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🖇𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟑🐺²

Despertó, en medio de la oscuridad infinita,su corazón latiendo sin control
Y su espalda sudando frio. Todo había sido un sueño.

🐺🐺⭐🐺🐺

Al día siguiente, apenas asomó el alba, Jin ya se encontraba preparado para emprender el camino final hasta la casa de su abuelo Jimin. Apagó las cenizas restantes de la fogata y dejó que el humo ascendiera y se mezclara con el viento.

Suspiró, necesitaba superarlo, necesitaba con urgencia y desesperación arrancarlo de su mente, de su alma, de su corazón. Lo enfermaba, se sentía un obseso por él. No era para nada sano, estaba infestado de aquel animal salvaje.

Ahora los senderos eran claros y precisos frente a sus ojos. En aquella parte del bosque comenzaban a irritarle las ramas que se atravesaban constantemente en su camino, y las cuales tuvo que esquivar, acompañado de muchos obstáculos más, todo para poder llegar finalmente al lugar dónde se alojaba su abuelo. En lo más recóndito de la arboleda lóbrega y enigmática.

Las ramas dejaron de tronar bajo sus pies, pues su abuelo siempre se preocupaba por mantener su patio en perfecto estado. Los frondosos pinos dominaban en el lugar, verdes e imponentes, perversamente silenciosos, como todo el ambiente que lo rodeaba. Era relajante estar allí, lejos de las penas y contantes gritos de los familiares por sus parientes asesinados. Entre las sombras tétricas del bosque lograba conseguir la paz absoluta. Aquel lugar se veía aún más lindo de madrugada cuando los rayos del sol se colaban entre la espesura, es allí cuando la luz oculta cosas que el bosque aún no quiere revelar.

Sus piernas se movieron ágilmente hasta establecerse en la entrada de la morada de su abuelo. Se sorprendió al ver su jardín estacas puntiagudas se dibujaban en todo su alrededor, como una fortaleza. Lo curioso es que no estaban localizadas a mucha altura, con un pequeño saltó, el lobo lograría adentrarse a su propiedad.

- ¡jinnie, cariño!.- Su abuelo Jimin le saludó enérgicamente, con un grito que probablemente resonó en kilómetros a la redonda en forma de eco. Sus ensoñaciones se vieron interrumpidas de inmediato y, alzando su mirada, se encontró con la alta y delgada figura de su abuelo.

- Abue, ¿cómo estás?.- Correspondió. Entonces, abrió la puertecita que los separaba de la casa y recorrió con pasos rápidos el camino de piedra, algo llamativo e innovador para aquella época.

Los brazos de Jimin lo rodearon con auténtica fuerza una vez que estuvo frente a él. Su cabello rubio ondeó sobre su rostro cuando recostó su mentón sobre el hombro de su nieto, totalmente feliz de verlo de nuevo. Había pasado tanto tiempo desde aquella vez...

- Aquí tienes una tarta de moras, Jiminie. Mi madre la ha preparado, disculpa por no esperarte para probarla, me dio hambre en el camino.

- Oh, cariño. No te preocupes. Amo las tartas de tu madre, yo tampoco hubiese esperado- le dijo con una sonrisa simpática y, repasando un dato curioso, agregó.- Por cierto, llegas temprano. Caminaste muy rápido ¿no?. O acaso...

- Sí claro, sabes que tengo piernas fuertes.- Se apresuró a responder Jin, no queriendo entrar en detalles con su aventura de la noche anterior. Y, para ser más convincente, adicionó:- Quise llegar temprano para poder disfrutar un rato de tu compañía, tengo que regresar en la tarde. Sábes como es mi madre con el tema de que venga al bosque, especialmente a esta zona.

Jimin asintió, conociendo perfectamente a lo que se refería.

- Tu madre está equivocada. El centro del peligro está en ese pueblo. Es un blanco fácil en presas para los lobos hambrientos. Es como conseguir todo el rebaño de ovejas apartado en un solo lugar, esperando a ser devoradas.- Apuntó Jimin. Hundió el tenedor en un trozo de carne jugoso y lo cortó con delicadeza, guardando su modales, justo antes de llevárselo a la boca y degustarlo con los ojos cerrados.

