7|Una carta en el casillero
Betty.
—¿Disfrutando de la vista? -
—Vero se sienta a mi lado, en las gradas, pero yo no aparto la vista del campo.
Brend corre sin camisa a través del campo, dejando al aire libre sus hermosos pectorales.
Pero, en realidad, eso no es lo que capta mi atención.
Más al fondo, alcanzo a ver cómo jughead y el entrenador charlan.
Hace un año jughead estaba en el equipo, y era bueno. Mucho, en realidad. Pero se salió, de la nada. Era mariscal, justo como lo es Brend ahora, pero un día solo se salió. Hubo varios rumores sobre eso; por ejemplo, ya era bien sabido que él y Brend no se llevaban precisamente bien, así que se decía que se salió porque no lo soportaba. Otros decían que lo sacaron del equipo, quizás por malas calificaciones.
Pero no lo creo.
Jughead no es precisamente la persona más responsable, pero compartimos varias clases, y suele sacar calificaciones envidiables.
—¿Crees que va a volver? —muevo la cabeza, señalando en dirección a donde ambos hombres charlan.
Verónica da un vistazo, pero no tarda en regresarla a mi.
—Tampoco es que le viniera mal al equipo su regreso.
No respondo. Miro al fondo, tan directo que podría decir que le clavo la mirada.
De cierta manera, jughead Jones me despierta un atismo de lástima. La verdad es que, aunque sea un idiota prepotente con aires de grandeza, entiendo que muchas cosas cambiaron desde hace un año.
A final de cuentas, su padre ahora está en la cárcel.
Incluso si su misma existencia despierta en mí un sentimiento de querer tirarlo por las escaleras, entiendo aquello. Es decir, mi papá nunca ha estado en la cárcel. Pero también hubo un momento de mi vida donde mi familia y su estructura corrieron en riesgos. Y supongo que es lo mismo que pasa en su vida.
Aún así, me sigue cayendo mal.
—Cambiando de tema —Verónica chaqueta los dedos frente a mí, haciendo que dirija mi mirada a ella—¿Me puedes explicar qué es eso de que te gusta mi novio? Quiero decir, no soy una tóxica ni nada, pero...
Mierda. Siento el color subir a mi cara. Desvío la mirada. A Verónica le encanta burlarse de mí y eso lo sé gracias a la manera en que me mira, tan divertida que termina soltando una carcajada que termina llamando la atención de un par de jugadores, incluyendo a Archie y Brend.
—¡No sabía qué decir!
—¿Y lo mejor que se te ocurrió fue Archie? Te hubiera creído que pusieras de excusa al mismísimo mantle, pero-..
—No es reclamo, ¿Verdad?
—¡Para nada! Querida B, tú sabes que te apoyo en todo, como, por ejemplo, hacerme la loca y fingir que no le dijiste a Brend que te gusta Arch.
Pero mi cara sigue roja. No me reclama, lo sé, no está molesta, un deje de diversión se mantiene en su tono de voz cada vez que habla, realmente le divierte burlarse de mí, de mis desgracias y mis locuras.
—Lo siento —murmuro, apenada. Mi vista viaja a la punta de mis zapatos, mientras me balanceo un poco.
Dios, que me trague la tierra.
Verónica suelta una risilla, baja, como si se le hubiera escapado y alzo la vista.
Siempre he creído que Verónica es muy guapa. Hoy trae el pelo recogido en una coleta, no suele traerlo así, pero se ve increíble.
—Joder, estas cosas solo te pasan a ti.
Su sonrisa resplandece en su rostro, y no puedo evitar sentirme contagiada, así que terminó sintiendo como ella, riendo con ella.
—Tienes razón. Estas cosas solo me pasan a mí.
Maldición. Estas cosas solo me pasan a mí.
Si tuviera una moneda cada vez que jughead Jones tira su bebida en mí, tendría dos monedas, que no es mucho, pero es raro que ya haya pasado dos veces.
Hago puño los ojos al igual que las manos, mientras siento el líquido escurrir por mi increíble uniforme de porristas.
Ugh.
—Mierda, ¿No me canso de cagarla? —apenas lo oigo, pues murmura tan bajo que pareciera no hablar— Lo siento tanto, no fue mí-..
—Aparta —mi voz suena seca, demandante. No creo estar de humor para soportarlo. Se queda parado, quieto, sin mover un músculo. Trato de pasar por su lado, pero entonces regreso un paso y lo miro a la cara, aunque tenga que alzar el cuello un poco de más. —La próxima, fíjate o te juro que la que va a echarte un líquido encima de dudosa procedencia voy a ser yo. Y con gusto. —mientras paso por su lado, alcanzo a susurrar aún cerca de él —Idiota.
