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Narrador Omnisciente
Por aquellos días, Sirius enviaba lechuzas a diario. Al igual que Hermione, parecía que su interés primordial era ayudar a que Harry pasara la tercera prueba, antes de preocuparse por otros asuntos. En cada carta le recordaba que, ocurriera lo que ocurriera fuera de los muros de Hogwarts, ni era asunto suyo, ni podía hacer nada al respecto. Si Voldemort está realmente recobrando fuerzas.
Escribió:
lo primero para mi es tu seguridad. No te puede poner las manos encima mientras estés bajo la protección de Dumbledore; pero, aun así, es mejor no arriesgarse: entrénate para el laberinto, y luego ya nos ocuparemos de otros asuntos.
Harry iba poniéndose más nervioso conforme se acercaba el 24 de junio, pero no tanto como ante las dos pruebas anteriores: por un lado, tenía la confianza de que, esta vez, había hecho cuanto estaba en sus manos para prepararse para la prueba; por otro, aquél era el último tramo, y, lo hiciera bien o mal, el Torneo iba a finalizar, lo que sería un gran alivio.
El desayuno fue muy bullicioso en la mesa de Gryffindor la mañana de la tercera prueba. Las lechuzas llevaron a Harry una tarjeta de Sirius para desearle buena suerte. No era más que un trozo de pergamino doblado con la huella de una pata de perro, pero Harry la agradeció de todas maneras. Llegó uma lechuza para Hermione llevándole su acostumbrado ejemplar de El Profeta. Lo desplegó, miró la primera página y escupió sin querer el zumo de calabaza que tenía en la boca.
—¿Qué...?—preguntaron al mismo tiempo Harry y Ron, mirándola.
—Nada. —se apresuró a contestar ella, intentando retirar el periódico de la vista. Pero Ron lo agarró.
Miró el titular, y dijo:
—No puede ser. Hoy no. Esa vieja rata...
—¿Qué?—preguntó Harry—¿0tra vez Rita Skeeter?
—No. —dijo Ron, y tal como había hecho Hermione, intentó retirar el periódico.
—Es sobre mí, ¿verdad?—pregunto Harry, aunque más que nada era para confirmar.
—No. —contestó Ron, en un tono nada
convincente, intentando ocultarlo con una sonrisa.
—Y después Eros dice que soy yo la que no sabe mentir. —Amy llegó detrás de Ron, quitándole el Profeta de las manos.
Pero, antes de que Harry pudiera pedírselo, Draco Malfoy gritó desde la mesa de Slytherin:
—¡Potter! ¿Qué tal te encuentras? ¿Te sientes bien? ¿Estás seguro de que no te vas a poner furioso con nosotros?—Malfoy tenía en la mano un ejemplar de El Profeta. A lo largo de la mesa, los de Slytherin se reían y se volvían en las sillas para ver cómo reaccionaba Harry.
—El que se va a pondrá furioso con ustedes seré yo y no les agradara, Lucius. —advirtió Eros molesto, a ninguno de los que seguían a Draco dijo nada, mucho menos el rubio, pero tampoco dijeron nada. —Ahora, dame eso. —le arrebato el periódico de las manos, y a su lado, Pansy lo leía al igual. —¿Sabes? Creo que ahora Nott no suena tan mal como mi cuñado favorito.
—¡Oh vamos, Eros...!—se interrumpió a sí mismo cuando Nelly lo reprendió tomándole la oreja fuertemente. —¡Amor, eso dolió!
—Y me alegro mucho. Creí que habíamos hablado de eso, Draco Lucius Malfoy. —la Ravenclaw le alzó una ceja, cruzándose de brazos.
—No. Tu hablabas, yo fingía escucharte mientras te besaba. —la miró con una sonrisa.
—Malfoy, te estoy escuchando. —y dicha sonrisa se borró al escuchar a Eros.
—Déjame verlo—dijo Harry a Amy, mientras carraspeaba, e intentaba regresar al tema inicial. —Amy...por favor, dámelo. —a regañadientes, la rubia le entregó el periódico.
HARRY POTTER, «TRASTORNADO Y
PELIGROSO»
El muchacho que derrotó a El-que-no-debe-ser-nombrado es inestable y probablemente peligroso, escribe Rita Skeeter, nuestra corresponsal especial. Recientemente han salido a la luz evidencias alarmantes del extraño comportamiento de Harry Potter que arrojan dudas sobre su idoneidad para competir en algo que exige tanto de sus participantes como el Torneo de los tres magos, e incluso para estudiar en Hogwarts.
Potter, como revela en exclusiva El Profeta, pierde el conocimiento con frecuencia en las clases, y a menudo se le escucha quejarse de que le duele la cicatriz que tiene en la frente, vestigio de la maldición con la que Quien-ustedes-saben intentó matarlo. El pasado lunes, en medio de una clase de Adivinación, nuestra corresponsal de El Profeta presenció que Potter salía de la clase como un huracán, gritando que la cicatriz le dolía tanto que no podía seguir estudiando.