A Jin se le revolvió el estómago de nuevo, escuchar la palabra "lobo" definitivamente no le asentaba bien en esos días.

- No te angusties por ellos, jin. Los lobos no los devorarán, no creo que les guste su sabor.- rió Jimin, agregándole algo que humor a la conversación. Pues nunca estaba de más, y no quería ver a su querido nieto afligido por aquellas cosas. La vida continuaba, los lobos se calmarían y se esconderían en el bosque, de nuevo.

- Eso espero, abue.- Suspiró e, intrigado, le cuestionó.- ¿Y tú? ¿Cómo has hecho para sobrevivir aquí?. No creo que los lobos no ronden por esta área. Todo está infestado de ellos.

- Por supuesto que lo hacen. Siempre vigilan, sagaces.- Sus ojos avellana se oscurecen, misteriosos, mientras relata.- Cada luna llena he tenido que sacrificar mi mejor caza, sólo para satisfacer a los lobos.

- Impresionante.- murmuró jin, anonadado por la estrategia de Jimin. Era acertada, astuta.

- Sí, por los momentos las han aceptado y ni a la puerta de mi hogar han llegado. Sólo toman al animalito indefenso y se van.

- Increíble.

- Lo sé. Además, tengo el rostro más bello del mundo. Los lobos no son tan tontos como para desfigurar tal encanto.- agregó, sonriente mientras batía su hermosa melena rubia que le hacia justicia a su preciosas fracciones, no se le podía negar aquella afirmación.

- Tienes mucha suerte, Jiminie. Parece de ensueño lo que me cuentas. En el pueblo no hay ofrenda que valga, los desastres son incontrolables.

Hubo una pausa entre ambos mientras saboreaban la deliciosa comida preparada por el rubio. Estaban más que satisfechos, y eso que aún faltaba el postre.- Teníamos paz, y luego esas bestias salvajes la quebrantaron.

- No exactamente, mi niño. Siempre estuvieron allí, sólo que alguien las hizo enfurecer de nuevo, y por ende atacaron. Los hombres somos los responsables de los desastres. A cada acción su reacción.- Comentó. Y Jin no pudo sorprenderse, pues estaba familiarizado con ese punto de vista, su padre pensaba los mismo. Los dos eran como obsesos de los lobos, siempre defendiéndolos.

- Aún no entiendo cómo pueden simpatizarte. Es decir, fueron ellos quienes le arrebataron la vida a yoongi y...

- Sí. Lo sé.- interrumpió Jimin, no queriendo continuar escuchando aquello de nuevo, ya era suficiente con su auto-tortura. Estaba muy presente la muerte de yoongi cada día de su vida y aún no la superaba. Era ese vacío que siempre está presente en su corazón, un vacío que jamás será llenado. Y que siempre vivirá allí, arrastrándolo poco a poco.

Jin se sintió irremediablemente mal. No debió sacar aquel tema tan delicado a la ligera, pero la curiosidad le picaba la garganta, necesitaba saber más de todo lo relacionado con la raza. De los hombres lobos, del pasado de yoongi y hoseok, de namjoon. Y el por qué aquellas criaturas abominables abandonaron las penumbras de las cuales nunca debieron salir.

- Lo siento.

- Yoongi fué un hombre maravilloso. Guerrero y cazador de sangre y corazón. Sólo quiso proteger a su única familia. Y, si tenía que entregar la vida para lograrlo, lo haría sin rechistar.- susurró, su mirada se perdió de repente en la nada. Y con esa expresión desorientada y melancólica en su rostro lo único que logró fue inquietar al pelirrojo aún más.

