Héroe llorón
No es justo, de verdad que sabes cómo hacerme llorar cuando me miras con esos ojos como el océano.
Y ahí estaba, parado sin saber que hacer, el aire le faltaba, estaba ahí, frente a él, dándole la espalda, sin siquiera saber de su presencia.
—Dile al estúpido de Sanzu que quieres irte —decía un peliblanco de cabello largo, observando a Mikey con fastidio.
—¿Quiero irme? —le preguntó sin entender, mientras tanto repartía las bebidas que había traído a sus amigos.
—¿Ves? él no quiere irse, quedémonos aquí —aquel pelirrosa sonreía mientras inclinaba su cabeza hacia atrás y sacaba de sus bolsillos una cápsula blanca y roja, la cual tiró dentro de su boca con mucha agilidad.
—Ohhh, si quieres te puedes ir, Koko —respondió el de ojos negros al entender.
—¿En serio? Gracias, ya no soporto perder mi tiempo aquí —se dió media vuelta suspirando.
—¿Te vas a seguir metiendo esa mierda? —decía un chico con el cabello de dos colores, morado y negro, un tatuaje en el cuello que se le hizo muy familiar a Takemichi, sus ojos caídos le hacían ver más serio de lo que era.
—Shhh, ¿por qué no te vas a joder a tu novio y me dejas en paz? —contestó Sanzu tragando de golpe algunas pastillas coloridas.
—Oye, a Souya no lo metas.
—No vamos a cargar contigo después, que conste —esta vez habló un chico, que al igual que el anterior tenía un tatuaje en su cuello y el cabello morado, solo que más corto y sin mechas negras.
—¿Y tú? También vete con Smiley y no jodas —sus palabras comenzaban a oírse pesadas, ya ellos sabían que no debían de hacerle mucho caso cuando no estaba en todos sus sentidos.
Takemichi se les acercó con la mirada perdida, dudoso y con el paso irregular.
—M...¿M-mikey-kun?
Las pupilas de Mikey se achicaron, y aunque ni siquiera se había dado vuelta para verlo supo de quién se trataba, y su respiración aumentó el ritmo, comenzando a sentirse abrumado, en solo unos segundos, y no quería voltear, verdaderamente le aterraba la idea de hacerlo.
—¿Eh? —Sanzu se hizo notar, y se levantó de golpe— ¡¿Qué mierda haces tú aquí?! —Takemichi tembló ante su penetrante mirada, pero no le importaba ahora, tenía a Mikey delante, pero ¿por qué no se volteaba?
—Mikey-kun... —susurró.
—Sanzu, llévame de vuelta al edificio de Bonten —habló Mikey en voz baja, y Sanzu abandonó su rostro de furia para asentir, entonces el albino comenzó a caminar hacia una puerta trasera, sin dirigirle una sola mirada a Takemichi.
—¡E-espera! —el ojiazul sintió que lo detuvieron con una mano en su hombro y se volteó viendo a un chico que rápidamente reconoció, de unos ondulados y largos cabellos azules y ojos de igual color— ¿A-angry?
El peliazul vió hacia donde estaba yéndose Sanzu y este le hizo algunas señas a Ran, las cuales Takemichi no entendió, pero sí lo hizo Angry y también la persona que se le acercaba por detrás, un chico de ojos miel y cabellos naranja con una gran y reluciente sonrisa.
—Takemichi —se estremeció en el momento que el Haitani mayor pronunció su nombre, dando pasos tranquilos hacia él.
—¡Nosotros nos haremos cargo, Ran! —anunció Smiley con su típica voz rechinante al tratar de gritar por encima de la música.
—¿Ah? ¿Y eso por? —pasó su brazo por detrás del pelinaranja, con una sonrisa juguetona, esa que lo caracterizaba, en su mano una reluciente pistola negra, con la cual jugaba dándole vueltas alrededor de su dedo índice.
—No juegues con armas en un lugar público, estúpido —regañó Angry pasándole por al lado, quitándole el arma.
—Si van a hacerse cargo váyanse ya —apresuró Rin desde el sofá.
—¿No te dije que no tomaras demasiado? —se le acercó Angry con una mirada de molestia, a la cual Rin ya se había acostumbrado.
—No jodas —y nunca creyó ver a Rin a punto de hacer un puchero, por lo que lo supo de inmediato.
