⠀⠀𝐢𝐢𝐢. ❛ bad moon rising ❜
・ 。゚💓⦙ 𝓗𝐔𝐌𝐀𝐍𝐈𝐓𝐘 。˚🩸 ᵎ
003.┊ BAD MOON RISING.
꒰# CRÓNICAS VAMPÍRICAS E3 T2 ; Mala luna creciente.
RILEY ODIABA ABSOLUTAMENTE LA IDEA DE ESTAR EN UN COCHE CON DAMON SALVATORE. Aunque, a petición de Elena, estaba dispuesta a dejar sus diferencias a un lado y acompañar a su mejor amiga para averiguar más sobre qué eran exactamente los Lockwood. Alaric había accedido a escoltarlos hasta Duke, donde podrían revisar toda la investigación de Isobel. Y, desgraciadamente, Damon se había invitado solo al viaje.
Gwen enarcó las cejas al oír de repente el claxon de un coche en el exterior de la casa. Al bajar la persiana, se fijó en un coche aparcado enfrente, y luego sus ojos se clavaron en Damon Salvatore, que estaba encaramado contra el coche.
—¡Riley! Creo que tus amigos están afuera.
—Sí. Sí, lo sé. Ya me voy —La bruja rubia rojiza bajó corriendo la escalera y cogió su chaqueta del perchero.
Gwen levantó una ceja hacia su nieta con una mirada de desaprobación.
—¿Ese hermano Salvatore otra vez, hm?
Una pequeña risita salió de los labios de Riley mientras se ponía su chaqueta vaquera.
—Si te hace sentir mejor, él y yo ya no somos amigos.
—Recuérdame otra vez a dónde vas.
—Eh- Sólo, Elena y yo tenemos un proyecto de investigación, y Alaric ha accedido a llevarnos a Duke —Riley sonrió a su abuela—. No debería volver muy tarde —El fuerte bocinazo del claxon de Alaric volvió a resonar en sus oídos, lo que hizo que Riley pusiera los ojos en blanco—. Hasta luego. ¡Te quiero!
—¡Yo también te quiero, cariño! —gritó Gwen justo antes de oír el portazo de la puerta principal. Le convenía observar a su nieta desde la ventana mientras se dirigía al coche de Alaric Saltzman.
—Me alegro de verte esta mañana, Riley —Damon sonrió con los brazos cruzados sobre el pecho mientras Riley se dirigía directamente al coche con aire irritado—. ¿Qué pasa contigo?
—Sólo me estoy preparando para el agonizante día que me espera. El hecho de tener que estar en tu compañía ya me está dando dolor de cabeza —replicó la bruja rubia rojiza con una sonrisa fingida, antes de abrir la puerta trasera y entrar de un salto, al lado de Elena.
—Dímelo a mí —Elena rió suavemente para sí misma mientras Riley asentía con la cabeza.
Los ojos de Damon se desviaron hacia la parte trasera del coche y entrecerró la mirada hacia la chica castaña.
—Sabes, este rollo de fingir que me odias ya no tiene mucho sentido.
Mientras los ojos de Alaric permanecían fijos en la carretera, un pequeño resoplido se escapó de sus labios.
—No está fingiendo nada —Luego miró a Damon—. Mataste a su hermano.
—Esa frase lleva un asterisco enorme. Después revivió —se defendió Damon orgullosamente, encogiéndose de hombros.
—Sí, gracias a un anillo que no sabías que llevaba —La chica Gilbert puso los ojos en blanco y trasladó su mirada a la ventanilla que tenía al lado.
—¿Cómo estás tan segura de eso?
—Vale, bien —Riley ladeó la cabeza y enarcó una ceja hacia el Salvatore—. ¿Sabías que llevaba el anillo?
Los ojos de Damon se posaron en Riley y le dedicó una pequeña sonrisa.
—Sí —habló con sinceridad, pero la rubia rojiza conocía a Damon desde hacía suficiente tiempo como para saber cuándo estaba mintiendo.
—Eres un auténtico mentiroso —se burló ella con incredulidad.
—Isobel trabajaba en el Departamento de Antropología ya que la mayoría de fenómenos paranormales tienen su origen en el folclore —informó Alaric al trío justo cuando llegaron a la entrada de la Universidad de Duke. Se acercaron a una mujer menuda que estaba sentada en la entrada—. Disculpa. Hola. Soy Alaric Saltzman. He llamado antes.