Sin embargo, con aquellas palabras reveladoras, las piezas desordenadas en su cabeza tomaron una nueva forma, un nuevo hilo, mejor orientado. Conjugó el cuento de Taehyung con yoongi, hoseok y, a pesar de no parecer tener sentido, para él si lo tenía. Era alocado, difícil de creer, pero no era totalmente errada la posibilidad. Además, le daba a entender que aquellos seres cambiantes, híbridos, no eran recientes. Tal vez provenían de largas generaciones, de un linaje ininterrumpido. Su abuelo Jimin podría tener razón, siempre estuvieron allí, escondidos ante los ojos humanos comunes.

Todo aquello le generaba una crisis existencial, acompañado de un dolor de cabeza terrible.

Había cosas que era mejor no saber para jamás tener que investigarlas y tratar de comprenderlas. Suponía un menor peligro para la humanidad. Existían ciertos secretos que era mejor mantener en la indiferencia. Aunque no siempre fuese lo mejor.

- Bueno, precioso. Dejemos estas charlas tristes e inútiles de una vez por todas. Mejor comamos un poco de tarta y salgamos a hacer algo, los dos. Pasemos un buen tiempo y olvidemos las penas.- propuso Jimin, saliendo bruscamente de su estado frugal de nostalgia. Con frecuencia sonreía a la vida a pesar de las dificultades, eso lo hacía más fuerte y capaz.

- Me parece excelente, Jiminie.- Apoyó Jin, tampoco queriéndose ahogar en los problemas. Por esa misma razón había venido al bosque, a parte de visitar a su abuelo, quería desconectarse de lo mísero que podían ser los días de aquellos años.

A pesar de todo, sentía más libertad en "la boca del lobo" que en otro lugar.

- Bueno, paseemos entonces.

🐺🐺⭐🐺🐺

La tarde caía como nieve en invierno, cubriéndolo todo.

Jin ya se encontraba despidiéndose de su querido abuelo, prometiéndole que pronto lo vendría a visitar de nuevo. Estaba encantado con todo lo que allí había, era mágico y se sentía como una bocanada de aire fresco entre tanto humo tóxico. La compañía del rubio era algo que venía necesitando desde hace rato, y por fin había gozado de ella.

El día transcurrió rápido entre las tareas campestres que había que hacer allí. Ayudó a limpiar el jardín y a organizar el establo, ese mismo en el cual había perdido su virginidad con el lobo, el mismo que ocultaba su secreto más oscuro. El mismo que aún permanecía vacío.

La tarta de su madre desapareció en tres mordiscos por parte de su abuelo, el cual apenas y lo dejó probarla. No obstante, le dio unas galletas recién horneadas para el camino, lo cual recompensó todo.

- Dios te bendiga, cariño.- Jimin cubrió su cabeza con la caperuza roja y acomodó sus lisos mechones rojos sobre su frente. Sonrió de medio lado, sus labios como manzanas rojas.- Eres el más hermoso de todos.

Luchó por no sonrojarse.

- Gracias, Jiminie. Nos vemos luego.- Se despidió por última vez, justo antes de darse vuelta y caminar fuera de la cabaña, introduciéndose nuevamente en la inmensidad agobiante del bosque y su silencio atormentador.

Jimin observó a su nieto irse, después de unos cuantos pasos apenas pudo divisar la caperuza de un inconfundible carmín que el mismo había diseñado para él. El bosque consumió su cuerpo, como la niebla en las noches más oscuras y siniestras.

Exhaló y su aliento se confundió con el aire. Ya se acercaba la hora.

- El lobo no tardará en llegar. Jin, corre.- Susurró al viento, sabiendo que su mensaje jamás será escuchado. Dio vuelta a su cabaña y se detuvo otro momento para decir:- O el lobo te atrapará de nuevo.

El atardecer caía con rapidez, impaciente por adueñarse del cielo. Jin caminaba a paso ágil y veloz, procurando atravesar el bosque lo más pronto posible, pues se había tardado un poco más de lo debido en la casa de su abuelo. Ya comenzaba a ser parte de su rutina distraerse en aquel lugar, lastima que no había podido pasar una noche en aquella cálida cabaña.

