ʟxxᴠɪɪ. Dᴇᴀᴛʜ
CAPITULO SETENTA Y SIETE;
MUERTE
El salón estaba sumido en un caos infernal. El resonar de hechizos rebotaba en las paredes de piedra, llenando el aire con chispas cegadoras y gritos de dolor. En el centro, sobre la tarima que sostenía el Arco de las Almas, América y Damián yacían atados, rodeados por un brillo pálido que les robaba el aliento poco a poco. Frente a ellos, James mantenía su varita firme, con una sonrisa torcida que no reflejaba ningún rastro de remordimiento.
—¿De verdad pensaron que alguien vendría a salvarlos? —preguntó James con un tono burlón, sus ojos centelleando con crueldad.
América intentó moverse, pero las ataduras mágicas la inmovilizaban. Miró a Damián, cuyo rostro estaba pálido y tenso, pero lleno de determinación.
—No le des el gusto, amor —susurró América con voz débil, apenas audible por el estruendo de los combates a su alrededor.
—Es irónico, ¿no creen? —dijo James, paseando lentamente frente a los Granger mientras su varita lanzaba pequeñas chispas—. Tanta lucha, tantas esperanzas, y al final terminarán como todos los que se oponen a lo inevitable.
—Eres un monstruo —escupió Damián.
James rió.
—¿Un monstruo? No. Soy un visionario. Y tú… bueno, tú ya no importas.
En el campo de batalla, las líneas se trazaban con sangre y fuego. Sirius se encontraba en un duelo con quien creía que era su prima Bellatrix. Su varita se movía con una furia casi animal, lanzando hechizos explosivos que arrancaban pedazos del suelo y llenaban el aire con polvo y escombros.
—¡Por una vez en tu vida, muere, Bellatrix! —rugió Sirius, su rostro desfigurado por la ira.
Pero Nashira, quien había tomado la apariencia de Bellatrix mediante un encantamiento, sonreía con frialdad, respondiendo con hechizos igual de poderosos.
—¿Eso es todo lo que tienes, primo? —se burló, esquivando un rayo rojo que pasó a centímetros de su rostro.
El resto de la sala era un caos absoluto. Los Mortífagos luchaban contra los aurores enviados por la Orden. Rodolphus y Rabastan avanzaban con fuerza, lanzando hechizos que desintegraban las defensas de cualquiera que se interpusiera en su camino.
—¡Vamos, pelea como un hombre! —gritó Rodolphus a un auror que apenas podía mantenerse en pie antes de eliminarlo con un AvadaKedavra.
Mientras tanto, Marlene, estaba librando su propia batalla contra Remus. Los hechizos iban y venían como cuchillas.
—Siempre tan predecible, Lupin —dijo Marlene con desdén mientras desviaba un ataque.
—Y tú, siempre tan traidora —respondió Remus, lanzando un Bombarda que hizo que el suelo temblara bajo sus pies.
En otra esquina, Linda se enfrentaba a Hestia. Su cabello desaliñado caía sobre su rostro mientras sus ojos brillaban con una mezcla de dolor y rabia.
—¿Crees que puedes salirte con la tuya después de todo lo que has hecho? —gritó Linda, lanzando un Confringo que hizo volar a Hestia varios metros hacia atrás.
Lucius se incorporó rápidamente, su expresión de desprecio intacta.
—Tú y tu familia de sangre sucia nunca entendieron su lugar —espetó, lanzando un Crucio que Linda apenas logró esquivar.
Entre tanto caos, cuando Marlene logro deshacerse de Remus, ella y Barty lanzaban hechizos. Marlene, con una sonrisa, apuntó su varita hacia Harry, quien intentaba atacar a Nashira por la espalda.
—No tan rápido, Potter —dijo, lanzando un Expulso que lo hizo caer de espaldas.
Harry se levantó con dificultad, su rostro lleno de determinación.
—No dejaré que esto termine así —dijo con los dientes apretados.
Linda luchaba con una furia descomunal. Sus movimientos eran precisos, casi planeados. Pronto, a su lado, Regulus se movía a su lado, protegiéndola de cualquier ataque.
—Mantente cerca de mí —le ordenó Regulus mientras desviaba un hechizo que pasó peligrosamente cerca de su esposa.
—No necesito tu protección, Regulus —replicó Linda, lanzando un Confringo que derrumbó una columna cercana, aplastando a dos aurores.
