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Un año después...

Su capa roja de terciopelo galopaba a su espalda, siendo golpeada ferreamente por la brisa. Jin se encontraba a unos pasos de la casa de su abuelo Jimin, cargando en su cesta una deliciosa tarta de fresas, esta vez, preparada por si mismo. Ahora tenía una razón muy buena para cocinar como si esa fuera su pasión más grande, incluso mejor que su madre, y es que amaba sorprender a esa persona en todo sentido.

Sorprenderlo a él.

El bosque estaba tranquilo y sereno a esas horas de la mañana, cuando el sol apenas calentaba el lugar y apagaba las sombras entre el follaje de los árboles. Hoy parecía ser un día cálido y despejado, a diferencia de la época de lluvias que atravesaron hace unos días. Los imponentes árboles limitaban su vista, pero sabía que el cielo estaba hermoso, tan azul como sus ojos. A su alrededor los pájaros cantaban con brío, alegres, y los animales salían en busca de comida, creando sonidos entre las ramas, despertando sus sentidos.

Incluso su sombra lograba alertarlo. Él podría aparecer en cualquier momento y en cualquier dirección.

Sus pensamientos divagaban en tantas cosas que a veces sentía que no pensaba nada en realidad, siempre le pasaba cuando caminaba solitario por aquellos caminos silvestres. En todo este tiempo no había visitado a su abuelo Jimin, y ya ansiaba verlo con todas sus fuerzas. Extrañaba sus consejos, abrazos y su comida a leña, también cuando le regalaba prendas de vestir elaboradas por el mismo. Eran las mejores y lo protegían del frío.

Poco a poco sus botas dejaron de maltratar la ramas esparcidas por el suelo. Alzó su vista y se encontró el hermoso jardín de Jimin. Este había agrandado el espacio para sembrar una amplia variedad de flores de distintos colores y especies. Su cabaña se veía aún más preciosa, como en las de los cuentos que solía contarle de pequeño, en esos donde existían las hadas, todo tipo de criaturas fantásticas y, por supuesto, lobos.

Pero estos últimos estaban más vivos que nunca, y eran tan reales como cualquier humano común y ordinario.

Jin abrió la pequeña puerta de la cerca que encerraba la parte frontal del Jardín y caminó por el sendero de piedra hasta llegar a la entrada. Tocó tres veces con un ritmo característico que le indicaba a Jimin que era él.

Luego de unos minutos, el rubio hizo acto de presencia y Jin no dudó en saltar a sus brazos.

— ¡Jiminie!

— ¡Oh, mi cielo! Que alegría tenerte por aquí. ¿Cuántas lunas y soles sin verte?.— Sonrió con emoción y secó una pequeña lágrima que escapó por su mejilla en medio de la euforia.— Vamos, entra. Tengo algunas cosas para ti.

— Yo también, Jiminie.— Comentó y se adentró a la cálida cabaña. Su interior era como siempre, familiar y acogedor, con todo perfectamente ordenado. Dejó su cesta en la mesa de la cocina y de inmediato su olfato captó el olor a estofado de ovejo y arroz recién hecho.— Huele delicioso.— cerró sus ojos y disfrutó del bombardeo a sus fosas nasales.

— Aún le falta un poco, querido. Antes, vamos a revisar unas cosas que preparé para ti.

Jin asintió y subió junto a él por la escaleras chirriantes de roble viejo. Ambos entraron a la habitación de Jimin, quien no podía aguantar un segundo más sin mostrarle lo que había hecho para él. El menor se quitó el gorro su caperuza y su hermoso y brillante cabello rojo salto a la vista. Lo sacudió de lado a lado y luego fijó sus ojos en las manos de Jimin. Este le tendía unos hermosos guantes que dejaron a Jin boquiabierto.

— ¿Esto es para mí?.— Sus ojos dejaron de ser rasgados y sus boca color cereza formaba una pequeña "o". Nunca había visto nada parecido.

Jimin asintió.— Esta tela nunca había llegado a mis manos. Es nueva para mí, pero es tan delicada y elegante. Pensé que se vería perfecta en tus manos.

El rubio tomó con delicadeza la mano derecha de Jin y comenzó a deslizar lentamente uno de los guantes, elaborados con encaje de un rojo sangre muy hermoso. La tela fué amoldándose perfectamente a sus dedos, hechos precisamente para ser portados por él. Jimin ajustó la tela hasta un poco más arriba de su muñeca y luego procedió a hacer lo mismo con la otra mano.

— Son preciosos, Jiminie.

— Igual que tus manos, mi cielo. Te quedan perfectos.— El rubio sostuvo sus manos y acarició con la yema de sus pulgares la tela de lino.— Tengo algo más. Pero esto no es solo de mi parte... Namjoon me ha traído uno de los materiales.

El menor abrió notablemente sus ojos.— ¿Namjoon estuvo aquí? ¿Cómo?

Jin ya no era ajeno al conocimiento que tenía de Namjoon. En realidad, sus amigos más cercanos conocían de su actual relación con él. Solo que la mayoría creía que era un leñador que vivía desde hace mucho en el bosque. Pero eso no era lo que pensaba su abuelo Jimin... Él estaba enterado de algo más profundo que eso.

Él conocía la verdad.