La silueta de los árboles comenzaban a macarse oscuros en el lienzo del cielo que aún permanecía azul, aunque ya manchado por nubes grises en compañía de matices naranja, dónde las aves que por allí transitaban desaparecían como el sol. Por lo que veía, iba a ser otra anochecer en tinieblas.

Las ramas, hojas y piedras creaban sonidos escalofriantes bajo sus pies. Su palpitar pausado como su respiración. Le pareció que el bosque seguía sumido en una calma exorbitante, inquebrantable, casi espeluznante.

En medio de eso, el chirriar de una rama le hizo virarse con actitud de ataque, dándose cuenta al final que solo era un cuervo que había aterrizado en uno de los pinos, con sus ojos afilados sobre él, como su pico, haciendo más intimidante su porte robusto y negro.

Trago saliva, conteniendo por un momento el contacto visual con la única forma viviente que lo acompañaba. Luego de eso, siguió su camino.

Sus ojos y oídos estaban alertas ante cualquier amenaza latente, aunque su estado de confusión no desaparecía, y es que parecía que aquel bosque estuviese totalmente desalojado.

O eso pensó hasta que...

- Vaya, vaya. Pero qué tenemos aquí.- Una voz profunda e intimidante se alzó a sus espaldas. Jin frenó instantáneamente y se dio la vuelta, encontrándose con una de las cosas que más temía. O mejor dicho, más de una.

- Mierda...

- No, cariño. No somos mierda, somos unos indefensos lobos en busca de algo que comer.- Una de aquellas bestias, de gran tamaño, pelaje castaño rojizo y ojos verdes le habló, con malicia. Sus patas se movían una delante de la otra, a un ritmo pausado, como el movimiento de su cola. De un lado a otro, lo distraía.- Y tú pareces un bocadillo muy apetecible.- Agregó, haciendo énfasis en el "muy".

Jin tragó saliva pero su garganta estrecha le cerró el paso. El miedo se propagó por su cuerpo como un cáncer, no lo podía detener, le carcomía como las termitas a un trozo de madera.

Permaneció quieto en su misma posición, buscando desesperadamente su calma interior y exterior, con una expresión serena y tranquila en su rostro, sin dejarse intimidar por completo.

- Los niños como tú no deberían andar solos por el bosque, y menos estando tan suculentos como tú.- Añadió el lobo que lo acompañaba, haciéndose notar. Su lomo se movía casi con elegancia mientras se colocaba al lado del de ojos verdes. Éste, en cambio, tenía ojos oscuros y pelaje gris humo.

Ninguno poseía pelaje negro y ojos miel. Namjoon no estaba allí.

Entonces, el pelirrojo tomó arco y flecha en manos, sin perder tiempo. Con una soltura increíble, unió los dos objetos y fijó con sus ojos su objetivo, al tiempo que tiraba de la cuerda junto con la flecha, ubicándola a la altura de su nariz.

- Oh, mira hermano. Quiere jugar a los cazadores con nosotros.- Se burló el de ojos verdes. Jin no pudo averiguar de quién se trataba, aquel tono de voz ronco no le parecía conocido, nada familiar.

Entonces, el de pelaje gris se movió y en su hocico se dibujó una especie de sonrisa malévola. Una que no decía otra cosa que peligro. Jin le apuntó sin perder el equilibrio, había entrenado para aquello. No tenía por qué estar asustado.

- ¿Qué? ¿Acaso te comió la lengua el lobo?.- Dijo, y la risa fría que lo acompañó le estremeció de pies a cabeza, al igual que aquella frase "¿Acaso te comió la lengua el lobo?". Namjoon también se la había dicho, justo cuando lo seducía en las profundidades del bosque.

El lobo mayor se acercó más a jin y, en seguida, éste por fin advirtió con contundencia:

- Retrocede.

- ¿Y qué si no?.- contraatacó el lobo, en forma de reto.

- Fácil, te mataré.

