16.
< chapter 16: verdadero y eterno >
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Scorpius Black estaba apoyado contra un árbol en el borde del Bosque Prohibido, su mirada fija en el castillo de Hogwarts mientras la brisa nocturna jugaba con sus cabellos rubios. Había planeado esta noche con tanto cuidado que ni siquiera el más mínimo detalle se le había escapado. Ginny Weasley significaba todo para él, y quería que esta noche fuera perfecta, algo que recordarían para siempre.
Trago en seco, cuando sintió la botella de pastillas, su contenido prometiendo el alivio que su mente torturada ansiaba. Pero esta vez, el alivio no era suficiente, porque había algo, o mejor dicho, alguien, que le impedía rendirse por completo.
Ginny.
Ginny.
Ginny.
Su nombre resonaba en su mente como un faro de esperanza, pero también como un recordatorio de su miseria. La imagen de sus ojos brillantes y su sonrisa cálida estaba grabada en cada rincón de su mente, y el simple pensamiento de ella lo llenaba de un sentimiento contradictorio de felicidad y agonía. Ginny era lo mejor que le había pasado, y precisamente por eso, era su mayor temor.
Desde que ella había entrado en su vida, Scorpius había sentido un rayo de luz en medio de la oscuridad en la que siempre había vivido. Pero ese rayo también había iluminado las partes más oscuras de su ser, esas que él se esforzaba por ocultar. Era consciente de que no merecía a alguien como Ginny. Ella era fuerte, decidida, y llena de una vida que él sentía que le faltaba a él. Cada vez que estaba cerca de ella, se sentía como un impostor, un mentiroso que fingía ser mejor de lo que realmente era. ¿Cómo podía permitir que Ginny, viera en qué se había convertido?
Su adicción había sido un secreto bien guardado durante mucho tiempo. Un secreto que él mismo se negaba a aceptar por completo. Había comenzado con una píldora aquí y allá, un intento desesperado de escapar de la presión, del dolor, de las palabras hirientes. Pero con el tiempo, la necesidad de escapar se había convertido en una parte inevitable de su vida, hasta que las píldoras eran lo único que le ayudaba a mantener la cordura. Sin embargo, cada vez que veía a Ginny, esa sensación de paz que las drogas le proporcionaban se convertía en una daga que se clavaba más profundo en su conciencia. Porque él sabía que, si alguna vez ella descubría la verdad, lo perdería todo.
Aunque parecía ya no funcionar.
Su mente era un torbellino de pensamientos contradictorios. Por un lado, quería dejar las drogas, quería ser alguien digno del amor de Ginny. Pero, por otro lado, el miedo a fallar, el miedo a no ser suficiente, lo mantenía atado a esa adicción autodestructiva. No sabía cómo podría enfrentar la vida sin esa anestesia emocional que le proporcionaban las pastillas. Y aún más aterrador, no sabía si podría soportar la idea de que Ginny descubriera lo débil que era realmente.
El sonido de la risa de Ginny resonaba en su mente, tan vívida y real que por un momento pensó que estaba allí con él. Pero no lo estaba. No podía estarlo. No si quería protegerla de la ruina que era su vida. Las ojeras oscuras bajo sus ojos, la palidez de su piel, todo era un recordatorio de lo lejos que había caído. Se sentía sucio, indigno, como si la adicción estuviera grabada en su piel, visible para cualquiera que se molestara en mirar de cerca.
“¿Qué pensarías de mí si supieras lo que hago, Ginny?” se preguntó en silencio, sintiendo el peso de esa pregunta en su pecho. Ginny siempre lo veía como alguien fuerte, alguien que podía superar cualquier obstáculo. Pero él sabía la verdad. Sabía que era un cobarde, demasiado asustado para enfrentar la vida sin la ayuda química de esas malditas pastillas.
