𝟬𝟯𝟮━━ 'Cause, darling, I'm a nightmare dressed 𝗹𝗶𝗸𝗲 a daydream
❛𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓣𝐇𝐈𝐑𝐓𝐘-𝓣𝐖𝐎 ❜
𝐆𝐇𝐎𝐒𝐓 𝐒𝐓𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒 👻☎️
𝐏𝐑𝐄𝐒𝐄𝐍𝐓𝐒...
༉‧₊˚. ♯ 'Cause, darling,
I'm a nightmare dressed 𝗹𝗶𝗸𝗲 a daydream
Porque cariño...
¡soy una pesadilla vestida como un sueño¡
Pero él no sabía que en el sueño de Caperucita, el lobo por siempre la temió, convirtiéndose en su peor pesadilla🔪
Ahora hacía gritar en vez de sonreír, ahora creaba pesadillas en vez de sueños… ahora era peligroso pero también, encantador. Una parte de él todavía seguía siendo ese chico que apreciaba. Pero lo odiaba. Por todo. Porque me estaba volviendo loca, literalmente. Lo amo. Lo odio. Esta mierda me supera.
Get the fuck out my face
I'm trying to think
Get the fuck out my face
I'm not part of your clique.
𝐄𝐒𝐀 𝐍𝐎𝐂𝐇𝐄... FUE UNA DE ESAS NOCHES PERFECTAS PARA CONTAR HISTORIAS DE TERROR EN LA OSCURIDAD Y HACERTE AGUAS MENORES EN LOS PANTALONES.
Solo que yo no tenía pantalones.
Tenía una mísera toalla blanca enrollada en mi cuerpo mientras corría por los pasillos oscuros para esconderme de Ethan. Claro que no me escondía por miedo, me escondía porque se la iba a jugar a lo grande como él me lo había hecho a mí durante todos estos años.
Tal y como hizo Kevin McCallister a sus queridos ladrones en Home Alone.
Pero antes que nada, Kevin analizaba el perfil de sus víctimas, las canalizaba para buscar sus puntos débiles así como también sus fortalezas. Ahora me tocaba a mí analizar pero, en este caso, a un maldito asesino. Y lo peor de todo: estaba enamorada de él. Quizá más tarde me encargara de pedir cita al psiquiátrico pero ahora… tocaba la parte más divertida: joderle todos sus planes mientras lo analizaba.
¿Psicópata empoderado? No. ¿Sociópata antisocial? Sí. ¿Idiota y monstruo compulsivo con trastorno bipolar? Sí. No hacía falta decir que las habilidades de Ethan en el aspecto social eran pésimas, lo que tenía una personalidad antisocial.
Los psicópatas, en cambio, suelen comportarse bajo el poderío de la caballerosidad y la galantería para ganarse la confianza de sus víctimas y atacarlas cuando están con la guardia baja. Ethan poseía una sociopatía selectivamente empática, capaz de implicarse emocionalmente con su círculo más cercano o con una persona en especial, en este caso, conmigo. Me lo dejó en claro cuando trató al resto del grupo como si fueran mierda, literalmente hablando.
Está claro que podría ser un psicópata empoderado con complejo narcisista a la vez, porque no tuvo ningún problema en manipularnos a todos y rescindió de ciertas acciones que muy bien podría haberlas realizado pero, Ethan seguía siendo antisocial e inseguro, también me lo dejó muy claro en el baño. Estaba temblando cuando se acercó mucho más a mí y un psicópata narcisista tiene mucha confianza en sí mismo y mucha autoestima para cuando, llegado el momento, domine a la mujer y no tiemble como un flan.
Y ya no estaba actuando, se mostró al desnudo tal y como es, lo que dejaba en claro que en el aspecto sexual no había mentido y no tenía ni pajolera idea de nada en cuanto a ese ámbito al igual que yo. Además, caí en la cuenta de que Ethan nunca me había hablado de su familia y una persona con trastorno de sociopatía incluido en su psicología, muchas veces, tenía su origen en un trauma pasado relacionado con abusos, acosos y maltratos familiares.