—Sí, por supuesto —La mujer castaña dio un paso adelante y le estrechó la mano—. Hola. Soy Vanessa Monroe, ayudante de investigación. Folclore comparativo —Vanessa se paró un momento. Miró a Damon con una mirada coqueta, lo que hizo que Riley pusiera los ojos en blanco, y luego se volvió hacia Elena con una expresión ilegible—. Cogeré las llaves de Isobel.
—Perdona, estos son Elena, Damon y Riley. Espero no importunarte mucho.
—No. El despacho de Isobel está aquí al lado —Vanessa señaló una puerta a su derecha, antes de acercarse a su escritorio—. Fue una de mis primeras profesoras. Estoy haciendo un postgrado. Era era la mejor. Por eso me decanté por el folclore. Ah— tengo que preguntarlo... ¿Se ha sabido algo?
—No. Me temo que no —respondió Alaric sin rodeos, con una expresión sombría en la cara, mientras Vanessa le devolvía una mirada comprensiva.
—Es por aquí —Se levantó de su escritorio y abrió la puerta que les condujo al despacho de Isobel—. Vuelvo enseguida. Mirad lo que queráis. Es fascinante, ¿verdad?
Los ojos de todos se fijaron en los objetos de la habitación. Riley no pudo evitar quedarse hipnotizada por los pequeños artefactos y objetos de las estanterías. Los ojos de Damon se desviaron hacia arriba poco después, en cuanto se dio cuenta de que Vanessa había desaparecido.
—¿Adónde ha ido?
En el momento justo, Vanessa volvió a la habitación con una ballesta en la mano.
—¿Pero qué...? —murmuró Riley en voz baja una vez que se dio cuenta de que la ballesta apuntaba a Elena. Vanessa disparó, pero justo antes de que le diera a Elena, Riley levantó la mano en el aire e hizo que la flecha no alcanzara a su amiga y se estrellara contra la pared al lado de ella.
Los ojos de Damon se alzaron confundidos mientras Alaric se apresuraba hacia la mujer castaña y la golpeaba contra la pared para evitar que hiriera a alguien más.
—Elena, ¿estás bien? —La rubia rojiza volvió la mirada hacia la doppelgänger, cuyos ojos se abrieron de par en par por el miedo.
—E-estoy bien. Gracias.
—Esa zorra está muerta —gruñó Damon por lo bajo con una pequeña sonrisa en la cara e intentó dirigirse a la otra habitación donde Alaric había llevado a Vanessa.
—¡No te atrevas! —le advirtió Riley con una mirada amenazadora y el Salvatore se acercó a ella e inclinó la cabeza.
—¿Qué te hace pensar que tienes algún poder sobre mí?
—No he pensado eso. Pero matarla no es una forma de recuperar nuestra amistad, Damon —exclamó Riley con sencillez antes de poner los ojos en blanco y volver a entrar en el otro despacho.
—¡Por favor! Vale, me asusté. Tú habrías hecho lo mismo —gritó Vanessa justo cuando Riley veía como Alaric la empujaba dentro de una silla—. ¡No es posible! Katherine Pierce no puede estar viva. Y Damon Salvatore murió en 1864. Vale, he-he leído la investigación de Isobel.
—Pues deberías saber que es posible —respondió Alaric con voz severa.
—De acuerdo. Esta es Elena Gilbert —Riley señaló a Elena, que entró de nuevo en la habitación con Damon detrás de ella—. Hija de Isobel y descendiente de Katherine Pierce —Luego, señaló a Damon—. Y este es Damon Salvatore.
—Mira, necesitamos tu ayuda, ¿vale? Necesitamos ver el trabajo de Isobel. Lo relativo a Mystic Falls —Elena dirigió a la mujer una mirada suplicante en un intento de demostrar que no se parecía en nada a Katherine Pierce.
Riley y Elena se habían dedicado a averiguar cualquier otra cosa sobre Katherine, mientras que Alaric estaba concentrado en averiguar sobre los Lockwood y el posible hecho de que pudieran ser hombres lobo. La rubia rojiza dejó escapar un pesado suspiro mientras escaneaba otra serie de archivos.
—¿Qué pasa, morritos? —le susurró Damon suavemente al oído con una sonrisa burlona y la rubia rojiza puso los ojos en blanco.
—Aquí no hay nada sobre Katherine que no sepamos ya —le dijo Elena al vampiro sin dedicarle una mirada.
—Oh, qué pena que ya no seamos amigos, porque os diría lo que sé —Damon cruzó los brazos sobre el pecho y sonrió satisfecho en el momento en que las dos chicas levantaron la vista para mirarlo.
—Eres dolorosamente predecible, ¿lo sabías? —Riley enarcó una ceja hacia él.