Pensar en ella lo destrozaba por dentro. Cada vez que Ginny lo miraba, sus ojos brillando con cariño y admiración, Scorpius sentía que se estaba ahogando en su propia culpa. Ella confiaba en él, lo apoyaba, creía en él más de lo que él mismo creía. Y eso solo hacía que todo fuera peor. Porque Ginny no se merecía estar con alguien que estaba roto, con alguien que dependía de una sustancia para sentirse medio funcional. Cada vez que estaba con ella, la sensación de vergüenza lo consumía, como un veneno que se extendía lentamente por su cuerpo, infectando cada rincón de su ser.
A veces, deseaba poder decírselo. Contarle la verdad y ver si ella se quedaría, si sería capaz de ayudarlo a salir de ese pozo en el que se había hundido. Pero el miedo lo detenía siempre. Miedo a que Ginny lo mirara de forma diferente, miedo a que se apartara, asqueada por lo que había hecho. Scorpius no podía soportar la idea de perderla. Ella era lo único bueno en su vida, el único rayo de esperanza en medio de la tormenta. ¿Pero cómo podía seguir adelante, sabiendo que cada día que pasaba estaba construyendo su relación sobre una mentira?
El dilema lo torturaba constantemente. Sabía que no podía seguir así, que eventualmente tendría que enfrentarse a sus demonios, pero no estaba seguro de si tenía la fuerza para hacerlo. Por un lado, quería ser mejor por ella, quería dejar atrás las drogas y demostrar que era digno de su amor. Pero, por otro lado, la necesidad de las pastillas, esa necesidad desesperada de adormecer el dolor, era tan fuerte que a veces parecía imposible resistirse.
Scorpius dejó escapar un suspiro tembloroso. Sentía que estaba perdiendo la batalla, que la oscuridad estaba ganando, arrastrándolo hacia un abismo del que temía no poder salir. Y en medio de todo eso, estaba Ginny, brillando con una luz tan fuerte que dolía. Cada vez que pensaba en ella, en su risa, en la forma en que lo miraba con esos ojos llenos de confianza, sentía que se estaba partiendo por dentro.
“Si supieras la verdad, Ginny, si supieras en qué me he convertido…” No podía ni siquiera terminar ese pensamiento sin sentir un nudo en la garganta. ¿Qué haría ella si supiera? ¿Lo dejaría, decepcionada y dolida? ¿O trataría de ayudarlo, a pesar de que él mismo no estaba seguro de poder ser salvado?
La idea de perderla era insoportable, pero seguir ocultando la verdad también lo era. Scorpius sabía que estaba atrapado en un círculo vicioso, uno que eventualmente lo destruiría si no hacía algo al respecto. Pero cada vez que intentaba dar un paso hacia la recuperación, algo dentro de él lo detenía. El miedo, la culpa, la vergüenza, todo se combinaba en una espiral de autodestrucción que lo mantenía prisionero.
No sabía cuánto más podría soportar esta dualidad, esta vida doble en la que se debatía entre el deseo de ser alguien mejor para Ginny y la realidad de ser un adicto que no podía controlar sus propios demonios.
Ginny era su esperanza, pero también su temor. Ella merecía a alguien que la hiciera feliz, alguien que pudiera estar a su lado sin una sombra oscura siguiendo cada paso. Scorpius deseaba ser ese alguien, pero cada vez que lo intentaba, sentía que la sombra se hacía más grande, más poderosa, amenazando con consumirlo por completo.
Y la figura a su lado, parecía recobrar mas sentido, mientras más se acercaba a las pastillas, sentía que más rápido llegaba al final.
“¿Qué voy a hacer?” se preguntó en voz baja, sabiendo que no tenía una respuesta. Solo sabía una cosa con certeza: no podía seguir así mucho más tiempo. Algo tenía que cambiar, porque si no, lo perdería todo. Y perder a Ginny sería el golpe final, el que lo rompería definitivamente.