En otra parte del campo, los hermanos Lestrange trabajaban en perfecta sincronía. Rabastan, con una sonrisa llena de desprecio, lanzaba hechizos que obligaban a sus oponentes a retroceder, mientras Rodolphus terminaba con los débiles, siendo despiadado.
—Esto es demasiado fácil —comentó Rabastan, lanzando un Petrificus Totalus hacia un mago que intentaba escapar.
—Su resistencia siempre es patética —respondió Rodolphus, pisoteando la varita del mago caído antes de apuntarle su varita y murmurar: AvadaKedavra.
Entre el caos, Sirius seguía enfrascado en un duelo contra quien creía que era Bellatrix. Su varita era un borrón de movimiento, lanzando hechizos a diestra y siniestra.
—¡Esto termina aquí, Bellatrix! —rugió, sus ojos llenos de odio.
Pero su oponente, Nashira, disfrazada con la apariencia de Bellatrix, sonreía con una calma inquietante.
—Siempre tan impulsivo —dijo Nashira, esquivando un rayo de luz roja y contraatacando con un Sectumsempra que apenas rozó el brazo de Sirius.
Sirius retrocedió, su mente trabajando a toda velocidad. Había algo extraño en los movimientos de su oponente, algo que no encajaba. Las palabras de su oponente, los movimientos de su varita... algo no cuadraba.
—¿Quién eres? —preguntó con voz grave, entre jadeos.
Nashira simplemente sonrió.
—¿Por qué no lo descubres tú mismo? —respondió, lanzando un AvadaKedavra que Sirius apenas logró esquivar.
De vuelta en la tarima, América y Damián intentaban liberar sus manos mientras James caminaba de un lado a otro, disfrutando del espectáculo.
—Sabes, siempre creí que tu familia era una vergüenza para el mundo mágico. Desde que conocí a Linda. Aunque solo eres su cuñada... —dijo James, apuntando su varita hacia América—. Y hoy voy a corregir ese error. Es una pena, realmente. Pero esto tiene que terminar.
—¡Potter, detente! —gritó Linda desde el campo de batalla, pero su voz se perdió entre los gritos y los hechizos.
En ese momento, James levantó su varita y pronunció las palabras que sellarían el destino de América y Damián.
—AvadaKedavra.
Un rayo de luz verde iluminó el salón, y América cayó al suelo, sin vida. Damián gritó con desesperación, pero antes de que pudiera hacer algo, James lanzó el mismo hechizo hacia él.
—Adiós, Granger —dijo con una sonrisa torcida, y repitió el hechizo.
El cuerpo de Damián se desplomó junto al de su esposa, dejando un silencio momentáneo en medio del caos.
El grito de Linda fue desgarrador. Sus manos temblaban mientras apuntaba su varita hacia James, pero no fue un hechizo lo que salió de ella. Un aura oscura comenzó a envolverla, y sus ojos se volvieron completamente negros.
—Tú… pagarás por esto —dijo con una voz que no parecía la suya.
James retrocedió, confundido, mientras un dolor insoportable comenzaba a recorrer su cuerpo.
—¡Detente, Linda! —gritó Regulus, corriendo hacia ella, pero era como si no lo escuchara.
James cayó al suelo, gritando de dolor.
—¡Linda! —gritó Regulus.
Pero Linda estaba fuera de control. Su magia parecía haber adquirido una vida propia, y estaba consumiendo todo a su alrededor. Justo cuando parecía que James no podría soportar más, Sirius apareció detrás de Linda y la empujó con fuerza, rompiendo su concentración.
Nashira, al ver a su madre en peligro, abandonó su duelo con Sirius y corrió hacia Linda. Regulus también se unió a ellos, protegiendo a su esposa de cualquier ataque. La sostuvo por los hombros, tratando de romper la conexión oscura que estaba devorando a Linda.
—Linda, por favor, vuelve a nosotros —rogó, pero ella no parecía reconocerlo.
Sirius, aprovechando la distracción, apuntó su varita hacia Nashira.
—¡Expelliarmus! —gritó, desarmándola antes de lanzarse hacia Linda.
El silencio que siguió al colapso de Linda fue interrumpido por un rugido. Sirius había empujado a Nashira hacia un lado, apuntando su varita hacia Linda mientras Regulus intentaba detenerlo.
—¡No te atrevas, Sirius! —gritó Regulus, colocándose entre su esposa y su hermano.
—¡Quítate de mi camino, Regulus! ¡Mira lo que está haciendo! —respondió Sirius, su rostro una mezcla de rabia y desesperación.