—Eh, chicos, mirad esto —llamó Alaric mientras le ofrecía la página de su libro de texto a Vanessa mientras Riley, Elena y Damon se acercaban a él.
—No hay mitología sobre hombres lobo en Mystic Falls. Pero aquí aparecen algunas de las leyendas menos conocidas. Desde la mitología escandinava al mariscal de Retz —explicó Vanessa mientras le pasaba el libro a Damon—. Tonaltzintli Metzli, que se traduciría como "La maldición del sol y la luna".
—¿Una cura? —Los ojos de Riley se abrieron con intriga, Alaric asintió lentamente.
—Es lengua amerindia —respondió él.
—Azteca —corrigió Vanessa—. Ubica uno de los orígenes de la maldición del hombre lobo en Virginia. La historia se remonta a seiscientos años atrás: los aztecas fueron invadidos por hombres lobo y vampiros. Aterrorizaron a su población, impidieron la agricultura y la caza. Hasta que un chamán azteca los maldijo. Hizo a los vampiros esclavos del sol y a los hombres lobo de la luna. Así, los vampiros sólo podían merodear de noche y los hombres lobo, cuando hubiera luna llena. Cuando la luna llena aparece en el cielo, todo aquel condenado con la maldición se convierte en lobo.
Damon tarareó suavemente con una mirada punzante en su cara.
—¿Y pueden controlar la transformación?
—Si pudieran elegir, no sería una maldición —Vanessa volvió a encogerse de hombros—. Los hombres lobo atacan a los humanos, pero su instinto y siglos de rivalidad los impulsan a cazar a su presa preferida: Los vampiros.
Los ojos de Riley y Elena se abrieron con miedo y miraron a Damon, que parecía inseguro.
—Creo que si cazaran vampiros, ya me habría enterado.
—No si apenas quedan hombres lobo con vida. Siglos atrás, los vampiros los cazaron hasta casi extinguirlos.
Elena frunció el ceño.
—¿Por qué lo hicieron?
—Supongo que para que pudieran protegerse, ¿no? —respondió Riley con una mirada insegura y Vanessa asintió—. Quiero decir, supongo que eso es más fácil que ser cazados constantemente por otra especie.
—No sólo eso. Según la leyenda, un mordisco de hombre lobo es letal para un vampiro.
Una vez que terminaron en Duke, Alaric se encargó de darle a Vanessa el discurso de no decirle a nadie ni una palabra de lo que habían descubierto. Mientras Damon, Elena y Riley se dirigían al coche de Alaric.
—Espera. Permíteme —Damon se puso delante de Elena y le abrió la puerta—. No puedes odiarme eternamente, ¿sabes? Riley ya me ha perdonado.
La bruja rubia rojiza se burló con incredulidad y Elena y Damon la miraron.
—Eh— en realidad creo que ni siquiera he considerado perdonarte, Damon.
—Oh, sabes que sí —replicó Damon juguetonamente, aunque la doppelgänger no parecía tener ningún interés en mantener una conversación con él.
Elena puso los ojos en blanco al ver que Damon estaba parado frente a la puerta, por lo que no podía entrar al vehículo.
—¿Podemos irnos?
Damon sacó un libro de detrás de su espalda y simplemente se lo entregó a Elena encogiéndose de hombros.
—No has buscado bien.
—¿"Petrova"? —repitió Riley mientras echaba un vistazo a la portada del gran libro que Damon le había dado a su amiga—. No lo entiendo.
—Katherin procedía de Europa. Petrova era su nombre. Katerina Petrova, para ser exactos. Por entonces, lo vi grabado en una reliquia familiar. Los hombres somos cotillas. Ya me dirás qué averiguas. Tengo curiosidad.
—Gracias, Damon —Elena asintió con la cabeza una vez que él finalmente se apartó de la puerta para que ella pudiera subir al coche.
Pero, cuando Riley intentó entrar, él cerró la puerta.
—Sólo porque le diste a Elena un libro sabelotodo sobre Katherine, no significa que te hayas redimido a mis ojos.
—No, y lo entiendo. Tienes derecho a odiarme ahora mismo, Riley. Debería haberte contado lo que pasó, ya sabes, estamos más unidos que eso... o al menos, lo estábamos —Damon se aclaró la garganta suavemente con una mirada seria en los ojos—. Antes me odiabas y nos hicimos amigos. Todo lo que digo es que no me gustaría nada, nada si perdiéramos eso.
—Sí. No te gustaría, ¿no? —La rubia rojiza exhaló profundamente justo cuando agarró el tirador y volvió a abrir la puerta, obligándole a apartarse mientras la abría.
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