—¿Tu padre no vino a despedirse de ti? — Preguntó Draco.

—No, tuvo que irse de viaje de imprevisto, como siempre —respondí mirando a la ventana.

Durante las siguientes horas Draco no habló, ni preguntó nada más.

Estaba sumida en mis pensamientos hasta que oí la puerta del vagón abrirse, revelando a una chica rubia.

—Hola, lo lamento por molestarlos, pero ya no hay vagones vacíos —dijo entrando al vagón para luego sentarse en el asiento de al lado mío—. Soy Evelina Marlowe — Se presentó

— Lilith Moningstar, un placer.

Estuvieron todos en silencio mirando cualquier cosa, para evitar hablar.  

—Iré por unos dulces, ¿me acompañas lilith? — rompió el silencio Draco.

—Claro — me levanté de mi asiento y salí junto a Draco del vagón.

Caminamos por los pasillos en silencio. Al llegar al carrito, aguardamos a que la señora termine de atender a otros estudiantes. Ella se dio la vuelta y nos acercamos.

—¿Qué van a querer ustedes niños ?— preguntó la señora, un poco mayor, del carrito

— Dos ranas de chocolate por favor— pedí amablemente

La señora me dio las ranas, le pagué y ella luego atendió a Draco. Él pidió varitas de regaliz y grageas y cuando se las dio pagó.

Estábamos volviendo a nuestro vagón, cuando chocamos con un chico de lentes redondos, cabello azabache y ojos verdes, a su lado una castaña ondulada, de ojos marrones avellana, en su mano llevaba un libro, el cual abrazó fuertemente al verlos.

—Pero miren quién es, si es Pottah y sangre sucia—. dijo Draco burlón.

Ellos iban a responder, al parecer acostumbrados a esos tratos por parte de su primo, Draco. Pero antes que pudieran hablar, los interrumpió.

—Draco, no empieces a ser molesto—lo regañó discreta—. Ahora ya vamos, que Evelina nos debe estar esperando.

Draco solo gruñó totalmente en desacuerdo con su decisión, quejándose en el camino.

Antes de irme, miré el libro que la castaña traía en su brazos. Leí el título y dije:

—"Moby Dick" de Herman Melville. Buen gusto

Después de decir eso, me di la vuelta, alcanzando a Draco que ya iba por mitad del pequeño pasillo.

Al llegar, abrieron las puertas, entrando, y luego las cerraron detrás de sí.

—Traje ranas de chocolate , ¿Quieres? — me senté en el mismo lugar en el que estaba antes y le ofrecí una rana de chocolate a la rubia, Evelina.

—Gracias —. Agradeció mientras tomaba una rana de chocolate con una sonrisa.

—no hay de qué.