—Estás bien borracho, vamos a casa —lo jaló del brazo abligándolo a pararse, el chico que antes usaba lentes con una expresión somnolienta.
—¡Oye! ¿Me vas a dejar solo con estos dos? ¡Al menos llévate a Ran para poder hacerme cargo de Takemichi! —protestó y el Haitani le miró ofendido.
—¡Hey! ¿Por qué quieres que me vaya?
—Porque puede que si te dejo solo con Takemichi le atravieses una bala en el cráneo por andar jugando con la pistolita —acarició su mejilla, como siempre sonriéndole, y el más alto bufó con molestia.
—Ran que se vaya solito, ya está bastante grande ¿no? —decía Angry mientras se alejaba agarrado del brazo de Rin para que no se cayera.
—Bien bien, ya me voy —les siguió el de cabellos morados, suspirando, y en algunos segundos ya no estaban ahí, solo quedando Smiley y Takemichi.
Este último aún no respondía, su mirada estaba perdida en el suelo y sus cabellos tapaban la expresión de su rostro, entonces Smiley lo observó, extrañado de no escuchar alguna interrogante de su parte.
—Takemichi, vamos, te llevaré a casa, suerte que hoy estos Haitanis estaban relajados, normalmente no nos dejarían a cargo de nadie... —dijo para si mismo, pues no solían dejarles trabajo a ellos, porque además de no pertenecer a la pandilla, los Kawata no eran de dejarles a Bonten a las personas, porque ellos se divertían rompiendo huesos y Takemichi ya era lo bastante frágil. Que por cierto, al ver que este no hacía ni decía nada lo vió con curiosidad— ¿Takemichi?
El nombrado se volteó hacia él, levantando su mirada. Smiley deshizo un poco su sonrisa ante la sorpresa, eran lágrimas las que corrían por sus sonrojadas mejillas, le dolía, ¿cómo Mikey había llegado a tales extremos? con su cuerpo tan delgado y frágil, su voz tan ida, aquellas enormes y oscuras ojeras. ¿Dónde estaba el Mikey de hace años?
—¿Pasa algo? ¿por qué lloras?
—Y-yo solo... Mikey-kun...
—¡¡Hanagaki Takemichi!! —escuchó el grito de Kazutora estremecer sus oídos, volteó y venía corriendo, con su puño alzado— ¡¡Te aconsejo que corras o yo mismo te mandaré gratis al infierno!!
—¡E-espera! —se le acercaba cada vez más— ¡¿Kazutora-kun?!
Y sintió el fuerte impactó contra su mejilla derecha, dejándole en el suelo tendido, Kazutora encima de él, con uno de sus pies sobre su estómago.
—¡Eso te pasa por no obedecerme! ¡¿No te dije que no te alejases?!
—¿Kazutora? —el chico sonriente habló.
—¿Smiley? —sonrió al darse cuenta de su presencia.
Entonces comenzaron a conversar, claro, levantaron a Takemichi del suelo y este escuchaba su plática, pero concentrado en si mismo, sobando el rojo de su mejilla.
¿Lo había dejado ir así sin más? ¿Después de haberle encontrado? ¿Después de haberle visto en tan malas condiciones físicas? Apretó sus puños.
¿Qué demonios hago aquí?
Pensó.
¿Debería...?
Observó hacia la puerta por dónde se habían ido. Entonces se levantó, pero sintió la mano de Kazutora detenerlo.
—¿A dónde vas?
—Yo... —observó hacia sus ojos miel, temblando, no por su mirada, sino por la mezcla de emociones y pensamientos dentro de él—, Mikey-kun... él...
—Si piensas seguirlo a dónde fue, te aconsejo que no lo hagas —Smiley se hizo notar, Takemichi dirigiéndole su mirada confusa—. Aunque pareció estar tranquilo no parece haberle alegrado tu presencia, desde hace años siempre oculta sus expresiones tras una máscara fría, por lo que ya estamos acostumbrados, y si vas, dudo que Sanzu te deje acercarte a él solo unos metros, cuando se trata de Mikey no cree en nadie.
—No me importa, debo buscarlo, debo hablar con él.
—Vale —respondió parándose con tranquilidad.
—¿Eh? —pronunciaron el de mechas rubias y el pelinegro a la vez.
Smiley comenzó a caminar a la puerta haciéndole señas para que lo siguiesen, deteniéndose unos segundos para hablar.
—Tampoco es que no te necesite.
