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CAPÍTULO 23

Rosa guió a los nuevos invitados por el castillo, mostrándoles todo. Tras acabar el recorrido, Isabella y Alana salieron al exterior. Ambas caminaron por los bosques, observando a los otros Guardianes, los Ciervos Blancos. Estos eran enormes a comparación a un ciervo normal, su pelaje era blanco, de ahí su nombre, y su cornamenta no era de color marfil, sino, era plateada.

Ambas llegaron a la espesura del bosque, donde prosiguieron su camino sin detenerse.

Conforme iban avanzando la maleza se hacia mas espesa y frondosa, provocando que no pudieran proseguir.

-Es extraño, la maleza nunca crece de esta forma, a no ser que un Guardián lo haga.- Comento Isabella.
-¿Quienes sois?- Preguntó un encapuchado apuntandolas con un arco.

Alana miro a Isabella, ambas sonrieron mientras Isabella levantaba una ráfaga de aire haciendo que el encapuchado perdiera el arco y su rostro fuera descubierto.

Al ver al chico, Alana dio un paso atrás mientras su rostro palidecía y su sonrisa se desvanecía.

-¿Que haces aquí?- Pregunto el chico mirando a Alana.

Él tenia el pelo algo largo, de un castaño claro o de un rubio oscuro, los ojos azules y la piel algo clara.

-Ayudar.- Respondió ella mirándole.
-¿Quien eres?- Preguntó Isabella.
-Mi nombre es Derek. Para servirla.- Alego él inclinándose.
-No te fíes de él, es peor que Jadis.- Alegó Alana mirándole.
-Que graciosa. ¿A que viene tanto rencor?- Rió él fingiendo no saberlo.
-No se, tal vez, porque quisiste matarme, y porque me engañaste.- Alego ella con odio.
-No es mi culpa que te enamorases de mi.- Rió él de nuevo.
-Cierto. Pero gracias a ti, he podido saber que no me debo de fiar de nadie, ni de mi sombra.- Alego ella fríamente.
-Vaya, la pequeña cazadora se cree superior.- Rió él haciendo irritar a ambas.
-¿A caso no sabe quien eres?- Preguntó riéndose Isabella.
-No, no sabe que soy la Elemental, ni la princesa de Narnia.- Rió ella.
-¿Princesa, de Narnia? ¿Elemental? ¿Desde cuando?- Preguntó él asombrado.

Ninguna de las dos respondió, ya que ambas sintieron un desequilibrio en su elemento.

Las dos salieron corriendo hacia el castillo, al llegar observaron, como este era envuelto por las llamas, creadas por algunos Fuegos Faustos. Los Guardianes de la Tierra intentaban evitar que el fuego se propagara, mientras Sam y Sky intentaban cortar el oxigeno.

Isabella se unió a los otros dos guardianes. Mientras que Alana se concentraba para controlar las llamas.

El calor era abrasador, las llamas se propagaban con rapidez y el dolor crecía, ya que estaban usando sus habilidades a puntos extremos.

"Vamos Alana, puedes hacerlo. Concentrete." Se repetía a sí misma la Narniana.

Alana inspiro hondo, intentando relajarse. Cerro los ojos, provocando que entrase en una especie de trance, donde únicamente podía escuchar los latidos de su corazón, y sentir el leve dolor que tenia en ambas muñecas.

Alejados a unos metros, varios niños Hada y los reyes de Antaño observaban impactados como el fuego comenzaba a desvanecerse. El resto de Guardianes dejo de usar sus dones y centraron su vista en la Elemental, la cual estaba absorbiendo el fuego. Los ojos de Alana se abrieron, estos ya no eran azules o dorados, sino que eran rojos.

Alana estaba en una especie de trance, ya que no sabia lo que estaba ocurriendo, simplemente sentía dolor, un enorme y agonizante dolor.

El fuego desapareció mientras que Alana regresaba a la normalidad sin saber lo que había sucedido.

La Narniana se dirigió a los Fuegos Faustos que habían sido atrapados, Alana se puso frente a las pequeñas llamas incandescentes. Las miro fijamente, y segundos después regresó al trance.

-¿Porque hacéis esto?- Pregunto Alana cruzada de brazos.
-Poder. Estamos cansados de que se burlen de nosotros. ¡Somos el elemento mas poderoso!- Dijo un Fuego Fausto, mientras su color azulado se volvía anaranjado.
-No hay que hacer las cosas de esa forma. Estáis apunto de provocar una guerra.- Alegó Alana seriamente.
-¿Y que? Estamos preparados para una guerra, las Brujas que nacieron de nosotros son indestructibles. Tomaremos todo aquello que nos debió pertenecer en un principio. Incluida tu vida.- Rió otro.
-Tú, pequeña, seras la primera en caer. Las Elementales jamas debisteis de aparecer.- Añadió otro.
-¡¿Pero os estáis escuchando?! Si iniciáis una guerra, otra, y yo muero no tendréis nada de lo que haceros dueños. Allende despertara de su eterno sueño y destruirá todo.- Dijo Alana mintiendo al final.
-Sabemos que has vinculado tu alma a Narnia, si mueres y Narnia esta viva el no despertará, si Narnia muere y tú también, él despertara. Protege y defiende bien tus espaldas, y las de tus amigos, porque vamos ha hacer lo posible para que sufras y mueras.- Amenazaron ellos.
-No sois los únicos que podéis amenazar, se como destruiros por completo, y sabéis que lo haré. Hacerles daño, y mi rostro sera lo único que veréis antes de esfumaros.- Amenazó Alana con maldad en sus ojos.

