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Extra: 034

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034. Invisible String

Las risas se escuchaban en toda la casa, ese era el sonido favorito de Lewis, las risas de sus tres chicas favoritas.

Chiara tenía tres años ya, Camille seis y Silver estaba embarazada una vez más, habían jurado que era el último.

Estaban las tres en la cocina, sucias de harina ya que habían tratado de hacerle galletas a Lewis de cumpleaños.

—¿A papá le gustarán?— preguntó la mayor a su madre, quien ya sabía que su esposo estaba ahí.

—Vosotras pondríais hacer un desastre y vuestro padre lo amaría igual—besó su mejilla.

—Papá nos ama—sonrió la menor.

—Papá os adora—les recordó Silver.

Le había tomado tiempo saber que se merecía esto, una felicidad tan grande que hacía que su corazón se apretara.

Saber que si bien venía de la familia más disfuncional de la historia, de ella había salido algo tan hermoso.

—Id a darle un beso a vuestro padre—señaló a donde estaba apoyado sonriendo el inglés—ensuciadlo un poco.

Ambas niñas se giraron chillando al ver al hombre, corriendo a él, quien sostuvo una en cada brazo, mientras se llenaba de harina— mis terremotos— rio besando una mejilla de cada una.

—Papá, te hemos hecho galletas—informó Camille.

—¿De chocolate?

—Si—se abrazó a su cuello Chiara.

—Puedo solo imaginarme lo ricas que estarán—se acercó a su mujer para besarla.

—Ew—chilló la mayor pidiendo que la bajaran, Chiara siguiéndole.

Ambos adultos rieron, Lewis colocó su mano en el estómago de Silver, para luego abrazarla por la espalda—Te amo—susurró en su oído.

—Te amo más— sonrió la mujer—tus hijas han hecho un desastre en la cocina.

—¿mis hijas?

—Son iguales a ti, solo me queda pedir que este pequeño sea igual a mi.

Lewis no podía dejar de mirarla, ¿era posible enamorarse más cada día? Porque esa era la historia de su vida.

Silver iba menos a las carreras y había dejado el modelaje casi de lado completamente, había abierto una galería con sus pinturas.

Galería que Lewis le había regalado en su cumpleaños pasado, donde le había dicho que su trabajo como esposo era cumplirle cada uno de sus sueños.

—¿Crees que nuestra historia estuvo siempre escrita? ¿Que siempre estuvimos destinados a terminar aquí?

—Creo que tú y yo siempre tuvimos un hilo invisible uniéndonos.

—Pienso igual—concordó Lewis—que siempre fui tuyo y tú siempre mía, solo teníamos que encajar las piezas.

—Y de qué manera—rio Silver.

(...)

Lewis tenía algo en su mente hace varios días, algo que no sabía cómo manejar.

Quería retirarse.

Había logrado su octavo campeonato, y ya no le veía sentido a seguir corriendo.

Su felicidad estaba en otro sitio, en casa, quería llevar a sus hijas al colegio diario, levantarse todos los días con Silver.

—Quiero retirarme— soltó de la nada, haciendo que Silver se sentara en la cama de inmediato.

—¿perdona?— dijo confundida—no vas a retirarte.

—No me queda récord que romper.

—No correr para romper récord Lewis Hamilton— lo regañó— corres porque es lo que amas.

—Te amo más a ti y a nuestros hijos—respondió de inmediato.

—Lewis—negó con la cabeza—no puedes dejar de hacer lo que amas, te quedan unos buenos años todavía.

—Quiero estar aquí, contigo, con ellos—toco su estómago— no es una decisión que tome de ayer a hoy, llevo meses pensándolo.

Silver lo miró con ojos llorosos, Lewis nunca la había hecho dudar que para él su familia iba primero que cualquier carrera.

Se había asegurado de ello, ya que conocía su inseguridad, por cómo creció, pero si esto no era el gesto de amor más grande.

—¿Estás llorando?— susurró el.

—Son las hormonas—chilló, nunca había sido ni sentimental ni muy romántica—¿estás seguro?

El se acercó a abrazarla—Muy—acarició su cabello—esto es lo que quiero hacer para toda la vida, no correr.

Silver continuó llorando—Te odio.

—Yo también te amo.

—Haces este tipo de cosas y me dejas descompuesta—hizo puchero—quiero que hagas esto porque quieres y que no te arrepientas.

—¿sabes cuál es el único arrepentimiento de mi vida?.

—¿cuál?

—No haberte embarazo antes.

Silver lo golpeo, causando que este riera—Vas a tenerme en casa todo el tiempo.

La chica abrió la boca—puede que esa sea la razón de nuestro divorcio.

—Ja ja—rio secamente de la broma de su mujer.

Silver se acercó a besarlo con una sonrisa—Quiero que sepas que no solo eres el mejor corredor de la historia, eres el mejor esposo y padre de la historia.

—Eso para mi vale más que cualquier trofeo, tirémoslos todos.

Lewis había cumplido con lo que le prometió, que no era su padre, le había enseñado a amar, lo que era la estabilidad.

Que se podía correr y ser buen padre, el tal vez nunca entendería todo lo que significaba aquello para ella, pero él nunca dejaría que aquel hielo invisible entre ellos dos se rompiera.

—Te amo, Lewis Hamilton.

—Yo te amo más, Silver Hamilton.

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