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Narrador Omnisciente
Theodore río burlón: —Dime ¿Que puedo saber sobre tí?—el castaño la miro de pies a cabeza, con una pequeña sonrisa—Porque si te soy sincero, pareces algo... aburrida.
—Mira quien lo dice, señor me creo mejor que todos aquí, el que se la vive creyendo solo porque sus padres son sangre pura—lo miro con una ceja alzada.
Theodore sonrió con ironía: —Escuche a tu hermana, a Lovegood, el otro día. Al parecer eres un modelo a seguir, dice que eres la mejor estudiante de Gryffindor, pero lo que ella no sabe es que esa persona soy yo. —sonrio arrogante.
—Si solo vas a hablar de lo mucho que te crees Nott, mejor me voy a dormir—Amy lo miro de brazos cruzados con indignación.
—Lo siento—Amaltea lo miró sorprendida—Esta bien...veamos ¿Que tal con Potter menor? He escuchado que son grandes amigos.
—Es un buen amigo, lo considero mi hermano menor—Amaltea sonrió dulcemente.
Theodore hizo una mueca: —Eso es demasiado cursi para mí.
—¿Sabes? Así no llegaremos a nada, se supone que estamos buscando cosas en común, y lo único que compartimos es que ambos vamos en el mismo colegio.
—Bien, bien...¿Te gusta el Quidditch?
—Tengo cara de siquiera volar en escoba. Pero si, me gusta el Quidditch, más no lo juego.
—Si te gusta el Quidditch ¿Por qué razón no juegas?
—Nunca me dió la necesidad de montar una escoba. Además, siempre voy a los partidos por Harry. El es el mejor jugador que conozco. —una pequeña sonrisa se asomo por el rostro de la rubia.
Theodore río: —Por esa misma razón, me estás conociendo Black, ahora puedes decir que conoces al mejor jugador de Quidditch. —revolvio su cabello rubio, poniendose a su altura.
—¿Ves? Eso es lo que odio de ti, que seas un presumido, arrogante que con tan solo decir una palabra ya se está alabando. —su voz resonó en un eco, Theodore rápidamente le tapó la boca, sus manos eran muy frías en opinión de Amaltea.
—Si no quieres que nos encuentren, te sugiero que bajes la voz Black—dijo, quitando lentamente la mano de la boca de la rubia.
Amy lo miró confundida, iba a hablar, pero el castaño le hizo una seña de que no lo hiciera, amenazando con poner su mano en su boca de nuevo en un solo movimiento.
—Alguien viene—susurro Theodore a la altura de su oído, acercandose lentamente a ella, para después tomarla de la mano y arrastrarla fuera de la torre de astronomía, evitando ser vistos.
Narrado por Eros
—Bien, ya me preocupe—dije con una mueca.
Y es que era cierto, hace como una hora se suponía que Nelly y yo veríamos a Amy en la sala común de Gryffindor. Está semana tocaba dormir en su habitación, la próxima en la de Nelly y después en la de Slytherin. Era un tradición nuestra que al menos una vez a la semana pasáramos una noche en la sala común del otro.
—¿Y crees que yo no?—dijo Nelly frente a mil, observando la entrada de Gryffindor cada dos minutos. —¿Que hiciste con el profesor Potter?
—Algo que nadie jamás hubiera imaginado, tu no te preocupes por eso Nelly. Nadie puede saber que fui yo quien lo hizo. —Eros respondió.
Leonor lo miro alarmada:—Dime que lo mataste Eros Regulus Evans. Porque si no la que te matará soy yo.
Bien, si, no lo mate, ni mencioné mi nombre, no digo que lo odie, en realidad me encanta mi nombre, los llevo en honor de dos grandes hombres que protegieron a sus familias o amigos, pero es el hecho de que mi nombre es "Eros Regulus Evans" y creo que sonaría mejor "Regulus Eros Evans", aunque bueno, tenía solo cinco años cuando le pedí a mi madrina que me pusiera ese nombre cuando fuimos al ministerio, recuerdo haberla visto llorar de la emoción ese día.
—¿No le habrá pasado algo?—pregunto Nelly preocupada. Eso me hizo pensar.
—¿Quien tiene el mapa del merodeador?
—¿Los gemelos?—dijo Nelly con duda—Pero creo que se lo dieron a Harry.
—Bien. Ya vengo. —dije corriendo hacía los escalones que quedaba al dormitorio de los chicos.
Narrador Omnisciente
Cuando Eros llegó a la habitación, la puerta estaba cerrada, en ella tenía los nombres de...
Harry Potter
Ronald Weasley
Seamus Finnigan
Dean Thomas
Neville Longbottom
Se escuchaban risas y parloteos, el Slytherin sabía que no debía interrumpir en su reunión de amigos, pero era un asunto importante.