Mi hermoso uniforme de porristas está arruinado y mojado, pero me reconforta saber que no tengo entrenamiento y si más ropa en mi locker.
Ignoro mis fervientes ganas de ir y tirarle un café bien caliente en la cara al idiota y sigo caminando, sin bajar la mirada, por el pasillo, hasta que me encuentro a Verónica comiéndose a beso con Archie al lado de su casillero. Al lado está el mío.
—Por dios, ¿Qué te pasó?
—Jughead idiota Jones.
Una sonrisa, entra pícara y divertida, se extiende por su rostro, mientras Archie aún la besa, esta vez, en el cuello.
—Sexi.
Entonces, Archie se aparta y la mira, con el ceño fruncido.
—Hey.
—¿Qué? Todos los sabemos.
Agarro el seguro del casillero, a la vez que comienzo a poner la contraseña.
—Si. Sexi e idiota. Muy idiota. El muy hijo de puta me volvió a-..
Paro de hablar cuando, al abrir el casillero, un papel cae el suelo. Verónica también lo nota, pues me da una mirada antes de que me agache a recogerlo.
Para la rubia Cooper:
Mi corazón se acelera al ver las palabras impresas en la hoja, que resulta ser un sobre.
—Arch, nos vemos al rato, Betty y yo tenemos algo que hacer. —alzo la mirada del sobre cuando la oigo hablar. Archie frunce el ceño cuando Vero lo aparta.
—Pero-..
—Y te doy permiso de ir a mi casa al rato.
Puedo jurar que los ojos de Archie brillan.
Joder, par de hormonales.
—Nos vemos al rato. —da un beso en los labios a su novio y agarra mi mano, arrastrandome hasta el baño de chicas, al otro extremo del pasillo.
Riverdale high school se caracteriza por las apariencias. Por eso, parte de ello es que incluso hasta el baño esté limpio siempre.
Verónica cierra la puerta detrás de ella al entrar. Voy directo al lavabo y dejo el sobre encima de ese.
Vale, el corazón me late rápido y no sé porqué.
—Ábrelo.
—¿Y si no es para mí?
—Por dios, dice «para la rubia Cooper» ¡Claro que es para ti!
—Puede ser otra rubia, ¡U otra Cooper!
Vero me mira, seria.
—Ábrelo.
—Eres una chismosa.
—Cariño, soy tu mejor amiga, necesito estar informada de todo lo que pasa en tu vida para poder asesorarte. —sus manos van a mis hombros, mientras me mira directo al alma y desvío la mirada, al sobre que descansa sobre el lavabo.
La curiosidad me mata.
—Joder, está bien.
Entonces, agarro el sobre y lo miro un par de segundos, que V aprovecha para ponerse a mi lado. El sobre es sencillo, una hoja blanca con mi nombre impreso en la parte de atrás y no marca remitente.
Sin poder aguantar más, abro el sobre.
Para la rubia Cooper.
Ramé.
Significado: algo hermoso y caótico al mismo tiempo.
Creo que es la palabra adecuada la describir la manera en la que últimamente me siento cada que te veo.
Es irónico, ¿No? No recuerdo haberte mirado antes, y ¡Por dios, eres elizabeth Cooper! ¿Cómo no mirarte?
Creo que resplandeces con la simple esencia de ti, ¿Me explico?
A veces me encuentro mirándote y solo puedo pensar, «joder, que bella es» pero creo que eres bella no solo por ser rubia y guapa, porque realmente tienes otro tipo de belleza (además de ese, ¿Me explico?), eres talentosa y tienes una sonrisa envidiable, sueles caminar con esa seguridad en ti misma, como si supieras el efecto que causas, pero a la vez sigues siendo dulce y de carácter fuerte a la vez, ni siquiera sabía que eso podría ser.
Bueno, de todas maneras yo solo quería decir que me ví una escena de a todos los chicos de los que me enamoré y pensé en ti.
Con algo de ganas de morir, JJ.
—Joder.
Joder. Creo que ambas terminamos de leer al mismo tiempo, porque V no dice nada cuando bajo el papel.
—Esto es...
—¡Increíble! Joder, B, tienes un admirador secreto.
Mi vista vuelve al papel, blanco, con letras impresas.