El rubio asintió levemente, soltó a su nieto y caminó hasta el baúl donde guardaba sus manualidades. De allí tomó un pequeño cofre y lo trajo con él.

— Si, pero no tienes que preocuparte. Estoy bien ¿No?.— rió el rubio y una sonrisa forzada apareció en los labios de pelirrojo.— Ha sigo muy amable y apenas hemos hablado unos minutos. No parecía el mismo lobo que...

— ¿A qué ha venido?.— interrumpió el menor, no queriendo entrar en los detalles de la primera vez. Aún reprendía a Namjoon por aquello.— ¿Por qué yo no he sabido de esto antes?

Jimin lo miró pausadamente y, tocando su mano, trató de transmitirle tranquilidad con su mirada.— Cielo, no guardo rencores con Namjoon. Si, estuvo a punto de matarme, pero en ese tiempo las cosas eran distintas... Sigue siendo una criatura salvaje y despiadada por naturaleza pero— Hizo una pausa y Jimin le sonrió con dulzura.— Ahora tiene a alguien a quién amar y proteger.

Jin sintió sus mejillas como dos brasas, mordió la piel interna de su pejilla y asintió, tratando de disimular esa pequeña sonrisa que buscaba escapar de sus labios.— Está bien, Jiminie. Gracias.

— Tranquilo, mi cielo. Además, esto me ha servido para dejarle claro que no puede volver a tocar este precioso rostro con sus garras, o se las verá conmigo y con mi querida y filosa hacha. La próxima vez no caeré— sus ojos destellaron peligrosamente por un segundo, antes de soltar una repentina carcajada.— Debiste ver su cara, estaba perplejo. Pobre lobo enamorado.

— ¡Jiminie!... Él lo hará eso de nuevo— Jin mordió sus labios. Aún no podía creer que estuviera saliendo con un Lobo. Era increíble, y sobre todo después de tantas pruebas que tuvieron. Fué una locura total, pero valió cada segundo.

Y es que el amor encontrará su camino, aunque sea por senderos donde nadie se aventuraría a atravesar... Por suerte Namjoon caminaría sobre fuego por ir detrás de su presa.

El rubio rió ligeramente, soltó la mano de Jin y procedió a abrir el cofre, sacando un precioso collar de diamantes relucientes, tan brillantes la luz de luna.

— Namjoon ha venido a pedirme expresamente que hiciera esto para ti.— En sus dedos pendía la hermosa joya. Los diamantes creaban una delgada rejilla tejida cuidadosamente a mano. Cada uno de ellos estaba dispuesto minusiosamente. Era impresionante.— No tengo ni idea de cómo logró conseguirlo, estoy sorprendido.

— ¡Dios mío!.— exclamó el pelirrojo, estaba atónito. No podía describir sus emociones al ver aquel precioso collar. Era una pieza única.

— Me llevó semanas hacerlo, pero estoy contento con el resultado. Soy grandioso.— se alabó a sí mismo y Jin solo pudo coincidir, asintiendo enérgicamente.

Sin ninguna otra palabra, Jimin indicó a su nieto que se pusiera de espalda y, de esta forma, acomodó la joya finamente labrada en su cuello. Luego, giró nuevamente a Jin y lo observó con orgullo, pues a cada ornamento de aquella confección le puso todo su amor y dedicación.

Luego detalló al hermoso chico: Su cabello brillante y rojo, sus ojos claros, sus labios cereza. Luego estaban esas preciosas manos adornadas con la delicada y fina tela de encaje rojo, su capa roja y ese hermoso collar reposando en su cuello. Jin era perfecto, era más que hermoso. Todo lo que una persona pudiese anhelar. Tan joven, radiante, valiente, atrevido. No había manera de describirlo.

Kim Seokjin podría convertirse fácilmente en la adoración más grande de cualquier persona.

O Lobo...

— Eres tan hermoso, querido. Y todo gracias a mi, a nuestra sangre.— Sonrió, por supuesto que debía resaltar la maravillosa aportación de sus genes.

Jin rió, asintiendo.— Tú eres el más hermoso de todos.

"No..."

"Eres tú, mi corderito" escuchó en sus pensamientos.

Su piel se erizó y a continuación se estremeció en su lugar; todos sus nervios alertándose. No podía detenerlo, sintió ese hormigueo recorrerle el cuerpo... como siempre que pensaba en él.

Podía sentirlo en cada parte de su ser...

Namjoon estaba cerca.

— Oh, cariño, tengo que atender el estofado, ya debe estaría listo. No quiero que se seque y se ponga duro como roca.

El menor asintió, saliendo de su ensimismamiento.— Muchas gracias por todo, Jiminie. Gracias a ti y a Namjoon por esto. Estoy realmente feliz.

"Y pronto lo estarás aún más", pensó Jimin mientras lo envolvía en sus brazos y le daba un dulce beso en la frente. Después de eso, corrió a la cocina.

Jin decidió seguirlo pero, cuando estaba a punto de salir, sus ojos se cruzaron con una larga tira de encaje rojo, ese mismo que Jimin usó para sus guantes. Aquella tela era un hermoso adorno, podrías estirarla en cualquier lugar y se vería fascinante.