—¡Chicos!—entro a la habitación golpeando la puerta en el proceso, sobresaltando a los chicos que se encontraban ahí. —Lo siento. —recorrió a los chicos con la mirada hasta que dió con Harry, sonriendo se acercó a el—Hermanito, sabes que no me gusta pedirte nada, pero este es un asunto importante.
—¿Que es lo que necesitas?—pregunto Harry con una sonrisa divertida.
—El mapa de...ya sabes...—dijo Eros tratando de hacer señas dando a entender que es lo que necesitaba y que sus amigos se encontraban ahí.
—Claro...ya regreso —Harry asintio confundido mientras caminaba a su baúl.
—A un estoy indignado porque los gemelos no me lo dijeron—dijo Ron.
—Aqui está—Harry regreso con el mapa en mano, dandoselo a Eros, quien se despidió de los chicos y a la vez disculpándose por haber interrumpido.
—Veamos...Sacó la varita, toca con ella el pergamino y pronunció: —Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
Inmediatamente, a partir del punto en que había tocado la varita de Eros, empezó a aparecer unas finas líneas de tinta, como filamentos de telaraña. Se unieron unas con otras, se cruzaron y se abrieron en abanico en cada una de las esquinas del pergamino. Luego empezó a aparecer palabras en la parte superior. Palabras en caracteres grandes, verdes y floreados que proclamaban:
Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta proveedores de artículos para magos traviesos están orgullosos de presentar:
EL MAPA DEL MERODEADOR
Era un mapa que mostraba cada detalle del castillo de Hogwarts y de sus terrenos. Pero lo más extraordinario eran las pequeñas motas de tinta que se movían por él, cada una etiquetada con un nombre escrito con letra diminuta.
Eros busco con la mirada el nombre de la su mejor amiga rubia, cuando lo encontró se sorprendió de no solo ver su nombre si no el de Theodore Nott también.
—¿Podrías tranquilizarte?—pregunto Amaltea en un murmullo, al ver cómo Nott buscaba un salón que no estuviera cerrado.
—No hagas ruido o nos encontrarán...—se puso frente a un armario, intentando abrirlo, pero obviamente estaba cerrado, por lo que saco su varita, cuando la puerta estuvo abierta la obligó a entrar primero, para después entrar el rápidamente.
—Genial—solto Amy con sarcasmo—Ahora estamos...dónde sea que estemos. Nos castigarán ¿Cómo es que eso no te preocupa?—Black comenzó a entrar en pánico, ella odiaba eso, no soportaba estar encerrada en cuatro paredes.
—Tranquila Black, te recuerdo que estamos aquí por tu culpa. —solto Theodore. Su voz chocó con las mejillas de la rubia, estaban tan cerca que ni cuenta se habían dado.
—¿Mi culpa?—murmuro Amy en voz alta, haciendo que el pelinegro pusiera de nuevo su mano en la boca de la rubia, haciendo un poco de presión.
—No hables. Y si lo harás, preocura no gritar, y estamos en un armario.
—¿Escuchaste eso?—pregunto Amaltea, casi como un murmullo, fuera de la habitación se escuchaban ruidos y pasos acercandose. La Gryffindor, sentía como empezaba a quedarse sin aire.
—Silencio Black. —Theodore tomo las manos de Amaltea, notando que comenzaba a temblar, posicionandola en su pecho, sintiendo su corazón acelerado latir.
—¿Cómo es que estás tan tranquilo?
—Guarda silencio o volveré a poner mis manos en tu boca. —amenazo, cuando escucho pasos acercarse cada vez más. Presionó las manos de Amy entre las suyas.
—¿Cómo se supone que me calmé? Odio estar encerrada en lugares encerrados tan angosto. Aparté, si nos descubren nos castigarán y yo no puedo ser castigada...—comenzo a delirar nerviosa.
—Yo te lo advertí Black. —murmuro Theodore poniendo su mano con firmeza sobre sus labios y con la otra sostenía las manos de la chica con fuerza.
Amaltea movió la cabeza, como si estuviera negando, logrando quitar su mano con algo de esfuerzo.
Theodore suspiro, mientras pensaba para sus adentros, algo que la chica frente a el no pudo notar, por el miedo y nerviosismo que se acumulaba dentro de ella y cuando menos lo esperaba...
Theodore la besó.
Theodore Nott había besado a Amaltea Black.
El beso había tomado por sorpresa a la rubia, quería alejarse pero sus sentidos la traicionaron, siguiendo el beso al instante, haciendo que sus mejillas se acaloraron, pero el beso había sido inevitable.
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