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Capitulo 55

【 Priori incantatem 】


Colagusano se acercó a Harry y luego, de un solo golpe, cortó todas las ataduras que sujetaban a Harry a la lápida.

Durante una fracción de segundo, Harry podría haber pensado en tomar de la mano a Nymeria y huir, pero la pierna herida le temblaba, y los mortífagos cerraban filas, tapando los huecos de los que faltaban y formando un cerco más apretado en torno a Voldemort y él. Colagusano se dirigió hacia el lugar en que yacía el cuerpo de Cedric, y regresó con la varita de Harry, que le puso con brusquedad en la mano, sin mirarlo, para volver luego a ocupar su sitio en el círculo de mortífagos.

—¿Te han dado clases de duelo, Harry Potter? —preguntó Voldemort. — ¿Por qué no te bates en duelo por el honor de tu amada princesa dragón?

Aquellas palabras le hicieron recordar a Harry, como si se tratara de una vida anterior, el club de duelo al que había asistido brevemente en Hogwarts dos años antes...

—Saludémonos con una inclinación, Harry —dijo Voldemort, agachándose un poco, pero sin dejar de presentar a Harry su cara de serpiente—. Vamos, hay que comportarse como caballeros... A Dumbledore le gustaría que hicieras gala de tus buenos modales. Inclínate ante la muerte, Harry.

Los mortífagos volvieron a reírse. Harry no se inclinó. No iba a permitir que Voldemort se burlara de él antes de matarlo... no iba a darle esa satisfacción…

Nymeria en cambio busco en le hierba su varita, hundiendo sus dedos adoloridos, mirando de reojo a cada uno de los mortífagos, se arrastró lentamente hacia el cuerpo de Cedric, estaba segura de que ahí estaba, pero debía ser cautelosa.

—He dicho que te inclines —repitió Voldemort, alzando la varita.

Harry sintió que su columna vertebral se curvaba como empujada firmemente por una mano enorme e invisible, y los mortífagos rieron más que antes.

—Muy bien —dijo Voldemort con voz suave, y, cuando levantó la varita, la presión que empujaba a Harry hacia abajo desapareció—. Ahora da la cara como un hombre. Tieso y orgulloso, como murió tu padre...

»Señores, empieza el duelo.
Voldemort levantó la varita una vez más, y, antes de que Harry pudiera hacer nada para defenderse, recibió de nuevo el impacto de la maldición cruciatus. El dolor fue tan intenso, tan devastador, que olvidó dónde estaba. Gritó más fuerte de lo que había gritado en su vida.

La rubia se cubrió los oídos con las manos, clamando piedad a sus dioses, suplicando la fuerza necesaria para ayudar a Harry y salir de ahi,  luego los gritos cesaron. Harry se dio la vuelta y, con dificultad, se puso en pie.

Temblaba tan incontrolablemente como Colagusano después de cortarse la mano. En su tambaleo llegó hasta el muro de mortífagos, que lo empujaron hacia Voldemort.

—Un pequeño descanso —dijo Voldemort, dilatando de emoción las alargadas rendijas de la nariz—, una breve pausa... Duele, ¿verdad, Harry? No querrás que lo repita, ¿a que no?

— Señor… — Voldemort se giró hacia Nymeria qué intentaba llegar hasta el cuerpo de Cedric.

¡Crucio! — un dolor insoportable acaparó el cuerpo de Nymeria, los huesos parecía que iban a romperse y sus ntestinos explotarían dentro de su cuerpo, se retorció gritando hasta desgarrar su garganta.

— ¡Déjala!. — grito Harry. — ¡Torturame a mi! — pidio, pero cada palabra, cada suplica incentivaba más el ataque hacia la joven Targaryen.

— Dime Harry ¿Quieres que lo repita? ¿Quieres que emple una maldición diferente? Sere benevolente y te dejare elegir. — dijo Voldemort girandose hacia Harry. — ¿o quieres que tenga piedad?
Harry no respondió. No estaba dispuesto era a doblegarse. No iba a obedecer a Voldemort... no iba a implorarle… entonces vio a Nymeria…

La rubia clavo sus ojos violetas en Harry, le dolia todo el cuerpo, pero con la voluntad de hierro, se puso de pie, dispuesta a luchar.

—Te hecho una pregunta —dijo Voldemort con voz suave—. ¡Respóndeme! ¡Imperio!

Y, por tercera vez en su vida, Harry sintió la sensación de que su mente se vaciaba de todo pensamiento... Era una bendición, no pensar; era como flotar, soñar... Di simplemente «no, por piedad»... Di «no, por piedad»... Simplemente dilo...

«No lo haré —dijo otra voz más fuerte desde la parte de atrás de la cabeza—; no responderé.. .»

Di «no, por piedad»...

«No lo haré, no lo diré...»

Di «no, por piedad»...

—¡NO LO HARÉ!

Y estas palabras brotaron de la boca de Harry..

—¿No lo harás? —dijo Voldemort en voz baja, y los mortífagos no se rieron aquella vez—. ¿No dirás «no, por piedad»? Harry, la obediencia es una virtud que me gustaría enseñarte antes de matarte... ¿tal vez con otra pequeña dosis de dolor?

