcer, por ello bajó sus labios al cuello de la chica mientras bajaba la cremallera del mono rojo. Debajo del mono solo llevaba un top y unas medias de red junto a su ropa interior, al ver su conjunto soltó un gruñido para seguir atacando el cuello de la chica y aplastar los pechos de ella con sus grandes manos. 

Los dos sabían que les gustaba al otro, y por eso Kioto empezó a restregar su intimidad cubierta con la del otro provocando un placer inmenso para los dos. El top de Kioto se bajó para dejar sus pechos libres y así que ahora Berlín pudiera atacar sus pezones.

Mientras Kioto gemía y Berlín le mordía las tetas, el hombre agarró su cintura para que siguiera con los movimientos sobre su intimidad y así poder aligerar un poco el dolor de su erección. Kioto solía ser algo paciente en el tema sexual, pero llevaba cinco meses deseando al hombre y por ello lo empujó al sillón y se sentó encima suyo. Kioto le ofreció sus pechos a Berlín, que los aceptó gustoso, mientras Kioto giraba sus caderas para poder generar placer entre ellos dos. Kioto saltaba y movía las caderas de delante a atrás disimulando embestidas y Berlín alzaba sus caderas de vez en cuando para aliviarse mutuamente. 

La chica pensó entonces que era la primera vez que tenía sexo con ropa encima, y estaba segura de que si seguían disimulando embestidas se correría en pocos segundos. 

—No me acordaba lo bien que gemías cuando te estiraba esto. —Berlín agarró entre sus diente sel piercing con forma de corazón que tenía Kioto en sus dos pezones, gimió en alto al sentir el placer y el dolor llegar al mismo tiempo. —Sigue moviéndote así, me falta poco. 

Kioto abrió más las piernas al escucharlo decir eso, había ido más despacio para evitar correrse pero al parecer él también quería su liberación. La castaña empezó a moverse más rápido y a disimular embestidas que los dos pudieran notar a la vez. Berlín le agarró de la cintura para hacerla saltar con a la vez que él.

Los gemidos no faltaron y los dos se corrieron en su ropa interior poco después. Kioto se desplomó encima de Berlín después de su orgasmo y notó las caricias de él en su espalda. Ahora tendría que cambiarse de ropa de nuevo. 

54 HORAS DE ATRACO

Berlín fue a ver a Mónica al aceptar que la estrategia de sus compañeros había sido muy buena, pero quería comprobar por él mismo que estaba viva. A Kioto no le molestó decirle donde se ubicaba, se iba a enterar de todos modos y ella tenía trabajo que hacer ya que el plan Valencia había sido activado por el Profesor cuando todos estaban reunidos en la sala. 

—Polluelos, su mamá llegó.— bajó las escaleras con Nairobi y Tokio detrás suya, cómo una buena líder. —Todas las mujeres, con mi conmigo, tengo un trabajo para vosotras. 

Las mujeres presentes se fueron con Nairobi y Kioto mientras Tokio se iba por otro lado para reunirse con Helsinki y Berlín por el camino. Kioto puso a las mujeres en varias filas y le sonrió a Nairobi emocionada. 

—¡Muy bien amores míos! Cuando yo diga tendréis que gritar con todas vuestras fuerzas. — exclamó la castaña sonriendo al grupo. —Quien no se vea capaz, puede quedarse con Nairobi, las demás ¡A darlo todo!

De repente se escucharon disparos y fue entonces, más por el miedo que por las ordenes de Kioto, que empezaron a gritar con una castaña muy emocionada diciendo que no pararan. 

—¡Así me gusta! ¡Otra vez y más fuerte! ¡Vamos!—los disparos se volvieron a oír y volvió a alzar la mano con entusiasmo para que gritaran de nuevo. Segundos después, con la misma mano, ordenó que pararan los gritos justo en el mismo instante en el que los disparos pararon. —Buen trabajo chicas, tendréis un largo descanso como recompensa. 

Todas asintieron conformes con su ganancia, la mayoría estaban agotadas y Kioto solía ir a ver a la embarazada de vez en cuando para ver cómo iba. Le sonrió de forma sugerente a Berlín antes de marcharse y subir a la sala de móviles.

Allí esperaba Río, quien le dijo que había llamado el Profesor escasos minutos antes para preparar las pruebas de vida. Kioto las manipuló para que parecieran falsas intencionalmente y se las empezó a mandar a Río para que este encriptara los videos y que nada fuera detectado, después las guardaba en una carpeta que sería enviada directamente a la policía.

Al terminar Río y Kioto chocaron los cinco con alegría, levantaron el dedo pulgar hacia la cámara para que el Profesor supiera que el trabajo estaba hecho. Tuvo que bajar con los rehenes al ver que era la hora de que vayan al baño, se reunió con Nairobi por el camino y llamaron primero a los más mayores después Nairobi traería a los demás de a poco. 

—¿Cómo estás Cristina?— preguntó Kioto al ver a la embarazada, solía ir al baño más veces que los demás. 

—Muy bien, las pastillas que me dio ayudan. 

—Me alegro. — le rozó el hombro cómo una caricia. —De ahora en adelante tómalas solo en el desayuno ¿vale?

La mujer asintió y cuando todos salieron los adolescentes empezaron a llegar poco a poco, miró a Helsinki y le preguntó por Nairobi. Al parecer la morena se había quedado con Río para entregar agua y un poco de comida, por lo que estaban solos. 