La risa del lobo predominó en el lugar, rompió el silencio y se repitió como un eco entre los árboles. Jin percibió un terrible escalofrío sacudir su columna, pero lo ignoró de inmediato, tenía cosas más importantes que atender en ese momento, como salvar su vida y no ser devorado por los lobos. Devorado de verdad.

Seguidamente, el lobo dio un paso más y el pelirrojo soltó la primera flecha, llegándole muy cerca, pero siendo esquivada de un salto raudo por parte del lobo.

- Uh, fallaste.

- No por mucho.- Respondió implacable y, con la adrenalina corriendo por sus venas, tomó otra flecha y no tardó en dispararla en la misma dirección, contra la misma bestia, siendo esquivada también. Su punta sólo logró llenarse de tierra, no de sangre.

El olor a almizcle predominaba en el ambiente.

Su pecho agitado subía y bajaba laboriosamente, mientras volvía a apuntarlo con su flecha. En eso, se dio de cuenta de que había perdido de vista al segundo lobo y eso casi lo hizo tener un ataque allí mismo. Las entrañas se retorcieron aterrorizadas en su interior, y en su garganta el miedo se plasmó en forma de náuseas. Quiso vomitar.

- Ven por mí, niño.- le llamó el de pelaje gris. Rápidamente, jin se dio vuelta y lo encaró, justo antes de verle dispuesto a lanzarse sobre él, lo cual lo hizo reaccionar en acto de reflejo y dio una voltereta a un lado, tomando una nueva posición ofensiva y listo para lanzar una flecha justa al hombro del lobo. Logrando atinarle con una destreza increíble.

El lobo aulló, herido. Entonces, el de ojos verdes miró al chico de la caperuza, enfurecido. El brillo lobuno de sus ojos tomó una expresión oscura y tenebrosa. Había dejado el juego de lado, ahora buscaba declararle la guerra al pelirrojo.

Sus patas se plantaron al frente, y su pecho se enderezó, fuerte e imperioso.

- No sabes en lo que te has metido, niño.- Su voz masculina e iracunda logró acallar los gemidos quejumbrosos del lobo gris, el cual cual ahora lamía su herida, después de haber arrancado de una mordida el objeto dañino.

La boca de jin yacía seca. Trataba de no demostrar el terror que sentía a través de sus ojos, pero era difícil teniendo aquella criatura salvaje tan cerca y dispuesto a destrozarlo. De soslayo, repasó sus posibilidades de huía y se encontró con un porcentaje muy pobre.

Tal vez éste era su final.

«No, no lo es, corderito» susurró una voz baja e insondable en su mente. Como un mensaje oculto.

Se estremeció. Fue como el resucitar de las excitaciones ocultas en los más profundo de su ser. Su cuerpo se reanimó al identificar el dueño de aquella voz inconfundible para él.

- Nam...

«No, no digas mi nombre cariño» Le detuvo, y jin cerró su boca inmediatamente, por inercia, como si sus acciones fueran controladas ahora por el lobo que le había marcado hace tanto tiempo.

«No tengas miedo, yo cuido de ti» Le habló de nuevo, como una voz introducida en su cabeza.

Jin mordió su labio, su ritmo cardíaco iba en ascenso, todo en él era una revolución de sentimientos y emociones mezcladas. Estaba perdido de nuevo. El lobo lo había encontrado.

- No confío en ti.- susurró, sin saber a dónde mirar, a quién dirigirse. Todo era confuso una vez más.- ¿Dónde estás?.

- ¿A quién demonios le hablas?.- Inquirió el lobo de pelaje rojizo, extrañado. No percibía otra entidad además de él y su hermano. No podía estar hablando con otra persona u animal.

«Cerca, muy cerca de ti, corderito». Aquella afirmación paralizó cada célula en el cuerpo de jin, descolocándolo. No se resistió a la ensoñación de ser rescatado por él, por su lobo. De solo saber de su presencia, hizo que la piel se le erizara.

- Oye, niño. Te estoy hablando.- Gruñó el lobo, impaciente y ofendido por ser ignorado por aquel chico insolente.

