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CAPITULO 4

Habían pasado varios días desde el ataque al muelle, desde entonces Alana apenas había hablado con alguien o hablaba del tema. La princesa se pasaba todos los días entrenando, desde que salia el sol hasta que se ocultaba en el horizonte.

Alana siempre había sido alguien muy reservada, nunca la gustaba hablar de sus padres, de su abuelo o de su hermana, y mucho menos de su vida. Ella era la primera que guardaba secretos, y ahora que sabia que descendía de Grandes Brujas Blancas, aquello hacia que hablara mucho menos, haciendo que todos se preocupasen.

La preocupación que Alana tenia era mayor, hacia mas de diez años que no se convertía en un león, apenas recordaba como se corría o como se cazaba. Pero debía de aprender, además, ser un león tenia sus ventajas.

Aquella mañana, la nieta del León, miraba el bosque que se cernía a los pies del castillo, desde hacia años, siempre había querido vivir aventuras, iguales a los antiguos reyes, pero con el paso de los años, comprendió que algunas aventuras podrían traer desgracias. Miro al cielo, y observo que todavía era perceptible la luna creciente, era cuestión de minutos, horas o días que se transformase en una leona. La nieta de Aslan, no sentía temor como sintió Evangeline, la morena sentía curiosidad por saber como seria.

Alana miro el colgante que caía por su cuello, no entendía que conexión podrían tener aquellas dos piedras, pero sabia una cosa. Las Brujas que usaban la Magia Negra la habían buscado por siglos. Ahora solo tenia que esperar, a que sus poderes se manifestasen y empezar a usarles.

Alana descendió de la torre y se dirigió a su habitación, al llegar se cambio. Sustituyendo el vestido azul que se había puesto, por unos pantalones y una especie de camisa. Se coloco la capa alrededor del cuello y se dirigió a los establos, allí cogió su caballo, una yegua de color blanco, y salio al galope a los exteriores del castillo y del pueblo.

La princesa recorrió los bosques de Narnia, hasta llegar a lo que una vez fue el castillo de Jadis, su intuición la decía que algo no iba bien. Algo estaba sucediendo y era peligroso, mucho mas que el hecho de que Jadis hubiera vuelto de la muerte.

Alana descabalgó del caballo y camino mirando a todas partes, el frío en aquella zona era más intenso que en otras partes de Narnia, y eso era extraño, ya que el invierno le habían dejado atrás hacia unos meses.

Lentamente los arboles comenzaron a congelarse, Alana retrocedió y cogió su espada, miro a todas partes asustada. De entre la maleza surgió una mujer, llevaba un traje grueso blanco, su pelo era blanco, sus ojos eran azules como el hielo y su piel era pálida.

-¿Quien eres?- Pregunto Alana alzando su espada.
-Soy conocida como la Bruja Blanca.- Rió ella acercándose.

Alana entrecerro un poco los ojos, y pudo reconocer aquel brillo gélido. No era la primera vez que le había visto.

-Jadis.- Respondió ella.
-Vaya, todavía soy conocida en Narnia. Dime, ¿quien eres tu, hija de Eva?- Dijo ella acercándose.
-¿Que le has hecho a mi hermana?- Respondió ella con una mirada de odió.
-¿La pequeña Evangeline? No te preocupes, ella esta perfectamente. Al unir mi alma y su cuerpo, su apariencia cambio. Solo necesitó un corazón para volver a ser yo.- Rió ella acercándose a la nieta de Aslan.
-¡Vete de Narnia y deja en paz a mi hermana!- Grito Alana mientras sus ojos se volvían dorados.
-¿Que eres?- Pregunto Jadis mientras miraba el colgante que caía sobre el cuello de la princesa.
-Mi nombre es Alana. Tal vez recuerdes mejor el nombre de mi abuelo, Aslan.- Respondió ella mirándola con odió.
-Vaya, la nieta del Gran Gato. Le recuerdo muy bien, al igual que a su hijo. Fue muy divertido verle morir. Oí, que una de sus hijas se convirtió en una cazadora de Brujas. Y aquí esta, frente a mi.- Rió ella.
-¿Crees que te temo? ¿Que el hecho de que matases a mi padre o a mi abuelo hace que te tenga miedo? ¡No me hagas reír, Bruja!- Rió Alana con sarcasmo.
-Vaya, tienes sentido del humor. Pero, estas muy equivocada, yo no soy una Bruja Blanca cualquiera. Soy una Gran Bruja Blanca.- Alego ella acercándose.
-Equivocada que estas. Mi madre, me enseño que toda Gran Bruja Blanca, que se deja corromper por la magia negra, deja de ser una Gran Bruja Blanca. Hace años que dejaste de serlo.- Alego Alana alzando su espada.
-Vaya, sabes bastante de mi y los mios. Es extraño, pues ningún cazador sabia tanto de nosotras.- Comento ella acercándose.