En ese momento, los ojos del chico de la capa roja se iluminaron, una mezcla entre un centelleo travieso y creativo y una doble intención oculta. Precisamente, una idea se cruzó por su mente y tal vez esa bonito tejido podría servirle para alguna ocasión especial. Sería un detalle magnífico.

Sin dudar, tomó los metros de tela y los enrolló para poder guardarlos en su bolsillo. En seguida, bajó y le dijo a su abuelo.

— Jiminie, tomé un poco de tela ¿No te molesta?

— Oh, tranquilo cariño. Tengo unos pocos metros más guardados, de igual forma, ya hice lo que quería.— me guiñó el ojo y, con sus manos cubiertas por guantes de cocina, acercó a la mesa la olla con el estofado recién hecho, tan humeante como una chimenea.

— ¡Eres el mejor cocinando, Jiminie!.— Exclamó, cerrando sus ojos y disfrutando todos los olores mezclados. Cuánto había extrañado esto.

El arroz, la col, la zanahorias dulces salteadas con salsa de soya. Cada vegetal cultivado por el mismo Jimin... Era comida casera de calidad.

— Lo sé, cariño.— sonrió y tomó asiento, quitándose los guantes.— Bendice la mesa, cielo.

Jin asintió, a pesar de todo, siempre había que agradecer por los alimentos. Tomó la mano de Jimin y comenzó a recitar:— Dios bendito, gracias por estos alimentos que estamos por consumir, permite señor que las cosechas sean abundantes ante la cercanía del otoño, que nunca falte un pan que comer ni un vino que beber. Mantén nuestra familia sana y salva.

— Y protejenos de aquellos Lobos que pretendan llevarnos contigo antes de tiempo, así como también fortalece los lazos que algunos humanos han creado con ellos.— agregó Jimin, mirando las tiernas mejillas sonrojadas de su nieto.— Amén.

— Amén.

Jin se quitó los guantes para no ensuciarlos y los guardó cuidadosamente. Llenó su tazón de todo un poco y comenzó a devorarlo gustosamente. Se sentía en la gloria.

— ¿Supiste de la muerte de Hanna?.— comentó un rato después, recordando el reciente suceso en la aldea.— Dijeron que el lobo le destrozó el vientre y,
que con sus garras deformó su rostro. No pudieron reconocerla cuando la encontraron.

— Eres igual a tu padre. Tu mamá siempre está regañandolos por hablar de estas cosas mientras comemos.— le señaló Jimin con sus palillos aunque, personalmente, él ya estaba acostumbrado a eso y no le molestaba. En un pasado, Yoongi tampoco paraba de hablar de esas cosas cuando comían.— Y si, escuché de eso. Como te dije hace un tiempo, esa aldea es un apetecible rebaño de ovejas. Los lobos rondan el bosque y, cuando tienen hambre, solo les basta llegar allí y devorar lo que se les antoje.

— Dijeron que fué su esposo.— Ni el mismo Jin aceptaba aún sus propias palabras. Namjoon se lo había advertido antes y, poco tiempo después, él mismo lo confirmó cuando varias personas en la aldea resultaron ser Lobos. Algunos incluso fueron quemadoss por los aldeanos mientras dormían. Todo era un terrible desastre, un nido enfermizo de desconfianza.

—Oh...

— Él la mató al enterarse que ella pretendía tener un bebé para otra familia.— Siguió relatando de pelirrojo y Jimin se sorprendió, pues no había escuchado esa versión.

— Pero... ¿Cómo?

— Hanna dejó que otro hombre la embarazara a cambio de unas ovejas, pues la pareja estaba deseando un heredero pero no podían tener hijos. Hanna pretendía hacerlo pasar por un hijo de su esposo y de ella y, cuando naciera, le diría que murió en el parto y así podría entregárselo a la otra familia.

— Dios mío.

— Ella lo hizo por su propio bienestar y el de su esposo. Le comentó su idea pero la rechazó, incluso sabiendo que estaban muriendo de hambre. No le quedó otra opción.

— ¿Y qué pasó con el Lobo?

— Nadie sabía que él era uno de ellos. Ni siquiera su esposa. Todos están consternados y ya los aldeanos no quieren creer ni en su propia familia.

Jimin alzó las cejas, soltando un suspiro. Siempre supo que los lobos estaban merodeando por cada rincón, no solo a nuestras espaldas, sino también a nuestro lado.— Nos tienen rodeados, no tenemos escapatoria... Todo es cuestión de suerte.

— No todos la tienen.

— Al menos tú si.— Jimin habló antes de llevarse una buena cantidad de arroz y col a la boca.— Namjoon te sigue a todas partes. El peligro no puede siquiera respirar un metro cerca de ti.

— También los proteje a ustedes.— aseguró.— Sé que no es perfecto, pero ha mejorado.

— Es uno de los lobos más fuerte en la historia de estas tierras. Y pronto gobernará gran parte de los lobos.

— ¿Cómo?.— Jin frunció el ceño, sin entender a qué se refería.

Después de tragar un bocado, Jimin le contó.— Una vez que me dió los diamantes, antes de irse, me contó algo que yo había estado esperando hace mucho, mucho tiempo.— Sus ojos destellaron una sádica satisfacción, como si pudiera saborear la muerte de aquella bestia que se llevó lo que más amaba.— El Lobo que mató a mi preciado Yoongi ha muerto.

