𝐕.
La brisa fresca del océano me envuelve mientras me siento en la arena, mi mirada fija en las olas.
Jake, con su piel azulada y sus ojos misteriosos, está a mi lado, observando el mar con la misma calma que parece definirlo. Ahora que sé que no es solo un ser de carne y hueso, sino una manifestación de mis deseos más profundos, no puedo evitar sentir curiosidad.
A pesar de todo, Jake es algo más que un reflejo de mis sueños. Hay algo real en él, algo que no he entendido del todo.
—Jake —Empiezo, mi voz baja pero clara—, cuéntame sobre tu vida aquí. ¿Cómo es ser... un tritón?
Jake me mira de reojo, una sonrisa suave en sus labios.
—¿Por qué quieres saber eso?
—Porque... —Hago una pausa, eligiendo cuidadosamente mis palabras—. No soporto la vida en la corte. Toda esa opulencia, las reglas absurdas, las expectativas. Quiero entender lo que significa vivir de otra manera, una vida más simple, más real. Sin las falsas sonrisas ni las pretensiones que me asfixian. Y siento que tú lo entiendes.
Jake asiente lentamente, su mirada volviendo al océano.
—Vivir en el mar es muy diferente. Aquí no hay jerarquías como en la corte. No hay castillos ni lujos innecesarios. Todo es sencillo, y cada cosa tiene su propósito. Nosotros, los tritones, respetamos lo que el océano nos da, y nunca tomamos más de lo que necesitamos. Nuestra vida es un equilibrio constante con la naturaleza. Nos alimentamos de lo que el mar nos ofrece, pero siempre devolvemos algo a cambio.
Me quedo en silencio, procesando sus palabras. La vida en la corte siempre me ha parecido una prisión dorada.
Todo se basa en mantener una imagen, en aparentar riqueza y poder, pero nada de eso es real. El equilibrio que Jake describe, la conexión con la naturaleza y la vida simple, es lo que siempre he anhelado. La vida en el océano parece ser todo lo que la corte no es: auténtica, sin pretensiones.
—Suena... perfecto —Murmuro, una leve sonrisa formándose en mis labios—. No como mi vida, rodeado de riquezas que no valen nada y personas que solo quieren algo de mí. Nunca he sentido que perteneciera allí.
—El mar no tiene príncipes ni reyes —Dice Jake, con una leve risa—. Aquí todos somos iguales. Lo que cuenta es cómo contribuyes a la vida a tu alrededor, cómo cuidas lo que te rodea. No hay espacio para el egoísmo o la codicia. Todo se trata de vivir en armonía.
Sus palabras me golpean con una verdad que siempre he sabido, pero que nunca he querido aceptar. La vida en la corte es una farsa, una ilusión construida sobre normas vacías y superficialidades. Aquí, en el océano, todo parece tener un propósito, una razón. Aquí, la vida se siente más real, más conectada.
—¿Y qué pasa cuando alguien no vive en armonía? —Pregunto, sintiendo que esta pregunta es más personal de lo que debería ser.
Jake me mira directamente, su expresión serena pero grave.
—El océano se cobra lo que se le debe. Si no respetas sus reglas, te lo quita todo.
La advertencia en sus palabras es clara. Me pregunto si eso también se aplica a mí. Mi deseo de escapar, de dejar todo atrás, de sumergirme en esta vida simple y equilibrada... ¿me estará pidiendo algo a cambio? ¿Estoy listo para enfrentar lo que el océano y la vida me exigen?
—¿Es por eso que el Guardián existe? —Pregunto finalmente, sintiendo que hemos llegado al tema que no puedo evitar.
Jake asiente, sus ojos volviendo a oscurecerse con esa sombra de conocimiento que no puede compartir del todo.
—El Guardián está ahí para proteger el equilibrio. No solo del océano, sino de ti mismo. Es una manifestación de todo lo que te detiene, de todo lo que te impide vivir en armonía con lo que realmente eres. —Me mira de nuevo, su voz baja pero firme—. Enfrentar al Guardián no es una lucha física. Es un enfrentamiento con tus propios miedos, tus inseguridades. Todo aquello que te ha mantenido atrapado en esa vida que tanto odias.
Mi corazón se acelera. Sé que Jake tiene razón. Lo he sentido desde el momento en que me lancé al agua. Este viaje no es solo sobre escapar de la corte. Es sobre enfrentar todo lo que me ha mantenido atado: las expectativas de los demás, el miedo a fracasar, la inseguridad de no ser suficiente sin el título de príncipe.
El océano, vasto y enigmático, siempre ha sido una metáfora de libertad para mí. Pero ahora entiendo que esa libertad no es algo que se encuentre simplemente sumergiéndose en sus aguas. Es algo que debo ganarme enfrentando lo que me ata.
—¿Y si no puedo hacerlo? —Pregunto, mi voz apenas un susurro.
Jake me observa en silencio por un momento, luego se acerca un poco más, sus ojos brillando con comprensión.
—No se trata de ganar o perder, Sunghoon. Se trata de aceptar. El Guardián no está ahí para destruirte. Está ahí para mostrarte lo que necesitas enfrentar. Una vez que lo hagas, serás libre, no porque hayas vencido a algo, sino porque habrás aceptado quién eres realmente.
Sus palabras me calan hondo. He pasado tanto tiempo huyendo de mí mismo, de mis miedos, de mis inseguridades. Tal vez sea hora de dejar de correr. Tal vez sea hora de enfrentar al Guardián, no como un enemigo, sino como una parte de mí que necesita ser aceptada.
—Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? —Pregunto, más decidido que antes.
Jake sonríe, un brillo cálido en sus ojos.
—El océano te lo mostrará cuando estés listo. Y yo estaré aquí, a tu lado, hasta que lo hagas.
Mis conversaciones favoritas, son las de Jake y Sunghoon de esta historia 😭
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