—¿JJ? —murmuro, aún en shock.
Joder.
—¿Jughead Jones? —volteo a ver a V, con una ceja alzada.
Está loca.
—Es no pinta nada aquí.
—JJ, jughead Jones, son sus iniciales, yo digo que sí pinta aquí.
Mi cara ha de ser un cuadro digno de ser enmarcado, porque deja salir una carcajada. Definitivamente, con amistades así, ¿Para qué quiero enemigos?
—¿Me estás jodiendo?
—Sí. —me da un golpecito en el hombro, divertida. —Obviamente era broma. Jughead podrá ser guapo, pero dudo mucho que en su vida escriba una carta. Probablemente sea cualquier otra persona que te vió y quedó encantada. Puede ser una chica.
—¿Soy atractiva para las chicas?
Me mira, su mirada viaja desde mi cabeza hasta mis pies y luego me da la vuelta.
—Definitivamente lo eres.
Cuando entro a la casa, ese mismo día pero por la tarde, luego de ir a Pops con Verónica, Brend y Arch, me encuentro con un silencio casi sepulcral.
Papá y mamá han estado casados por casi veinte años y trabajan juntos hace unos diez años, desde que yo aún era una niña, mamá es reportera y papá editor, en el mismo periódico. Ambos se aman mucho, y me aman, lo sé, no tengo duda de ellos y son la única y verídica razón por la que creo en el amor.
¿El problema?
Se la pasan trabajando todo el tiempo.
Cuando era pequeña, lo que más me molestaba es que no fueran a algún evento por estar trabajando. A veces es mamá, y sus viajes a nueva York por convenciones de periodistas, otras, mi padre, que suele quedarse hasta tarde editando, corrigiendo o lo que sea que haga, otras tantas son los dos.
La casa siempre está sola. Si no soy yo, la única persona que casi todo el tiempo está aquí es Mary, la encargada de la limpieza que mamá contrató hace varios años ya y que es buenísima cocinando.
Subo las escaleras, sabiendo que, a esta hora, Mary ya se ha ido.
La casa donde vivo es grande, grande y muy espaciosa. No es como una mansión o algo así, más bien, es una casa grande, como cualquier casa de una clase media-alta en estados unidos, solo que mantiene un estilo minimalista que mamá puso hace años, cuando compraron la casa.
Mi cuarto es casi igual al resto de la casa. Acepción, claro, de que las paredes son rosas pálido y están llenas de pósters.
Cuando me dejo caer de espaldas en la cama, con la vista al techo, no puedo evitar pensar en la extraña carta en mi casillero y la mención que hizo Verónica a jughead Jones.
El odioso jughead Jones.
Luego, me paro de golpe, y me agacho por la mochila que descansa en el suelo. Veo la carta apenas abro la mochila. El sobre blanco y sencillo me tienta a agarrarle y termino cediendo.
Jamás se me hubiera pasado por la cabeza el nombre de jughead aliado a un sobre que expresa la admiración de una persona hacia mí.
Pero, por culpa de Verónica, ahora no puedo dejar de pensar en ello.
Brend me ha gustado toda la vida, pero cuando conocí a jughead, por medio de Alana, no pude evitar pensar que es atractivo. Idiota y atractivo. El muy imbécil. Pero es que, con su pelo negro ondulado y su aura de chico malo y misterioso, ¿Quién no puede sentir atracción? Incluso teniendo de crush a un papacito como el propio Brend Davis.
Jughead y Brend no tienen nada que ver. Jughead tiene el pelo oscuro y ondulado, y Brend castaño, casi rubio, y lacio, suave. Jughead tiene los ojos azules y Brend los ojos cafés claros, brillantes, llamativos, vivos.
Jughead tiene una vida llena de mierda a la que nadie debería entrar y Brend solo se ha visto salpicada de esa vida de mierda.
Agarro el celular. No suelo usar demasiado las redes sociales, lo hago solo a veces, en momentos que me gusta compartir, y tengo casi tres mil seguidores solo en Instagram.
Pero también tengo una cuenta que yo llamo la cuenta stalker. Y si, como su nombre dice, sirve para stalkear.
Mi dedo pica en el buscador, y luego las teclas y pronto he buscado un usuario.
Jughead Jones.
Holaaa
Lamento la demora, pero es un poquito más largo.
Sinceramente, he tenido bloqueo tanto para escribir como para leer, así que por eso tardo tanto, pero espero estar más activa con la historia.
Nos leemos luego, comenten, chau.
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