— ¿Qué?... ¿Lo mató... N-Namjoon?.— El menor estaba atónito, aquello era una noticia muy grande, estaba realmente sorprendido, estupefacto.— ¿Cuándo ocurrió? ¿Por qué él no me ha dicho nada?

— Namjoon no lo mató.— aclaró Jimin, pasó su largos dedos por su melena y la sacudió.— Pero sí vió cómo unos cazadores astutos cortaban todas sus extremidades y luego las quemaban. No hizo nada para ayudarlo.

— ¿Por qué?

Jimin simplemente se alzó de hombros. No lo sabía.

— Oh Dios... ¿Qué pasará ahora? ¿Qué tiene que ver Namjoon con ellos?

— Aquel Lobo era el más antiguo y fuerte de todos. Incluso más fuerte que Namjoon, solo que éste se separó de la manada. Siempre fué un Lobo solitario, el mejor. Contaba con todas las capacidades para llevar una vida aislada, fué el único en atreverse a andar en medio de la soledad, por eso de ganó un respeto particular por parte de los demás lobos.— explicó Jimin, tratando de no olvidarse de ningún detalle.— Ahora, la manada está desamparada. Y sí, mataron a todos y cada uno de los cazadores, pero eso no les llena el vacío de la pérdida. Los lobos que estaban bajo su protección están perdidos ahora.

El corazón de Jin latía con rapidez y su labio tembló al decir:— ¿Tú crees que quieran que Namjoon...?

No pudo terminar la frase, ni siquiera podía entender con total claridad todo aquello.

— Tal vez no todos, pero algunos buscarán la protección de Namjoon. Es el más fuerte ahora.

En ese momento, tuvo miedo de ello. No quería estar rodeado de lobos, solo de Namjoon, ya tenía bastante con su paranoia no ser perseguido por él . Además de eso, en los únicos lobos que pudo pensar fueron en aquellos que una vez casi lo devoraron, los niños en el río con los que inocentemente jugó aquel día.

Incluso le advirtieron "Cuidado con el Lobo", qué irónico había resultado.

— ¿Y qué pasará conmigo?

— No creo que debas preocuparte por nada. Namjoon no está obligado a aceptarlos, y a ti nadie se te acercará, eres el novio del Lobo mayor. Incluso nosotros estamos a salvo de los lobos, solo por ser amigos o familiares cercanos a ti, Caperucito.

En ese momento, Jin se sintió el novio de un Dios omnipotente.

Al mismo tiempo, miró a Jimin y frunció levemente su ceño.— ¿Cómo es que mi papá y tú saben tanto de lobos? Incluso saben más que yo de Namjoon.

Jimin suspiró lentamente, no estaba para nada soprendido o alterado por la pregunta, sabía que ese día llegaría. Además, nunca pensó que su querido y precioso nieto terminaría enredado con un Lobo, por eso mantuvo el secreto. Pero los caminos de la vida eran indescifrable y podían llevarnos a otros distintos. No contamos con un oráculo que determinara y nos diera a saber el rumbo de nuestro destino.

Ya era hora de revelar uno de esos secretos.

— Cariño, esto debió decírtelo tu padre, sin embargo, te adelantaré algo.— Jimin tomó sus manos y lo miró tranquilo, mientras decía:— A diferencia de Yoongi, de mi, de todos los cazadores de esta zona, tu padre nunca fué uno de nosotros. Él siempre ha sido un guardián de Lobos.

— ¿Qué? ¿Guardián de Lobos? ¿Eso existe?

Jin lo miró incrédulo, ¿ahora ni siquiera sabía el oficio de su padre?, ¿Qué demonios estaba pasando?

Jimin se limitó a asentir y continuar.— Solo hay uno por generación, y tu padre ha sido la de esta. Él nunca a cazado un lobo, solo animales silvestres y eso. Pero está peculiar dedicación no es algo que deba saberse, es un secreto, puesto que es como ir en contra de la humanidad, ya que los lobos buscan devorarnos.

—Pero no todos son así.

— Exacto, pero esto es algo que no comprenden los aldeanos. ¿Por qué crees que tu padre ayudó a Namjoon? ¿No te parece extraño que sepa tanto de Lobos y sienta una admiración tan grande por ellos y se incapaz de sentir odio?. Incluso yo, a pesar de estar fascinado por ciertos aspectos de ellos, guardo rencor por los de esta especie por lo que me hizo uno de ellos. Tu padre no.

— Con razón... ¡Dios!... Mi papá está en todo.— lo último terminó en un suspiró. Después de un momento de silencio, su espalda golpeó el la silla cuando se inclinó, tratando de asimilar todo. Su expresión atónita era muy evidente ¿Cómo no se dió cuenta de nada?.— ¡Mi madre también me ocultó todo, no lo puedo creer!

— Ella no sabe cariño. Sólo tú y yo, entre los humanos, sabemos lo que es. Ni los mismos lobos, en su totalidad, están enterados.

Jin asintió, reflexivo, para su padre el honor de un hombre era muy importante, igual que su familia. Además, él estaba de acuerdo con esa posición de "entre menos personas sepan, mucho mejor". Si aquello debía permanecer por la seguridad de las personas en su círculo y por la de su mismo padre, no podría ir en contra. A pesar de que odiara no saber algo tan vital e impresionante.