Mientras ella hablaba con los Fuegos Faustos, Isabella observaba perpleja como tanto la Elemental como los Guardianes del Fuego, estaban estáticos, sin moverse, y en el caso de la Narniana, casi sin respirar.

Alana parpadeo un par de veces para adaptarse, miro a los Fuegos Faustos que regresaban a su estado incandescente, mientras relajaba su respiración.

-¿Que ha sucedido?- Preguntó Rosa mirándola.
-Quieren poder. Y no se detendrán hasta conseguir todo.- Explico Alana mirándola.
-¿Y que hacemos? No podemos matarles, el fuego se desequilibraría.- Alego Sam.
-Usando los cuatro Legendarios haría que no hubiera un desequilibrio, y a diferencia de hacerles desaparecer, harían aparecer otra especie de Guardian.- Comentó Isabella.
-Solo tenemos un Legendario.- Comentó Alana mirándola.
-Os doy permiso para buscar el Legendario de Tierra, pero por favor, intentar que no salga ningún árbol herido.- Comentó Jazmín mirándoles.

Alana miro a la Hada y sonrió. La Narniana se acerco a Isabella, que miraba como a lo lejos Derek observaba todo con una sonrisa de diversión.

Todos se dirigieron al castillo y allí cada uno se perdió por cada pasillo y cada habitación. Alana se metió en la que sería la suya, se tumbo en la cama y se quedo dormida.

Mientras, Isabella paseaba por el castillo pensando en lo que sucedía. Una guerra, supondría muertes, tragedias y lágrimas, todo aquello que por años su isla y el resto habían intentando evitar. Pero ahora el fantasma de la guerra se hacia presente, y sabía que aquello sucedería. La legendaria Guerra, la cual ella había estudiado, sucedería, pero esta vez con una Elemental y con mayores consecuencias que las que hubo entonces.

Mientras Rosa, observaba al mayor de los Pevensie. La reina se había enamorado de él.

-Hola.- Dijo ella.
-Hola.- Respondió él.
-Sabemos que no sois de aquí, pero quería saber, ¿que os parece todo?- Alego ella acercándose.
-En realidad, mis hermanos y yo vimos muchos lugares, pero nunca alguno como los de aquí. Pero también hay temor, nosotros hemos luchado contra Jadis, sabemos como es, y tememos que gane. No, únicamente por todo lo que pueda ocurrirle a Narnia o a las islas, sino a Aslan y a su familia. Él daría su vida, de nuevo, por salvarnos a todos.- Alego él.
-Igual que Alana. La conozco un poco, para saber que no solo daría su vida, haría lo imposible para salvar a todo aquel que se merezca ser salvado.- Comentó ella mientras miraba a la mirada azul del Magnífico.
-Lo se. Vi lo que hizo en la isla. Se sacrificó para acabar con Jadis. Aslan hizo eso, pero para salvar a mi hermano, pero él savia lo que sucedería después. Alana no.- Alego Peter, mientras su mirada resplandecía al hablar de ella.
-Te gusta, ¿cierto?- Alego ella con una sonrisa.
-¿Como sabes tú eso?- Preguntó él desconcertado.
-Las Hadas podemos verlo, es un don. Pero debes de saber, que si quieres llegar a su corazón, sera difícil. Conozco al ser que consiguió que se volviera fría, y se que hoy le ha visto.- Alego Rosa con una triste e imperceptible mirada.
-¿Estuvo enamorada?- Preguntó Peter perplejo.
-Así es, su nombre era Derek, era un Hada que buscaba poder y prestigió. Cuando conoció a Alana, pensó que se lo daría. Pero no fue así, la engaño y la traiciono. Tras aquello, y la humillación que recibió por parte de ella, él se escondió. Pero, hoy, cuando le he visto, he podido ver, que él no sabia de donde venia ella, ni quien era. Si de verdad la quieres, no la hagas daño. Todos la apreciamos, aunque cueste creerlo ella a sacrificado mucho.- Alego Rosa con una sonrisa.
-¿Como el qué?- Preguntó Peter.
-Sus ansias de venganza, por querer ser una buena princesa; a su familia por querer seguir la petición de sus padres; su felicidad, ante el bien de su pueblo; sus sueños, por su hermana; su vida, por todos nosotros. Puede que sea fría, pero nunca a llegado a ser feliz.- Alego Rosa marchándose.

Peter se quedo pensativo, ya que no sabia nada de aquello, ahora no veía a Alana como a alguien frío, sino a un ser que no a llegado a ser feliz del todo.

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