Sabía que ya tenía un punto débil con el que aferrarme para bajar su guardia aunque no era capaz de decírselo. Al fin y al cabo, un trauma era muy delicado. Y no era objeto de broma. Quizá debía bajarle la guardia de otra manera.
Con pasos silenciosos cuando ya estaba lo suficientemente lejos de él, me dirigí a mi habitación a oscuras con la mochila en mi espalda y su cuchillo de carnicero en mi mano. Al instante, fui a la mesilla de noche y saqué una bolsa de canicas que tenían la misma edad que Cleopatra si estuviera viva en la actualidad. Al lado, había un estuche escolar de Stacy y pegamento instantáneo que en apenas unos segundos, brindaba uniones extrafuertes, sólidas y duraderas.
A puntillas para que no localizara mi ubicación tan rápidamente, junté una cantidad leve pero de igual manera, eficiente, justo en el margen de la puerta, de modo que al dar patadas o poner todo su peso para intentar abrirla, perdiera el equilibrio cuando esta se abriera y allí estarían las canicas de Cleopatra para recibirlo con un gran saludo.
Aproveché el momento para ver los artículos de broma que tenía Stacy dentro del mueble —listos para ser utilizados cuando venían sus primos pequeños y tenía ganas de joderlos un poco—. Me encontré con un mano de juguete en forma de puño, era dura y resistente, tenía una manivela incorporada en la parte trasera que si se accionaba correctamente en un espacio reducido y en un lugar cerrado, la persona que jugara con esa distancia, recibiría una gran sorpresa en la cara. Así que la base, la pegué con el pegamento en el respaldo trasero, interior e inferior del mueble de madera de igual forma y a partes iguales, porque sabía perfectamente que recibiría un dolor mucho más fuerte en sus partes íntimamente más preciadas y no en su bonito rostro de chico bueno.
Oí un chirrido metálico característico de un cuchillo al acariciar la superficie de la pared.
No podía ser... le había quitado el cuchillo. ¿Cómo es que tenía otro?
—¡Nunca le quites el cuchillo a un fantasma porque te aparecerá con otro mucho más grande! ¡Mucho más grande que el arma virgen que tengo entre mis pantalones! ¡Sin ser utilizada! ¿Quieres tenerla? ¡Solo es para ti! —me gritó Ethan, el chirrido y su voz eran fuertes, estaba cada vez más cerca de mí. No le contesté pero me estaba empezando a acostumbrar a su sarcasmo aunque mi mente estaba ya ocupada y mis manos también, justamente peleándome con el juguete para que se ajustara dentro sin que me diera una paliza. Los pasos ya se oían en el pasillo de al lado, desvié la vista hacia la puerta.
—Mierda... —susurré y volví a concentrar mi mirada en el juguete aplastador—. Métete ya maldito cachivache. —Este, como si hubiera oído mi insulto, me propinó un puñetazo en mis partes. Ahogué un gemido de dolor mientras lo metía de nuevo—. ¡Yo... no soy a quién... tienes que... partir... las pelotas!—. Hice palanca con unas cuantas cajas grandes que encontré al lado del mueble y ocultaron el puño. Aproveché la oportunidad y cerré el mueble pero no totalmente, dejé cinco centímetros abiertos. Ethan pensará que me habré ocultado detrás de las cajas en un intento desesperado que ni siquiera cerré el mueble adecuadamente. Lo abrirá y bueno, el resto será un espectáculo para mis ojos.
—¡No me ignores! ¡Sé que todavía sientes algo por mí! —vociferó. No estaba lo suficientemente cerca de la puerta así que volví a aprovechar la oportunidad y grabé un audio en el móvil de repuesto de la mesilla de noche, susurrando e intentando imitar una voz asustada por si el plan A no funcionaba, intuyendo al momento que a lo mejor Ethan pensaba que era una broma y no estaba realmente dentro del mueble—. ¡Porque... cariño!