Siempre estuvo ante sus ojos y no lo notó.

Igual le ocurrió con Namjoon, cuando desapareció aquellos tres años... Por lo menos ante sus ojos. Había ignorado su presencia, a pesar de estar oculto, debió notar algo, pero no fué así. Y una vez más las cosas escenciales estaban ocultas a los ojos de quienes las buscan.

— Hay tantos secretos rodeándonos... No solo los lobos se visten de corderos, sino que los rebaño cae en el engaño...

— Hay cosas que es mejor no saber, cariño. Recuerda que la curiosidad-

— Mató al gato.— terminó Jin, con un leve suspiro.

— Y como tu padre solía decir "Más impacta el lobo que calla que el perro que ladra".— Murmuró Jimin, dándolo un último sorbo al tazón. Nunca había dudado de aquellas sabías palabras— Bueno chico, ya hemos hablado suficientes cosas lúgubres por hoy. ¿Qué tal si buscas algunas flores frescas en el jardín mientras yo lavo los trastes?.— Jimin señaló las flores en medio de la mesa, casi marchitas.— Estas ya están viejas y no despiden el dulce aroma a rosas frescas.

Jin asintió con una sonrisa, terminó su plato y, antes de salir, recordó su canasta.— ¡Oh, cierto!.— buscó su cesta y la colocó en las manos de Jimin.— Te traje tarta y vino, olvidé entregártelo.

— Gracias cielo, siempre sabes cómo hacerme sonreír.— alborotó su melena y dejó un beso en su frente. Luego de eso, Jin caminó a la parte trasera del jardín.

Jimin dejó la canasta a un lado y se acercó para verlo desde la puerta, por un momento, sin propósito alguno... Solo pensando en cualquier cosa. ¡Ah! Cómo extrañaba esos tiempos cuando el amor apenas florecía... Se sentía tan vivo, con las emociones a flor de piel...

Inesperadamente, sintió una suave presión a sus costados y una pausada respiración en su cuello. Sintió como si unas manos le acariciaran el alma.Cerró sus ojos y suspiró, apreciando cada segundo de aquella aparición.

— Te extraño tanto.— Suspiró débilmente. Aún con sus párpados cerrados, recostó su cabeza hacia atrás, donde estaría la unión del hombro y el cuello de aquel hombre. Experimentó el aire helado envolverle el cuerpo y se sintió dichoso y risueño como nunca.— Estuviste mucho tiempo lejos.

— Lo siento, no puedo estar tanto tiempo aquí.— Jimin percibió su aliento susurrarle al oído y sintió sus mejillas humedeserse. Sin perder un segundo, colocó sus manos sobre su vientre, donde reposaban las del contrario, aún abrazándolo.

Pero nada estaba allí físicamente.

No abrió los ojos en ningún momento, temiendo que él se fuera antes de tiempo.

— Siempre pienso en ti.— susurró el rubio después de un corto pero eterno silencio.— Te siento a mi lado en las noches oscuras. Cuando me envuelves en tus brazos... Y realmente siento que estás ahí.

— Siempre estoy aquí, mi amado Jimin.— en su cuello, sintió una delicada presión, como la de un beso.

Cómo deseaba que aquel momento quedara suspendido eternamente en el tiempo.

Aquel viento helado comenzaba a desvanecerse. Y eso significaba que Él estaba a punto de irse otra vez. Pero Jimin se sentía tan afortunado que la tristeza no tuvo cabida en ese soplo.

Nada era para siempre... Pero Jimin podía asegurar que esa adoración, ese amor profundo que sentía por esa persona quedaría grabado de alguna u otra forma en la vida, en la muerte, en el todo... Era una excepción, un milagro, una situación especial, como quisieran llamarlo. Aquello nunca moriría.

— Lo sé.— Sin abrir los ojos, dió vuelta en sí y alzó su rostro, imaginándose a esa persona que tanto amó, amaba y amaría.

En su mente se plasmó sus rasgos marcados. Con sus dedos tanteó aquella criatura, se imaginó hermosos ojos de su amado, su nariz recta, su cabello ceniza. Tocó con sus dedos lo que imaginó que serían sus labios. Aquella imagen permanecía intacta en su memoria, jamás podría borrarla.

— Debo irme.— susurró él, y Jimin sintió el viento helado golpear sus dedos.

Sus labios se apretaron y más lágrimas cayeron por sus mejillas. Pero no era de sufrimiento, estaba aliviado y agradecido por haber tenido esta oportunidad, este encuentro. Y aún así, sintió esa corriente limpiarlas con delicadeza.

— Todo estará bien, Jin encontró su destino al igual que nosotros.— Aquella voz ronca y profunda apenas era un suave susurró.— Te amo, Jimin. Te amo. Y por siempre estaré a tu lado.

Jimin gimió, su barbilla tembló al momento de murmurar:— Te amo,Yoongi.

Sintió sus labios hundirse ante un peso invisible, y Jimin guardó aquel momento feliz en su corazón. Trató con todas sus fuerzas sostenerse a aquella fuerza. No quería dejarlo ir y, sin embargo, apenas abrió sus ojos, aquella fuerza fantasmal desapareció.