Es posible (nos dicen los máximos expertos del Hospital San Mungo de Enfermnedades y Heridas Mágicas) que la mente de Potter quedara afectada por el ataque infligido por Quien-ustedes-saben,y que la insistencia en que la cicatriz le sigue doliendo sea expresión de una alteración arraigada en lo más profundo del cerebro.
«Podría incluso estar fingiendo -ha dicho un especialista- Podría tratarse de una manera de reclamar atención,» Pero El Profeta ha descubierto hechos preocupantes relativos a Harry Potter que el director de Hogwarts, Albus Dumbledore, ha ocultado cuidadosamente a la opinión pública del mundo mágico.
«Potter habla la lengua pársel nos revela Draco Malfoy, un alumno de cuarto curso de Hogwarts...»
—¡Malfoy!—el grito de Amy lo hizo sobresaltarse a su lado. —¡Deja de estar revelando cosas que no te incumben!—y nuevamente, Nelly volvió a jalarlo por la oreja, dando un fuerte tirón.
«Hace dos años hubo un montón de ataques contra alumnos, y casi todo el mundo pensaba que Potter era el culpable después de haberlo visto perder los estribos en el club de duelo y arrojarle una serpiente a otro compañero. Pero lo taparon todo. También ha hecho amistad con hombres lobo y con gigantes. En nuestra opinión, sería capaz de cualquier cosa por conseguir un poco de poder.»
—¡Golpealo de nuevo, Nelly, se lo merece!—y la de Ravenclaw hizo caso, añadiendo también, el hecho de que ahora ignoraba al rubio Malfoy.
La lengua pársel, con la que se comunican las serpientes, se considera desde hace mucho tiempo un arte oscura. De hecho, el
hablante de pársel más famoso de nuestros tiempos no es otro que el mismísimo Quien-ustedes-saben. Un miembro de la Liga para la Defensa contra las Fuerzas Oscuras, que no desea que su nombre aparezca aquí, asegura que consideraría a cualquier mago capaz de hablar en pársel «sospechoso a priori: personalmente, no me fiaría de nadie que hablara con las serpientes, ya que éstas
Son frecuentemente utilizadas en los peores tipos de magia tenebrosa y están tradicionalmente relacionadas con los malhechores», De forma semejante, añadió: «Cualquiera que busque la compañía de engendros tales como gigantes y hombres lobo parece revelar una atracción por la violencia»
Albus Dumbledore debería tal vez considerar si es adecuado que un muchacho como éste compita en el Torneo de los tres magos. Hay quien teme que Potter pueda recurrir a las artes oscuras en su afán por ganar el Torneo, cuya tercera prueba tendrá lugar esta noche.
—La tía Pandora querrá ir a buscarla personalmente, y no creo que sea para hablar. —Amy hablo al terminar de leer. —Se metió contigo, merece que le den una lección.
—Ya no me tiene tanto cariño, ¿verdad?—dijo Harry sin darle importancia y doblando el periódico.
En la mesa de Slytherin, Crabbe, Goyle y Zabini se reían de Malfoy, asegurando que ahora era un león domado. Y no estaban muy lejos de ello.
[ • • • ]
Cedric y sus padres estaban junto a la puerta. Viktor Krum se hallaba en un rincón, hablando en búlgaro con su madre, una señora de pelo negro, y con su padre. En el otro lado de la sala, Fleur conversaba con su madre en francés. Gabrielle, la hermana pequeña de Fleur, le daba la mano a su madre. Saludó a Harry con un gesto y el le respondió de igual manera. Luego vió, delante de la chimenea, sonriendo, a Bill, la señora Weasley, junto a Pandora y Remus.
¿Grandioso, no lo creen? Harry defiende tanto a James, que incluso no había hecho acto de presencia desde que lo había sacado del lago.
—¡Sorpresa!—dijeron al unísono, una Señora Weasley y Pandora muy emocionadas, mientras Harry les sonreía de oreja a oreja y caminaba hacia ellos.
—¡Pensamos que podíamos venir a verte, Harry!—la Señora Weasley se inclinó para darle un beso en la mejilla.
—Mi niño, que feliz estoy de verte. —Pandora lo abrazo fuertemente, levantandolo unos pocos centímetros del suelo.
—Pand, cuidado que lo asfixias. —Remus se le acercó sonriendo, poniendo una mano en su cabello y revolviendolo cuando Pandora lo dejo en el suelo.
—¿Qué tal?—lo saludó Bill, sonriéndole y estrechándole la mano—Charlie quería venir, pero no han podido darle permiso. Dice que estuvieron increibles con los dragones.
—Muchísimas gracias por venir. — murmuró Harry.
—Es estupendo volver aquí—comentó Bill mirando la sala (Violeta, la amiga de la Señora Gorda, le guiñó un ojo desde su cuadro) —Hacía cinco años que no veía este lugar. ¿Sigue por ahí el cuadro del caballero loco, sir Cadogan?
—Sí. —contestó Harry, que había conocido a sir Cadogan el curso anterior.
—¿Y la Señora Gorda?—preguntó Bill nuevamente.