- ¿Dónde te escondes...? ¿Por qué ellos no te escuchan?

«Ellos no pueden leer tu mente, yo lo impido. Tú eres el puede escucharme»

- ¿Y por qué no los alejas?

«Shh... ellos no saben que estoy aquí»

- Ayúdame, maldito.

«Umh, que boquita tan sucia, corderito. Cómo me encanta». Comentó el lobo, sensual y ronco, alargando las palabras de una manera provocativa y seductora.

- Ya me cansé de este jodido juego.- Habló nuevamente el de ojos verdes. Y, clocándose en posición para atacar y abalanzarse sobre el pelirrojo, gruñó.- Eres niño muerto

En ese instante, abrió su gran hocico y lanzó gruñido al aire, justo antes de impulsarse con sus patas traseras e ir por el distraído joven de la caperuza, quien no lograba recomponerse de la impresión que había efectuado el encontrarse una vez más con aquel lobo singular.

Sólo se limitó a cerrar los ojos y esperar el doloroso y desgarrador impacto de aquellos dientes sobrenaturales hundiéndose en su piel.

Pero nada de eso llegó a suceder.

- Vuelves a gruñirle y te arranco el hocico.- amenazó namjoon con una contundencia bestial. Una expresión desquiciada marcaba su mirada ardiente como el fuego en el infierno. Sus ojos miel. Y, sin quitarle el ojo de encima al lobo que había catapultado brutalmente contra uno de los pinos, agregó:- Te imaginarás que pasará contigo si se te ocurre tocarlo.

- ¡Namjoon!.- gritó el pelirrojo cuando el lobo que había herido logró levantarse y arremeter contra él. Como una fiera le atacaba sin descanso mientras jin buscaba desesperadamente sacárselo de encima y que no destrozara su rostro.

Namjoon gruñó, dio un último golpe al lobo y lo estrelló contra otro árbol, dejándole inconsciente instantáneamente ante la rotundidad del impacto en su cabeza.

De un salto, llegó al otro lobo y lo empujó fuera del pelirrojo con una fuerza inhumana. No lo dejó en paz, el lobo gris intentó quitarse de encima al negro, pero eran intentos inútiles, su fuerza se convertía en polvo llevado por el viento en frente al vigor desenfrenado de NamJoon.

Sus ojos ardían como dos bolas de fuego, era casi macabro, como poseído.

Sin perder tiempo asentó una mordida feroz en el lomo del lobo contrario y luego dio un giro a su cuello, arrancando violentamente un notable trozo de piel y pelaje. Fue alucinante. La sangre saltó a su alrededor y se escurrió en su hocico en punta, implacable, como si devorara a un ciervo después de no comer por días; no tenía piedad. Era atroz lo que había hecho, y eso no era nada comparado con lo que mentalmente imaginaba hacerle, y es que había tocado algo de su pertenencia, eso no tenía perdón alguno, era una falta innombrable e irreparable para él. Merecía condena de muerte y, sin embargo, lo que realmente deseaba era secuestrar a su chico de cabello rojo, llevarlo a las profundidades del bosque y poseerlo por un largo rato. Sí, cuanto lo ansiaba, ya desde varios años.

Jin lo miró desde el mismo lugar, espantado y con el corazón en la boca cuando escupió lejos la piel del lobo, el cual yacía en el suelo agonizando; su lamento era bestial, dolía oírlo clamar tan desesperadamente, su lomo tenía una herida profunda y la hemorragia era alarmante, no paraba de salir el líquido rojo y manchar su pelaje gris, estaba en un estable infranqueable, aún no entendía como seguía vivo.

Pero no tuvo mucho tiempo para observar su situación, pues el lobo negro se dio vuelta y le miró con esos ojos ávidos e infames, oscuros, profundos, llenos de secretos peligrosos y sucias intenciones. No, no podía caer de nuevo en ese juego engañoso, en ese círculo vicioso para nada sano. Tenía que huir.