Todo acabó en ese precioso instante.

El rubio mordió su labio, abrazándose a sí mismo mientras experimentaba una vez más aquel cálido vacío en su alma. Con sus labios aún temblando, pronunció una sonrisa, sintiéndose feliz por él. Por si mismo. Porque Yoongi era parte de él.

Inspiró y soltó un suspiro lento. Secó sus lágrimas y sacudió sus hombros, volviendo a la realidad. Aún con su sonrisa, fué a revisar la tarta que le dió su nieto.

El su pecho, el corazón se mantenía fuerte, protegiendo como el ruiseñor a su rosa, aquel amor que ardía tanto como la primera vez.

Por otra lado, el pelirrojo se encontraba cortando algunas rosas en el jardín, maravillándose con su delicioso aroma de cada una de ellas.

— Son tan hermosas.— susurró, tocando cuidadosamente los pétalos rosados. A Jimin le encantaban mucho las rosas rosadas, era su color favorito.

Cortó algunas con la navaja que siempre con él, protegiéndose de las espinas, pero una que otra logró hacerle cortes en la piel. El líquido rojo salía en diminutas gotas.

Sin prestarle mucha atención, siguió revisando el hermoso jardín, era tan extenso y abundante en especies, Jimin había coleccionado una infinidad de flora nueva. Jin cortó unas rosas rojas también y, para acompañar, tomó unas ramas de pino de jardín para confundirla con el aroma a rosas y así creara una sutil y divina fragancia.

"Eres más hermoso que esas rosas, mi cielo"

Sentía a Namjoon tan cerca que tuvo que voltear a ver detrás de él, pero el Lobo no se encontraba allí.

Su vista se paseó por el perímetro con parsimonea, detallando cada rincón, hasta que finalmente sus pupilas se dilataron al encontrar su objetivo. Namjoon se encontraba detrás de un arbusto, en el límite de los pinos del bosque. Estaba en su forma lobuna y lo miraba con esa pericia, esa profundidad que lo hacía sentir desnudo en todo sentido. Sus ojos, esos ojos oscuros que se tornaban de un color miel poderoso, luciendo sagaces y peligrosos, haciéndolo suspirar. Tan caliente te hacía sentir en ocasiones que tu mente fácilmente maquinaba un espejismo e irremediablemente te hacía pensar que estaba envuelto en llamas.

Estaba atrapado en las garras del Lobo.

— ¿Por qué te escondes, Lobito?.— Jin le sonrió, dejó el ramo de rosas en el piso y avanzó por el sendero de piedra.

Cuando estaba por llegar, Namjoon desapareció entre los arbustos. El pelirrojo frunció en ceño, deteniendo su andar en seguida.

"Tal vez quiero jugar al escondite contigo, mi corderito..." Gruñó sensualmente en sus pensamientos.

— ¿Estás aburrido acaso?.— Jin se cruzó de brazos, sus ojos atentos a cada esquina, desde su lugar. Su corazón se agitaba a cada segundo, y esa presión sobre él... Como si el Lobo estuviera por sorprenderlo y apresarlo.

No.

— ¿Entonces?

— Mmm...

El menor se tensó cuando sintió su cola negra enredarse entre sus piernas. Un gemido leve se escapó de sus labios, aquella fricción lo volvía loco, era una oscura tentación.

— Lobo...— Tragó saliva y sus ojos de cerraron por un instante.

Para cuando los abrió, la imponente criatura estaba delante de él. Separó sus labios y tomó aire, no le había hecho nada y ya estaba jadeando. Miro esos ojos miel y sintió una vez más que se perdía irrevocablemente en ellos. Eran como bolas de un fuego mágico, brillante.

Jin lamió sus labios y el lobo gruñó lento y ronco, provocando escalofríos en él, pero no era de miedo. Oh, por su puesto que no. Acercó su mano y acarició el grueso y suave pelaje negro de su cabeza, disfrutando del hormigueo entre sus dedos.

El lobo se relajó y cerró sus ojos, encantado por la caricia. Jin le restriega las orejas, el cuello, y luego desliza su mano por su hocico y lo acaricia con ternura. Namjoon inclina su cabeza y busca más de esa cálida mano, soltando gruñidos de satisfacción.

— Te extrañé.— dice el pelirrojo. En seguida, inclina su cabeza y posa los labios en la frente del lobo, dejando un dulce beso.

Namjoon suspira y permanece callado. Cuando el menor se separa, vuelve a mirarlo, como si quisiera grabar cada pequeño detalle y guardarlo para siempre. Y eso ya lo había hecho.

Jin retira su mano y, entonces, el Lobo puede notar los rasguños con pequeños puntos de sangre. A continuación, acerca su gran boca hasta la mano mano del menor y comienza a lamerle, llevándose la sangre de sus heridas para curarlas.

— Namjoon...— Jin muerde su labio, sin despegar la vista de la escena.

"Juega conmigo"

— Yo no soy una de tus ovejitas, Lobito.— jadea.

No.

Para cuando termina de lamer su mano, el Lobo se da vuelta y desaparece entre los arbustos.

Unos segundos después, aparece la fuerte figura de Namjoon, quien se colocaba una camisa negra para tapar su torso desnudo.