Despues de haber dicho eso lo dejó pensativo, entonces salieron en dirección al estacionamiento cerca de aquel basurero por dónde habían salido.
Allí Smiley se acercó a una moto que a simple vista parecía bastante cara, pero en realidad era más que eso, buen regalo el que Ran le había hecho por su cumpleaños.
—Iremos en el auto —anunció Kazutora recibiendo un asentimiento de cabeza por parte del pelinaranja.
Entonces fueron los tres hasta llegar a un gran edifio, allí se estacionaron y al salir del auto Kazutora observó hacia arriba.
—Es jodidamente grande —pronunció mientras sus cabellos eran elevados por una brisa fría.
—Bueno, apúrense —apresuró el chico sonriente caminando relajado hacia la entrada del lugar, más una voz lo detuvo.
—Ve tú Takemichi, hasta aquí llego.
—¿Eh? ¿No vendrás? —el de mechas negó con la cabeza y el pelinegro se le acercó sonriendo agradecido.
—Bueno, muchas gracias Kazutora-kun, dile a Chifuyu que estoy bien, que no se preocupe.
—¿Estás de broma? Yo no me voy de aquí hasta que termines —dijo, sorprendiendo al chico.
—No hace falta...
—No acepto peros, vamos, ya váyanse.
Y así fue como dejaron al de ojos miel afuera y ellos se adentraron en aquella enorme estructura, y solo lo dejaron pasar porque Smiley estaba a su lado, si no estaba seguro que lo mandarían volando de una patada a la calle.
Llegaron al ascensor y subieron hasta la planta número 7, allí Smiley lo guió hasta donde estaban los chicos normalmente, encontrándose a Ran sentado en un sillón con los ojos en blanco, fastidiado, pues delante de él en el sofá se encontraban Angry sentado sobre las piernas de Rindou, este balbuceando tonterías inentendibles con el rostro recostado en el pecho del peliazul.
—¡Llegamos! —anunció el Kawata mayor con su usual sonrisa, esto iluminó el rostro del Haitani igualmente mayor, quien se levantó en un segundo, reodeándole con los brazos.
—¡Amor! ¡diles que paren! —se quejó con su voz en tono infantil, pero vió a Takemichi y su carácter cambió bruscamente— ¿Él qué hace aquí?
—Quiere hablar con Mikey —contestó a quien abrazaba.
—Debían desaparecerlo de aquí —frunció el seño y una vena se marcó en la frente de Smiley.
—Lo sé, no soy estúpido, imbécil —jaló su oreja con poca fuerza.
—¿Entonces? —dijo después de quejarse por el dolor en aquella zona.
—Creo que será mejor que solo hablen, no pasará nada, tampoco es que Takemichi vaya a matarlo si se ven —dice sacándose de su agarre y sentándose en el sofá.
—Pero Mikey no parecía feliz de verlo.
—En ningún momento dijo que no quería hablar con él.
—Pues eso dió a entender al marcharse de inmediato.
—Pero no lo dijo.
—No tenía que decirlo.
—Cállate ya imbécil o te romperé la boca —dijo ya con fastidio, pero aún sonriendo, entonces el Haitani bufó—. Solo ve —el pelinaranja le indicó con su dedo a Takemichi el pasillo por dónde debía ir.
—¿Es por allí?
—Así es, Mikey debe estar como de costumbre en la azotea, te encontrarás a Sanzu, él siempre lo espera en las escaleras, habla con él y dile que te deje pasar.
El pelinegro asintió y fue por dónde le fue dicho, caminando por un pasillo adornado por algunos cuadros antiguos y una alfombra roja que cubría todo el suelo a lo largo, pronto se encontró con algunos cabellos rosados, era Sanzu sentado en uno de los escalones de una escalera. Le dirigió su mirada aburrida y Takemichi comenzó a sudar, recordando las palabras de Smiley:
"...y si vas, dudo que Sanzu te deje acercarte a él solo unos metros, cuando se trata de Mikey no cree en nadie."
—Los Haitani son tan estúpidos... —dijo el que vestía un elegante traje a rayas, dejando salir de ente sus labios el humo del cigarrillo que fumaba— a veces pienso que debería ejecutarlos, su estupidez no tiene límites —decía con aparente aburrimiento.
—¿De qué hablas? —se atrevió a preguntar una vez se detuvo frente a él, guardando una distancia de dos metros aproximadamente, sabía que ese chico era peligroso, además, ya se había fijado que había un arma a su lado, descansando en el escalón.