—¡Soy una pesadilla vestida como un sueño! —El chirrido de su cuchillo en contacto con la fina pared reverberó por el pasillo junto a su voz.
Pausé un momento, mirando hacia su dirección. Me encantó esa frase pero sacudí la cabeza para volver a concentrarme.
—Oh..., Ethan… o, debería de decir ahora: Ghostface, no me mates, por favor, quiero estar en la secuela en tu película..., por favor, no entres al mueble... por favor... apiádate de mí solo un segundo más, mi amor —susurré. La duración del audio era de exactamente diez segundos. Puse la marcha atrás para que el audio sonara como si fuera una alarma horaria. Si mis cálculos no fallaban, tardaría en recobrarse de la caída unos pocos segundos debido a la rabia y la frustración que le suponía verse tirado en el suelo, luego haría ademán de mirar debajo de la cama pero el audio sonaría justo en ese instante, eso haría que desviara la atención hacia la zona del sonido, abriría el mueble y... ufff.... puñetazo en los huevos.
Metí el móvil por la pequeña entrada abierta que había dejado y bajé su brillo al máximo, colocando el móvil horizontalmente y bocabajo para que no sonara menos fuerte, ajustando el volumen al mismo tiempo. Luego tiré las canicas de Cleopatra al suelo. Eran pequeñas así que no causaban mucho ruido.
Aunque, eso sí, eran muy resbaladizas.
La Luna me acompañó en ese momento. Las botas oscuras de Ethan ya se vislumbraban debajo de las rejillas de la puerta. Era la hora.
Era la hora de la operación de romper las pelotas a mi novio el sociópata.
Eso sonó muy cursi.
—Tienes razón —dije finalmente, justo al lado del mueble para engañarlo y no supiera que cuando entrara, estaría debajo de la cama—. Eres una pesadilla vestida como un sueño. Por favor, sigue metiéndote en mis sueños, hazme gritar de dolor o de… lo que sea.
Oí una risita y tocó la puerta.
—¿Toc, toc?
¿En serio?
Ah, ya veo, quería jugar.
—¿Quién es? —pregunté.
—Soy yo —respondió él.
—Pasa, pasa —le continué yo.
Sí, eso pasa.
Una sonrisa diabólica se vislumbró en mi rostro. Ethan giró el picaporte para entrar pero una vez hecho, tuvo que dar golpes porque la puerta estaba literalmente trancada con un pegamento resistente.
No sé si tenía más miedo de la expresión que iba a poner Landry cuando cayera al suelo o de la cara que pondría Stacy cuando viera todo el desastre que había ocasionado en el dormitorio y en su baño.
—¿Qué pasa, mi amor? ¿No puedes entrar? —me mofé yo—. ¿Quieres que te eche una mano? —No hubo respuesta pero sí empezó a dar golpes cada vez más violentos con su cuerpo para abrirla. Luego probó a dar patadas.
—¡Joder! ¿¡Qué le pasa a esta puta puerta!?
—Ethan, qué ojos más grandes tienes —le dije para ponerlo más nervioso, sin ignorar su comentario.
—¿En serio...? —preguntó este con desdén, luego suspiró sin parar de dar patadas a la puerta—. ¡Son para... verte mejor!
—Ethan, Ethan —continué yo—. ¡Qué orejas tan grandes tienes!
—Son para oírte mejor —respondió con cierta sorna.
—¡Y qué nariz tan grande tienes!
—Es para olerte mejor... —La puerta crujió. Ya la bestia había roto su jaula. Llegó la hora definitiva.
—¡Y qué boca tan grande tienes! ¡Y qué cuchillo más wow!
Me metí debajo de la cama en una posición en la que Ethan no me viera cuando cayera al suelo. Me puse en las sombras donde la luz de la Luna no llegaba a vislumbrar desde el ángulo de la ventana.