Jin lo observa, mientras de acerca a paso poderoso hasta llegar delante de él. Aún había espacio entre ellos pero ganas no faltaban de acortar aún más ese espacio.

— ¿Entonces que soy?— pregunta primero, con su mirada fija en aquella boca que lo hacía enloquecer.

Namjoon sonrió de lado. En silencio, dió un paso y apenas quedó a unos centímetros de distancia de la boca de Jin, quien jadeaba como un loco bajo su atenta mirada, totalmente sonrojado. El mayor con sus largos dedos lo tomó con firmeza de la barbilla para que lo mira.

— Tú eres Kim Seokjin.— susurró sobre sus labios húmedos y rojos como su capa.— El indefenso corderito que terminó por acorralar y enamorar al Lobo.

Sin esperar alguna reacción, posó sus labios sobre los del menor y lo besó con dulzura y delicadeza, siendo tan potente la descarga de emociones que se sintió como uno profundo y rudo. Namjoon le acarició cariñosamente la mejilla y luego lo tomó del cuello, lo empujó hacia adelante y profundizó el encuentro de sus bocas. Con su mano libre, rodeó la cintura de Jin y lo atrajo con fuerza, sacándole un jadeo cuando chocó con su pecho firme. El menor llevó sus manos a los hombros de Namjoon y se sostuvo de allí, acariciando aquella parte mientras buscaba desesperadamente calmar el deseo súbito.

El mayor se separó, creando un ruido excitante. A continuación, sus miradas se conectaron una vez más y sus ojos ansiosos le expresaban sus deseos. Le besó la frente y quitó algunos mechones de cabello rebelde. Era tan hermoso su corderito.

Aquellos gestos hacían derretir el corazón de Jin y, con una sonrisa complacida, reclamó:— Siempre estás siguiéndome.

Namjoon también sonrió. Se acercó a la oreja del contrario y susurró:

— Siempre busco a donde pertenezco.

El pelirrojo mordió su labio y su sonrisa se hizo más grande. Namjoon no pudo evitar hacer lo mismo y, desviando su mirada hacia abajo, movió su mano hasta su bolsillo del pantalón y sacó algo que los ojos del pelirrojo no alcanzaron detallar.

Por consiguiente, el pelinegro miro su cuello. Sus pupilas se dilataron de gusto al mirar las piedras preciosas -que tanto le había costado encontrar- acomodadas delicadamente en su cuello. Por impulso, sus dedos se fueron directamente a esa zona, primero acarició las piedras, una por una, pensando que se veían mucho mejor de lo que había imaginado. Jimin había hecho un excelente trabajo.

Luego de eso, tocó su piel, cálida y suave.

Jin cerró los ojos y soltó un largo suspiro, sintiendo su cuerpo arder bajo el toque.

— Me gusta...— ronroneó cerca de su oído y el pelirrojo gimió levemente, envuelto por el aroma viril de su Lobo.

— Gracias... Jimin me dijo que has conseguido los diamantes. Es demasiado...

— Nada es demasiado cuando se trata de ti.

— No tienes que hacer esas cosas costosas para sorprenderme.

El contrario ignoró aquello y no dijo ni una palabra. Segundos más tarde, sus cuerpos se separaron por acción de Namjoon. El menor abrió sus ojos y se obligó a volver a poner los pies obre la tierra.

— ¿Qué tienes allí?.— Logró preguntar.

— Espera un segundo.— Sin perder tiempo, Namjoon se movió hasta un pino de jardín al lado de ellos y, de la parte trasera, obtuvo una rosa de color blanco, con sus pétalos puros abiertos en todo su esplendor.

El menor lo miró confundido e incrédulo, sin entender realmente lo que pasaba.

— Namjoon...

— Bueno... No soy bueno en estas cosas. Ni siquiera pensé hacerlo alguna vez.— muerde sus labios, estaba nervioso. En seguida, se coloca nuevamente delante de Jin, conectado su mirada agitada y brillosa con la del menor.— Ya no hay rosas blancas por aquí, entonces decidí buscar semillas o alguna estaca en otras tierras y, cuando la conseguí, cultivé esta para regalartela, hoy sus pétalos abrieron finalmente.— tomó la mano temblorosa de Jin y le entregó el tallo sin espinas. Seguidamente, envolvió su mano con las suyas y le besó los nudillos.— Si me preguntas por qué una rosa blanca, diré que me gustan porque me recuerdan a ti, a tu pureza y perfección.

En ese momento, Jin sintió como su corazón dejaba de latir por un momento, sin alcanzar asimilar lo bello de sus palabras, y mucho menos creer lo que estaban presenciando sus ojos. El Lobo había cultivado una rosa blanca solo para regalarsela. Namjoon ¡El Lobo Feroz!. No había frase alguna que explicara sus sentimientos.

Tomó una respiración ruidosa y su cuerpo se sacudió por los espasmos en todo su cuerpo, ocasionados por el huracán de pensamientos y sensaciones que lo cubrieron por completo.

— Nam... No sé que decirte.— Sus ojos cristalizados le sonrieron totalmente conmovidos y extasiados.— Gracias...

El lobo frunció los labios. Lo miró y sus ojos delataron otras pretensiones. Entonces, su voz ronca alertó al menor.— Podrías agradecerme de otra manera...