Voldemort levantó la varita hacia Nymeria, pero esta se echo al suelo, rodo hasta quedar de pie en una rodilla, le dolia, saco de su botin una daga de acero valyrio, su varita de la manga y apunto con ambas armas, le señalo la lapida con la cabeza Harry…

Voldemort le apunto a Harry, pero  estaba listo: con los reflejos adquiridos en los entrenamientos de quidditch, se echó detrás de la lápida de mármol del padre de Voldemort, y la oyó resquebrajarse al recibir la maldición dirigida a él.

Colagusano se abalanzo sobre Nymeria pero esta lo desarmo y le corto la cara con la daga, el hombre se agarro la mejilla sangrante.

— No se queden ahí — dijo Voldemort, Nymeria mantenía su posición de ataque mientras caminaba hacia atrás, buscando la Copa del torneo.

Qūilony!. — su varita se convirtió en un brillante latigo dorado, envaino la daga y lo enredo en el pie de uno de los enmascarados jalando con fuerza lastimamdo más sus manos, lo hizo no solo caer, tambien perder la varita.

—No vamos a jugar al escondite, Harry. No puedes esconderte de mí. ¿Es que estás cansado del duelo? ¿Preferirías que terminara ya, Harry? Sal, Harry... sal y da la cara. Será rápido... puede que ni si quiera sea doloroso, no lo sé... ¡Como nunca me he muerto...!

Harry respiro profundo, Nymeria estaba haciendo su parte, era su turno, se levanto, agarro firmemente la varita y se abalanzo al encuentro saliendo detras de la lapida.

Se encontraron cara a cara y entonces:

Al tiempo que Harry gritaba ¡Expelliarmus! Voldemort lanzó su ¡Avada Kedavra!.

De la varita de Voldemort brotó un chorro de luz verde en el preciso momento en que de la de Harry salía un rayo de luz roja, y ambos rayos se encontraron en medio del aire. Repentinamente, la varita de Harry empezó a vibrar como si la recorriera una descarga eléctrica. La mano se le había agarrotado, y no habría podido soltarla aunque hubiera querido. Un estrecho rayo de luz que no era de color rojo ni verde, sino de un dorado intenso y brillante, conectó las dos varitas, y Harry, mirando el rayo con asombro, vio que también los largos dedos de Voldemort aferraban una varita que no dejaba de vibrar.

Y entonces (nada podría haber preparado a Harry para aquello) sintió que sus pies se alzaban del suelo. Tanto él como Voldemort estaban elevándose en el aire, y sus varitas seguían conectadas por el hilo de luz dorada. Se alejaron de la lápida del padre de Voldemort, y fueron a aterrizar en un claro de tierra sin tumbas. Los mortífagos gritaban y Nymeria aprovecho para correr hasta allí.

El rayo dorado que conectaba a Harry y Voldemort se escindió. Aunque las varitas seguían conectadas, mil ramificaciones se desprendieron trazando arcos por encima de ellos, y se entrelazaron a su alrededor hasta dejarlos encerrados en una red dorada en forma de campana, una especie de jaula de luz.

Harry vio que Voldemort tenía los ojos completamente abiertos de sorpresa ante lo que estaba ocurriendo, y que forcejeaba en un intento de romper el hilo de luz que seguía uniendo las varitas. Harry agarró la suya con más fuerza utilizando ambas manos, y el hilo dorado permaneció intacto.

Y, entonces, un sonido hermoso y sobrenatural llenó el aire... Procedía de cada uno de los hilos de la red finamente tejida en torno a Harry y Voldemort. Era un sonido que Harry pudo reconocer, aunque antes sólo lo había oído una vez: era el canto del fénix.

Para Harry era un sonido de esperanza... lo más hermoso y acogedor que había oído en su vida. Sentía como si un amigo le hablara al oído...

No rompas la conexión.

«Lo sé —le dijo Harry a la música—, ya sé que no debo.» Pero, en cuanto lo hubo pensado, se convirtió en algo bastante más difícil de cumplir. Su varita empezó a vibrar más fuerte que antes... y el rayo que lo unía a Voldemort había cambiado también.

Luego empezó a brotar de la punta de la varita de Voldemort algo mucho más grande, algo gris que parecía hecho de un humo casi sólido. Formó una cabeza... a la que siguieron el pecho y los brazos: era el torso de Cedric Diggory.

—¡Aguanta, Harry! —dijo.

La voz resonó distante. Harry miró a Voldemort, que contemplaba atónito la escena, con los ojos muy abiertos. Aquello lo había tomado tan de sorpresa como a Harry.

Surgieron nuevos gritos de dolor de la varita, y luego algo más brotó de la punta: la densa sombra de una segunda cabeza, rápidamente seguida de los brazos y el torso. Un viejo al que Harry había visto en cierta ocasión en un sueño salía de la punta de la varita exactamente igual que había hecho Cedric...