Ten misericordia señor.- Susurró al bosque, tratando de arrastrarse hacia atrás en vista de la insistencia de aquel animal en acercarse a él.

Sus patas peludas se movían una delante de la otra, lento, sutil y amenazante, acompañado de la intensidad de aquella mirada potente, severa y dura como ninguna. Su naturaleza era dominante ya de por sí, pero bajo ese modo de mirar hipnotizante y persuasivo te colocaba de rodillas a sus pies de inmediato.

Y jin trataba de luchar contra todo eso.

- Aquí no está el señor, corderito. Aquí estoy solo yo, nadie más que yo cuida de ti en este bosque.- Dice, aún acercándose, por cada paso que retrocedía jin el avanzaba dos. Y, con una especie de sonrisa, añade.- Y por eso vengo a llevarte conmigo.

Negó, frenéticamente.

- Debe haber un perdón, porque tú eres el pecado.- El menor tragó saliva, sin poder correr despavorido. El miedo paralizaba su cuerpo segundo a segundo, estaba casi pasmado, apenas moviéndose centímetros, cuando el lobo podía caer sobre él de un salto.

- Y tú un pecador, corderito.- Respondió, imperturbable. Su cuerpo estaba próximo a quedar sobre el de jin, y no paraba, no detenía su juego estratégico y beneficioso sólo para él.

- ¿Po-por qué tuviste que volver?.- Tartamudeó, casi sollozando. El pavor se plasmaba en sus ojos. Pero muy bien sabía el lobo que pronto lo único que vería en su hermoso rostro era expresiones del placer más lúbrico y carnal, cuando lo estuviese poseyendo.

Se detuvo, a un paso de su anatomía indefensa, el pelirrojo temblaba notablemente y los latidos de su corazón casi podían ser escuchados por sus orejas levantadas y atentas. Su pelaje exuberante se movía con las suaves corrientes de aire y en su hocico la sangre aún presente era detestable y, aún así, seguía siendo una criatura sublime, extraordinaria. Intrigante.

- Yo jamás me fui, pequeño.

Se miraron por minutos, sin decir nada, una conexión de lobo-humano que no terminaron de definir correctamente. Fue como un enfrentamiento visual, donde jin transmitió todo su resentimiento por su abandono y Namjoon le daba a conocer miles de propuestas de todo tipo que los incluía a los dos. Solo a los dos.

- Sí, lo hiciste.- farfulló, fulminándole. No le perdonaría todas esas noches frías y desesperadas.- Fueron los años más crudos de mi vida.

El lobo lo escuchó, atento y analítico a cada una de sus palabras. Y en ellas solo encontró un deseo que rogaba a gritos ser cumplido. Y Namjoon estaba más que dispuesto a hacerlo.

- Podemos empezar de nuevo.- Comentó, su voz grave era electrizante para el cuerpo de Jin, quien casi sufrió un paro cardíaco al escuchar su propuesta. Sus ojos oscuros y perversos acompañaban la sonrisa lobuna en su boca. Algo planeaba y no sabía si debía temer u otra cosa. Pero no tuvo tiempo a analizar eso, pues Namjoon prosiguió en un tono que no buscaba nada más que convencer:- Quiero saber qué hace falta ahora para hacerte venir. En nuestro primer encuentro fue sencillo, pues fue la primera vez que alguien te acosaba por el agujerito de atrás.

Sonrió, con algo de sorna. Incluso pareció engreído de su parte, pero eso no evitó que el sistema de Jin reaccionara a aquellos estímulos. Y lo maldijo, lo maldijo internamente, sabía su sucia táctica para perturbarlo y arrastrarlo hacia la cueva de su afán desenfrenado, quería usarlo para su disfrute de nuevo y luego botarlo, como había hecho anteriormente. Y estaba aún más frustrado consigo mismo por no tener la capacidad de ignorar, de no verse afectado por las estrategias seductoras, con palabras prometedoras y el uso que le daba a su masculina y atrayente voz. Le volvía loco, su piel se erizaba y todos sus sentidos se agudizaban. Entraba en hiperventilación, ansioso por todo lo que pudiese pasar.