— Pervertido.— Jin sonrió y le dió un golpecito en el hombro. Con su mano libre, acarició la mejilla de Namjoon y se inclinó para darle un suave beso en los labios, terminando con una lenta y húmeda lamida entre ellos.

— Soy un Lobo astuto.

— Aún conservo mi conocimiento de cazador. También puedo defenderme.

— Mmm... Estaré listo para todo.

Namjoon sonrió con picardía. Jin había dejado de ser aprendiz de cazadores luego de su reencuentro. Sin embargo, él continuaba entrenando por si mismo, no con la finalidad de matar lobos, pero sí como una defensa personal. Nunca sabía qué podría pasar en las profundidades de aquel bosque, la naturaleza era temible y cautelosa, cualquier evento podría desatarse en segundos.

El menor le devolvió el gesto y Namjoon soltó sus manos. Ahora había cambiado de tema:— Tu padre quiere verte. Hay cosas que quiere conversar contigo.

En ese instante, Jin recordó su conversación con Jimin y quiso preguntarle algunas cosas, quería obtener más información, dado que le parecía que estaba en medio de una maraña de secretos.
Sin embargo, prefirió callar y dejar esas dudas para su padre. Al fin y al cabo, siempre había tiempo para hacer preguntas pero siempre se escaseaba el tiempo a la hora de hacer las cosas.

— Espero que mi omma no te reciba como la primera vez.— rió, pero eso no causaba la misma reacción en Namjoon.

Una sola vez se atrevió a acercarse allá y, su querida suegra, lo recibió el golpe de una escoba en la nuca, pues la mujer pensaba que aquel chico le había secuestrado su hijo. Y, si no hubiera sido por el padre de Jin, probablemente le hubiera lanzado una silla también. Y eso que no sabía que era un... lobo.

— Solo tu madre me ha podido golpear así.— se quejó, sobando su nuca como si aún pudiera sentir el dolor de ese día.

— Tranquilo, mi padre logrará que ella lo acepte algún día. Sólo que ella soñaba que yo me enamorara de Hoseok y...

Namjoon gruñó, el sonido fué gutural, tan fuerte que logró que algunos animalitos silvestres que estaban cerca salieran despedidos, buscando un escondite.

El menor se cruzó de brazos.— Deja los celos, ya hablamos de eso. ¿No te parece suficiente con lo que le hiciste aquella vez?

Namjoon sonrió de lado, sus ojos peligrosos lo escrutaron.— Eso apenas fué un toque.

— Ni te acerques a él de nuevo, te lo advierto.— Amenazó, y sus ojos azules le advirtieron que aquello iba muy en serio.

Una Lucha de Titanes, así era el enfrentamiento de sus miradas.

— Aún no entiendo cómo puedes querer a ese idiota.

— Él no te ha hecho nada.

— Quiere lo que me pertenece. Eso es más que meterse conmigo.

Jin bufó.— Ya hablamos de esto, él sólo es un amigo... ¡Deja de ser tan infantil!

Namjoon alzó una ceja, sugerente.— ¿Quieres que me comporte como adulto?.— lamió sus labios y luego sonrió, amplio y travieso.

El pelirrojo rodó los ojos, aunque en el fondo la propuesta le alteró los nervios. Considerando esto, prefirió cambiar se tema, o solo Dios sabe qué le haría en ese jardín— Tengo que llevar esas rosas a Jimnie, luego iré al pueblo.

— Te acompaño.

— Siempre lo haces.

Jin se dió vuelva y se acercó a las rosas que hace un rato dejó en el piso. Las recogió con cuidado pero el sonido de algo pequeño que golpeó el suelo lo distrajo.

Miró debajo de las rosas y se asombró al notar un anillo de lo que parecía ser oro. Jin frunció levemente su ceño y lo tomó entre sus dedos. Lo giró y apreció con estupor y fascinación, detallando los diminutas gotas brillantes que semejaban a las de su collar, estaban en fila alrededor del círculo. Era realmente hermoso.

No podía dejar de mirarlo, todavía estupefacto. No logró procesar lo que estaba pasando pero, cuando Namjoon se arrodilló junto a él y tomó su mano, su corazón dió un vuelco repentino. Giró su cuello y lo miró inquisitivo, pero el contrario se concentró en tomar el anillo y acomodarlo en su dedo anular, ajustándolo perfectamente.

Y es que estaba hecho a su medida.

Jin tragó saliva y miró su dedo, mientras Namjoon le acariciaba aquella parte. Sintió sus ojos cristalizarse y sus palabras ahogarse. Namjoon lo tomó de la barbilla y lo obligó a mirarlo, a esos hipnóticos y fascinantes ojos.

Fué un momento mudo, dónde solo pudo captar las acciones de Namjoon y el latir apresurado de su corazón, que le maltrataba el pecho sin piedad.

Y cuando un suspiro ahogado salió de su boca, Namjoon le susurró sobre los labios:

— Sé mi esposo, Kim Seokjin.

•«Pero en lo más íntimo de nuestro ser, incrustado en nuestras esencias distintas, aún uno al lado del otro, en ese entonces éramos como dos lobos que después de ir tras la presa codiciada la pierden, respiran exhaustos en la oscuridad inequívoca de la espesura y continúan sedientos y con hambre»•

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