Giró la vista a los adolescentes cuando vieron que ninguno de ellos había salido y que solo estaban repartidos por el baño, iba a preguntar que sucedía pero se respondió ella sola al ver cómo Alison salía de un cubículo y todos se ponían alerta. Iban a intimidarla. 

—Aquí no hay mayordomo para que te lave las manos ¿eh?— soltó un chico que no conocía de nada. — Solo tú saldrás de aquí, por tu culpa nos quedaremos.

Pudo ver cómo Alison se intentó defender, pero una chica que estaba a su lado la interceptó. 

—Pero mira, se nos pone farruca. 

—Aquí no está tu papi para defenderte ¿no?— sin duda alguna Arturo y Pablo le estaban jodiendo mucho a Kioto. —¡Que nos mires a la cara! Seguro que con lo de la teta has ganado seguidores, deberías agradecerme.

De repente Alison intentó irse pero ninguno lo dejo, comentarios sobre que ellos estaban alí por su culpa no paraban de oírse y Kioto se estaba poniendo de los nervios. No tenían ninguna vergüenza. 

Kioto se sorprendió que hicieran todo eso sabiendo que estaba ella presente, pero no dudo ni un segundo en ir a por ellos cuando empezaron los empujones. 

—¡Eh! 

Kioto se despegó de la pared y le dio un zape fuerte a Pablo y empujó a otra chica para que Alison saliera de ese círculo. 

—¿Esto os enseñan en el colegio de pago? ¿Ha ir en grupito, como cobardes, para intimidar a una compañera?—vio de reojo a Helsinki ponerse en la puerta con el arma en las manos. Kioto giró la vista a Pablo. — ¿Y tú? Siendo el más gilipollas de todos, haciendo fotos de desnudos y luego ponerlas en internet. Pero vaya machote ¿tendrás los huevos grandes?

Entonces Kioto agarró con fuerza los cojones de Pablo y esté empezó a quejarse. 

—¡Pero si son enanos!— Kioto se empezó a reír y se lo comentó en serbio a Helsinki, esté también rió. —Eres un mierdas, un insensible, un estúpido y un gilipollas. ¿Sabes lo que hago con estas personas? Me las cargo. 

Apretó con más fuerza y quitó la mano escuchando los quejidos. 

—Todos vosotros estaréis sin comida durante dos días y trabajaréis más horas que cualquiera. — se giró a Helsinki y le asintió para que supiera que podía irse para dejar espacio y que todos se fueran. Empezaron a irse, pero Kioto paró a Alison y a los demás. —¡Qué sepáis que ninguno iba a salir! Solo era una estrategia para dejar mal a la policía. Os habéis quedado sin comida y con trabajo extra por nada.

Se fue dejando a Alison sola, pero le dijo a Nairobi que le diera un poco de ánimos y se fue de allí pasando por el vestíbulo. Miró mal a cada uno de aquellos adolescentes y apuntó en un papel junto a Río los nombres para que no comieran. 



—Buenas tardes inspectora. 

Raquel Murillo estaba en frente de Kioto, Río y Tokio con las máscaras a un lado, eran los únicos que podían hacerlo ya que la inspectora sabía sus identidades. Berlín tuvo que aceptar a regañadientes que Kioto liderara el pequeño grupo, ya que todos los demás estaban detrás con las armas en alto. Ningún rehén estaba con ellos. 

—Laia. —asintió la inspectora a modo de saludo.

—Prefiero que aquí me llames Kioto, si no te importa. —Raquel asintió de acuerdo y Kioto le dio vía libre para cachearla.

—¿Dónde está el Profesor?— preguntó curiosa viendo a todos lados. 

—Me pide disculpas de antemano. — hablé mirando cómo Tokio terminaba. — Pero por razones de discreción no va a poder estar presente. Espero que entienda que no quiere estar en televisión escuchando mentiras sobre él. 

Raquel bajó la cabeza, no le gustaba la decisión que había tomado y menos al ver lo dolida que se veía la joven. Había visto su expediente, después de conseguirlo a la fuerza, y había visto que todo lo malo que había hecho había sido a personas que lo merecían. Donaba millones a varias compañías para ayudar a niños, ancianos o a cualquier empresa que esté empezando o que necesite ayuda. Había derribado muchas empresas construidas por prostitución o de trata de personas y ella dijo todo lo contrario a la prensa. 

—No lleva armas. — Tokio se levantó y se fue al lado de Kioto, entonces le dijo a Río que empezara con lo suyo. 

—Uy, Raquel, espero que lo estés disfrutando.—Kioto soltó una ligera risa al ver cómo había sonado unos pitidos al ir a su zona íntima. —Tokio ¿qué tal si vuelves a cachearla? Pero está vez con un poco más de entusiasmo, ese que tu sabes. 

Tokio le dio segundos después el micrófono, tuvo que admitir que era bastante grande y con algo escrito que no entendía muy bien. Lo rompió para que no pudieran escuchar y esta se lo dio a Río para que lo tirara mientras ellos se iban a preparar lo demás. 

Pero Río se quedó quieto viendo la palabra Rayo escrita en el micrófono con un rotulador amarillo. Así le decían sus padres, y por eso mismo sabía que nada bueno traía ese aparato. Kioto se dio cuenta de su mirada perdida, pero Berlín le dio un ligero empuje con el arma para que no se despistara. 

Sería una larga tarde.











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