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💠[1.9] you were no where to be seen































El cumpleaños de Mar se acercaba conforme los días pasaban. Siendo honesta consigo misma, se olvidaba que dentro de poco sería su cumpleaños pues el trabajo no dejaba tenerla ni un tiempo libre más que para dormir, por lo que era el mismo argentino quien recogía a los mellizos de la escuela y se encargaba de cuidarlos el resto del día.

No obstante, las sospechas entre una supuesta relación entre el padre de Mar y Agathe Nouwen seguían creciendo pues una vez que Liz y Marcus estaban dando la vuelta en el centro comercial, Liz se fijó que Agathe se encontró muy pegada al sr. Barrueco. Cosa que daba mucho de que hablar pues todo esto tenía muy mala pinta.

La inglesa se encontraba en su oficina organizando los reportes financieros del club cuando Rashi entra a sorprenderla como casi todos los días después de entrenamiento. La rubia se levanta a darle un beso en los labios a su pareja para reflejar lo contenta que se pone cada que la viene a visitar.

—Eres un salvavidas, mi Rashi —coquetea Liz.

—Lo bueno de que trabajas en la misma área que yo pues me es más fácil venir a verte —la toma de la cintura para atraerla y así poder besarse con más intensidad hasta que un toque en la puerta los interrumpe.

De inmediato, Lizbeth empuja a Marcus en caso de que alguien desconocido los fuese a ver. Indica que entren y era su jefe— srta. Gardener.

—Sr. Barrueco —como sorpresa, uno de los jefes de Liz era precisamente el papá de Mar pues era uno de los ejecutivos que estaban al cargo del Manchester United—. Le puedo ayudar en algo?

—Si, tendrás los reportes de este mes? Me los están pidiendo los de la directiva —pide y Liz se pone a buscarlos. El sr. Barrueco se le queda viendo a Marcus quien evitaba a toda costa cruzar miradas con el hombre de negocios.

Liz le entrega los documentos y con ello el papá de Mar se va de la sala sacando un suspiro de alivio a la pareja—. Eso estuvo cerca. Menos mal que ni preguntó de qué hacía aquí.

—Aha, dudo que eso esté en su mente en estos momentos —niega Liz rodando los ojos.

—A qué te refieres? —desea el británico saber.

—Una vez que te diga esto, te pido que no le digas a nadie. Tanto Vian, Tina y yo no estamos muy seguras de si es verdad o no, pero... —se toma unos segundos para analizar sus ideas—. Creemos que el papá de Mar tiene una aventura con Agathe.

Marcus abre los ojos como platos— la ex de Licha?! —Liz asiente y procede a contarle de las sospechas que traían— y no piensas decirle a Mar?

—Como dije, queremos estar 100% seguras antes de decirle. Además, no quiero arruinarle su felicidad que tienen con Lisandro y sus mellizos.

El futbolista no podía creer lo que su novia le había dicho— quieres que ayude en esto o...?

—Te lo agradezco, mi amor. Pero entre menos gente esté involucrada en este asunto, mejor. Así no levantamos sospechas.

No obstante, para la mala suerte de Lizbeth, el sr. Barrueco escuchó toda la conversación por detrás de la puerta cerrada. Esto hizo que su plan se tuviera que acelerar si se quería quitar de por medio las sospechas en contra de él.

Así que se apresuró a su oficina a dejar los documentos y después dirigirse al estacionamiento de las instalaciones donde se daba el entrenamiento de los jugadores, esperando uno en concreto que saliera. Se tardó unos minutos pero Lisandro Martínez se sorprendió al ver al sr. Barrueco recargado en su auto.

—Uyy! Alguien está en problemas —se burla Scott al ver también al papá de Mar.

—No lo sé, Scott. Veré qué se le ofrece —dice el argentino y llega con el hombre de negocios—. Hola, no esperaba verlo a estas horas.

—Tú vas a regresar con Agathe —se limita a saludar al padre de sus nietos.

Esto le sentó de sorpresa a Lisandro— cómo? No... entiendo.

—En el momento que te enteraste que Mar se encontraba viviendo aquí quisiste regresar a ella. Sin embargo, al "descubrir" que tenía dos hijos tuyos, dudaste en si en realidad querías volver a formar parte de su familia —desvela poco a poco.

De esto temía el argentino— yo sabía que tenía la responsabilidad de ayudar a Mar con nuestros hijos...

—Oh! Ahora si son tus hijos —interrumpe burlón el sr. Barrueco—. O te tengo que recordar tu reacción al enterarte en el aeropuerto que mi hija esperaba un hijo por parte tuya? —revela con un poco de rencor.

Lisandro queda congelado— eso no fue lo que quise decir...!

—No, sin embargo lo diste a entender —defiende—. Cuando te revelé que Marlene estaba embarazada de ti, qué fue lo primero que hiciste? Ah si, negar que alguna vez pasó y actuar como un cobarde —relata—. Si piensas que nunca me caíste bien, estás en lo correcto. Pero yo no soy el malo en esta historia —insiste—. Te di el nuevo número de teléfono de Mar para que le llamaras y le dijeras que sabías todo. Nunca lo hiciste.

La mirada del argentino reflejaba dolor, culpa y traición. Odiaba recordar aquel momento—. Estaba asustado, aún procesando la noticia...

—No, no. Negando —corrige el sr. Barrueco—. Al enterarme que nunca te dignaste a llamar a Mar, hice contacto con mi otra hija, la conoces, Agathe —da a conocer exaltando aún más al atleta— a raíz de que recibieras tu castigo.

—Castigo?

—Efectivamente. Agathe jamás te quizo amorosamente. Pero era lo que toda novia tóxica es sólo para hacerte la vida míserable —detalla.

—Usted no es más que alguien que le gusta manipular a la gente para su propio beneficio.

El sr. Barrueco sonríe—. Tienes razón. Pero no soy un cobarde y huyo de mis problemas.

—Yo jamás he cometido un engaño a mi pareja. Usted fue quien engañó a la mamá de Mar! Ella merece saberlo...!

—Ve y dile, te reto —advierte el hombre de negocios—. Y yo le digo a Mar toda la verdad —amenaza.

Lisandro detiene sus acciones al estar en una situación crítica. Lo estaban chantajeando justo cuando todo iba de maravilla en su vida teniéndolo todo—. No me puede hacer esto...

—Si caigo yo, caes tú —cita.

Cierra sus puños controlando su enojo y coraje que trae dentro—. Qué es lo que tengo que hacer?

El padre de Mar sonríe—. Aléjate de mi hija y mis nietos. Como dije al principio, regresa con Agathe. Tienes mi permiso. —Y con ello finaliza para después dejar a Lisandro lleno de furia y decepción.

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