Justamente cuando Jadis podía tocar la espada de Alana, el colgante que ella llevaba alrededor del cuello brillo, lanzando, a la Bruja, varios metros. Sin detenerse ni un segundo, Alana saco un pequeño frasco que tenia guardado, le abrió y le roció sobre Jadis. Al sentir la plata tocar su piel, la conocida, como Bruja Blanca grito de dolor. La Narniana huyo, hacia donde estaba su caballo. Se subió a él y galopó hacia el castillo, al llegar dejo de nuevo a la yegua en los establos, y de inmediato reunió al consejo. Había que advertir que Jadis, oficialmente, había regresado de la muerte.

El consejo miraba con una dura expresión a la princesa, Alana miraba al suelo, pensando en las palabras correctas para decirles aquello, pero no había ninguna palabra correcta para decir aquello.

-Os he reunido, porque no son buenas las noticias que tengo que daros.- Empezó a decir Alana intentando parecer calmada.
-¿Que es lo que sucede?- Pregunto uno de los consejeros Narnianos.
-Jadis, ha regresado. Y como afirmaban los comentarios, con la apariencia de mi hermana mayor, Evangeline.- Prosiguió diciendo Alana.
-Alteza, no debe de fiarse de los rumores.- Alego un consejero humano.
-No son rumores. Es una afirmación, yo misma he visto a Jadis. Ha regresado de la muerte y todos sabemos que significa eso.- Dijo Alana con frialdad.
-Muerte y destrucción.- Dijeron todos al unisono.

Alana asintió y miro a todos.

-Sera mejor, empezar a poner en marcha los protocoles de seguridad. Todo aquél que llegue, hacerle la prueba de la plata, quienes no la pasasen llevarles ante mi.- Dicto la princesa.
-¿Esta segura?- Pregunto un consejero Narniano.
-Sí, pero no solo a los viajantes, todo el pueblo, incluidos este consejo y yo. Nos someteremos a esa prueba.- Alego Alana sabiendo que ella no la pasaría.

Tras acabar la reunión, Alana regreso a la biblioteca. La tarde, comenzaba a bañar de colores, anaranjados el cielo. La nieta del Gran León, empezó a sentir una extraña sensación, todo a su alrededor la daba vueltas, se sentía aturdida y mareada.

Alana salió fuera del castillo, hasta el bosque, al llegar empezó a hiperventilar, lentamente se relajo. Unos minutos después, comenzó a sufrir un fuerte dolor que la hizo gritar de dolor. Las húmedas lágrimas resbalaran por las mejillas de Alana, mientras sus gritos se hacían, cada vez, mas sonoros.

Desde el castillo, se pudieron escuchar los sonoros gritos que Alana producía. Los Pevensie junto a Caspian salieron al exterior alarmados por el grito, ya que el resto no se alarmaba de ello, ya que creían que era causa de algún hechizó de alguna Bruja.

Mientras, Alana intentaba ponerse de pies, lentamente su cuerpo se encorvó, sus manos fueron sustituidas por garras y su morena piel por un pelaje negro, Alana quedo en el suelo algo aturdida.

Los Pevensie junto a Caspian llegaron al lugar de donde venían los gritos, al llegar vieron a Alana, transformada en una leona.

-Un León negro.- Dijo Lucy mirándola.
-Pero si el único león es Aslan.- Comento Peter mirando a su hermana pequeña.

Los cinco reyes se fueron acercando hacia la Leona, lentamente Alana despertó, se sentía aturdida y mareada.

-Por Aslan, ¿que a pasado?- Dijo Tamina tambaleándose.
-Eres un León.- Dijo Susan sorprendida.
-No pretendáis que sea un tigre, ¿no? Mi abuelo, es Aslan, un león. ¿Que esperabais que fuera?- Dijo Alana consiguiendo estabilizarse.
-¿Desde cuando tienes esa habilidad?- Preguntó Lucy con una sonrisa.
-Si no recuerdo mal, desde los seis años. A esa edad, todos los seres descendientes de un animal, sufren su primera transformación, hasta los siete años. En ese año, deben de aprender a ser el animal que son. Después de ese año, no vuelvemos a convertirnos hasta que estemos preparados.- Explicó Alana intentando recordar las lecciones de su padre.
-¿Entonces Aslan, también tiene esa capacidad?- Pregunto Caspian esperando la respuesta que todos ansiaban tener.
-Claro que no. Aslan es un león de nacimiento.- Dijo Alana transformándose en humana. -Es seguro, que los cinco, han oído hablar de las leyendas que narran estrellas caídas del cielo. Mi abuela, era una estrella caída del cielo. Muchas de ellas, llegaban a Narnia o a cualquier otro país con una piedra de incalculable valor y con la habilidad de transformarse en algún animal. Mi abuela, se transformaba en una leona. Ella conoció a Aslan y se enamoraron, poco después nació mi padre. Mi abuela murió justamente el día que Jadis llego a Narnia, mi padre apenas era un bebe, por ello Aslan, le llevo a su país. Donde fue entrenado.- Explicó Alana con tranquilidad.

Aunque constantemente Alana mostrase tranquilidad y  serenidad, por dentro estaba rabiosa y enfadada. Quería gritar y enfadarse, llorar y luchar. Pero todos aquellos sentimientos debían de permanecer ocultos, siempre había actuado de esa forma y siempre lo haría.

Alana miro al cielo, la noche había caído por completo, y no era bueno ir ahora al castillo. Así que optaron por hacer un pequeño campamento.

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