Dicha arma fue levantada y apuntada a su cabeza, sintió sus piernas temblar, la mirada del pelirosa no ayudaba mucho.
—¿Por qué estás aquí? Se supone que debían desaparecerte, mejor, matarte —dijo sin dejar de apuntarle, entonces levantándose y comenzando a acercarse a paso lento—. Debería matarte ahora mismo ¿qué dices? —propuso, y Takemichi negó con la cabeza repetidas veces, con los nervios a flor de piel, temía por su vida, y debía llegar a dónde Mikey.
—¿P-por qué? No he hecho nada, ¿puedo pasar? —susurró, y todo quedó en silencio, de un momento a otro Sanzu presionando la pistola a su frente con fuerza.
—¡¿Estás de broma?! —exclamó, alterado ante aquellas palabras, estaba drogado sí, pero aún tenía algo de coherencia por dentro, más aún si estaban hablando de su tan preciado Mikey— ¡¡Has hecho sufrir a Mikey como no te imaginas!! ¡¿Sabes cuántas jodidas veces me pidió y tuve que drogarlo para que no te recordara más?! ¡¿Sabes cuántas?! ¡¡Incontables veces!! ¡¡Tiene ya los brazos llenos de moretones por las malditas agujas!! —gritó, sintiendo su garganta apretarse y su corazón latir rápido— Por tu culpa ví a Mikey dejar de comer, dejar de dormir.... perderse en la oscuridad... querer morirse... —cada vez bajaba más el tono en sus palabras, sus ojos comenzaron a cristalizarse y Takemichi se sintió la peor persona en todo el mundo al saber aquello y ver a alguien como Sanzu dejar escapar pequeñas lágrimas con solo algunas palabras—. Dolió verle así... ¡Todo por tu culpa! —soltó con rabia.
—S-sanzu, yo no quería que...
—¡¡Cállate!! —lo hizo retroceder al quitar el seguro del arma contra su cabeza— ¡Es tu culpa! ¡La tuya y la de tus amigos! ¡Todos esos estúpidos que lo abandonaron! ¡Todos esos que él llamaba "familia"! ¡¿Por qué no se quedaron como yo?! ¡Ni siquiera era tan cercano a él como ustedes! ¡Sin embargo fui el único que le dió apoyo en sus días difíciles! ¡¿A qué has venido?! ¡¿A recordarle su miseria?! ¡Porque de ser así atravesaré tu cráneo con una bala en este mismo instante! —abrió sus ojos más de lo normal al ver las lágrimas en los ojos de Takemichi, su pecho subiendo y bajando con rapidez, en un llanto desconsolado, ¿todo era su culpa? ¿por qué su yo del pasado se había alejado así nada más de Mikey?— ¡¿Por qué lloras imbécil?!
—¡¡Porque todo es mi culpa!! ¡¿No?! —se atrevió a alzarle la voz y Sanzu retrocedió unos pasos al cruzar miradas con él, sin darse cuenta, bajando su arma un poco— ¿Lo hice sufrir tanto? —esta vez habló en susurro, mientras que con sus dos manos luchaba por frenar las lágrimas que sus dos ojos azules dejaban escapar— De ser así... —dudó de sus palabras— ...déjame verlo.
—¡¿Ah?!
—Tengo que disculparme, déjame arreglar mi error, puedo ayudarlo, haré todo lo que esté en mis manos, quiero mucho a Mikey... tanto como tú —dijo, y Sanzu bajó otro poco el arma, escuchando con atención sus palabras mientras ya las lágrimas en sus ojos no podían contenerse y salían recorriendo sus mejillas, porque además de el dolor en su pecho las drogas hacían aumentar sus emociones a tope, sintiéndose ahogado en un vaso de agua—. Cuando nos vimos en aquel lugar... no sé cómo evité caerme al ver a Mikey en ese estado... tan delgado, su voz tan ida... —miraba al suelo con el seño fruncido al igual que sus labios, sintiendo una rabia incontrolable, que de no ser porque era a si mismo ya se hubiera partido la cara en una autogolpiza—. Dame una oportunidad, Sanzu, yo lo voy a ayudar, porque sé que tú no puedes hacerlo, tampoco ninguno de ustedes, porque están todos rotos por dentro, en un mundo oscuro del cual quizás ya no pueden salir, pero Mikey sí, mientras yo esté aquí Mikey saldrá de esta oscuridad y lo guiaré por el buen camino, porque sé que aunque haya hecho cosas malas merece salvación y perdón, y si no quiere ser salvado no me importa, lo haré aunque tenga que amarrarlo, aunque tenga que odiarme, pero lo salvaré, de eso no tengas dudas.