Namjoon le echó una detenida y fructífera ojeada al cuerpo joven y bien desarrollado del chico de la caperuza. Había pasado de ser carne tierna, a ser carne de primera, la más roja y provocativa. La que más le gustaba, por su sabor y textura. Cuánto ansiaba probarla una y otra y otra vez.

Y, siguiendo su método de conquista con pocas probabilidades de falla, murmuró con cierto ronroneo perverso.- Pero ahora creciste y me interesa saber cuales son tus nuevos... deseos, intereses.- Su cola se movía de un lado a otro, como un lenta tortura, Jin lo miraba embelesado, y el lobo seguía marcando con su mirada tórrida su cuerpo aún oculto al exterior, pero totalmente desnudo en su mente. Su belleza inconfundible lo tenía lamiendo el piso.- Entonces ¿Te gusta que sea duro y posesivo? ¿O prefieres algo suave y amoroso?.-Inició con las preguntas, dando un paso sobre el pelirrojo a cada una de ellas.- ¿Te gustaría que fuera como la primera vez: aquí te pillo, aquí te mato? ¿O tienes algo especial en mente?.

Jin estaba estático, respirando laboriosamente y con la cabeza a punto de fundirse. El lobo estaba logrando algo, lo sentía, caminaba sin equilibrio por la cuerda floja, apenas se sostenía al borde del abismo. Y el estaba encima, poderoso e irrefrenable. No, ¿cómo podía sentir esas cosas por él con apenas una unión íntima de una tarde? Era imposible, y sin embargo percibía que los hilos de cordura se escapaban de su cuerpo. Trataba de acoplarse al Lobo y procesar todo, pero era demasiado. Y él estaba tan cerca, susurrando a su oído:- ¿Cómo puedo hacerte gemir, corderito?

Titubeó, desconcentrado; rogando a los cielos que le permitan correr lejos de NamJoon, de sus ojos miel, de esa sabandija que sólo pensaba en su placer. Y parte de él, en lo más profundo de su ser algo masoquista, quería dárselo y al mismo tiempo recibirlo, como esa vez en el establo. Pero no era correcto, y muy bien sabía no podría lidiar con otro abandono así. No quería despertarse otro par de años en medio de la noche deseoso de su tacto.

- Aléjate de mí. ¿O acaso quieres dejarme como a ellos?.- señaló a los dos lobos, uno aún inconsciente y el otro que aún decadente lograba quejarse, bajito.

- No, corderito. Haré de todo conmigo menos eso.

- ¿Por qué yo? ¿Por qué no otro?.- Casi quebraba en llanto, ahí en el suelo, faltando poco para ser acorralado en su totalidad.

- Porque eres el más lindo. Y te quiero devorar.

Agitado y sin querer saber más,Jin hizo un movimiento simple y logró tomar la navaja provisional que siempre cargaba en la cinturilla de sus pantalones. Era su última opción y, sin analizarlo mucho, la tomó con fuerza y fue directo a atacar el lobo-humano sobre él, pero apenas y llegó a hacerle un rasguño, pues Namjoon anticipó sus movimientos y lo esquivó con sencillez absoluta, como un profesional.

En seguida, con un manotazo de su pata izquierda hizo volar el objeto ofensivo lejos, sin posibilidades de regresar a las manos de su dueño.

Namjoon devolvió su atención a Jin y negó ligeramente con la cabeza en señal de completa desaprobación. Aunque en el fondo le excitaba de sobremanera que se resistiera a estar con él.

- Has sido un niño muy malo Jin. Y a los niños malos hay que corregirlos.

No tuvo momento alguno para pensar en su oración, después de eso, sin saber qué hizo el lobo con él, cayó inconsciente al suelo, sin oportunidad de definir cuál sería su destino a continuación. Era el lobo quien ahora tomaba las riendas de la situación.

- Hora de ir a casa, corderito. Ya no hay escapatoria.




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