—¡Es para... saborearte, comerte y destriparte mejor! —Todas sus embestidas y el peso de su cuerpo terminaron por romper la puerta y perdió la inercia, justo como me imaginé. Resbaló con las canicas y...
Y el lobo, por siempre, a Caperucita temió.
—Caperucita es tan peligrosa como una bala de plata... —susurró entre gruñidos de dolor, incorporándose. Lo miré desde las sombras debajo de la cama, las mantas ladeadas de lado ocultaban gran parte de mi cuerpo. Sus rizos negros y rebeldes jugueteaban en su frente de porcelana. Sus ojos oscuros examinaron la estancia con un brillo desconocido que no logré identificar del todo—. Y eso…, creo, que me pone muchísimo.
¡Ten cuidado que es el lobo! Y sabes que te vas a quedar con ese lobo porque él solo tiene ojos para ti... no solo te oye, él realmente te escucha de verdad. No solo te ama, también te da protección, también te espera, no te abandona, te busca, te quiere —a su manera—, él solo tiene ojos para ti porque tú has sido la única en quererlo de verdad incluso antes de que supieras que era el lobo feroz. ¡Ten cuidado que es el lobo! Un lobo solitario que solo busca una capa roja a la que aferrarse y no sentirse tan solo. Un lobo que te ha esperado, aceptado y respetado y jamás te ha abandonado como lo han hecho los demás chicos.
Él soy yo. Yo soy él. Somos iguales.
Tenía ganas de reventarme una y otra vez la cabeza para dejar de pensar eso. Él y yo no éramos iguales.
Ethan se aproximó a la cama pero el audio sonó y desvió su rumbo hacia el mueble.
Mis pensamientos volvieron a la cabeza y esta vez, no negué la verdad. Una parte de mí quería salir de la cama y decirle a Ethan que no abriera el mueble, quería abrazarlo y besarlo, que me comiera, bueno no, eso no, tan solo quería decirle que lo amaba y que me sentía culpable por ello pero no podía reaccionar cuando el teléfono sonó. Simplemente dejé que las cosas tomaran otro rumbo. Un rumbo que no me gustaba y no era mi favorito pero sabía que era el correcto.
—Oh..., Ethan…o, debería de decir ahora: Ghostface, no me no me mates, por favor, quiero estar en la secuela en tu película sangrienta..., por favor, no entres al mueble... por favor... apiádate de mí solo un segundo más, mi amor... —Sonó mi voz, me oí rara.
¿En serio hablaba así?
El enfado se borró en el rostro de Ethan y una sonrisa algo tierna apareció en sus labios, mirando a la dirección donde pensaba que estaba yo.
—Sabes perfectamente que yo nunca te haría daño. Mataría por ti, literalmente hablando. Lo de destriparte lo dije de broma. Está claro que mis artes culinarias son especialmente utilizadas para otro tipo de personas.
Creo que ya me he dado cuenta.
Busqué una posición para contemplar mejor la escena y salir por la puerta justo en el momento donde él se estaría recuperando del ataque.
Ethan abrió el mueble con solo dos dedos.
—Eve, no te escondas de mí —dijo, algo triunfante, algo dolorido pero mientras lo decía, bajó la guardia y cayó en las trampa. Apartó las cajas—. Yo soy tu... —El puñetazo de la mano falsa le dio de lleno en todas sus partes haciendo una tortilla de huevos recién preparada. Sonó fuerte. Se dobló de dolor, gruñendo fuertemente—. ¡Tu madre! ¡Oh…joder! ¡Joder...! ¡Joder...! ¡Joder...! ¡Cómo duele! ¿¡Me quieres dejar estéril acaso!? Escuché perfectamente que le... habías dicho a Mindy: «¡Dile a Ethan que lo amo y que siento mucho no haberle dado un hijo antes de palmarla!». ¿¡Cómo quieres que te dé hijos si ya van dos veces que me las revientas!? Ay, joder, cómo duele, joder…, puta mierda…, ¿por qué a mí? —exclamó, gimiendo.