Las pastillas seguían ahí, tentadoras en su cercanía. Scorpius cerró los ojos, luchando contra el deseo, sintiendo cómo su cuerpo y su mente se debatían entre el alivio temporal y el abismo de la desesperación. Pero más que nada, luchaba contra la idea de que, si seguía por este camino, algún día Ginny vería la verdad. Y ese pensamiento, más que cualquier otra cosa, era lo que lo aterrorizaba.
Ella era su salvación, pero también el recordatorio constante de lo que estaba en juego.
El sonido de ramas y hojas rompiéndose lo hicieron salir de sus pensamientos, levantando la mirada.
Vio la figura esbelta de Ginny caminando hacia él, sintió cómo su corazón se aceleraba. Llevaba un vestido de color borgoña que hacía resaltar la calidez de su piel y el brillo de sus ojos. El simple hecho de verla le quitaba el aliento.
—¿Estás listo para esta aventura, Weasley? —le preguntó con una sonrisa juguetona mientras extendía su mano.
Ginny entrelazó sus dedos con los de Scorpius, sintiendo la familiaridad y la seguridad que siempre le ofrecía. Sus ojos lo miraron con una mezcla de curiosidad y emoción.
—Siempre estoy lista para una aventura contigo, Black —respondió con una sonrisa.
Scorpius la llevó hacia el borde del bosque, para dirigirse hacia un claro oculto en casi las afueras de Hogwarts. Allí, en medio de la naturaleza, Scorpius había preparado un pequeño picnic. Las luces flotantes de las luciérnagas iluminaban suavemente el lugar, y una manta estaba extendida sobre la hierba, rodeada de almohadones que invitaban al descanso. Tal y como cuando le habia pedido ser su novia.
Perfecto.
—¿Scorpius, tú preparaste todo esto? —preguntó Ginny, sorprendida, al ver el esfuerzo que había puesto.
—Por supuesto. Solo lo mejor para ti —le respondió, besando su mejilla con ternura—. Quería que esta noche fuera especial, solo tú y yo, sin el ruido y las distracciones del castillo.
Se sentaron en la manta, con el cielo estrellado como único testigo de su intimidad. Scorpius sacó de una cesta mágica algunos de los platos favoritos de Ginny: fresas cubiertas de chocolate, una tarta de calabaza y vino espumante de frambuesa, el tipo de detalles que mostraban lo mucho que él la conocía y se preocupaba por ella.
—No puedo creer lo afortunada que soy de tenerte —dijo Ginny en voz baja mientras se recostaba sobre el pecho de Scorpius, sintiendo el ritmo constante de su corazón.
—El afortunado soy yo, Ginny —respondió él, acariciando su cabello—. Nunca pensé que encontraría a alguien que me entendiera tan bien, que pudiera ver más allá de todo lo que soy y aun así quererme. Eres todo para mí.
Se miraron a los ojos, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. En ese instante, bajo la luz de las estrellas, compartieron un beso que fue suave y profundo, lleno de promesas no dichas y de un amor que no necesitaba palabras.
Después de un rato, cuando la luna ya había alcanzado su punto más alto en el cielo, Scorpius la ayudó a ponerse de pie.
—Aún no ha terminado la noche, Weasley. Hay algo más que quiero darte.
Ginny lo miró intrigada mientras se levantaban y se dirigian fuera de ahi. Scorpius debia recordarse darle las gracias a Kreacher por traer y llevar todo de nuevo. Esta vez, Scorpius no la llevó directamente a Hogwarts, sino a una pequeña cabaña oculta en los límites del bosque un poco más lejos de donde se encontraban, un lugar que él mismo había encontrado y acondicionado durante semanas.
—Este es mi pequeño refugio —explicó mientras entraban en la cabaña, donde una suave luz de velas iluminaba el interior—. Quería un lugar donde pudiéramos estar juntos, alejados de todo y de todos.