Se formó un pequeño silencio, uno en el que vió ya los ojos de Sanzu sin rastros de lágrimas, principalmente porque no podía verlos bien gracias a sus propios ojos nublados por las lágrimas. Solo vió cuando el pelirosa se hizo a un lado, dejándole confundido unos instantes, hasta que entendió y comenzó a caminar hacia las escaleras, cuando tocó el primer escalón, volteándose para agradecerle.
—Gracias, Sanzu —dijo con una linda sonrisa y siguió su camino, y tal vez fue su imaginación, pero pareció escuchar en susurro un "No me decepciones, héroe llorón".
Sanzu quedó en absoluto silencio cuando Kokonoi se apareció en aquel pasillo.
—¿Sanzu? ¿Pasa algo?
El mencionado se recostó en la pared y colocó una de sus manos en su boca, dejando escapar todo, rompiendo en llanto, uno intenso, sentía ahogarse, no poder pensar o siquiera respirar. Rápidamente el peliblanco se le acercó y quedó totalmente sorprendido y sin saber cómo reaccionar cuando el pelirosa lo abrazó sin importarle nada, solo buscando un apoyo, y entonces lo abrazó también, porque aunque no sabía lo que pasaba era su amigo, y a pesar de que siempre se peleaban por las idioteces de Sanzu lo apoyaría, ya le explicaría todo después.
A Sanzu le dolía en lo más profundo de su ser, dejó que Takemichi fuera por Mikey porque él lo quería más que a nada y necesitaba verlo bien otra vez, volver a verlo haciendo bromas con su reluciente sonrisa, y había intentado por todos los medios ayudarlo, pero como dijo Takemichi, no se puede arreglar nada cuando ya estás roto por dentro.
Mientras Takemichi subía las escaleras sus pasos se escuchaban con eco, haciendo aumentar su ansiedad de lo que se encontraría cuando llegara al final, ¿qué le diría? Después de saber todo lo que Sanzu le dijo, era difícil no rajarse a llorar ahí mismo, porque ganas no le faltaban, pero tampoco quería dejar para otro momento ver a Mikey, lo necesitaba más que nada.
Entonces de la nada recordó a Hina, su casamiento era en siete días, no podía meterse en problemas si se iba a casar tan pronto, lo arruinaría todo.
Fue en un instante cuando toda su mente quedó en blanco, olvidando aquellos pensamientos, y quedando solo aquella persona la cual había divisado con la mirada. Sintió pánico, terror al verlo sentado en el borde del edificio, entonces corrió hacia él con rapidez, y el chico estaba tan perdido en las drogas que ni siquiera lo escuchó acercarse, o se movió, no tenía fuerzas para hacerlo, aturdido por completo.
— Mikey, baja de ahí —soltó aceleradamente, con preocupación, porque podía recordar a Akkun en la misma posición antes de caer, y no quería volver a ver aquello, mucho menos si era él.
Mikey frunció el seño en confusión al escuchar la voz que ya casi no podía recordar, y de repente estando ahí, tan clara, tanta que no creyó que estaba ahí, seguro estaba imaginándolo otra vez. Volteó a verle y sintió más que abrumación, luego un profundo dolor, y lágrimas cayeron de su rostro sin control.
Y Takemichi no podía saber que era por él que estaba ahí, porque apenas llegaron al edificio de Bonten el albino escuchó que Takemichi se casaría, y solo lo rompió más por dentro, porque había aguantado suficiente los últimos años sin saber por qué, respirando por costumbre, y ahora ya no tenía fuerzas para seguir luchando contra la muerte que parecía ser tan cálida en comparación al frío que guardaba su interior.
—No eres real... —murmuró apenas audible, porque no era la primera vez que soñaba despierto y lo veía, lo detestaba, porque se supone que las pastillas lo tenían que hacer olvidar, no recordarle lo que no tenía y lo vacío que estaba por dentro, se puso de pie, tambaleante, sin importarle el viento que soplaba contra su delgado cuerpo y casi lo hacía caer, Takemichi se acercó en silencio, tenso por completo—. Por favor... ¿cuántas veces debo rogar que pare? ¿cuánto más...?