Aproveché para salir de la cama y abrí el cajón inferior de la mesilla que estaba en el lado izquierdo de la cama — en la parte próxima de la ventana que daba al prado—. Sabía perfectamente lo que contenía. Una pistola. Él se dio la vuelta hacia mí. Había frustración, dolor y rabia en la forma en la que me contemplaba. Pero también algo más, algo que todavía no lograba comprender. Luego puso su atención al arma en mis manos para volver a ponerla en mis ojos.
—¿Te acuerdas la última vez que me dijiste que clase de ideas me dio las películas «Home Alone»? Recuerdo que no te contesté porque pensé que no eras lo suficientemente diabólico como para entenderlas. Y, parece, que ahora lo has vivido todo en primera persona —le dije, ignorando todo su anterior comentario. Aferré fuertemente el arma en mis manos con la mira apuntando hacia él; aunque no le iba a disparar, solo quería intimidarlo más. Ethan tenía el cuchillo amarrado en sus ropajes oscuros como la misma noche. La luz de la luna me regalaba la imagen de un chico con una silueta oscura y fantasmal. Misteriosa. Encantadora. Increíblemente peligrosa—. ¿Qué se siente además de un dolor aplastante?
—Me da igual el dolor, yo quiero saber lo que piensas. ¿De verdad me vas a disparar? —Fue lo único que dijo él—. No te atreves. —Río con desdén.
Yo también reí con el mismo tono.
—¿De verdad piensas eso, Landry? No me tientes.
—Hazlo —me retó él, acercándose a mí—. ¡Hazlo, maldita sea!
Apreté el gatillo, disparando por encima de su hombro pero no sonó ningún disparo, ni siquiera salió una bala. Demasiado tarde, descubrí que era una pistola de juguete. Demasiado tarde, supe que perdí la dignidad delante de Ethan. En vez de un disparo desgarrador, sonó una carcajada de un payaso y luego una voz que decía: «¡Hola, soy Mickey Mouse!». Volví a apretar. Una carcajada sonó. Repetí la acción. La misma risa. «¡Hola, soy Mickey Mouse!».
—Maldita pistola de juguete... —Le di varios golpes—. «¡Hola, hola, hola, soy Micccccckeyyy Mouuuuuseee!». —Empezó a trabarse y la voz se tornó grave. Me recordó a la voz modulada de Ghostface. La risotada también—. «¡Jajaja, hoola, soy Mickeeeeey Mouseeeeeeee, jajaja, ja, ja». «Holaa...»
Ethan interrumpió a Mickey, apretó el botón para cambiar el tono y habló con su voz modulada, imitando al ratón.
—Ni te atrevas… —farfullé, fulminándolo con la mirada, sabiendo lo que iba a hacer.
Y lo hizo.
—¡Ho-holaa, soy Mickey Mouseeee! —continuó, aprovechando la ocasión. El juguete y él se estaban burlando de mí.
—Idiota... —farfullé por lo bajo mientras le tiraba la pistola en la cara pero Ethan fue más rápido que yo y pudo esquivarla con facilidad. La pistola de juguete cayó al suelo haciendo un pequeño estruendo.
—«Hola…soy… Michael… Mouseeeeee, ja, ja, jaaa...» —El tono fue decayendo y la voz distorsionada de Mouse terminó siendo una voz extremadamente grave, tan grave que hasta parecía perturbadora.
Ethan se rió a carcajadas.
—Esto ha sido muy bueno —confesó—. No me lo esperaba para nada. Nunca pensé que un ratón encantador tuviera complejo de tirador.
—Y yo nunca pensé que un chico tan dulce como tú fuera Ghostface y tuviera complejo de ser un idiota estúpido. —Se la devolví—. ¿Te estás riendo de mí, acaso?