—Ya estaba aquí en mis tiempos— comentó la señora Weasley. —Me echó una buena bronca la noche en que volví al dormitorio a las cuatro de la mañana.
—¿Cuatro de la mañana? ¿Qué hacías fuera del dormitorio a las cuatro de la mañana?—quiso saber Bill, mirando a su madre sorprendido.
—Si, Molly, cuéntanos tus travesuras de medianoche. —Pandora la miró con una sonrisa pícara en el rostro.
La señora Weasley sonrió, y los ojos le brillaron.
—Arthur y yo fuimos a dar un paseo a la luz de la luna—explicó. —Nos encontró Apollyon Pringle, que era el conserje por aquellos días. Tu padre aún conserva las señales.
—¿Están nerviosos?— preguntó Remus, volviendo su atención a Harry.
—No tanto, ya quiero que esto acabe. No importa mucho quien gané... sino que termine. —respondió Harry.
—¿Les gustaría dar una vuelta?—ofreció Bill.
—Claro—aceptó Harry.
Para cuando volvieron al Banquete del Gran Comedor, Ludo Bagman y Cornelius Fudge se habían incorporado a la mesa de los profesores. Bagman parecía muy contento, pero Cornelius Fudge, que estaba sentado junto a Madame Máxime, tenía una mirada severa y no hablaba. Madame Máxime no levantaba la vista del plato, y a Harry le pareció que tenía los ojos enrojecidos. Hagrid no dejaba de mirarla desde el otro lado de la mesa.
Hubo más platos de lo habitual, pero Harry, que empezaba a estar realmente nervioso, no comió mucho. Cuando el techo encantado comenzó a pasar del azul a un morado oscuro, Dumbledore, en la mesa de los profesores, se puso en pie y se hizo el silencio.
—Damas y caballeros, dentro de cinco minutos les pediré que vayamos todos hacia el campo de quidditch para presenciar la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos. En cuanto a los campeones, les ruego que tengan la bondad de seguir ya, al señor Bagman hasta el estadio.
Harry se levantó. A lo largo de la mesa, todos los de Gryffindor aplaudieron. Los Weasley y Hermione le desearon buena suerte, Pandora le dio un fuerte abrazo, al igual que Remus. Y por último, quien menos Harry pensaba se acercaría, lo hizo, y eso, lo había alegrado enormemente.
—Podremos estar peleados, pero eres mi hermano, y el único que tengo, así que...cuidate. —y cuando Harry pensó que eso había sido todo, Eros lo interrumpió abrazándolo fuertemente, siendo correspondido por Harry de inmediato. —Te quiero hermano, todo saldrá bien.
—Nos veremos más tarde hermano. —dijo, al mismo tiempo, ofreciéndole una sonrisa a Pansy cuando al pasar por su lado ella le murmuró un «suerte, Harry Potter Evans» y salio del Gran Comedor, con Cedric, Fleur y Krum.
[ • • • ]
Cinco minutos después empezaron a Ocuparse las tribunas. El aire se llenó de voces excitadas y del ruido de pisadas de cientos de alumnos que se dirigían a sus sitios.
El cielo era de un azul intenso pero claro, y empezaban a aparecer las primeras estrellas. Hagrid, el profesor Moody, la profesora McGonagall y el profesor Flitwick llegaron al estadio y se aproximaron a Bagman y los campeones. Llevaban en el sombrero estrellas luminosas, grandes y rojas. Todos menos Hagrid, que las llevaba en la espalda de su chaleco de piel de topo.
—Estaremos haciendo una ronda por la parte exterior del laberinto. —dijo la profesora McGonagall a los campeones. —Si tienen dificultades y quieren que los rescaten, echen al aire chispas rojas, y uno de nosotros irá a salvarlos, ¿entendido?—Los campeones asintieron con la cabeza.
—Pues entonces... ya pueden irse. —dijo Bagman con voz alegre a los cuatro que iban a hacer la ronda.
—Buena suerte. — susurró Hagrid, y los cuatro se fueron en diferentes direcciones para situarse alrededor del laberinto.
Bagman se apuntó a la garganta con la varita, murmuró «įSonorus!», y su voz, amplificada por arte de magia, retumbó en las tribunas:
—Damas y caballeros, va a dar comienzo la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos! Permítanme que les recuerde el estado de las puntuaciones: en el primer puesto, empatados con ochenta y cinco puntos... ¡el señor Cedric Diggory y el señor Harry Potter, los dos del colegio Hogwarts!—los aplausos y vítores provocaron que algunos pájaros salieran revoloteando del bosque prohibido y se perdieran en el cielo cada vez más oscuro. —En segundo lugar, con ochenta puntos, ¡el señor Viktor Krum, del Instituto Durmstrang!—más aplausos. —Y, en tercer lugar, ¡la señorita Fleur Delacour, de la Academia Beauxbatons! —y aplausos. —¡Entonces... cuando sople el silbato, entrarán, Harry y Cedric!—dijo Bagman Tres... dos... uno...
Dio un fuerte pitido, y Harry y Cédric entraron rápidamente en el laberinto.
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