—Entonces, ¿era un mago de verdad? —dijo el viejo, fijándose en Voldemort—. Me mató, ése lo hizo... ¡Pelea bien, muchacho!
Pero ya estaba surgiendo una nueva cabeza... y aquélla, gris como una estatua de humo, era la de una mujer. Soportando las sacudidas con ambas manos para no soltar la varita, Harry la vio caer al suelo y levantarse como los otros, observando.
La sombra de Bertha Jorkins contempló con los ojos muy abiertos la batalla que tenía lugar ante ella.

—¡No sueltes! —le gritó —. ¡No sueltes, Harry, no sueltes!

Nymeria observo atónita todo, los mortífagos gritaban y corrían desesperados de un lado a otro, desvaino la daga de nuevo, no debia bajar la guardia, aclaro su adolorida garganta. — ¡TU PUEDES HARRY! ¡NO SUELTES!

Harry intento no desconcentrarse al escuchar levemente la voz de Nymeria.
Y entonces otra cabeza salió de la punta de la varita de Voldemort... Harry supo quién era en cuanto la vio, lo comprendió porque la mujer que salía era la persona en la que más había pensado aquella noche...
La sombra de humo de una mujer joven de pelo largo cayó al suelo tal como había hecho Bertha, se levantó y lo miró... y Harry, con los brazos temblando, devolvió la mirada al rostro fantasmal de su madre.

—Tu padre está en camino... —dijo ella en voz baja—. Quiere verte... Todo irá bien... ¡ánimo!...

La rubia miró al fantasma de la mujer, quien le devolvió la mirada y entonces ambas gritaron al mismo tiempo. — ¡No sueltes, Harry! ¡Tú puedes¡

Y entonces empezó a salir: primero la cabeza, luego el cuerpo, alto y de pelo alborotado como Harry. La forma fantasmal de James Potter brotó del extremo de la varita de Voldemort, cayó al suelo y se puso de pie como su mujer. Se acercó a Harry, mirándolo, y le habló con la misma voz lejana y resonante que los otros.

Le susurró algo.

—Cuando la conexión se rompa, desapareceremos al cabo de unos momentos... pero te daremos tiempo... Tienes que alcanzar el traslador, que te llevará de vuelta a Hogwarts. ¿Has comprendido, Harry?

—Sí —contestó éste jadeando, haciendo un enorme esfuerzo por sostener la varita, que se le resbalaba entre los dedos.

—Harry —le dijo Cedric—, lleva mi cuerpo, ¿lo harás? Llévales el cuerpo a mis padres...

—Lo haré —contestó Harry con el rostro tenso por el esfuerzo.

— Nymeria escúchame, en cuanto Harry rompa la conexión, tienen que irse. — le explico el fantasma de Lily a Nymeria, la rubia asintió sacando su varita. — ¿Lista?

—Prepárate —susurró la voz de su padre—. Prepárate para correr... ahora...

—¡YA! —gritó Harry.

No hubiera podido aguantar ni un segundo más. Levantó la varita con todas sus fuerzas, y el rayo dorado se partió. La jaula de luz se desvaneció y se apagó el canto del fénix, pero las víctimas de Voldemort no desaparecieron: lo cercaron para servirle a Harry de escudo.

Tanto Harry y Nymeria se echaron a correr como nunca, golpeando a dos mortífagos atónitos para abrirse paso. Corrieron por entre las tumbas, notando tras ellos las maldiciones que les arrojaban, oyéndolas pegar en las lápidas: Nymeria invocó su latigo de nuevo y corrieron hacia el cuerpo de Cedric.

—¡Aturdanlos! —oyó gritar a Voldemort.

A tres metros de Cedric, Harry jaló a Nymeria abrazandola tras un ángel de mármol para evitar los chorros de luz roja. La punta de una de las alas del ángel cayó rota al ser alcanzada por las maldiciones. Agarrando más fuerte la mano de Nymeria, salió corriendo.

¡Impedimenta! —gritó, apuntando con la varita por encima del hombro a los mortífagos que lo perseguían.

Por un grito amortiguado, pensó que había dado al menos a uno de ellos, pero no tenía tiempo de pararse a mirar. Saltaron sobre la Copa y se echó al suelo al oír más maldiciones tras él. Nuevos chorros de luz les pasaron por encima de la cabeza mientras jalaban cuerpo de Cedric con el latigo.

—¡Apartense! ¡Lo mataré! ¡Es mío! —chilló Voldemort.

Entre Harry y Nymeria abrazaron el cuerpo de Cedric. Entre ellos y Voldemort se interponía una lápida.
Los rojos ojos de Voldemort destellaron en la oscuridad. Harry lo vio curvar la boca en una sonrisa, y levantar la varita.

—¡Accio! —gritó Harry, apuntando a la Copa de los tres magos con la varita. La Copa voló por el aire hasta él. Harry la tomó.
Oyó el grito furioso de Voldemort en el mismo instante en que ambos sentían la sacudida bajo el ombligo que significaba que el traslador había funcionado: se alejaba de allí a toda velocidad en medio de un torbellino de viento y colores, y Nymeria a su lado.

Regresaban a Hogwarts.


















【 Estamos a nada de llegar al final de este arco... el último por hoy :3 】

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