—No, no me estoy riendo de ti —pausó e ignoró el primer comentario. Aproveché que ahora estaba de cierto humor agradable para acercarme a la puerta como quien no quiere la cosa pero se puso en medio de mi camino con una negación burlona y una sonrisita de niño bueno. Me dirigí de nuevo hacia la parte contigua de la cama que hacía de centro entre él y yo. Y detrás de él, estaba la puerta. La salida—. Me estoy riendo contigo, es distinto —continuó, haciéndose énfasis en la última palabra—. Pero ahora, haremos como que esto no ha ocurrido y pasaré a la acción. —La sonrisa de niño se convirtió en una traviesa. Sus labios amenazaban.
—Por supuesto —le seguí yo—. Haremos como que esto no ha pasado. —Si saltaba a la cama y luego encima de él, Ethan podría perder la estabilidad y yo aprovecharía para escapar pero también estaba la posibilidad de que me retuviera y me tumbara.
En dado caso, ya no podría escapar tan fácilmente de su cuerpo.
Y tampoco sabría sí querría.
Admite que una parte de ti desea la última posibilidad, dijo de nuevo esa voz en mi cabeza, admite que deseas que Ethan recorra tu cuerpo entero con ese cuchillo con la misma suavidad y estabilidad con la que acarició las paredes.
—¡No! —grité en voz alta sin darme cuenta. Ethan frunció el ceño.
—No te he hablado. ¿Momento esquizo? —preguntó con cierta mofa mientras sacaba el cuchillo.
Lo ignoré mientras ajustaba mejor la toalla enrollada a mi cuerpo desnudo para que no se cayera, lo último que me faltaba es que me viera completa… Ethan no pasó desapercibido este detalle y contempló la toalla detenidamente pero no dijo nada al respecto. Lo ignoró.
Miré de reojo la maleta, tenía su arma y todo un almacén de cuchillos allí dentro. Podía defenderme. Aún podía hacerlo. Aún podía ponérselo más difícil.
—Dime una cosa, Ethan. ¿Aparte de quererme, hay otra cosa que me dijiste y era totalmente cierta? —le pregunté. Sentía
curiosidad.
—Sigo siendo virgen —respondió con sarcasmo. Esa respuesta fue justo la que quería oír. Me dio cierta nostalgia escucharla, quizá por los viejos momentos pero intenté con todas mis fuerzas no hacérselo notar.
Me sonrió con una mueca diabólica en su rostro y mientras sacaba el cuchillo con una meticulosidad increíble, le seguí el juego, o lo que es lo mismo, le sonreí de la misma manera mientras miraba de reojo la maleta, puede que él tuviera un cuchillo pero yo tenía un arsenal como lo tendría Rambo.
—¿Qué? ¿Vas a sacar toda tu infantería, Rambo? —me preguntó con nueva mofa mirando de reojo la mochila, como si se metiera en mi propia cabeza.
Pero yo sabia la respuesta y más que eso, quería dejarlo esteril con todas las patadas que deseaba darle, quería que desapareciera de mi vida por ser un mentiroso, un capullo y un idiota, quería que desapareciera para que volviera una y otra vez convertido en el Ethan que conocía en el pasado pero sabía que eso no iba pasar. Las cosas no iban a ser como antes. Nunca más.
Ahora era Ghostface, ahora hacía gritar en vez de sonreír, ahora creaba pesadillas en vez de sueños, ahora era demasiado peligroso pero también, encantador, a su manera. Una parte de él todavía seguía siendo ese chico que apreciaba. Pero lo odiaba. Por todo. Porque me estaba volviendo loca, literalmente.
LO ODIO.
LO AMO.
ESTA MIERDA ME SUPERA.
👻N. de la A. [ME PARTÍ DE LA RISA ESCRIBIENDO ESTE CAPÍTULO] 👻
🖤 Momento esquizo, créditos a: Kiarii_maggie
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