Linda estaba de rodillas, las manos aferrándose al suelo como si estuviera intentando controlar la energía que surgía de su interior. Su respiración era pesada, y sus ojos seguían completamente negros. James, por su parte, apenas podía mantenerse en pie, jadeando por el dolor que Linda le había causado.
—No voy a permitir que la lastimes —dijo Regulus con firmeza, levantando su varita.
—¿Lastimarla? ¡Está completamente fuera de control! —Sirius lo miró con incredulidad—. ¡Si no hacemos algo, destruirá a todos los que están aquí! ¡Ella debería estar muerta, al igual que tú!
—¡Linda no haría daño a los suyos! —gritó Regulus, aunque su voz temblaba ligeramente.
Antes de que Sirius pudiera replicar, Nashira aprovechó la distracción para levantarse y correr hacia su madre.
—¡Linda! ¡Tienes que detenerte! —dijo, colocándose frente a ella.
La voz de Nashira pareció atravesar el abismo en el que Linda estaba atrapada. La mujer levantó la mirada, y por un momento, sus ojos volvieron a ser los de siempre.
—Nashira… yo… —murmuró Linda, pero la oscuridad volvió a reclamarla.
En ese instante, un hechizo impactó el suelo cerca de ellos, lanzándolos a todos por los aires. Rodolphus había vuelto su atención hacia el grupo.
—¿Qué clase de reunión familiar tenemos aquí? —preguntó con una sonrisa burlona, apuntando su varita hacia Sirius.
—¡Fuera de mi camino, Lestrange! —rugió Sirius, bloqueando un hechizo que se dirigía hacia él.
Rabastan se unió a su hermano, atacando con una ráfaga de hechizos que obligaron a Sirius a retroceder. Nashira, aún junto a su madre, gritó:
—¡Mátalos de una buena vez!
Sirius con un movimiento rápido, lanzó un Expulso hacia Rabastan, quien apenas logró esquivarlo.
Mientras tanto, Remus y Hestia avanzaban hacia el centro del conflicto, protegiendo a James. Lucius y Barty estaban frente a ellos.
—¿De verdad creían que podían ganar esta batalla? —preguntó Lucius, burlón, antes de desarmar a Remus con un movimiento.
Barty, riendo como un loco, conjuró una enorme serpiente que comenzó a moverse hacia los aurores restantes, sembrando el pánico.
—Esto es un bonito regalo de nuestra parte. Aprecienlo. —gritó Barty, deleitándose en el caos.
Mientras los Mortífagos mantenían la ventaja, el dolor de Linda parecía intensificarse. Su cuerpo temblaba, y su magia oscura se manifestaba en ráfagas incontrolables que destrozaban todo a su alrededor.
—¡Mamá, por favor! —rogó Nashira, lágrimas corriendo por su rostro.
Regulus intentó acercarse a su esposa nuevamente, pero un hechizo de Sirius lo obligó a retroceder.
—No puedes salvarla, hermano. Aceptalo. No pudiste hace muchos años. Mucho menos ahora. —se burló Sirius, lanzando otro hechizo que Regulus apenas pudo bloquear.
Por un breve momento, parecía que el escenario podía cambiar, pero entonces James, recuperado, levantó su varita y conjuró un hechizo que derrumbó una de las paredes, bloqueando la salida para los mortifagos.
—Esto termina ahora —declaró James, con una sonrisa siniestra.
Linda, en su estado alterado, levantó la mirada hacia James.
—No terminará contigo vivo —dijo con una voz cargada de odio.
El aura oscura que la envolvía creció, y un rayo de energía pura se dirigió hacia James. Él intentó protegerse, pero el impacto lo lanzó contra la pared con una fuerza brutal.
Regulus, desesperado, conjuró un hechizo para encerrar a Linda en un escudo protector, pero la magia de su esposa era demasiado poderosa.
En medio del caos, Nashira se dio cuenta de que tenía que tomar una decisión. Con lágrimas en los ojos, levantó su varita y apuntó hacia Linda.
—Lo siento… —susurró antes de conjurar un hechizo que la golpeó directamente, desmayándola.
Linda cayó al suelo, el aura oscura disipándose lentamente. Regulus corrió hacia ella, sosteniéndola en sus brazos mientras Nashira lloraba a su lado.
—Esto no ha terminado —dijo Regulus, mirando a Sirius con una mezcla de gratitud y odio.
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