Ginny se sintió abrumada por la atención y el cariño que Scorpius había puesto en cada detalle. La cabaña era pequeña, pero acogedora, con una chimenea en una esquina, una cama cubierta con una manta suave y mullida, y una ventana que ofrecía una vista impresionante de los árboles iluminados por la luna.
—Es hermoso, Scorpius —murmuró Ginny mientras se giraba hacia él, con lágrimas de emoción en los ojos.
Scorpius se acercó a una pequeña mesa al lado de la cama y tomó una pequeña caja de terciopelo negro. Se volvió hacia Ginny y se la entregó, sus manos temblando ligeramente por los nervios.
—Quiero que tengas esto. Es algo que nos representa, algo que siempre te recordará que estaré contigo, sin importar lo que pase.
Ginny abrió la caja con cuidado, y dentro encontró un collar con un colgante en forma de estrella. La estrella estaba hecha de ónix negro, rodeada de pequeños diamantes que brillaban con la luz de las velas.
—Es hermoso —susurró Ginny, sintiendo cómo se le aceleraba el corazón—. ¿Qué significa?
Scorpius tomó el collar y lo colocó alrededor del cuello de Ginny, sus dedos rozando su piel suavemente.
—La estrella representa el camino que siempre seguiré para encontrarte, no importa lo oscuro que sea el cielo. El ónix representa la fortaleza que siempre tendrás, incluso en los momentos más difíciles, y los diamantes son los destellos de luz que siempre verás cuando estemos juntos.
Ginny sintió que una ola de emociones la abrumaba. Nunca había recibido un regalo tan significativo, tan cargado de amor y devoción. Se giró hacia Scorpius y, sin dudarlo, lo besó profundamente, dejando que todas sus emociones fluyeran a través de ese beso.
Scorpius respondió con la misma pasión, sus manos deslizando suavemente por la espalda de Ginny mientras la acercaba más a él. El beso se volvió más intenso, más urgente, hasta que ambos supieron lo que seguiría.
—Ginny… —susurró Scorpius, separándose apenas unos milímetros de sus labios—. ¿Estás segura de que esto es lo que quieres?
Ginny lo miró a los ojos, sus manos acariciando suavemente su rostro. No había dudas en su corazón.
—Nunca he estado más segura de algo en mi vida, Scorpius. Te amo, y quiero que esta noche sea nuestra.
Scorpius la besó de nuevo, con una ternura que hacía que todo lo demás desapareciera. El beso se profundizó, sus cuerpos respondiendo al llamado de sus corazones. La llevó suavemente hacia la cama, donde ambos se recostaron, sin apartar sus ojos el uno del otro. Cada toque, cada caricia, era un recordatorio de lo mucho que significaban el uno para el otro.
Lo que siguió fue un encuentro lleno de ternura y pasión, donde ambos se entregaron completamente el uno al otro. La conexión entre ellos era palpable, cada caricia y cada beso reforzaba el amor que compartían.
La habitación se llenó de susurros suaves y risas, de palabras de amor que solo ellos dos entendían. La intimidad que compartieron fue más que física; fue una conexión profunda, un vínculo que los unió aún más.
Cuando todo terminó, Ginny se acurrucó contra el pecho de Scorpius, escuchando los latidos de su corazón mientras él acariciaba su cabello. Sabía que esta noche sería un recuerdo que llevaría consigo para siempre, algo que los definiría como pareja, algo que los haría más fuertes.
—Gracias, Scorpius —susurró Ginny, sus ojos cerrándose lentamente mientras el cansancio la vencía—. Gracias por hacerme sentir tan amada, tan especial.
—Siempre, Ginny. Siempre te haré sentir así, porque eso es lo que eres para mí —respondió Scorpius antes de besar suavemente su frente.
Y así, con la luz de las velas extinguiéndose lentamente y el sonido de la brisa nocturna susurrando a través de los árboles, Scorpius y Ginny se quedaron dormidos, enredados el uno en el otro, con la certeza de que su amor era verdadero y eterno.
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