Mikey le miró y sonrió amargamente una última vez por un segundo, sus piernas sin poder sostenerlo más, Takemichi avanzando con rapidez, alcanzando solo sostener su brazo para detenerlo, y cerró los ojos con amargura al sentir el poco peso, lo liviano que era, apenas haciendo fuerza para mantenerle colgando y evitar una caída. Las lágrimas comenzaban a salir nuevamente de sus ojos al ver lo terriblemente herido que estaba, y Mikey las sintió frías caer en su rostro, volteando su vista hacia arriba, viendo aquellos ojos como el mar aterrados, temblando al sentir la calidez de su mano otra vez.
—Mikey...por favor... —rogó, suplicó con su mirada que se sostuviera de él, que aún no se podía ir.
—No eres real, cuando se vayan volverás a irte con ellas... —aseguró, ya habiendo pasado por situaciones como esa.
—¡Soy real! ¡Estoy aquí! —habló desesperado, temiendo por él.
—Solo déjame ir, necesito olvidar todo... duele... —murmuró casi inaudible con el fuerte viento que movía sus cabellos con brusquedad, y rogaba, porque ya no tenía fuerzas o esperanzas para seguir.
—¡Por favor Manjiro! ¡No puedes hacerme esto! ¡Resiste un poco más! ¡Aún te necesito! —gritó, ya sin poder controlar sus lágrimas, en un llanto desconsolado al verle colgando solo de su brazo— ¡Voy a salvarte! ¡Es una promesa! —prometió y Mikey comenzó a pensar en la posibilidad de que de verdad era él, que estaba ahí, rogándole una oportunidad, que no era otro sueño más, entonces sus ojos llenándose de lágrimas.
—¿Takemicchi? —habló, con miedo de tener un rastro de ilusión, porque si no era real ya no sabría que hacer y de verdad se lanzaría hacia abajo.
—Estoy aquí, resiste un poco más, no voy a dejarte caer —dijo con toda la firmeza que estaba en él, Mikey dudando unos segundos, de pronto dándose cuenta de la situación en la que estaban, el viento acariciando su cuerpo y sus pies el vacío, entonces se aferró a su brazo, con el llanto en su garganta, saliendo a borbotones por sus ojos en cristalinas lágrimas.
Justo debajo de ellos se encontraba Kazutora, quien inconscientemente miró hacia arriba y sus ojos se abrieron de par en par, viendo a Takemichi con quién parecía ser un chico, y aunque no había visto su apariencia supuso que era Mikey, entonces corrió adentro de la edificación con desespero.
—Por favor... sálvame, Takemicchi —rogó, sintiendo pánico de caer, de dejar atrás todo, los chicos que tanto luchaban por su bienestar, Takemichi suplicando salvarle.
Entonces el pelinegro asintió, y usó toda su fuerza para levantarlo, arrastrándolo con él hasta que ambos cayeron en el suelo de la azotea, Mikey sobre su cuerpo, y de pronto ambos temblando, observándose unos segundos, sin apartarse, sus respiraciones chocando agitadas al estar tan cerca.
—¿De verdad...? ¿Takemicchi...? —soltó entre suspiros, porque aún no podía creerlo en el caos que era la nebulosa de su mente.
Entonces el menor sentándose y rodeándole con los brazos, Mikey abriendo sus ojos sorprendido, se sentía tan real, la calidez de sus dos cuerpos juntos.
—Aquí me tienes para tí —aseguró mientras lloraba por el miedo de haberle perdido, Mikey subiendo sus manos a su espalda no pudiendo evitar temblar, entonces cerrándose allí, bajando su cabeza hasta esconderse en su cuello, aspirando su aroma, era demasiado cálido, una calidez que no tuvo en tantos años, de pronto, todo en su interior derrumbándose, los sonidos de su garganta saliendo sin control, mezclándose con sus gruesas lágrimas, llorando como un niño con desgarradores sollozos, y Takemichi lloró más al escuchar el dolor y la amargura en su tono, aferrándose más fuerte a él, porque ya estaba ahí, y no le dejaría volver a caer, le haría olvidar la culpa, porque a sus ojos él seguía siendo inocente, porque inconete no es el agredido, el engañado, inocente es el que termina dañado.
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